Harry Potter pertenece a J.K. Rowling.
Solo nos pertenecen los OC.
La Pirata de los Cielos
29: La Poción Multijugos.
Céline volvió a su Sala Común, como si nada hubiera pasado. Nadie la vio en ningún lugar extraño, nadie la descubrió haciendo nada que pudiera parecer malo.
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En cambio, como si el destino lo odiara, Alex subió las escaleras y volvió por otro corredor. Estaba mucho más oscuro, porque el viento fuerte y helado que penetraba por el cristal flojo de una ventana había apagado las antorchas. Iba por la mitad del corredor cuando tropezó y cayó de cabeza contra algo que había en el suelo.
Se volvió y afinó la vista para ver qué era aquello sobre lo que había caído, y sintió que el mundo le venía encima: Recostado en el suelo, rígido y frío, con una mirada de horror en el rostro y los ojos en blanco vueltos hacia el techo, yacía Justin Finch-Fletchley. Y eso no era todo. A su lado había otra figura, componiendo la visión más extraña que Alex hubiera contemplado nunca: Se trataba de Nick Casi Decapitado, que no era ya transparente ni de color blanco perlado, sino negro y neblinoso, y flotaba inmóvil, en posición horizontal, a un palmo del suelo. La cabeza estaba medio colgando, y en la cara tenía una expresión de horror idéntica a la de Justin.
Alex se puso de pie, con la respiración acelerada y el corazón ejecutando contra sus costillas lo que parecía un redoble de tambor. Comenzó a caminar rápidamente, hacía la Sala Común, mientras que detrás de él, escuchaba a Peeves el Posterguéis, quien comenzó a gritar aterrorizado: — ¡AGRESIÓN! ¡AGRESIÓN! ¡OTRA AGRESIÓN! NINGUN MORTAL NI FANTASMA ESTÁ A SALVO! SALVESE QUIEN PUEDA! ¡AGREESIÓÓÓÓN!
Pataplún, patapán, pataplún: una puerta tras otra, se fueron abriendo todas las que había en el corredor, y la gente empezó a salir. Durante varios minutos, hubo tal jaleo que por poco no aplastan a Justin y atraviesan el cuerpo de Nick Casi Decapitado.
Los alumnos acorralaron a Alex contra la pared hasta que los profesores pidieron calma. La profesora McGonagall llegó corriendo, seguida por sus alumnos, uno de los cuales aún tenía el pelo a rayas blancas y negras. La profesora utilizó la varita mágica para provocar una sonora explosión que restaurase el silencio y ordenó a todos que volvieran a las aulas. Cuando el lugar se hubo despejado un poco, llegó corriendo Ernie, el de Hufflepuff.
Ernie estuvo a punto de señalar acusadoramente a Alex, pero recordó como Céline había jurado por su magia y vida, que ni ella, ni su hermano, eran responsables de esto, así que no dijo nada y solo miró a Alex, tratando de descifrar lo que estaba pasando.
— ¡Oh, Potter, eres un zote, estás podrido, te cargas a los estudiantes, y te parece divertido! —cantó Peeves.
— ¡Ya basta, Peeves! —gritó la profesora McGonagall, y Peeves escapó por el corredor, sacándole la lengua a Alex. Los profesores Flitwick y Sinistra, del departamento de Astronomía, fueron los encargados de llevar a Justin a la enfermería, pero nadie parecía saber qué hacer con Nick Casi Decapitado. Al final, la profesora McGonagall hizo aparecer de la nada un gran abanico, y se lo dio a Ernie con instrucciones de subir a Nick Casi Decapitado por las escaleras. Ernie obedeció, abanicando a Nick por el corredor para llevárselo por el aire como si se tratara de un aerodeslizador silencioso y negro. De esa forma, Alex y la profesora McGonagall se quedaron a solas. —Por aquí, Potter —indicó ella.
—Profesora —le dijo Alex enseguida—, le juro que yo no...
—Eso se escapa de mi competencia, Potter —dijo de manera cortante la profesora McGonagall. Caminaron en silencio, doblaron una esquina, y ella se paró ante una gárgola de piedra grande y extremadamente fea. — ¡Sorbete de limón! —dijo la profesora. Se trataba, evidentemente, de una contraseña, porque de repente la gárgola revivió y se hizo a un lado, al tiempo que la pared que había detrás se abría en dos. Incluso aterrorizado como estaba por lo que le esperaba, Alex no pudo dejar de sorprenderse. Detrás del muro había una escalera de caracol que subía lentamente hacia arriba, como si fuera mecánica. Al subirse él y la profesora McGonagall, la pared volvió a cerrarse tras ellos con un golpe sordo. Subieron más y más dando vueltas, hasta que, al fin, ligeramente mareado, Alex vio ante él una reluciente puerta de roble, con una aldaba de bronce en forma de grifo, el animal mitológico con cuerpo de león y cabeza de águila.
Entonces supo adónde lo llevaba. Aquello debía de ser la vivienda de Dumbledore, quien los estaba esperando.
La verdad era, que este jamás fue el plan de Dumbledore. No se suponía que Alex heredaría el Parsel de Voldemort. ¡Se suponía que esa sería Céline, pues ella era la portadora del fragmento de alma!, ¡se suponía que todos la señalaran a ella, no a Alex! Alex aguardó con ansia mientras Dumbledore lo miraba, juntando las yemas de sus largos dedos. —Quiero preguntarte, Alex, si hay algo que te gustaría contarme —dijo con amabilidad y su mirada de abuelo. — Lo que sea.
Alex no supo qué decir. Pensó en Malfoy gritando: «¡Los próximos seréis los sangre sucia!» Luego pensó en la voz que no salía de ningún sitio, oída en dos ocasiones, y recordó lo que Ron le había dicho: «Oír voces que nadie más puede oír no es buena señal, ni siquiera en el mundo de los magos.» … Pensó, también, en lo que todo el mundo comentaba sobre él, y en su creciente temor a estar de alguna manera relacionado con Salazar Slytherin...
Sabiendo que podía confiar en Dumbledore, se lo contó todo y Dumbledore enfureció: El Pársel ya era malo y era aún peor, que todos creyeran, que el próximo Campeón de la Luz, fuera el descendiente de Salazar Slytherin y estuviera relacionado con estos ataques.
No. Dumbledore no podía permitir, que se dijeran tales cosas, sobre Alex.
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La doble agresión contra Justin y Nick Casi Decapitado convirtió en auténtico pánico lo que hasta aquel momento había sido inquietud.
Curiosamente, resultó ser el destino de Nick Casi Decapitado lo que preocupaba más a la gente.
Aunque era más por curiosidad que por preocupación. Después de todo, no puedes matar a un muerto.
Se preguntaban unos a otros qué era lo que podía hacer aquello a un fantasma; qué terrible poder podía afectar a alguien que ya estaba muerto. La gente se apresuró a reservar sitio en el expreso de Hogwarts para volver a casa en Navidad.
—Si sigue así la cosa, sólo nos quedaremos nosotros —dijo Ron a Alex y Hermione— Nosotros, tu hermana, Greengrass, Davies, Malfoy, Crabbe y Goyle. Serán unas vacaciones deliciosas.
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Crabbe y Goyle, que siempre hacían lo mismo que Malfoy, habían firmado también para quedarse en vacaciones.
Pero Alex estaba contento de que la mayor parte de la gente se fuera. Estaba harto de que se hicieran a un lado cuando circulaba por los pasillos, como si fueran a salirle colmillos o a escupir veneno; harto de que a su paso los demás murmuraran, le señalaran y hablaran en voz baja.
Fred y George, sin embargo, encontraban todo aquello muy divertido. Le salían al paso y marchaban delante de él por los corredores gritando: —Abran paso al heredero de Slytherin, aquí llega el brujo malvado de veras...
Percy desaprobaba tajantemente este comportamiento. —No es asunto de risa —decía con frialdad.
—Quítate del camino, Percy —decía Fred—. Alex tiene prisa.
—Sí, va a la Cámara de los Secretos a tomar el té con su colmilludo sirviente —decía George, riéndose.
Ginny tampoco lo encontraba divertido. — ¡Ah, no! —gemía cada vez que Fred preguntaba a Alex a quién planeaba atacar a continuación, o cuando, al encontrarse con Alex, George hacía como que se protegía de Alex con un gran diente de ajo.
A Alex le aliviaba que Fred y George pensaran que la idea del heredero de Slytherin era para tomárselo a burla.
Pero sus payasadas parecían enervar a Draco Malfoy, que se amargaba más y más, cada vez que los veía con aquella burla.
— "Eso es porque está rabiando de ganas de decir que es él." —susurraba Ron sentenciosamente, a Alex y Hermione — "Ya sabéis cómo aborrece que se le gane en cualquier cosa, y tú te estás llevando toda la gloria de su sucio trabajo."
—No durante mucho tiempo —dijo Hermione en tono satisfecho —La poción multijugos ya está casi lista. Cualquier día revelaremos la verdad sobre él. —Desde el año pasado, Draco Malfoy, había demostrado sus claros pensamientos de Derecha: Como solo los Sangre Pura (y posiblemente, los Mestizos) debían de poder aprender magia y cuanto odiaba a los Hijos de Muggles, especialmente porque Hermione, solía estar por encima de él, en sus clases y aún peor para él, era no ser solo superado por una chica, sino hasta por tres de ellas, siendo estas Greengrass, Volkova y Davies; las declaraciones de Draco, lo pusieron como principal sospechoso de Alex, Ron y Hermione, para ser el posible Heredero de Slytherin y para descubrirlo, iban a usar la Poción Multijugos.
La Poción multijugos es una poción que le permite al bebedor asumir la forma de otra persona. Es una poción complicada y desafiante que incluso las brujas y magos adultos luchan para elaborar correctamente y para esto, necesitaron causar un gran revuelo en la mazmorra de pociones, creando dos densos humos: uno rojo (Alex) y uno negro (Ron), arruinando las pociones y distrayéndolos a todos, para que Hermione, caminara hasta el gabinete privado de Snape, lanzara un hechizo para que nadie escuchara, como abría el gabinete de su profesor y robara los ingredientes que necesitaban.
Prepararían la poción, en el baño de niñas del tercer piso, al cual nadie jamás se acercaba, debido al fantasma de Myrtle la Llorona, así que fue el lugar perfecto.
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Por fin concluyó el trimestre, y sobre el colegio cayó un silencio tan vasto como la nieve en los campos. Más que lúgubre, a Alex le pareció tranquilizador, y se alegró de que él, Hermione y los Weasley pudieran gobernar la torre de Gryffindor, lo que quería decir que podían jugar al snap explosivo dando voces y sin molestar a nadie, o podían batirse en privado. Fred, George y Ginny habían preferido quedarse en el colegio a ir a visitar a Bill a Egipto con sus padres.
Percy, que desaprobaba lo que llamaba su infantil comportamiento, no pasaba mucho tiempo en la sala común de Gryffindor. Ya les había dicho en tono presuntuoso que se quedaba en Navidad porque era el deber de un prefecto ayudar a los profesores durante los períodos difíciles.
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Mientras tanto, Céline se había colado en la Zona Prohibida de la biblioteca, casi seis veces, gracias a la Capa de Invisibilidad, en busca de la posible maldición, que estuviera afectando a los Hijos de Muggles.
¿Qué demonios, contenía la Cámara de los Secretos?
¿Realmente Slytherin construyó una Cámara de los Secretos en Hogwarts, sin que no solo los otros tres fundadores lo descubrieran, sino que puso en peligro a los alumnos adrede?
Necesitaba más información. Tomó su espejo comunicador, presionó el borde plateado y mientras suspirada, pronunció: —James Potter.
El espejo se empañó por un instante, antes de enseñar a un hombre de cuarenta años, barba y ojos avellana, detrás de unos lentes. —Hola Céline, ¿Cómo puedo ayudarte, cariño?
—Papá, cuando vuelvas a la Mansión, ¿podrías por favor, preguntarles a los retratos más antiguos, si saben algo sobre una supuesta Cámara de los Secretos de Salazar Slytherin? —pidió ella, James la miró con seriedad y la princesa interdimensional, decidió explicarlo todo. —Algo o alguien, está petrificando a los alumnos Hijos de Muggles, incluso al fantasma de Gryffindor. Estoy en la zona prohibida de la biblioteca, rebuscando tanto como puedo.
La mirada de James, se endureció. — ¿Algo está petrificando a los Hijos de Muggles y Dumbledore no ha avisado, ni a la Junta de Gobernadores, ni al Wizengamot? —Preguntó furioso. —Sirius y yo, iremos a hacernos cargo de la situación, tan pronto como podamos. —ella solo suspiró, mientras miraba la estantería de libros y volvía buscar en ellos, mientras que el espejo se quedaba reflejándola.
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Una pista, apareció a la mañana siguiente: Historia de la Magia era la asignatura más aburrida de todas. El profesor Binns, que la impartía, era el único profesor fantasma que tenían, y lo más emocionante que sucedía en sus clases era su entrada en el aula, a través de la pizarra. Viejo y consumido, mucha gente decía de él que no se había dado cuenta de que se había muerto. Simplemente, un día se había levantado para ir a dar clase, y se había dejado el cuerpo en una butaca, delante de la chimenea de la sala de profesores. Desde entonces, había seguido la misma rutina sin la más leve variación. Aquel día fue igual de aburrido. El profesor Binns abrió sus apuntes y los leyó con un sonsonete monótono, como el de una aspiradora vieja, hasta que casi toda la clase hubo entrado en un sopor profundo, sólo alterado de vez en cuando el tiempo suficiente para tomar nota de un nombre o de una fecha, y volver a adormecerse. Llevaba una media hora hablando cuando ocurrió algo insólito: Hermione alzó la mano. El profesor Binns, levantando la vista a mitad de una lección horrorosamente aburrida sobre la Convención Internacional de Brujos de 1289, pareció sorprendido. — ¿Señorita...?
—Granger, profesor. Pensaba que quizá usted pudiera hablarnos sobre la Cámara de los Secretos —dijo Hermione con voz clara.
Dean Thomas, que había permanecido boquiabierto, mirando por la ventana, salió de su trance dando un respingo. Lavender Brown levantó la cabeza y a Neville le resbaló el codo de la mesa. El profesor Binns parpadeó. —Mi disciplina es la Historia de la Magia —dijo con su voz seca, jadeante—. Me ocupo de los hechos, señorita Granger, no de los mitos ni de las leyendas. —Se aclaró la garganta con un pequeño ruido que fue como un chirrido de tiza, y prosiguió —: En septiembre de aquel año, un subcomité de hechiceros sardos... —Balbució y se detuvo. De nuevo, en el aire, se agitaba la mano de Hermione. — ¿Señorita Grant?
—Disculpe, señor, ¿no tienen siempre las leyendas una base real?
El profesor Binns la miraba con tal estupor, que Harry adivinó que ningún estudiante lo había interrumpido nunca, ni estando vivo ni estando muerto. —Veamos —dijo lentamente el profesor Binns—, sí, creo que eso se podría discutir. —Miró a Hermione como si nunca hubiera visto bien a un estudiante—. Sin embargo, la leyenda por la que usted me pregunta es una patraña hasta tal punto exagerada, yo diría incluso absurda... —La clase entera estaba ahora pendiente de las palabras del profesor Binns; éste miró a sus alumnos y vio que todas las caras estaban vueltas hacia él. Céline se sentía completamente desconcertado al ver unas muestras de interés tan inusitadas. —Muy bien, es historia sobre Hogwarts, después de todo... —dijo despacio —veamos... la Cámara de los Secretos... Todos ustedes saben, naturalmente, que Hogwarts fue fundado hace unos mil años (no sabemos con certeza la fecha exacta) por los cuatro brujos más importantes de la época. Las cuatro casas del colegio reciben su nombre de ellos: Godric Gryffindor, Helga Hufflepuff, Rowena Ravenclaw y Salazar Slytherin. Los cuatro juntos construyeron este castillo, lejos de las miradas indiscretas de los muggles, dado que aquélla era una época en que la gente tenía miedo a la magia, y los magos y las brujas sufrían persecución. —Se detuvo, miró a la clase con los ojos empañados y continuó: —Durante algunos años, los fundadores trabajaron conjuntamente en armonía, buscando jóvenes que dieran muestras de aptitud para la magia y trayéndolos al castillo para educarlos. Pero luego surgieron desacuerdos entre ellos y se produjo una ruptura entre Slytherin y los demás. Slytherin deseaba ser más selectivo con los estudiantes que se admitían en Hogwarts. Pensaba que la enseñanza de la magia debería reservarse para las familias de magos. Lo desagradaba tener alumnos de familia Muggle, porque no los creía dignos de confianza. Un día se produjo una seria disputa al respecto entre Slytherin y Gryffindor, y Slytherin abandonó el colegio. —El profesor Binns se detuvo de nuevo y frunció la boca, como una tortuga vieja llena de arrugas. —Esto es lo que nos dicen las fuentes históricas fidedignas —dijo—, pero estos simples hechos quedaron ocultos tras la leyenda fantástica de la Cámara de los Secretos. La leyenda nos dice que Slytherin había construido en el castillo una cámara oculta, de la que no sabían nada los otros fundadores. Slytherin, según la leyenda, selló la Cámara de los Secretos para que nadie la pudiera abrir hasta que llegara al colegio su auténtico heredero. Sólo el heredero podría abrir la Cámara de los Secretos, desencadenar el horror que contiene y usarlo para librar al colegio de todos los que no tienen derecho a aprender magia. —Cuando terminó de contar la historia, se hizo el silencio, pero no era el silencio habitual, soporífero, de las clases del profesor Binns. Flotaba en el aire un desasosiego, y todo el mundo le seguía mirando, esperando que continuara. El profesor Binns parecía levemente molesto. —Por supuesto, esta historia es un completo disparate —añadió— Naturalmente, el colegio entero ha sido registrado varias veces en busca de la cámara, por los magos mejor preparados. No existe. Es un cuento inventado para asustar a los crédulos.
Hermione volvió a levantar la mano. —Profesor..., ¿a qué se refiere usted exactamente al decir «El horror que contiene la cámara»?
—Se cree que es algún tipo de monstruo, al que sólo podrá dominar el heredero de Slytherin —explicó el profesor Binns con su voz seca y aflautada.
La clase intercambió miradas nerviosas. —Pero ya les digo que no existe —añadió el profesor Binns, revolviendo en sus apuntes—. No hay tal cámara ni tal monstruo.
—Cuando el mensaje en sangre apareció —todos se asustaron y miraron a Céline. —Desde los alumnos de primer año, hasta los de séptimo, estamos registrando la Sala Común, con todo lo que se nos ocurre. Con cada encantamiento que tenemos a la mano, en busca de algo que haga abrir quien sabe que puerta misteriosa en la Sala Común y que esto resulte ser, la Cámara de los Secretos. Hasta ahora... nada.
—Pero, profesor —comentó Seamus Finnigan—, si sólo el auténtico heredero de Slytherin puede abrir la cámara, nadie más podría encontrarla, ¿no?
—Tonterías, O'Flaherty —repuso el profesor Binns en tono algo airado — si una larga sucesión de directores de Hogwarts no la han encontrado...
—Pero, profesor —intervino Parvati Patil—, probablemente haya que emplear magia negra para abrirla...
—El hecho de que un mago no utilice la magia negra no quiere decir que no pueda emplearla, señorita Patati —le interrumpió el profesor Binns— Insisto, si los predecesores de Dumbledore...
—Pero tal vez sea preciso estar relacionado con Slytherin, y por eso Dumbledore no podría... —apuntó Dean Thomas, pero el profesor Binns ya estaba harto.
— ¡Ya basta! —dijo bruscamente—. ¡Es un mito! ¡No existe! ¡No hay el menor indicio de que Slytherin construyera semejante cuarto trastero! Me arrepiento de haberles relatado una leyenda tan absurda. Ahora volvamos, por favor, a la historia, a los hechos evidentes, creíbles y comprobables.
Y en cinco minutos, la clase se sumergió de nuevo en su sopor habitual.
...
...
—Ya sabía que Salazar Slytherin era un viejo chiflado y retorcido —dijo Ron a Alex y Hermione, mientras se abrían camino por los abarrotados corredores al término de las clases, para dejar las bolsas en la habitación antes de ir a cenar. —Pero lo que no sabía es que hubiera sido él quien empezó todo este asunto de la limpieza de sangre. No me quedaría en su casa, aunque me pagaran. Sinceramente, si el Sombrero Seleccionador hubiera querido mandarme a Slytherin, yo me habría vuelto derecho a casa en el tren. —Hermione asintió entusiasmada con la cabeza, pero Alex no dijo nada.
Se preguntó si acaso su hermana, estaría en busca de la Cámara y qué haría en caso de encontrarla.
Mientras caminaban empujados por la multitud, pasó Colin Creevey. — ¡Eh, Alex!
— ¡Hola, Colin! —dijo Alex sin darse cuenta.
—Alex, Alex..., en mi clase un chico ha estado diciendo que tú eres... —Pero Colin era demasiado pequeño para luchar contra la marea de gente que lo llevaba hacia el Gran Comedor. Le oyeron chillar: — ¡Hasta luego, Alex! —Y desapareció.
— ¿Qué es lo que dice sobre ti un chico de su clase? —preguntó Hermione.
—Que soy el heredero de Slytherin, supongo —dijo Alex, y el corazón se le encogió un poco más al recordar cómo lo había rehuido Justin Finch-Fletchley a la hora de la comida.
—La gente aquí es capaz de creerse cualquier cosa —dijo Ron, con disgusto. —¿Crees que realmente hay una Cámara de los Secretos? —preguntó Ron a Hermione.
—No lo sé —respondió ella, frunciendo el entrecejo—. Dumbledore no fue capaz de curar a la Señora Norris, y eso me hace sospechar que quienquiera que la atacase no debía de ser..., bueno..., humano.
Al doblar la esquina se encontraron en un extremo del mismo corredor en que había tenido lugar la agresión. Se detuvieron y miraron. El lugar estaba tal como lo habían encontrado aquella noche, salvo que ningún gato tieso colgaba de la argolla en que se fijaba la antorcha, y que había una silla apoyada contra la pared del mensaje: «La cámara ha sido abierta.»
—Aquí es donde Filch ha estado haciendo guardia —dijo Ron.
Se miraron unos a otros. El corredor se encontraba desierto. —No hay nada malo en echar un vistazo —dijo Alex, dejando la bolsa en el suelo y poniéndose a gatear en busca de alguna pista.
—Había agua, el día en el que se descubrió el mensaje —los tres saltaron y se dieron la vuelta, encontrándose a Céline, Daphne y Tracy.
—Si la Cámara no está en la Sala Común, entonces ocúltala en dónde menos se lo esperen —dijo Tracy.
—Y si usas Parsel para abrirla... —dijo Céline, y Alex asintió. Los hermanos, lo habían tomado como un hecho.
—El agua. Estaba por aquí —dijo Ron, recobrándose y caminando unos pasos más allá de la silla de Filch para indicárselo—, a la altura de esta puerta. —Asió el pomo metálico de la puerta, pero retiró la mano inmediatamente, como si se hubiera quemado.
— ¿Qué pasa? —preguntó Alex a su amigo.
—No puedo entrar ahí —dijo Ron bruscamente—, es un aseo de chicas.
—Pero Ron, si no habrá nadie dentro —dijo Hermione, poniéndose derecha y acercándose—; aquí es donde está Myrtle la Llorona. Venga, echemos un vistazo. —Y sin hacer caso del letrero de «No funciona», Hermione abrió la puerta. Era el cuarto de baño más triste y deprimente en que cualquiera de ellos, había puesto nunca los pies. Debajo de un espejo grande, quebrado y manchado, había una fila de lavabos de piedra en muy mal estado. El suelo estaba mojado y reflejaba la luz triste que daban las llamas de unas pocas velas que se consumían en sus palmatorias. Las puertas de los retretes estaban rayadas y rotas, y una colgaba fuera de los goznes.
—Estoy viendo algo lleno de magia oscura, gracias al ojo draconiano —dijo Céline, caminando hacía uno de los retretes, y sacó su varita. —Wingardium Leviosa —el agua del retrete levitó, pero no fue lo único: también lo hizo un diario negro, giró la varita y vieron la contraportada.
—Tom S. Ryddle —leyó Hermione.
Céline pronunció un nuevo hechizo en un idioma desconocido y el libro se abrió y comenzó a pasar páginas. —Es extraño, que no escribiera nada.
—Y, aun así, el diario está lleno de magia negra —dijo Céline.
Entonces, una potente voz les hizo dar un respingo a los seis. — ¡RON! —Percy Weasley, con su resplandeciente insignia de prefecto, se había detenido al final de las escaleras, con una expresión de susto en la cara. — ¡Esos son los aseos de las chicas! —gritó—. ¿Qué estás haciendo?
—Sólo echaba un vistazo —dijo Ron, encogiéndose de hombros— Buscando pistas, ya sabes...
Percy parecía a punto de estallar. A Alex le recordó mucho a la señora Weasley. —Márchense... fuera... de aquí... —dijo, caminando hacia ellos con paso firme y agitando los brazos para echarlos—. ¿No se dan cuenta de lo que podría parecer, volver a este lugar mientras todos están cenando?
— ¿Por qué no podemos estar aquí? —repuso Ron acaloradamente, parándose de pronto y enfrentándose a Percy—. ¡Escucha, nosotros no le hemos tocado un pelo a ese gato!
—Eso es lo que dije a Ginny —dijo Percy con contundencia—, pero ella todavía cree que te van a expulsar. No la he visto nunca tan afectada, llorando amargamente. Podrías pensar un poco en ella, y, además, todos los de primero están asustados.
—Al igual que en todo el colegio, pero ti no te preocupa Ginny —replicó Ron, enrojeciendo hasta las orejas— a ti sólo te preocupa que yo eche a perder tus posibilidades de ser Representante del Colegio.
— ¡Cinco puntos menos para Gryffindor! —dijo Percy secamente llevándose una mano a su insignia de prefecto—. ¡Y espero que esto te enseñe la lección! ¡Se acabó el hacer de detective, o de lo contrario escribiré a mamá! —Y se marchó con el paso firme y la nuca tan colorada como las orejas de Ron.
Cuando los Slytherin salieron, los Gryffindor tomaron unos pastelillos que habían preparado, Hermione les colocó la poción de dormir sin sueños y los dejaron en el camino, que sabían que Crabbe y Goyle, tomarían.
Mientras tanto, Hermione se encargaría de emboscar de otra forma a Pansy Parkinson.
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Alex y Ron, se ocultaron en un salón, sabiendo que, por aquel corredor, pasarían Crabbe y Goyle. Pronto pasaron por allí, para ir a la Sala Común salir del Gran Comedor, — "¿Cuánto puede llegar uno a engordar?" —susurró Ron entusiasmado al ver que Crabbe, lleno de alegría, señalaba a Goyle los pasteles y los cogía. Sonriendo de forma estúpida, se metieron los pasteles enteros en la boca. Los masticaron glotonamente durante un momento, poniendo cara de triunfo. Luego, sin el más leve cambio en la expresión, se desplomaron de espaldas en el suelo.
Lo más difícil fue arrastrarlos hasta el armario, al otro lado del vestíbulo.
En cuanto los tuvieron bien escondidos entre las fregonas y los calderos, Alex arrancó un par de pelos como cerdas, de los que Goyle tenía bien avanzada la frente, y Ron arrancó a Crabbe también algunos. Les cogieron asimismo los zapatos, porque los suyos eran demasiado pequeños para el tamaño de los pies de Crabbe y Goyle. Luego, todavía aturdidos por lo que acababan de hacer, corrieron hasta los aseos de Myrtle la Llorona.
Apenas podían ver nada a través del espeso humo negro que salía del retrete en que Hermione estaba removiendo el caldero. Subiéndose las túnicas para taparse la cara, Alex y Ron llamaron suavemente a la puerta. — ¿Hermione? —Se oyó el chirrido del cerrojo y salió Hermione, con la cara sudorosa y una mirada inquieta. Tras ella se oía el gluglu de la poción que hervía, espesa como melaza. Sobre la taza del retrete había tres vasos de cristal ya preparados.
Alex sacó el pelo de Goyle.
—Bien. Y yo he cogido estas túnicas de la lavandería —dijo Hermione, enseñándoles una pequeña bolsa—. Necesitarán tallas mayores cuando se conviertan en Crabbe y Goyle. —Los tres miraron el caldero. Vista de cerca, la poción parecía barro espeso y oscuro que borboteaba lentamente. —Estoy segura de que lo he hecho todo bien —dijo Hermione, releyendo nerviosamente la manchada página de Moste Potente Potions— Parece que es tal como dice el libro... En cuanto la hayamos bebido, dispondremos de una hora antes de volver a convertirnos en nosotros mismos.
— ¿Qué se hace ahora? —murmuró Ron.
—La separamos en los tres vasos y echamos los pelos. Hermione sirvió en cada vaso una cantidad considerable de poción. Luego, con mano temblorosa, trasladó el pelo de Millicent Bulstrode de la botella al primero de los vasos. La poción emitió un potente silbido, como el de una olla a presión, y empezó a salir muchísima espuma.
Al cabo de un segundo, se había vuelto de un amarillo mostaza asqueroso. —Aggg..., esencia de Millicent Bulstrode —dijo Ron, mirándolo con aversión—. Apuesto a que tiene un sabor repugnante.
—Coloquen los suyos, venga —les dijo Hermione.
Alex metió el pelo de Goyle en el vaso del medio, y Ron, el pelo de Crabbe en el último. Las tres pociones silbaron y echaron espuma, la de Goyle se volvió del color caqui de los mocos, y la de Crabbe, de un marrón oscuro y turbio. —Esperen —dijo Alex, cuando Ron y Hermione cogieron sus vasos —será mejor que no los bebamos aquí juntos los tres, al convertirnos en Crabbe y Goyle ya no estaremos delgados. Y Millicent Bulstrode tampoco es una sílfide.
—Bien pensado —dijo Ron, abriendo la puerta—. Vayamos a retretes separados.
Con mucho cuidado para no derramar una gota de poción multijugos, Alex pasó al del medio. — ¿Listos? —preguntó.
—Listos —le contestaron las voces de Ron y Hermione.
—A la una, a las dos, a las tres... —Tapándose la nariz, Alex se bebió la poción en dos grandes tragos. Sabía a col muy cocida. Inmediatamente, se le empezaron a retorcer las tripas como si acabara de tragarse serpientes vivas. Se encogió y temió ponerse malo. Luego, un ardor surgido del estómago se le extendió rápidamente hasta las puntas de los dedos de manos y pies. Jadeando, se puso a cuatro patas y tuvo la horrible sensación de estarse derritiendo al notar que la piel de todo el cuerpo le quemaba como cera caliente, y antes de que los ojos y las manos le empezaran a crecer, los dedos se le hincharon, las uñas se le ensancharon y los nudillos se le abultaron como tuercas. Los hombros se le separaron dolorosamente, y un picor en la frente le indicó que el pelo se le caía sobre las cejas. Se le rasgó la túnica al ensanchársele el pecho como un barril que reventara los cinchos. Los pies le dolían dentro de unos zapatos cuatro números menos de su medida... Todo concluyó tan repentinamente como había comenzado. Alex se encontró tendido boca abajo, sobre el frío suelo de piedra, oyendo a Myrtle sollozar de tristeza al fondo de los aseos. Con dificultad, se desprendió de los zapatos y se puso de pie. O sea que así se sentía uno siendo Goyle.
—Es increíble —dijo Ron, acercándose al espejo y pinchando con el dedo la nariz chata de Crabbe —Increíble.
—Mejor que nos vayamos —dijo Alex, aflojándose el reloj que oprimía la gruesa muñeca de Goyle—. Aún tenemos que averiguar dónde se encuentra la sala común de Slytherin. —Espero que demos con alguien a quien podamos seguir hasta allí.
Ron dijo, contemplando a Alex: —No sabes lo raro que se me hace ver a Goyle pensando.
Golpeó en la puerta de Hermione. —Vamos, tenemos que irnos...
Una voz aguda le contestó: —Me... me temo que no voy a poder ir. Vayan ustedes sin mí.
Alex intentó calmarla. —Hermione, ya sabemos que Millicent Bulstrode es fea, nadie va a saber que eres tú.
—No, de verdad... no puedo ir. Deben darse prisa ustedes, no pierdan tiempo.
Pasaron varios minutos deambulando, hasta que... —Están aquí —dijo Draco, mirándolos—. ¿Se han pasado todo el tiempo en el Gran Comedor, poniéndose como cerdos? Los estaba buscando, quería enseñarles algo realmente divertido. —Malfoy echó una mirada fulminante a Percy. — ¿Y qué haces tú aquí, Weasley? —le preguntó con aire despectivo.
Percy se ofendió aún más. — ¡Tendrías que mostrar un poco más de respeto a un prefecto! —dijo— ¡No me gusta ese tono!
Malfoy lo miró despectivamente e indicó a Alex y a Ron que lo siguieran. A Alex casi se le escapa disculparse ante Percy, pero se dio cuenta justo a tiempo. Él y Ron salieron a toda prisa detrás de Malfoy, que les decía, mientras tomaban el siguiente corredor: —Ese Peter Weasley...
—Percy —le corrigió automáticamente Ron.
—Como sea —dijo Malfoy—. He notado que últimamente entra y sale mucho por aquí, a hurtadillas. Y apuesto a que sé qué es lo que pasa. —una risa burlona, se le escapó de los labios —Cree que va a pillar al heredero de Slytherin él solito. —les contó divertido a sus amigos.
— ¿Cuál es la nueva contraseña? —preguntó a Alex.
—Eh... —dijo éste.
—¡Ah, ya! «¡Sangre limpia!» —dijo Malfoy, sin escuchar, y se abrió una puerta de piedra disimulada en la pared. Malfoy la cruzó y Alex y Ron lo siguieron. La sala común de Slytherin era una sala larga, semi-subterránea, con los muros y el techo de piedra basta. Varias lámparas de color verdoso colgaban del techo mediante cadenas. Enfrente de ellos, debajo de la repisa labrada de la chimenea, crepitaba la hoguera, y contra ella se recortaban las siluetas de algunos miembros de la casa Slytherin, acomodados en sillas de estilo muy recargado. —Esperen aquí —dijo Malfoy a Alex y Ron, indicándoles un par de sillas vacías separadas del fuego— Voy a traerlo. Mi padre me lo acaba de enviar. —Preguntándose qué era lo que Malfoy iba a enseñarles, Alex y Ron se sentaron, intentando aparentar que se encontraban en su casa. Malfoy volvió al cabo de un minuto, con lo que parecía un recorte de periódico. Se lo puso a Ron debajo de la nariz. —Te vas a reír con esto —dijo.
Alex vio que Ron abría los ojos, asustado. Leyó deprisa el recorte, rió muy forzadamente y pasó el papel a Alex.
Era de El Profeta, y decía:
INVESTIGACIÓN EN EL MINISTERIO DE MAGIA
Arthur Weasley, Director del Departamento Contra el Uso Indebido de la Magia, ha sido multado hoy con cincuenta galeones por embrujar un automóvil Muggle.
El señor Lucius Malfoy, miembro del Consejo Escolar del Colegio Hogwarts de Magia, en donde el citado coche embrujado se estrelló a comienzos del presente curso, ha pedido hoy la dimisión del señor Weasley: «Weasley ha manchado la reputación del Ministerio», declaró el señor Malfoy a nuestro enviado. «Es evidente que no es la persona adecuada para redactar nuestras leyes, y su ridícula Ley de defensa de los muggles debería ser retirada inmediatamente.»
El señor Weasley no ha querido hacer declaraciones, si bien su esposa amenazó a los periodistas diciéndoles que, si no se marchaban, les arrojaría el fantasma de la familia.
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— ¿Y bien? —dijo Malfoy impaciente, cuando Alex le devolvió el recorte— ¿No os parece divertido?
—Ja, ja —rió Alex lúgubremente.
—Arthur Weasley tiene tanto cariño a los muggles que debería romper su varita mágica e irse con ellos —dijo Malfoy desdeñosamente —Por la manera en que se comportan, nadie diría que los Weasley son de Sangre Pura. —A Ron (o, más bien, a Crabbe) se le contorsionaba la cara de la rabia. — ¿Qué te pasa, Crabbe? —dijo Malfoy bruscamente.
—Me duele el estómago —inventó Ron, agarrándose la gran panza.
—Bueno, pues id a la enfermería y dadles a todos esos Sangre Sucia una patada de mi parte —dijo Malfoy, riéndose. Demasiado tarde, Alex y Ron se rieron a la fuerza; sin embargo, Malfoy pareció satisfecho. Quizá Crabbe y Goyle fueran siempre lentos para comprender las gracias. —San Potter, el amigo de los Sangre Sucia —dijo Malfoy lentamente—. Ése es otro de los que no tienen verdadero sentimiento de mago, de lo contrario no iría por ahí con esa sangre sucia presuntuosa que es Granger. ¡Y se creen que Alex es el heredero de Slytherin! —Alex y Ron estaban con el corazón en un puño; quizás a Malfoy le faltaban unos segundos para decirles que el heredero era él. Pero en aquel momento... —Me gustaría saber quién es —dijo Malfoy, petulante—. Podría ayudarle.
A Ron se le quedó la boca abierta, de manera que la cara de Crabbe parecía aún más idiota de lo usual. Afortunadamente, Malfoy no se dio cuenta, y Alex, pensando rápido, dijo: —Tienes que tener una idea de quién hay detrás de todo esto.
—Ya sabes que no, Goyle, ¿cuántas veces tengo que decírtelo? —dijo Malfoy bruscamente— Y mi padre tampoco quiere contarme nada sobre la última vez que se abrió la Cámara de los Secretos. Aunque sucedió hace cincuenta años, y por tanto antes de su época, él lo sabe todo sobre aquello, pero dice que la cosa se mantuvo en secreto total. la última vez que se abrió la Cámara de los Secretos, murió una Sangre Sucia.
—Ah Malfoy, la vergüenza de Slytherin, ¿acabaste ya de besarte con tus noviecitos? —se burló Céline, apareciendo y sonriéndole burlonamente.
Rápidamente, se puso de pie. — ¡¿CÓMO TE ATREVES, POTTER?! —chilló ofendido.
—Volkova, Malfoy. Es Volkova —le corrigió ella, como si fuera un niño pequeño, mientras sonreía. Oh, como amaba molestar al Mortífago Jr. —Y nuevamente, estás llamando de forma despectiva a los Hijos de Muggles —Draco gritó, cuando Céline lo agarró por la nariz, haciéndolo gritar y retorció el cartílago —te advertí, sobre lo que pasaría, si te escuchaba diciendo tales palabras, vergüenza de Slytherin.
Ron y Alex, se dieron cuenta de que estaban cambiando. —Necesito algo... para el estómago. —se excusó Ron, mientras ambos salían de allí.
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Ron y Alex, volvieron al baño, mientras que cambiaban su apariencia, sin notar que eran seguidos de cerca. —Y sabemos que ocurrió hace cincuenta años.
Alex se miró la cara en el espejo roto. Volvía a la normalidad. Se puso las gafas mientras Ron llamaba a la puerta del retrete de Hermione. —Hermione, sal, tenemos muchas cosas que contarte.
—¡Márchense! —chilló Hermione.
Alex y Ron se miraron el uno al otro. —¿Qué pasa? —dijo Ron—. Tienes que estar a punto de volver a la normalidad, Nosotros ya...
Pero Myrtle la Llorona salió de repente atravesando la puerta del retrete. Alex nunca la había visto tan contenta. — ¡Aaaaaaaah, ya la veréis! —dijo—. ¡Es horrible!
Oyeron descorrerse el cerrojo, y Hermione salió, sollozando, tapándose la cara con la túnica. —¿Qué pasa? —preguntó Ron, vacilante—. ¿Todavía te queda la nariz de Millicent o algo así? —Hermione se descubrió la cara y Ron retrocedió hasta darse en los riñones con un lavabo.
Tenía la cara cubierta de pelo negro. Los ojos se le habían puesto amarillos y unas orejas puntiagudas le sobresalían de la cabeza. — ¡Era un pelo de gato! —maulló angustiada—. ¡Mi-Millicent Bulstrode debe de tener un gato! ¡Y la poción no está pensada para transformarse en animal!
La puerta se abrió, McGonagall y Snape entraron, mientras que Alex notó a Céline, mirándolo con un rostro de ira total, que le provocó ponerse totalmente pálido.
—Tomando ingredientes de mi armario privado de pociones, fabricando una poción ilegal e ingresando en una Sala Común que NO ES LA SUYA —gruñó Snape. —Serán 50 puntos de Gryffindor.
— ¡¿50 PUNTOS?! —Se quejó Ron, pálido y McGonagall, no parecía estar ciertamente en contra de la decisión de Snape, estaba de acuerdo y avergonzada. —Pero... profesora, nosotros solo...
— ¡No quiero saberlo, Weasley! —gruñó McGonagall avergonzada, quien parecía desear que la tierra se la tragara. Ya fuera porque resultó que sus alumnos fueron atrapados con las manos en la masa o saber que hicieron algo así.
— ¡Queríamos saber, si Malfoy era el Heredero de Slytherin! —gritó Alex.
—Con que era eso —gruñó Snape, enseñando los dientes y poniéndose rojo de la ira.
—Tendrán detenciones las siguientes seis semanas, compartidas conmigo y Filch. —Dijo McGonagall.
—Estuvieron deambulando, en busca de la Sala Común, actuaron muy extraño para ser Crabbe y Goyle —todos miraron a Céline, quien estaba bastante enfadada, con su hermano y sus amiguitos —y es cierto que ese par no me agradan, pero drogar estudiantes, desnudarlos y dejarlos en un armario... —ella negó con la cabeza.
McGonagall suspiró. —30 puntos para Slytherin... por descubrir a alumnos rompiendo las reglas. —Céline asintió y se marchó, sonriendo al ganarse 30 puntos, prácticamente gratis.
