"Camino por la ciudad, el viento sopla fuerte.
Dejé todo atrás, el sol está al horizonte.
Veo casas desde lejos, han cerrado puertas,
pero, afortunadamente, tengo su mano y sus mejillas rojas.
Ella me levantó del suelo lleno de espinas,
con mil mordeduras, inmóvil a causa del mareo.
No escuchó a esos bastardos y sus maldiciones.
Con una mirada me convenció de empacar mis cosas e irme.
Y este es un viaje que nadie ha hecho antes,
Alicia y sus aventuras con el Sombrerero loco.
Caminaremos por este camino y nunca nos casaremos.
Hasta que con el tiempo tu pelo se vuelva blanco.
Solo me queda una hoja de papel y medio cigarro en la mano.
Quedemos un rato más, no hay prisa,
porque tengo una frase nunca dicha escrita en la cabeza.
Porque la vida, sin ti, no puede ser perfecta".
• •
La novedosa reacción de Draco tras usar por primera vez un elevador (no mágico), fue suficiente para que Harry determinara que ese viaje era un éxito.
—Pero sí en el ministerio tienen los teléfonos.
Draco salió del elevador con una brillante sonrisa que demostraba lo mucho que deseaba repetir la subida.
—Sí, pero esto es diferente, Potter. No sabía que a los muggles les gustaban las experiencias cercanas a la muerte.
Igual que un déjà vu, recordó al señor Weasley que lo vino a dejar en el verano pasado; tal parecía que todos los sangre pura sentían fascinación por la adrenalina de un ascensor que hace diez años debió haber sido reemplazado.
Siguieron a Tonks hasta el final del pasillo y la mujer tocó la puerta en un ritmo particular, lo que fue suficiente para que al minuto se escucharan los seguros de la puerta siendo desbloqueados.
El apartamento de Remus estaba recogido y limpio. Harry se percató de las cajas selladas contra pared y como solo le quedaba empacar el sillón, un sofá bastante parchado y la mesa del comedor.
Lupin seguía igual que hace un par de semanas, pero con un aspecto fresco, con el pelo húmedo y un olor agradable en su persona. De manera inmediata e involuntaria, Tonks se aplastó el pelo, mientras se acomodaba mejor la chaqueta que traía puesta.
Ajeno al contacto longevo que se dedicaron Remus y Tonks tan pronto se saludaron, Draco ingresó al piso sin ser invitado a entrar (cosa que a Lupin no le interesó, ya que Harry entró del muchacho). Examinó el ambiente con la misma curiosidad de un gato; era la primera vez que veía una mudanza al "estilo muggle", y eso le trasmitió una emoción que Harry acuño con el término de: "humildad del rico".
—Por lo que veo ya encontraste un nuevo lugar, Remus —mencionó Tonks, que fue la última en entrar—. ¿Dónde es?
Remus terminaba de ordenar ciertos papeles que tenía dispuestos en la mesa del comedor. Harry se aproximó unos cuantos pasos para chusmear, aunque Draco continuaba en un proceso de examinar hasta el más mínimo detalle en el estampado anticuado del sofá.
—Encontré una pequeña cabaña a las afueras de la ciudad que era bastante barata y cómoda—contestó Lupin al colocar el agua a hervir—, pero tengo pensado, en un principio, arrendarla con un amigo.
—¿El muggle?
—El mismo.
Harry ayudó a Lupin a llevar el juego de té que guardaba en la alacena al salón, en donde Tonks ya se encontraba ubicada y quien, con suma tranquilidad, eligió un té de Jazmín. Lupin, por su parte, y sin decir ni una sola palabra al respecto, le colocó cucharita y media de azúcar a la taza de Tonks.
Draco se volteó a ver a situación y, con una línea firme formada en los labios, cruzó la habitación hasta pararse quieto al lado de la chimenea con las manos metidas en los bolsillos del pantalón.
El par de chicos, en realidad, no se detuvieron mucho a charlar de banalidades, ya que una vez Remus llegó con el agua caliente, la conversación adoptó un tono serio.
—Voy a ser concreta: los quiero a ambos de vuelta, máximo a las ocho —dijo Tonks, con los brazos cruzados—. Los vendré a buscar a esa hora y más les vale hacerme caso.
Draco puso los ojos en blanco e ignoró el codazo que Harry le dio por la indiferencia ante la preocupación de Tonks.
—Y si me llego a enterar de que hicieron cualquier locura, te lo juro, Draco, que voy a tomar tu pequeña cabeza rubia y...
Lupin soltó una risa ronca para interrumpirla. La mujer al instante suavizó el aura tensa que había adquirido.
—Confía un poco en los chicos, Dora. Esto es la prueba de fuego, así que sería muy estúpido si lo arruinan.
Draco agradeció la intervención de Lupin con un asentimiento y le hizo un gesto a Harry para que se acercara a él.
—Lo tengo todo calculado, primita —aseguró Draco, reajustándose la tira del bolso que traía cruzado—. Siempre y cuando a Potter no se le ocurra hacer alguna tontería; estaremos bien.
—¡No te hagas el loco, Malfoy! ¡Déjame recordarte que los problemas vienen siempre de a dos!
Tonks volvió a mirarlos poco convencida, pero terminó por acceder. Sin decir nada adicional, ella misma se encargó de activar la chimenea de Lupin, quien le guiñó a Harry y sonrió a Draco.
Se despidieron con suavidad y. antes de meterse a las llamas verdes, se colocaron las capuchas de las chaquetas. Llegaron a la solitaria librería que Lupin les mencionó, la cual era atendida por una mujer morena muy hermosa, que destellaba magia por cada poro del cuerpo. Harry la sintió familiar, en especial esa tenue sonrisa que le dio, pero sin poder decirle nada, Draco apareció y lo tomó del brazo.
—No te separes de mí.
Cruzaron el lugar sin detenerse en ningún momento y, tan pronto salieron, las ventiscas saladas contra la piel les dio la clara señal de que llegaron a la costa.
• •
Ron jugaba contra Ginny en la sala, quien le daba una paliza en esa partida de Gobstones explosivos.
Ginny lucía de lo más tranquila ahí sentada, pendiente de verse las uñas recién hechas que del juego. El día anterior, salió con Pansy al callejón Diagon, en donde aparte de comprar ropa nueva (patrocinada por la billetera ilimitada de los Parkinson), aprovecharon de hacerse la manicura con un cupón a punto de caducar que su madre consiguió hace ya un par de meses.
—Creo que no te lo he dicho... ¿Verdad?
—¿Qué cosa, Ron?
—Harry sabe que sabemos lo de Draco.
Ginny abrió mucho los ojos y presionó una de las bolitas, lo que le dejó la mano derecha llena del maloliente líquido.
—Eres un imbécil ¿¡Cómo se enteró!?
—Se me salió un día que discutimos... Lo siento.
—Li sinti —rumió de mala gana, — Esto es el colmo. Con lo valiosa que era esa información... con esto me queda claro que mejor no te cuento lo otro.
—¿Qué otra cosa?
—No te voy a decir, porque te presionan un poquito y lo dices todo.
—¡Dime!
—¡No, tonto!
—¡Que me digas, fea!
—¿Ah? Eres un imbécil.
Ginny le lanzó tres Gobstones los cuales estallaron encima de Ron que se quejó furioso. En ese preciso instante la señora Weasley entró a la sala y encaró a sus dos hijos.
—¡¿Qué les he dicho de jugar a eso dentro de la casa?! ¡La alfombra! ¡Salgan al patio!
Ginny bufó y subió las escaleras. De camino al dormitorio, escuchó los pasos de Ron atrás suyo.
—¡Ya po'! No seas pesada, ¡cuéntame, por favor!
Ginny se volteó con la puerta de la habitación a espaldas, alzó una ceja y pensó en la reacción que tendría Ron si llegara a enterarse.
Desastrosa. No: alarmante. No: vergonzosa.
—Nah. No me compete ser yo quien te lo diga; esfuérzate un poquito.
Ron bufó y se rascó la cabeza decepcionado.
—Al menos dame una pista...
Ron montaría un escándalo de primera, de eso se hallaba segurísima.
—Si dejaras de mirar tu propio ombligo, lo notarías al momento. Es obvio.
Ginny se metió al baño con los quejidos de su hermano fuera. Mientras se lavaba las manos, no podía dejar de darle vueltas a la situación y esa sensación de superioridad al saber algo inédito.
Le molestaba, no obstante, saber que Ron acababa de jugar una carta bastante valiosa para un futuro.
"Al menos tengo las uñas preciosas" pensó para reconfortarse a sí misma.
• •
En contra al itinerario planteado por Draco, tardaron más de lo anticipado en dar con la dichosa casa.
Draco no dejaba de dar vueltas por la costanera y eso los hizo se participe de experiencias extrañas. Primero; una mujer al verlos perdidos trató de estafarlos y luego de escapar de ella, un pescador casi los obliga a trabajar después de que Harry tropezara con el cesto lleno de jureles. También dieron con una vidente que predijo en Draco una muerte dolorosa a no ser que le pagara diez libras para cambiarle el futuro.
Con todo, seguían sin saber dónde quedaba la residencia de Damocles Belby.
Acababan de pasar las primeras dos horas, cuando se toparon con una capilla en donde, puertas afueras, aguardaba un hombre de aspecto lunático, pero que al verlos pasar los interceptó.
—¡Esperen! ¡Esperen! Jovencitos como ustedes nos hacen falta, ¿no quieren escuchar la palabra de Dios?
Draco frunció el cejo, dispuesto a hacer uno de sus tantos comentarios, pero Harry se apresuró a interrumpirlo.
—Tenemos prisa, caballero, necesitamos llegar a un lugar.
—Oh! Pero si el único sitio al cual es correcto llegar es el hogar de Dios —proclamó a gritos—. La misa comienza en dos horas, vengan.
El hombre tomó a Harry del brazo, quien trató de soltarse.
—No, señor, de verdad —recalcó Harry, una vez se zafó.
—¿Pero qué sitio es más importante que la iglesia?
—Quizás... ¿Sabe dónde queda el domicilio del señor Damocles Belby
—¡¿Cómo osas a decir ese nombre?! ¡¿Acaso están relacionados con ese hereje?! Nada bueno sale de juntarse con personas que han hecho pactos con el mismísimo Lucifer.
Draco se dio cuenta de que ese hombre manejaba (aunque fuesen meras calumnias), por desgracia, más información que el resto de los lugareños.
Cansado, Draco dio un paso al frente y preguntó—Señor, ¿se refiere a...?
—¡El mismísimo diablo! ¡Ese par está poseído por demonios! Siempre pasan cosas extrañas cerca de esa casa.
Draco asintió tan pronto se le ocurrió una manera de persuadir al hombre para que los ayudara; lo tomó con seriedad del hombro y este tembló por la mirada severa de Draco.
—Se supone que es una misión ultrasecreta, pero junto a mi compañero, venimos a realizar un... —recordaba haber leído el término en una novela muggle— exorcismo a la residencia de Belby —soltó Draco, a lo que el hombre ahogó una exclamación—. Por eso, es de suma importancia que nos diga la dirección.
Harry se frotó la sien, impresionado ante la inverosímil historia de Draco
—Pero no veo en ustedes ningún signo religioso... y son tan jóvenes.
Draco vio a Harry, quien dejó escapar un suspiro, pero le siguió el juego.
—No lo vaya a escuchar Dios, caballero; bien sabe que eso de prejuzgar a un hermano...
—¡Lo siento! ¡Es cierto! ¡Sí! —gritó el hombre, que se dio con el puño contra el pecho—. Los ayudo de inmediato.
Draco anotó la dirección y se fueron con las plegarias que el hombre gritaba afuera de la iglesia.
—¿Exorcistas?
Draco se encogió de hombros, apresuró el paso y revisó el mapa.
—Me leí "el exorcista" (2)hace poco y no se me ocurrió otra cosa.
—¿Y somos algo así como el sacerdote y el diácono?
Al dar con la dirección en el mapa, Draco se detuvo y examinó a Harry de pies a cabeza.
—¡Si, demonios! Debí haber dicho que eras mi monja —se lamentó Draco—. Deja de parlotear tanto, Potter y ponte a caminar más rápido.
Harry de camino a la casa de Belby, recriminó a Draco por lo hecho, en primer lugar por jugar con la reputación de Belby y en segundo, con la fe del hombre. Fuera de la casa de la dirección, Draco alzó una ceja molesto.
—No cuestiones mis métodos, Potter y alégrate de mis resultados. Llegamos, eso es lo que importa.
Harry acabó por guardarse el último comentario y siguió a Draco por el sendero hasta la entrada a la casa, la cual era de dos pisos y todas las cortinas permanecían cerradas; lo que en un día de invierno con aquel sol (que aunque no calentaba si alumbraba,) daba el primer indicio de rareza en la vivienda.
De seguido, sintió unas tenues vibraciones de magia que hicieron que Draco se paralizara al momento que llamaron a la puerta.
Aguardaron en silencio y tras el siguiente llamado, escucharon un grito de dentro. Apareció en la entrada una mujer alta—del mismo porte que ambos chicos—, la cual los miró a ambos confundida.
—¿Esta es la residencia de Damocles Belby?
La mujer frunció el cejo, a lo que Draco distinguió en el rostro sutiles cicatrices afiladas las cuales se acentuaron entre los surcos del rostro. Era bastante bonita, con la cejas pobladas, los pómulos altos, nariz alargada y unas pocas arrugas, que en lugar de restarle belleza, le daban un aspecto maduro; "como de madre", consideró.
—Si... ¿Son los del censo? ¿O evangélicos?
—No, somos estudiantes.
—¿Vale y eso que significa?
Draco que no había previsto que decir, se quedó en blanco; Harry pronto se dio cuenta de que era por otra razón.
—Si esto es una especie de broma...
—Somos de Hogwarts, señora. Draco Malfoy y yo, Harry Potter; vinimos porque mi amigo requiere la ayuda del señor Belby para un trabajo de la escuela.
Harry le enseñó la varita que traía siempre encima, pero que no utilizaba a menos de que fuera sumamente necesario, lo que logró que la mujer asintiera. Ella pegó un fuerte grito que retumbó en la casa e hizo que Draco despertara de una extraña ensoñación.
—¿Qué te pasa? —le preguntó Harry bajito.
—Después te cuento.
La mujer al regreso les abrió la puerta y ambos chicos entraron a la casa.
—Pasen, hace tiempo que no venía ningún alumno acá —les mencionó la mujer—Síganme. ¿Gustan de una taza de té?
Harry aceptó al igual que Draco. Luego de recorrer el pueblo en medio de esas ventiscas invernales, una taza de té no les iba a hacer daño.
Al igual que el hogar de los Tonks, la casa por dentro era mucho más grande de lo que aparentaba la fachada. Llegaron a la sala llena de estanterías con textos alquímicos además de muggles, y se sentaron en el sofá de cuero dispuesto en medio, mientras la mujer ponía una tetera sobre la estufa.
—Damocles se la pasa en el estudio y siempre le cuesta despegar la cabeza de los papeles, pero vendrá pronto—aseguró la mujer, que les apuntó al piso de arriba—. ¡Discúlpenme! No me he presentado: Lizbeth Belby.
Draco se cruzó de brazos y volvió a examinar a la (recién confirmada) esposa de Damocles.
—Usted es muggle ¿no?
—Si, y también soy como tú, querido.
Draco recibió la taza de té y la olfateó antes de beber. Harry seguía sin comprender la tensión en el cuerpo de Draco, quien se hallaba alerta ante cualquier mínimo estímulo.
—¿Amor, me llamabas?
—¡Por fin bajas! Ellos son un par de estudiantes de Hogwarts... a lo mejor te interesen: Harry Potter y su amigo, Draco Malfoy.
Del pasillo apareció un hombre con la barba crecida desde hace días, el pelo canoso, unos chistosos lentes diminutos y que le llegaba por debajo de los hombros a Lizbeth.
Soltó un chiflido intrigado y se paró frente a los muchachos, en donde pudieron definir el delantal sucio que traía puesto.
—Sin duda, cuanto menos interesante, cariño.
Draco no le tomó el peso a eso del territorio hasta que entró a la casa de Belby. Todo era tan pesado. Infirió que Lizbeth, como mujer loba, puso la seguridad suficiente para que ningún intruso pudiera entrar y ahora, ahí dentro de la morada de otro lobo, Draco no podía estarse quieto.
Lizbeth (para alivio de Draco) advirtió esto, porque bajó las barreras de poco a poco, en especial al llegar Damocles. Draco sintió un gran peso caérsele de encima, al compás en que tragaba un sorbo de té grey.
—La verdad es que no esperaba tener al famosísimo niño que vivió en mi casa algún día —dijo Damocles, sentado en el sofá del frente junto a Lizbeth—. Slughorn me dijo que retomó las clases en el colegio ¿no?
—Eh... sí.
—¡Es un excelente profesor! Más les vale aprovecharlo bien, muchachos; un pocionero de excelencia.
Lizbeth le sirvió una taza de té a su marido, que ahora clavaba la vista en Draco.
—Sobre ti desconozco bastante, joven Malfoy. Conocí un poco a Lucius, pero casi nada. Eso sí, leí el reportaje malicioso de Skeeter.
—¿Malicioso?
—¿Me vas a decir que es cierto todo lo que escribió? Esa mujer tiene una habilidad excepcional para hacer notas periodísticas de porquería.
Draco sonrió al recordar el modo en que Skeeter se refirió no solo a él, sino a toda su familia. Sintió en las palabras una cierta sensación de resentimiento, tal vez por el hecho de negarse a ayudarla cuando Hermione chantajeó a Skeeter.
—Bien, pero díganme ¿a qué vinieron?
Draco se enderezó en el asiento, sacó el libro con anotaciones que llevaba haciendo desde que comenzó con la investigación y se enderezó para hablar.
Le contó todo, desde que era un hombre lobo hasta las intenciones que anhelaba cumplir respecto con el proyecto. Belby lo escuchó atento, cautivado por la pasión que Draco puso en el discurso y, en lo que uno demora en tomarse una taza de té caliente, Draco pudo decir lo que necesitaba. Harry lo miró impresionado, similar a un niño pequeño que escuchaba hablar por primera vez acerca de cohetes y hombres que van a la luna.
Draco se terminó la taza de té (ya fría) de un sorbo y esperó a Damocles, asentara las palabras de Draco en la cabeza.
—Sí... sí... eso puede funcionar, en realidad, le he dado vueltas a una posibilidad similar, pero es demasiado complicado.
Lizbeth se cruzó de piernas y se inclinó un poco para cuestionarlo:
—¿Quién te mordió?
—Fenrir Greyback.
—Ese es el problema, ¿no, cariño?
—Así es; mis últimas investigaciones llegaron a la conclusión de dos factores importantes —afirmó Damocles—. Draco, supongo que debes tener noción de la manera en la que la licantropía afecta al cuerpo ¿no? Lo primero es que ataca directo al sistema inmune, lo que es un gran problema.
Harry ladeó la cabeza y preguntó:
—¿Por qué?
Damocles miró a Harry y le explicó—. Porque el sistema inmune, es decir tus defensas, no reconocen las células enfermas y atacan a células sanas.
—Ya, pero ¿qué tiene que ver quién me mordió en la conversación?
—Porque descubrí hace poco, que no todas las personas poseen el mismo tipo de licantropía. Los síntomas son los mismos, pero la forma en la que se manifiestan biológicamente en el cuerpo, son distintas. Por ejemplo, a Liz la mordió un desconocido durante la primera guerra, pero estoy seguro de que si comparamos las muestras sanguíneas de los dos, reconoceríamos que son, por completo, distintas.
Draco chasqueó la lengua frustrado, al compás en que Damocles se levantaba del sofá.
—Sin embargo, eso no quiere decir que no se pueda hacer nada. Acompáñame a mi estudio; entraremos en materia más técnica, así que... Liz ¿Por qué no le enseñas el invernadero a Potter?
Harry abrió la boca, con deseos de reclamar, a lo que Draco negó con la cabeza. Se notaba en el aspecto del hombre, que no era del tipo fácil de convencer.
Damocles lo guio hasta llegar al estudio ubicado en el piso de arriba, el cual era tan grande como toda la primera planta de la casa de los Tonks; estanterías hasta el techo repletos de ingredientes, libros y cachivaches. En el centro reposaban un montón de calderos cerrados, que Draco infirió que se encontraban con pociones dentro.
—Lamento lo de Harry, pero no me gusta dejar pasar a muchas personas aquí. Es un espacio demasiado personal, pero no quería sonar grosero...—se excusó el hombre, que con la varita comenzó a sacar textos de la estantería que se apilaron en el mesón de en medio e hincó los codos—. Acerca de la primera sugerencia que me comentaste; se puede hacer.
—Es horrible sabor...
—Lo sé, Liz me lo repite todo el tiempo... el acónito es lo que le da el mal sabor, pero fue la única planta que me dio resultados positivos.
—¡Lo sé! Por eso pensaba que...
Draco le comenzó a contar las propuestas anotadas en un cuaderno y tachó las que Damocles probó sin efecto satisfactorio. Estuvo cerca de una hora en ese intercambio contante de información valiosa, hasta que Belby se aburrió de pensar y le comenzó a contar una que otra anécdota del día en que preparó la poción por primera vez.
Draco tomó esto como un break y escuchó al hombre atento.
—Me sorprende que hayas logrado encontrarme; no es fácil, me aseguré de que no lo fuera.
—Ah, si... Marcus me lo dijo...
—¿De veras? Sorprendente... mi hermano y yo ya no nos hablamos, así que por razones obvias dejé de juntarme con mi sobrino—contó el hombre—. Creía que mi hermano arruinó mi imagen a ojos de Marcus.
—Bueno... tampoco es como si hubiese sido un buen comentario —dijo Draco nervioso—. Dijo que usted era un poco loco y que vivía con un amigo. Supongo que eso fue hace tiempo.
Damocles apretó las manos en dos puños y miró a Draco analítico.
—No mintió. Todos estamos locos.
—Ah... ¿Acaso su amigo salió o algo por el estilo? ¿Tambien se dedica a las pociones?
Damocles se levantó y se acercó a uno de los calderos en las que reposaba un brebaje rosado de un olor frutal intenso.
Era poción reasigna sexo; la distinguió tan rápido porque la estudió muchísimo por fines intelectuales. El hecho de la metamorfosis que efectuaba en el individuo que la tomaba, era algo que le dio una leve inspiración; pero acabó por rechazar esa tesis ya que era casi imposible que un hombre lobo, en estado de lican, pudiera beber una dosis de una pócima que lo devolviera a la forma humana.
Draco abrió un poco la boca y cayó en cuenta de todo.
—Los efectos duran cerca de un mes, Liz tiene que tomarla con recurrencia; aunque antes de que se descubriera ella si era mi amigo... o bueno, tan amigo como eres con el joven Potter.
Draco se rascó la cabeza y desvió la mirada.
—Lamento haberme metido en asuntos que no me incumben.
—Tranquilo, siempre me gusta hablar de los grandiosos milagros de las pociones.
Se dirigió a la estantería en donde reposaban un montón de muestras de pociones avanzadas. Leyó los cartelitos; matalobos, felix felicis, multijugos, muertos en vida, incluso amortentia. El hecho de que Damocles le haya hecho recuerdo de Harry no le ayudó para nada a la hora de ignorar esa última pócima.
Belby se acercó y le comenzó a contar otras historias referidas a la pociones. Destapó la felix felicis para enseñarle el color dorado que se mezclaba a la perfección con esa sensación victoriosa de solo tener la sustancia cerca de la nariz. Después tomó la amortentia con emoción, que acercó a Draco para que la oliera; este se sonrojó al no ser capaz de reconocer el aroma.
La amortentia era, en palabras sencillas, como si sustrajera esa parte tan buena de Harry—ese olor a maravilla, valentía, verano y fuerza— y la depositaran dentro de aquel frasquito con aspecto inocente.
Draco dejo la amortentia a un costado y escuchó el relato animoso acerca de la vez en la que Slughorn se tomó, por error, un poco de dosis de muertos en vida.
—¿Puedo preguntarle una cosa, señor Belby?
—Dime: Damocles, Draco, no es necesaria tanta formalidad —aclaró Belby— y claro que puedes preguntarme cualquier cosa.
—El señor Lupin le comentó a Harry que lo conocía.
—¿Lyall Lupin?
—¿Lyall? Me refiero al señor Remus.
Damocles asintió comprensivo.
—Ah, el hijo de Lyall; bueno él fue mi segundo sujeto de pruebas, por así decirlo —dijo Damocles—. Todavía no terminaba la poción y, ya que no tenía más conocidos (de confianza) que fueran licántropos, así que Dumbledore me recomendó a Remus.
» Pasó un tiempo en nuestra casa y al comprobar que no hubiera efectos adversos en un licántropo que no compartiera sangre con Liz, pude publicar la fabricación exitosa de la matalobos.
Draco dirigió la vista a la orden de Merlín que Damocles conservaba colgada en la pared con orgullo.
—Tiene sentido.
—Espera, ahora que lo pienso... ¿Acaso Remus no fue también mordido por Greyback? —Draco afirmó— Eso es asombroso, bueno, no es asombroso porque fueron mordidos, sino que es asombroso porque debo tener por algún lado los registros de Remus... ¿Dónde los dejé?
Una vez finalizó el descanso, volvieron a darle vueltas al asunto de la poción durante una hora más, con el registro de sangre en mano que Belby guardó de Remus. Tan pronto el reloj del despacho marcó las tres, Damocles exclamó el hambre que lo distraía, y Draco se mordió el labio, al saber que esa conversación era —para su gusto—más interesante que un almuerzo en condiciones.
De regreso a la sala, Draco se encontró con una curiosa escena: Harry se peleaba con un tejido desprolijo, mientras un gato blanco dormía sobre sus piernas. Liz le enseñó a tejer, a pesar de que la mujer demostraba tener décadas de práctica en tejidos.
Aparte tenía la televisión encendida y Harry, en ese momento, atiborrado de estímulos, no era capaz de enfocarse en el drama amoroso cliché que pasaba en la telenovela o lo que sus manos pretendían hacer de manera presurosa.
—¿Oh? Ya pensaba que no se regresarían —comentó Lizbeth apagando la tele, pese de la mueca desaprobatoria que puso Harry—. ¿Qué tal?
—Sin duda interesante. Me sorprende que un chico tan joven sepa tanto acerca del tema; ya extrañaba ver un poco de entusiasmo juvenil —Draco se sonrojó un poco ante el comentario de Damocles, pero lo trató disimular al alzar la barbilla orgulloso—. En fin, veo que conociste a Pelusa, Potter.
La gata era tan anciana que reaccionó de poco a poco, hasta que decidió bajar de las piernas de Harry. Draco arrugó un poco la nariz al sentir a las alergias producidas por el felino.
Harry, por su parte, dejó el tejido a un lado y se puso de pie animado.
Lizbeth examinó el tejido con el cejo fruncido—. No está mal para ser la primera vez, aunque tienes que seguir practicando eso está claro... bueno; Draco, toma asiento para el almuerzo.
Draco se mordió el labio— No creo que sea correcto...
—¿Eh? ¿Por qué? —pregunto Harry ofendido—. No te pongas tiquismiquis, que yo mismo ayudé a la señora Belby a preparar el pescado frito.
Damocles se sentó al lado de Lizbeth y Draco fue el último en ubicarse al costado de Harry, él cual demostraba el tiempo agradable que pasó con la mujer.
—¿Y conseguiste lo que querías? —le preguntó Harry, a lo que Draco afirmó—. ¡Menos mal! Ya me imaginaba tu humor de perros si te ibas con las manos vacías.
—Agh, cállate, Potter.
La mujer se rio y los miró a ambos con ternura maternal. Draco mordió el pescado y cerró los parpados complacido; era el mejor pescado frito que había probado en su vida.
Una vez terminado el almuerzo, Draco volvió a subir con el señor Belby e incluso alcanzaron a hacer un par de pruebas antes de que fueran poco más de las seis.
—Creo que a debería irme.
—No... quédate a la cena, por lo menos.
Draco rechazó la oferta (ya que no quería seguir abusando de la amabilidad de los Belby) y bajó junto al hombre. Harry dormía en el sofá a pierna suelta, con la gata sobre la cabeza, a lo que Draco negó con la cabeza y lo despertó de inmediato. Al término de un nuevo intercambio de palabras, se despidieron de los Belby con una enorme sonrisa que demostraba el comienzo de una cercana amistad.
Afuera volvieron a enfrentarse a las ventiscas invernarles, con Draco que no podía dejar de sonreír a pesar de que los ojos le escocían debido al pelo que la gata soltó. Se alejaron de la casa, con poco menos de dos horas de sobra.
—Quiero ir al mercado, la señora Belby me dijo que vendían unas empanadas de calabaza buenísimas.
Observó a Harry con el cabello repleto de vellos blancos de la gata que obligaron a Draco a sorberse la nariz. Le revolvió el pelo a Harry para deshacerse de la muestra del animal y, sin necesitar palabras para explicar sus motivos, le dio un suave beso a Harry en la mejilla.
—Estás contento.
—¿Se me nota tanto?
Harry aseguró con toda la cabeza y le devolvió el beso—. Me gusta cuando estás contento, porque eres más propenso a decirme que si: ¿vamos?
Draco siguió a Harry con el anhelo de querer regresar pronto a Hogwarts, en donde tenía a mano los ingredientes y la magia necesaria para ponerse a probar las nuevas combinaciones que se le comenzaron a ocurrir.
—Si, vamos, Harry. Ahora tú guías el destino.
• •
Los brebajes humeaban en la sala, hervían a fuego lento y Jessica no dejaba de ver las manos tersas de la mujer trabajar con meticulosidad.
La miraba hipnotizada. Cada gesto, cada movimiento.
—Si fueras bruja serías una pocionera de otro nivel.
La mujer se detuvo, movió las manos, lo que logró sacarle una risita a Jessica, seguida por una risa. La mujer pronto terminó de preparar la poción, permitió que la niña agitara la varita para hacer el hechizo correspondiente, dejó el brebaje cubierto y abrió los brazos hacia la niña.
—No dejo de pensar en la
Los dedos de la mujer se hundieron en su cabello feroz, acompañado por un beso en la frente y un abrazo que hablaba sin necesitar palabras.
—Pero es una tontería ¿no?
Jessica descansó la cabeza en el pecho de la mujer y escuchó la silencia respuesta del corazón de la mujer como era habitual.
• •
Draco veía la caja de plumavit desconfiado, al mismo tiempo en que Harry colocaba en la fría arena una toalla que acababan de comprar.
—Las regulaciones sanitarias de ese lugar no parecían confiables...
Se sentaron sobre la toalla y tan pronto Harry pudo, le arrebató la caja, de donde sacó una empanada rellena de calabaza del tamaño de un palmo. Draco se había sorprendido de manera grata ante lo gigantesco de la comida muggle.
—Eso le agrega emoción a la comida ¿no? —planteó Harry—. El cómo no sabes si te va a dar una indigestión o no.
Draco negó con la cabeza derrotado y tomó la empanada de jamón y queso. A la tercera probada, supo que valía por completo la pena morir por comer tal exquisitez.
Las olas de mar rompían contra la orilla y se percibían tenues gotas salpicar a poco centímetros de los zapatos de ambos. En una media hora, lo más probable, era que el mar subiría lo suficiente para mojarles los pies.
Aun así la imagen era bastante pacífica; era un plano distante, como si no se estuviera desarrollando una guerra. Ajeno a lo que pasaba en la realidad. Draco volvió a morder la empanada, sin saber qué pensar.
Percibía la sal sobre las mejilla y que además le encrespaba un poco el pelo; sintió la calidez de la compañía, fuertes deseos de pellizcarles las mejillas abultadas de Harry por la comida y el sabor tan certero de la tranquilidad.
Harry estiró la mano y la entrelazó con la de Draco, quien la miró como si acabara de descubrir algo maravilloso.
—¿Qué?
—No sé, ¿Qué te pasa?
—Nada.
Era cierto. No sucedía nada.
Draco sintió al viento revolverle el pelo en contra. Sintió las pulsaciones de Harry, desvió la mirada y tragó la comida. Lo admiró un segundo y, sin poder resistirse más tiempo, le dio un beso fugaz a Harry, que lo recibió impresionado.
—¿Y eso qué?
Draco se encogió de hombros y se tiró en la arena, sin impórtale si el pelo le quedaba con arena atrapada entre las hebras de cabello.
Sin importarle si le diera una indigestión.
Sin importarle si lograba hacer algo mañana.
—Nada, Harry, no pasa nada.
Le dio lo que le quedaba de comida a Harry, ya que en su lugar saco un cigarro que se puso en los labios el cual encendió con una mano. Harry decidió guardar las sobras, y justo después de que Draco exhalara el aire, le dio un beso de contraataque.
Deseaba tanto, tanto, tanto, quedarse paralizado en ese instante.
En la nada que venía acompañada de comida deliciosa, oleaje calmado y besos fugaces.
• •
—Es vivaz, inteligente y locuaz. Hacia tiempo que no hablaba con un jovencito tan interesante y maduro para su edad.
Damocles asintió y repasó con el dedo los papeles que reposaban encima de su mesa.
—Pero quiere deshacerse por completo de la enfermedad —agregó Damocles, con cierto tono de aflicción— y eso casi imposible.
Liz se sentó al frente del hombre con el gato encima de sus piernas, y lo tomó de la mano.
—Lo comprendo, todos los que hemos sido mordidos en algun momento queremos volver a estar sanos.
—¿Todos?
Lizbeth asintió sin atisbo de duda alguna—: Todos.
• •
Eran las siete cuando decidieron regresar al departamento de Lupin. Recogieron la toalla, y volvieron a cruzar fishguard para dar con la librería.
Estaba abierta a pesar de que nadie se encontraba dentro, así que por miedo a que de la nada pudiera suceder cualquier inconveniente, Draco sacó los polvos flu que traía en un saquito dentro del bolso y le entregó un puñado a Harry.
Encendieron las llamas, se metieron dentro y regresaron a la casa de Lupin antes de lo previsto. Los chicos se percataron que interrumpieron un momento importante que trascurría dentro de la sala.
Lupin se alarmó junto a Tonks que ahogó una exclamación por la sorpresa; eran acompañados por un hombre de rostro simpático que saltó del asiento al verlos aparecer por la chimenea y la mujer morena que atendía en la librería.
—Lo sentimos... ¿Interrumpimos?
La mujer alzó una ceja curiosa, la cual dirigió hacia Lupin, que soltó un suspiro y negó con la cabeza.
—Chicos, pensaba que llegarían en una hora.
—Si, creo que deberíamos habernos quedado un rato más —murmuro Draco—. En fin, si molestamos podemos...
—¡No! O sea... agh...
—Déjalo, Lunático —dijo la mujer morena con una mueca amable—. Tengo curiosidad por saber el inédito motivo por el cual un Malfoy y el hijo de Potter están relacionados... Mary MacDonald por cierto ¿Les gustó Fishguard?
Harry abrió la boca al rememorar; estaba en el anuario que Sirius le regaló y en las memoria que Harry estudió el año pasado dentro de la oficina de Snape (3) .
Draco entrelazó la mano con la mujer y miró al hombre con duda.
—¡Lo siento! Soy Grant Chapman (4)—se rio el hombre con soltura—. Nunca dejan de impresionarme las cosas mágicas... ¿Remu', el chico de lentes es ese Harry Potter? El de las leyendas...
Lupin colocó los ojos blanco en un gesto impropio de él, le dio un sorbo a la taza de té y contestó.
—Si, Grant... ese Harry.
Harry esbozó una sonrisa nerviosa, recibió el agarre de manos del señor y se sentó al lado de Tonks que le hizo un espacio.
Esa sería una larga conversación.
• •
Notas:
1)Torna a casa: Maneskin.
2) El exorcista de William Peter Blatty, publicado en 1971. Excelente lectura para Halloween.
3) Referencia al capítulo XLIII (43) de la primera parte: "Dolorosos recuerdos".
4) Grant Chapman es un OC perteneciente al fanfic All the Young Dudes (ATYD) publicado por Mskingbean89. (Obviamente, es el amigo muggle de Remus—con el cual también se a ir a vivir un tiempo— porque mi corazón lo ama demasiado).
¡Hola!
El hecho de que Lizbeth sea una mujer trans salió de mi de manera natural. Simplemente sentí que ella debía serlo y punto; me encanta también, la relación de pareja que mantienen los Belby, son los típicos abuelitos buena onda jajsjs.
¡Amo a Grant y a Mary! Necesitaba incluirlos, en el próximo capítulo veremos interacción de ellos con el Drarry.
The Machine.
PDTA (Para quienes leen este fic por ); por errores de la página, las notificaciones han dejado de funcionar. La única manera de poder tener aviso de subidas de capitulo nuevo es a través de aplicación de celular. Sugiero usar la app, o quizas trasladarse a otro sitio donde publico mi fic, como AO3 o Wattpad.
