Capítulo 12
Ninguno de ellos podría decir exactamente cuál fue el momento en que todo se desmoronó, en que todo se vino abajo. Pero sí sabían con certeza que desde ese día, nada volvería a ser igual.
Cuando salieron de la casa del mariscal Kassmeyer el corazón de cada miembro del equipo estaba totalmente encogido. Por Hotch, por Jack y por Haley. Sabían exactamente de lo que era capaz George Foyet. Todos deseaban llegar a tiempo, atrapar al maldito asesino antes de que pudiera hacer más daño.
Jordan Todd, poco acostumbrada todavía a la verdadera violencia a la que se enfrentaban cada día, rezaba en silencio y se retorcía las manos nerviosa desde su lugar en la parte de atrás del SUV.
Después del disparo, que resonó como un petardo hiriente en los oídos de cada miembro del equipo, Prentiss cogió a tientas la mano de su compañera. Necesitaba que se mantuviera firme, a pesar del dolor que reflejaba la cara de las dos agentes.
Cuando llegaron a casa de Hotch, las órdenes más bien silenciosas de Morgan (porque no tenía alma para ser el macho alfa en ese momento), los tranquilizaron un poco antes de entrar. Habían llegado los refuerzos, y ninguno sabía qué se iban a encontrar.
Sólo la visión de la sangre y el desorden en de la sala de estar ya le dijeron a Jordan que tendría pesadillas durante mucho tiempo. No era lo mismo ver una escena del crimen de cualquier otro caso, que la de tu propio jefe (o medio jefe, porque desde que Jordan estaba en el equipo, el jefe de Unidad era Morgan). En ese preciso instante, se arrepintió totalmente de haber aceptado el trabajo. Ella no estaba hecha para la UAC.
Rossi le dijo que empezara procesando la planta baja junto con Reid, que la llamarían si necesitaba ayuda. No protestó. Respiró hondo y se hizo a la idea que no conocía nada de ese sitio ni a quien lo habitaba. Era mejor distanciarse para no seguir sufriendo.
Cuando cogió al pequeño Jack de los brazos de su padre y el niño se aferró a su cuello, Jordan pensó en que ese niño ya nunca más volvería a ser el mismo. Tenía tres años y aunque probablemente no había visto nada, y no recordaría nada a largo plazo, también terminaría olvidando a su madre.
El silencio se hizo en la calle cuando un rato después, Morgan y Rossi escoltaron a Hotch hasta una ambulancia. Prentiss se acercó a ella y le dijo que irían en un coche detrás de la ambulancia con Jack. El pequeño se había quedado dormido en sus brazos y ella lo acunó sobre su pecho para protegerlo.
JJ se desplomó en un asiento de plástico después de colgar el teléfono. Las lágrimas brotaban de sus ojos sin darse cuenta. García acababa de contarle lo que había pasado, y ella se sentía terriblemente mal por no estar al lado de su jefe. No era exactamente eso, no había querido vivir lo que habían pasado sus compañeros, pero sí le gustaría poder estar con su amigo en sus malos momentos.
Hotch era como un hermano mayor para ella, siempre aconsejándola y protegiéndola cada vez que lo necesitaba, pero dándole su espacio cuando era necesario. Eso hizo los últimos meses, durante su embarazo. Y eso hizo la última semana.
JJ llevaba la última semana prácticamente todo el día dentro del hospital con Henry. A ella le habían dado el alta dos días después de dar a luz, pero el niño se iba a quedar ingresado hasta el momento de la operación. Entraba en el hospital a las siete de la mañana y se iba a las ocho de la noche, aunque solamente podía estar unas pocas horas con el niño, distribuidas en periodos de veinte minutos a lo largo de todo el día. Había recibido la visita de todo el equipo, pero Hotch y Spencer habían sido los que más habían estado con ella.
Le había pedido a Spencer que fuera el padrino de Henry, junto a García que sería la madrina. El chico aceptó encantado. Spencer Reid se había convertido para ella en un gran apoyo y en un gran mejor amigo.
Y junto a Hotch había llorado una tarde, hacía tres días, en la que lo veía todo negro y demasiado duro para que pudiera seguir ella sola. Pero él la había abrazado, y le había asegurado que nunca estaría sola. A simple vista tal vez lo pareciera, pero Henry tenía la suerte de haber nacido con los mejores tíos políticos que alguien podría tener. Y ella tenía también una gran red de apoyo a su alrededor. Si alguna vez necesitaba algo, cualquier cosa, ahora o más adelante, cualquiera de ellos se movilizaría para ayudarla.
Y ahora era él el que necesitaba ayuda, y JJ se sentía una inútil por no estar a su lado. Conociendo a Aaron, sabía que prefería que estuviera al lado de su hijo, aunque ella estuviera sufriendo también por su amigo, su hermano mayor. Se prometió que en algún momento, no demasiado lejano, le devolvería todo lo que él había hecho por ella.
Erin Strauss salía de una reunión de dos horas cuando sonó su teléfono. Respondió bruscamente, sin saber que esa llamada sería también un punto de inflexión en su vida. Fue Rossi el encargado, con el corazón en un puño y obviando el tono cortante de su jefa al principio de la llamada, el que le contó lo sucedido. Strauss se apoyó contra la pared, esquivando a los compañeros que pasaban a su lado, y necesitando un punto de apoyo para no caer al suelo. Le prometió que informaría al director, y que volvería a llamar más tarde. Luego colgó el teléfono.
Se quedó unos minutos más donde estaba, controlando su respiración. Luego volvió a su despacho. Nunca, ni en un millón de años, se hubiera imaginado que las cosas terminarían así. Había leído el informe inicial de George Foyet, el de Boston. Luego en el que había trabajado el equipo, cuando lo habían atrapado, y siempre había pensado que terminarían atrapándolo.
Sabía cómo funcionaban las cosas, y que en cuanto le contara lo sucedido al director, éste ordenaría un Comité de Investigación. Era el protocolo, pero no lo que ella quería para su equipo. No en esos momentos, al menos. Sabía cómo la veía el equipo, y no esperaba demasiada colaboración por su parte. Y si era sincera consigo misma, en esos momentos no tenía fuerza física ni mental para un Comité de Investigación.
Dejó de pensar por un momento en el trabajo, y pensó en Aaron. En cómo su vida había cambiado en sólo un instante. Ahora era un padre soltero, que en realidad no conocía a su hijo. Y no por los casi seis meses que había pasado escondido con su madre, sino por el divorcio de sus padres casi dos años antes. Ni él conocía a su hijo ni su hijo lo conocía a él. Tendrían que adaptarse el uno al otro de nuevo, sin contar con su madre. Y eso, para un niño de tres años, sería difícil.
Se limpió las lágrimas que no se dio cuenta que estaba derramando, cogió el móvil y fue a informar al director de las últimas noticias.
Había sido un día largo, y Hotch seguía flotando en una nube. Ahora estaba sentado en su sofá, apretando a su hijo dormido contra su pecho. El equipo estaba con él, se habían negado a dejarlo solo desde que habían salido de su casa. García lo había abrazado con fuerza cuando llegó a su casa, mientras aguantaba las lágrimas.
Escuchaba las conversaciones de sus amigos totalmente amortiguadas, porque no dejaba de repetir en su mente los acontecimientos del día. Siempre había pensado que encontrarían a Foyet antes de que llegara a su hijo y a su madre, pero se había equivocado. Al menos, habían conseguido salvar a Jack, lo más importante de su vida.
No podía soportar pensar que habían perdido a Haley, y que no había cumplido la promesa que le hizo antes de irse a protección de testigos. No pudo atrapar a Foyet a tiempo, y nunca se lo perdonaría. Y aunque llevaban divorciados cerca de dos años, y poco a poco y sin que se diera cuenta había logrado superarlo y pasar página (como sabía que había hecho ella), siempre tendría un lugar en su corazón.
Haley había sido su primer amor, y su primera vez para muchas cosas, y aunque las cosas entre ellos finalmente no habían funcionado, le había dado lo más valioso del mundo. Jack. Y lucharía por él hasta con su vida.
En su cabeza resonaban sus últimas palabras, en las que le prometía que le contaría cosas sobre ella, y que le enseñaría lo que es el amor. La primera era mucho más fácil de cumplir, pero Hotch comprendió que Haley veía en él no sólo al agente Hotchner, sino al hombre bueno que era fuera del trabajo. Así que aunque le costara un poco, se prometió que le mostraría a su hijo a amar, y que encontraría a alguien que los amara a los dos.
Saltó un poco cuando notó que alguien lo tocaba suavemente en el brazo.
-Perdona, ¿qué?
-Decía que si quieres que acueste a Jack. Estará más cómodo. Y tú también -preguntó Emily con suavidad.
-No. Ya lo hago yo. Gracias Emily.
Se levantó y se dirigió a su habitación. Sintió la mirada de su equipo sobre él. Dejó al niño en la cama, lo besó en la frente y volvió a salir. Se encontró con Rossi que esperaba en el pasillo y que colgaba el teléfono en ese momento.
-Era Strauss. El Viernes será el Comité de Investigación. Es lo normal en estos casos.
-Si, lo sé. Antes me ha enviado un mensaje para darme el pésame.
-Muy amable por su parte…-ironizó Rossi.
-Dave…-contestó Hotch frotándose la frente.
Antes de que su amigo contestara, sonó el timbre, y Hotch fue a abrir. Se encontró a una JJ llorosa cuando abrió la puerta, que se lanzó inmediatamente a sus brazos.
-JJ, no era necesario que vinieras hoy -le dijo él mientras frotaba su espalda.
-Si, porque tú has estado hay para mi siempre, no podía dejarte solo -hipó ella cuando se tranquilizó-. Lo siento mucho Aaron.
-Gracias JJ.
-¿Cómo está Jack?
-Bien. Está un poco perdido, no entiende muy bien qué es lo que ocurre, pero lo superaremos.
Y Hotch estuvo seguro de ello mientras veía a su equipo, su familia (incluida Jordan Todd, que parecía encontrarse mejor y a la que le agradecía haber cuidado de Jack), reunido en su pequeño salón apoyándolo en uno de los peores momentos de su vida.
Continuará….
