Capítulo 29
Erin se acomodó en la cama y cerró los ojos brevemente, exhausta. Cogió el libro que estaba leyendo, (o que llevaba intentando leer desde hacía tiempo), e intentó desconectar sumergiéndose en la historia.
Cuando llegaron a casa del parque, Nora y Jasper fueron directos a sus habitaciones, enfurruñados. Olivia se había quedado dormida de camino, totalmente derrotada por el llanto. Al sacarla de su silla y abrazarla, olió su cabecita, todavía con el característico olor de los bebés, y deseó que se quedara así para siempre. Quería protegerla de lo malo de la vida, de todo el dolor que le iba a suponer el simple hecho de crecer. Era tan pequeña e inocente…y ya había tenido que experimentar una de las peores cosas que le puede pasar a un niño pequeño: la pérdida de un padre.
Intentaba que tanto ella como sus hermanos llevaran una vida lo más normal posible, ahora que habían pasado ya los primeros meses de duelo. Si tenía que llorar, gritar o desahogarse, lo hacía a solas, no quería que los niños la vieran mal. Lo había hecho cuando Mark estaba enfermo, y lo hacía ahora. Aunque tarde o temprano, eso terminaría pasándole factura.
Después del almuerzo, en el que el humor de sus hijos seguía siendo nublado, intentó que hicieran algo todos juntos. Ver una película o jugar a algo los cuatro. Sin embargo, ninguno de ellos parecía ansioso por pasar tiempo con ella. Estaban enfadados con ella, como si hubiera sido la culpable de lo sucedido en el parque, cuando en realidad, había sido su comportamiento (el de los tres), el que los había obligado a marcharse a toda prisa.
Nora se había pasado la tarde en su cuarto. Cuando iba a verla solía estar leyendo, pero le preocupaba que pasara tanto tiempo sola y encerrada en su habitación. Ya ni siquiera pedía ir a casa de su amiga a jugar. Y los pequeños, habían jugado juntos y solos toda la tarde.
Así que había preferido dejarlos a su aire, y que se les pasara el enfado.
Llevaba unos diez minutos leyendo cuando Olivia entró como un terremoto en su cuarto.
-Quiero helado, mamá -exigió subiéndose a la cama con ella.
-No te voy a dar helado ahora, Liv, falta una hora para la cena. Tal vez de postre.
-¡Quiero helado ahora! -chilló golpeando a su madre en el brazo.
-¡Olivia! Ya está bien. No voy a darte helado. Será por lo bien que te has portado hoy ¿no? -la regañó Erin.
-Pues para cenar. Cenamos helado -ordenó la pequeña.
-No vamos a cenar…-de pronto recordó algo que solían hacer sus padres con ella cuando era niña, y que ella misma y Mark habían hecho en alguna ocasión con ellos.
Se levantó de la cama y cogió a la niña en brazos. La pequeña no dejaba de gritar "helado, helado" mientras su madre entraba en la habitación de su hermana. La chica la fulminó con la mirada. La ignoró completamente, dejó a Olivia en el suelo y se sentó en la cama frente a Nora.
-He tenido una gran idea para la cena cariño -la niña puso los ojos en blanco con indiferencia-. ¿Qué te parece si hacemos tortitas y gofres? Y luego podemos comer un montón de helado.
-¡Helado! -Olivia levantó los brazos emocionada.
Nora lo pensó un momento, luego una tímida sonrisa se formó en su rostro.
-Cómo cuando estaba papá… -murmuró.
-Sí, cómo cuando estaba papá -Erin se acercó un poco más a la niña y le acarició la cara con cariño-. Sabes que él no querría que nos quedáramos estancados ¿verdad? Y que siguiéramos haciendo las cosas que nos gustaba hacer también con él.
Nora asintió y luego abrazó a su madre. Erin la estrechó contra su pecho, queriendo absorber todo el dolor de su hija.
-Vamos, coge a Liv que voy a buscar a Jasper -besó su frente y se levantó.
El niño, que jugaba entretenido en la alfombra con sus coches y camiones, pero sin decir ni una sola palabra, observó su madre. Se agachó frente a él.
-Jas, vamos a cenar tortitas y gofres. ¿Nos ayudas a prepararlo? -en la cara del niño se fue dibujando una amplia sonrisa, que contagió a su madre.
Mientras Olivia se entretenía con un cuenco y algunas pepitas de chocolate, Erin y los dos mayores preparaban los dulces. Iban hablando y riendo, y pudo ver en la cara de sus hijos, un poco de felicidad. A pesar de todo, sabía que la ausencia de Mark estaba muy presente entre ellos, y eso nunca cambiaría.
Como le había dicho a Nora, Mark no querría que pararan su vida solamente porque él ya no estuviera con ellos. Eran niños con toda la vida por delante, y sí, echarían mucho de menos a su padre, pero merecían una vida llena de nuevas experiencias; crear su propia historia, a pesar de que él ya no estuviera ahí para verlo.
Olivia cayó rendida en su cama, y Erin aprovechó para poner en práctica lo que Aaron le había dicho esa mañana.
Llamó suavemente a la puerta de Nora, y asomó la cabeza.
-Tengo algo para ti -la niña dejó el libro en su regazo cuando su madre entró y se sentó en la cama con ella.
-¿Una vela? -preguntó extrañada mientras Erin la encendía-. ¿Para qué quiero una vela si ya tengo una lámpara?
-Escúchame, por favor. Puede parecer una tontería, pero puedes hablar con papá cuando la vela esté encendida. Es cómo…un conducto para hablar con él.
La niña la miró con seriedad un instante, valorando las palabras de su madre. Luego asintió despacio y cogió la vela con cuidado.
-¿Puedes dejarme sola? -Erin asintió y se puso de pie-. ¿Puedo dejar la vela encendida después?
-No, Nora. Después la apagas -la niña iba a protestar-. Sin discusión. Luego vuelvo a pasar a darte las buenas noches.
Besó a la niña en la frente y fue a ver a su hermano. Jasper esperaba pacientemente a que su madre fuera a leerle un cuento y darle un beso de buenas noches.
Se sentó frente a él en la cama y le dijo lo mismo que a su hermana cuando encendió la vela. El niño se limitó a mirarla sin apenas ninguna reacción.
Erin suspiró y se acomodó en la cama al lado de Jasper. Él se acurrucó en su pecho y ella cogió su pequeña mano y la colocó junto a la suya sujetando la vela.
-¿Qué quieres que le contemos primero a papá? -comenzó Erin. El niño se encogió de hombros-. Podemos contarle que pasarás un mes entero de vacaciones con los abuelos, y que también estarán los primos; que se te ha caído otro diente, y que el Hada de los Dientes te ha dejado un billete de cinco dólares -el niño sonrió ampliamente, mostrando su sonrisa desdentada-. Y que esta mañana hemos estado en el parque jugando con Jack, que es tu nuevo amigo -Jasper asintió vigorosamente-. Aunque nos hemos tenido que venir antes porque os habéis portado un poco mal -ella lo miró de reojo mientras el pequeño negaba con la cabeza.
Siguió unos minutos más, siempre con la esperanza de que el niño dijera algo. Ni siquiera al soplar la vela, que lo hicieron juntos, consiguió que Jasper le diera las buenas noches a su padre.
Se dio la vuelta en la puerta justo antes de salir de la habitación.
-También puedes hablar con papá con la vela apagada ¿vale? Él siempre te escuchará, cariño.
Luego pasó de nuevo por el cuarto de Nora, que ya estaba dormida. Había apagado la vela, pero Erin pudo notar lágrimas frescas en las mejillas de la niña. Se le partió el corazón. La arropó un poco, la besó de nuevo y salió.
Al pasar por el pasillo de camino a su cuarto, se quedó sin respiración. Se acercó despacio a la habitación de su hijo, y se asomó, con cuidado de que no la viera. El niño estaba sentado en el suelo, con la vela apagada en sus manos, y estaba hablando. Erin notó su emoción por todo lo que estaba diciendo, pero sobre todo, por volver a escuchar la voz de su hijo después de tres meses.
Se apartó antes de que la viera, y con lágrimas en los ojos, sacó el teléfono móvil del bolsillo y buscó el contacto de Aaron. Le envío un sencillo mensaje: "Gracias" Sabía que él lo entendería.
El silencio reinó en el coche todo el camino. Erin miraba cada pocos minutos por el retrovisor a los niños, que iban cada uno sumido en sus pensamientos. Nora se mordía nerviosa la uña del pulgar, mientras miraba por la ventana; Olivia apretaba contra su pecho su peluche favorito y Jasper, sentado en su silla entre sus hermanas, miraba ausente hacia el frente. El niño no había vuelto a hablar, a pesar de los intentos de Erin de que lo hiciera durante el desayuno.
Apenas había un par de coches aparcados, y veía a algunas personas a lo lejos. Mucho mejor, pensó mientras se bajaban del coche. Notó el nerviosismo de los niños.
-Escuchad, podemos irnos ahora si queréis. No tenemos porqué estar aquí -les dijo con cariño.
-No, yo quiero ver la tumba de papá -dijo Nora mientras cogía las flores que habían comprado del maletero. Sus hermanos asistieron.
Le había explicado a Olivia dónde iban a ir, y aunque al principio pensó que la niña no lo había entendido, se dio cuenta de su equivocación cuando la pequeña se abrazó a ella y sollozó que echaba de menos a su papá. Esperaba que eso no significara un paso atrás en la recuperación de la niña.
-Está bien. Vamos entonces.
Cogió a los pequeños de la mano, y con Nora a su lado, se encaminaron hacia la tumba de Mark.
Ella solía ir todas las semanas, y había estado allí el Miércoles, así que las flores que había dejado, todavía estaban en buen estado. Las apartó un poco para dejar espacio a las que llevaba su hija, que las dejó con cuidado sobre la lápida.
Cogió en brazos a Olivia, que ya había comenzado a lloriquear, y frotó suavemente su espalda para tranquilizarla. Jasper se pegó a su pierna mientras Nora se sentaba en el césped.
-Vamos a dejarte unos minutos, luego será el turno de Jasper y Olivia ¿de acuerdo chicos?
Todos estuvieron de acuerdo, así que Erin y los niños se alejaron unos metros. Intentó entretenerlos, al mismo tiempo que vigilaba a Nora. Se dio cuenta que la niña lloraba, aunque intentaba limpiarse las lágrimas para que nadie se diera cuenta. Definitivamente, su hija se parecía más a ella de lo que pensaba.
Unos minutos después, la niña fue hacia ellos y Erin dejó a los pequeños junto a la tumba, después de decirles que podían hablar con papá allí también. Luego abrazó a su hija mayor sin decir nada, y la dejó que llorara hasta que sus ojos se secaron.
-Gracias mamá, pero ahora quiero irme a casa -murmuró Nora contra su pecho.
Besó su cabeza y la acompañó hasta el coche, siempre sin perder de vista a sus hermanos. Olivia jugaba y parloteaba sentada en el césped, y Jasper estaba de rodillas con los brazos y la cabeza apoyados en la tumba, junto a las flores. Erin pudo escucharlo susurrar. Le partió el corazón verlo así, sabiendo que estaba sufriendo.
-Jasper -lo llamó en voz baja-. Tenemos que irnos ya, cariño.
El niño levantó la cabeza y la miró. Había lágrimas en sus pequeños ojos y ella tuvo que hacer un esfuerzo para no echarse a llorar también.
-Echo de menos a papá -dijo Jasper en voz baja.
-Lo sé, cariño. Todos lo echamos de menos -se acercó a él y lo cogió en brazos. Él hundió la cara en su cuello y lloró desconsolado.
Olivia se aferró a su pierna mirándola con tristeza. Ella suspiró profundamente y cogiendo a la niña de la mano, se encaminó al coche.
Eran cerca de las ocho de la noche, y a Erin le dolía la cabeza de tanto llorar. Había conseguido aguantar todo el día, pero una vez que los niños estaban en la cama, se encerró en su habitación y dejó salir todo el dolor que le apretaba el pecho. Tenía nudos en la garganta que apenas le dejaban respirar, pero que se deshacían un poco con el llanto.
Sabía que los niños echaban muchísimo de menos a Mark, pero hasta esa mañana, no supo cuánto. Él sabía qué hacer o qué decir en cada momento, tenía la frase perfecta para cada uno, y al igual que con ella, hacía sentir especial a cada uno de sus hijos.
No tenía apenas coordinación, pero le gustaba bailar y pasar tiempo con Nora. La niña adoraba bailar y ese tiempo con su padre era un regalo muy preciado para ella. Compartían su amor por la lectura, y él le había inculcado su pasión por los animales.
A Jasper siempre le intentó mostrar los beneficios del deporte, y el niño disfrutaba pasar tiempo con él jugando al béisbol o simplemente con la pelota. Erin sabía que el pequeño no había vuelto a coger su guante desde la muerte de su padre.
Y a Olivia le encantaba cuando su padre la cogía en brazos, y la hacía volar. La risa de la niña llenaba toda la casa. Desde el diagnóstico estaba demasiado cansado para hacer eso, pero había buscado otra cosa para hacerla feliz. Le contaba historias de cualquier cosa, que aunque era pequeña y prácticamente no entendía nada, se quedaba embobada mirando y escuchando su padre.
Los dos trabajaban mucho, pero siempre encontraban unos minutos al día para pasar tiempo con los niños. Y los fines de semana, eran familiares. No importaba si salían al parque, al centro comercial o se quedaban en casa, siempre pasaban tiempo juntos.
Sabía que nunca, por mucho que lo intentara, conseguiría llenar el hueco dejado por Mark en el corazón de sus hijos. Tampoco quería eso, nadie, ni siquiera ella, iba a sustituirlo en la vida de sus hijos. Sólo quería saber cómo hacer para que todos se sintieran mejor, para que todos pudieran seguir adelante.
Un pitido proveniente del móvil la volvió a la realidad. Se incorporó despacio, se secó la cara con el pañuelo y dejó la sudadera de Mark, que hasta ese momento había apretado contra su pecho, en su regazo. Era un mensaje de Aaron.
-¿Cómo habéis terminado el fin de semana? – sonrió levemente al leer el mensaje.
-Podemos llenar una piscina con todo lo que hemos llorado -se sorprendió al leer sus propias palabras. No estaba acostumbrada a abrirse tanto con nadie.
-Intuyo entonces que habéis ido al cementerio.
-Así es. Y no sé si he hecho bien…
Erin esperaba su respuesta, o su pregunta, sin embargo, el móvil comenzó a sonar en su mano. Respiró fuertemente antes de contestar.
-Nunca pienses que ha sido malo visitar con los niños la tumba de Mark, Erin. Era la primera vez, y ha pasado muy poco tiempo, pero con el tiempo, encontrarán consuelo allí. Créeme -señaló con dulzura. Se mordió fuertemente el labio para no echarse a llorar de nuevo.
-Es que parecían tan rotos hoy…Ha sido tan difícil verlos llorar como al principio, como si no hubiera pasado el tiempo…
-Lo sé. Pero también sirve para seguir adelante. Además, ¿no fue Nora la que te pidió ir allí?
-Sí. Lo único bueno es que Jasper ha comenzado a hablar de nuevo. Gracias al truco que me contaste de la vela.
-Me alegro mucho, de verdad.
Suspiró profundamente mientras volvía a acostarse y escuchaba a Aaron prepararse una infusión. Él maldijo para sí mismo cuando se quemó con la taza y ella soltó una risita.
-¿Y tú cómo estás? -preguntó Erin cuando supuso que ya había terminado.
-¿Yo? Bien, como siempre. ¿Por qué lo preguntas? -notó la confusión en su voz.
-Me refiero a…-tomó aire durante un segundo antes de hablar-. Aunque ya no estabas con Haley, también te afectó su muerte. Y apenas han pasado unos pocos meses. Y has pasado unas semanas difíciles con Jack. Tú siempre me preguntas a mí como estoy, y te preocupas, y a veces me olvido que tú has pasado por algo muy parecido a lo que yo estoy pasando.
Él calló durante unos instantes, valorando su respuesta. Debía reconocer que solía centrarse tanto en Jack, en el trabajo, se preocupaba por todos, que en ocasiones olvidaba incluso en cómo se sentía él.
-No estoy mal. Reconozco que mi preocupación máxima es Jack, él está por encima de todo, y sufro si él sufre. Aunque nos hemos adaptado bastante bien a vivir juntos los dos después de lo de Haley, a veces sigue siendo difícil para él. Es demasiado pequeño y no recordará las circunstancias de la muerte de su madre, aunque siga teniendo pesadillas algunas veces. Sólo sabe que la echa de menos, pero sabe vivir sin ella. Lo mismo que les pasará a tus hijos, Erin.
-¿Te has dado cuenta que me has hablado de Jack pero no de ti? -contraatacó ella.
-Supongo que no estoy acostumbrado a hablar de mi -suspiró profundamente antes de seguir hablando-. Sigo teniendo pesadillas con su muerte, a veces creo que podía haber hecho algo más…y supongo que es mi naturaleza, pero me siento culpable por el hombre con el que estaba Haley. Lo vi unos días antes de su funeral, y creo que a él también le destrocé la vida. Haley había seguido adelante, y alguien más está sufriendo porque yo no llegué a tiempo -la voz se le quebró al terminar la frase.
-Sé que no sirve de nada que te diga esto…pero lo hiciste lo mejor que pudiste, Aaron. Conseguiste salvar a Jack, y aunque lo ideal hubiera sido que Haley también siguiera viva, ¿te has preguntado alguna vez qué hubiera pasado si hubieras llegado antes? No estaba garantizado que los hubieras conseguido salvar, tal vez Foyet os hubiera matado a todos, que en realidad es lo que quería.
-Lo sé, pero está claro que nunca lo sabremos.
-Eres un buen agente Aaron, un buen padre y un buen hombre. Y es con eso con lo que tienes que quedarte.
-Gracias Erin -dijo en voz baja.
-Creo que deberíamos irnos a dormir. Es tarde y mañana hay que madrugar -señaló aguantando un bostezo.
-Estoy de acuerdo. Y Erin, gracias por preguntar como estoy.
-Gracias a ti por llamar. Buenas noches.
Colgó y se acurrucó un poco más en la cama. No se molestó en ponerse el pijama. Estiró la mano para apagar la lámpara, apretó un poco más la sudadera de Mark contra su pecho y a los pocos minutos, estaba dormida.
Continuará…
