Harry Potter pertenece a J.K. Rowling.
Solo nos pertenecen los OC.
La Pirata de los Cielos
21: Incidente en el Bosque Prohibido.
—Profesora... por favor... Usted, usted no...
— ¡No me digas lo que puedo o no puedo hacer; Draco Malfoy! Ahora, vuelve a tu Sala Común. Nunca me he sentido tan avergonzada de alumnos de Slytherin.
Ciento cincuenta puntos perdidos. Eso situaba a Slytherin en el último lugar. En una noche, habían acabado con cualquier posibilidad de que Slytherin ganara la copa de la casa. Draco sentía como si le retorcieran el estómago. ¿Cómo podrían arreglarlo? El heredero Malfoy no durmió aquella noche.
Tenía que vengarse de Céline Volkova y su patético hermano: Alex Potter, ¿pero ¿cómo? Draco se pasaba las manos por la cara, tenía miedo de que amaneciera. ¿Qué sucedería cuando el resto de los de Slytherin descubrieran lo que ellos habían hecho?
Al principio, los Slytherins que pasaban por el gigantesco reloj de arena, que informaba de la puntuación de la casa, pensaron que había un error. ¿Cómo iban a tener súbitamente, ciento cincuenta puntos menos que el día anterior? Y luego, se propagó la historia. Draco Malfoy; el famoso Draco Malfoy, aquél que se la pasaba hablando de su padre, el bufón de Slytherin, les había hecho perder todos esos puntos, al intentar meter en problemas al Niño-Que-Vivió.
Todo había sido por andar averiguando y espiando.
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Pero además de este asunto del aprender Magia Oscura, el Dragón y de la Piedra Filosofal, Céline, Daphne y Tracy, tenían que concentrarse, debido a que se aproximaran los exámenes. Las lecciones que tenía que repasar alejaban sus desgracias de su mente. Ellos tres se quedaban juntos, trabajando hasta altas horas de la noche, tratando de recordar los ingredientes de complicadas pociones, aprendiendo de memoria hechizos y encantamientos y repitiendo las fechas de descubrimientos mágicos y rebeliones de los gnomos. Las chicas acercaron un mapa de Júpiter a su mesa y comenzaron a aprender los nombres de sus lunas.
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A la mañana siguiente, durante el desayuno, llegó una nota para Malfoy, quien palideció y nuevamente, maldijo entre dientes a Potter, a su hermana, a Greengrass y Davies.
"Tu castigo tendrá lugar a las once de la noche. El señor Filch te espera en el vestíbulo de entrada.
Prof. M. McGonagall"
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En medio del furor que sentía por los puntos perdidos, Draco había olvidado que todavía le quedaban los castigos. A las once de aquella noche, se despidió de Crabbe y Goyle en la sala común y subió al vestíbulo de entrada. Filch ya estaba allí —Sígueme —dijo Filch, encendiendo un farol y conduciéndolos hacia fuera—. Seguro que te lo pensarás dos veces antes de faltar a otra regla de la escuela, ¿verdad? —dijo, mirándolo con aire burlón—. Oh, sí... trabajo duro y dolor son los mejores maestros, si quieres mi opinión... es una lástima que hayan abandonado los viejos castigos... colgarte de las muñecas, del techo, unos pocos días. Yo todavía tengo las cadenas en mi oficina, las mantengo engrasadas por si alguna vez se necesitan... Bien, allá vamos, y no pienses en escapar, porque será peor para tu si lo haces. —Marcharon cruzando el oscuro parque. Debía de ser algo verdaderamente horrible, o Filch no estaría tan contento. La luna brillaba, pero las nubes la tapaban, dejándolo en la oscuridad. Delante, Draco pudo ver las ventanas iluminadas de la cabaña de Hagrid. Entonces oyeron un grito lejano.
— ¿Eres tú, Filch? Date prisa, quiero empezar de una vez. —El corazón de Draco se desanimó. No solo estaba a punto de ingresar en un bosque lleno de bestias peligrosas, sino que estaba con uno de los aduladores de Dumbledore.
Filch le dijo a Draco, como clavo del ataúd: —Supongo que crees que vas a divertirte con ese papanatas, ¿no? Bueno, piénsalo mejor, muchacho... es al bosque adonde iréis y mucho me habré equivocado si volvéis todos enteros.
—¿El bosque? —repitió, y no parecía tan indiferente como de costumbre—. Hay toda clase de cosas allí... dicen que hay hombres lobo.
—Eso es problema tuyo, ¿no? —dijo Filch, con voz radiante—. Tendrías que haber pensado en los hombres lobo antes de meterte en líos.
Hagrid se acercó hacia ellos, con Fang pegado a los talones. Llevaba una gran ballesta y un carcaj con flechas en la espalda. —Menos mal —dijo—. Estoy esperando hace media hora.
—Está aquí por un castigo, Hagrid.
Entonces Malfoy se volvió hacia Hagrid, desafiante. —No iré a ese bosque —dijo.
—Lo harás, si quieres quedarte en Hogwarts —dijo Hagrid con severidad—. Hiciste algo mal y ahora lo vas a pagar.
— ¡Pero eso es para los empleados, no para los alumnos! Yo pensé que nos harían escribir unas líneas, o algo así. Si mi padre supiera que hago esto, él...
—Te dirá que es así como se hace en Hogwarts —gruñó Hagrid—. ¡Escribir unas líneas! ¿Y a quién le serviría eso? Harás algo que sea útil, o si no te irás. Si crees que tu padre prefiere que te expulsen, entonces vuelve al castillo y coge tus cosas. ¡Vete! —Malfoy no se movió. Miró con ira a Hagrid, pero luego bajó la mirada. —Bien, entonces —dijo Hagrid—. Escúchame con cuidado: porque lo que vamos a hacer esta noche es peligroso y no quiero que te arriesgues. Sígueme por aquí, un momento. —Lo condujo hasta el límite del bosque. Levantando su farol, señaló hacia un estrecho sendero de tierra, que desaparecía entre los espesos árboles negros. Una suave brisa les levantó el cabello, mientras miraban en dirección al bosque. —Mirad allí —dijo Hagrid—. ¿Ves eso que brilla en la tierra? ¿Eso plateado? Es sangre de unicornio. Hay por aquí un unicornio que ha sido malherido por alguien. Es la segunda vez en una semana. Encontré uno muerto el último miércoles. Vamos a tratar de encontrar a ese pobrecito herido. Tal vez tengamos que evitar que siga sufriendo.
— ¿Y qué sucede si el que hirió al unicornio nos encuentra a nosotros primero? —preguntó Malfoy, sintiéndose cada vez más desolado, incapaz de ocultar el miedo de su voz.
—No hay ningún ser en el bosque que te pueda herir si estás conmigo o con Fang —dijo Hagrid—. Y sigue el sendero. Hay sangre por todo el lugar, debieron herirlo ayer por la noche, por lo menos.
El bosque estaba oscuro y silencioso. Después de andar un poco, vieron que el sendero se bifurcaba. Anduvieron en silencio, con la vista clavada en el suelo. De vez en cuando, un rayo de luna a través de las ramas iluminaba una mancha de sangre azul plateada entre las hojas caídas. Draco vio que Hagrid parecía muy preocupado. — ¿Podría ser un hombre lobo el que mata los unicornios? —preguntó Draco.
—No son bastante rápidos —dijo Hagrid—. No es tan fácil cazar un unicornio, son criaturas poderosamente mágicas. Nunca había oído que hubieran hecho daño a ninguno. Pasaron por un tocón con musgo. Harry podía oír el agua que corría: debía de haber un arroyo cerca. Todavía había manchas de sangre de unicornio en el serpenteante sendero. No te preocupes, no puede estar muy lejos si está tan malherido, y entonces podremos... ¡DETRÁS DE ESE ÁRBOL! —Alguien se deslizaba sobre las hojas secas. Parecía como una capa que se arrastrara por el suelo. Hagrid miraba hacia el sendero oscuro, pero, después de unos pocos segundos, el sonido se alejó. —Lo sabía —murmuró—. Aquí hay alguien que no debería estar.
— ¿Un hombre lobo? —sugirió Draco.
—Eso no era un hombre lobo, ni tampoco un unicornio —dijo Hagrid con gesto sombrío—. Bien, sígueme, pero ten cuidado. —Anduvieron más lentamente, atentos a cualquier ruido. De pronto, en un claro un poco más adelante, algo se movió visiblemente. — ¡¿Quién está ahí?! —gritó Hagrid—. ¡Déjese ver... estoy armado! —Y apareció en el claro...
Era el unicornio y estaba muerto. Draco nunca había visto nada tan hermoso y tan triste. Sus largas patas delgadas estaban dobladas en ángulos extraños por su caída y su melena color blanco perla se desparramaba sobre las hojas oscuras. Entonces, de entre las sombras, una figura encapuchada se acercó gateando, como una bestia al acecho. Hagrid, Malfoy y Fang permanecieron paralizados. La figura encapuchada llegó hasta el unicornio, bajó la cabeza sobre la herida del animal y comenzó a beber su sangre.
— ¡AAAAAAAAAAAAAH! —Malfoy dejó escapar un terrible grito y huyó... lo mismo que Fang. La figura encapuchada levantó la cabeza y miró directamente a Malfoy. La sangre del unicornio le chorreaba por el pecho.
Hagrid disparó una flecha de su ballesta y luego otra, la primera la persona la esquivó, la segunda lo alcanzó en el hombro, haciéndole trastabillar unos pasos.
Draco sintió como Hagrid lo cargaba y como el hombre daba grandes zancadas, los centauros se lanzaron contra la persona, que bebía la sangre de unicornio.
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Cuando Hagrid informó a Dumbledore de esto, él supo que el tiempo de Tom, sobre Quirinus, se iba agotando y se pasó una mano por la frente. ¿Cómo convencería a Céline Volkova de ir al Tercer Piso y de ingresar a través de la trampilla? —Quizás no tengo que convencerla: Solo saber cuándo pasará Quirinus y hacer que las escaleras, cambien de dirección. —Dumbledore pensó que estaba siendo inteligente, al forzar el combate.
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Todos en la Sala Común de Slytherin, a la mañana siguiente, escucharon a Draco, hablando sobre su visión en el Bosque Prohibido.
