N/A: Me ha costado más de lo que me gustaría publicar este capítulo, pero finalmente aquí está. Abarca todo el arco Doyle, los tres o cuatro capítulos hasta "Lauren", aunque por supuesto, con mi toque creativo. ¡Disfrutad!

Capítulo 41

14 de Enero

Desde que se enteró de la fuga de Doyle, Prentiss llevaba cuatro días prácticamente sin dormir. Siempre alerta, ni siquiera los cotilleos de García conseguían que dejara de pensar en él y su pasado.

-Prentiss, ¿me estás escuchando? -preguntó la rubia con seriedad.

-¿Eh? Sí, sí claro que estoy escuchando -murmuró removiendo su café.

García resopló, puso los ojos en blanco y comenzó a hablar para sí misma, murmurando algo sobre lo egocéntricos que eran todos los perfiladores, mientras se alejaba. JJ soltó una risita disimulada.

-No deberías enfadarla, sabes que es peligroso. Se desestabiliza y eso es una catástrofe para las energías positivas que inundan su refugio.

Emily levantó una ceja, confusa.

-Mejor no preguntes…-respondió su compañera-. ¿Qué pasa, Em? Estás muy distraída últimamente.

-No pasa nada, solamente que no he dormido demasiado bien, eso es todo -esbozó una sonrisa, esperando que eso tranquilizara a JJ.

La rubia la observó un instante, luego asintió. Estaba segura que Emily escondía algo, pero ya se lo contaría cuando estuviera preparada.


El día había sido largo, y estaba deseando llegar a casa. Había intentado centrarse en el papeleo y olvidarse del resto, pero en ocasiones se había encontrado perdida en sus pensamientos y las miradas de Morgan y Reid sobre ella.

Al salir del ascensor y acercarse a la puerta de su apartamento, vio una caja alargada apoyada en la pared. Su instinto le decía que se alejara, que no la cogiera porque podría ser peligrosa, pero la perfiladora que era le gritaba que necesitaba ver qué contenía la caja.

La cogió, abrió rápidamente la puerta y entró. La posó un breve momento sobre la mesita de la entrada, mientras soltaba las llaves y el bolso, luego quitó con cuidado la tapa de la caja. Su corazón se detuvo durante un segundo. Dentro estaba perfectamente colocada una fresia lila, las flores moradas que crecían en la residencia de Doyle en la Toscana. Cogió con delicadeza la flor y la acercó a su nariz, aspirando su aroma y recordando justo el instante en que detenían a Doyle.

Salió de su ensoñación en el momento en que se dio cuenta que Doyle (y alguno de sus secuaces) sabía dónde vivía. Soltó la flor, llamó a Sergio, que no tardó en ir a su encuentro, cogió sus cosas y se marchó.


25 de Enero

Erin estaba terminando de recoger la mesa del desayuno cuando Nora entró en la cocina como un huracán.

-Mamá, ¿el Sábado puedo quedarme a dormir en casa de Dana? -la niña la miró interrogante mientras terminaba de hacerse una de las dos trenzas.

Ella dejó con cuidado la taza en la mesa y la miró. De repente fue como si Nora hubiera crecido un par de años durante la noche, a pesar del aspecto infantil que las dos trenzas que llevaba le confirieran a su dulce rostro.

Hacía tres días que había cumplido once años, y Erin se sorprendió pensando en lo mayor que parecía ya.

Sin embargo, sabía que no era eso lo que la había sorprendido, si no que la niña quisiera volver a pasar más tiempo con sus amigas, igual que hacía antes de que todo cambiara, de la enfermedad de Mark.

-¿Mamá? -Nora volvió a preguntar.

-Sí, claro que puedes cariño -ella sonrió levemente.

-Vale, gracias -la niña salió corriendo de la cocina.

-Asegúrate de que tus hermanos estén preparados para el colegio. Nos vamos en diez minutos -gritó para que la oyera.

La respuesta de la niña le llegó desde las escaleras, apenas audible. No pudo evitar sonreír, con cautela, eso sí, puesto que aunque sabía que no era más que un pequeño paso, sabía que el camino a la normalidad estaba comenzando.


Estaban a punto de presentar un caso nuevo cuando el teléfono de Prentiss comenzó a sonar. Le hizo un gesto a Reid para que continuara hacia la sala de conferencias y se quedó atrás. Le sonrió a Jordan, que pasaba a su lado justo cuando contestaba.

-Ha matado a Jeremy -la voz de Tsia Mosely, otra de sus compañeras de JTF-12, le llegó angustiada a través del teléfono.

Trató de tranquilizarla, convenciéndola para volver al país, puesto que estaría más segura que en París.

Durante toda la conversación, Emily no dejó de pasearse de un lado a otro del pasillo, y a mirar de reojo hacia la sala de conferencias. Si antes era serio, la muerte de Jeremy lo hacía todavía más real. Doyle no se andaba con chiquilladas, los quería a todos muertos.

Colgó y con el corazón desbocado pero una máscara en la cara, se dirigió a la sala de conferencias.

-¿Va todo bien? -preguntó Hotch en cuanto entró.

-Sí, todo perfecto. Podemos empezar -acompañó sus palabras con una sonrisa para rebajar la preocupación que veía en la cara de sus compañeros.

Intentó concentrarse en el caso y en lo que decían, pero las caras de Doyle y de sus antiguos compañeros de JTF-12 volvían a su mente una y otra vez.


10 de Febrero

Reid acababa de llegar del trabajo cuando alguien llamó a su puerta. Se quedó quieto un momento, pensando en quién podría ser. Volvieron a llamar, y con cautela, se acercó y abrió.

-¡Hola! -la amplia sonrisa de Ruth fue lo primero que vio. No pudo evitar sonreír de vuelta-. Esta tarde he estado haciendo galletas con mi abuela, y al parecer hemos hecho para un ejército, y ella insistió en que te trajera unas pocas. Aquí tienes.

-Oh, gracias -respondió cogiendo el plato que la chica le tendía.

Ruth seguía sonriendo y plantada allí, así que quitó el plástico y cogió una galleta. Le dio un pequeño mordisco, y la saboreó.

-Mmm, están muy buenas. Dale las gracias a tu abuela, bueno, y a ti claro -dijo un poco nervioso.

-Me alegro que te gusten. Bueno, ya nos veremos por aquí.

-Claro.

La chica sacudió la mano en señal de despedida sonriendo y desapareció por el pasillo. Reid cerró la puerta un instante después. Miró el plato de galletas y sonrió. Pensó fugazmente que ojalá se cruzara más veces con esa chica, porque había algo en ella que le gustaba, y mucho.


Cuando esa mañana de 11 de Febrero Prentiss abrió los ojos, después de haber dormido solamente tres horas en total, tuvo una revelación. Nadie sabía todavía nada del paradero de Doyle, aunque algo le decía que ya estaba en Estados Unidos. No podía meter a su equipo en esto, así que llamaría a Clyde Easter y Tsia Mosely, sus antiguos compañeros de JTF-12, sabía que podría contar con ellos, y entre todos, acabar con él.

Fue Clyde el que la sorprendió con una llamada un minuto antes de que entrara en el edificio del FBI.

-Estamos haciendo todo lo que podemos para encontrar a Doyle -fue lo primero que le dijo cuando contestó al teléfono.

-Pero sigues sin saber dónde está.

-Ya está aquí, Emily.

-¿Y me lo dices ahora? De todas formas, creo que hace un mes que está aquí. Me envió una fresia lila.

-Lo sabemos. Sin embargo, y según los registros, alguien llamado Chuck Murray llegó a Estados Unidos hace cinco días. No fue directamente él el que te envió la flor.

-¿Me estáis vigilando a mi y no tenéis ni idea de dónde está Doyle? Buen trabajo, Easter.

Colgó el teléfono enfadada, cuestionándose si en realidad, no estaba sola en esto y debía actuar por su cuenta.


A pesar de la seguridad que sentía, en ese momento, cada músculo de su cuerpo estaba temblando.

Después de recibir la nota junto a su almuerzo (quedaba claro que Doyle conocía ya cada uno de sus movimientos), pensó en cuál sería su próximo movimiento.

Había sido él el que la había citado, pero si era lista, podía acabar con él sin que se diera cuenta.

Miró nerviosa el reloj cuando sintió una mano sobre su hombro. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo, desde la nuca hasta la punta de los pies.

-Me alegro de verte de nuevo, Lauren…o debería decir…Emily -Doyle se sentó frente a ella con una sonrisa de suficiencia.

-No puedo decir lo mismo -respondió con seriedad. Intentó que su voz no transmitiera el nerviosismo que sentía-. ¿Sabes que tengo una pistola apuntando a tu entrepierna? Puedo disparar ahora mismo y acabar con todo esto.

-Pero no lo vas a hacer…-su sonrisa la ponía nerviosa. Aunque hubo un tiempo, en el que le gustaba.

Durante unos minutos, la conversación giró en torno al pasado, aunque Emily intentó que no le afectaran las palabras y la mirada fría de Ian. Sabía, aunque le costaba admitirlo porque quería olvidar esos momentos de su vida, que sabía jugar con él. Aunque se olvidaba que él con ella también.

-Tú me quitaste lo que más quería, yo haré lo mismo contigo -sus palabras la cortaron como un cuchillo.

Fue narrando, despacio y con suma tranquilidad, a cada miembro de su equipo, e incluso a los pequeños Jack y Henry. Puso su mejor cara de póquer para que no se diera cuenta de lo que le estaban doliendo sus palabras.

Disfrutó torturándola, viendo como el miedo asomaba a sus ojos. Y con una sonrisa, se levantó y se acercó de nuevo a ella.

-Nos vemos pronto, Lauren. No me eches mucho de menos -susurró en su oído.

Emily soltó todo el aire que llevaba tiempo reteniendo cuando se alejó. Ahora más que nunca, sabía que debía acabar con Doyle.


7 de Marzo

Cuando Erin Strauss entró en el Boston Medical Center, sintió una extraña sensación de deja vu. Le recordaba mucho (y eso que no había estado en ninguna de las dos ocasiones en el hospital) a cuando Foyet apuñaló al agente Hotchner y a la posterior muerte de su ex esposa.

Enseñó su placa en el mostrador de urgencias y le indicaron la sala de espera donde se encontraba el equipo. Se dirigió hacia allí, con el corazón en un puño.

Hacía algo más de tres horas que el agente Hotchner la había puesto al tanto de lo que había ocurrido en ese almacén, de la venganza de Doyle hacia Prentiss y de cómo ella intentó protegerlos a todos.

Todavía no sabía con seguridad las consecuencias físicas para la agente después del enfrentamiento entre ella y Doyle, puesto que no había recibido más noticias de Hotchner así que debía seguir en quirófano. Aún así, y habiendo leído el expediente de Ian Doyle, había tomado una decisión. Tenía un plan para la agente Prentiss, que probablemente, no gustaría a sus compañeros.

Las caras del equipo reflejaban angustia y desesperación por la falta de noticias y por el estado, aún desconocido para ellos, de su compañera y amiga.

Strauss captó la mirada de Hotch en cuanto entró en la sala, y con un gesto de cabeza, le indicó que saliera con ella. Hotch atravesó la habitación y se encontró con su jefa, que lo esperaba al otro lado del pasillo.

-¿Sabemos algo? -preguntó en cuanto él se acercó.

-Están terminando de operarla, pero no sé mucho más.

-¿Y Doyle?

-Ha conseguido escapar, y todavía no lo han encontrado. Según Easter, será casi imposible que lo encontremos, sabe muy bien como esconderse.

Strauss respiró hondo antes de volver a hablar.

-Sabes lo peligroso que es eso. Y la gente como él no se dará por vencido hasta conseguir su objetivo -hizo una pausa, y ambos pensaron en Foyet y en cómo terminó su fuga meses después.

-¿Qué estás intentando decirme, Erin? -Hotch ladeó la cabeza, curioso.

-La agente Prentiss debe morir, para todos, para Doyle. Sólo así conseguiremos atraparlo -respondió con seriedad.

-¿Cómo? No…no podemos hacer eso -calló cuando vio su seria expresión-. ¿Cómo vamos a hacer eso?

-Tengo un contacto en el Departamento de Estado. Le está preparando una nueva identidad para cuando esté preparada para poder viajar. Sólo tú, el director y yo sabemos esto. Nadie más.

-¿Pero…y el equipo? Esto los va a destrozar. ¿Y su madre? ¿Y Emily? ¿Cómo se lo va a tomar cuando despierte y le demos la noticia?

En el fondo, Hotch sabía que era lo mejor. Si Doyle se enteraba que Emily seguía viva, era capaz de volver y terminar el trabajo.

-Esto es lo mejor para salvarle la vida. Y no será para siempre, en cuanto atrapemos a Doyle, podrá volver.

Asintió despacio y se pasó la mano por la cara. En ese momento, el cirujano se acercó para informarles que la operación había terminado, que la trasladarían a la UCI para su recuperación.

-Diles que no superó la operación. Yo me ocuparé de la seguridad.

Él volvió a asentir y la miró con una expresión de infinita tristeza. Antes de alejarse, Erin cogió su mano y le susurró un "lo siento". Hotch apretó su mano y se alejó, sabiendo que debía hacer una de las cosas más difíciles de su vida.

Veinte minutos después, cuando Strauss volvió a la sala de espera, vio una de las imágenes más desoladoras de su vida. Siete de los mejores agentes del FBI, con el corazón destrozado por la muerte de su compañera y amiga. JJ abrazaba a un desconsolado Reid; Morgan consolaba a García, que lloraba a mares; Rossi, con las lágrimas asomando a sus ojos, susurraba palabras de consuelo a Jordan. Y Hotch, el estoico líder del equipo, disimulaba su dolor solo en una esquina. Pero sus ojos brillantes por las lágrimas lo delataban.

Aunque lo intentó, y aún sabiendo la verdad, no pudo evitar sentir su mismo dolor. ¿Cómo no sentirlo, si la persona por la que lloraban estaba tres pisos más arriba, conectada a varias máquinas, pero respirando todavía?

Salió al pasillo, se apoyó en la pared y cerró los ojos. Respiró hondo para tranquilizarse cuando sintió húmedas las mejillas.

Continuará…