Capítulo 27
Eran las once de la mañana y el sol ya calentaba con fuerza en lo alto del cielo. Hotch se remangó la camisa hasta los codos mientras pensaba que iba a ser un verano caluroso. Estaban a mediados de Junio y el calor ya era asfixiante.
Apoyó los brazos en la barandilla, y se mesó el pelo varias veces, suspirando profundamente. A veces la vida se le hacía muy cuesta arriba.
Había creído, iluso de él, que el mes que iba a pasar en casa suspendido no tendría mayores problemas.
Dejaría a Jack en la guardería, aprovecharía para trabajar o hacer alguna cosa en casa, y luego pasaría el resto del tiempo con su hijo. También le daría tiempo libre a Jessica, que se lo merecía. Sin embargo, y aunque los primeros días sí habían sido así, una semana antes de terminar el curso, volvió a recibir una llamada de la directora.
-Señor Hotchner, sintiéndolo mucho, el equipo educativo ha decidido que su hijo no puede estudiar en esta escuela el próximo curso -la directora Monroy cruzó las manos en la mesa, con una expresión severa en su cara.
Hotch la miró con incredulidad durante un momento, mientras por su cabeza pasaban a toda velocidad palabras y frases que por educación, no diría nunca en voz alta.
-¿Puedo saber por qué? -preguntó al fin.
-Jack sigue con su comportamiento, a pesar de las veces que se le ha recriminado. Parece entenderlo al principio, pero vuelve a repetir su conducta. Ahora además, le ha dado por pegar, a parte de morder.
-Estamos trabajando en ello, señora Monroy. Por favor, tiene cuatro años y ha perdido a su madre, no puede…
-Estamos al tanto de su situación familiar, señor Hotchner, pero eso no es excusa para el comportamiento de Jack. Queda apenas una semana para la finalización del curso, le sugiero que vaya buscando un colegio nuevo su hijo.
Y estaba desesperado desde entonces buscando una escuela que se adaptara al modelo de educación que quería para Jack. Había visto ya varias, pero o estaban demasiado lejos de casa y del trabajo, o siempre encontraba algún fallo que hacía que quedara descartada directamente.
Había hablado con la psicóloga de lo que Jack hacía, y le había asegurado que pasaría con el tiempo. Esa era la manera que el niño tenía de llamar la atención, de canalizar su dolor. Pensó, cuando escuchó su explicación, que lo que menos tenía era tiempo. Necesitaba que estuviera solucionado antes de principios de Septiembre, antes del comienzo del siguiente curso.
No quería que Jack sufriera, al menos que no sintiera que esa fuera su única forma de expresar su dolor, así que un par de noches antes, al acostarlo, le preguntó la razón por la cual mordía y pegaba a sus compañeros. El niño hizo un puchero y se encogió de hombros. Luego dijo algo que lo rompió: "no sé, así me hacen caso" Le preguntó si se refería a los niños, pero él sólo sacudió la cabeza, se acurrucó en la cama y cerró los ojos.
Sabía que lo que Jack quería, era llamar SU atención. Desde la muerte de Haley, había intentado pasar el mayor tiempo posible con él, pero evidentemente, no había sido suficiente. El trabajo lo tenía absorbido, y por mucho que hiciera, su hijo seguía necesitando más de él.
Le había explicado lo que hacía, que tenía coger y atrapar a los malos para salvar a los buenos, y la carita de Jack se había iluminado cuando se dio cuenta que su padre era un súper héroe de verdad. Sin embargo, había dejado de gustarle tanto cuando vio que pasaba demasiado tiempo fuera de casa.
La psicóloga le había dicho el día anterior en su última sesión, que aunque el niño sabía que su padre estaba ahí, tenía miedo que algún día no volviera a casa. Por eso, pegando y mordiendo a sus amiguitos, llamaba la atención de su padre y tal vez, conseguía que no volviera a viajar.
En ese momento, Hotch se arrepintió de todo lo que había hecho (y lo que no) desde que Jack había nacido. En realidad, había pasado muy poco tiempo con él desde su nacimiento. Se había divorciado de Haley cuando Jack tenía dos años, y en los dos siguientes, tampoco pasaron mucho tiempo juntos. Y los seis meses alejados por culpa de Foyet, tampoco ayudaron a crear un vínculo. Aún así, para Jack, Hotch era su héroe, su pilar, y la muerte de su madre lo habían apegado todavía más a él. Y tenía pavor a que a su padre le ocurriera lo mismo.
Ahora se arrepentía de no haber aceptado la oferta de Strauss de la jubilación anticipada cuando se lo había ofrecido hacía unos meses. Hubiera podido buscarse un trabajo con otro horario y que no le obligara a viajar tan a menudo.
No obstante, sabía que Jessica tenía razón cuando le habló de la oferta: la vida de Hotch estaba en la UAC, en el FBI, y fuera de allí, tan joven, se marchitaría.
Había querido hablar y explicárselo (de nuevo) a Jack al volver a casa, pero el niño estaba dormido en cuanto lo sentó y lo ató a su silla del coche. Así que tendría que posponer la conversación para otro momento.
Apenas había pegado ojo en toda la noche, se había tomado ya tres cafés y el calor le estaba produciendo un dolor de cabeza infernal. Se frotó la cara con las manos, esperando despejarse un poco. Escuchó la puerta a su espalda, y olió su perfume antes incluso de que se acercara. El ruido suave de sus tacones le anticipó sus movimientos. Tardó unos pocos segundos en colocarse a su lado, imitando su posición.
-Sabía que te encontraría aquí -dijo en voz baja y mirando al frente, como si no quisiera romper la paz que se respiraba en la azotea.
-¿Me estabas buscando para algo? -la miró de reojo y pudo ver que parecía tan agobiada como él.
-En realidad no. He visto que no estabas en tu oficina, y he supuesto que estarías aquí. Espero que no te moleste la compañía -entrecerró los ojos a causa del sol, y usó su mano derecha como visera.
-Por supuesto que no. La azotea no es sólo mía -sonrió de medio lado.
Erin aprovechó para mirarlo cuando él fijó su mirada en algún punto por encima de su cabeza. Estaba ojeroso, despeinado y parecía realmente exhausto.
-¿Qué ocurre, Aaron? Has vuelto ayer y parece que no te ha sentado nada bien el tiempo libre…
-No es eso, es que…-resopló y la miró a los ojos-. A veces creo que no hago nada bien con Jack. Pienso…que no soy un buen padre -susurró.
-¿Por qué piensas eso?
-Porque hace más de dos meses que mi hijo muerde y pega a sus compañeros de clase, y aunque al principio Jessica no me informó, una vez que lo supe, intenté averiguar porqué lo hacía. Y dios Erin… -se frotó la frente con frustración-. Lo único que mi hijo quiere es que pase más tiempo con él.
Ella estiró un poco el brazo y le dio un apretón en el brazo.
-Eso no te convierte en un mal padre, Aaron. Siempre te has preocupado por Jack, y has querido y quieres lo mejor para él.
-Por supuesto que si. Pero necesito que entienda la razón por la cual no paso tanto tiempo con él. La psicóloga me ha dicho ayer que tiene miedo a que un día no vuelva a casa. Quiere mi atención.
Erin asintió despacio, como si estuviera analizando sus palabras.
-Si es lo que quieres, puedo buscarte un puesto en otro equipo. Con un horario más acorde a tu situación familiar -dijo al cabo de un momento.
-¿Qué? ¡No Erin, no quiero dejar el equipo! Sólo quiero equilibrarlo todo, sin que nadie salga perjudicado. Y que mi hijo esté bien. Sobre todo eso.
-Los hijos siempre son lo primero -sonrió suavemente.
-Así es -se dio la vuelta y apoyó la espalda en la barandilla. Ella lo imitó-. Porque además, necesito buscar una nueva escuela para el siguiente curso, porque lo han expulsado.
-Puedo darte el teléfono de la directora de la escuela de mis hijos. Era amiga de la universidad de Mark, si le dices que vas de mi parte, estoy segura que no tendrás problemas.
-¿En serio lo harías? Muchas gracias Erin, me quitarías un peso de encima -sonrió agradecido, y desde hacía una semana, sintió que veía algo de luz.
-Es una escuela privada, eso sí. Pero tiene todos los grados. Desde preescolar hasta 12° grado. Distintos edificios, pero una misma escuela.
-No me importa. Estoy seguro que es buena.
-De las mejores de la ciudad. Después te mando el número de la directora -respondió mientras volvía a mirar al frente.
Y esta vez fue él quien la observó con atención. Apoyada en la barandilla, con los brazos cruzados sobre el pecho y con la expresión permanente de tristeza que llevaba en la cara desde hacía meses, Hotch pensó que parecía que llevaba el mundo sobre los hombros. Y eso, la estaba desgastando poco a poco. Y lo peor, es que ella no parecía darse cuenta de eso.
-¿Y tú cómo lo llevas? -preguntó un minuto después.
-Lo mejor que puedo -se encogió levemente de hombros-. Hay días mejores que otros.
-¿Y hoy es un día difícil? -soltó una pequeña risa cuando la oyó resoplar y poner los ojos en blanco.
-Mis problemas no se limitan a mis hijos solamente. El trabajo tiene gran culpa también. Hay adultos peores que los niños. Y cuando estás en una habitación llena de hombres, que discuten a primera hora de la mañana qué marca de café es la mejor y hasta se enfadan porque no es la respuesta que querían escuchar, te preguntas porqué la tierra sigue girando.
-Sí, definitivamente el mundo se va a la mierda.
Se miraron a los ojos, y soltaron una carcajada. Hotch se preguntó cuánto tiempo llevaría Erin sin reír así. Cuando la risa poco a poco se extinguió, ella volvió a apartar la mirada.
-Escucha Erin, se me está ocurriendo algo. Si el Sábado no tenemos ningún caso, ¿qué te parecería quedar para que los niños jueguen? Hay un parque a un par de manzanas de mi casa al que suelo llevar a Jack que está muy bien. Creo que les vendría bien a todos.
-Si, es una gran idea -asintió despacio y la vio mirar el reloj.
-Así podemos seguir hablando tranquilamente tú y yo -dijo él deliberadamente, sabiendo que aunque apenas había dicho nada, necesitaba hablar con alguien.
Erin clavó sus ojos en los suyos, y sintió cómo si Aaron pudiera leerle el alma. Esbozó una leve sonrisa y luego estiró una mano hacia su cabeza.
-Necesitas cambiar la marca de la gomina, esta no hace mucho efecto -dijo divertida mientras intentaba peinarlo.
-Sobre todo si no hago más que tocarme el pelo -respondió sonriendo en el mismo tono, intentando ignorar el escalofrío que le provocaban las uñas de Erin en su cabeza.
Apartó la mano y bajó la cabeza, mientras volvía a mirar el reloj.
-Debo irme. Tengo una reunión en quince minutos. Cuando tenga un momento te envío el teléfono de la directora del colegio ¿de acuerdo?
-Está bien. Yo bajaré enseguida también.
La vio irse con la misma discreción con la que había llegado. Volvió a apoyarse en la barandilla, mirando las magníficas vistas que les ofrecía la azotea, sintiéndose mejor que hacía unos minutos.
Notó vibrar el teléfono en el pantalón, y vio el nombre de Rossi cuando lo sacó. Probablemente, se estarían preguntando dónde estaría. Contestó al mismo tiempo que abrió la puerta y entró de nuevo en el edificio.
Continuará…
