Capítulo 23

Se despertó bañado en sudor, fruto de una terrible pesadilla. Las que tenían que ver con su trabajo eran malas, pero cuando eran sobre la muerte de Haley, lo dejaban temblando el resto de la noche. Giró el despertador para ver bien la hora: 2:16 brillaban los números en rojo. Se frotó los ojos y suspiró. Le faltaba la mitad de la noche para seguir durmiendo. Aunque sabía que lo más probable es que fuera imposible.

Jack dormía acurrucado a su lado, abrazando a su osito y chupando su pulgar. Lo besó con cuidado en la sien y se levantó.

Entró en el baño y se mojó la cara con agua fría. Se miró al espejo, estaba pálido y ojeroso. Todavía veía la cabeza de Haley volar por la ventana y caer sobre su coche. Esa era una pesadilla recurrente. Y cuando era Jack era todavía peor.

Sabía que las pesadillas no se irían en mucho tiempo. Con su trabajo, había temporadas en que eran muy habituales, y si el caso era realmente malo, tardaban tiempo en irse. No obstante, el caso Foyet y la muerte de Haley lo perseguirían para siempre, de eso estaba seguro. Lo peor, y lo que más lo atormentaba, era que su hijo de cuatro años también tenía pesadillas; y eso no era normal para un niño de su edad.

Comprobó que Jack seguía durmiendo cuando salió del baño, y fue a la cocina. Se preparó un café bien cargado y luego se sentó en el sofá, encendiendo la televisión. Buscó un canal dónde pusieran una comedia, o una película de la que no tuviera que prestar mucha atención. Encontró por fin una serie de los noventa, de esas con risas enlatadas y de la que no necesitabas ver todos los capítulos porque no perdías el lío.

Fijó la vista en la pantalla, pero en realidad, su mente estaba muy lejos de allí. Después de las pesadillas, solía repasar una y otra vez en su mente los acontecimientos del 9 de Diciembre. Si él hubiera hecho algo de otra forma, tal vez Haley seguiría viva y Jack crecería con su madre.


Una pequeña sacudida en su brazo hizo que abriera los ojos. Ni siquiera fue consciente de haberse quedado dormido. Cuando abrió los ojos del todo, vio que Jack lo miraba serio. La televisión emitía ahora una película muda en blanco y negro.

-Hey buddy, ¿quieres desayunar? -se frotó los ojos mientras miraba la hora. El niño asintió-. Bien, pues vamos a por los cereales, luego ya nos prepararemos para empezar el día.

Cuarenta minutos después, salían de casa camino a la guardería. El niño iba en silencio, mirando por la ventanilla, pero con la ilusión que tienen los niños de cuatro años cuando van al colegio.

Al llegar, la señorita Maslow, la profesora de Jack, recibía a los niños en el patio. El pequeño corrió hacia ella después de abrazar rápidamente a su padre, y los dos niños que estaban con ella, echaron a correr en cuanto él se acercó. Hotch frunció el ceño al verlo, aunque no le dio mucha importancia, sería cosas de niños. Esperó a que Jack, su profesora y todos sus compañeros entraran en el edificio y luego se fue.


El día transcurrió con relativa calma; con alguna reunión, un par de consultas con policías y sheriff que necesitaban su ayuda y el papeleo normal de todos los días. Sobre las dos de la tarde, recibió una llamada de la guardería de Jack. Se tensó en cuanto reconoció el número de teléfono.

-¿Señor Hotchner? Soy la señora Monroy, la directora del colegio de su hijo Jack. Lo llamo porque ha habido un problema con su hijo, y necesitamos que venga a por él.

-¿Pero está bien? ¿Qué ha pasado? -preguntó mientras se levantaba a toda prisa y cogía sus cosas.

-No se preocupe, Jack está bien, si eso es lo que le preocupa. Pero hablaremos cuando llegue aquí.

Salió lo más deprisa que pudo del bullpen, sintiendo la mirada de su equipo sobre él. No le importó lo más mínimo. La directora le había asegurado que Jack estaba bien, lo cual significaba que no había sufrido ninguna clase de accidente. Pero entonces no entendía porqué lo habían llamado con tanta urgencia.

Condujo deprisa y en piloto automático, y llegó rápidamente a la guardería. Buscó el despacho de la directora, y volvió a respirar tranquilo cuando vio a su pequeño hijo sentado en el suelo de la antesala haciendo un dibujo. El niño levantó la cabeza y sonrió ampliamente.

-¡Papi!

-Hey buddy, ¿estás bien? -Hotch se agachó a su lado y le revolvió el pelo.

Jack asintió, e inmediatamente volvió a su dibujo. La puerta se abrió, y la secretaria le indicó que podía pasar. La señora Monroy se levantó y le estrechó la mano.

-Gracias por venir tan pronto, señor Hotchner -se sentó y él la imitó.

-¿Puedo saber ya por qué estoy aquí? -preguntó con impaciencia.

-Le he hecho venir porque desde hace casi un mes, Jack tiene un comportamiento inadecuado con sus compañeros.

-¿Comportamiento inadecuado? ¿Qué quiere decir? -Hotch estaba cada vez más sorprendido por lo que le estaba contando esa mujer.

-Su hijo, señor Hotchner, muerde y pega a sus compañeros. Lo más sorprendente, es que no parece arrepentirse de su comportamiento después de haberlo hecho.

Hotch la miró boquiabierto. No era posible que su pequeño niño, ese que lo miraba con adoración cada vez que lo veía, que se acurrucaba contra él casi cada noche y el que lo abrazaba fuerte con miedo de que él también desapareciera; fuera capaz de hacerle eso a sus amiguitos. Ahora entendía porqué esa mañana los dos niños corrieron al verlo.

-Hasta ahora los padres no han dicho nada, lo hemos tratado como cosas de niños sin mayores incidentes, pero esta mañana, Jack ha atacado a una niña clavándole los dientes en el muslo, tan fuerte que aparte de hacerle sangre, le dejará la marca de por vida -continuó la directora.

-¿Y puedo saber porqué si esto ha estado ocurriendo durante un mes, me están informando ahora? -preguntó cada vez más indignado.

-Hemos informado a su cuñada desde la primera semana que empezó a ocurrir esto, señor Hotchner -dijo la señora Monroy-. ¿No lo ha informado ella? Dijo que lo haría…

Él negó con la cabeza, preguntándose la razón por la cual Jessica no se lo habría contado. Tendría que hablar seriamente con ella.

-Puede llevarse a Jack a casa hoy. No es una expulsión ni mucho menos, ni estará en su expediente académico, pero como siga persistiendo en su comportamiento, nos veremos obligados a tomar medidas más…drásticas.

-Por supuesto, lo entiendo. Gracias -se levantó y volvió a estrechar su mano.

Jack hablaba animadamente sobre leones con la secretaria, que lo miraba con una sonrisa. Hotch seguía sin creerse que su hijo fuera capaz de hacerle daño a alguien.

Cuando el niño estaba instalado en su silla del coche, Hotch sacó su teléfono y marcó el número de su cuñada.

-Jessica, acabo de recoger a Jack de la guardería. Cuando puedas, quiero verte en casa -su voz sonó más dura de lo que pretendía, y notó cómo su cuñada tragaba saliva.

-Por supuesto, pero no podré estar allí hasta por lo menos las cuatro.

-Me vale.

Necesitaba aclarar la situación con Jessica, y esperaba que tuviera una buena explicación a porqué no le había informado sobre algo tan importante referente a su hijo.


Jack jugaba en su cuarto y Hotch estaba terminando de recoger la cocina cuando Jessica entró en casa. Llevaba dos vasos de café, esperaba que para aplacar el enfado de su cuñado.

-Tenemos que hablar -le dijo él mientras le indicaba con la mano que se sentara en el sofá.

-Sí, lo sé -ella tomó un sorbo de su café, pensando en lo que iba a decirle.

-¿En serio, Jess? ¿Entonces por qué no me has dicho nada si sabías lo que estaba pasando desde hacía casi un mes?

-Porque creí que no era para tanto. Hablé con Jack y le expliqué que eso que estaba haciendo estaba mal, que no podía pegar y morder a nadie cuando se enfadara, y pareció entenderlo. Y en la guardería no volvieron a mencionarlo, así que creí que la charla habría funcionado.

-Es evidente que no, puesto que ha seguido haciéndolo, y ha marcado a una niña para siempre -Hotch se frotó la frente, frustrado-. Debiste habérmelo contado, Jess.

-No lo hice porque estás muy ocupado, Aaron. Tienes mil cosas en la cabeza, y no quería que tuvieras una más -respondió ella derrotada.

-Jack es mi principal preocupación, da igual el resto de cosas que tenga en la cabeza -ella asintió en comprensión-. ¿Se lo has comentado a la psicóloga por lo menos las dos veces que lo has llevado tú este mes?

Jessica negó lentamente, con una mirada culpable en la cara, y él soltó una risa, sin humor.

-De acuerdo, no importa. Se lo comentaré la semana que viene

-Lo siento Aaron. No volveré a guardarme nada, lo prometo. Sólo quería ahorrarte una preocupación más.

-Lo sé Jess, te lo agradezco. Tengo que volver a la oficina. Nos vemos esta noche.

Fue al cuarto de Jack a despedirse de él, y luego recogió sus cosas. Al cerrar la puerta, se fijó en que Jessica bebía pensativa su taza de café.


Cuando entró en el bullpen, todavía iba pensando en Jack. Casi choca de frente con su jefa.

-Aaron, estaba a punto de llamarte. Acabo de dejar encima de tu mesa un caso. Es en Illinois. La desaparición de chicos de entre dieciocho y veintidós años. Échale un vistazo, pero no deberíais tardar mucho en salir.

-Está bien. Gracias Erin. Te mantendré informada -ella asintió antes de alejarse.

Respiró hondo mientras seguía su camino y sacaba el móvil para avisar a Jessica, y deseando que fuera un caso relativamente fácil y sin problemas.

No sabía lo lejos que estaba de la realidad.

Continuará…