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FELINETTENOVEMBER
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DIA 9:
Unexpected weather
o Clima inesperado.
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Letras en cursiva, pensamientos.
Letras en cursivas con comillas: audios, o textos que ellos leen o escuchan.
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Advertencias: Romance.
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Si a Félix Graham de Vanily le hubieran dicho que ese día sería un día muy importante en su vida, sencillamente él, no se lo hubiera creído.
Se hubiera reído del idiota que se lo hubiera comentado.
Y luego, menospreciando al estúpido, hubiese seguido haciendo su vida, como siempre.
Pero ese día en especial, se levantó, descorrió las cortinas, apoyó la frente en el frío, enorme y semicongelado ventanal de la habitación y suspiró, maldiciéndose como cada día desde aquella fiesta alocada. Desde aquella bacanal fiesta que terminó similar a los campeonatos de lucha libre americana.
Aún pegado al cristal, Félix miró su mano derecha, con la que había encajado el jab, la examinó, y descubrió que ya estaba prácticamente curada. Sólo había recibido unos leves rasguños, en tanto Kim LeChien necesitó una cirugía de urgencia, descanso físico y una resonancia para ver si su cerebro seguía estando tan vacío como era lo habitual.
Y claro que seguía vacío.
Félix era fuerte y lo habían educado en lucha y boxeo. Se lo habían enseñado sus maestros. Y él había aprendido bien.
Pero el asunto de la gresca monumental no era ningún problema, no le generaba ninguna ansiedad.
Recordó agobiado, entonces, la noche infausta en la que se percató de varias cosas todas ellas importantes.
La primera, era que tenía una fuerza brutal en el puño derecho, algo casi rozando en lo criminal. Nunca había sido verdaderamente consciente de ello, pero el daño que le hizo a Kim fue a consecuencia de la ira y la desesperación que tenía clavada en el pecho.
Coincidió que fue después de ver, ese beso indecente, el de Adrien y Marinette. Fue después de ese acto maldito en el cual su primo envolvió en sus brazos a su amiga, la apretó contra sí, sujetándole del cuello mientras le abría los labios introduciéndole la lengua hasta el infinito.
Una intensa nausea nació en su vientre, recordándolo nuevamente.
La segunda cosa de la que se dio cuenta, era que su relación con Kagami Tsurugi no podía continuar.
No porque no la quisiera, de hecho, la estimaba bastante.
Ella era una diosa guerrera, una bailarina asesina en tacones similar a un demonio antiguo y milenario, un dragón o una quimera. La admiraba, por supuesto, tenía más agallas que él incluso, y más valor. Pero si Kagami Tsurugi ése día se hubiera besado con otro, simplemente él se hubiera encogido de hombros, hubiera resoplado, se hubiera dado media vuelta y se hubiera ido, sin ningún dolor atenazándole el pecho, sin angustia ni desesperación.
Porque la tercera cosa que descubrió esa noche infausta, fue lo que sentía por Marinette. Esa noche, el entendió lo que era el amor. Por fin. Él, ésa noche, logro descifrar lo que era estar enamorado.
Ojalá lo hubiese sabido antes.
Ojalá todos hubiésemos nacido con un manual sobre cómo amar, bajo el brazo, o una guía sobre cómo no dejar ir a quienes de verdad queremos.
Llevaba días así.
Levantándose melancólico y más taciturno de lo habitual. A pesar que Kagami lo llamara, él trataba de evitar su presencia lo más que podía, ponía excusas para no verla, le decía que no necesitaba comida, le comentó que él podía encargarse de su ropa. La intentó alejar. No le contestaba el teléfono. En tanto, calculaba la mejor manera para despedirse de Kagami, porque sinceramente, no se sentía nada bien estando con ella pensando en otra.
Daba igual si Marinette estuviera con su primo.
Al volver a recordar el horrible beso feroz, otra náusea leve le nació en el estómago.
Se alejó del ventanal y se lanzó, boca arriba, de vuelta a su cama.
Suspiró largamente, extendiendo sus brazos en cruz. Todavía con pijama, todavía sin asearse, sin ninguna gana de salir de la habitación. No quería estudiar y no quería hablar con nadie, con nadie a excepción de...
Una suave melodía proveniente de su teléfono, le informó de la llegada de un mensaje reciente.
Un mensaje de audio. De ella.
Volvió a suspirar, subió el volumen al máximo y le dio clic al botón de empezar. Cerró los ojos, y se dejó llevar.
"Félix, soy yo Marinette. Hemos quedado con Adrien y Kagami para salir de compras al barrio de Le Marais, en las tiendas de las calles por ahí...quedaremos temprano, para no tener tanto frío y porque dan anuncios de lluvia. De todas maneras, ven abrigado por favor, una bufanda, unos guantes. Y llega pronto, hace mucho que no hablamos y creo que debemos conversar, ya sabes, creo que...ya sabes...hablar, conversar...como amigos, claro...porque no somos nada de eso, novios, o sea, amigos, quiero decir...que somos amigos. ¿Lo somos no?... ay que tonta soy, este es un mensaje de voz, pensé que estábamos conversando por llamada...ya...lo siento...¿Hablo mucho? ¿no? ¿si? Oh, creo que eso es todo, bueno adiós...¡No!¡Adiós no! ¡No te he dicho la hora! Es a las cuatro, hora inglesa. En la plaza de la Bastilla. Caminaremos. Abrígate... Te quiero...ah, no...¡te espero!...sí...te espero...oh por dios, sólo ven a las cuatro. Adiós".
Abrió los ojos, volvió a exhalar, bufó.
Félix lamentó su existencia y su relación tan extraña y complicada con Kagami Tsurugi, y lo incómodo que era ahora mantener un noviazgo con alguien que no fuera Marinette. Oh Kagami. Tenía que terminar con ella. Tenía que cortar con ella. Por lo sano, quedar como amigos. Volvió a recordar a su diosa guerrera proveniente de Japón, volando entre sus compañeros de Instituto, con sus tacones de aguja, y recordó sus bentos y sus suaves sonrisas después de besarla en la oscuridad de su habitación.
Más náuseas en su vientre.
Tristeza. Pena.
Parecía que Kagami lo quería de verdad.
Los besos y caricias que ella le daba le parecían sinceros, e incluso no eran nada tiernos ni inocentes. Algunas veces, Kagami le mordía los labios y le arañaba el cuello, de tanto que lo sujetaba. Otras tantas, cuando el beso terminaba, él se daba cuenta que tenía a Kagami encima de él, a horcajadas, y, sorprendido, la cogía de la cintura, y la devolvía a su asiento, le arreglaba el cabello y le sonreía, amigablemente. Y ella, se dejaba caer sobre su hombro, suspirando.
Aún no había desayunado, y Félix quería vomitar todo lo que llevaba dentro.
Cerró los ojos, se cubrió la cara con una mano.
Resopló.
Sí, definitivamente lo más justo era dejar ya la relación tan poco convencional que tenía con Kagami Tsurugi.
Determinado y seguro del siguiente paso que daría, Félix se permitió sonreír un poco. Sin dudarlo, desbloqueó el teléfono, abrió el mensaje de audio que ya había escuchado y le dio, otra vez, clic en reproducir.
"Félix, soy yo Marinette. Hemos quedado con Adrien y Kagami para salir de compras al barrio de Le Marais, en las..."
De nuevo, Félix suspiró.
Y las náuseas que tenía en el vientre, se trasformaron de inmediato en mariposas traslúcidas, radiantes, de alas batientes, ligeras y multicolores, tal como era su Marinette.
Marinette Graham de Vanily nee Dupain-Cheng.
Oh sí, claro que sí.
Risueño, emocionado por el encuentro con Marinette, empezó a rodar sobre sí mismo como estúpido encima de la cama, mientras el audio se reproducía una y otra vez. Ya no tenía hambre, ni sed, ni ganas de devolver lo que no había comido. Sólo felicidad y alegría.
Esperanza.
Si a Félix Graham de Vanily le hubieran dicho que ese día sería un día muy importante en su vida, sencillamente él, no se lo hubiera creído.
Como siempre, Félix llegó varios minutos antes que los demás. Corría un viento frío y ya el cielo estaba nublado. Probablemente fuera cierto lo de la lluvia. No se había traído un paraguas. En realidad, no se preocupó de ello, porque podía comprar cualquier paraguas en cualquier tienda que estuviera abierta. Y era inglés, después de todo, ellos nacían impermeables a las precipitaciones. Se relajó. Miró su reloj, y descubrió que no había hablado con Kagami para llegar juntos. No le importaba, en realidad. Otra razón más por la que terminar con ella. ¿Lo haría hoy? ¿Mañana? ¿Le pediría salir y luego, pum , le cercenaba el corazón diciéndole "que no era ella, sino que era él"? ¿Que lo lamentaba pero que no la quería? ¿Que estaba enamorado de otra? Negó con la cabeza, se sintió un patán, un infame. Y sin embargo, debía hacerlo.
- Ey. - escuchó que una voz cantarina y amortiguada por una bufanda le saludaba cerca suyo. - Valar morghulis. -
Marinette, enfrente de él, le sonrió y se colocó un mechón de su pelo detrás de una oreja, giró un poco. Félix notó que ella tenía las mejillas sonrosadas, como si estuviera ruborizada o como si tuviese frío. Parecía nerviosa. También él sonrió.
- Valar dohaeris. - Y sacó una moneda de libra esterlina del bolsillo y se la dio a su querida Marinette. - Abrígate Marinette, tienes el rostro rojo de tanto frío. -
Ella miró hacia otro lado, subiéndose la bufanda. Poniendo las mejillas de color aún más carmín.
- Y ahora bermellón, Mari. - continuó Félix, idiota, ajeno a todo. - Si quieres vamos a tomar algo caliente, en lo que vienen los demás, aún es temprano. -
Había pasado las fiestas de fin de año y no habían podido verse. Kagami le había contado, que Marinette y Adrien llevaban algún tiempo saliendo y que ya eran novios oficiales. Marinette almorzaba los domingos en la Mansión Agreste y acompañaba a su nuevo novio, a sus sesiones de modelaje, mientras tanto ella armaba su portafolio para presentarse a la Escuela de Moda. La vida discurría para los cuatro en todos los sentidos, y nadie se percataba de los sentimientos entrecruzados de cada uno.
Revolviendo su café, Félix se preguntaba por qué Marinette había llegado sola, por qué no estaba ni Kagami ni su primo. Y se preguntaba si sería buena idea, comentarle a ella sobre sus oscuros planes de quedarse soltero. Seguro que no le importaba, seguro que Marinette ni se imaginaba lo que él sentía. Y ella estaba con su primo. Por dios, su primo.
- Adrien no vendrá. - Confesó por fin, Marinette. - Le surgió un problema con el último reportaje que grabó, la de la última campaña de moda. Lo repetirá hoy. Pero no me pareció buena idea dejarles plantados, así que le dije que vendría aquí. Pero, Kagami me llamó hace unos minutos, dijo que tú no le contestabas el teléfono. Su madre...no le entendí muy bien...su madre la necesitaba para algo. ¿Acaso no hablas con ella? ¿Habéis terminado? ¿Acaso estáis peleados? - Marinette lucía preocupada, batiendo con la cucharilla el chocolate espeso que había pedido. Con lentitud, dejó su bebida y miró fijamente a su amigo celíaco.
- ¿Félix?. -
- Marinette. -
- Félix. -
Marinette alzó una ceja, tratando de parecer casual y tratando de sonsacarle a su amigo, lo que tenía dentro. Félix apretó los labios, miró hacia otro lado.
- No estamos bien. Creo que la dejaré pronto. Pensaba hoy, después de las compras. O mañana, no sé, dependiendo de cómo la vea. - Luego, apretó su taza de café con ambas manos, bajó la mirada hacia el líquido. - La quiero, Marinette. A Kagami. Pero no. Pero...no como ella se lo merece, yo...yo no siento lo mismo que ella siente por mí. -
- Ella te ama. - Marinette volvió a bajar la mirada, volvió a batir su chocolate. - Ella me lo dijo. ¿Cómo...cómo permitiste que ella te quisiera, si no sentías lo mismo? ¡Ella estará triste y furiosa! ¿Cómo puedes... cómo...? - Marinette dudó, pensando en algo que la carcomía por dentro. - Tú...¿has jugado con ella? -
A Félix le faltó el aire por unos segundos. Por supuesto que no. Claro que no. Sólo había sido un lerdo emocional, un pobre idiota que no sabía diferenciar sentimientos, y que por lo visto, había logrado enamorar a alguien tan fenomenal como Kagami Tsurugi tan sólo por su forma de ser, sin esforzarse en ello. Su carisma. Su nulo carisma. Su peculiaridad.
- No. - dijo Félix, escapándosele el aire al hablar. - No, jamás...sólo me confundí, me apresuré con ella, eso es todo. No funciona. Ya no. -
Con desazón por las acusaciones, terminó su café de un sorbo y dejó la taza sobre el plato, esperando a que ella terminara. Marinette se revolvió incómoda en su sitio, también decidió acabarse el chocolate de un sopetón y cuando ella lo hizo, Félix se levantó, abrió la puerta de la cafetería y se la sostuvo para que ella saliera.
- ¡Estás enfadado! - rugió Marinette, cerrándose más la bufanda porque el viento soplaba fuerte y frío.
Félix quedó callado por unos momentos, y se detuvo, súbitamente ofendido.
- Me has declarado culpable, Marinette. La señorita Justicia ha determinado que yo, Felix, he sido el malo, la he usado y por eso la dejo. ¿No es así? .- Marinette se cruzó de brazos, e hizo una mueca con sus labios. - Pensé que la quería, Mari, pensé que no sería nada importante, no pensé en ...el amor...¿pero quién lo sabe? Yo no, por lo pronto. ¿Y tú? ¿Tú amas a mi primo? -
- ¡Por supuesto que no!. - contestó ella de inmediato, pero pronto se percató de la tontería que decía. - Digo, perdón, sí...eso creo...lo quiero, ¿no? ¿sí?. -
Félix la vio dudar, haciendo gestos sumamente dulces y extraños, delicados y divertidos. Torcía su frente, parpadeaba, fruncía sus labios. Sus mejillas parecían faros intermitentes de luces rojas y amarillas. Descubrió, alborotado, que su Marinette dudaba de sus propios sentimientos. ¿Tendrían una oportunidad, ella, él?
- No. No lo quieres, no como él pretende. - concluyó Félix, también negando con la cabeza. Sintió que su corazón se expandía dentro de su pecho, ahogándolo desde dentro. Luego miró alrededor, no había mucha gente por ahí.
Las nubes en el cielo corrían deprisa, empujadas por el viento, grises y densas, oscureciendo el día. Llovería, lo olía en la ambiente.
Félix la recorrió con la mirada, la vio sumergida en un abrigo marrón, con una bufanda blanca atada al cuello, sus manos sin guantes, medias negras y botas de borreguito marrones. Se le hizo agua la boca. Marinette era un dulce prohibido, un croissant relleno de nata y gluten. Peligroso. Mortal.
No había adrenalina que lo salvara de ella.
No existía ése medicamento.
Félix la cogió de los hombros, la atrajo hacia sí, dejándola a unos centímetros de distancia.
Respiró profundo, recordó su dolor y su alegría. Todos estos días de depresión. Clavó su vista en sus preciosos ojos azules, tiernos y tímidos, enmarcados con delineador negro y rímel marrón.
Habló.
Y su voz remeció su corazón.
- ¿Sabes cuándo has amado de verdad, Marinette? - musitó con una voz sentida y triste. - ¿Sabes cuándo lo que sientes es amor? Porque el amor no viene rotulado, Marinette. No es como un billete de tren, que te dice dónde, cómo y cuándo partirá. No. El amor no es así. Y yo, yo no lo sabía hasta ahora. -
Félix intentaba mantener la compostura, sus manos se hicieron puños en evidente tensión sobre los hombros de ella. La mirada esmeralda, fija y brillante pero terriblemente doliente.
- ¿Lo sabes, Mari?- susurró él despacio, acercándola imperceptiblemente.
Marinette, de un zarpazo con el dorso de su mano, barrió una lágrima rebelde que resbalaba por su mejilla. Inexplicable quebranto. Sufrimiento indolente. Ella negó con la cabeza.
Félix la observó, y aunque la tenía cerca, ella era lejana y llorosa, ajena ya, de otro. De su primo.
Volvió a hablar.
Y lo que dijo, Marinette lo recordaría para no olvidarlo nunca jamás.
- ¡Cuándo el corazón se te rompe en mil pedazos! - dijo Félix con voz fuerte y clara. - ¡Cuando se te rompe el corazón al verla con otro, cuando ella no te quiere como tú la quieres! Cuando eso sucede, y te duele y te mata, uno...recién uno se entera que la amabas intensamente. Que, si hubieras podido retroceder el tiempo, hubieras corregido todos los errores para que ella se quedara a tu lado. -
Félix dejó de mirarla, perdiendo por un segundo el ánimo. Con suavidad, soltó a Marinette y movió las manos, tratando de explicarse.
- ¡Amistad o amor! ¡Odio o cariño! ¿Cómo discernir qué fue? ¿Cómo saber lo que es?. -
Marinette bajó la mirada, asustada de la confesión que oía, lanzó un gemido que calló tapándose la boca con ambas manos. Félix volvió a verla, y se percató que temblaba, pero no se apiadó, él debía decirle todo lo que sentía de una vez por todas.
- Ojalá todos hubiésemos nacido con un manual sobre cómo amar, aquí bajo el brazo. Ojalá fuese una lección que se da en la escuela. Pero no, Marinette. Así no fue. Así no...sucedió conmigo. -
Marinette absorbió por la nariz, ruidosamente. Se tragó las lágrimas y el dolor. Observó la punta de sus dedos, que temblaban finamente. Vio sus uñas, barnizadas con pintura roja. Las sintió frías. Llevaba un abrigo mullido, pero sabía que se estaba congelando. Necesitaba calor, lo necesitaba a él.
- Félix. - dijo Marinette. Su voz suave y dulce sosegaba su espíritu, porque aunque sólo dijese su nombre, para Félix era como un bálsamo para su desesperación. Él la miró nuevamente, un poco más calmado, un poco más tranquilo porque por fin había aceptado todas las cosas que lo estaban volviendo loco anteriormente. Amor. Él asintió, esperando lo que ella fuera a decirle.
- Tengo tanto frío, ¿puedes...abrazarme...por favor?. -
Él no contestó.
Con lentitud, estiró un brazo y se lo pasó por los hombros, atrayéndola hacia sí, y con el otro, la sujetó de la cintura, apretándola contra su torso. Por inercia, Marinette buscó el hombro de Félix y apoyó ahí la frente, con sus manos gélidas lo sujetó de la gabardina, flexionó los dedos, arrugando la tela gruesa. Cerró los ojos.
Y respiró.
Respiró su aroma, su presencia, sus sentimientos sin nombre y ahora, después de sus palabras, francamente identificados. Como si tuviera luces fluorescentes. Amistad o amor. Quizá los dos, quizá ambos. Eran amigos, lo seguían siendo. Y desde el inicio, se llevaron tan bien. Como si ella compensase todos los defectos de él. Su melancolía, su seriedad, sus rarezas. Amistad o amor. Y a pesar que estuvieran con otras personas, lo que sentían entre los dos, era único y sincero, sin segundas intenciones, sin beneficios, sin ponerse a pensar sobre si esta chica me conviene para mí, o si ese chico es bien parecido o es una buena persona. Simplemente se aceptaban. Ella tardona, él puntual, ella empática, él solitario. Ella francesa y él, inglés. Se querían, se comprendían. En este instante, Marinette entendió que lo de ambos era único, extraordinario, y probablemente, nunca más vivirían algo así.
Comprender la inmensidad de eso, causó en Marinette angustia y felicidad.
Una extraña mezcla de sentimientos.
De saber que estás metida en una bola de nieve, y que sólo hace aumentar y aumentar, mientras giras y caes por la colina.
Y ruegas no terminar de caer, sino seguir creciendo y creciendo, arrasando todo a su paso.
Porque si te detienes, te puedes romper, o como dijo él, estallar en mil pedazos.
Odio o cariño. ¿Se puede amar algo que nunca te gustó? ¿Se puede decir que una chica con mil defectos, es tu mujer ideal? La estupenda mezcla de ojos rasgados y mirada azul, su cabello azabache, largo y brillante. Su verborrea, su falta de puntualidad, su obsesión de redondear el punto de las íes, la manía compulsa de escribir con bolígrafos de colores. Y luego su valentía, su asertividad, el saber estar, el querer trabajar. Odio o cariño. Quizá son las dos cosas. Quizá son ambos. Ojalá todos hubiésemos nacido con un manual sobre cómo amar, bajo el brazo, o una guía sobre cómo no dejar ir a quienes de verdad queremos. Pero a él le tocó nacer y vivir en la ignorancia, sometido a un modo de vida en la que el amor se intuía, pero no se gritaba, ni se demostraba.
Y hoy, sin embargo, a pesar del frío polar del enero francés, él, un inglés de familia rancia y adinerada, se estaba derritiendo por dentro, porque le estaba confesando a Marinette ése dolor tan insano que causa el amor, cuando no es correspondido o cuando es lejano.
¡Amistad o amor!¡Odio o cariño!
¡Amor!
¡Claro que lo era! ¡Era amor!
Si él lo hubiese sabido antes, si tan sólo...
Los pensamientos de Félix se interrumpieron cuando sintió como unos fríos y delgados dedos le acariciaban una mejilla, dejándole rastros de fuego y electricidad por donde pasaban. Los sintió moverse de arriba hacia abajo, tocándolo al inicio con timidez, para luego hacerse más intensos y deliciosos. En su cuello, en su nuca, en su oreja. Esos dedos se pasearon por sus pómulos y después por su mandíbula, en una caricia sin fin.
Fue un cortocircuito.
Desde ése día, él conocería el poder que emanaba de los dedos de Marinette Dupain-Cheng.
El antiguo Félix le hubiese dicho que huyera, que corriera lejos.
Pero él ya era otro.
- Marinette. - susurró Félix, aun con ella apretujada entre sus brazos.
- Félix. - respondió ella, cogiéndolo del mentón y dirigiendo su mirada hacia su rostro. - Félix, yo...-
Fue un chispazo.
Un terremoto.
Un vesubio.
O el apocalipsis.
Hay momentos que no se olvidan, hay instantes que sabes que nunca volverán a pasar. El primer beso, el último adiós, el empujón antes de caer a la piscina para nadar por primera vez, el dulce arpegio que le arrancas a la guitarra, la primera palabra que lees en otro idioma, la canción que más te gusta y logras traducirla sin esfuerzo.
Y ambos supieron, que su vida no sería nunca más como lo conocían.
Ella empinó los pies, alcanzándolo en altura, pasó su otra mano, fría y ardiente, por detrás de la nuca de él y terminó por matar el espacio que los separaba. Todo lento, todo lánguido. La colisión de sus labios, el olor de sus cuerpos, el frío de ella, el calor de él. La fundición de sentimientos que muy pocos sienten en esta vida, a esa edad tan temprana.
Cortocircuito.
Chispazo.
¡Acción!
La lentitud inicial de un beso anhelado, fue mutando de intensidad, de velocidad. Ahora fuerte, ahora rápido, ahora profundo, ahora violento. Con una mezcla de dedos y de cabello, y de caricias y de movimientos. Él la cogía de la cintura, alzándola incluso del suelo. Ella se sujetaba de su cuello, le enredaba los dedos en su pelo rubio, en la oreja, le apretaba la ropa, el abrigo. Moviendo la boca, abriendo y cerrando los labios, apretándolos entre sí. Compartiendo saliva, aliento, deseo y amor.
Ambos sumergidos en un abismo, negro y profundo, inmenso, e iluminados con proyectiles, con destellos, con silbidos y explosiones. No pensaban en nada, no podían hacerlo. Sólo sentir. El amor. La ansiedad por devorarse. Por consumirse. Su amor. Su amor comprimido por momentos y situaciones, por personas, por ellos mismos. Y en esa pequeña burbuja del universo, el mundo se detuvo e inauguraron una nueva dimensión, una existencia paralela. Un nuevo inicio.
- Félix. - susurró ella contra su boca, inhalando todo el aire que podía, para luego otra vez, nuevamente, abalanzarse hacia él. Masticando, succionando, lamiendo y mascullando, su nombre, sus anhelos.
- Marinette, por favor. - le dijo él, rompiendo el último beso, dejándole los pies en el suelo para poder sujetarle el rostro con ambas manos. Le dio un beso en la frente, profundo y húmedo, marcándola con apremio.
- Por favor, ¿qué? - gimió Marinette, un poco enfadada porque ya no se estaban besando.
Pero él no contestó, sólo la miró, torciéndole la sonrisa, mientras un brillo extraño en sus ojos apareció. Ella, atontada por lo que estaban viviendo, le sonrió de vuelta, lo abrazó por la cintura y de repente, sin motivo aparente, Marinette empezó a reír con fuerza, casi a carcajadas.
En ese momento, como si el cielo condenara lo suyo, un trueno resonó, y gota a gota, la lluvia empezó.
En cuestión de segundos, ya un fuerte chubasco los empapó por completo. Félix rompió la unión, y cogiéndola de la mano, echó a correr hacia un alero, para resguardarse de la tormenta.
- Necesitamos un paraguas. - dijo Marinette completamente, empapada.
- No, claro que no. - le respondió Félix. - Me tienes a mí. No te mojarás. -
Marinette lo miró negando, condescendiente, mientras el agua le caía por el rostro. Levantó la mirada y se dio cuenta que estaban en las puertas de un viejo cinema, aún en funcionamiento y aún con la puerta abierta.
Se vieron, y leyéndose la mente, entraron cogidos de la mano, para elegir qué película ver y poder resguardarse al menos, hasta que dejara de llover.
Y resultó en una película antigua, en blanco y negro, hablada en inglés americano y con subtítulos en francés. A pesar que tenía a Marinette al lado, que no le dejaba de observar, Félix no pudo sino asombrarse de lo que estaba viendo alrededor. Un pequeño cinema, antiguo, pobremente reformado. Butacas viejas, pero confortables, casi ningún espectador.
Sentados, uno al lado del otro, arrebujados uno junto al otro, Marinette se permitió contemplarlo nuevamente.
Él no la miraba a ella, sino a la pantalla. Totalmente ensimismado en la historia, y ella, en cambio, ensimismada en él. De repente, Félix se percató de su mirada, azul cristalina. Agresiva pero hambrienta. Desesperada pero tranquila.
- Es un peliculón, Marinette. The Apartment, con Jack Lemmon y Shirl... - La paciencia de Marinette terminó en ese instante, al comprender que un Félix feliz, se volvía disperso, perdiéndose fuera de sí.
Lo volvió a coger del cuello, lo volvió a atraer hacia ella. Otro beso estampado, otro abrazo robado al destino. Veían una película, pero ellos sólo escuchaban una música de fondo, tocada por flautas y violines. Como si las hadas revolotearan en el bosque, como si los duendecillos de cuento tararearan una canción.
Sílfide preciosa.
Fauno voraz.
Saliva y sudor. Prisas y paciencia. Lentitud. Profundidad. Velocidad. Desesperación.
Ella se detenía para coger aire.
Él por un momento, miró de soslayo la película.
- ¡Félix! - gruñó bajito, Marinette.
- Oh, lo siento, lo siento. - Y reía, su gruñón inglés reía en la oscuridad. - No sé qué pasa, Marinette, es algo que tengo aquí. Algo me aprieta dulcemente, dentro del pecho, y siento que voy a explotar. Mi película favorita, tú, el cinema, París. - Félix movía las manos, hablando y riendo en un tono moderadamente bajo.
- Creo que eso es la felicidad. - le murmuró ella, con voz tierna y enamorada.
Y Félix abrió la boca, volvió a ver al frente. Oh sí, sería eso. Felicidad. Amor. Marinette. El cine. Una canción. Shirley MacLaine y su pelo corto. La lluvia. Sus besos.
Demonios, el amor.
Una vez más, ella lo atrajo hacia sí.
Cortocircuito.
Chispazo.
¡De nuevo acción!
A partir de ese momento, la memoria a Félix le falló, porque sólo recordaría destellos de escenas. Los ojos cerrados de Marinette, a milímetros de él, después vino un centelleo. Ahora la punta de su nariz, oscuridad. Luego su lengua recorriéndole el cuello, la piel de la oreja, ignición. Él quitándole la bufanda. Ella mordiéndole la mandíbula. Penumbra, tinieblas. Y entonces otra luz, sus labios, su aliento, sus dientes, su alma.
Un último beso.
Y el fin.
La película había acabado.
Marinette tenía el flequillo despeinado, y parte del pelo pegoteado por la saliva de él.
Félix tenía las mejillas rojas y algunas marcas de mordidas en el cuello. Todavía parecía bien peinado.
Parecía que él había movido mucho las manos.
Y parecía que ella hubiese mordido más que besado.
Marinette se retocó los labios con un humectante que llevaba en el bolsillo. Luego, empezó a abotonarse nuevamente la blusa. ¿Cuándo él había jugado con sus botones? ¿En qué momento sucedió? Félix miró hacia abajo y descubrió que su camisa estaba fuera de su pantalón. No se acordaba de nada de eso. Tampoco ella recordaba mucho. Marinette se sentía como cuando de niña, una ola la arrastró varios metros en la playa, dejándola inconsciente y laxa sobre la arena.
Media muerta. Media viva.
- Creo que debemos hablar, Félix. - susurró Marinette, poniéndose de pie, arreglándose la ropa y el flequillo. - En serio, creo que debemos hacerlo. -
- ¿Hacer qué? ¿Besarnos, otra vez? - respondió Félix, también poniéndose de pie y murmurando en su oído.
Marinette frunció el ceño, divertida, y tiró de él para hacerlo caminar de una buena vez.
- De nosotros. - respondió ella, casi riendo. - Y después sí, besarnos de nuevo. -
A él le pareció una buena idea. Salieron juntos, colocándose los abrigos antes de irse, pero afuera, aún seguía lloviendo. Ella le arregló las solapas del abrigo. Él le cepilló el pelo con sus dedos. Reían, aunque ahora ya no tanto. Poco a poco, bajo el alero del cinema, Félix estiró la espalda y la miró seriamente, decidiendo que hablaría primero.
- Conversaré con ella, con Kagami. Lo más pronto posible. No miento. - dijo él, recuperando el talante. - Estará solucionado pronto. -
A Marinette le brillaron los ojos, exultante. Alegre. Pero de inmediato, se arrancó la felicidad del rostro. Nuevamente sus dudas y la desazón la invadieron. Él dejaría a su amiga, para estar con ella. Y ella estaba con Adrien. Estaban sumergidos en un buen lío, enredados en un nudo emocional.
- Así... Así no debe ser... todo está mal. -
Aunque Félix escuchó eso, comenzó a caminar bajo la lluvia, mientras la llevaba de la mano. Pasaron por delante de una tienda de recuerdos y él pilló el primer paraguas lo suficientemente grande para cubrirlos. Era inmenso y rojo. Parecía resistente. Ni preguntó el precio. Pagó sin decir nada, lo abrió y refugió a Marinette de la lluvia.
Hasta hace unos minutos ambos habían estado riendo. Y ahora, la realidad los golpeaba como el viento y la tormenta. Los calaba, los congelaba por dentro.
- Habrá que hacer lo correcto, entonces. De ahora en adelante. Marinette. - Llegaron sin quererlo a un puente sobre el Sena. La lluvia ya era una fina llovizna. El paraguas rojo aguantaba firmemente.
- Podemos hacerlo. - dijo Félix, deteniéndose a mitad del puente. - Todo problema tiene solución, Marinette. Habrá que buscarle una a lo nuestro. Yo hablaré con ella, tú con él. Esperaremos un tiempo. Estaremos juntos. ¿Qué dices, Marinette? ¿Aceptas? ¿Estás de acuerdo? -
Si a Félix Graham de Vanily le hubieran dicho que ese día sería un día muy importante en su vida, sencillamente él, no se lo hubiera creído.
Marinette lo abrazó por la cintura, haciendo que el paraguas rojo se inclinara hacia un lado, ocultándolos. ella sonreía, sus ojos resplandecían. Su cabello alborotado. Su piel ardiendo.
- ¡Claro que sí, Félix! ¡Sí, acepto!. -
Ambos cerraron los ojos y unieron sus labios, afianzando una nueva costumbre. Pero esta vez, el beso fue tierno y lento, suave y sincero. En ese instante, no hubo lluvia, ni viento, ni frío, tan solo esperanza, amor, y promesas, promesas a las que quizá se las llevaría el tiempo, sumergiéndolas en el olvido y en el rencor.
Pero en ese momento, en medio de un puente anónimo en París, él la amó. La tuvo entre sus brazos, le dio su sabor. Y ella también lo hizo, también dejó parte de su corazón entre los labios de él, bajo un paraguas grande y rojo, sin ningún miedo. Con fervor.
Él la llevó de vuelta a su casa, a la panadería. La dejó algo lejos de la puerta, para que sus padres no los descubriesen. Un último beso. Muy corto. En los labios. Él permitió que se quedara con el paraguas, en tanto que él volvía al coche, mojándose de nuevo.
Reía. Él reía. A través del retrovisor, Félix se vio a sí mismo. Empapado, sonriente, feliz y contento.
Él era tan joven.
Y ése era un buen día.
El día en que su vida cambió.
De repente, rompiendo el silencio, su teléfono empezó a sonar de manera errática e insistente. Era su madre, Amelie, quien le llamaba desesperada desde Londres.
- ¡Félix, cariño! ¡Es urgente! - la voz de su madre sonaba llorosa y doliente. En franca angustia. - Es Tomoe Tsurugi, ella ha...ella ha...ha fallecido. -
Si a Félix Graham de Vanily le hubieran dicho que ese día sería un día muy importante en su vida, sencillamente él, no se lo hubiera creído.
No, por supuesto que no.
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¡Mucha letra! ¡Lo lamento! ¡Era necesario!
Como le dije a Mrs. Fitz hace unos días, hemos llegado al primer punto de inflexión. Aquí el primer nudo de la historia. Espero que se nutran de felinette tanto como yo llevo haciéndolo.
Por cierto, durante la prelectura me he dado cuenta que llevo a confusión. Recuerden que ellos están en un Instituto en París. Por lo que, Marinette ha conocido a Felix en el mes de Septiembre (inicio del curso escolar), ahora diremos que están en enero (invierno) y el primer capítulo "New Recipes" sucede alrededor de mayo-junio de ese mismo año escolar. Quiero decir que estamos a unos meses del primer capítulo. Ya os iréis dando cuenta. Cuando avancemos más allá de este punto (1er año de Instituto), se notará en la historia. Ah por cierto, el segundo año de Instituto es el último, ya de ahí, la universidad o alguna otra carrera que elijan. Además, no os olvideis que aquí se estudia desde septiembre a junio del proximo año. Verano son vacaciones. Playita, sol, mar.
¿Qué será de estos pobres tortolitos? Chan, chan, chan! Quédese con nosotros en el sgte capitulo de su telenovela favorita: La verdad sobre el amor.
Agradecimientos:
1) A Mrs Fitz, por haberse dejado spoilear nuevamente este cap...tu apoyo es crucial, Mrs Fitz.
2) A Isa5263, gracias por ti y por tu atención! tu último fic me está gustando muchísimo "Mi romance secreto"...me encanta!. Un placer leerte!
3) A Mara (Moonnoir100) te quiero tía! gracias por vuestro fic también, "El chico de Londres", titulazo que lo sepáis... ya solo con el titulo fangirleo y me muero...quiero hacerles un monumento! A Joss tb le quiero y le escribiré en Wattpad... un besote.
4)A Awwnonex...pues muchas gracias! mi intento de escritura nació justamente porque ya había leido (creo yo) todo lo que debía leer y al no tener nada más, pues dije, demonios lo hago yo...y aquí me tienes! intento actualizar lo más rápido q puedo, pero por momentos se me va la pinza y no se me ocurre nada. Un abrazote y siéntete a gusto de acompañarme!
5) a Freyja03, hola de nuevo! espero que te siga gustando, este fic es super-suave en comparación con los otros, quiero decir no haré lemon (q me encanta) ni temática así muy fuerte, a ver como me sale, porque soy muy sanguinaria y mato todo personaje que puedo...la muerte! la vida! buajajajaj...ya déjame...huye...gracias por comentar!.
6) d-a-y-e-r, sí...me he propuesto exactamente eso, desesperar, y frustrar, pero hoy damos un pasito hacia delante...gracias por acompañarme! tan desde el inicio...te quiero.
7) a Manu, uy Manu, lo de los shots navideños no, no lo haré por falta de tiempo, me ha tocado trabajar la Navidad y el resto de días, me iré de viaje, así que el ordenador estará secuestrado...me recuerdas tu cumple porfavor? lo del daminette, la escena en cuestión, sí, me parece que es muy "oscura" y tiene múltiples significado...concuerdo con lo de la organización criminal, audrey-gabriel-natalie-tomoe-amelie (lo de Amelie, tela, o sea , ¿tienes un hijo sentimonstruo y no te has dado cuenta? tela ahí...). Un abrazo, Manu.
8) Only D, MI QUERIDA DAYANA, perdóname pero eso de dejar en ascuas lo he aprendido de ti (inserte música de alejandro sanz, el aprendiz) jajajjaja, ahí ahí, cosecha lo que siembras, te quiero Dayi, y espero que estés bien siempre.
Y a los que votan en Wattpad, a los que comentan aqui y luego me apoyan en wattpad, a los anónimos... de verdad, no me merezco tanta gente buena, no sabía que estaban ahí, no sabía que erais así ... así conmigo...soy absolutamente sincera...lo único que prometo para agradecerles es terminar los fics. Un abrazote.
ah!
Por favor, escuchar "Chasing pavements" de la gran ADELE.
en Wattpad, de hecho, la he puesto de canción en el banner del inicio...creo que describe mucho lo que están sintiendo todos estos mochuelos...
UN FUERTE ABRAZO
Lordthunder1000
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PD: Sí, se han besado estando con otras personas. Lo siento. Efectos del guión. Perdónenme.
PD1: Sí, Kagami está en problemas familiares y necesitará a alguien.
PD2: En serio, escuchen la canción. Gracias.
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PD3: el primer tomatazo que alguien acaba de lanzar, me ha pasado rozando la oreja, por favor, lanzadme bollos rellenos de nata, ya saben, gracias.
