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Capítulo 14
Morgan dejó su bolsa de viaje en el suelo, debajo de la mesa de su despacho. Acababan de llegar de Nashville, y aunque tenía que hacer el papeleo, era lo que menos le apetecía en ese momento. Desde que era el jefe de Unidad, se había multiplicado su papeleo.
Eran unos días muy complicados para todos, desde que Foyet había asesinado a Haley. En realidad, todo cambió algo más de seis meses antes, cuando se escapó de la cárcel y los había esquivado burlándose de ellos. Y cuando atacó a Hotch en su casa, fue necesario hacer cambios para al menos mantener un poco de normalidad e intentar engañar a Foyet.
Morgan tenía claro que cuando Hotch volviera, no lucharía por el puesto. El jefe de Unidad siempre había sido Hotch, y así sería siempre. Probablemente Strauss quisiera que siguiera él, pero no le quitaría el lugar que se merecía a su jefe y amigo.
Estaba agotado y sentía como la ira le bullía en el pecho. Cogió la pistola rumbo al campo de tiro.
Necesitaba desahogarse, y a esas horas de un Viernes por la mañana, sabía que el campo de tiro no estaría demasiado lleno. Saludó a la poca gente con la que se encontró, y lo preparó todo.
Hacía tres días que sus suegros habían llegado a casa, y ya la habían sacado de quicio más de una vez. Donald era un santo, y apenas decía nada para no molestar demasiado, pero Mary no hacía otra cosa más que criticarla. Pero había sido así desde que se habían casado, y en los últimos meses parecía ir a más.
Mark intentaba que reinara la cordialidad (ahora y siempre), pero Mary sabía cómo hacerlo con disimulo incluso delante de la gente. Erin intentaba ignorarla, no entrar en su juego, pero eso le causaba ansiedad. No siempre era capaz de callarse, en ocasiones discutían y después ella era siempre la víctima. Lo peor es que su hija, Faith, la hermana de Mark, era igual que ella. Y Erin sabía que en cuanto no estuviera su marido, su familia le haría la vida imposible.
Descargó el cargador de su Glock contra el objetivo, dos veces, y cuando terminó, vio que casi todos los disparos estaban en el centro del objetivo. Sonrió para si misma. Puede que apenas saliera al campo, pero seguía teniendo intacta la puntería. Sobre todo si visualizaba a su suegra en el objetivo. Se mordió el labio para evitar reírse de su propio pensamiento.
Al darse la vuelta, vio al agente Morgan muy cerca de allí. Se acercó a ella.
-Buena puntería, señora -la elogió él.
-Gracias agente Morgan.
-Acabamos de llegar de Nashville. Todo ha ido bien.
-Perfecto. Leeré el informe. Buenas tardes, agente Morgan.
-Buenas tardes, señora.
Morgan la vio marcharse, y se preguntó si la rabia con la que descargaba la pistola era porque aunque no lo pareciera, a ella también le había afectado toda la situación de Foyet.
Había pasado una semana de la muerte de Haley, y Hotch y Jack intentaban acostumbrarse el uno al otro. El niño todavía dormía en su cama todas las noches, aunque lo acostara primero en su habitación. Echaba de menos a su mamá, y pedía ver fotos y vídeos todos los días. Hotch era incapaz de negarle nada de momento.
Estaban colocando las últimas cajas (odiaba las mudanzas), cuando llamaron a la puerta. Strauss lo había llamado el día anterior, quería comentarle algo. Hotch tenía una ligera idea de lo que era.
-Gracias por venir hasta aquí, Erin.
-Por supuesto. No es momento de que te separes del niño.
-Jack, saluda a la señora Strauss -le pidió Hotch a su hijo.
-Hola -el niño se dio la vuelta en la silla y la saludó con su manita, sonriendo un poco.
-Hola Jack -ella le devolvió el saludo y la sonrisa.
-Siéntate por favor, traeré un poco de café.
Ella lo hizo, y miró a Jack como se entretenía con sus juguetes. Se preguntó cómo le habría cambiado la vida toda la situación. Y cómo se la cambiaría a sus hijos la suya.
-Aquí tienes -Hotch dejó una bandeja en la mesa con un par de tazas, leche y azúcar.
-Gracias. Oh, te he traído algo para Jack -le pasó una bolsa con un paquete envuelto. Era más o menos grande-. Puedes dejarlo para Navidad.
-Erin, no tenías que…-Hotch estaba visiblemente emocionado mientras dejaba la bolsa en el suelo, a su lado.
-Lo sé. Sólo quería hacerlo. Me imagino que no será la mejor época para ninguno de los dos…-carraspeó un poco. Luego sacó unos papeles del maletín-. La Oficina cree que después de lo que ha pasado, lo mejor es que pases tiempo con tu hijo. Te ofrecen una jubilación anticipada, pero con una gran paga. No os faltará de nada.
Hotch miró los papeles que ella le había pasado. No se había equivocado con sus suposiciones.
-¿Puedo pensarlo? -preguntó con seriedad.
-Creí que me iría de aquí con una respuesta…
-Tengo que decidir qué es lo mejor para Jack, Erin. Y no sé si la jubilación lo es -él la miró fijamente.
-Está bien. Tú eliges. Supongo que puedes pensarlo hasta el Lunes a las cinco de la tarde.
-Bien. Muchas gracias.
Le devolvió los papeles, y mientras los guardaba, se fijó en la bonita pulsera de plata que llevaba en la muñeca derecha. Tenía un par de corazones cruzados con los nombres grabados de sus hijos y su marido. Recordó que el día del funeral, había sido su cumpleaños.
-Por cierto, el otro día no lo recordé, pero felicidades atrasadas -señaló con la cabeza su muñeca.
-Oh, gracias -sonrió un poco mientras se levantaba-. Cuando tomes tu decisión, llámame por favor, sea la que sea.
-Por supuesto. Y gracias por el regalo para Jack.
La acompañó a la puerta, y luego se acercó al niño, que seguía jugando en la mesa del comedor. Se sentó a su lado, y pensó que haría lo que fuera para mantenerlo a salvo. Le había fallado a su madre, pero no le iba a fallar a él. Hablaría con Jessica, y si ella aceptaba quedarse con él, Aaron Hotchner volvería a la UAC.
Escuchó que alguien hablaba en voz baja en el salón cuando entró en casa, y fue hacia allí directamente, sin ni siquiera quitarse el abrigo o los zapatos. Mark hablaba con su padre mientras veían la televisión.
-¡Erin! ¿Cómo ha ido tu día? -preguntó su suegro cuando se dio cuenta de su presencia.
-Tranquilo, no puedo quejarme. ¿Y el vuestro? ¿Y los niños?
-Mary se los ha llevado al centro comercial. También ha ido Malia. Esa chica se merece un aumento de sueldo, créeme -le dijo divertido Donald mientras le palmeó con cariño el hombro, antes de dirigirse a la cocina.
Erin sonrió cansada y se sentó al lado de Mark, que levantó un brazo para que ella se acomodara en su pecho. Le besó la coronilla y ella se acurrucó contra él.
-¿Te encuentras bien? Me sorprende verte levantado.
-Me levanto todos los días, Erin. Y paseo un poco. Lo que pasa es que cuando llegas tú suelo estar ya en la cama. Pero ya que están aquí mis padres, voy a aprovechar.
-Claro, una razón más para que tu madre me critique. Que conmigo no te mueves tanto porque no estoy en casa en todo el día ¿no? -ella se separó de él y lo miró.
-Erin no empieces…
-La escuché el otro día Mark, no intentes negarlo, ni defenderla -se frotó las sienes, cansada.
Mark iba a contestarle cuando la puerta se abrió. Nora y Jasper entraron alborotando, con su abuela regañándolos justo detrás, y Malia que llevaba en brazos a una Olivia dormida.
-¡Mamá! ¡Papá! Hemos visto a Santa Claus, y sus elfos y los renos, y le hemos entregado las cartas -contaron emocionados los niños.
-Eso es fantástico, chicos. Venid aquí y contádmelo todo -Mark palmeó el sofá a su lado y los niños se sentaron con él.
-Se ha dormido ¿verdad? Voy a llevarla a la cama -Erin se acercó a Malia para coger a Olivia.
-No tranquila, yo me ocupo -la chica sonrió y se dirigió hacia las escaleras.
-Esa niña está muy malcriada. Lo toquetea todo, y si la regañas, ya está lloriqueando -se quejó su suegra.
-Tiene dos años Mary, y es una niña. Los niños son así -contestó Erin con cansancio.
-Si bueno, eso sólo es si no se les presta la suficiente atención -murmuró su suegra sentándose en un sillón.
-Voy a hacer la cena -Erin respiró hondo, y vio cómo Mark la miraba de reojo mientras escuchaba a sus hijos hablar.
-¡Vayas horas! Debería estar ya lista…
Erin deseó, como casi cada minuto desde hacía tres días, que el tiempo pasara rápidamente y enseguida fuera 2 de Enero, para poder perder de vista a la odiosa de su suegra.
Continuará…
