Disclaimer: Los personajes de Naruto no me pertenecen. Solo hago uso de éstos con el fin de entretener.
Aclaraciones: Esta historia se basa en un Semi Universo donde los sucesos sobre el secuestro de Hinata por el Jefe Ninja de la Nube no fueron tan ligeros cómo se vio en el manga, todo lo contrario, una amenazadora guerra por parte del Raikage es declarada hacia Konoha. El masacre del clan Uchiha no se ha llevado a cabo y Obito sobrevive a la Tercera Guerra Ninja. Naruto y Menma son gemelos así como los dos jinchuriki de Konoha con la mitad del chakra del Kyuubi selladas en sus interiores.
Advertencias: Menciones de guerra. Muerte de personajes. Mención de seppuku (corte de vientre).
Agradecimiento especial a Tamashitsumo por ayudarme a corregir y betear este capítulo. Igualmente sugerirme consejos sobre la trama. Infinitamente agradecida con esta talentosa Beta.
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Capítulo 2
Preparativos
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Temmu dio órdenes a todas las marionetas bajo su mandado para realizar todas las preparaciones ante la llegada del clan Hyuga al Castillo Otsutsuki. No había pasado mucho desde que mantuvo la conversación con Hiashi Hyuga pero quería asegurarse que todo estuviera listo.
Las ruinas de la aldea que pertenecieron a la familia primera del clan no serían un lugar adecuado para recibir a los poseedores del Byakugan, por ello Temmu dirigía con total atención las indicaciones para remodelar una de las tantas salas que poseía el castillo. Sería similar a la Sala de Nupcias con la diferencia que en lugar de ser solo una capsula, serían más.
Aún no contaba con el número exacto de personas que arribarían pronto a la Luna cuando Hiashi solucionara los pendientes a su cargo para no dejar documento alguno cuyo contenido fuera el funcionamiento del Byakugan. Siendo un doujutsu de raíces ancestrales, casi comienzos de la Era Shinobi, el estudio sobre éste tendía a no profundizar tanto en los detalles. Suponía que lo que la mayoría de los ninjas en la Tierra sabían sobre el Ojo Blanco era una pequeña parte del enorme potencial que representaba para el clan Otsutsuki.
―Temmu-sama ―una de las marionetas parlantes, capaces de moverse a propia voluntad a través del poder del Teinsengan se acercó a él para hacerle saber los avances de los preparativos.
―Habla.
―Las capsulas están en su lugar. Tal cómo usted lo solicitó fueron diseñadas con una medida estándar ―explicó la muñeca viviente con una expresión indiferente y a la vez elegante, sin arruga alguna en el rostro ni una sola imperfección―. No habrá dificultades en el momento en que sus invitados especiales ingresen.
Temmu asintió, satisfecho del escuchar tales detalles. La ventaja de contar con las marionetas bajo la disposición del clan era que éstas podían trabajar sin interrupciones pues no poseían necesidades humanas. Podían laborar sin descanso alguno y a la perfección. Solo necesitaba compartirles a través del chakra lo que deseaba crear, de este modo las marionetas seguían al pie de la letra sus órdenes sin preguntar dos veces y recreando la visión mental en la vida real.
Tal como en esos momentos.
―Estupendo ―comentó. La marioneta hizo una reverencia―. A partir de ahora llamaré a esta sala la Sala del Sueño. Será exclusivamente para los Hyuga. Nadie osará perturbar su sueño hasta que yo lo considere oportuno.
―Hai, Temmu-sama. Sus órdenes serán cumplidas a la perfección.
―En cuanto mis invitados arriben necesitaré un grupo de vigilantes.
―Yo misma me encargaré de seleccionar los mejores para encargarse de tan honorable misión, mi señor. No debe preocuparse.
―Excelente. Dejo todo en tus manos. Por hoy me retiraré ―el hombre de albino cabello se sumió en un breve silencio al ver que su presencia por ese día concluyó―. Mañana deseo ver terminada la sala.
―Hai ―respondieron en unísono el resto de las marionetas trabajadores que detuvieron sus tareas para despedir de la manera que se merecía a su creador y absoluto señor.
Temmu caminó hacia la puerta donde dos pequeñas figuras de niños le abrieron para dejarlo pasar sin que él tuviera que mover un solo dedo. Comenzó a caminar por el largo y solitario pasillo del castillo, pasando por los enormes ventanales en donde extractos de meteoritos bailaban alrededor, atraídos por la fuerza central que ayudaba a manipular el lugar al antojo de cualquiera que poseyera la cantidad de chakra para tal faena y el conocimiento correcto de cómo utilizar dicho don para beneficio propio.
El chakra era un regalo dado por Kaguya-sama, a quien Hamura-sama siempre amó y respetó. Se le conocía como la Madre de los Shinobis, una mujer tan poderosa para que los humanos la consideraran digna de nombrarla: La Diosa Conejo. Sin embargo, la historia sobre Kaguya-sama no era conocida por quiénes deberían estar agradecidos por la benevolencia de ella, debido a los conflictos que se llevaron en una época bastante atrás en la Tierra.
Dicho problema había sido tan serio como para que Hamura-sama en compañía de Hagoromo-sama, su hermano mayor, tuvieran que intervenir y sellar a Kaguya después de que ésta asumiera que la mejor manera de borrar cualquier guerra sobre los humanos era sumirlos en un sueño infinito, el Tsukuyomi. Pero tal gentil propósito lentamente se tornó en uno egoísta, al punto de enloquecer a Madre.
Temmu recordó las historias que se contaban en las reuniones entre las dos familias durante las fiestas ceremoniales, cuando ambas familias gozaban de una prosperidad inigualable al seguir fielmente el decreto de Hamura-sama. Los más ancianos solían dar una extensa explicación de donde venían sus raíces. Que se trataban de seres de enorme fuerza, similares a Kaguya, que poseían la habilidad de viajar entre dimensiones y planetas en busca de un hogar lo suficientemente estable para llevar a cabo la Cosecha. Era de ese modo del cómo continuaban alimentando el monstruoso chakra del cual eran dueños absolutos al momento de nacer.
Sin embargo, también eran seres familiares demasiado lejanos, y que pertenecían a una élite completamente distinta a lo que ellos estaban acostumbrados, que destruían todo a su paso. Lo único que les importaba era preservar la juventud y el poder con el que fueron dotados. Hamura-sama precisamente se encargó de echarse en los hombros el cuidar que ninguno de aquellos familiares lejanos se acercara a la Tierra, misma que Madre se encargó de proteger.
Tanto fue el amor de Kaguya por los humanos que peleó contra su propia sangre, un compañero que viajó con ella hasta la Tierra en la travesía de encontrar un planeta digno de la Cosecha cuando quedó completamente maravillada por la hermosura de la Tierra y evitó que ésta compartiera el mismo destino que los anteriores mundos.
Un cruel proceso de marchitamiento que tornaba todo lo hermoso en una tonalidad muerta y grisácea. Incolora.
Todo ser viviente perecía al instante.
Kaguya se le podía considerar una salvadora, así como un demonio. El poder siempre tenía dos lados: el de proteger y destruir. Últimamente los humanos, herederos del paraíso que Hagoromo-sama se encargó de custodiar hasta el último de sus días, hacían más lo segundo que lo primero al enfrascarse en innecesarias guerras con el propósito de conseguir más poder del que ya poseían.
Tales pensamientos habían enfermado a la mayoría de su gente que no podía perdonar el uso inadecuado del chakra, pero las reglas estipulaban que ellos no podían participar directamente hasta ser el momento indicado para cumplir con la profecía que seguían.
Temmu había roto una regla impuesta en el clan cuando decidió mantener una conversación con Hiashi. Pero sus acciones estaban justificadas.
El peligro de la extinción absoluta del Byakugan no debería tomarse a la ligera. La misión primordial del clan Hyuga dada hace miles de años cuando esa selecta población de personas que compartían su árbol genealógico decidió establecerse en la Tierra debería cumplirse.
Sin el Byakugan el Teinsengan no podía ser completado. Era necesaria la pureza del doujutsu para completa la voluntad de Hamura Otsutsuki.
Él estaba obrando bien. No sería la primera vez que un Hyuga pisara la Luna, sus antepasados habían vivido por un período junto con ellos. Eso es lo que sabía a través de las memorias heredadas. El chakra de sus familiares caídos en guerra aún estaba presente en su cuerpo. Información que igualmente le heredaría a su pequeño y único hijo.
Toneri.
―¡Padre!
Las pisadas de un jovial niño de hermosas facciones ―tan perfectas que podrían rivalizas con las de una marioneta― de albina y alborotada cabellera se escucharon en el pasillo. Temmu sonrió ligeramente al momento de agacharse para recibir a su pequeño hijo de tan solo tres años. Éste gustosamente aceptó ser apapachado por su progenitor sin contener la alegría que sentía al poderlo ver después de varios días.
Al ser los únicos habitantes de la Luna Toneri sabía que las responsabilidades consumían a su padre al punto de que su convivencia fuera nula. Aún a su corta edad él lo comprendía porque también era consciente de la misión impuesta en su familia.
―Toneri ―llamó con cierta ternura el padre, acariciando los cabellos de algodón de su pequeño hijo, fruto que atesoraba al recordarle la apariencia de su fallecida esposa―. Mi querido hijo. Por tu entusiasmo debo asumir que has extrañado mi presencia. Una disculpa por ello.
―Hmm ―el pequeño con los párpados cerrados negó con suavidad―. Entiendo, padre. No tienes que darme explicaciones.
Temmu volvió acariciar los cabellos de Toneri. Tan solo tenía tres años y ya hablaba como un joven adulto, además de contar con una comprensión difícil de creer para alguien de su edad. Temmu pensaba que se debía al lugar en donde su hijo estaba siendo criado. Siempre rodeado de marionetas completamente entregadas a su tarea, ejerciendo con funcionalidad y perfección cada una de las órdenes impuestas sin la necesidad de expresar sentimientos innecesarios. Suponía, además, que se debía a que la madurez en Toneri era más rápida que la de cualquier niño de su edad.
La visión de que pronto su hijo se vería acompañado de más niños de su edad le alegró el corazón. Amaba a Toneri y padecía cierto dolor cuando lo veía asomarse desde la torre más alta del Castillo Otsutsuki observando la creación de Hamura-sama en completa soledad, sin nadie que lo acompañara.
Le había enseñado a crear marionetas, tradición que era pasada de generación en generación a los más jóvenes y Toneri mostró una habilidad innata de la cual se sentía plenamente orgulloso. Poseía manos de artesano e ideas innovadoras que Temmu podría asegurar hubieran sido aceptas por el resto de la familia si ellos aún vivieran.
―¿Padre?
Toneri detectó un cambio en el chakra de su progenitor, pero había sido tan leve que desechó cualquier idea cuando sintió de nuevo los dedos de su padre removerse con suavidad sobre su cabeza.
―Pronto, Toneri, podrás jugar con niños de tu edad.
―¿Niños? ―tal idea le resultaba lejana.
Durante toda su vida siempre se vio rodeado de marionetas con diferentes apariencias. Él también había creado unas cuantas con un diseño más apto para sus propósitos. En ocasiones gustaba manipular algunas muñecas que se dedicaban a las tareas domésticas del hogar, pero siempre se aburría cuando la mayoría buscaban siempre complacerlo, sin dar una verdadera opinión. Se sentía como si él estuviera hablando consigo mismo.
―Sí. Niños ―Temmu se puso de pie y extendió la mano a Toneri que aceptó. Ambos comenzaron a caminar hacia el final del pasillo―. Como tú.
―¿Como yo? ―preguntó incrédulo.
Él era de piel y hueso. ¿Eso quería decir que alguien con las mismas características pronto le haría compañía?
―¿De verdad? ―cuestionó con una emoción naciente desde su interior. Pudo sentir que su propio chakra se alteraba.
Temmu rió de manera contenta de observar la sonrisa de su hijo.
―Absolutamente. ¿Por qué te mentiría, hijo mío?
―¿Y cuándo podré verlos, padre? ¿Vivirán con nosotros? ¿Es por eso que has estado tan ocupado?
―Una pregunta a la vez, hijo ―el mayor no contuvo la carcajada por ver así de emocionado a Toneri.
—Lo siento, padre —se disculpó Toneri, avergonzado de reflejar con tanta facilidad sus sentimientos.
Empero Temmu no pareció molesto por tal gesto en su pequeño hijo. Era pequeño después de todo. Tampoco podía mostrarse tan estricto con él sabiendo mejor que nadie la soledad en la que Toneri se movía a diario. La compañía de las marionetas nunca reemplazaría el calor humano que alguna vez en los rincones del Castillo Otsutsuki reinó.
—Toneri.
—¿Sí, padre?
—¿Alguna vez te he contado sobre la misión que Hamura-sama nos encomendó?
—Por supuesto, padre. La tengo presente todo el tiempo.
—Eso me alegra —asintió de manera orgullosa—. Pero no te he contado todo.
La confusión apareció naturalmente en el rostro infantil de Toneri.
—¿Es eso posible? —sonaba asombrado e incrédulo que hubiera detalles que él no supiera aún—. Padre, eso no puede ser. He escuchado atentamente tus palabras y relatos. Además, he estudiado cómo se debe los pergaminos en la biblioteca.
—No te dejes consumir por la desesperación, Toneri. El detalle que aún no comparto contigo, hasta el día hoy, no era necesario de contar. No a tu edad —el mayor Otsutsuki levantó la barbilla—. Pero las cosas han cambiado y debemos adaptarnos a dichos cambios. Lo cual no es malo, todo lo contrario, mi querido hijo. El destino que llevas sobre tus hombros, mismo que me encargaré de pasarte cuando se llegue la hora, será compartido con una compañera que estará a tu lado.
—¿Una compañera?
—Sí. Tu futura esposa. La Princesa del Byakugan que el mismo Hamura-sama visualizó en el futuro. El complemento que ayudará a cumplir el legado para el que hemos nacido.
—¿Esposa? —un ligero sonrojo aparición en las mejillas del pequeño Toneri, recordando aquellas preciosas pinturas de princesas eternas en el salón principal donde su padre y él bebían el té o pasaban el rato con la chimenea encendida cuando el clima dentro del castillo se volvía helado—. ¿Mi futura esposa es una princesa, padre?
—Lo es —la imagen de Hinata Hyuga, heredera de la Souke del clan Hyuga, dueña indiscutible del Byakugan más puro se asomó en su mente.
Apretó la pequeña mano de su pequeño hijo, feliz de saber que aquella carga que en el futuro Toneri tendría que hacerse responsable y acatar el legado dejado por sus ancestros no sería exclusivamente de él, sino que la compartiría con una joven hermosa que estaba destinada a ser su fiel compañera.
Hamura-sama ya lo dijo desde hace mucho tiempo antes. No tenía dudas que Hinata Hyuga fuera la esperada Princesa Byakugan.
Temmu no podía dejar que nadie del clan Hyuga muriera, en especial la Rama Principal, pero sobre todo Hinata.
Dio una última mirada a su hijo que parecía contento con tal presagio, podía sentir cómo el chakra en su pequeño cuerpo se alteraba de la emoción. Era la primera vez que veía a Toneri así de expresivo cuando no se trataba de él.
Aquella niña no solamente era una poseedora del Byakugan, también era la compañera predestinada para acompañar a su hijo Toneri en aquel largo camino. Le daba cierto consuelo saber que Toneri no viviría en completa soledad.
Una vez que los Hyuga llegaran, Temmu se aseguraría no solo de cumplir con el decreto celestial sino también de proteger la futura felicidad de su hijo.
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La tensión en Konoha no disminuía y parecía incrementar al paso de los días. Las amenazas del Raikage no cedían. Varios aldeanos comenzaban a ponerse nerviosos y opinar abiertamente en las calles si no debería ser el momento adecuado que el Hokage emitiera un mensaje público que les brindara tranquilidad o por lo menos comenzar a empacar sus pertenencias para dirigirse a un refugio en caso de desatarse la guerra.
El miedo se respiraba en el aire, así como el nerviosismo de algunos en no ver cambios en la rutina ni alguna noticia por parte del Hokage y las decisiones a tomar respecto al problema. Kakashi sabía lo que era vivir en medio de la guerra. Las heridas recibidas en su cuerpo de aquella época aún le palpitaban durante las noches de insomnio cuando los recuerdos volvían a atormentarlo. A veces el dolor en su ojo derecho, donde estaba el Sharingan que Obito le regaló durante aquella misión de la cual casi no salían con vida, lo obligaba a despertarse para buscar algo que lograra calmar el dolor.
Muchas veces tenía que quedarse en la sala de su departamento, leyendo algún libro que tenía en su biblioteca personal para ignorar el dolor y las pesadillas aun rondando debajo de la almohada.
Ese día en particular el Tercero le pidió vigilar a otras personas. Hatake no entendió la decisión drástica del anciano, sobre todo cuando él era el capitán a cargo del escuadrón de guardaespaldas del Hokage. Indago sobre los recuerdos de hacía un par de noches cuando el patriarca del clan Hyuga solicitó una audiencia privada con Hizuren Sarutobi además de requerir la retirada de ANBU. Aun cuando el Tercero se mostrara indiferente, podía intuir que el hombre estaba hasta el borde de problemas.
El ruido de platos romperse lo trajo de vuelta a la realidad, a su misión. Manteniendo su presencia ocultad, digna de un shinobi de su calibre, Kakashi observó a través de las ventanas las dos pequeñas figuras de aquel par de gemelos que parecían haberse metido en problemas, de nuevo. Las personas encargadas de cuidar de los huérfanos en el Orfanato del País del Fuego no se mostraron alarmadas ni mucho menos dispuestas a acudir al accidente provocado por ese dúo.
Naruto y Menma Uzumaki habían sido llevados al orfanato después de considerar su estado de salud adecuado. Al concluirse las reparaciones de Konoha después del ataque de la Bestia de Nueve Colas, el Tercero ordenó que se dejara la tutela de ambos niños a los encargados del orfanato cuyo principal vigilante era Danzo.
Hasta la fecha los gemelos seguían ahí sin que nadie los reclamara, todo era debido a las órdenes del Tercero. Sin embargo, viendo cómo estaban las situaciones actuales no dudaba que Hizuren pronto sacaría a los pequeños de ahí para mantenerlos a salvo en otro lado.
Un ambiente más adecuado para un par de niños.
Rin apenas podía mantenerse de pie pero no le importó cuánto dolor la estuviera atravesando en esos momentos, era crucial que mantuviera las palmas sobre los dos bebés que lloraban desconsoladamente al sentir la ausencia del seno materno.
Él había llegado hace poco en compañía de Obito que parecía no engullir por completo la noticia. Kakashi tampoco podía creerlo. Hacía unos días estaban celebrando en casa de su sensei la próxima llegada de sus primeros hijos.
Y ahora unos ninjas médicos se encargaban de cubrir los cuerpos inertes de Kushina Uzumaki y Minato Namikaze, dos shinobis que sacrificaron la vida para sellar al Kyuubi en el interior de sus dos hijos.
Nadie sabía con exactitud quién era el causante de todo. Hizuren había comenzado a repartir ninjas a los alrededores en busca de sospechosos, así como brindar ayuda a las personas aún bajo los escombros. Konoha nuevamente se veía destruida y le tomaría tiempo para volver a lucir cómo hasta unas horas se había mantenido desde los tiempos oscuros de la Tercera Gran Guerra Ninja.
Quería acercarse a Rin, ver cómo estaban los hijos de su sensei pero estaba en turno, no podía revelar su identidad ni mucho menos mostrar sus verdaderos sentimientos. El Tercero ya estaba tomando cartas en el asunto de cómo la identidad de los niños, los legítimos hijos del Cuarto Hokage, se mantendría en secreto.
Sentía un vacío enorme en el pecho, similar al que experimentó cuando vio en el suelo la figura de su padre, Sakumo Hatake, muerto y una enorme mancha de sangre extendiéndose. Kushina y Minato-sensei fueron una pequeña familia no solamente para él sino también para el resto del Equipo 7.
Los tres al ser huérfanos aceptaron el calor familiar que su sensei les brindó cuando los hacía parte de sus actividades familiares, como si fueran parte de la manada. Hasta recibían con hospitalidad a Shisui, el pequeño primo de Obito —también huérfano— cuando éste se echaba a su espalda diciéndole que no lo dejaría marcharse hasta que le enseñara una poderosa técnica que pudiera presumirle a Itachi al día siguiente.
Kushina siempre procuraba el bienestar de cada uno de ellos y les cocinaba el almuerzo que llevaba personalmente al campo de entrenamiento donde practicaban simulacros y repasaban estrategias cuando una misión en las afueras de Konoha, lejos de la Frontera del País del Fuego y en territorio enemigo, disfrutando por un rato la comida hogareña de la pelirroja —claro, después de que ésta en compañía de Obito se enfrascaran en una infantil discusión a la que estaban acostumbrados—.
Ni qué decir de Minato-sensei, siempre estuvo atento a su crecimiento, preocupándose por él y buscando siempre la manera de acercarse para asegurarle que podía contar con el rubio. En especial en esos momentos oscuros cuando la memoria del suicidio de su padre se hacía presente y las críticas aún presentes en la aldea respecto a la decisión tomada por parte de su padre de elegir la vida de sus compañeros que el éxito de la misión.
Una oleada de vergüenza acompañada de la presión de la aldea que no logró soportar y decidió tomar su vida para salvar el poco orgullo que tenía, dejando atrás de sí a un pequeño hijo con la carga de todo un clan sobre su espalda al ser el único miembro del clan Hatake.
A pesar del nudo que apareció en su garganta, se mantuvo al lado del Hokage, quien daba órdenes y apuraba a los encargados de llevarse los cuerpos del Cuarto y el de su esposa para realizar los preparativos necesarios para su funeral.
—Obito.
La voz del Tercero hizo al joven Uchiha dejar de tallarse el ojo y levantar la barbilla para ver directamente la cara del líder de la Hoja.
Kakashi comprendía el dolor de Obito, él también quería llorar, pero la máscara ANBU en su rostro le recordaba el propósito de su presencia.
—¿S-Sí, Hokage-sama? —cuestionó con un ligero tartamudeo en su voz. Era como si el mocoso volviera a ocupar el lugar de aquel jounin que no podía esconder lo destrozado que se hallaba en esos momentos al comprobar la muerte de dos personas amadas.
—Dirigite a tu clan y avisa a Fugaku que se levantará una audiencia al amanecer. Todos los líderes de los clanes estarán presentes —ordenó.
A Obito nunca le hacía gracia ser el mensajero de nadie, pero por esa voz no se quejó, simplemente asintió. Dio una última mirada a la espalda de su compañera que no se alejaba del lado de los pequeños en ningún momento, y después desapareció para cumplir las peticiones del Tercero.
—Capitán —ahora Hizuren le hablaba—. Tú con tu escuadrón investiguen quién fue el responsable de este ataque. Tienen permiso de salir de la aldea en caso de que el sospechoso haya huido.
—Entendido.
—Y —antes de ir a cumplir con las órdenes recién recibidas, Hizuren se encargó de añadir algo más—mantén un ojo en Orochimaru, capitán.
—¿Uno de los Sannin? —el nombre de Orochimaru era igualmente popular como el resto del famoso trío de estudiantes que estuvieron bajo la tutela del Tercero cuando fue mentor.
—Sí. Sé precavido —alertó, dando una mirada sobre el hombro al ANBU con máscara de gato—. Orochimaru detecta con facilidad la presencia de otros. Siempre ha sido muy habilidoso —los ojos del Tercero lucían serios, como su dentro de su cabeza estuviera hilando teorías—. Demasiado.
—Hai —estaba preparado para marcharse, pero los sollozos de ambos niños lo detuvieron en seco.
Sabía que como ANBU no debía demostrar sus sentimientos, pero el llorar de Naruto y Menma —nombres que Kushina escogió meses atrás cuando los invitaron a casa del Cuarto para discutir sobre el tema porque era importante y quería que todos ellos cooperaran pues los tres serían padrinos de sus hijos— tuvo la fuerza de casi quebrar su concentración.
Giró levemente, lo suficiente para ver cómo Rin, en compañía de otra chica, arrullaban a los niños sobre sus brazos mientras los arropaban. La noche era fría y ninguno de los bebés estaba vestido, aún tenían sangre en la piel y Rin se encargaba de calmarlos con chakra curativo, así como una canción a medias que habían escuchado a Kushina tararear cuando se sentaba en la sala para acariciar su vientre abultado mientras Minato-sensei se dedicaba a lavar los platos después de una deliciosa cena.
«Encontraré al responsable» prometió al momento de desaparecer, dejando atrás a Rin con los hijos de su sensei que ahora se les declaraba huérfanos y que serían registrados bajo el apellido de Kushina: Uzumaki, para evitar futuros conflictos o la posibilidad de un secuestro por no solo ser los hijos del Cuarto sino también los dos jinchurikis del Nueve Colas.
Naruto y Menma peleaban entre ellos, con los rostros manchados de comida. El pequeño de cabello negro, Menma, estiraba los rubios mechones de Naruto que se quejaba a viva voz, pero ni así dejaba de jalar la mejilla de su hermano. Ambos eran un desastre con sus ropas hechas un asco, así como su apariencia. Podía asegurar —sin la necesidad de verlos así de cerca— que no se habían bañado.
Observar la falta de atención de la cual eran víctimas los pequeños removió su pecho con coraje. Naruto y Menma eran hijos de héroes, pero los aldeanos solamente los veían como monstruos. Aun cuando el Tercero diera la orden absoluta de no hablar sobre el tema ni mucho menos contarles lo sucedido a los niños, muchas personas en Konoha menospreciaban a los gemelos, una máscara que Kakashi sabía muy bien ocultaba lo que realmente sentían: miedo.
No les culpaba, el ataque del Nueve Colas se llevó vidas de muchas personas. Nadie iba a olvidar un suceso de aquella magnitud. Este era el segundo ataque protagonizado por la bestia, el primero registrado hace tiempo maquinado por Madara Uchiha, personaje histórico que puso en la mira a sus descendientes por miedo a que una traición de parte de éstos volviera a suceder.
Por algo el clan Uchiha había sido removido hasta un terreno abandonado, a modo de castigo por las firmes sospechas que dicho ataque del zorro fue planeado por alguien que poseía el Sharingan. Tales alegaciones por supuesto ofendieron a los Uchiha quienes se enorgullecían de ser un clan fundador de la aldea y los principales miembros de la Policía Militar de Konoha que salvaguardaba la tranquilidad dentro de la aldea. Ni qué decir de los constantes rumores que no cesaban hasta el día de hoy, mismos que parecían volver a retomarse cuando en la última reunión de los líderes de los clanes Fugaku Uchiha sugirió usar el poder del Nueve Colas para pelear o hacer retroceder las amenazas del Raikage.
Tal sugerencia levantó sospechas aún latentes en los miembros del Consejo de Konoha que por supuesto no aceptaron dicha propuesta por parte del líder del clan Uchiha.
A Kakashi eso tampoco le gustaba. Los hijos de su sensei eran tan jóvenes, unos niños, apenas, serían incapaces de dominar la fuerza de la bestia.
O peor.
Podrían morir.
«No lo permitiré».
—¡¿Cómo que dejarán a Naruto y a Menma en el orfanato?! ¡Eso es una estupidez! —Obito no tardó en explotar cuando se les dio a conocer la decisión por parte del Hokage con respecto a los gemelos.
Rin apretó los labios sin atreverse a vociferar su opinión, pero compartieron la misma indignación que Obito.
—Será temporal —más el Tercero no parecía afectado por los gritos del Uchiha—. Eso ha elegido el Consejo.
—¡Al carajo con el Consejo! —Obito se acercó hasta el escritorio y plantó sus dos manos sobre la superficie de éste—. ¡Eso es crueldad, viejo! ¡Esos niños…! —el jounin tuvo que morderse el labio para no llorar—. Esos niños son hijos de…
—Lo sé, Obito.
Kakashi llegó hasta su compañero y amigo para tranquilizarlo. Por más herido que mostrara por la noticia debían respetar al Hokage. Él al igual que ellos tres sabían que el hombre probablemente estaba sufriendo pues Minato-sensei fue alguien importante para el Sarutobi. No podía siquiera imaginar lo que estaba sintiendo por sugerir tal cosa para los hijos de alguien al que pudo llamar un verdadero amigo e hijo.
—Hokage-sama.
La voz de Rin interrumpió el pesado silencio generado en la oficina Hokage. El hombre de edad miró a la mujer cuyos ojos marrones se mostraban seguros y firmes.
—Dime, Rin.
—Quisiera hacer una sugerencia, si me lo permite.
—¿Respecto a qué, Rin?
—Sobre los hijos de… —la joven medic ninja carraspeó—. Sobre Naruto y Menma Uzumaki.
Hizuren suspiró de manera cansada. Estaba totalmente abierto a sugerencias pero el Consejo lo mantenía presionado. Para ellos los gemelos Uzumaki no eran niños sino los jinchuriki de la aldea, armas que podrían ser utilizadas para una futura guerra o para mantener a raya a las demás Naciones Ninja que parecían guardarles rencor por los resultados del anterior conflicto.
—Rin…
—Por favor, Hokage-sama…
Suspiró sin saber cómo negarse. Se trataban de los ex estudiantes de Minato y reconocidos héroes que ayudaron a terminar con la guerra.
Rin merecía que la escuchara.
—De antemano te digo, Rin, que cualquier propuesta que escuche de ti será muy complicado que el Consejo lo acepte. Por Shikaku no veo tanto problema, pero el resto —sobre todo Danzo— no lo veo muy prometedor.
—Agradezco su honestidad, Hokage-sama. Aun así deseo compartir mi idea.
—Habla entonces, Rin.
—Quisiera… Quisiera adoptar a los gemelos.
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Notas: Hola a todos. Primero que nada quisiera dar las gracias por sus favs y follows, así como comentarios. Me alegra que esta historia haya sido bien recibida y despertado su interés. Gusto de romperme la cabeza para crear historias interesantes, vale el esfuerzo cuando personas leen lo que escribo.
Espero que este capítulo también lo disfruten y puedan dejar un comentario para saber su opinión, algo de lo cual estaré completamente agradecida.
Hasta el siguiente capítulo. Bye, bye.
