Harry Potter pertenece a J.K. Rowling.

Solo nos pertenecen los OC.

La Pirata de los Cielos

42: Clases sobre Patronus.

Durante los días que siguieron, en el colegio no se habló de otra cosa que de Sirius Black. Las especulaciones acerca de cómo había logrado penetrar en el castillo fueron cada vez más fantásticas; Hannah Abbott, de Hufflepuff, se pasó la mayor parte de la clase de Herbología contando que Black podía transformarse en un arbusto florido.

Habían quitado de la pared el lienzo rasgado de la señora gorda y lo habían reemplazado con el retrato de sir Cadogan y su pequeño y robusto caballo gris. Esto no le hacía mucha gracia a los Gryffindor. Debido a que Sir Cadogan se pasaba la mitad del tiempo retando a duelo a todo el mundo, y la otra mitad inventando contraseñas ridículamente complicadas que cambiaba al menos dos veces al día.

—Está loco de remate —le dijo Seamus Finnigan a Percy, enfadado—. ¿No hay otro disponible?

—Ninguno de los demás retratos quería el trabajo —dijo Percy—. Estaban asustados por lo que le ha ocurrido a la señora gorda. Sir Cadogan fue el único lo bastante valiente para ofrecerse voluntario.

...

...

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Al mismo tiempo, Céline se paseaba por Hogwarts, imbuyendo Magia en su ojo draconiano. El parche no le impedía ver, era como si el parche no estuviera allí, incluso cuando permanecía tapado.

Había toda clase de magia en Hogwarts. Magia de muchos colores, magia que tenía formas esféricas, formas de líneas verticales, líneas horizontales onduladas, un conjunto de muchas espirales y más, muchísimo más.

— "Esto es increíble" —susurraba para sí misma, mirando de un lado a otro, mientras ascendía en las escaleras y recordaba su visión de la noche anterior. Volvió su mirada, hacía la pared opuesta, en donde había un tapiz de Bárnabas el Chiflado, tratando de enseñar Ballet a unos troles, quienes lo golpeaban en la cabeza, con mazos. Céline se hallaba en el séptimo piso justo en frente de un tapiz de Bárnabas el Chiflado. — "Para hacerla aparecer se debe pasar tres veces frente al pedazo de pared despejada" —susurraba, mientras recordaba la visión de una sombra, pasando ante la pared, miró la pared opuesta y supo que allí había una magia tremendamente poderosa, entre dorada y violeta. Con la necesidad clara en la mente: Recordando la habitación que estaba llena de todo tipo de artefactos, pero decidida en concentrarse en la Diadema de Rowena Ravenclaw. Se concentró en lo que necesitaba, hasta lograr que apareciera una puerta que al abrirla reveló una especie de "mini-ciudad" conformada por miles de objetos que los alumnos de Hogwarts de todas las generaciones fueron ocultando. —Con que este fue el lugar, en donde un alumno puede ocultar lo que él quiera, ¿eh? —una nueva visión tuvo lugar: Vio a Tom Ryddle, en un lugar completamente a oscuras, pero en el suelo había algo escrito en blanco. Escrito en Runas y Céline lo sabía, gracias a que estaba en la clase, logrando reconocer al menos dos de esas runas. En aquel lugar, solo había una luz: Una llama verde, encerrada dentro de una esfera de cristal. Ante Ryddle y ella, una diadema y a los pies de Ryddle, el cadáver. Después, la escena cambió y lo vio ocultando la Diadema de Ravenclaw: Un objeto de plata, bellamente tallada, con una piedra preciosa de color azul en el centro... — "Un artefacto tan importante históricamente para Hogwarts, convertido en un Horrocrux". —Comenzó a registrarlo todo: usando el Wingardium Leviosa para mover algunos objetos, abriendo cajones, tirando cosas y todavía, sin encontrarlo. Se pasó una mano por el cabello y extrajo sus dos pistolas. Se le agotaba la paciencia y tenía clases. — ¡Sinfonía de las Balas: Bala Buscadora: Diadema de Rowena Ravenclaw! —dos círculos rúnicos, aparecieron en la boca de la pistola, mientras abría fuego y las balas plateadas, viajaban por el aire, dejando una estela, como la cola de un cometa, mientras ella, los seguía con la mirada. La encontró dentro de un cajón, con un aura blanca. Destruyó el cajón con su sable con su sable pirata y vio caer la diadema al suelo; entonces, algo relució, volvió la mirada y encontró una botellita con algo dentro.

—Es la diadema de mi madre. —Céline se giró y empuñó una de sus pistolas, solo para encontrarse al fantasma de Ravenclaw —Hoy en día, todos me llaman "Dama Gris", pocos saben que mi verdadero nombre, es Helena Slytherin-Ravenclaw. Primogénita de Salazar Slytherin y Rowena Ravenclaw. —Céline abrió los ojos, al escuchar eso —La Diadema de mi madre, la hacía sumamente inteligente y yo estaba celosa de su inteligencia, incluso cuando yo estaba en esa misma casa. Entonces, durante una noche tormentosa, robé la diadema. Traté de hacerme más inteligente, más importante que mi madre. Me escapé con ella. Mi madre nunca, admitió que la diadema había desaparecido, pero fingió que la tenía todavía. Ella ocultó su pérdida, la traición terrible, incluso de los demás fundadores de Hogwarts. Hui a Albania. Supe que mi madre cayó gravemente enferma, y, esperando volverme a ver por última vez, envió al Barón Sanguinario, un hombre que ocultaba un amor no correspondido hacía mí, para encontrarme. El Barón me asesinó cuando yo me negué a volver junto a él al castillo, luego se suicidó de arrepentimiento por lo que había hecho. Ambos volvimos como fantasmas al Castillo Hogwarts, donde me convertí y continúa siendo el Fantasma de la Casa Ravenclaw. Entonces, en los años 40, Tom Ryddle, descendiente de mis padres, me sedujo para que le contara la historia de la diadema y yo lo hice, Ryddle robó la diadema de su escondite, la convirtió en un Horrocrux y la ocultó aquí. —Una sonrisa apareció en sus labios —La diadema no...

—No es el único artefacto convertido en un Horrocrux, pero es el segundo que he podido destruir —concluyó Céline y Helena asintió.

—Te enseñaré la única maldición conocida, que puede destruir un Horrocrux: Un fragmento de alma y magia, encerrado en un objeto, impidiendo la muerte total del lanzador de la maldición. Es la maldición Fyendfire —así lo hizo Céline y siguiendo sus instrucciones, ella aprendió la maldición. Pero, aun así, utilizó la botellita con el veneno de basilisco, perfectamente contenido dentro de la botellita, dejando caer tres gotas en la piedra preciosa de la diadema de Ravenclaw, causando que un espectro de humo de Voldemort, saliera de la diadema y esta quedara impoluta.

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Céline corrió hacía la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, mientras se maldecía por ser tan estúpida. La destrucción de la Diadema, demoró más, de lo que ella misma podía creerse, a pesar de que se sintió como menos de un minuto... pero también debía de pensar en que tuvo que bajar siete pisos enteros, tomar sus cosas de la Sala Común de Slytherin y llegar al salón de clases —Lamento llegar tarde, profesor Lupin. Yo... —Pero no era Lupin quien lo miraba desde la mesa del profesor; era Snape.

—La clase ha comenzado hace diez minutos, Volkova. Así que creo que descontaremos a Slytherin diez puntos. Siéntate.

Pero Céline no se movió. — ¿Dónde está el profesor Lupin? —preguntó, mientras se daba cuenta de que seguía allí parada, suspiró y comenzó a caminar hacía Daphne.

—No se encuentra bien para dar clase hoy. —dijo Snape con una falsa sonrisa —Nada que ponga en peligro su vida, no se preocupe. Como decía antes de que nos interrumpiera Volkova, el profesor Lupin no ha dejado ninguna información acerca de los temas que han estudiado hasta ahora...

—Hemos estudiado los boggarts, los gorros rojos, los kappas y los grindylows —informó Hermione rápidamente—, y estábamos a punto de comenzar...

—Cállate —dijo Snape fríamente—. No te he pregun tado. Sólo comentaba la falta de organización del profesor Lupin.

—Es el mejor profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras que hemos tenido—dijo Dean Thomas con atrevimiento, y la clase expresó su conformidad con murmullos. Snape puso el gesto más amenazador que le habían visto.

—Sois fáciles de complacer. Lupin apenas os exige esfuerzo... Yo daría por hecho que los de primer curso son ya capaces de manejarse con los gorros rojos y los grindylows. Hoy veremos... —un pergamino, cayó ante él — ¿Qué es esto?

—Los Kappas, nuestra última clase, ese es el informe que nos pidió.

Alex vio a un Snape con el rostro enrojecido de ira, hojear el libro de texto hasta llegar al último capítulo, que debía de imaginarse que no habían visto. —Veremos... los hombres lobo —concluyó Snape.

—Pero profesor —dijo Hermione, que parecía incapaz de contenerse—, todavía no podemos llegar a los hombres lobo. Está previsto comenzar con los hinkypunks...

—Señorita Granger —dijo Snape con voz calmada—, creía que era yo y no tú quien daba la clase. Ahora, abrid todos, el libro por la página 394. —Miró a la clase—: Todos. Ya. —Con miradas de soslayo y un murmullo de descontento, abrieron los libros. — ¿Quién de ustedes puede decirme cómo podemos distinguir entre el hombre lobo y el lobo auténtico? —Todos se quedaron en completo silencio. Todos excepto Hermione, cuya mano, como de costumbre, estaba levantada. — ¿Nadie? —preguntó Snape, sin prestar atención a Hermione. La sonrisa contrahecha había vuelto a su rostro—. ¿Es que el profesor Lupin no les ha enseñado ni siquiera la distinción básica entre...?

—Ya se lo hemos dicho —dijo de repente Parvati—. No hemos llegado a los hombres lobo. Estamos todavía por...

—¡Silencio! —gruñó Snape—. Bueno, bueno, bueno... Nunca creí que encontraría una clase de tercero que ni siquiera fuera capaz de reconocer a un hombre lobo. Me encargaré de informar al profesor Dumbledore de lo atrasados que estáis todos...

—Por favor, profesor —dijo Hermione, que seguía con la mano levantada—. El hombre lobo difiere del verdadero lobo en varios detalles: el hocico del hombre lobo...

—Es la segunda vez que hablas sin que te corresponda, señorita Granger —dijo Snape con frialdad—. Cinco puntos menos para Gryffindor por ser una sabelotodo insufrible.

Hermione se puso muy colorada, bajó la mano y miró al suelo, con los ojos llenos de lágrimas. Un indicio de hasta qué punto odiaban todos a Snape era que lo estaban fulminando con la mirada. Todos, en alguna ocasión, habían llamado sabelotodo a Hermione, y Ron Weasley, que lo hacía por lo menos dos veces a la semana, dijo en voz alta: —Usted nos ha hecho una pregunta y ella le ha respondido. ¿Por qué pregunta si no quiere que se le responda? —Sus compañeros comprendieron al instante que había ido demasiado lejos, pero a nadie le importaba.

—Te quedarás castigado, Weasley —dijo Snape con voz suave y acercando el rostro al de Ron, viendo en los ojos marrones del mocoso pelirrojo, que no le importaba en lo más mínimo su castigo, sino haber hablado en defensa de la mocosa sabelotodo y eso solo lo enfureció aún más. Weasley era igual a él, en términos de amistades, que se quedaban en amistades. Weasley y él, estuvieron enamorados de una chica inteligente y maravillosa, en su caso había sido Lily y ella lo abandonó, por el otro idiota. Sabía que Weasley se quedaría lamentándose toda su vida, mientras veía a Potter, casado con Granger —Y si vuelvo a oírte criticar mi manera de dar clase, te arrepentirás. —Nadie se movió durante el resto de la clase. Siguió cada uno en su sitio, tomando notas sobre los hombres lobo del libro de texto, mientras Snape rondaba entré las filas de pupitres examinando el trabajo que habían estado haciendo con el profesor Lupin. —Muy pobremente explicado... Esto es incorrecto... El kappa se encuentra sobre todo en Mongolia... ¿El profesor Lupin te puso un ocho? Yo no te habría puesto más de un tres. —Cuando el timbre sonó por fin, Snape los retuvo: —Escribirán una redacción de dos pergaminos sobre las maneras de reconocer y matar a un hombre lobo. Para el lu nes por la mañana. Ya es hora de que alguien meta en cintura a esta clase. Weasley, quédate, tenemos que hablar sobre tu castigo.

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Mientras que a Weasley lo castigaban, teniendo que ir a lavar los baños, los Slytherin tuvieron una clase de Historia de la Magia, en la cual Céline, Daphne y Tracy, leían un libro sobre el hechizo Expecto Patronus.

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—Si Snape vuelve a dar la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, me pondré enfermo —explicó Ron, mientras se dirigían al aula de Lupin, tras el almuerzo, cuatro días después, de la última clase con Snape —. Mira a ver quién está, Hermione.

Hermione se asomó al aula. — ¡Estupendo!

El profesor Lupin había vuelto al aula. Ciertamente, tenía aspecto de convaleciente. Las togas de siempre le quedaban grandes y tenía ojeras. Sin embargo, sonrió a los alumnos mientras se sentaban, y ellos prorrumpieron inmediatamente en quejas sobre el comportamiento de Snape durante la enfermedad de Lupin.

—No es justo. Sólo estaba haciendo una sustitución ¿Por qué tenía que mandarnos trabajo?

—No sabemos nada sobre los hombres lobo...

— ¡(...) dos pergaminos!

— ¿Le dieron al profesor Snape que todavía no habíamos llegado ahí? —preguntó el profesor Lupin, frunciendo un poco el entrecejo.

Volvió a producirse un barullo. —Sí, pero dijo que íbamos muy atrasados...

—... no nos escuchó...

— ¡... dos pergaminos!

El profesor Lupin sonrió ante la indignación que se dibujaba en todas las caras. —No se preocupen. Hablaré con el profesor Snape. No tendréis que hacer el trabajo.

— ¡Oh, no! —exclamaron Hermione, Daphne y Céline, decepcionadas—. ¡Yo ya lo he terminado!

Tuvieron una clase muy agradable. El profesor Lupin había llevado una caja de cristal que contenía un Hinkypunk, una criatura pequeña de una sola pata que parecía hecha de humo, enclenque y aparentemente inofensiva. —Atrae a los viajeros a las ciénagas —dijo el profesor Lupin mientras los alumnos tomaban apuntes—. ¿Ven el farol que le cuelga de la mano? Le sale al paso, el viajero sigue la luz y entonces... —El Hinkypunk produjo un chirrido horrible contra el cristal. Les quedaba otra hora de clase de DCAO, y la clase cambió totalmente su tono alegre, volviéndose un tono, solo un poco ensombrecido. Un rayo de sol invernal cruzó el aula, iluminando el cabello gris de Lupin y las líneas de su joven rostro—. Los Dementores están entre las criaturas más nauseabundas del mundo. Infestan los lugares más oscuros y más sucios. Disfrutan con la desesperación y la destrucción ajenas, se llevan la paz, la esperanza y la alegría de cuanto les rodea. Incluso los muggles perciben su presencia, aunque no pueden verlos. Si alguien se acerca mucho a un Dementor; éste le quitará hasta el último sentimiento positivo y hasta el último recuerdo dichoso. Si puede, el Dementor se alimentará de él hasta convertirlo en su semejante: en un ser desalmado y maligno. Le dejará sin otra cosa que las peores experiencias de su vida.

—Usted ahuyentó en el tren a aquel Dementor —dijo Alex de repente.

—Hay algunas defensas que uno puede utilizar —explicó Lupin—. Pero en el tren sólo había un Dementor. Cuantos más hay, más difícil resulta defenderse. Quiero que comprenda, que no soy ningún experto en la lucha contra los Dementores. Más bien lo contrario...

—Pero si los Dementores acuden a otro partido de Quidditch, tenemos que tener algún arma contra ellos. —dijo Céline —Ellos se alimentan de la felicidad y no tendremos mayor felicidad y emociones fuertes, que cuando llegue ese partido, profesor.

—Me temo que no podrá ser hasta el próximo trimestre. —dijo Lupin —Tengo mucho que hacer antes de las vacaciones. Elegí un momento muy inoportuno para caer enfermo.

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Cuando llegó el próximo semestre, todos estuvieron esperando la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, vieron emocionados, un cofre con un Bogart dentro y vieron al profesor Lupin, lanzar varios hechizos al cofre. —No podemos traer a un Dementor de verdad al castillo para practicar, el Bogart se convertirá en Dementor cuando vea a Alex y el hechizo que le he lanzado al cofre, lo mantendrá en esa forma y provocará sentimientos muy similares a los de un Dementor genuino, de forma que podrás practicar con él. Puedo guardarlo en mi despacho cuando no lo utilicemos, bajo mi mesa hay un armario que le gustará.

—De acuerdo —dijeron los alumnos de tercer año, haciendo como que no era aprensivo y satisfecho de que Lupin hubiera encontrado un sustituto de un Dementor de verdad.

—Así pues... —el profesor Lupin sacó su varita mágica e indicó a los jóvenes que hicieran lo mismo—. El hechizo que trataré de enseñarles es magia muy avanzada, para niños de 13 años, esto es algo que deberían de aprender en clases extracurriculares, entre sexto y séptimo... Bueno, es muy por encima del nivel corriente de embrujo. Se llama «Encantamiento Patronus».

—¿Cómo es? —preguntó Draco, nervioso.

—Bueno, cuando sale bien invoca a un Patronus para que se aparezca —explicó Lupin— y que es una especie de Anti-Dementor; un guardián que hace de escudo entre el Dementor y tú. —Céline se imaginó de pronto agachado tras alguien del tamaño de Hagrid que empuñaba una porra gigantesca. —El profesor Lupin continuó: —El Patronus es una especie de fuerza positiva, una proyección de las mismas cosas de las que el Dementor se alimenta: esperanza, alegría, deseo de vivir... y no puede sentir desesperación como los seres humanos, de forma que los Dementores no lo pueden herir, pero sí pueden lastimarlos a ellos: causan que salgan humo de los Dementores y se alejen o incluso... pueden llegar a destruirlos al completo. Pero tengo que advertirles, de que el hechizo podría resultarte excesivamente avanzado. Muchos magos cualificados tienen dificultades con él.

—¿Qué aspecto tiene un Patronus? —dijo Céline con curiosidad.

—Es según el mago que lo invoca.

— ¿Y cómo se invoca? —preguntó ahora Draco Malfoy, frunciendo el ceño, creyendo que sería algo difícil de hacer.

—Con un encantamiento que sólo funcionará si se concentran con todas sus fuerzas en un solo recuerdo de mucha alegría.

Céline intentó recordar algo alegre, así como lo hicieron todos los alumnos. Desde luego, nada de lo que le había ocurrido en casa de los Dursley le serviría. Al final recordó el instante en que fue adoptada por Aleksandra y Susanna. —Ya —dijo la princesa. Todos los alumnos, fueron indicando que estaban listos y con sus recuerdos más felices, en sus mentes.

—El encantamiento es así: Apuntan hacía el Dementor y pronuncian —Lupin se aclaró la garganta—: ¡Expecto patronum!

—Expecto patronum —repitió Céline entre dientes, concentrándose en el recuerdo feliz. —Expecto patronum.

— ¿Se están concentrando con fuerza en el recuerdo feliz?

Alex estaba obligando a su mente a que retrocediese hasta aquel momento en el cual su padre, le enseñó a subirse a una escoba—. Expecto patrono, no, patronum... perdón... ¡Expecto patronum! ¡Expecto patronum!

De repente, como un chorro, surgió algo desde los extremos múltiples varitas. Era como un gas plateado. — ¿Lo ha visto? —preguntó Alex entusiasmado—. ¡Algo ha ocurrido!

—Muy bien —dijo Lupin sonriendo. — Bien, entonces... ¿están preparados para probarlo en un Dementor? —Todos asintieron.

Una gran cantidad de gritos: «¡Expecto Patronum!», se escucharon en la sala, mientras que el Dementor aparecía y gases plateados, aparecían. Lupin cogió la tapa de la caja de embalaje y tiró de ella, devolviendo al Boggart-Dementor, a su interior. Repartió chocolate en tabletas y tazas de chocolate, para que sus alumnos bebieran. —La mayoría de ustedes, lo ha hecho muy bien. Especialmente Neville y Tracy.

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Después de varias sesiones, eran capaces de crear una sombra poco precisa cada vez que el Dementor se le acercaba, pero su Patronus era demasiado débil para ahuyentar al Dementor. Lo único que hacía era mantenerse en el aire como una nube semitransparente, vaciando de energía a los alumnos mientras éstos se esforzaban por mantenerlo. Alex y Céline demostraban que sí eran hermanos, incluso con el antinatural color de cabello de Céline: Ambos estaban enfadados ellos mismos. —Esperas demasiado de ti mismo, Alex. —le dijo severamente el profesor Lupin en la cuarta semana de prácticas —Para que un grupo de magos y brujas de trece años, incluso convocar Patronus Incorpóreos como estos son hazañas enormes. Tú también, Celíne.

—Creí que el Patronus embestiría contra los Dementores —Céline dijo lo que su hermano y varios más, pensaban —, que los haría desaparecer...

—El verdadero Patronus los hace desaparecer —contestó Lupin—. Pero ustedes han logrado mucho en poco tiempo. Si los Dementores hacen aparición en el próximo partido de Quidditch, serán entonces todos ustedes, capases de tenerlos a raya el tiempo necesario para volver al juego.

—Usted dijo que es más difícil cuando hay muchos —repuso Alex, quien sintió la mano de Hermione en el hombro.

—Y es por eso, que estamos practicándolo todos nosotros, Alex. —dijo Hermione, quien miró al profesor —Seguramente, también los Ravenclaw y Hufflepuff, estarán practicando. —Y Lupin asintió y salió del salón de clases, dándole esa clase por terminada, sabiendo que los alumnos se seguirían esforzando en clase.

Esto dejó a los Gryffindor y Slytherin pensativos, todos miraron hacía la nube de Dementores, allá afuera.

Algo logró ver Céline en el reflejo de la ventana, detrás de ella, afuera en la puerta, pero se alejó rápidamente. Un color de magia, el cual solo había visto en su maestra McGonagall, en su padre y en su padrino: el color pardo ante. Era el color de los Animagos. Corrió hacia afuera y vio una rata envuelta en un aura pardo ante. — ¿Quién eres tú, Animago? ¿un alumno o un maestro? —caminó siguiéndolo y fue fácil de encontrarlo, pues solo eran alumnos comunes y corrientes, con las auras azules, a las cuales ella ya estaba acostumbrada y el pardo ante, se distinguía fácilmente. Dobló en una esquina y lo perdió de vista. —Mierda.