Harry Potter pertenece a J.K. Rowling.
Solo nos pertenecen los OC.
La Pirata de los Cielos
41: Una rata en Hogwarts.
Al día siguiente, Ron seguía enfadado con Hermione. Los rumores no lo fueron tanto, cuando todos los Gryffindor lo contaron: Ron había adoptado a una rata de campo, hace poco y el gato de Hermione, intentaba cazar a la nueva rata-mascota de Ron.
Apenas habló con ella durante la clase de Herbología, aunque Alex, Hermione y él trabajaban juntos con la misma Vainilla de viento. — ¿Cómo está Scabbers? —le preguntó Hermione acobardada, mientras arrancaban a la planta unas vainas gruesas y rosáceas, y vaciaban las brillantes habas en un balde de madera.
—Está escondida debajo de mi cama, sin dejar de temblar —dijo Ron malhumorado, errando la puntería y derramando las habas por el suelo del invernadero.
— ¡Cuidado, Weasley, cuidado! —gritó la profesora Sprout, al ver que las habas retoñaban ante sus ojos.
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Luego tuvieron Transformaciones. Alex, que estaba resuelto a pedirle después de clase a la profesora McGonagall que le dejara ir a Hogsmeade con los demás, se puso en la cola que había en la puerta, pensando en cómo convencerla. Lo distrajo un alboroto producido al principio de la hilera. Lavender Brown estaba llorando. Parvati la rodeaba con el brazo y explicaba algo a Seamus Finnigan y a Dean Thomas, que escuchaban muy serios.
—¿Qué ocurre, Lavender? —preguntó preocupada Hermione, cuando ella, Harry y Ron se acercaron al grupo.
— "Esta mañana ha recibido una carta de casa" —susurró Parvati—. "Se trata de su conejo Binky: Un zorro lo ha matado."
—¡Vaya! —dijo Hermione—. Lo siento, Lavender.
—¡Tendría que habérmelo imaginado! —dijo Lavender en tono trágico—. ¿Saben qué día es hoy?
—Eh...
— ¡16 de octubre! ¡«Eso que temes ocurrirá el viernes 16 de octubre»! ¿Se acuerdan de la primera clase de Adivinación? ¡Tenía razón! —Toda la clase se acababa de reunir alrededor de Lavender. Seamus cabeceó con pesadumbre.
Hermione titubeó. Luego dijo: —Tú, tú... ¿temías que un zorro matara a Binky?
—Bueno, no necesariamente un zorro —dijo Lavender; alzando la mirada hacia Hermione y con los ojos llenos de lágrimas—. Pero tenía miedo de que muriera.
—Vaya —dijo Hermione. Volvió a guardar silencio. Luego preguntó—: ¿Era viejo?
—No... —dijo Lavender sollozando—. ¡So... sólo era una cría! —Parvati le estrechó los hombros con más fuerza.
—Pero entonces, ¿por qué temías que muriera? —preguntó Hermione. Parvati la fulminó con la mirada—. Bueno, míralo lógicamente. —añadió Hermione hacia el resto del grupo, quienes la fulminaban con la mirada—. Lo que quiero decir es que..., bueno, Binky ni siquiera ha muerto hoy. Hoy es cuando Lavender ha recibido la noticia... —Lavender gimió—. Y no puede haberlo temido, porque la ha pillado completamente por sorpresa.
—No le hagas caso, Lavender —dijo Ron—. Las mascotas de los demás no le importan en absoluto.
La profesora McGonagall abrió en ese momento la puerta del aula, lo que tal vez fue una suerte. Hermione y Ron se lanzaban ya miradas asesinas, y al entrar en el aula se sentaron uno a cada lado de Alex y no se dirigieron la palabra en toda la hora.
Céline escuchó a Lavender contarle a Parvati, como había encontrado a Binky en el bosque cercano a su hogar, siendo un conejito muy enfermizo y habiendo sido abandonado por la madriguera, así que ella lo acogió.
Cuando fue la hora de Pociones y viendo el estado de animo de dos miembros del Trio Dorado de Gryffindor, Céline se unió a Alex, mientras que Ron acabó junto a Draco y se mataban con la mirada; Hermione con Lavender Brown y Daphne con Tracey, tratando todos, de sacar una poción de Antídoto de Venenos Poco Comunes.
Snape se acercó a la poción de Tracey y Daphne y asintió. —... y, como pueden ver, combinados los ingredientes forman el antídoto contra los venenos poco comunes. Puede administrarse para curar cosas como la mordedura venenosa de una Doxy o de una Ashwinger.
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El banquete terminó con una actuación de los fantasmas de Hogwarts. Saltaron de los muros y de las mesas para llevar a cabo un pequeño vuelo en formación. Nick Casi Decapitado, el fantasma de Gryffindor; cosechó un gran éxito con una representación de su propia desastrosa decapitación.
Alex, Ron y Hermione siguieron al resto de los de su casa por el camino de la torre de Gryffindor, pero cuando llegaron al corredor al final del cual estaba el retrato de la señora gorda, lo encontraron atestado de alumnos.
—¿Por qué no entran? —preguntó Ron intrigado.
Alex miró delante de él, por encima de las cabezas. El retrato estaba cerrado. — ¡Déjenme pasar; por favor! —dijo la voz de Percy. Se esforzaba por abrirse paso a través de la multitud, dándose importancia—. ¿Qué es lo que ocurre? No es posible que nadie se acuerde de la contraseña. Déjenme pasar, soy el Premio Anual. —La multitud guardó silencio entonces, empezando por los de delante. Fue como si un aire frío se extendiera por el corredor. Oyeron que Percy decía con una voz repentinamente aguda: — ¡QUE ALGUIEN VAYA A BUSCAR AL PROFESOR DUMBLEDORE, RÁPIDO!
Las cabezas se volvieron. Los de atrás se ponían de puntillas. — ¿Qué sucede? —preguntó Ginny, que acababa de llegar. Al cabo de un instante hizo su aparición el profesor Dumbledore, dirigiéndose velozmente hacia el retrato. Los alumnos de Gryffindor se apretujaban para dejarle paso, y Alex Ron y Hermione se acercaron un poco para ver qué sucedía.
— ¡Anda, mi madr...! —exclamó Hermione, cogiéndose al brazo de Alex. La señora gorda había desaparecido del retrato, que había sido rajado tan ferozmente que algunas tiras del lienzo habían caído al suelo. Faltaban varios trozos grandes.
Dumbledore dirigió una rápida mirada al retrato estropeado y se volvió. Con ojos entristecidos vio a los profesores McGonagall, Lupin y Snape, que se acercaban a toda prisa. —Hay que encontrarla —dijo Dumbledore—. Por favor; profesora McGonagall, dígale enseguida al señor Filch que busque a la señora gorda por todos los cuadros del castillo.
— ¡Hábiles espero que sean! —dijo una voz socarrona. Era Peeves, que revoloteaba por encima de la multitud y estaba encantado, como cada vez que veía a los demás preocupados por algún problema.
— ¿Qué quieres decir, Peeves? —le preguntó Dumbledore tranquilamente. La sonrisa de Peeves desapareció. No se atrevía a burlarse de Dumbledore. Adoptó una voz empalagosa que no era mejor que su risa.
—Le da vergüenza, señor director. No quiere que la vean. Es un desastre de mujer. La vi correr por el paisaje, hacia el cuarto piso, señor; esquivando los árboles y gritando algo terrible —dijo con alegría—. Pobrecita —añadió sin convicción.
— ¿Dijo quién lo ha hecho? —preguntó Dumbledore en voz baja.
—Sí, señor director —dijo Peeves, con pinta de estar meciendo una bomba en sus brazos—. Se enfadó con ella porque no le permitió entrar, ¿sabe? —Peeves dio una vuelta de campana y dirigió a Dumbledore una sonrisa por entre sus propias piernas—. Ese Peter Pettigrew tiene un genio insoportable.
El profesor Dumbledore mandó que los estudiantes de Gryffindor volvieran al Gran Comedor; donde se les unieron, diez minutos después, los de Ravenclaw, Hufflepuff y Slytherin. Todos parecían confusos. —Los demás profesores y yo tenemos que llevar a cabo un rastreo por todo el castillo —explicó el profesor Dumbledore, mientras McGonagall y Flitwick cerraban todas las puertas del Gran Comedor—. Me temo que, por vuestra propia seguridad, tendréis que pasar aquí la noche. Quiero que los prefectos monten guardia en las puertas del Gran Comedor y dejo de encargados a los dos Premios Anuales. Comunicadme cualquier novedad —añadió, dirigiéndose a Percy, que se sentía inmensamente orgulloso—. Avisadme por medio de algún fantasma. —El profesor Dumbledore se detuvo antes de salir del Gran Comedor y añadió—: Bueno, necesitarán... —Con un movimiento de la varita, envió volando las largas mesas hacia las paredes del Gran Comedor. Con otro movimiento, el suelo quedó cubierto con cientos de mullidos sacos de dormir rojos. —Felices sueños —dijo el profesor Dumbledore, cerrando la puerta.
El Gran Comedor empezó a bullir de excitación. Los de Gryffindor contaban al resto del colegio lo que acababa de suceder.
— ¡Todos a los sacos! —gritó Percy—. ¡Ahora mismo, se acabó la charla! ¡Apagaré las luces dentro de diez minutos!
—Vamos —dijo Ron a Hermione y a Alex. Cogieron tres sacos de dormir y se los llevaron a un rincón.
— "¿Creen ustedes que Pettigrew sigue en el castillo?" —susurró Hermione con preocupación.
—Evidentemente, Dumbledore piensa que es posible —dijo Ron.
—Es una suerte que haya elegido esta noche, ¿se dan cuenta? —dijo Hermione, mientras se metían vestidos en los sacos de dormir y se apoyaban en el codo para hablar—. La única noche que no estábamos en la torre...
—Supongo que con la huida no sabrá en qué día vive —dijo Ron—. No se ha dado cuenta de que es Halloween. De lo contrario, habría entrado aquí a saco.
Hermione se estremeció. A su alrededor todos se hacían la misma pregunta: — ¿Cómo ha podido entrar?
—El castillo no está protegido sólo por muros —indicó Hermione—, sino también por todo tipo de encantamientos para evitar que nadie entre furtivamente. No es tan fácil aparecerse aquí. Y quisiera ver el disfraz capaz de engañar a los Dementores. Vigilan cada una de las entradas a los terrenos del colegio. Si hubiera entrado volando, también lo habrían visto. Filch conoce todos los pasadizos secretos y estarán vigilados.
— ¡Voy a apagar las luces ya! —gritó Percy—. Quiero que todo el mundo esté metido en el saco y callado.
Todas las velas se apagaron a la vez. La única luz venía de los fantasmas de color de plata, que se movían por todas partes, hablando con gravedad con los prefectos, y del techo encantado, tan cuajado de estrellas como el mismo cielo exterior. Entre aquello y el cuchicheo ininterrumpido de sus compañeros, Alex se sintió como durmiendo a la intemperie, arrullado por la brisa.
Céline se quedó dormida, solo para quejarse cuando sintió un ardor en su ojo derecho. Su ojo draconiano, el cual se abrió.
— "¿Y la señora gorda, señor?" —preguntó Snape.
— "Se había escondido en un mapa de Argyllshire del segundo piso." —explicó Dumbledore — "Parece que se negó a dejar entrar a Pettigrew sin la contraseña, y por eso la atacó."
— "Hemos registrado todo el primer piso, pero no estaba allí." —susurraba Snape — "Y Filch ha examinado las mazmorras; tampoco ha encontrado rastro de él."
— "¿Y la torre de astronomía? ¿Y el aula de la profesora Trelawney? ¿Y la pajarera de las lechuzas?"
— "Lo hemos registrado todo..."
— "Muy bien, Severus." —dijo Dumbledore, con el tono de voz, que usaría en un perro, cosa que Snape entendió y eso lo hizo enfadar — "La verdad es que no creía que Black prolongara su estancia aquí."
— "¿Tiene alguna idea de cómo pudo entrar; profesor?" —preguntó Snape.
Alex alzó la cabeza ligeramente, para desobstruirse el otro oído. — "Muchas, Severus, pero todas igual de improbables."
Al mismo tiempo que escuchaban la conversación, Céline tuvo una visión: Una rata transformándose en un hombre muy bajito, apenas un poco más alto que Céline y Daphne. Tenía el pelo disperso y descolorido, con calva en la coronilla. Parecía encogido, como un gordo que hubiera adelgazado rápidamente. Su piel parecía roñosa, y le quedaba algo de su anterior condición roedora en lo puntiagudo de la nariz y en los ojos pequeños y húmedos.
El hombre (de quien ahora Céline recordaba el rostro, era Peter Pettigrew y había visto una foto suya, en el Álbum familiar) se alejaba de Hogwarts y entonces, la escena cambiaba a Pettigrew en un cementerio, colocando algo, dentro de un caldero.
