Nota: Aunque suelo publicar los Miércoles, quería que este capítulo coincidiera con esta noche.
¡Feliz Halloween!
Capítulo 33
Halloween, la fiesta favorita de Spencer, a pesar de que casi nunca tenía verdaderos planes para esa noche.
Hasta los siete años, sus padres lo llevaban a pedir caramelos por el barrio, a pesar de que su padre casi siempre terminaba echándole en cara a Diana que le metiera en la cabeza que era la noche en la que los monstruos se mezclaban con el resto de las personas, que debía tener cuidado y no fiarse de nadie. Poco sabía él que en realidad el monstruo vivía en su cabeza, al igual que en la de su madre.
Después todo cambió en su familia, y dejó de salir a pedir caramelos como hasta ese momento. Al crecer, cambió los caramelos por las películas y la literatura de terror, y en algunas ocasiones, tenía algún amigo con el que compartir esa afición.
Pero ese año, y aunque todavía estaban a día 29, no parecía que nadie estuviera dispuesto a pasar la noche del 31 con él. Le había preguntado a Morgan y a Prentiss, y ambos tenían planes ya. También a un par de personas en la Academia, con quien curiosamente había hecho amistad, pero también estarían ocupados.
Normalmente le daría igual, sin embargo, después de los últimos meses, no le apetecía estar solo. Aunque estaba acostumbrado y ya tenía un plan B.
Pasó despacio la página del libro que estaba leyendo y dio un respingo cuando vio a JJ sentada en el borde de su mesa, frente a él.
-No deberías ser tan silenciosa, JJ, me has asustado -dijo cerrando el libro.
-Lo siento -soltó una risita nerviosa-. ¿Qué estás leyendo?
-Frankstein -le mostró la portada del libro.
Era la hora del almuerzo, y aunque Prentiss y Morgan lo habían invitado, había preferido quedarse a leer los libros que había llevado esa mañana. Se había comido un par de sándwich de la máquina mientras lo hacía.
-Oh, buena lectura -señaló su compañera.
-Me gusta releerlo en estas fechas. La primera vez que lo hice tenía seis años.
-Wow, una lectura dura para un niño tan pequeño.
Reid se encogió de hombros.
-Fue mi madre la que me lo dio. Lo leímos juntos la primera vez.
-¿Tienes planes para la noche de Halloween? -preguntó JJ cambiando de tema.
-Pues ver algunas películas de terror y comer caramelos. He comprado toneladas -sonrió de medio lado-. Les daré algunos a los niños que pasen por mi apartamento y el resto para mi.
-Estaba pensando…sé que a lo mejor no te apetece, pero voy a salir con Henry a pedir caramelos. Bueno, más bien a que se empape desde pequeñito del ambiente de Halloween…Le he comprado un disfraz de calabaza y está monísimo. ¿Te apetece venir con nosotros? Puedes traer tus caramelos si quieres, y se los damos a los niños. También estará Will, pero seguro que a Henry le gustará que vengas -JJ sonrió esperanzada.
-¡Claro, me encantaría! ¿Puedo ir disfrazado? Tengo todos los detalles del disfraz de Harry Potter. Pensaba ponérmelo en casa.
-Por supuesto. Te veo el Domingo a las seis.
Reid volvió a su libro cuando JJ se fue, contento con sus nuevos planes. Al final, parecía que no iba a pasar la noche solo.
Un par de minutos antes de las seis, Reid llamó al timbre en casa de JJ. Escuchó a su compañera cómo le decía algo a Henry, que había chillado al escuchar el ruido. Sonrió nervioso cuando abrió la puerta.
-Hey, Spencer. ¡Me encanta tu disfraz! Está muy bien logrado -dijo JJ cuando entró.
-Gracias. Y mira -se apartó un poco el pelo de la frente para desvelar la pequeña cicatriz en forma de rayo que se había pintado.
-Ahora sí eres un verdadero Harry Potter -rio ella. Él no pudo evitar sonrojarse.
-Tú también estás muy bien. Me gusta tu disfraz.
-Oh bueno, es un simple disfraz de bruja -soltó una risita nerviosa.
JJ llevaba un vestido negro largo, con mangas abiertas y escote en pico. Y un gorro negro y puntiagudo. Se había pintado los labios y los ojos de negro.
Henry protestó gritando, haciendo valer su presencia. Sonrió ampliamente y estiró los brazos hacia él cuando Reid se acercó.
-¿Puedo cogerlo? -preguntó él.
-Por supuesto -respondió JJ mientras revisaba la bolsa de Henry. En ese momento llamaron a la puerta.
JJ había vestido al bebé de calabaza, con un traje de color naranja y un gorrito verde y naranja. Estaba monísimo. No dejaba de babear y meterse el puño en la boca.
-Lo está pasando mal con la salida de los dientes, por eso babea tanto -la rubia se acercó y limpió al bebé. Henry se retorció en los brazos de su padrino cuando vio a su padre.
Will saludó con la cabeza a Reid, que le pasó al bebé. Henry palmeó la cara de su padre con alegría mientras sonreía feliz.
Reid y JJ los miraron mientras padre e hijo intercambiaban muestras de cariño. No cabía duda, de que Henry, a pesar de tener once meses, adoraba a su padre.
-¿Qué tal si vamos saliendo? Para que no se haga demasiado tarde -señaló JJ mirando el reloj.
-Claro -respondió Will mientras metía al niño en el carrito.
El ambiente en la calle era festivo: decenas de niños, acompañados de sus padres los más pequeños o solos los más mayores, paseaban por la calle disfrazados y disfrutando de la fiesta. El barrio donde vivía JJ era tranquilo y muy familiar, y eso se notaba.
Spencer había llevado su cubo de calabaza lleno de caramelos para repartirlos entre los niños con los que se cruzaran, ya que no estaría en casa. Los niños lo recompensaban con una amplia sonrisa después de algún pequeño truco de magia y a él le llenaba el corazón verlos felices.
Reid pensó que eran un grupo curioso: tres adultos disfrazados de vampiro, Harry Potter y una bruja; con un bebé con un traje de calabaza. Si él los viera desde fuera, probablemente le haría gracia.
Sea como sea, estaba pasando una noche agradable y eso es lo que iba a guardar en su memoria. Agradecía a JJ que lo hubiera invitado. Después de lo que pasó unos meses atrás con su ataque, todo se sentía distinto. Y que ya no viajara con el equipo tampoco ayudaba. Sin embargo, y después de la charla que tuvo con todos para que todo volviera a la normalidad, era con JJ con la que parecía tener más afinidad, como siempre había sido.
El timbre sonó justo cuando Erin le colocaba una pequeña diadema con dos cuernos rojos de diablilla a Olivia en la cabeza. Jasper, con su traje de Batman, saltó emocionado a su lado y corrió a la puerta.
-Jas, espera un segundo y no abras la puerta hasta que…-antes de que terminara de hablar, el niño ya había abierto la puerta.
-¡Jack! -el niño cogió a su amigo de la mano y tiró de él hacia dentro.
Los dos comenzaron a hablar al mismo tiempo mientras Aaron cerraba la puerta detrás de él. Cruzó una mirada divertida con Erin. Era bueno que a pesar de la diferencia de cuatro años entre ellos, se llevaran tan bien.
-Creí que le gustaba el Capitán América -dijo Erin mientras se acercaba a él.
-Y le gusta. Pero ahora estamos en la etapa de Spiderman. Que es lo más -respondió divertido Aaron, imitando a su hijo.
Olivia se acercó arrastrando su capa y blandiendo un pequeño tridente, que su madre había cortado para que fuera más pequeño.
-Aaron, soy un pequeño diablo -dijo deteniéndose junto a él y sonriendo ampliamente.
-Oh, ya lo veo. ¿Me prestas tu tridente? -se agachó a su altura y le tocó la nariz.
-No, que pierdo mis poderes -Erin y Aaron soltaron una carcajada-. ¿Dónde está tu disfraz? -preguntó con seriedad al cabo de un momento.
-Soy demasiado mayor para disfrazarme ¿sabes?
-Cómo mamá -respondió la niña con un suspiro dramático.
-Sois muy aburridos, en realidad -puntualizó Jasper-. ¿Cuándo nos vamos? Quiero comer caramelos ya.
-En cuanto baje tu hermana -Erin se acercó al pie de las escaleras-. ¡Nora! Baja que nos vamos.
Unos minutos después, Nora bajó las escaleras, vestida como Miércoles Adams. La peluca negra y la seriedad en su cara le daban un aspecto realista a su disfraz. Erin pensó con un nudo en la garganta que había acertado completamente con su disfraz. Este último año, su hija se había parecido perfectamente al personaje que había escogido.
-Perfecto, ya estamos todos. Coged vuestros cubos y vámonos.
El grupo salió a la calle, donde niños y padres disfrutaban de la noche. Nora se acercó a su madre.
-¿Puedo ir con mis amigas?
-Hoy no, Nora. Estamos en familia.
-Ellos no son de la familia -protestó la niña señalando a Aaron y Jack. Erin la fulminó con la mirada.
-No protestes más, cariño. Y disfruta de la noche.
La niña asintió con desgana, cogió a su hermana de la mano y se ocupó de ella. Jasper y Jack justo detrás de ellas. Erin y Aaron los seguían de cerca, mientras hablaban de cosas sin importancia.
Cuando habían recorrido todas las casas del barrio, volvieron a casa. Erin invitó a Aaron y Jack a un chocolate caliente antes de que se fueran a casa. Los tres más pequeños comenzaron a repartir sus golosinas sentados en el suelo. Nora se sentó apartada en el sofá, metiendo la mano en su cubo de calabaza y jugando con sus caramelos.
-Nora, ¿por qué no te caigo bien? -susurró Jack después de sentarse a su lado. La niña lo miró boquiabierta.
-Si me caes bien, Jack. Es sólo…-no supo bien qué decir y se encogió de hombros. El niño no tenía culpa de nada.
-Yo también estoy triste porque mi mamá se murió. Pero para que mi papá no esté triste también, pues intento estar bien. Y hablo con mi mamá todas las noches y me siento mejor -dijo el niño mirándola a los ojos.
Nora sonrió levemente ante sus palabras. Le parecía muy tierno lo que estaba haciendo. Pero analizando lo que había dicho, sabía que tenía razón.
-¿Quieres alguno de mis caramelos? -preguntó cogiendo su cubo del sofá y agitándolo.
Jack se encogió de hombros, pero una sonrisa se dibujó en sus labios.
-Mete la mano y saca una. Y si no te gusta, puedes cambiarla por otra ¿vale?
El pequeño lo hizo, quedándose con la chuchería que le había salido. Luego cogió a la niña de la mano y tiró de ella. Los dos se sentaron en el suelo, junto a Jasper y Olivia y el niño le ofreció una de sus golosinas. Los cuatro se entretuvieron un rato.
Erin y Aaron escucharon la conversación de sus hijos desde la puerta. El agente se dio cuenta de lo que sufría su hijo todavía, aunque también pudo ver que estaba criando a un gran niño, que se convertiría en un gran hombre.
Erin apuntó mentalmente que debía hablar con Nora, en breve. Según la terapeuta, lo estaba haciendo bien, a pesar de que era evidente que seguía sufriendo mucho.
Mientras escuchaban, sintió la mano de Aaron en su hombro, en tensión igual que ella, y cuando los niños se alejaron y se sentaron en el suelo, se relajó lo suficiente para apoyar su cuerpo en su pecho. Fueron sólo unos segundos, hasta que se dio cuenta de lo que estaba haciendo. Luego se separó rápidamente y se alejó hacia la cocina. Durante unos segundos, pensó que volvía a estar con Mark, y eso la había desconcertado. Parpadeó deprisa para alejar las lágrimas que se estaban formando en sus ojos. Agradeció a Aaron que le diera espacio y no la hubiera seguido a la cocina.
Cuando se recuperó, llenó las tazas de chocolate y en una bandeja las llevó al salón. Los niños se abalanzaron a por una. Aaron se sentó a su lado y le sonrió. Le devolvió la sonrisa. Ninguno dijo nada, y Erin sintió que volvía a estar bien, al menos de momento.
Continuará…
