Harry Potter pertenece a J.K. Rowling.

Solo nos pertenecen los OC.

La Pirata de los Cielos

30: San Valentín según Lockhart.

El desayuno estaba comenzando y ya, todos en Hogwarts sabían, que Ron Weasley y Alex Potter, se habían hecho pasar por Crabbe y Goyle, los habían hecho dormir gracias a una posición, los metieron en un armario de escobas y usaron la Poción Multijugos, para ingresar en la Sala Común de Slytherin, tratando de sacarle a Draco Malfoy, una confesión sobre ser él, el heredero de la casa de las serpientes.

Hermione pasó varias horas en la enfermería, que fácilmente podrían llegar a convertirse días y estos en semanas.

Corrieron rumores sobre su desaparición cuando el resto del colegio regresó a Hogwarts al final de las vacaciones de Navidad, porque naturalmente todos creyeron que la habían atacado.

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Alex y Ron, entraron en el desayuno, bastante enfadados, dirigiéndose hacia la mesa de Slytherin y más precisamente, hacía Céline Volkova, quien desayunaba tranquilamente, junto a Daphne. — ¡Eres una soplona!

—Tan brillante como soy, querido hermano menor, resulta ser que no soy dorada —bromeó Céline sonriente, antes de volver a su rostro de seriedad y enfado, provocándole un escalofrió a su hermano y a Ron —además: no tienes derecho a reclamarme, hermanito. Cuando ustedes tres, están agarrando ingredientes de una poción avanzada, del gabinete privado del Profesor Snape y preparándola. A eso se le llama «robar». Aquí y en la China. Ambos estuvieron recorriendo el colegio, de forma más caótica y estúpida que los Crabbe y Goyle originales, cosa que me permitió descubrirlos. Además: creo que estás olvidado las palabras de McGonagall, el día de ingreso a Hogwarts —y se aclaró la garganta, antes de parafrasear a su profesora — «La Selección es una ceremonia muy importante porque, mientras estéis aquí, vuestras casas serán como vuestra familia en Hogwarts. (...) Mientras estéis en Hogwarts, vuestros triunfos conseguirán que las casas ganen puntos, mientras que cualquier infracción de las reglas hará que los pierdan. Al finalizar el año, la casa que obtenga más puntos será premiada con la copa de la casa, un gran honor. Espero que todos ustedes sean un orgullo para la casa que les toque.» —viendo que fue juego limpio, Alex y Ron dieron media vuelta y se fueron sin desayunar.

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Alex y Ron se pasaron por la enfermería, luego de que Madame Pomfrey, hubiera echado a todos los alumnos, que trataban de echarle la vista encima, que la enfermera quitó las cortinas de su propia cama y las puso en la de Hermione para ahorrarle la vergüenza de que la vieran con la cara peluda y todavía de rasgos felinos, las orejas por encima de la cabeza y los ojos dorados.

Alex y Ron iban a visitarla todas las noches. Cuando comenzó el nuevo trimestre, le llevaban cada día los deberes.

—Si a mí me hubieran salido bigotes de gato, aprovecharía para descansar —le dijo Ron una noche, dejando un montón de libros en la mesita que tenía Hermione junto a la cama.

—No seas tonto, Ron, tengo que mantenerme al día —replicó Hermione rotundamente. Estaba de mucho mejor humor porque ya le había desaparecido el pelo de la cara, todavía quedaban las orejas y bigotes, y los ojos, poco a poco, recuperaban su habitual color marrón. — "¿Tienen alguna pista nueva?" —añadió en un susurro, para que la señora Pomfrey no pudiera oírla.

—Nada —dijo Alex con tristeza.

—Estaba tan convencido de que era Malfoy... —dijo Ron por centésima vez frunciendo el ceño y cruzándose de brazos.

— ¿Qué es eso? —preguntó Alex, señalando algo dorado que sobresalía debajo de la almohada de Hermione.

—Nada, una tarjeta para desearme que me ponga bien —dijo Hermione a toda prisa, intentando esconderla, pero Ron fue más rápido que ella. La sacó, la abrió y leyó en voz alta:

A la señorita Granger deseándole que se recupere muy pronto, de su preocupado profesor Gilderoy Lockhart, Caballero de tercera clase de la Orden de Merlín, Miembro Honorario de la Liga para la Defensa Contra las Fuerzas Oscuras y cinco veces ganador del Premio a la Sonrisa más Encantadora, otorgado por la revista «Corazón de Bruja». —Ron miró a Hermione con disgusto, hacía la carta, más que hacía ella. — ¿Duermes con esto debajo de la almohada? —Pero Hermione no necesitó responder, porque la señora Pomfrey llegó con la medicina de la noche. — ¿A que Lockhart es el sujeto más estresante que has conocido en tu vida? —dijo Ron a Alex al abandonar la enfermería y empezar a subir hacia la torre de Gryffindor.

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Snape les había mandado tantos deberes, que a Alex le parecía que no los terminaría antes de llegar al sexto curso.

Precisamente Ron estaba diciendo que tenía que haber preguntado a Hermione cuántas colas de rata había que echar a una poción crecepelo, cuando llegó hasta sus oídos un arranque de cólera que provenía del piso superior.

— "Es Filch" —susurró Alex, y subieron deprisa las escaleras y se detuvieron a escuchar donde no podía verlos.

—Espero que no hayan atacado a nadie más —dijo Ron, alarmado.

Se quedaron inmóviles, con la cabeza inclinada hacia la voz de Filch, que parecía completamente histérico. —... aún más trabajo para mí. ¡Fregar toda la noche, como si no tuviera otra cosa que hacer! No, ésta es la gota que colma el vaso, me voy a ver a Dumbledore.

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A la mañana siguiente, mientras los Slytherin caminaban hacía el salón de Transformaciones, escucharon a Lockhart y McGonagall hablando entre ellos.

Céline le oyó exponerlo así ante la profesora McGonagall mientras los de Gryffindor y Slytherin marchaban en hilera hacia la clase de Transfiguración. —No creo que volvamos a tener problemas, Minerva —dijo, guiñando un ojo y dándose golpecitos en la nariz con el dedo, con aire de experto. —Creo que esta vez la cámara ha quedado bien cerrada. Los culpables se han dado cuenta de que en cualquier momento yo podía pillarlos y han sido lo bastante sensatos para detenerse ahora, antes de que cayera sobre ellos... Lo que ahora necesita el colegio es una inyección de moral, ¡para barrer los recuerdos del trimestre anterior! No te digo nada más, pero creo que sé qué es exactamente lo que... —De nuevo se tocó la nariz en prueba de su buen olfato y se alejó con paso decidido.

—Entren, por favor —pidió Minerva, esforzándose por calmarse, mientras apretaba los dientes y estaba parada tan rígida como una tabla, junto a la puerta del Salón de Clases. —Hoy vamos a estudiar la Destransformación. Como su nombre lo indica: es el arte de revertir una transformación anterior, siendo considerado tanto una transformación como un contrahechizo. Es una misteriosa rama de la transformación. Siendo Reparifarge es un hechizo general utilizado para contrarrestar los efectos de un hechizo de Transformación que fue mal realizado y sólo parcialmente transfigurado el objeto en cuestión.

—Reparifarge —dijeron todos, al unísono y en voz alta.

Muy bien ahora, veamos que tan bien, pueden hacerlo —dijo McGonagall, moviendo su varita mágica y haciendo que una piedra del tamaño de una pelota de tenis, volara ante cada uno. — ¿Y bien? ¿Qué están esperando? —El tono de voz que utilizó, les recordó a todos, a la esposa de la Profesora McGonagall: La entrenadora Hooch.

Se comenzaron a escuchar muchos «Reparifarge», en el salón de clase, colocando una sonrisa en el rostro de la profesora, mientras vigilaba el trabajo de todos.

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La idea que tenía Lockhart de una inyección de moral se hizo patente durante el desayuno del día 14 de febrero.

Cuando Céline, Daphne y Tracy entraron en el Gran Salón; luego de haber estado toda la noche, entrenando en otros hechizos de magia negra, que Céline conocía; pensaron, por un momento, que se habían equivocado de puerta.

Las paredes estaban cubiertas de flores grandes de un rosa chillón. Y, aún peor, del techo de color azul pálido caían confetis en forma de corazones. — ¿Qué ocurre? —preguntó Céline a nadie en particular, sentándose y quitándose de encima el confeti. Ron, que parecía estar demasiado enojado para hablar, señaló la mesa de los profesores. Lockhart, que llevaba una túnica de un vivo color rosa que combinaba con la decoración, reclamaba silencio con las manos.

Los profesores que tenía a ambos lados lo miraban estupefactos. Desde su asiento, Céline pudo ver a la profesora McGonagall con un tic en la mejilla, mientras intentaba que el simple gesto de darle la mano a su esposa, fuera algo natural. Snape tenía el aspecto que si se hubiera bebido un gran vaso de crecehuesos.

— ¡Feliz día de San Valentín! —gritó Lockhart—. ¡Y quiero también dar las gracias a las cuarenta y seis personas que me han enviado tarjetas! Sí, me he tomado la libertad de preparar esta pequeña sorpresa para todos vosotros... ¡y no acaba aquí la cosa! —Lockhart dio una palmada, y por la puerta del vestíbulo entraron una docena de enanos de aspecto hosco, tan normales en Gringotts. Pero no enanos así, tal cual; Lockbart les había puesto alas doradas y además llevaban arpas. — ¡Mis amorosos cupidos portadores de tarjetas! —sonrió Lockhart. — ¡Durante todo el día de hoy recorrerán el colegio ofreciéndoos felicitaciones de San Valentín! ¡Y la diversión no acaba aquí! Estoy seguro de que mis colegas querrán compartir el espíritu de este día. ¿Por qué no pedís al profesor Snape que os enseñe a preparar un filtro amoroso? ¡Aunque el profesor Flitwick, el muy pícaro, sabe más sobre encantamientos de ese tipo que ningún otro mago que haya conocido!

El profesor Flitwick se tapó la cara con las manos. Snape parecía dispuesto a envenenar a la primera persona que se atreviera a pedirle un filtro amoroso.

—Por favor, Hermione, dime que no has sido una de las cuarenta y seis — le dijo Ron, cuando abandonaban el Gran Comedor para acudir a la primera clase. Pero a Hermione de repente le entró la urgencia de buscar el horario en la bolsa, y no respondió.

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Cuando volvieron a su Sala Común, para buscar sus útiles escolares, Céline sonrió, al escuchar el jadeo que denotaba la sorpresa de Daphne y Tracy. Esperó unos minutos, en la Sala Común, mientras recibía algunos regalos de algunos chicos y vio salir a las dos Slytherin, quienes le saltaron encima, besándola en los labios. Primero una y luego la otra, destrozándoles el corazón a todos los pretendientes masculinos.

Las herederas Greengrass y Davies, enseñaron collares de oro y perlas, con aretes y pulseras a juego.

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Los enanos se pasaron el día interrumpiendo las clases para repartir tarjetas, ante la irritación de los profesores, y al final de la tarde, cuando los de Gryffindor subían hacia el aula de Encantamientos, uno de ellos alcanzó a Alex. — ¡Eh, tú! ¡Alex Potter! —gritó un enano de aspecto particularmente malhumorado, abriéndose camino a codazos para llegar a donde estaba Alex. Ruborizándose al pensar que le iba a ofrecer una felicitación de San Valentín delante de una fila de alumnos de primero, entre los cuales estaba Ginny Weasley, Alex intentó escabullirse. El enano, sin embargo, se abrió camino a base de patadas en las espinillas y lo alcanzó antes de que diera dos pasos. —Tengo un mensaje musical para entregar a Alex Potter en persona —dijo, rasgando el arpa de manera pavorosa.

— ¡Aquí no! —dijo Alex enfadado, tratando de escapar.

— ¡Párate! —gruñó el enano, aferrando a Alex por la bolsa para detenerlo.

— ¡Suéltame! —gritó Alex, tirando fuerte.

—Bien —dijo, sentándose sobre los tobillos de Alex—, ésta es tu canción de San Valentín:

Tiene los ojos verdes como un sapo en escabeche

y el pelo negro como una pizarra cuando anochece.

Quisiera que fuera mío, porque es glorioso,

el héroe que venció al Señor Tenebroso.

Alex habría dado todo el oro de Gringotts por desvanecerse en aquel momento. Intentando reírse con todos los demás, se levantó, con los pies entumecidos por el peso del enano, mientras Percy Weasley hacía lo que podía para dispersar al montón de chavales, algunos de los cuales estaban llorando de risa. — ¡Fuera de aquí, fuera! La campana ha sonado hace cinco minutos, a clase todos ahora mismo —decía, empujando a algunos de los más pequeños.

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Al mismo tiempo, en el Ministerio de Magia, los magos de la Oficina Contra el Uso Incorrecto de los Artefactos Muggles, compuesta por Arthur Weasley y sus dos compañeros, quienes diariamente tratan de mantener los elementos que habían sido hechizados lejos de los Muggles. Con este fin, los miembros de la Oficina, participaron a menudo en redadas para mantener los elementos de magia oscura fuera de circulación.

En estos momentos todos ellos, estaban examinando el diario enviado por los Potter, encontrándose no solo con una alta cantidad de magia oscura, sino incluso, con una consciencia en su interior. Sin embargo, la consciencia en el diario estaba disminuyendo, no así su magia oscura y la magia de alma contenida en el diario, también parecía fortalecerse, sin que pudieran comprender por qué o el cómo.