Capítulo 37
Faltaba algo más de una semana para las vacaciones de Navidad en el colegio, y aunque las calles adornadas, la música en los comercios y los anuncios por todas partes que anunciaban la cercanía de la fiesta más especial del año, en casa de Erin no se sentía el espíritu navideño.
Había tenido que convencer a Nora y Jasper para decorar el árbol y el resto de la casa. Ninguno de sus dos hijos tenía ganas de celebrar ese año la Navidad, ni siquiera con la promesa de ir a ver a Papá Noel o a patinar sobre hielo durante las vacaciones. Olivia era todavía pequeña para entender porqué sus hermanos estaban de nuevo tan tristes.
Tampoco ella tenía ganas de celebrar las fiestas ese año, porque sabía que ya nada iba a ser igual que antes. Sin embargo, debían seguir adelante, y eso es lo que intentaba hacerle ver a sus hijos, respetando, por supuesto, su dolor. Y sabía que lo que más feliz haría a Mark, sería ver que conseguían seguir adelante.
No obstante, y aunque lo intentaba, ese mes estaba siendo bastante complicado también para ella. Se despertaba llorando todas las mañanas, después de una noche de pesadillas o de apenas pegar ojo, y terminaba agotada al final del día intentando animar a sus hijos. El problema, es que nadie hacía lo mismo con ella.
El día anterior había sido su cumpleaños, y excepto por la tímida felicitación de Malia y de Lisa, su fiel secretaria, nadie más se había acordado. Ni siquiera sus hijos, que solían hacerle unos bonitos dibujos. Había llorado hasta quedarse dormida, mientras acariciaba la pulsera que el año anterior, le había regalado Mark y que no se había quitado ni un solo día.
Al dejar a los niños en el colegio esa mañana, los había animado diciéndoles que el fin de semana los llevaría a un parque de juegos. Nora sonrió tristemente mientras asentía y Jasper (por fin) y Olivia parecieron emocionados. Pareció funcionar, y esperaba que dejaran de estar tan abatidos como en las últimas semanas.
Acababa de colgar el teléfono de su mesa cuando se dio cuenta que su móvil estaba sonando. Lo sacó del bolso y descolgó.
-Strauss -respondió sin mirar.
-¿Erin? Soy Jessica, la cuñada de Aaron. Él me ha dado tu teléfono.
-De acuerdo. ¿En qué puedo ayudarte, Jessica? -soltó el bolígrafo y se quitó las gafas.
-Verás, acaban de llamarme del colegio, que Jack ha vomitado dos veces y que hay que ir a buscarlo. Pero estoy a punto de entrar a una reunión, a la que no puedo faltar y en la que probablemente esté atrapada todo el día, y no puedo ir a buscarlo. Me preguntaba si podrías ir tú, y cuando yo termine, ya voy a buscarlo.
-Por supuesto, no hay ningún problema.
-Gracias a Dios. Muchas gracias, Erin, me salvas la vida -Jessica parecía realmente aliviada-. Le escribiré rápidamente a Aaron para explicárselo. Te tengo que dejar.
Al principio de curso, Erin y Malia habían sido nombradas contacto de emergencia junto a Jessica y Aaron para recoger a Jack, en caso de que ellos no pudieran hacerlo. A su vez, ellos lo eran de los hijos de Erin.
El equipo Alpha llevaba dos días en un caso en Minnesota, y el pequeño Jack estaba mientras tanto con su tía. Pero como ocurre con los niños, las enfermedades son imprevisibles.
Cerró el archivo en el que estaba trabajando, cogió el bolso y se puso el abrigo. Informó a Lisa que estaría un tiempo fuera, y que anulara los compromisos que tuviera por la tarde.
No tardó en llegar al colegio y registrarse para recoger al niño. La llevaron hasta la enfermería, donde Jack estaba tumbado en una camilla. Estaba pálido y encogido en posición fetal y tenía los brazos sobre la barriga.
-Viene a buscar a Jack, ¿verdad? -preguntó la enfermera.
Ella asintió y se acercó al niño. El pequeño esbozó una sonrisa triste.
-Voy a llevarte a casa, ¿de acuerdo, cariño?
-¿Y la tía Jess? -preguntó en voz tan baja que le costó escucharlo.
-No podía venir, pero te quedarás contigo hasta que pueda recogerte y llevarte a casa.
Cogió al niño en brazos, su mochila y se despidió de la enfermera. Lo sentó en la silla de Olivia, y le tocó la frente, al menos no tenía fiebre.
Fue hablando con él por el camino, contándole que irían a su oficina, pero que tenía un sofá muy cómodo en el que podría descansar.
Cuando lo cogió en brazos, Jack se aferró a su cuello y cerró los ojos. Ella besó su cabecita mientras se dirigía al ascensor. Estaba dormido antes de llegar arriba. Ignoró la mirada inquisitiva que le dio Lisa cuando entró en la oficina con el niño. Notó que ella la seguía dentro de su despacho.
-Es el hijo del agente Hotchner ¿verdad?
-Así es. Está enfermo y su tía no podía ir a buscarlo. Se quedará conmigo hasta entonces.
Lisa asintió con comprensión. Sabía que desde hacía un año, la relación de Strauss y Hotchner podría considerarse como de amistad. Aunque no sabía que tanto como para que se cuidaran los hijos.
-¿Puedes hacerme un favor? -fue hacia la mesa y apuntó algo en un papel. También sacó un billete de la cartera-. Necesito que vayas a la farmacia y compres esto. No quería parar con el niño en el coche.
-Por supuesto. Enseguida vuelvo -Lisa sonrió y se marchó.
Erin tapó a Jack con una manta que sacó de un pequeño armario, detrás de su escritorio. El pequeño se revolvió pero no se despertó.
Luego se sentó y siguió trabajando, sin dejar de echar un vistazo al niño. Estaba tan concentrada que no escuchó a Lisa entrar de nuevo en su despacho.
-Aquí está todo. Y también le he traído un sándwich de pollo, es la hora del almuerzo.
-Gracias Lisa, siempre tan atenta -Erin le sonrió a la chica mientras recogía la bolsa.
Se comió el sándwich, y cuando se disponía a seguir trabajando, Jack se despertó.
-¿Erin? -se sentó mientras se frotaba los ojos.
-Hey, ¿cómo te encuentras, cariño? -se acercó a él y posó una mano en su frente, para comprobar si tenía fiebre.
-Todavía me duele la tripa -murmuró.
-Voy a darte algo para que te sientas mejor ¿vale?
Le dio un poco de jarabe, aunque el niño se resistió al principio. Cuando le estaba dando un poco de agua para quitarle el mal sabor, Jack volvió a vomitar, esta vez sobre ella.
-Lo siento -sollozó el niño.
-No te preocupes, cielo, esto se limpia. Vuelve a acostarte, vuelvo enseguida.
Afortunadamente, solía tener un recambio de ropa en su baño privado, así que limpió la camisa lo mejor que pudo y luego se cambió.
Cuando volvió a salir, Jack seguía tumbado, chupándose el dedo pulgar. Le recordó a Olivia, que también hacía eso cuando no se sentía bien.
Se sentó a su lado y lo cogió en brazos. Jack se acurrucó en su pecho inmediatamente. Ella le besó la cabeza y comenzó a cantarle una canción en voz baja, la que solía cantarles a sus hijos cuando estaban enfermos o molestos. Al cabo de un rato, el niño había vuelto a dormirse.
Mientras abrazaba al niño, volvió a invadirla la tristeza. Hacía un par de años, su vida, la de sus hijos, la de ese niño y su padre, era totalmente diferente a como era ahora. Las circunstancias pueden cambiar en un segundo, pero pensaba que la vida se había cebado con ellos.
Ahora, ella era viuda, sus hijos y Jack huérfanos y a Aaron lo carcomía la culpa por no poder salvar a su ex mujer.
En fechas como esas todo se hacía más cuesta arriba, y no sólo para los niños. Ella echaba muchísimo de menos a Mark, y se imaginaba que para Aaron no sería fácil cuando Jack también echaba de menos a su madre.
Su teléfono vibró a su lado, y estiró el brazo con cuidado para no despertar al niño.
-Erin, ¿cómo está Jack? -preguntó Aaron sin darle tiempo a contestar.
-Ahora está dormido. Ha vuelto a vomitar, pero creo que está mejor. Al menos no tiene fiebre -comentó en voz baja mientras miraba que el niño siguiera durmiendo.
-Gracias por cuidar de él. Jessica me escribió para decirme que estaba enfermo y que tú lo recogerías. Muchas gracias.
-No hay de qué. No me supone ningún problema. Si Jessica no llega a tiempo, lo llevaré a casa y que lo recoja allí.
-Se lo diré. Te lo debo. Tengo que irme.
Y antes de que pudiera contestar, ya había colgado. Volvió a dejar el móvil en el sofá y apoyó la cabeza en el respaldo. Lo siguiente que sintió, fue que alguien la estaba sacudiendo del brazo.
Lisa, Jessica y Jack la miraban con una sonrisa en la cara. El niño le puso una manita en la mejilla.
-¡Erin, te has dormido!
Ella sonrió, medio adormilada todavía.
-¿Qué hora es? -les preguntó a las dos mujeres.
-Casi las cuatro. Al final he podido salir antes. Gracias por recogerlo y cuidar de él, Erin.
-No ha sido nada. ¿Te encuentras mejor, Jack?
El pequeño asintió, aunque todavía estaba un poco pálido. Jessica le dijo que se despidiera de Erin, que se iban a casa. Jack, que todavía estaba sentado en el regazo de Erin, le dio un fuerte abrazo.
Cuando se quedó sola, volvió a sentarse tras su escritorio. Tenía trabajo y faltaba un rato para el final de la jornada. Sin embargo, una creciente necesidad de ver y abrazar a sus hijos le estaba oprimiendo el pecho, así que recogió sus cosas, y se fue a casa. El trabajo podía esperar.
Continuará…
