Disclaimer: Los personajes de Naruto no me pertenecen. Solo hago uso de éstos con el fin de entretener.
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Capítulo 5
Nueva cuna
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El llamado de Fugaku a través de los intercomunicadores obligaba a todo miembro activo de la Policía de Konoha a reunirse en el punto clave acordado. Obito ignoró deliberadamente las indicaciones, tenía asuntos más importantes de los cuales ocuparse.
Hitomi indicaba al shinobi la dirección donde recordaba haber dejado a Hinata antes de arrancarse los ojos ella misma. Según el relato de la mujer, ella interceptó a la serpiente de Orochimaru que llevaba en su interior a Hinata, destruyéndola de inmediato y revisando que la pequeña no tuviera ninguna herida.
Con la velocidad del joven Uchiha no tardaron en arribar a la zona donde el cuerpo de Hinata se hallaba escondido debajo de unos arbustos. Obito bajó a Hitomi, dejándola cerca de ahí, yendo a verificar el estado de la niña. Las ropas estaban manchadas con tripas y sangre de serpiente, pero poseía rasguños o señales de hemorragias internas. Para el alivio de Obito descubrió que los ojos de la pequeña estaban intactos y que solamente dormía.
—Está bien —aseguró a la matriarca quien ponía especial atención al ruido ante la ausencia de ojos—. Su hija está bien, Hyuga-san.
—Gracias a los dioses —contestó la mujer, aliviada—. Temí que en el período que la dejara sola alguien pudiera encontrarla. Especialmente los ninjas de la Nube.
—No tiene de qué preocuparse —habló Obito, limpiando con la propia manga de la ropa cualquier fluido viscoso en la cara de la menor—, nos hemos encargado de ellos.
—Es cuestión de tiempo para que la Aldea de la Nube se entere sobre la desaparición del clan Hyuga —Hitomi asintió. Ponía fe a que el plan de Hiashi surtiera efecto—. Solo de ese modo la aldea dejará de estar bajo amenaza.
Él guardó silencio, reflexionando sobre las palabras de la mujer. Era verdad que el Tercero no quería iniciar una guerra contra ninguna aldea, había soportado todo ese tiempo la tentación de rendirse ante los consejos de los líderes de los clanes. En un principio se esperó que el sacrificio por parte del clan Hyuga sería suficiente, pero debido a la traición del maldito de Orochimaru y su conocimiento sobre la funcionalidad de la Rama Secundaria.
Entendió las palabras de Hitomi, esa insistencia por no decir nada o llamar la atención, el cómo se negó en cuanto insinuó querer llevarla de regreso a Konoha para que recibiera atención médica.
Los Hyuga se habían sacrificado para proteger a la aldea de una posible guerra. Sin la existencia del Byakugan los intentos del Raikage por presionar a Konoha con entregarle al culpable del asesinato de su representante serían en vano.
Un movimiento inteligente cuyo precio fue la eliminación de un clan entero.
—Obito-san.
La dulce voz de la mujer logró sacarlo de la ensoñación en la que el joven Uchiha se sumergió. Avergonzado de dejarse llevar por los pensamientos más allá de lo permitido, giró hacia Hyuga-san.
—¿Hai?
—¿Podrías poner a mi hija en mi regazo, por favor? —pidió—. Quisiera despedirme de ella apropiadamente.
Ignorando el hueco en el estómago Obito cargó a la pequeña cuidando de no despertarla o moverla bruscamente. Caminó con ella hasta depositarla en el regazo de la ex matriarca Hyuga, colocándola con cuidado.
Las manos de Hitomi se pasearon con una familiaridad extraordinaria para coger a Hinata gentilmente, poniendo la cabeza cerca del corazón.
—Muchas gracias, Obito-san.
—Hyuga-san, no me agradezca —Obito hizo una mueca llena de conflicto que Hitomi no podía observar en esos momentos—. No he hecho nada bueno por usted…
—Eso no es cierto —aun en esas circunstancias la Hyuga se permitió reír—. Has hecho más de lo que yo hubiera esperado. Cualquier ninja leal a Konoha hubiera ido a llamar a Hokage-sama o avisar a sus compañeros sobre lo sucedido. Realmente estoy agradecida por tu discreción y confianza en mí.
—Insisto en que…
Hitomi negó y Obito no se permitió terminar con la oración, callando.
—Así deben ser las cosas —dijo la mujer, acariciando el cabello de su hija, tarareando una canción de cuna. Ante la falta de ojos las lágrimas habían desaparecido, solo podía llevarse el recuerdo de su pequeña hija en las memorias pasadas y el tacto de sus yemas—. Fui incapaz de cumplir la promesa que le hice a mi marido —acurrucó más a Hinata—. Sé de la importancia del Byakugan y los peligros que representa que caiga en manos del enemigo, pero no puedo asesinar a mi hija —confesó—. Es mi dulce niña, mi más grande tesoro. ¿Qué clase de madre mataría a sus propios hijos?
Obito guardó silencio porque no tenía que añadir nada. Solo Hitomi podía contestarse a sus preguntas. Era una madre, él un shinobi. Las perspectivas de ambos diferían, pero Obito no juzgaría a la mujer; no estaba en una posición para debatir sobre el amor que una madre le tiene a su hija.
—¿Qué quiere que haga, Hyuga-san?
Tal preguntó paralizó, momentáneamente, el corazón de Hitomi.
¿Qué iba a hacer? Ella no podía regresar a la aldea ni mucho menos decirle al Tercero lo que Hiashi planeó durante todo ese tiempo. Su única preocupación había sido mantener a Hinata a salvo y fue ahí que Obito hizo su oportuna aparición. El ninja era un Uchiha, podría pelear contra ninjas de la Nube que quisieran hacerle daño a Hinata.
Su hija estaba a salvo con Obito.
Pero otra pregunta atormentó la mente de Hitomi: ¿Cómo sobreviviría su hija en la aldea? Especialmente sola. A ella no le quedaba mucho tiempo, las heridas eran graves y se negaba a recibir tratamiento.
El rumor rondar por toda la aldea que quedaron sobrevivientes del clan provocaría al Raikage quien, sin duda alguna, volvería a intentar a robarle a Konoha el Byakugan. Las demás aldeas debían pensar que ahora la familia más fuerte eran los Uchiha, así como su doujutsu.
No podía ir detrás de Hiashi porque desconocía el lugar al que éste los guiaba. Ella supo las consecuencias cuando se lanzó hacia las serpientes sin mirar atrás. Durante todo el camino Hitomi pensó que podría con la carga de hacerse cargo de Hinata por sí misma, pero bastó tomarla en brazos, sentir el suave respirar y su corazón diminuto para debilitar la fortaleza con la cual había alzado la mano con la intención de darle un certero golpe al pecho de la menor y matarla en un suave movimiento. Lloró a rienda suelta, temerosa de sus acciones, de siquiera considerar asesinar a su primogénita; al bebé que sostuvo en sus brazos después de un complicado parto.
Hinata era más importante que el Byakugan.
—Lamento todo esto, Obito-san —ponerle toda esa responsabilidad a alguien más no era lo adecuado, pero Hitomi no tenía más opciones—. Pero, ¿podrías llevar a mi hija con el Tercero? Estoy seguro que él sabrá que hacer.
—¿Con el Tercero? —creía que era mejor dejar a la niña al cuidado de los médicos.
—Es la mejor opción —Hitomi también opinaba que sería un movimiento arriesgado, más confiaba en las habilidades del Uchiha—. Pero tiene que ser en secreto.
—Hyuga-san —Obito se quejó, toda esa situación se complicaba cada vez más. Él no era listo como Kakashi; le estaba costando entender todo ese asunto.
—De verdad lo siento mucho, Obito-san.
La mueca de la mujer era triste, Obito dejó de quejarse y decidió actuar como el adulto que era.
—Está bien, Hyuga-san, me haré cargo. No se preocupe.
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Hizuren dejó de tras de sí las inquietudes de todos los líderes de los clanes a quienes se les había informado que, efectivamente, el clan Hyuga cometió suicidio masivo para proteger a la aldea de los ataques de la Nube. Las puertas se cerraron detrás de su espalda y pidió tranquilidad en las siguientes horas para reflexionar sobre las decisiones a tomar cuando se reuniera con el Consejo de Konoha y las cabecillas.
Ordenó a los ANBU dispersarse a pesar de que el capitán a cargo se mostró dudoso de hacerlo. Y Hizuren entendió sus razones, pero le agradaría tener algo de privacidad para fumar cómodamente su pipa; eso le ayudaba a pensar mejor las cosas.
Fue de ese modo que dejó de sentir el chakra de los ANBU en puntos clave alrededor de la Torre Hokage.
El líder de la Hoja no mostró sorpresa cuando un remolino de hojas apareció en el centro del despacho, tomando su posición de respeto al arrodillarse.
Era Kakashi.
—Lamento molestarlo, Hokage-sama.
Hizuren guardó la pipa.
—No te disculpes, Kakashi —los ojos de Hizuren se enfocaron en uno de los shinobis más talentosas de Konoha—. Espero traigas buenas noticias.
—Hai —Kakashi asintió aún detrás de la máscara ANBU—. Los gemelos Uzumaki y jinchuriki del Nueve Colas se encuentran a salvo. Personalmente me encargue de ellos.
—Eso me alivia —haber estado tan centrado en el asunto de la invasión no le dio tiempo para ocuparse del bienestar de los gemelos.
Agradecía que Kakashi, quien había estado vigilándolos en las últimas semanas, hubiera tomado la iniciativa.
—Aun así me disculpo por no haber seguido al pie de la letra con sus órdenes.
—No importa ya —Hizuren restó importancia a los códigos—. Actuaste para beneficio de todos, pero especialmente el de los gemelos. Por favor, encárgate de su seguridad en lo que las cosas se tranquilizan y tomemos el asunto de la adopción de los gemelos con más calma.
Kakashi dejó de prestar atención al suelo al escuchar las palabras del mayor. Sorprendido de que el Tercero estuviera considerando la opción que Rin compartió, no pudo evitar que un remolino cálido abarrotara el interior de su pecho.
El estado de los gemelos solo apoyaba más la idea de que ellos, siendo los ex alumnos de Minato-sensei, eran los más adecuados para hacerse cargo de los menores. Cada uno tenía responsabilidades de las cuales hacerse cargo y criar niños no era un trabajo sencillo, pero con el apoyo entre los tres confiaba que todo saldría bien.
Por una vez en la vida Kakashi quería ser positivo sobre el futuro.
—Hai —no dejó inundarse por la felicidad que le causaba escuchar eso, por eso actúo con normalidad. Todavía era demasiado pronto para cantar victoria y los asuntos relacionados con la aldea eran más importantes por el momento.
Kakashi estaba ahora tranquilo que los gemelos se encontraran en el refugio temporal que designó para ellos.
—Bien. Entonces…
La presencia de un chakra familiar acercándose a toda velocidad hacia la Torre Hokage alarmó a Kakashi. Hizuren giró en el preciso momento en que la figura de Obito Uchiha se materializó en la amplia ventana. El ojo negro chispeaba con culpa pero también con otro sentimiento del cual no se podía distinguir debido a las penumbras de la sala.
—Obito —regañó Kakashi a su amigo y compañera de equipo por aparecer de ese modo. Se permitió relajar su postura—. ¿Qué estás…?
—Oi, viejo —la voz de Obito interrumpió cualquier regaño por parte del ANBU, quien tenía la vista enfocada en la figura del anciano sentado en la silla—. Tenemos un problema y me gustaría que me lo expliques.
Fue en ese momento que Hizuren se percató del bulto que Obito celosamente cargaba entre los brazos. Era una niña pequeña con las ropas hechas un desastre y que apestaban a bilis de serpiente. Más el aroma no era la razón por la cual al Hokage se le acortó el aire, sino más bien identificar a la heredera del extinto clan Hyuga.
—Obito —los ojos del Tercero se endurecieron—. Explica todo esto.
—Gracioso —gruñó Obito—, eso esperaba de ti. Una explicación de qué mierda está pasando.
—Suficiente con hablarle de ese modo al Hokage, Obito —Kakashi usaba la máscara ANBU y estaba bajo el juramento de lealtad a Hizuren Sarutobi. Intervendría si Obito osaba faltarle el respeto a su Kage.
—¿Alguien te vio? —Hizuren ignoró la falta de modales; la prioridad ahora era escuchar de parte de Obito por qué Hinata Hyuga estaba en sus brazos cuando debería estar muerta junto con todo el clan Hyuga.
—No —Obito avanzó hacia el centro, lejos de donde se encontraba Kakashi pero sin soltar a la pequeña—. Me encargué de eso —luego plantó la mirada en Hizuren—. ¿Y bien?
—Si me cuentas lo ocurrido, ambos podremos entendernos mutuamente.
—Encontré a Hitomi Hyuga cerca del lugar donde capturamos a Orochimaru. Estaba herida y… —Obito hizo una mueca al recordar el aspecto de la mujer— sin ojos.
Hizuren, sorprendido de escuchar aquello, observó a Obito como si estuviera diciendo una completa ridiculez. No era posible que Hitomi Hyuga se encontrara tan lejos de Konoha cuando los restos que pertenecían al clan Hyuga fueron hallados en lo que antes había sido conocido como el Distrito Hyuga y ahora no era más que un hoyo de ceniza.
—¿Los ninjas de la Nube la atacaron? —cuestionó Kakashi, pensando que aquello era malo para Konoha.
Hitomi Hyuga era la matriarca y esposa de Hiashi, no poseía el sello y cualquiera pudo haberle arrebatado los ojos, ya fueran los ninjas de la Aldea de la Nube o el propio Orochimaru; ambas posibilidades eran catastróficas.
—No, nadie se los arrancó —contestó Obito—. Ella lo hizo.
—¿Una razón en particular para que Hyuga-san haya tomado aquella descabellada decisión? —indagó Kakashi sin imaginarse que la mujer de dulce apariencia fuera capaz de algo tan severo como arrancarse sus propios ojos.
Obito guardó silencio, cuidando sus palabras.
—Lo hizo para proteger al Byakugan y a su hija —respondió—. No me dijo todo pero aseguró que había sido necesario.
—¿Dónde está Hitomi?
Hizuren entendió de inmediato el silencio de Obito.
—Ya veo —asintió, enterado del contexto.
—¿Ahora me dirás qué está pasando? —preguntó el Uchiha con impaciencia.
El Tercero guardó silencio, rememorando la conversación que mantuvo con los gemelos Hyuga varias noches atrás justamente donde Obito y Kakashi estaban parados. Le compartieron que la mejor solución para salvar a Konoha de una posible guerra era sacrificando sus vidas. Perder al Byakugan fue un costo alto para mantener las vidas pacíficas de los aldeanos, pero Hizuren debía pensar en el futuro y en la protección del País del Fuego. Aún quedaba hablar con el Señor Feudal sobre la desaparición del clan Hyuga y cómo afectaría su imagen como la aldea con mayor fortaleza de todas las Naciones Ninja sin el segundo doujutsu más poderoso de todos los tiempos.
—Deja a la pequeña en el sillón. Luces cansado —señaló Hizuren.
—No pienso soltarla hasta que considere que este lugar es seguro para ella —gruñó Obito.
Hizuren suspiró. El Uchiha era demasiado terco, no lograría cambiarlo de parecer a menos que le revelara toda la verdad.
—Es información confidencial —comenzó—. O lo era hasta ahora. Hace varias noches, cuando el asunto del Raikage parecía no tener solución y su presión atormentaba a todos, Hiashi en compañía de Hizashi solicitaron hablar conmigo para darme a conocer una solución para acabar con el problema. Él decidió que todo su clan tomaría sus respectivos ojos y se suicidarían.
La confesión por parte del hombre mayor dejó sorprendidos a los dos shinobis. Ni en sus más locas fantasías habrían imaginado que los Hyuga, igualmente orgullosos que los Uchiha, accederían a cometer tal cosa con tal de la protección de la Aldea. Obito sintió que el peso de la niña aumentaba e inevitablemente posó la vista sobre la pequeña durmiente en sus brazos.
—Eso es… —intentó decir algo, pero las palabras no salieron de lo impresionado que estaba.
Hizuren lo entendió y asintió, comprensivo.
—Lo sé. Estuve igual impactado cuando me lo dijeron. Sin embargo, a pesar de que les dije que podríamos encontrar otra solución, Hiashi no retrocedió. Afirmó que era mejor acabar con el Byakugan ellos mismos a dejarlo caer en las manos del enemigo. Si una invasión por parte de la Nube se llevaba a cabo, Konoha tendría pocas probabilidades de proteger al Byakugan al enfocarse en mantener a salvo a los aldeanos. A pesar de la lealtad a la aldea, los Hyuga consideraban más importante su doujutsu, razón por la cual Hiashi me comunicó su plan ya que el Raikage se negaba a aceptar los cuerpos del Bouke.
Hizuren observó en silencio la silueta dormida de Hinata, la única Hyuga en todo el Mundo Shinobi.
—Hiashi me dijo que actuaría cuando el momento se requiriera una vez reuniera todo documento y pergamino que hablara sobre el Byakugan y su función. A cambio de su sacrificio, él pidió que se erradicara todo conocimiento existente en toda la aldea sobre la función del legendario Ojo Blanco. De este modo se daría a conocer a todas las Naciones Ninja que el Byakugan desapareció, el Raikage dejaría de intentar obtener un doujutsu que ya no existe a través de violencia y amenazas. Y Konoha recuperaría la tranquilidad.
—No entiendo —opinó Obito después de un prolongado silencio—. Si los Hyuga decidieron suicidarse, ¿cómo es que Hyuga-san termino lejos y con su hija?
—Eso es precisamente lo que me gustaría saber también —al igual que Obito, Hizuren no entendía. En el escritorio tenía los informes de los médicos que corroboraron el ADN de todo miembro del clan hallado en los escombros y cenizas, incluido el de Hitomi Hyuga y la heredera: Hinata Hyuga.
—Quizá Hyuga-san se arrepintió a último minuto y pensó que podría escapar con su hija —compartió Kakashi su idea, partiendo desde la lógica que representaba el amor de una madre hacia sus hijos—. Pero se topó en el camino con ninjas de la Nube y no tuvo otro remedio que quitarse los ojos.
—No creo que haya sido así —murmuró Obito.
—Fui incapaz de cumplir la promesa que le hice a mi marido.
La voz de Hitomi Hyuga hizo eco en su mente; el recuerdo aun fresco.
—Sé de la importancia del Byakugan y los peligros que representa que caiga en manos del enemigo, pero no puedo asesinar a mi hija. Es mi dulce niña, mi más grande tesoro. ¿Qué clase de madre mataría a sus propios hijos?
Lo que Kakashi decía podía ser una posibilidad y concordaba con las palabras que Hitomi le compartió. La razón por la cual se negó a ir con un médico y esa insistencia por mantener todo en secreto.
—O quizá sí… La verdad —frunció el ceño, pero después el azabache mostró una postura cansada—. No sé qué pasó pero ella me dijo, antes de morir —confirmó las sospechas que Kakashi como Hizuren intuían—, que trajera a su hija con el Tercero —le dijo—. Que el viejo sabría qué hacer.
—Hmm —Hizuren recargó su cansada espalda contra el respaldo, pensativo sobre qué idear para solucionar esa complicada y enredada situación.
Lo ocurrido con Hitomi Hyuga sería un enigma temporal, quizá Hinata pudiera responder, pero era demasiado pequeña para hacerlo. Y no creía que surcar en su mente, a esa temprana edad, fuera lo más adecuado.
Alguien como Ibiki Morino la mataría en medio del proceso.
—El Byakugan ha dejado de existir —confirmó Hizuren—, esa es una verdad que el resto de las Naciones Ninja debe saber. Y ese fue el deseo de Hiashi Hyuga. Como Hokage, le di mi palabra. El plan no cambiará.
—¿Qué hay con la niña? —cuestionó Obito. Una idea se asomó en su cabeza—. Oi, viejo, ¿no pensarás en…? —la mera idea de que el Tercero considerara matar a una pequeña niña con tal de proteger a la aldea le enfureció.
—Obito —Kakashi se encargó de calmar a su compañero al tomarlo del hombro e impedir que arremetiera contra su Kage—. Tranquilízate y deja que Hokage-sama hable.
—La identidad de Hinata Hyuga no debe salir a la luz, Obito —dijo Hizuren—. Ni siquiera Konoha debe enterarse que la heredera y última poseedora del Byakugan vive. Con Orochimaru hemos comprobado de la existencia de espías en Konoha, no podemos permitirnos revelar secretos a la ligera.
—¿Y qué sugieres, viejo? ¿Mandarla lejos? ¿Quitarle los ojos y dejarla ciega?
—Eso último parece una buena opción —Kakashi habló y Obito lo fulminó—. Guardar su doujutsu la mantendría a salvo y protegería, al mismo tiempo, a Konoha. Que el Byakugan sea resguardado parece lo mejor…
—¡¿Te estás escuchando, Kakashi…?!
La voz enfurecida de Obito resonó en todo el lugar. La figurilla durmiente en sus brazos se removió por el ruido, haciendo al joven Uchiha entrar en pánico, observando atentamente a que los ojos de la pequeña no se abrieran. Ella no lo hizo y se sintió aliviado.
Siendo sincero, Obito no se sentía capaz de contestar a las preguntas de la heredera del por qué estaba ahí y no con su madre.
Pensar en Hitomi Hyuga le secaba la boca.
—Toda su familia se suicidó —rebatió Kakashi, ofreciendo soluciones—. Ella vivirá…
—Ciega.
—Pero vivirá sin el riesgo de ser secuestrada por un ninja de otra aldea o poner en peligro a Konoha.
—No puedo creer lo que estás diciendo —masculló Obito—. ¿Qué niño le agradaría vivir a oscuras? Eso ni siquiera se considera vivir, más bien es una condena.
—¿Qué otra opción tienes tú?
La pregunta lo dejó mudo porque no había pensado más que en traer a la niña a Hizuren y escuchar de parte de éste la salida más viable. Muy en el fondo lo que Kakashi decía no era descabellado. Extraer ojos siempre había sido el pan de cada día de cualquier poseedor de un doujutsu ocular. Los Uchiha sabían sobre eso, los Hyuga también. Pero imaginar que una pequeña tendría que ofrecer sus ojos era cruel.
—Yo… —quiso decir algo, cualquier cosa, pero nada salió—. No lo sé…
—Kakashi, retírate.
El Hatake no dejó que el desconcierto se dejara entrever a través del lenguaje de su cuerpo y acató la indicación del Tercero. Le dio un último vistazo a Obito antes de desaparecer en un remolino, dejando al Uchiha y el Hokage a solas.
—Yo tampoco quiero tomar esa decisión, Obito —compartió sus más sinceros pensamientos el viejo Sarutobi al Uchiha, sin la presencia de Kakashi—. Sé que como poseedor del Sharingan entiendes las circunstancias de ella…
—Lo hago —respondió el Uchiha—. Pero sigo pensando que la vida de alguien es más importante que un doujutsu.
Hizuren sonrió para sí. No importaba cuándos años pasaran, la imagen de aquel niño de boca demasiado grande a comparación de su tamaño, usando googles naranja y con un carácter testarudo que ponía en apuros al ser más paciente seguía ahí en el interior de aquel hábil jounin.
—La niña debe estar agotada, igual que tú. ¿Por qué no dejamos este asunto pendiente y lo discutimos mañana?
—Viejo, esto…
—Encontraremos una solución, Obito. Por el momento, sugiero que mantengamos la presencia de Hinata en secreto.
Obito arrugó el ceño sin estar totalmente de acuerdo, pero entendía que en esos momentos era clave mantener la identidad de Hinata escondida incluso para los propios aldeanos.
—Lo único que pido de tu parte es discreción —la mirada del anciano se tornó seria—. No le digas ni una sola palabra a tu líder.
—¿Me lo estás diciendo como Hokage?
—Sí.
Él suspiró, sintiendo la cabeza repentinamente pesada por todo ese secretismo. Intentar esconderle cosas relacionadas con la aldea a Fugaku no era nada fácil. Ese tipo tenía uno de los Sharingan más poderosos, por algo era el líder.
—Entiendo, entiendo —dijo sin muchos ánimos, se esforzaría. Intuía que aun cuando ellos se consideraran ahora el clan y arma más importante de la Aldea de la Hoja, el Hokage no confiaba plenamente en ellos; no le culpaba. Todavía tenía el recuerdo de esas reuniones secretas que Fugaku hacía con los hombres del clan en el templo—. ¿Y qué va a pasar con ella? —apuntó a la pequeña figura.
—Me haré cargo —dijo Hizuren—. Puedes dejarla en el sillón cercano, hablaré con ninjas de confianza y completa lealtad. Rin es la primera que se me viene a la mente para que revise el estado de la pequeña.
Un remolino inundó el estómago de Obito ante la mención de su compañera, amiga y amor de su vida. Intentó no lucir nervioso.
—Oh, ya veo —quiso tanto rascarse su mejilla derecha, no podía evitarlo cada vez que Rin se veía involucrada en cualquier conversación—. Supongo que puedo quedarme un rato más, no quisiera que nada…
—Obito, Fugaku preguntará por ti. Debes ir para no levantar sospechas.
—Está bien —gruñó, caminando hacia el costado de la habitación, dejando con cuidado a Hinata.
La miró y se aseguró que siguiera durmiendo. No paraba de preguntarse si habría escuchado todo eso y si su pequeña mente sabría en la situación en la cual se hallaba.
—Viejo Sarutobi...
—Va a estar bien, Obito…
—Hyuga-san me hizo prometer que cuidaría a su hija —antes de que Hizuren terminara de convencerle que dejara de pensar tanto, Obito giró para ver al hombre.
El rostro de Obito estaba marcado con sus facciones serias y endurecidas. Cualquiera que lo conociera se quedaría anonado de ver tan radical cambio en el Uchiha. Como si otra persona hubiera ocupado su lugar.
—No pienso faltar a la palabra de una madre que dio la vida por su hija.
—No te preocupes —Hizuren asintió, con un plan ideándose en su cabeza pero sin querer compartirlo aún con Obito. Primero se aseguraría de que no fuera tan descabellado y que las personas que necesitaba para cumplirlo estuvieran dispuestas a ayudar—, tomaré la mejor decisión para Hinata Hyuga —pensó en Hiashi y el sacrificio de su clan por Konoha—. Se lo debo a Hiashi.
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Hizashi observó el punto en la lejanía que había mantenido a Hiashi en completo silencio.
La herida que Hitomi le dio había sido curada gracias a la intervención oportunidad de aquellos ninjas vestidos de extrañas prendas. Hizashi se sorprendió de que éstas les hubieran ayudado a librarse de las serpientes de Orochimaru y también de un grupo de ninjas de la Nube que los interceptaron. Sin embargo, no lograba comprender cómo Hiashi estaba familiarizado con ellos; su hermano le estaba escondiendo cosas, pero intuía que aquel no era el momento adecuado para preguntar.
—Hiashi-sama —habló para hacerle ver que lo acompañaba, pero su gemelo dio respuesta—. Comenzará a hacer frío, debe entrar…
—Hitomi y Hinata están afuera, no pienso moverme. Pueden llegar en cualquier momento, no es buena idea que entre, de ese modo será imposible que sepan dónde estamos…
—Su clan lo espera adentro, Hiashi-sama. Están confundidos, no dejan de preguntar quiénes son los aliados que han acudido a nuestro rescate —Hizashi entendía el dolor de su hermano, él también perdió a su esposa cuando ésta se sacrificó por el bien del Byakugan y del clan. Igual que Hitomi—. Lo necesitamos, Hiashi-sama.
Él lo sabía. Como líder su obligación era estar con su gente y tranquilizarlos. Había estado tan aturdido por la acción de Hitomi que no pensó con claridad después de la partida de su esposa y la noticia de que Natsu, la nana de Hinata y protectora, fue separada del grupo intencionalmente por el Sannin traidor. Quiso enviar a sus subordinados para ir al rescate de su mujer e hija, pero Hizashi le hizo recapacitar. Ellos no podían separarse o los shinobis de la Nube podrían cazarlos con más facilidad; juntos tendrían ventaja.
Hiashi en el fondo supo lo que las palabras de Hitomi significaron, ella sabía la importancia que era preservar el Byakugan y le frustraba saber que su esposa e hija habían tenido que pagar el precio.
Pero dentro de sí, en su frío raciocinio albergaba la esperanza de que su esposa poseía la fuerza para encontrar el camino y reunirse con ellos, con Hinata en sus brazos, ambas sanas, con sus dulces sonrisas dirigidas a él. Era la primera vez que se sentía tan solo, y aunque Hizashi le acompañaba fielmente, la tormenta en su cabeza no desaparecía.
Lo primordial es salvar el Byakugan.
La voz de su esposa era clara en sus oídos. Todavía retumbaba su corazón acelerado cuando la vio saltar del árbol, directo al nido de serpientes, sin siquiera ser capaz de alcanzarla, rozando apenas su larga cabellera.
Esa es tu responsabilidad, pero la mía es proteger a nuestra hija.
Hitomi era una Hyuga, la matriarca del clan y su honorable esposa; mujer dedicada al hogar, sus funciones y el rostro que le daba serenidad en las noches pesadas. Pero ante todo, era una madre.
Y una madre siempre vela por sus hijos. Sacrifican todo con tal de asegurar la vida de estos.
—Hiashi.
Un ninja de movimientos antinaturales se acercó a ellos. Hizashi se puso a la defensiva, protegiéndolo pero él reconoció la voz de Temmu transmitida a través de la marioneta.
—El portal está listo para ser cruzado. Tú y tu gente deben hacerlo, no aseguro mantener al Portero dormido por mucho tiempo.
—¿Quién eres para dirigirte de esa manera a Hiashi-sama? —preguntó Hizashi con cautela, activando el Byakugan, dándose cuenta que el ninja delante suyo no era real.
El descubrimiento desconcertó al Hyuga al no comprender cómo era posible que una marioneta fuera capaz de moverse sin la necesidad de un titiritero o hilos de chakra.
—Lamento no presentarme apropiadamente, pero ahora no es el momento indicado. Aun cuando se encuentren en una zona casi inexplorada, eso no asegura que los ninjas detrás de ustedes no puedan localizarlos. Si lograran interceptarlos en el viaje, podríamos conducirlos hasta la Luna…
—¿La Luna? — Hizashi no estaba entendiendo. El satélite natural de la Tierra se hallaba a miles de kilómetros de ellos, ¿cómo podrían llegar ahí? Tal idea era ridícula—. Ir a la Luna es imposible…
—Hizashi.
La voz de su hermano le hizo prestar atención a las indicaciones de éste.
—Diga, Hiashi-sama.
—Desactiva el Byakugan. Temmu-san es a quien debemos nuestra gratitud por recibirnos en su tierra —lentamente, como si abandonara toda esperanza de ver en la lejanía a su esposa e hija, Hiashi tuvo que aceptar que la salvación de su clan era primero.
No dejaría que el sacrificio de su esposa e Hinata fueran en vano.
—Al lugar al que siempre hemos pertenecido.
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Para cuando Itachi se levantó el aroma a arroz y sopa de miso inundaba cada rincón de la Casa Principal del Distrito Uchiha.
Itachi siempre tenía la costumbre de levantarse temprano, era un hábito que desde pequeño había adoptado cuando los días de guerra eran usuales.
Llegó al comedor y saludó a su madre, quien le devolvió el gesto, ocupada en la cocina. Sasuke se encontraba también despierto, jugando con toda clase de juguetes que tenía al alcance. En cuanto observó que su hermano mayor estaba ahí también fue directo hacia él.
—¡Nii-san! —gritó con una sonrisa amplia y mejillas sonrojadas.
Itachi aceptó gustoso el abrazo del menor, acariciando con gentileza los cabellos de Sasuke. La risa cantarina de su hermano logró pintarle una sonrisa también.
—Buen día, Sasuke.
—¿Tienes planeado ir a jugar con Shisui-kun?
—No iremos a jugar —respondió a su madre—. Me ayudará a mejorar mi lanzamiento de shurikens.
—Bueno, eso no le costará mucho —comentó risueña y orgullosa Mikoto—. Eres un genio, cariño.
—Madre —Itachi sintió las mejillas sonrojadas. Solo era bueno en algunas cosas, no era alguien perfecto—. Eso no es cierto. Shisui es mejor que yo.
—¡No, nii-san es el mejor! —corrigió Sasuke con un fruncimiento de cejas, molesto de siquiera considerar a alguien más mejor que su hermano mayor.
—¿Lo ves? No soy la única que lo piensa.
Itachi rio un poco, atrapado por su madre y hermano.
Sin que Sasuke le soltara ni por un segundo, Itachi tomó asiento en los cojines alrededor del comedor cerca de la cocina. Notó, para su desconcierto, que el lugar correspondiente para su padre estaba vacío. Él siempre leía el periódico con las noticias más relevantes. Pensó que por lo sucedido hace un par de días quizá se estaría tomando un descanso, pero su padre siempre le recordaba que para un líder nunca había días de descanso.
—¿Y padre? —cuestionó a su madre.
—Oh —exclamó ella, dejando los platos con el desayuno en el centro de la mesa.
Sasuke quiso tomar uno con las manos, pero Mikoto le retiró y le mandó una mirada que le decía que primero se sentara cómo era debido. El pequeño así lo hizo.
—Fue llamado a la Torre Hokage —respondió a su hijo mayor—. El Tercero quería verlo para discutir sobre algo.
—Entiendo —asintió Itachi y no preguntó más.
—Si vas a salir con Shisui-kun, trata de llegar temprano a casa.
—¿Sucede algo?
Mikoto puso una mueca triste e Itachi pensó si había cometido una falta.
—Hoy darán unas cuantas palabras al clan Hyuga —comentó en tono solemne Mikoto.
Dentro del clan Uchiha no era común ver preocupación hacia los asuntos del clan Hyuga, pero su madre mantuvo una relación cortes con la matriarca Hyuga. Itachi bajó la mirada. No había escuchado a detalle todo el asunto, salvo que ahora ellos eran el clan más poderoso —y quizá el más importante— de toda Konoha.
—Todos debemos estar presentes para mostrar nuestros respetos.
—Entiendo, madre.
—Eres tan comprensivo, Itachi —Mikoto acarició gentilmente los cabellos de su hijo mayor—. Estoy tan feliz de tenerte a ti y a Sasuke como hijos —Mikoto le dedicó una linda sonrisa.
—Mamá —Sasuke se quejaba, notablemente hambriento—. ¿Ya podemos comer?
—Ay, pero por supuesto —Mikoto llegó al lado de Sasuke, tomándolo entre sus brazos y haciéndole cosquillas, llenando la cocina con las risas del menor—. Come todo lo que quieras, mi pequeño Sasuke —luego miró a Itachi—. Tú también, Itachi. Tienes que alimentarte bien para ser igual de fuerte que tu padre.
—¡Yo también quiero ser como papá! —gritó Sasuke, con ojos brillosos.
—Entonces no olvides comer todas tus verduras, jovencito.
—Ew.
Itachi se permitió sonreír por la escena. Amaba a su familia y Sasuke era la persona más importante de toda su vida.
Nunca quería que las cosas cambiaran.
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Fugaku miró a través del cristal la figura de Hinata Hyuga recostada en la cama. El pasillo era resguardado por ANBU y no se le permitía el acceso a nadie. A su lado, Hizuren, también veía a la heredera.
—No habrá dificultades para adoptarla y darle el apellido Uchiha —quizá ahora todos sus ancestros estuvieran revolcándose en sus tumbas por decidir acobijar a una Hyuga, pero la ambición era el principal motivo de Fugaku Uchiha—. Pero me temo que será complicado esconder sus ojos —comentó.
Hizuren asintió, estaba al tanto de ello.
—Rin Nohara está desarrollando un método para que sus ojos cambien de color —explicó.
—¿Qué hay sobre sus memorias? Es pequeña, pero sabrá que ninguna mujer del clan Uchiha es su madre.
—Le pedí a Inoichi borrar sus recuerdos. Al ser aun una niña, no será complicado —el Tercero vio a Fugaku de reojo—. Nadie debe saber la verdadera identidad de Hinata, Fugaku.
—No se preocupe —afirmó Fugaku, sin dejar de ver a la pequeña—. Me aseguraré de ello, Hokage-sama —luego miró a su costado, donde una tercera figura se había mantenido silenciosa.
Obito Uchiha veía a Hinata más absorto que los otros dos. A su cabeza no dejaba de llegarle imágenes de Hitomi Hyuga y cómo le pidió cuidar de su hija.
Cuando Hizuren le aseguró que buscaría la mejor opción para mantener a Hinata protegida, nunca imaginó que a quien le pediría hacerse de tal responsabilidad fuera al clan Uchiha.
—Solo nosotros, como poseedores del Sharingan, sabemos lo importante que es preservar el linaje de sangre de un doujutsu —repitió Fugaku el argumento que le hizo ganarse la confianza del Tercero—. Hinata Hyuga… —Fugaku cerró los ojos, mentalizándose que a partir de ese momento aquel apellido debía ser olvidado—. Hinata Uchiha será recibida con los brazos abiertos por mi familia, Hokage-sama.
