Capítulo 2
Se echó agua helada en la cara, y se agarró al borde del lavabo, para tranquilizarse. Todavía no podía creerse lo que acababa de hacer. Su mayor miedo, desde que tuvo conciencia de que cuando creciera y tuviera hijos, él podría convertirse en su padre, era precisamente ese. Y cree que por lo que ha pasado hace diez minutos en la cocina, así ha sido.
Jack jugaba con sus macarrones con queso, sin mucha intención de comérselos, y después de varias advertencias, siguió sin hacer caso. Hotch perdió la poca paciencia que tenía cuando unos pocos macarrones terminaron en el suelo, así que cogió al niño por el brazo, y le dio unos cuantos azotes mientras le gritaba. Cuando se dio cuenta de lo que había hecho, se agachó a la altura de su hijo, pidiéndole perdón. Aunque Jack lloraba desconsolado.
Salió corriendo al cuarto de baño, dejando al niño en la cocina. Era él, se había convertido en su padre maltratador y no había vuelta atrás. Todavía recordaba su primera bofetada. Tenía cuatro años, uno más que Jack ahora mismo, y estaba jugando en el salón con sus juguetes en el suelo mientras su padre veía la televisión. Dos veces le había dicho que no hiciera ruido, y eso hizo, pero los coches de carreras hacen ruido cuando corren ¿verdad? Ni siquiera la vio venir. Y ni siquiera se atrevió a llorar, por si le volvía a pegar. Simplemente, pasó su manita por su mejilla, hasta que se fue el ardor del bofetón. Y se abrazó a su madre cuando la vio. No tuvo que decirle nada, la pobre mujer estaba acostumbrada.
Esa fue la primera de muchas, aunque siempre intentaba obedecer y pasar desapercibido. Aunque a su padre eso no le bastaba. Siempre encontraba una excusa para pegarle y humillarle. Por eso, cuando a los dieciséis años lo llamó su madre al internado para decirle que su padre había muerto en un accidente de coche (conducía siempre borracho, lo raro es que no se hubiera matado antes), prometió ante su tumba que él nunca sería igual. Que sería un padre amoroso, preocupado por sus hijos y un gran apoyo para ellos en los momentos difíciles.
Volvió a echarse un poco más de agua, se secó la cara y salió despacio hacia la cocina. No sabía muy bien qué esperaba encontrarse, pero desde luego, la imagen que vio lo enterneció. Jack estaba en su sitio, terminando su comida. Había cogido un puñado de servilletas y había recogido los macarrones del suelo. Hotch se acercó a él, agachándose a su lado. Le acarició el pelo para llamar su atención, y Jack le sonrió, con la cara manchada de tomate.
-Jack, amigo, siento mucho lo de antes. No quería hacerlo.
-Ya lo sé, papá. No pasa nada -volvió a sonreír.
-Prometo que no volveré a hacerlo.
-Vale papá. Mira, me lo he comido todo -dijo el niño señalando el plato.
-Ya lo veo, buddy. Estoy muy orgulloso de ti.
Hotch abrazó a Jack, que le devolvió el abrazo, hasta que sintió que le apretaba demasiado.
-Papi, me ahogassss -se quejó el niño.
-Lo siento buddy. Es sólo que te quiero mucho.
-Y yo también papá. ¿Puedo levantarme ahora? -preguntó Jack moviéndose inquieto en la silla.
-Claro que si, hijo. Escoge una película ¿vale? Enseguida iré.
-Genial -Jack salió corriendo hacia el salón y Hotch se incorporó decidido a recoger primero la cocina y después a disfrutar de la compañía de su hijo.
Estaban viendo por quinta vez "Buscando a Nemo", una de las películas favoritas de Jack, tanto que ya se sabía hasta los diálogos, y Hotch tenía a su hijo apretado contra su costado. En su cabeza no dejaba de repetirse la situación de antes, aunque el pequeño le había asegurado que estaba bien, y él podía ver que así era. Estaba seguro que no le había causado ningún trauma, y que Jack no iba a temer acercarse a él ni nada parecido, pero Hotch lo estaba pasando mal.
Era él el que temía que una vez que hubiera empezado, no pudiera parar, y que convirtiera la infancia de Jack en un infierno, como hizo su padre con la suya. Pero había una gran diferencia entre Richard Hotchner y su hijo, y de eso Hotch estaba muy orgulloso. Porque él podía controlar su ira, era capaz de respirar hondo y canalizar la ira hacia otro lugar y de otras formas, y no haciendo daño a las personas que más quería.
Tal vez esa tarde había perdido la paciencia con Jack, pero sabía que no iba a ser lo habitual. Que él, como su padre, se encargaría de enseñarle todos los buenos valores que tiene el ser humano, respetando y siendo respetado, y nunca, hacer daño a las personas que amas.
Continuará…
