Capítulo 35
Erin creyó que iba a terminar la semana sin más incidencias (habían sido unos días llenos de problemas con los que lidiar), no obstante, tenía ante sí un gran desafío.
Si hubiera sido un par de años antes, no habría dudado ni un segundo en mandar inmediatamente que se cumplieran las órdenes, vinieran de quien vinieran. Antes le preocupaba sólo su trabajo, ahora pensaba un poco más en los demás y en el daño que podrían hacer sus decisiones.
Por eso, en esta ocasión, y tras haber escuchado de momento a una de las partes, no tomaría una decisión hasta escuchar a la otra parte. Luego, haría lo posible para que todo siguiera como estaba.
Se dio cuenta que era la única en la sala, así que recogió sus papeles, dispuesta a poner al tanto de todo al agente Hotchner.
Llamó suavemente a la puerta abierta de la oficina de Hotch, que levantó la cabeza en cuanto la escuchó. No esperó a que la invitara a entrar. Lo hizo cerrando la puerta detrás de ella, y sentándose en la silla de la izquierda. El hombre la miró en silencio, esperando que comenzara a hablar.
-Cierra las persianas, Aaron -dijo al fin.
Él abrió la boca, pero luego volvió a cerrarla. Se levantó e hizo lo que le pidió.
-Tenéis un caso…-afirmó más que preguntó.
-Si. Acabamos de presentarlo. Nos iremos en unos minutos -respondió serio. Todavía no sabía qué había llevado a su jefa a su oficina.
Erin se movió en su silla, y con un pequeño suspiro, se enderezó.
-Llama a la agente Jareau. Necesitamos hablar.
-¿Y eso por qué? ¿Ha pasado algo?
-Hazlo, Aaron -ordenó en un tono que no daba derecho a réplica.
La miró con el ceño fruncido y cogió el teléfono. Jordan le aseguró que en un minuto JJ estaría allí.
-Enseguida viene.
Un golpe en la puerta los sobresaltó a los dos. En cuanto JJ vio a Strauss, supo porqué la habían llamado.
-Siéntate, JJ -la instó Hotch.
-Prefiero quedarme de pie, gracias -se cruzó de brazos, en señal de protección y defensa.
Hotch miró entonces a Strauss, que hasta entonces había permanecido callada, esperando que comenzara a hablar y lo sacara de la incertidumbre en la que lo había sumido desde que había aparecido en su oficina.
-Acabo de tener una reunión con Michael Powel, del Pentágono. Ha rechazado dos veces el trabajo que le han ofrecido, y lo que es peor, sin informar a su superior -señaló Strauss por fin dirigiéndose a la agente rubia. Parecía realmente molesta. Hotch no pudo decir si por la noticia, o porque ella no había sido informada antes.
También había sido la primera noticia para él, y miró a su subordinada. JJ parecía querer estar lejos de allí, aunque se veía que quería contralar sus palabras.
-No he informado al agente Hotchner, porque no me interesa el trabajo. Y no lo consideré importante -respondió la rubia cortante.
-Es una buena oportunidad, Jennifer, tendrías más tiempo para pasar con Henry.
-¿Perdón? -JJ miró a Strauss y Hotch vio importante intervenir.
-Desde luego, es bueno que el gobierno federal se haya fijado en ella, y trabajar en el Pentágono como enlace de defensa es una gran oportunidad -miró de reojo a JJ y volvió de nuevo su atención a Strauss-. Pero la decisión final es de la agente Jareau, y no podemos hacer nada al respecto ¿verdad?
Strauss suspiró derrotada y se incorporó en la silla.
-No, no podemos.
-Bien, entonces -hizo un gesto con las manos, indicando que la discusión se había terminado.
-Os esperan en Maryland en una hora -Strauss se levantó y Hotch hizo lo mismo.
JJ iba a salir detrás de ella cuando su jefe la detuvo.
-¿El Pentágono, JJ?
-Hotch…no quiero irme. Sois mi familia, y ya no viajo, puedo estar con Henry. Lo que ha dicho Strauss…
-Lo sé, pero está haciendo su trabajo. Y tenemos a Jordan, si al final decides irte, estaremos bien.
-Quiero quedarme. Esta es mi casa -la rubia sonrió.
-Vamos, tenemos trabajo que hacer.
Strauss se dio cuenta que llevaba alrededor de quince minutos mirando absorta el teléfono, después de haber colgado. Sabía que, probablemente Robert Brown la odiara un poco en ese momento, y que ella le debía un gran favor.
Cuando salió de la oficina de Hotchner, tuvo claro lo que iba a hacer. La agente Jareau era un miembro muy valioso del equipo, y aunque tenían también a la agente Todd, no quería perderla.
Su trabajo, a pesar de todo, era el de convencerla para que aceptara el trabajo en el Pentágono. Se sintió un tanto desplazada cuando Michael Powel la informó que se habían puesto en contacto con la agente Jareau, dos veces, y los había rechazado. Y nadie la había informado a ella.
No importaba ahora, porque lo había arreglado. No como quería la mayoría, pero sí para que su equipo no saliera perjudicado.
Sabía que la agente Jareau no quería irse a ningún sitio, la UAC era su familia y aquí quería permanecer, pero un trabajo en el Pentágono era una gran oportunidad para ella. La ayudaría a crecer en su carrera.
Ella tenía cuarenta años, llevaba quince años en el FBI y seis siendo jefa de sección. Hubiera preferido algo más tranquilo como Contraterrorismo o Delitos informáticos, pero se había acostumbrado al horror de los crímenes.
Probablemente, si no hubiera sido por aquel horrible caso, no la hubieran nombrado tan pronto. Tenía una carrera prometedora, todo el mundo lo decía, pero aquel caso lo cambió todo. Todavía tenía horribles pesadillas.
Buscaban a un sudes que secuestraba a familias enteras, y al cabo de un par de días, los asesinaba. Cuando encontraron a la última familia, uno de los gemelos, de cinco años, todavía seguía con vida. Estaba reanimándolo cuando sintió el cañón de una pistola sobre su cabeza. Intentó negociar, hasta que la golpeó con fuerza en la cabeza. Antes de perder completamente el conocimiento, escuchó disparos. Mataron al sudes, pero también uno de sus compañeros terminó herido de gravedad. Llevaba desde entonces en silla de ruedas.
Después de eso, y de tres meses de baja, el director le ofreció el puesto de jefa de sección de la UAC. En ese momento, Jasper tenía algo más de un año y Nora estaba comenzando en la guardería, pero fue Mark el que la convenció para que aceptara. La había visto sufrir, despertarse cada noche llorando y gritando por las pesadillas, sabiendo lo culpable que se sentía por todo lo ocurrido. Así que un puesto de oficina, lidiando con la burocracia en vez de con el crimen directamente, fue una bendición.
Ya fuera en el Pentágono o en el FBI, Strauss sabía que la agente Jareau llegaría lejos en su carrera.
Cogió el teléfono de nuevo y marcó el número directo de Michael Powel. Le informó que había hablado con su agente y que sintiéndolo mucho, la agente Jareau iba a quedarse en Quantico. Comenzó a escuchar la réplica de su interlocutor hasta que lo interrumpió. No sería Jareau, pero la agente Deborah Prince, enlace de prensa y comunicaciones del departamento de crimen organizado, comenzaría el Lunes a trabajar para el Pentágono.
Creyó que la línea se había cortado hasta que Powel, formuló una pregunta. No lo escuchó bien, pero como toda respuesta, le dijo que en unos minutos recibiría por correo electrónico el informe de la agente Prince. Tan bueno como el de Jareau. El hombre le dio las gracias en voz baja y colgó antes de que ella pudiera decir algo más.
Suspiró profundamente después de colgar, soltando toda la tensión que sentía. Antes de perder más tiempo, envió el archivo completo de Deborah Prince a Powel. Luego le envío un breve mensaje al agente Hotchner, diciendo que todo estaba arreglado.
Después de pensarlo durante un instante, le escribió un correo electrónico a Robert Brown. Sabía que había jugado sucio quitándole a Prince, pero ambos sabían que la agente estaba a disgusto en Quantico y que aspiraba a más. A la larga, se lo agradecería.
Cuando terminó con todo eso, y a pesar de lo agotada que estaba, cogió un informe de la larga pila y lo abrió.
Hotch salió de su despacho y apagó la luz. Vio en el bullpen al equipo, que sonreía y reía feliz. El caso había terminado bien, habían encontrado a tiempo a la chica y el sudes estaba bajo custodia. Rossi los guio a todos hacia el ascensor, mientras seguían hablando. Iban a celebrar que todo había salido bien con una copa. Lo habían invitado, pero había declinado amablemente. Su mirada se cruzó con la de JJ, que le sonrió agradecida. Luego siguió al resto de su equipo.
Esperó unos minutos, hasta que estuvo seguro que se habían ido, y bajó las escaleras. Cruzó despacio el silencioso bullpen hasta el despacho de su jefa. Llamó suavemente a la puerta y entró sin esperar respuesta, como hizo ella esa misma mañana.
-Supongo que debo darte las gracias -se sentó frente a ella.
Lo miró durante un instante en silencio, y Hotch pudo ver lo agotada que parecía.
-Estoy acostumbrada a apagar fuegos. Este sólo ha sido uno más -respondió con cansancio.
-Gracias de todas formas. JJ no se merecía tener que irse. Espero que no hayas tenido que pedir muchos favores para ello -bromeó él.
-Bueno, tal vez me he agenciado algún enemigo nuevo, pero no me preocupa mucho.
-Sé que probablemente no lo escuches mucho Erin, pero eres muy buena en tu trabajo.
-Gracias, Aaron -dijo en voz baja y sonriendo con cansancio.
Se levantó dispuesto a marcharse, pero se dio la vuelta antes de salir por la puerta.
-Es tarde, deberías dejar eso para el Lunes e irte a casa.
-Enseguida me iré.
-Buenas noches.
Y sólo cuando entró en el ascensor, cayó en la cuenta de lo agotado que estaba también él, y lo que deseaba un abrazo de gigante de Jack.
Continuará…
