¡Hey! Bueno, como siempre, aquí me tienen el 8 de noviembre. Definitivamente, soy de las personas a las que todavía le puede más la tradición que la vida ( x D ) así que desearía feliz cumpleaños a Sasori (¿qué mejor regalo que Itachi?). Contra viento y marea, supongo, pero lo hago con todo el amor que soy capaz de dar luego de más de una década, jaja.
Disclaimer: Nada ni nadie que ustedes puedan reconocer es mío.
Advertencias: Yaoi de dos parejas bien crack y una que no lo es tanto; exceso de OoC como no tienen idea (si la primera parte les pareció fuera de personaje, no podrán imaginarse esta); mpreg, porque es el primer omegaverse que he intentado.
A quien corresponda, ¡gracias por visitar la historia! Ojalá sea de su agrado.
Your sweetness has died
℘ { } ℘
And I'm so grateful to you
I'd live my whole life through
Lost forever
If I never knew you
—Jon Secada & Shanice, If I never knew you
℘ { } ℘
El potente sonido de las pisadas de Sasori resultaban una música bastante agradable a los oídos de Itachi, quien yacía apoyado contra el lomo del dragón rojo. El moreno tenía una expresión sosegada mientras observaba el paraje verde que se hallaba frente a sus ojos y parecía cercano a dormirse de un segundo a otro.
Frecuentemente, el Akasuna volvía su gran cabeza cuneiforme y vigilaba al pelilargo con sus ojos café-grisáceos. Al joven príncipe le gustaba eso: cuando sus miradas se besaban, el drákon bajo él emitía un ronroneo que lo hacía vibrar y arrullaba al —antiguo— heredero de la familia Uchiha. Éste sonreía y acariciaba las cálidas escamas del pelirrojo con aire distraído.
Ambos empezaron su relación formalmente unas ocho semanas atrás y, si bien el padre del Uchiha no se sentía muy feliz con la elección de su hijo, se dejó persuadir debido a la cada vez más precaria salud de Itachi.
Esa noche era una de las buenas: el pecho no le dolía, sus ojos lograban distinguir más que sombras y su cuerpo respondía a sus órdenes. De hecho, albergaba la esperanza de poder consumir los suspiros de su Omega mientras lo tomaba durante las horas venideras.
El pelirrojo había caminado ya varios kilómetros de distancia, apartándose del jolgorio de aquella noche. Nadie podía verlos, excepto quizá algún drákon en el cielo que se distrajera en pleno Vuelo, pero tal actitud sería un caso muy fuera de lo normal.
La Ceremonia del Nexo era, después de todo, un éxtasis casi tan íntimo como la penetración. Itachi, quien recordaba el viento en su rostro y la libertad que se sentía cruzando las nubes, a veces se frustraba por todos esos días y noches postrado en cama. Ahora sabía personalmente la amargura de Sasori, aunque le envidiaba poder transformarse.
Ojalá él también fuera capaz de ello. Incluso si apenas significara un cambio, pues debido a las torturas de los Otsutsuki, Akasuna tampoco podía volar.
Bueno, ¡ya qué! Montar a su novio y dejarlo caminar era lo más cercano que podían hacer para celebrar su amor.
En realidad, era la primera vez que Sasori se convertía frente a sus ojos y, siendo honesto, nunca hubiera imaginado la sublime apariencia del taheño: sus fuertes extremidades con garras, tan afiladas como lanzas; el par de cuernos que sobresalían de su cabeza, retorcidos igual que las pinturas de los unicornios; poseía también una larguísima cola metálica que simulaba la de un escorpión. Sí, aún sin las esplendorosas alas que distinguían a los drákous de Sunagakure y que los Otsutsuki habían sustituido con unas aspas de increíble filo, el Akasuna disfrutaba una majestuosidad que robaba el aliento.
Sasori estaba visiblemente incómodo al principio. El Uchiha le acarició la mandíbula, frotándola igual que a un gato y diciéndole cuán hermoso se veía hasta tenerlo un poco más relajado.
Habría sido algo muy emocionante aprender a Volar con el oriundo de Sunagakure. Hasta entonces, había visto a los tres hijos de Raasa unirse en el Nexo, y le resultaba fascinante observar cómo dos siluetas tan diferentes embonaban a la perfección después de cierta torpeza.
Temari y Shikamaru, por ejemplo, eran los que más se acoplaban el uno al otro. Era bastante obvio quién dirigía al genio Nara para acomodarse de la mejor forma y seguirle el ritmo.
Kankuro y Kiba, por otro lado, tardaban en encontrarlo. El amante de los perros era demasiado impaciente para la cadencia de su pareja, quien trataba de imponerle la calma. Al comienzo, se obstruían entre sí hasta que, luego de unos minutos, ambos lograban ajustarse. Suponía que les faltaba práctica.
Finalmente, el compás de Gaara y Neji tenía algo peculiar que el Uchiha siempre había adorable. Ya fuera si el castaño se ponía en el lomo del menor o si decidían que el pelirrojo lo sostendría con sus patas, ambos entrelazaban sus colas y juntaban las cabezas. Algunos dirían que Sabaku, gracias a su estatus, tenía el privilegio de guiarlo, y por lo tanto Neji aceptaba esa jerarquía; no obstante, cuando los papeles se invertían, como Alfa, el Hyuuga lograba la misma armonía sin encontrar mucha resistencia.
Itachi se preguntó incontables veces a cuál espectro pertenecerían él y Sasori, si tuvieran ocasión de averiguarlo. ¿De qué manera encajarían sus figuras? ¿Harían piruetas, tratando de alcanzar las estrellas que brillaban en el oscuro manto cual diamantes? ¿Planearían lentamente sin una dirección? ¿Quién dominaría la danza ancestral? ¡Era tan horrible ignorar todas esas respuestas! Las fantasías se clavaban igual que espadas en su pecho con cada suspiro.
Basta.
Se detuvo a sí mismo de inmediato cuando la voz funesta le recordó que nunca lo sabrían, porque la historia decidió no ser amable con ellos.
Era triste verlo así. El Uchiha, todavía acariciando las escamas, buscó pensamientos más felices. Aunque uno estaba enfermo y otro lisiado, los dos drákous finalmente eran libres de quererse. Izumi y el príncipe no habían continuado su matrimonio arreglado y ahora Itachi podía compartir su vida, corta como sería, al lado del oriundo de Sunagakure.
—Nuestra vida no ha estado nada mal, ¿eh? —Susurró con voz débil, la cual parecía imitar la fragilidad de sus latidos. El drákon gruñó y el moreno sintió una estocada desagradable al percibir la amargura que destilaban los ojos cafés-grisáceos, como el veneno en la mordida de una serpiente—. ¿Recuerdas nuestro primer aniversario? Estaba leyendo y me ordenaste quedarme quieto porque ibas a dibujarme. Mencionaste algo gracioso, ¿verdad? Deseabas inmortalizarme con tu arte. Yo estaba tan feliz.
El Akasuna miró al chico durante un instante y levantó su rostro para observar las lejanas siluetas de sus congéneres que surcaban los maravillosos cielos. La nostalgia de una historia jamás vivida también se pintaba en sus facciones.
Itachi temió que lamentara transformarse, sintiendo entonces mucho más latentemente la ausencia de sus alas.
"Desearía aliviar su pena. Quiero ofrecerle el cielo, el sol, la luna y las estrellas. Recostarnos y olvidar por completo el mundo." Presionó las manos en la dura coraza del dragón, notando el hálito de fuerzas bañarlo igual que la luz del amanecer que Sasori tanto amaba luego de pasar años en la densa oscuridad del calabozo. "Enseñarle el mundo, lo hermoso que me resulta éste porque él es mío, volverme viejo a su lado."
Lo contempló sin decir nada. Frunció el ceño y, anticipándose al suplicio con una profunda inhalación, adoptó su forma de dragón. El calvario de sus huesos modificándose le hizo ahogar un grito y, durante varios segundos, sólo vio el mundo en tonalidades de rojos.
Sasori se revolvió, gruñendo, pero el Uchiha enroscó a su cuerpo rápidamente.
"Una vez, ¡por favor! Eso me bastaría," se decía Itachi una y otra vez, siseando debido a los latigazos de sus extremidades ahora cubiertas por escamas de ónix. "Necesito tenerlo."
El miedo del Akasuna era obvio y actuó en consecuencia para detener su locura: soltó una humareda violeta por el hocico que el moreno se abstuvo de respirar, conociendo el efecto adormecedor que tenía sobre sus víctimas. Así, usó todas sus fuerzas para levantarlos a los dos unos cinco metros por encima del suelo.
Al principio, Sasori se alteró y sacudió violentamente. Luego se quedó inmóvil y admiró la verde marea del pasto distanciándose de ellos.
Diez metros.
El esfuerzo le impedía regocijarse. Sobre todo porque Itachi únicamente sentía dolor y oía el angustiado rugido de su pareja mientras continuaba subiendo.
Veinte metros.
Negrura y destellos blancos. ¿Eran las constelaciones que veía tras sus párpados? Oh, por la sangre del primer dragón, el interior del cuerpo le ardía como si su sangre fuera lava.
Treinta metros.
¿Le faltaba poco para alcanzar a los demás? Aquello le infundió de más fuerzas y apretó su larguísimo cuerpo contra Sasori, buscando los latidos de su corazón. Planeó unos segundos, respirando dificultosamente y observando al taheño sin evidenciar la tortura que suponía llevarlo a cuestas.
El drákon sin alas parecía un gato mojado y, cuando por fin encontraron su mirada, el horror de Akasuna rompió la magia que sostenía a Itachi en el aire.
De pronto, abrió el hocico y escupió un montón de sangre que golpeó el rostro de su novio. Era de un color más oscuro que sus brillantes escamas carmesí. Las veía claramente, pese a lo borroso de sus sentidos.
Veinticinco metros.
¡Nada de eso se había parecido a los Vuelos de los oriundos de Sunagakure con sus amados! Sasori intentó maniobrar con rapidez para forzarle a soltarlo mientras se avecinaban al suelo con una rapidez que hacía silbar el viento.
Itachi frenó su aterrizaje lo mejor que pudo, tratando de levantar al pelirrojo, quien lo abrazó y protegió la cabeza del oriundo de Konohagakure.
Diez metros.
El moreno hizo un último intento por recuperar el control, sin éxito.
Unos segundos después, ambos se golpearon contra el pasto en una explosiva colisión que provocó el estrepitoso retumbar del piso, levantando tierra y destrozando la hierba esmeralda, húmeda por la lluvia de hace unas horas.
Itachi, quien salió disparado de los brazos de Sasori, se retorció hasta que sus dos únicas patas lograron apoyarse. Se levantó jadeando con el hocico escurriendo cual fuente de líquido carmesí, espeso y caliente. La cola del príncipe se contrajo de dolor y luego se quedó inmóvil.
"¿Dónde está él?" Se preguntó, aturdido, los ojos casi blancos.
A unos metros, el pelirrojo se levantó y cojeó hasta quedar a su lado. Se veía furioso, pero acomodó su cabeza debajo de la de Itachi, tratando de servirle de apoyo.
La sangre bañaba al pelirrojo, quien refunfuñaba desesperado (¿o acaso gimoteaba?).
Itachi trastabilló sin caminar y se desplomó sobre el hoyo que dejó su forzoso descenso y la subsecuente colisión. Volvió a su forma humana entre gemidos ahogados.
El oriundo de Sunagakure también se convirtió.
—Mierda, ¡mierda! ¡Mierdamierdamierda! —Le gritó el Akasuna, perdiendo los estribos al hincarse a su lado—. ¡¿En qué estabas pensando?!
Quiso decirle todo cuanto se le vino a la mente, pero sufrió un ataque de tos. A pesar de que estaba bien abrigado, no dejaba de temblar.
Sasori dejó de reclamarle y sostuvo la endeble figura del pelilargo entre brazos. Itachi se sintió culpable, dándose cuenta que el otro drákon no había temido regresar a las alturas, ni temía que lo soltara porque nunca lograría confiar en él…
Era algo mucho más simple. Demasiado. Se sintió un completo idiota.
De pronto, recordó a los muchachos de Sunagakure:
—Si algo te pasa y me dejas aquí sola, te vas a arrepentir —le decía la rubia a Shikamaru constantemente mientras éste se frotaba la nuca, rezongando de lo problemática que era su novia antes de callarla con un beso y una de esas sonrisas sabihondas.
Ella se ruborizaba intensamente y lo empujaba, diciendo que parecería un vago sin propósito si no se apuraba.
—Eres tú quien va a extrañarme más —decía Kankuro, sonriendo de lado y guiñándole el ojo al Inuzuka, quien rodaba los ojos—. No te mataría admitirlo.
—¿Por qué lo haría si tú no piensas hacerlo? —Objetaba Kiba, acariciando a Akamaru—. Si quieres que te despida bien, al menos deberías admitir que los perros son mejores que los gatos.
—¡Soy alérgico! Vamos, deja de ser un obstinado y di que me extrañarás.
—Se trata de un viaje arriesgado —musitaba el más joven de los Sabaku—. ¿El rey mencionó cuándo estima su regreso? ¿Debería esperar despierto?
—Tú no duermes de todas formas, con todo ese papeleo —respondía Neji.
—Bueno, promete que dormirás en lugares seguros —replicó, entrecerrando los ojos.
—Lo haré. Y tú, pequeño cascarón —añadió volviéndose hacia Jiyuu, a quien Gaara sostenía—, asegúrate de que tu papá no trabaje mucho.
¿Era algo cultural, simplemente no decir lo que pensaban?
En el presente, con la respiración silbando, Itachi observó al pelirrojo fulminándolo.
Ah, no escucharía el final de esto. El Akasuna le dijo que se quedaran en el nido, mas el príncipe insistió en participar, a su pobre y triste manera, en la Ceremonia del Nexo. Esa noche, después de todo, él sentía que respiraba mejor y le gustaba imaginar que volaban en lugar de caminar… aunque claramente ninguno de los dos pudiera hacerlo.
Se había transformado por un acto de imbecilidad y la había fastidiado.
—Eso es todo, ¡regresamos! —Exclamó Sasori, transformándose nuevamente.
Lo levantó con una de sus zarpas. Itachi pudo leer la reprimenda de su mirada y suspiró, alicaído entretanto iniciaban su regreso al pie de la montaña, donde aferrándose a las rocas salientes, el Akasuna escaló hasta el balcón que correspondía a la habitación de ambos.
Una vez ahí, el pelirrojo regresó a su forma menuda de humano con ojos de pupilas verticales y, sirviéndole de apoyo al más alto, lo acercó hasta la cama para recostarlo. El joven Uchiha lo agradeció silenciosamente mientras el taheño le abrigaba y luego le limpiaba la frente con una mano blanca como la nieve.
—Ten piedad de mí —susurró Itachi, extenuado—. Estoy cansado de quedarme en mis aposentos. Todavía no voy a morirme.
—Necesitas dejar de hacer ese tipo de bromas en mi presencia —bufó el Akasuna, sentándose a un lado. Lucía malhumorado o, tal vez, angustiado (le resultaba difícil saberlo en aquellas circunstancias)—. Debimos quedarnos aquí.
—Seguramente, pero hoy es la Ceremonia del Nexo —respondió el príncipe drákon, disimulando una cadena de toses que pugnaban por salir. Le llevó un momento callarlas y, para entonces, Sasori había ido hasta el otro extremo de la recámara para tomar el vaso con agua que dejaban sobre la mesita de noche y regresaba a su lado—. Al menos me gustaría tener la sombra de lo que sería un Vuelo contigo.
La expresión del drákon lisiado se oscureció inmediatamente. El de ojos avellana se forzó a desviar su mirada, en la cual una divinidad cruel grabó la tristeza como si fuera una lápida recién tallada y erigida para todos los eones. Quizá pensaba en las últimas semanas, con la enfermedad de Ícaro consumiendo al moreno rápidamente.
—Déjate de estupideces, mocoso —objetó, confirmando sus sospechas—. Lo que hiciste pudo habernos matado a ambos. ¡No eres igual que antes! ¡Y yo no tengo alas! Dioses, toda esa basura del Nexo dejaselas a quienes…
—¿Pueden? —Completó Itachi, ligeramente exasperado—. Sasori, nuestras fantasías son hermosas, pero a veces no son suficientes. En serio quisiera vivirlas.
—Suicidarte es una de ellas, me imagino. Itachi, tratamos de hallar una solución —le recordó entre dientes el Akasuna—. Ir por ahí, cumpliendo caprichos difícilmente ayuda. Sólo espera.
—¿Quién eres tú para hablarme de eso? —Rebatió el más joven, tosiendo nuevamente. Le lanzó una mirada angustiada cuando su mano quedó llena de sangre. La visión hizo empalidecer al drákon, quien le mostró la palma enseguida—. Me voy a morir. Y en lugar de quedarte conmigo, te desapareces para buscar una cura que en miles de años nadie ha encontrado.
Sasori le tomó de la muñeca.
—¡Oh, vaya! Supongo que debo resignarme entonces, ¿verdad? ¡¿Eso es lo que quieres?! ¿Vas a decirme que siga con mi vida luego de que se apague tu pira?
—Quiero dejar de inventar fantasías y estar contigo. ¿Es tan malo?
—¡Lo será si te mueres, idiota!
Ambos respiraban agitadamente al final de ese intercambio. Tras unos segundos, calmándose al fin, Sasori le ayudó a beber un poco más de agua y se ocupó de limpiar la barbilla y mano del pelinegro, guardando silencio durante casi un minuto, hasta que finalmente decidió hablar:
—Oye, he vivido de mentiras casi toda mi vida. Esto dista mucho de ser ideal, pero me siento muy afortunado con todo tu amor. Me encanta vivirlo aquí, ahora, y en cualquier sueño, Itachi. Pero… no puedo perderte. No es justo.
El aludido le sonrió, agotado. Pensó desmentirlo, ¡acusarlo de engañar a un moribundo! No obstante, prefirió tomar su mano y besarla con delicadeza. La piel tibia se sentía deliciosa contra sus álgidos labios.
Qué tragedia, ¿no? Al final, uno de ellos moriría primero. ¿Cuántos de los suyos no habían perdido ya a su otra mitad, sintiéndose ahora devastados y perdidos? ¿Cuántos seguían buscando? Y, ¡por todos los dioses!, ¿era una bendición o un castigo haber conocido a Sasori justo en el declive de su vida, para amarlo y abandonarlo?
Cerró los ojos con fuerza. Ojalá fueran unos drákous más dichosos, libres para haberse querido sin restricciones desde el comienzo y hacer una familia en el interior de esa montaña que vio nacer, crecer y morir tantas decenas de miles de vidas.
Nuevamente, recordó las palabras de Neji Hyuuga, quien había llevado a su hijo de encantadores ojos turquesas esa mañana porque el niño no dejaba de preguntar por él:
—Yo le entiendo, Majestad. Piensa que si no se hubieran conocido, al menos vivirían sin saber que estaban perdidos el uno para el otro. Usted es el tipo de persona que moriría por muchos —el castaño sostuvo a Jiyuu y besó sus cachetes— y ahora quiere vivir desesperadamente por alguien más, por lo que lo tortura saber que su tiempo se termina.
El bebé bostezó en los brazos de su padre e Itachi agitó la mano, despidiéndose.
—Me encantaría tener la vida con Sasori que tienen los demás con sus parejas —susurró el Uchiha. Neji agitó la cabeza.
—Como alguien que pasó la mayor parte de su vida deseando ser alguien más, con todo mi respeto, le diré que no lo haga. ¿Acaso no piensa que cada segundo al lado de la persona que ama vale la pena?
Itachi estuvo a punto de cometer un error diciéndole al Hyuuga que nunca entendería, siendo un prodigio en su mejor momento. Él tenía el futuro disponible, uno bastante prometedor además. Todavía ignoraba cómo era marchitarse, verse débil e incapaz de proteger a quienes amaba.
Sin embargo, se recordó, el castaño había pasado la mitad de su vida siendo esclavo de su clan, insultado y tratado de menos porque era hijo de la Segunda Rama. Lo habían torturado por ser bueno y, durante años, se sintió como un ave enjaulada. Luego estaba Gaara, quien fue odiado y cazado por los suyos durante toda su infancia, con varios intentos de asesinato en contra suya puramente debido a la estupidez de Raasa.
Quién sabe, pensó el Uchiha, tal vez la felicidad todavía llegaría a los dos Akatsuki.
En el presente, el moreno apartó la mano de Sasori de sus labios y la llevó hasta su pecho, donde el Akasuna podría sentir sus latidos.
—Te amo —le dijo al oji-café—. Y, si necesitas que tenga fe, la tendré. Pero, por favor, quédate. Vive conmigo.
—Haré lo que sea para mantenerte a mi lado —escuchó la hechizante voz del pelirrojo.
Itachi pensó que nunca llegaría a ser ni hacer muchas cosas en su vida, pero mientras cerraba los ojos y la oscuridad lo consumía, pensó que su amor era hermoso y el mundo brillaba un poco más gracias a ello.
Suspirando, se aseguró que las sombras no le arrancaran esa esperanza.
¿Fin?
Y, bueno, lo cierto es que tenía pensado tratar de avanzar más, pero no lo conseguí. Todavía, en mi cabeza, encuentran la felicidad, pero de momento no se me dio dárselas. En mis universos recientes pueden serlo, así que me permito dejar esto así a menos que la oportunidad de "finalizarlo" venga a mí.
Me gustó añadir a las otras ships, honestamente. Y me gusta que Neji haya tenido la oportunidad de hablar con Itachi. La última vez que lo puse a hacer esto fue, me parece, con Sasori en "Akuma ga daisukidesu". No me imaginé que en algún futuro lo pondría a conversar con él para una ship totalmente distinta, pero les juro que no pude evitarlo. Así que no me importa que tengan 0 que ver, si esto fuera fiel al universo de "Naruto" en su vida se juntarían mis ships, jaja.
En fin, si hay alguien leyendo, espero que les haya gustado aunque sea un poco.
