Capítulo 8
Reid no sabía qué pensar. Desde que les había llegado el caso, había tenido pesadillas, y aunque en menor medida, habían vuelto las voces. Estaba seguro que su padre tenía algo que ver, y eso lo estaba torturando. Bastante tenía con controlarse a sí mismo, y que nadie se diera cuenta, que ahora tenía que lidiar con el hecho de que su padre tuviera algo que ver con la muerte de Riley Jenkis.
Cuando le pidió permiso a Hotch para quedarse (que aunque técnicamente en ese momento no era su jefe), el hombre lo había mirado fijamente durante un par de minutos y después le había preguntado si realmente tenía algo que ver con su padre o era todo por él. Le preguntó cómo se sentía, si estaba bien o si se sentía estresado. Siempre le estaría agradecido a Hotch por preocuparse por él, por protegerlo e intentar que nadie descubriera su secreto. Le aseguró que estaba bien, que hacía mucho que no tenía un ataque ni nada parecido. Ahora supo que Hotch fingió creerlo, pues había dejado a Rossi y Morgan de niñeras. Suspiró frustrado cuando los vio, pero más tarde supo que no había sido tan mala idea.
Hotch preparaba su café en la zona de descanso. Lo hacía lentamente, sin apresurarse, perdido en sus pensamientos. Llevaba unos meses que su mente hervía, iba de preocupación en preocupación. Su mente la ocupaba casi siempre su pequeño hijo, escondido en algún sitio a causa de un loco psicópata. Pensaba en cómo podían atrapar a Foyet, sentía que a pesar de todos sus esfuerzos (los que estaba haciendo también su equipo), no conseguían atraparlo. Su mayor miedo es que Foyet llegara a Jack antes de que ellos llegaran a él.
Luego le preocupaba Reid, como siempre. Sabía que se estaba metiendo en un gran lío por no informar de su enfermedad, pero en su momento le había prometido a Gideon que guardaría el secreto. Ni siquiera esta vez Rossi estaba informado de eso. El chico le había prometido que lo tenía todo bajo control, que se tomaba las pastillas y que no tenía crisis. Él lo vigilaba de cerca por si acaso. Porque este último caso, por ejemplo, sabía que había sido muy estresante para él, y no iba a dejarlo solo en Las Vegas. Rossi y Morgan se quedaron con él.
Luego estaba JJ. Se pasó todo el embarazo vigilándola de cerca. Reid le había contado que el detective Lamontaigne, de Nueva Orleans, era el padre del bebé, y que la había dejado en cuanto supo la noticia. La primera reacción de Hotch había sido llamar a Lamontaigne y decirle cuatro cosas, pero pensándolo después, sabía que a JJ no le gustaría la idea. Y sabía que podía cuidarse sola.
Otra cosa era en el trabajo. En ningún momento se le ocurrió que iba a desterrarla a trabajo de oficina, pero sí que se aseguró de que estuviera cuidada y no hiciera grandes esfuerzos. Se fijó que todo el equipo parecía cuidarla, pero sin agobiarla. No tenía ninguna duda de que eran una gran familia. Y ese bebé, que ahora estaba a punto de nacer, sería tremendamente afortunado por las personas que lo rodearían.
Se apoyó en el mostrador mientras revolvía el café, y vio a Strauss hablar con Anderson. La observó un momento. También estaba preocupado por ella desde su encuentro en el hospital. Había descubierto (haciendo una labor de detective, pero sin implicar a ningún analista técnico, y muchísimo menos a García), que era su marido el que estaba enfermo. El hombre tenía cuarenta y un años y cáncer de pulmón. Una verdadera lástima.
Nunca había pensado mucho en cómo sería su jefa fuera del trabajo, en que era mujer, esposa y madre. También había sido su culpa, que se empeñara en destruirlo a él y al equipo no ayudaba a tener una buena opinión sobre su persona.
Pero ahora la veía de forma diferente. No era lástima, ni pena, era una sensación de querer consolarla y quitarle el dolor. Era lo que sentía cuando hablaba con algún familiar, o alguna víctima de los casos que resolvían.
Strauss dejó a Anderson y caminó por el pasillo. Sus miradas se cruzaron un instante, y a pesar de los ojos tristes y la expresión seria, le sonrió brevemente. Hotch le devolvió la sonrisa. Se sorprendió por el gesto, aunque no tuvo tiempo de analizarlo mucho.
García llegaba apurada acompañada de una JJ nerviosa, que solamente repetía que "todavía no es la hora". Jordan Todd, la agente que iba a sustituir a su enlace de comunicaciones en su baja de maternidad, caminaba detrás de ellas con el bolso y el abrigo de la rubia.
-¡Emily! -gritó García cuando llegó a su lado. Ella apareció rápidamente, comiendo un sándwich. Estaba sola en la pequeña cocina que apenas usaban. Todo el mundo prefería la zona de descanso, donde en ese momento estaba Hotch.
-¿Qué ocurre? ¿Por qué estás gritando? -preguntó la morena.
-JJ está de parto. Vamos a llevarla al hospital.
Y mientras García daba órdenes a Jordan, a Emily y a él mismo, Hotch miró por la ventana, y pensó que venir al mundo el 1 de Diciembre estaba igual de bien que cualquier otro día, siempre que tuvieras a alguien que cuidara y protegiera como se supone que hacen los padres.
Continuará…
