Capítulo 28
Las lágrimas rodaban sin tregua por las mejillas de Erin mientras apretaba contra su pecho una camisa de Mark. Si hacía un esfuerzo, todavía podía sentir su olor en la tela. Estaba sentada en el suelo, en la habitación que habían compartido, recogiendo todas sus pertenencias.
Hacía unos días que le había pedido a Malia que dejara cajas de cartón en la habitación, que pensaba recoger sus cosas para donarlas. Habían pasado casi tres meses desde la muerte de su esposo y todavía no había sido capaz de entrar allí. Seguía usando la habitación de invitados.
Sin embargo, esa mañana, se había levantado con la determinación de cumplir con esa parte de su duelo. Así que después de darles el desayuno a los niños y asegurarse que estarían entretenidos durante un rato, respiró hondo y se encerró en la que era su habitación.
Sabía que iba a ser duro, pero no se había imaginado que tanto. Cada prenda u objeto que cogía, la transportaban a momentos vividos junto a Mark. Lo seguía echando de menos como el primer día, y no se imaginaba cumpliendo la promesa que le había hecho. ¿De verdad Mark esperaba que se enamorara de alguien más? ¿Es que quería que se olvidara de él? Lo veía imposible, porque aunque él ya no estuviera físicamente con ella, seguiría enamorada de él para siempre.
Finalmente se levantó y siguió con su tarea. Decidió quedarse con algunas cosas, como el reloj que ella le regaló por su 35 cumpleaños y que le daría a Jasper cuando fuera más mayor.
Cuando tuvo todo empacado, se tumbó en la cama, abrazando la sudadera de Yale a la que Mark le tenía especial cariño. Esa fue la prenda que había decidido quedarse para ella.
-¡Mamá! -gritó Nora desde la planta baja-. ¿Estás lista? Llegaremos tarde.
Se incorporó despacio, mirando el reloj. Había perdido la noción del tiempo.
-Voy enseguida -respondió más para ella que para que la escuchara su hija.
Antes de salir, echó un último vistazo a la habitación. Había unas cuántas cajas llenas con las cosas de Mark, y sentía la estancia totalmente vacía, sin alma. Ahora sí sentía que Mark se había ido para siempre. Aún así, sabía que es lo que tenía que hacer, por mucho que doliera. El Lunes, cuando Malia se llevara las cajas, volvería a su habitación.
Cuando aparcó el coche, y antes de bajarse, se dio la vuelta para mirar a sus hijos. Pasó los ojos de uno a otro, en silencio. Los tres la miraron expectantes.
-Quiero que os portéis bien, sobre todo vosotros dos -señaló a los pequeños, que asintieron en silencio-. De acuerdo, vamos.
Al acercarse, vio a Aaron sentado en un banco, que hizo el amago de levantarse. Ella le indicó con un gesto que lo tenía controlado. Los cuatro se acercaron al arenero donde jugaba Jack, que levantó la cabeza al oírlos y sonrió.
-Hola Jack, tu papá te ha dicho que íbamos a venir ¿verdad? -Erin se agachó a su altura para hablar con él.
-Sí, me dijo que íbamos a jugar con Jasper y Olivia, que habían estado en la fiesta de mi cumpleaños -echó un vistazo a Nora, de pie detrás de Erin y frunció el ceño.
-Así es. Ella es Nora, se quedará con vosotros también ¿vale? -el niño asintió.
-Mamá…-protestó la niña. Su madre la hizo callar levantado una mano.
Nada más llegar, Olivia se había sentado en la arena y había comenzado a jugar junto a Jack con sus juguetes y con los que habían llevado ellos. Jasper seguía de pie junto a su madre.
-Jasper tiene un problema en la voz y ahora no habla, pero os podéis entender igual -sonrió para hacerle ver al niño que todo estaba bien.
Unos minutos después, los tres habían comenzado a jugar. Nora y Erin se habían alejado un poco, hacía los columpios.
-¿Por qué tengo que quedarme aquí? Quiero quedarme contigo…-protestó la niña enfurruñada, cruzando los brazos sobre el pecho.
-Si no quieres jugar con ellos no juegues, pero te quedas aquí para vigilarlos. Y deja de protestar ya -respondió con voz severa.
-¿Y tú que vas a hacer mientras tanto?
-Ay Nora, por favor…-se dio la vuelta y la dejó allí, harta de sus protestas.
Cuando llegó al banco donde Aaron seguía sentado, se sentó bruscamente a su lado.
-¿Todo bien? -preguntó él con cautela.
Suspiró con frustración mientras se masajeaba durante unos segundos la sien derecha. Luego asintió despacio.
-Todo bien -respondió finalmente.
Aunque llevaba las gafas de sol puestas, Hotch pudo ver cómo los ojos se le llenaban de lágrimas. Parpadeó rápidamente para alejarlas, y sonriendo, finalmente lo miró.
-Gracias por invitarnos, creo que necesitaban algo así…también yo -añadió al final.
-No hay de qué, Erin. A veces lo único que necesitamos es una simple conversación de adultos -bromeó él.
-Sí, justo eso -murmuró.
-Parece que se llevan bien ¿no? -los dos miraron al arenero, donde los niños jugaban entretenidos.
-Si, eso parece.
-La que no parece que se divierte mucho es Nora -la niña pateaba con furia la arena debajo de sus pies, mientras se balanceaba muy lentamente en el columpio.
-Sinceramente, ahora mismo me da igual todo -apoyó los codos en las piernas y enterró la cara entre las manos.
Aaron no supo bien qué decir, así que esperó en silencio a que se recuperara mientras seguía vigilando a los niños. Estaba seguro que algo había pasado esa mañana que la tenía tan angustiada. Al menos, parecía que en esta ocasión no estaba llorando.
Unos minutos después, Erin levantó la cabeza de nuevo. Apoyó la espalda en el respaldo del banco y se cruzó de brazos.
-Lo siento Aaron. No soy una buena compañía hoy -susurró.
-Eso no es cierto, Erin. No necesitamos hablar si no quieres ¿vale? En ocasiones, es mejor una buena compañía que la conversación -la vio asentir.
-¿Cómo está Jack? -preguntó ella unos minutos después.
-Bien, bien. He hablado con Lindsey Messner, la directora del colegio, y ha aceptado a Jack. Gracias por la recomendación.
-No hay de qué -lo miró y sonrió levemente.
-También he tenido una charla con él, y parece que lo ha entendido todo esta vez. Espero no equivocarme.
-Seguro que no. Jack es un chico listo, que aunque le esté costando adaptarse a su nueva vida, sabe que puede contar contigo. Eres su héroe.
-Si, supongo que tienes razón -callaron unos minutos-. ¿Y cómo están tus hijos?
Erin suspiró profundamente. Era difícil de decir, porque parecía que un día estaban mejor y al siguiente, habían dado dos pasos atrás.
-La que mejor está creo que es Olivia. Ya no está, gracias a dios, llorando todo el día, ni pegada a mi como una lapa. Parece la misma niña de siempre, aunque como el ambiente en casa es tan…triste, lo nota y vuelve a ser un poco introvertida a ratos. Estoy deseando que llegue Septiembre para que empiece el colegio y cambie de ambiente.
-Si, eso suele ayudar.
-Y Jasper sigue sin hablar, pero sinceramente, creo que ahora no lo hace porque no quiere. Sabe que lo entendemos si no lo hace, así que se ha acostumbrado a simplemente señalar. La psicóloga insiste en que lo hará cuando esté preparado para ello, pero yo empiezo a estar cansada de todo.
-¿Y Nora?
-Nora…sé que es la que peor lo está pasando. Estaba muy unida a Mark, era su ojito derecho -sonrió con tristeza-. Y lo sigue echando mucho de menos. Parece que ya no está tan enfadada con el mundo, sin embargo, ahora es ella la que no me deja ni a sol ni a sombra. Está pendiente de mi todo el rato, es agobiante.
-También tiene miedo de perderte -sugirió Aaron.
-Es más bien…un control constante. Me llama varias veces al día; pregunta con quién he estado, porqué he llegado un poco más tarde de lo normal…Aunque supongo que si, que es su forma de preocuparse por mi y asegurarse que yo tampoco me voy a ir.
-Ahí lo tienes: tu hija te quiere a rabiar -dijo divertido. Consiguió sacarle una sonrisa de más de cinco segundos.
-Me ha pedido que mañana vayamos al cementerio. Sería la primera vez que vamos desde la muerte de Mark, pero no estoy segura que sea bueno.
-¿No habéis ido nunca? -preguntó confuso.
-Yo sí, pero a ellos no los he llevado.
-No creo que sea malo, Erin. Tienen un sitio para verlo, para hablar con él. No les quites eso.
Ella lo miró un instante, analizando sus palabras, luego asintió mientras volvía a mirar a los niños. Nora jugaba ahora con su hermana, mientras Jack y Jasper se deslizaban una y otra vez por el tobogán. La sonrisa de felicidad de su hijo, alegró a Erin, que volvía a sentir cómo la tristeza se filtraba en cada célula de su cuerpo.
-No quiero que se olviden de él, Aaron. Sé que Nora no lo hará, tiene diez años y es lo suficientemente mayor para recordarlo todo, lo bueno y lo malo. Es posible que Jasper vaya perdiendo los recuerdos que tenga de su padre, y no quiero eso tampoco. Pero Olivia…sólo ha disfrutado de su padre dos años, y aunque ahora todavía pregunte por él, con el tiempo dejará de hacerlo, y ni siquiera lo recordará. No ha vivido lo suficiente con él…-su voz se rompió al terminar.
-Lo que yo hago con Jack es ponerle películas caseras de Haley. Sé que incluso grabaron alguna cuando estuvieron en Witsec. Escucha su voz y la ve, y eso suele calmarlo. Y ayuda a que la recuerde tal y cómo era.
-Si, probaré con eso, gracias.
-Otra cosa que hacemos y que te puede funcionar sobre todo con Jasper, que igual empieza a hablar de nuevo, es encender una vela todas las noches y hablar con él. Es algo que me dijo la psicóloga, y a Jack le encanta contarle a su madre cómo le ha ido el día y todas sus cosas.
-Gracias Aaron. Creo que lo probaré todo.
Asintió y la observó de reojo. Parecía tan cansada por todo… Se preguntó si en algún momento volvería a ser la misma, o si conseguiría que su sonrisa dejara de ser tan triste como lo era ahora.
-¿Y tú cómo estás?
-Pues…esta mañana he recogido por fin las cosas de Mark de la habitación…me ha costado tres meses hacerlo, entrar en el cuarto incluso…pero ya está hecho.
-¿Y cómo te sientes por eso? -preguntó con cautela.
-Vacía…-murmuró antes de ahogar un sollozo.
Aaron cogió su mano y le dio un fuerte apretón. La sintió moverse y apoyar la cabeza en su hombro. Quería consolarla y conseguir que su sufrimiento fuera el mínimo posible. Sabía por lo que estaba pasando, a pesar de que Haley y él no estaban ya casados, en su momento había sufrido igual por el simple hecho del pequeño niño que los unía.
Él tenía toda una red de apoyo por la que estaba agradecido, y que los habían ayudado a él y a Jack a salir adelante. Sin embargo, y aunque ella apenas había comentado nada, (pero pudo verlo en el funeral), Erin no tenía a nadie con quien contar. Así que la ayudaría a pasar por ese terrible trance. Y que tuvieran niños de más o menos la misma edad, pasando también por lo mismo, les ayudaría a todos.
Erin levantó la cabeza para hablar justo cuando escucharon un grito y unos llantos. Ambos se levantaron corriendo y fueron hacia el arenero.
Jack lloraba desconsolado y se frotaba el brazo. Jasper también lloraba, mientras Olivia seguía haciendo castillos de arena y jugando tranquilamente.
-Yo lo he visto todo -Nora se columpiaba despacio a escasos metros de ellos. Habló con total indiferencia, como si no le importase nada-. Olivia le ha pegado a Jack y a Jasper porque no le daban sus juguetes.
-Liv, ¿puedo saber por qué has hecho eso? -Erin levantó la barbilla de su hija para que la mirara a la cara.
-No me daban la pala y el cubo. Quiero jugar -Erin cruzó su mirada con Aaron, que tenía a Jack acurrucado en su pecho. El niño las miró haciendo un puchero.
-No le puedes pegar a nadie ¿me entiendes? Si ellos estaban con la pala y el cubo, tú tienes más juguetes para jugar.
-¡No! ¡Yo quiero la pala y el cubo! -gritó la niña. Erin suspiró con cansancio.
-Pídele perdón a Jack y a tu hermano, Olivia.
-¡No!
-Erin, no importa, deja que…-comenzó Aaron, pero ella ya se estaba poniendo de pie.
-Muy bien, se acabó. Nos vamos a casa. Jasper, coge tus cosas. Y tú -dijo dirigiéndose a Nora-. Ayúdalo.
Cogió a Olivia en brazos, que comenzó a chillar y patalear. Se disculpó con Jack en nombre de su hija, y le pidió perdón a Aaron por todo. Sintió la mirada de otros padres sobre ellos, y aunque en principio se sintió avergonzada, sabía bien que era lo que les solía pasar a todos los padres en algún momento. Eran niños y los niños solían armar jaleo y berrinches.
No obstante, su desasosiego era más bien por Aaron y Jack. Los habían invitado a jugar, podrían hacerse amigos y aunque eran todavía unos niños, apoyarse en todo por lo que estaban pasando. Sin embargo, su hija había decidido ese día comportarse como una niña malcriada. Y aunque sólo tenía tres años y los niños a esa edad solían tener rabietas y comportamientos así, no pudo evitar pensar que todo se había ido al traste.
Olivia seguía llorando cuando ella arrancó el coche y se dirigió a casa, y se sintió una madre terrible cuando puso la radio y subió el volumen para sofocar el sonido de su llanto.
Continuará…
