Nota: Aviso de capítulo muy triste...

Capítulo 20

Erin esperó pacientemente a que el café saliera de la máquina, y luego cogió el vaso con cuidado. Arrugó la nariz al probarlo, nunca se llegaría a acostumbrar al sabor tan artificial del café de esas máquinas. Se sentó en una silla cercana y esperó.

Era lo que llevaba haciendo el último mes y medio. Esperar a que llegara el momento que tanto temía, pero que sabía que no tenía remedio.

Había días que Mark parecía mejorar, que estaba despierto casi todo el día y podían incluso hablar y reír a ratos (le habían quitado la intubación a los tres días de estar ingresado, aunque necesitaba el respirador), pero la mayor parte del tiempo estaba dormido. Al menos, sabía que así sufría menos.

Había empeorado en el tiempo que llevaba en el hospital (los días buenos eran escasos), pero parecía que a Mark le gustaba aferrarse a la vida, y consiguió superar un par de crisis.

No fue hasta que pasaron cuatro días desde su ingreso, que Erin avisó a su familia. No tenía intención de mantenerlos al margen, pero necesitaba un poco de tranquilidad. No se lo tomaron bien (nada que ella hiciera estaba bien hecho para ellos), y tuvo una fuerte discusión con su suegra y su cuñada, la cual derivó en Erin teniendo una crisis de ansiedad y llorando en el pasillo.

A pesar de los días buenos, ninguno de los dos quería que los niños vieran a su padre así, y que ese fuera, probablemente, el último recuerdo que tuvieran de él. Pero sí hablaba brevemente con ellos por teléfono, y eso parecía conformarles. Al menos a Jasper y Olivia. Erin no olvidaba que Nora estaba con Mark cuando perdió el conocimiento, y se sentía culpable por el miedo que tuvo que pasar la niña.

Se había saltado ya varias leyes de circulación, pero necesitaba llegar cuanto antes al hospital. Afortunadamente, desde la casa de Aaron el hospital estaba diez minutos más cerca.

El corazón le latía fuertemente en el pecho, mientras aparcaba el coche y corría dentro del hospital. Esperaba que no fuera demasiado tarde.

Cuando llegó a la sala de espera, Nora lloraba en silencio acurrucada en una silla, y Malia se paseaba nerviosa. La niña se abalanzó sobre ella en cuanto la vio.

-¡Mamá! -lloró la pequeña abrazándose fuertemente a ella.

-Shh, ya estoy aquí cariño -la consoló ella.

Cuando Nora estaba más tranquila, Erin la sentó de nuevo y le dijo que iba a hablar con Malia, y después iría a ver al médico. La niña asintió en silencio, pero reflejando en su cara lo asustada que estaba. Erin la besó dulcemente en la frente y luego se alejó.

-¿Qué ha pasado, Malia?

-Estaban en la habitación, creo que Nora iba a leerle un libro. De repente escuché el grito de Nora. Corrí hacia allí y Mark estaba desmayado, estaba con medio cuerpo fuera de la cama. Creo que intentaba alcanzar algo, porque Nora salía del baño. Lo siento mucho, señora Strauss -la chica estaba al borde del llanto.

-No es tu culpa, Malia. Bastante estás ayudando con toda esta situación. Y te lo agradezco mucho.

La chica asintió aliviada, y se sentó al lado de Nora. En ese momento, apareció el médico, y la poca esperanza que todavía podía tener Erin, se esfumó con sus palabras.

Desde ese día, apenas había abandonado el hospital, salvo en contadas excepciones. Pasó por la oficina para informar al director que iba a tomarse un tiempo libre (que ahora sí necesitaba), y él le dijo que no se preocupara, que de su trabajo se encargaría el agente Hotchner (al parecer, él cumplió su promesa y ya había hablado con él). Al pasar por el bullpen, cruzó brevemente la mirada con el agente Rossi, que la miró interrogante. No hizo caso y siguió el camino a su despacho.

Solía pasar casi todas las noches en el hospital, ya que sus suegros se habían mudado a su casa y podían quedarse con los niños. Aún así, Donald la "obligaba" a salir, tomar aire fresco, ir a casa y pasar tiempo con los niños. Erin protestaba la mayor parte de las veces, pero sabía que su suegro tenía razón. No podía desdoblarse y estar en dos sitios a la vez, pero tenía que prestarles un poco más de atención a sus hijos. Pero su corazón le decía que si algo le pasaba a Mark mientras ella estaba fuera, no se lo perdonaría nunca.

Una noche, Nora le suplicó llorando que quería ver a su padre, y aunque ella al principio se negó, la mirada llorosa de la niña la terminó convenciendo. Al día siguiente, tuvo que enfrentarse a la crítica de Mary, pero Erin le espetó que Nora era su hija y era su decisión llevarla al hospital, y que se metiera en sus asuntos. La escuchó maldecir hasta que cerró la puerta de entrada.

Nora estuvo abrazada a su padre la mayor parte del tiempo que estuvo en el hospital, sabiendo que sería la última vez que lo vería. Mark le acariciaba el pelo lentamente, hasta que el agotamiento lo dejó dormido. Luego la niña se abrazó a su madre y las dos lloraron en silencio mientras lo miraban dormir.

Hacía menos de una semana, en uno de los ratos en los que Mark se encontraba relativamente bien, le había dicho que había grabado unos vídeos y escrito unas cartas para ella y los niños. Malia sabía dónde estaban y cuando debía dárselas. Erin lo miró al borde del llanto, Mark la besó en la frente y luego se quedó dormido abrazado a ella, cómo tantas otras veces a lo largo de sus trece años de matrimonio. Erin lloró mientras acariciaba su mano y recordaba los buenos momentos.


Erin salió de su ensoñación cuando un grupo de personas pasaron hablando a su lado. Se dio cuenta que tenía el vaso de café todavía entero, aunque ya estaba frío. Se levantó y lo tiró a una papelera cercana. Al volverse, vio a uno de los médicos de Mark acercarse a ella. Pudo leer en la expresión de su cara que no se trataba de buenas noticias.

-¿Qué ocurre? -preguntó casi sin voz.

-Erin, deberías volver a la habitación. Es…hora de que te despidas. Su familia lo está haciendo en este momento, y Mark está muy débil ya -dijo el médico con delicadeza.

Ella asintió despacio, mientras intentaba controlar su respiración y los latidos de su corazón. Siguió al médico, ralentizando su paso al acercarse a la habitación. Sus ojos empezaron a llenarse de lágrimas al ver a Donald consolando a Mary. Faith y Martin salían cuando ella alcanzó la puerta. Su cuñado le dio un apretón en el hombro, transmitiéndole fuerzas.

Las primeras lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos cuando entró en la habitación. Su labio inferior temblaba al acercarse a la cama, y su vista se nubló completamente cuando se sentó al lado de Mark. Se limpió las lágrimas, y se inclinó hacia su esposo.

-Mark…cariño, ¿puedes oírme? -murmuró.

Él abrió los ojos lentamente, y sonrió a través de la máscara de oxígeno cuando la reconoció. Levantó despacio la mano derecha, con intención de quitársela, pero ya no le quedaban fuerzas. Erin lo hizo por él.

-Creo…que ahora sí ha llegado el momento Er -sonrió levemente-. Tienes…tienes que prometerme que serás feliz…que no te encerrarás en ti misma.

Ella asintió, mientras se aferraba a su mano. Mark cerró los ojos un instante, sonriendo, luego volvió a abrirlos lentamente.

-Eres la mejor madre del mundo, no lo olvides nunca…los niños tienen mucha suerte de tenerte. Y yo... he tenido…he sido el hombre más feliz del mundo a tu lado Erin. Te quiero.

-Yo también te quiero, Mark -sollozó.

-Pero tienes que hacerme…un último favor…- volvió a cerrar los ojos, casi sin fuerzas. Erin asintió cuando los abrió de nuevo-. Quiero que no dejes de sonreír nunca…y quiero que sonrías…ahora…quiero que lo último que vea sea tu sonrisa.

Erin se limpió rápidamente las lágrimas de las mejillas, aunque brotaban de nuevo con rapidez, y puso su mejor sonrisa para su esposo. Él sonrió ampliamente mientras cerraba los ojos, y en unos pocos minutos, Mark se había ido.


Los siguientes días transcurrieron en una neblina para Erin. Fueron su cuñado y su suegro los que se encargaron de los preparativos para el funeral, y de avisar a todo el mundo. Ella apenas tenía fuerzas para levantarse de la cama, pero tenía tres hijos que necesitaban todo su apoyo en esos momentos tan duros.

Cada vez que cerraba los ojos, recordaba el momento exacto en que Mark dejó de respirar, y el pitido de la máquina que indicaba que su corazón se había parado. No dejaba de escuchar ese maldito pitido ni siquiera por encima del llanto de sus hijos, ni del suyo propio.

Fue Martin el que tuvo que separarla de Mark, porque estaba fuertemente abrazada a él, llorando desconsolada. No importaba lo preparados que estuvieran para ese momento, dolía como si te arrancaran la piel a tiras.

En la Oficina fue un shock enterarse, puesto que casi nadie sabía la noticia. Enviaron varios ramos de flores, de varios departamentos diferentes.

En el cielo brillaba un sol radiante el día del funeral. El equipo se colocó en un segundo plano, pero Hotch tenía una buena perspectiva de todas las personas reunidas allí desde su posición. Estaban el director y el subdirector, así como varios compañeros jefes de sección de Strauss. También otros altos cargos de la Oficina. Su secretaria Lisa, que parecía desconsolada, y todos los equipos a los que Strauss supervisaba. Y alguna gente más que no reconoció. Todos parecían tristes y compungidos, y Hotch se preguntó brevemente si alguno de ellos conocía personalmente al difunto. O tal vez simplemente era por la forma tan triste de fallecer.

Finalmente, se fijó en Erin y su familia. Su jefa tenía la mirada perdida, y daba la impresión de estar mentalmente en otro lugar. Había adelgazado mucho, y tenía los ojos hundidos y la tez pálida. Los tres niños se aferraban fuertemente a ella, cómo si temieran que ella también se fuera.

Había una chica justo detrás de ella, que lloraba en silencio, y que Hotch supuso que sería la niñera de los niños.

Pero lo que más llamó la atención del agente, fue que el resto de la familia estaba separada unos metros de Erin y los niños. Dos mujeres (la madre y hermana de Mark, supuso), lloraban abrazadas a sus esposos. Dos niños con cara triste estaban cogidos de la mano a su lado.

En ese momento, Hotch se dio cuenta de lo sola que se quedaba Erin. Sabía que no tenía familia propia, y no parecía que la de su esposo la acogiera demasiado bien. Pensó en lo afortunado que era él al tener al equipo.


La recepción posterior la hicieron en la casa. Mary, ya recuperada del sofoco del funeral, era la anfitriona perfecta. Erin saludó a todo el mundo, recibiendo el pésame, aunque totalmente ausente. Si le preguntaran más tarde, no sabría con quién habría hablado.

El equipo estaba reunido en una esquina del salón, observando al resto de las personas.

-¡Qué pena más grande! Era demasiado joven, y deja tres niños pequeños. ¡A veces la vida es tan injusta! -dijo García rompiendo el silencio.

-A mi me ha dado mucha pena Strauss. Es difícil recuperarse de algo así -Jordan bajó la voz cuando alguien pasó a su lado.

-Difícil pero no imposible, Jordan. Otra cosa es que vuelva a ser la misma -Morgan miró de reojo a Hotch.

Siguieron hablando un poco más, pero Rossi no dejaba de mirar a Hotch, que fruncía el ceño como si le preocupara algo.

-Estás muy callado, Aaron. ¿Qué pasa por tu cabeza?.

-Nada importante. Disculpad.

Se alejó del grupo, y habló durante unos minutos con el director. Luego, buscó con la mirada a Erin. No la encontró a la vista, así que dio una vuelta por la casa hasta que la encontró en el jardín.

Erin estaba sentada en el columpio, y se balanceaba muy lentamente. Tenía la mirada perdida. Hotch nunca la había tan triste y tan desolada como esa tarde. Se sentó junto ella, en silencio. Miró también hacia el jardín, recordando el suyo propio, en el que Jack dio sus primeros pasos, pero en el que ya no podría seguir corriendo.

Erin tenía una mano sobre su regazo, y la otra sobre el asiento del columpio, junto a su cuerpo. Hotch miró su mano cuando sintió cómo comenzaba a llorar de nuevo, y sólo dudó un segundo. La agarró y la apretó fuertemente, intentando transmitirle toda la fuerza que necesitaba.

No estaba completamente seguro de si Erin estaría cómoda con el contacto, pero no iba a dejar que la mujer sufriera en soledad si él podía acompañarla.

Cuando murió Haley, nadie se atrevía a acercarse a él, y mucho menos tocarlo. No era un hombre de contacto, eso seguro, pero hubiera agradecido alguna muestra más de afecto en esos momentos. Sólo Jessica lo abrazó en alguna ocasión, pero Hotch creía que era más por ella que por él.

Permanecieron así hasta que Malia se asomó por la puerta.

-Perdone, señora Strauss. Pero Olivia no deja de llorar, y de llamar a su padre y…

-Está bien Malia, voy enseguida -dijo con voz cansada.

Miró a Hotch por primera vez desde que había llegado, y él volvió a darle un apretón. Ella se levantó despacio, pero antes de irse, se volvió hacia él.

-Gracias -murmuró.

Hotch no dijo nada, pero asintió casi imperceptiblemente como respuesta. Luego esperó unos minutos más, y volvió a entrar en la casa.

Continuará…