Harry Potter pertenece a J.K. Rowling.
Solo nos pertenecen los OC.
La Pirata de los Cielos
44: Todos en vela, todos alerta.
En la torre de Gryffindor nadie pudo dormir aquella noche. Sabían que el castillo estaba volviendo a ser rastreado y todo el colegio permaneció despierto en la sala común. esperando a saber si habían atrapado a Pettigrew o no, luego de que un alumno de sexto año, dijera que lo habían atacado por la espalda y la descripción que dio, fue muy acertada: un hombre de baja estatura, con rasgos de rata y dientes frontales incisivos. La profesora McGonagall volvió al amanecer para decir que se había vuelto a escapar.
Por cualquier sitio por el que pasaran al día siguiente encontraban medidas de seguridad más rigurosas. El profesor Flitwick instruía a las puertas principales para que reconocieran una foto de Peter Pettigrew.
Filch iba por los pasillos, tapándolo todo con tablas, desde las pequeñas grietas de las paredes hasta las ratoneras. La señora gorda, había sido restaurada magistralmente, pero continuaba muy nerviosa, y accedió a regresar a su trabajo sólo si contaba con protección. Contrataron a un grupo de hoscos troles de seguridad para protegerla. Recorrían el pasillo formando un grupo amenazador; hablando entre gruñidos y comparando el tamaño de sus porras.
La estatua seguía sin protección y despejada. Parecía que Fred y George estaban en lo cierto al pensar que ellos, y ahora Alex, Ron y Hermione, eran los únicos que sabían que allí estaba la entrada de un pasadizo secreto.
— ¿Crees que deberíamos decírselo a alguien? —preguntó Alex a Ron.
—Sabemos que no entra por Honeydukes —dijo Ron—. Si hubieran forzado la entrada de la tienda, lo habríamos oído.
Alex se alegró de que Ron lo viera así. Si la estatua se tapara también con tablas, le intruso ya no podría volver a Hogsmeade.
Alex estaba demasiado absorto apiadándose de Neville para darse cuenta de que también él tenía carta. Hedwig llamó su atención dándole un picotazo en la muñeca.
—¡Ay! Ah, Hedwig, gracias.
Alex rasgó el sobre mientras Hedwig picoteaba entre los copos de maíz de Neville. La nota que había dentro decía:
Queridos Alex y Ron:
¿Os apetece tornar el té conmigo esta tarde, a eso de las seis? Iré a recogeros al castillo. ESPERADME EN EL VESTÍBULO. NO TENÉIS PERMISO PARA SALIR SOLOS.
Un saludo,
Hagrid.
Así que aquella tarde, a las seis, Alex y Ron salieron de la torre de Gryffindor, pasaron corriendo por entre los troles de seguridad y se dirigieron al vestíbulo. Hagrid los aguardaba ya.
Lo primero que vieron al entrar en la cabaña de Hagrid fue a Buckbeak, que estaba estirado sobre el edredón de retales de Hagrid, con las enormes alas plegadas y comiéndose un abundante plato de hurones muertos.
Conversaron un poco y luego él los acompañó de vuelta.
Pasaron el resto del tiempo hablando de las crecientes posibilidades de Gryffindor de ganar la copa de Quidditch. A las nueve en punto, Hagrid los acompañó al castillo.
Cuando volvieron a la sala común, un grupo numeroso de gente se amontonaba delante del tablón de anuncios.
— ¡Hogsmeade el próximo fin de semana! —dijo Ron, estirando el cuello para leer la nueva nota por encima de las cabezas ajenas—. ¿Qué vas a hacer? —preguntó a Alex en voz baja, al sentarse.
—Bueno, Filch no ha tapado la entrada del pasadizo que lleva a Honeydukes—dijo Alex aún más bajo.
—Alex —dijo una voz en su oído derecho. Alex se sobresaltó. Se volvió y vio a Hermione, sentada a la mesa que tenían detrás, por un hueco que había en el muro de libros que la ocultaba—, Alex, si vuelves otra vez a Hogsmeade... le contaré a la profesora McGonagall lo del mapa.
—¿Oyes a alguien, Alex? —masculló Ron, sin mirar a Hermione.
—Ron, ¿cómo puedes dejarle que vaya? ¡Después de lo que estuvo a punto de hacerte Peter Pettigrew! Hablo en serio. Le contaré...
—¡Así que ahora que expulsen a Alex! —dijo Ron, furioso. Alex y Ron se alejaron de Hermione.
Alex miró a su alrededor para asegurarse de que Hermione no podía oír sus palabras: —De acuerdo, iré.
El sábado por la mañana, Alex metió en la mochila la capa invisible, guardó en el bolsillo el mapa del merodeador y bajó a desayunar con los otros. Hermione no dejaba de mirarlo con suspicacia, pero él evitaba su mirada y se aseguró de que ella lo viera subir la escalera de mármol del vestíbulo mientras todos los demás se dirigían a las puertas principales.
— ¡Adiós, Alex! —le dijo en voz alta—. ¡Hasta la vuelta! —Ron se sonrió y guiñó un ojo.
Alex subió al tercer piso a toda prisa, sacando el mapa del merodeador mientras corría. Se puso en cuclillas detrás de la Estatua y extendió el mapa. Un puntito diminuto se movía hacia él. Alex lo examinó entornando los ojos. La minúscula inscripción que acompañaba al puntito decía: «NEVILLE LONGBOTTOM.»
Alex sacó la varita rápidamente, musitó «Dissendio» y metió la mochila en la estatua, pero antes de que pudiera entrar por ella Neville apareció por la esquina:
—¡Alex! Había olvidado que tú tampoco ibas a Hogsmeade.
—Hola, Neville —dijo Alex, separándose rápidamente de la estatua y volviendo a meterse el mapa en el bolsillo—. ¿Qué haces?
—Nada —dijo Neville, encogiéndose de hombros—. ¿Te apetece una partida de snap explosivo?
—Ahora no... Iba a la biblioteca a hacer el trabajo sobre los vampiros, para Lupin.
—¡Voy contigo! —dijo Neville con entusiasmo—. ¡Yo tampoco lo he hecho!
—Sí, por supuesto. Ya que vas a la Sala Común, déjame ir contigo para agarrar el libro —dijo Alex.
—¡Estupendo, entonces podrás ayudarme! —dijo Neville—. No me entra todo eso del ajo. ¿Se lo tienen que comer o.…?
Neville se detuvo con un estremecimiento, mirando por encima del hombro de Alex.
Era Snape. Neville se puso rápidamente detrás de Alex.
—¿Qué hacéis aquí los dos? —dijo Snape, deteniéndose y mirando primero a uno y después al otro—. Un extraño lugar para reunirse...
Ante el desasosiego de Alex, los ojos negros de Snape miraron hacia las puertas que había a cada lado y luego a la estatua.
—No nos hemos reunido aquí —explicó Alex—. Sólo nos hemos encontrado por casualidad.
—¿De veras? —dijo Snape—. Tienes la costumbre de aparecer en lugares inesperados, Potter; y raramente te encuentras en ellos sin motivo. Os sugiero que volváis a la torre de Gryffindor, que es donde debéis estar.
Alex se las arregló para deshacerse de Neville en el retrato de la señora gorda, diciendo la contraseña y simulando que se había dejado el trabajo sobre los vampiros en la biblioteca y que volvía por él. Después de perder de vista a los troles de seguridad, volvió a sacar el mapa.
El corredor del tercer piso parecía desierto. Alex examinó el mapa con detenimiento y vio con alivio que la minúscula mota con la inscripción «SEVERUS SNAPE» estaba otra vez en el despacho.
Echó una carrera hasta la estatua, abrió la entrada y se deslizó hasta encontrar la mochila al final de aquella especie de tobogán de piedra. Borró el mapa del merodeador y echó a correr.
Se reunió con Ron y estuvieron disfrutando de Hogsmeade.
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Céline había acondicionado la Sala de Menesteres, como un campo de entrenamiento para Daphne y Tracy, enseñándoles en pocos minutos, lo que les sucedía a los Sangre Pura (y a algunos Mestizos), cuando eran desarmados de sus varitas mágicas: No sabían qué hacer, no sabían cómo reacción, no sabían ni tan siquiera contraatacar.
Así que las entrenó duramente en Artes Marciales. Comenzaron muy toscas, torpes para lanzar un puñetazo o una patada y sin fluidez. Pero lentamente, fueron agarrándole el truco a las artes marciales.
Las fortaleció con todo tipo de ejercicios y con pesas de todas las formas, hasta que gritaban del dolor en sus articulaciones, para luego sanarlas.
Las armó con sables y les enseñó su estilo de esgrima, hasta que ambas gritaron de dolor.
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Pero ni Pettigrew era tonto, ni tampoco lo eran los Dementores.
Pronto, Pettigrew decidió dejar de intentar matar a Alex y a Céline; era más importante, alcanzar al Señor Oscuro en Albania. Eso había dicho Dumbledore, así que él, estaba listo para marcharse.
Céline... Él estaba convencido de que ella lo reconoció de alguna forma, en su forma de Animago y que lo estuvo persiguiendo, hasta perderlo de vista. La mocosa era peligrosa. Muy peligrosa, sería necesario matarla y pronto.
