Capítulo 26
Después de servirse el café, lo endulzó con seis cucharadas de azúcar. Luego se sentó tranquilamente en una silla en la zona de descanso, para disfrutarlo sin ninguna interrupción.
Desde hacía tres semanas, Reid prefería estar el mayor tiempo posible solo. Desde su ataque, todo había cambiado. ¡Por supuesto que había cambiado!, ese siempre había sido su miedo.
No es que sus compañeros (o al menos la mayoría de ellos) lo trataran diferente, (aunque en realidad sí lo hacían), es que él mismo se sentía diferente ahora que todos conocían su secreto.
Morgan, Prentiss y Rossi lo trataban como siempre, no había notado gran diferencia; García, aunque lo intentara, parecía estar siempre en alerta a su alrededor, como si fuera a darle otro brote en cualquier momento; JJ había volcado su faceta de madre en él, como si cuidar de Henry no fuera suficiente; y Jordan…si por ella fuera, probablemente Reid no seguiría en el FBI.
Había intentado hablar con ella, pero tampoco había surgido una oportunidad para hacerlo, y cuando la hubo, siempre tuvieron alguna interrupción que les impidió la conversación.
Sin embargo, lo que ninguno de ellos había hecho hasta ahora, había sido preguntarle a él cómo estaba, cómo se sentía por todo lo ocurrido.
Cuando terminó el café, volvió a su mesa. Morgan estaba dando una clase en la academia y Prentiss en una videoconferencia en una consulta en la sala de conferencias, así que estaría solo un rato más.
Estaba concentrado hasta que JJ se acercó y se sentó en el borde de su mesa.
-Hey Spence, ¿puedes ayudarme con esto? -le pasó una carpeta.
-Claro -la abrió y le echó rápidamente un vistazo. La rubia lo miró fijamente, expectante.
-¿Qué necesitas exactamente, JJ? -su tono fue más duro de lo que pretendía, y la rubia abrió la boca, pero no dijo nada-. No creo que de verdad necesites ayuda con esto, cuando tienes a Jordan a medio metro de ti -le devolvió la carpeta.
-Quería ver si necesitabas algo…-respondió sonrojándose.
-Nada, gracias. Estoy bien, igual que hace tres horas. E igual que cuando llegué esta mañana.
-Lo siento. No volveré a molestarte -la agente se levantó y comenzó a alejarse.
-JJ espera -se dio la vuelta y volvió a su posición anterior-. Sigo siendo el mismo de antes ¿de acuerdo? No quiero que me tratéis diferente, y lo único que siento es que todos actuáis como si pisarais cáscaras de huevos a mi alrededor. Tengo esquizofrenia, sí, pero estoy muy controlado, y no me dan brotes así como así. Lo de hace tres semanas fue una excepción, que yo también espero que nunca más se vuelva a repetir.
JJ lo miró fijamente y se sintió totalmente avergonzada. Tenía toda la razón del mundo: ninguno de ellos sabía realmente cómo tratarlo ahora, aunque creían no haber cambiado su actitud hacia su compañero.
-Lo siento mucho, Spence, no tenía ni idea de que te sentías así. Intentaré no agobiarte más.
-Gracias Jennifer. Sé que a lo mejor no es fácil para vosotros tampoco. La dinámica del equipo ha cambiado y eso…-se encogió de hombros sin saber qué más decir.
-Al menos sigues en el equipo. Y en el FBI, y eso es importante -la rubia sonrió cálidamente.
-Lo es.
-Por cierto, casi lo olvido -metió la mano en el bolsillo y sacó lo que buscaba-. Toma, esto te pertenece. Y gracias, me ha servido mucho.
Le entregó la pequeña tela gris que él le había dejado cuando meses atrás habían operado a Henry.
-Gracias JJ -cuando la cogió, la apretó suavemente en sus manos, disfrutando de su suave tacto.
La rubia observó cómo la expresión del agente cambiaba, como si el simple hecho de tenerla entre sus dedos lo tranquilizara, y se preguntó cuánto de Reid les quedaba por conocer.
JJ se había ido hacía media hora, pero ella quería adelantar un poco más de trabajo.
Llevaba desde hacía tres semanas que no se sentía exactamente cómoda en la oficina. Adoraba el trabajo; se había acostumbrado al ritmo y a todo lo que implicaba, pero desde el brote de Reid, todo había cambiado. Tenía pesadillas, se despertaba cada noche sudando y cada vez que lo miraba, no podía apartar de su mente la mirada enloquecida que le dirigió sólo a ella en aquel despacho de Illinois.
Y lo peor, es que ninguno de sus compañeros (excepto Hotch y Prentiss unos minutos después de que todo pasara), le habían preguntado a ella cómo estaba.
Estaba sopesando seriamente renunciar; estaba tremendamente agradecida a Hotch por dejar que se quedara una vez que JJ volvió de su baja de maternidad; y a todos ellos por incluirla rápidamente en su peculiar familia; pero ya no estaba a gusto.
Había pensado incluso hablar con la jefa de sección Strauss para pedirle que cambiara a Reid de equipo, pero tampoco quería eso. Ni tenía derecho a hacerlo.
Así que estaba evitando todo lo que podía a Reid, esperando que la incomodidad que sentía cuando lo veía, pasara sola.
Alguien llamó a la puerta, que inmediatamente se abrió sin esperar respuesta. Reid asomó la cabeza tímidamente.
-Jordan, ¿podemos hablar un momento? -preguntó adentrándose en el despacho.
-Estoy ocupada, Reid -respondió con dureza sin levantar la vista del informe.
-No necesitas hablar, sólo escuchar. Hablaré yo -se sentó frente a ella, esperando alguna reacción. Finalmente, levantó la cabeza y lo miró.
-Bien…
-Tenía veintidós años cuando me diagnosticaron esquizofrenia. Fue un jarro de agua fría para mí. Mi madre estaba embarazada de mi cuando se lo dijeron a ella, y dejó de tomar las pastillas para no perjudicarme, pero eso fue fatal para ella. Siempre flotó sobre nosotros esa posibilidad, aunque no se despertó hasta hace seis años.
"Cuando Gideon me contactó con la intención de reclutarme, le conté la verdad. Sé lo peligroso que es que una persona con mi enfermedad trabaje en cumplimiento de la ley, y aunque había estado en mis pensamientos incluso antes de conocer a Gideon, sabía que no podía hacerlo.
Sin embargo, él me aseguró que todo iría bien. Le contó la verdad a Hotch, por ser el jefe de Unidad, aunque también él intentó hacerle ver que no estaba bien. Luego debió convencerlo, porque ambos me hicieron prometer que tomaría mis pastillas y si en algún momento me encontrara mal, debía decirlo.
El del otro día, Jordan, fue el segundo brote psicótico que me ha dado en toda mi vida. No intento justificarme, pero no quiero que pienses que me pasa esto todas las semanas. Soy constante con mis pastillas, y sí, en alguna ocasión me he encontrado mal, pero nunca le he hecho daño a nadie, y tampoco te haría daño a ti"
Ella lo miró fijamente, y al cabo de un momento, contestó.
-Me estabas apuntando con un arma. Todavía tengo pesadillas.
-Lo sé, y lo siento mucho Jordan. Lo que quiero que entiendas es que no era yo, no lo hice conscientemente. Estoy muy arrepentido.
Su voz se rompió, y Jordan pudo ver que hablaba en serio. Conocía de lejos la enfermedad, puesto que cuando era niña, el hijo adolescente de los vecinos de enfrente tenía un comportamiento extraño: chillaba a todo el mundo, se autolesionaba e incluso había amenazado a gritos con asesinar a sus padres. Un día, dejó de verlo, y cuando preguntó por él, su padre le dijo que lo habían ingresado en una institución debido a su enfermedad. Esquizofrenia. Un escalofrío recorrió su espalda al oír esa palabra. Desde entonces, le pasaba cada vez que la escuchaba.
-Está bien Spencer, acepto tus disculpas -le sonrió suavemente.
-¿Lo dices en serio? -preguntó esperanzado.
-Sí. Entiendo que no lo hiciste queriendo, que tu mente te jugó una mala pasada, y que ya has pagado suficiente.
-Gracias Jordan -a pesar de su miedo por los gérmenes, extendió la mano y ella se la estrechó-. Te dejo terminar, nos vemos mañana.
Sonrió mientras él se levantaba y salía, luego suspiró profundamente. Creía que era mejor así. Spencer le caía bien, y después de escucharlo, sintió que ya no podía estar enfadada con él. Aunque tal vez no fuera todo como al principio, pero haría un esfuerzo por su parte.
Morgan entró silbando en el bar y con la cazadora al hombro. Era Jueves, y aunque no solía salir ese día de la semana, esa noche le apetecía relajarse y tomarse una cerveza.
Echó un vistazo rápido barriendo el bar con la mirada, y se sorprendió al ver sentada sola en una mesa a Jordan. Pidió una cerveza, y cuando se la sirvieron, se acercó a su compañera.
-Tienes pinta de necesitar compañía -dijo con su mejor sonrisa.
Jordan levantó la cabeza de su bebida, y sonrió de medio lado.
-Ya tengo compañía…-respondió señalando su vaso.
-Pero no te da la misma conversación que yo -sonrió ampliamente mostrando su perfecta dentadura.
Jordan lo miró mientras tomaba un sorbo de su vaso. Luego sonrió también.
-Está bien. Dame conversación entonces.
Morgan lo pensó un momento, luego se puso serio y se sentó recto en la silla.
-¿Cómo estás, Jordan? Estas semanas han sido un poco raras para todos.
-Decir raras es quedarse corto -pasó su dedo por el dedo del vaso, distraída-. Pero creo que todo va a volver a la normalidad poco a poco.
-¿Y eso?
-He hablado con Spencer esta tarde. Me ha explicado lo que pasó ese día, su enfermedad. Y creo que ya puedo verlo desde otra perspectiva.
-Me alegro, Jordan. Con nosotros también ha hablado hoy. Al parecer, estábamos todos tratándolo de forma diferente sin darnos cuenta, y nos ha dado un toque de atención.
-No ha sido fácil para nadie. Ni para él ni para nosotros…-murmuró Jordan.
-No, no lo ha sido.
Se quedaron en silencio tomando sus bebidas mientras escuchaban la música que sonaba en ese momento. Cuando volvieron a cruzar sus miradas, no supieron si por el alcohol, la música o el ambiente que se respiraba en el bar, que unieron sus bocas en un beso abrasador.
Continuará…
