No, no me olvidé del reto, simplemente me perdí en el sendero de la vida


6. Cartas de amor

Un largo suspiro salió del fondo de su garganta, la cual estaba reseca por la emoción y por lo caluroso de aquella noche de verano.

En circunstancias normales, hubiera salido a darse un chapuzón en el riachuelo que pasaba en los límites de la granja. Pero esta noche no era nada normal, y su trote dando círculos sólo la puso más ansiosa.

En la mesita de noche descansaba una foto familiar, en la cual se veía mucho más relajada que en este momento, y eso que Applebloom apenas empezaba a caminar; torció la boca mientras daba un enorme trago de saliva que no hizo sino irritarle la garganta. Y entonces empezó a hiperventilar.

No podía creer que un simple pedazo de papel pudiera ponerla de tal modo en una noche donde había terminado tan cansada que pensó que dormiría en cuanto pusiera su cabeza en la almohada. No obstante, cuando vio aquel singular destello alumbrando su habitación, supo que esta noche quizá no dormiría.

De un momento a otro, una brisa entró por su ventana y eso pareció calmarla. El dulce beso de la brisa sobre su crin hizo que sus nervios crispados le dieran algo de tregua en un momento donde treinta segundos parecían ser treinta años.

Y quizá estos treinta años eran lo que más hacía eco sobre su cabeza porque, ¿quién se fijaría en ella? Pero eso sucedió, y esta noche no paraba con las sorpresas.

Una vez más, su habitación volvió a iluminarse en medio de la noche, pues una flama de color verde apareció en justo en el centro de la habitación y acto seguido, un sobre cayó en la alfombra. Rápidamente corrió a levantarla, y no se sorprendió nada de ver las palabras escritas en ella.

Sólo atinó a soltar una risita mientras se sonrojaba, y dando saltitos de forma emocionada que avergonzarían incluso a Rarity, la más melosa de sus amigas. Fue hacia su ventana y miró al cielo, el cual lucía mucho más brillante esta noche; en medio del manto nocturno alcanzó a ver una silueta familiar acercándose en el aire.

Trotó rápidamente hacia su buró y sacó un viejo cofre con todas las cartas que sus padres se mandaron durante su juventud. Ella puso la que traía en la pezuña justo al lado del sobre, junto con las otras, sonriendo.

—Yo también tengo mis cartas, ¿eh, ma'?