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FELINETTENOVEMBER
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DIA 12:
Reaction
o Reacción.
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Letras en cursiva, narración en tiempo pasado.
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Madame Bustier se preparó para el primer día de clases en el Instituto Dupont. El primer día del primer curso del Bachillerato general, el cual consta de dos años. Sonrió, haciendo más cálida la entrada de los alumnos. Vio entrar a Alya Cesaire y Nino Lahiffe, ambos cogidos de la mano. A Alix Kubdiel, risueña y libre, a Kim y a Max, conversando de videojuegos, y para su disgusto, Chloe Bourgeois entraba, empujando malamente, a su hermana, Zoe, haciendola trastabillar.
Madame Bustier frunció el ceño y apretó los labios, disgustada.
- Zoe Bourgeois, siéntate en la primera columna de escritorios, pegada a la pared. Chloe, tú delante, enfrente mío. -
A pesar de las quejas de la hija del alcalde, madame Bustier no dio su brazo a torcer. Zoe no se merecía una hermana tan cruel, así que al menos durante las horas de clase le daría a la pobre chica un descanso de su hermanastra insoportable.
Luego para su sorpresa, entró Adrien Agreste acompañado de otro muchacho similar a él. Como si fuera su hermano, o un pariente.
- ¡Es mi primo! ¡De Londres! - le comentó Adrien, luego de los saludos correspondientes. - El director ha aceptado la matrícula aunque esté fuera de fecha, pero... - Adrien se acercó a la profesora, y habló en voz baja. - Es un poco difícil, no siempre nos llevamos bien, quizá no se adapte fácilmente, es muy callado y siempre prefiere estar solo, tal vez si usted tuviera paciencia con él...-
Madame Bustier tuvo miedo, por un momento, que ése chico fuera problemático. Se vestía peculiar, bien peinado, con traje sastre y corbata, mangas largas de camisa aunque fuera septiembre. Ojos verdes del color de las esmeraldas, brillantes y acuciosos. Alto y con garbo, como un antiguo caballero inglés. No, no parecía problemático. Sin embargo, ante el temor del futuro, hizo lo que creyó más conveniente.
- ¿Felix Graham de Vanily? - dijo ella. El muchacho, parco, asintió en silencio. - ¡Bienvenido!, te sentarás a partir de ahora con Marinette Dupain- Cheng, justo al lado suyo, ella es la presidenta de clase.-
Amable y cariñosa, comprensiva y blanda. Dócil y empática. Marinette sería el perfecto muro de contención en caso de emergencia.
El primo de Adrien miró hacia donde la maestra señalaba y aunque no quiso, se sorprendió alegremente. Marinette le sonreía, alzando la mano, indicándole dónde era su sitio. Él se sintió en paz, aceptado en un escenario hostil y desconocido. La chica se puso de pie y lo llamó ahora con la mano, tratando que él se acercara. Félix acudió adonde lo llamaba. Obediente. Se olvidó de Adrien, aunque siempre lo hacía. Marinette entonces, le indicó dónde sentarse, pero también, sin saberlo, ella le señaló el lugar donde él sería feliz, donde volvería a ser amado, donde siempre se sentiría confortable. No lo sabía en ese momento. No sabía que a su lado, él hallaría el amor.
Tampoco Madame Bustier supo, hasta dos años después que, sin quererlo, ella había unido a las dos mitades perdidas de un corazón, que se hallaron para no separarse jamás.
Y en tanto Félix se sentaba, Zoe Bourgeois lo miraba pasar, al lado suyo, súbitamente contenta de que por fin, estaba lejos de Chloe y por fin, estaba cerca de Félix.
*.*.*.*
La sala auxiliar del Conservatorio de París estaba abarrotada de gente. De niños y jóvenes. De instrumentos y partituras. Había sillas y bancos, algún piano en una esquina. Las cortinas, recogidas, y los ventanales, luminosos, pulcramente limpios. Félix se entretuvo, en medio del bullicio, observando los frisos, las columnas, la decoración de las paredes, los listones de madera que estaban apuntalados en el suelo.
Un suave sollozo, perdido entre risas y conversaciones, lo distrajo de sí mismo.
Un pequeño niño muy cerca suyo, lloraba casi en silencio, contrayendo el pecho y mordiéndose los labios. Llevaba el arco de un violín infantil en una mano, y en la otra, estaba el instrumento en cuestión, con dos cuerdas rotas.
Félix, consecuente con su propia forma de ser, miró hacia otro lado y metió una mano en su bolsillo, ajeno a ese problema. Volvió a mirar al reloj de pared enfrente suyo y comprobó efectivamente, que luego de sesenta tics, se suma un minuto al tiempo y luego de sesenta minutos, la manecilla corta salta de número. Sí. El tiempo. Las lágrimas. Las cuerdas rotas de un violín. Un niño y su desgracia.
Cerró los ojos, cansado. Suspiró, tratando de no escuchar. Y, aunque no quiso, recordó cuando él también fue niño y también lloraba cada vez que no podía tocar ni un arpegio en el violín. Su padre, entonces, riéndose, le frotaba el torso, le daba unas palmadas de afecto, le decía que todo saldría bien, que lo hacía genial y Félix, inocente niño, le creyó siempre. Después, recordando, Félix entendió que hubo momentos en los que tocaba horriblemente, para luego mejorar después de años de práctica.
Suspiró nuevamente.
Sin embargo, ahora estaba ahí, en un país extranjero, abandonado y solo, en un salón lleno de desconocidos, esperando por su audición para ingresar al Conservatorio y sacarse el Grado Superior de Música.
Otro suspiro.
Ahora el niño gimoteaba e hipaba, incoerciblemente.
Félix, aunque no quería hacerlo, se vio girando el cuerpo y acercándose en silencio hasta donde estaba el pequeño niño sollozante.
- ¿Qué te pasa? - preguntó en voz baja.
El niño, algo asustado, lo observó de pies a cabeza, sorprendido de lo alto que era. Le mostró su violín lastimado y echó a llorar, recordando que se rompió al intentar practicar la pieza de su audición.
Félix asintió en silencio, para luego abrir la cremallera del bolsillo lateral de su estuche de violín y sacó de ella cuatro envoltorios con cuerdas de acero, de repuesto.
- Dame tu violín. - ordenó.
El niño obedeció de inmediato y presenció cómo Félix Graham de Vanily enhebraba en la parte superior de la clavija la primera cuerda de acero, la templó y la anudó con maestría en los pernos inferiores. Después, continuó con la segunda cuerda rota, volvió a enhebrarla, a atarla y terminado todo el trabajo, se dispuso a afinar el violín, apretando los tornillos. Como no tenía un piano cerca, usó su voz, como habitualmente lo hacía.
El niño sólo contemplaba, atónito, la destreza con la cual el joven manipulaba su instrumento, lo curaba, lo afinaba y por último, sorprendentemente, para comprobar que todo estuviera bien, Félix se colgó el violincito al hombro, y con sus dedos, tocó cada cuerda y cada acorde mientras tanto, él reproducía las notas, cantando.
- ¿Es usted profesor? - le preguntó una vocecilla nueva y desconocida para él.
Una niña pequeña sostenía un violín de tamaño normal, mientras se ajustaba las gafas que se le caían de los ojos.
- Es que necesito afinar mi violín, olvidé hacerlo antes de venir aquí. -
Félix devolvió el violincito y cogió, casi por inercia, el de la niña pequeña. Volvió a repetir el proceso y volvió a cantar, afinando aún más.
- ¿Es profesor, entonces? - le habló un chaval, no tan alto pero casi igual de joven. - Tengo una duda en esta partitura, ¿Cómo tocaría esta parte?.-
Félix abrió la boca, listo para decirle que lo dejara en paz. Pero sus ojos se desviaron al papel que el muchachillo le tendió y observó, admirado, que esa canción la conocía y la había tocado innumerables veces.
Se aclaró la voz. Cogió el papel, leyó las notas tamborileando el pie y a continuación, en silencio, sacó su violín, tomó su arco y tocó de memoria aquella canción.
Cuando acabó, un grupete de niños y niñas estaban arremolinados alrededor suyo, para su disgusto y sorpresa. Su inesperado público lanzó aplausos y exclamaciones de gratitud, por la actuación tan magistral. Félix torció el ceño, algo enfadado. Decidió ahuyentarlos, apabullado por la atención que le mostraban, pero justo cuando iba a echarlos, una puerta se abrió, llamó a los niños postulantes para el Grado elemental y éstos salieron ante el llamado. Sólo quedaron en el salón aquellos que iban al Grado Superior, como él.
Félix bajó su violín, su arco, y su teléfono móvil empezó a vibrar en el bolsillo de su pantalón.
.*.*.*.*.
Marinette Dupain-Cheng decidió que el Bachillerato lo empezaría con buen pie, el ánimo alto y grandes esperanzas. Quería estudiar Diseño de Alta Costura en la Escuela de Modas de París, y aunque no necesitase grandes notas, quería darlo todo porque luego, ya graduada, no volvería a coger un libro en su vida. Así que luego del primer examen de Matemáticas, no pudo sino, bufar y resoplar, lamentando el resultado.
- No puede ser. - gimió, casi en silencio. - Si yo he estudiado. -
De reojo, observó como el primo de Adrien dejó su prueba ya corregida sobre el escritorio, mientras guardaba sus cosas en su maletín. Marinette contempló, envidiosa, lo hermoso que era el número 10 exquisitamente dibujado por Mendeleiev. Félix, ignorante de todo, escuchó el sonido de la campana anunciando el fin de la jornada vespertina. Se puso de pie, tomó sus cosas y justo antes de echar a andar, una voz melodiosa y cantarina interrumpió sus actos.
- ¿Félix?, oye, ¿hoy irás a la biblioteca?. - Félix la miró a los ojos, y descubrió que la mirada de Marinette era de la tonalidad de azul que más le gustaba. Asintió en silencio. Sin decir ni una sola palabra.
- Muy bien. - dijo Marinette, repentinamente alegre. - Tengo algunas preguntas sobre el examen que debo hacerte. -
Félix abrió la boca, para decirle que gracias pero que él hacía sus cosas solo, sin nadie alrededor, pero Marinette se quedó de pie enfrente suyo, esperándolo. Así que él, intentando ignorarla, evitó mirarla y se fue casi huyendo hacia la biblioteca del Instituto.
Marinette le siguió por detrás, casi corriendo, casi riendo.
*.*.*.*
Para cuando llegó su turno de opositar, Félix estaba convencido que esa tarde no podría estudiar con Marinette, definitivamente. Así que mandó un mensaje de texto, lacónico y mustio, a su querida Marinette, indicándole que no podía asistir a su encuentro porque estaba ocupado.
- ¿Estás enfermo? - escribió Marinette, casi de inmediato.
- No. - respondió él y dio clic en el botón de enviar mensaje.
"Escribiendo..." vio que enunciaba el rótulo de la aplicación. Félix cerró los ojos, disgustado por conversar con ella. Estaba celoso y le dolía la relación que tenían ella y Adrien. Lo entendía, claro que sí, entendía que ella era libre, que él había ocasionado esto, pero dolía, y por las noches, sólo miraba el techo y cada día se convencía que ya era tiempo de dejar a Kagami para volar al lado de Marinette.
- Entonces, ¿por qué no puedes?.- volvió a escribir Marinette. - Claro, si es que puedes decírmelo... ¿Vas a salir con Kagami?. -
- ¡Grado superior! ¡Instrumento violín!. ¡Segundo auditorio a la derecha!. - clamó el coordinador, interrumpiendo su intercambio de mensajes.
- No. - escribió Félix, con apuro, mientras que caminaba siguiendo a sus compañeros. - Estoy en el Conservatorio. - Y para terminar de redondear su explicación, tomó una foto del cartel que mostraba el orden de la audición y de las piezas que cada uno tocaría.
Dos tics azules.
Marinette había leído el mensaje.
*.*.*.*.*
- No te quedes dormida mientras hablo, Marinette. - le dijo Félix, luego de explicarle por enésima vez, la solución al problema en el que se había equivocado.
Marinette rio levemente, divertida. No estaba dormida. Lo estaba contemplando. Si Félix había descubierto lo precioso que era el azul de sus ojos, Marinette había descubierto que él la miraba tan fijamente que ella podía quedarse detenida en el tiempo, totalmente sometida a la profundidad de sus iris. Y ahora, en medio del silencio de la biblioteca, Marinette conoció la suave tonalidad de su voz, algo grave, algo sensual, tan escueta de palabras, pero tan rítmica y bella, en su rareza.
- ¿Cantas, Félix? - le dijo, ignorando el comentario que hizo él.
Félix bajó la mirada, por unos segundos y golpeteó la mesa con los dedos, como si estuviera pensando su respuesta. Luego, levantó la mirada y vio que la bibliotecaria estaba al fondo de su sección, sin darse cuenta de nada.
- Practico el violín, Marinette, y es inherente a su estudio, que deba cantar. Entonces, sí, sí canto. -
Marinette apoyó ambos codos en la mesa, sus manos sujetaron su barbilla, y ella le regaló una sonrisa y una mirada expectante.
- ¡Increíble! Tengo un amigo que también es músico, bueno...fue mi novio, en realidad, pero él me dejó este verano...perdón, lo dejamos este verano y...-
Un suave carraspeo por parte de la encargada de la biblioteca interrumpió su conversación. Marinette bajó los codos, miró hacia el libro que tenía enfrente suyo, y descendió la cabeza un poco, para que nadie viera sus labios.
- ...Me encantaría oírte alguna vez, como tocas o como cantas. Me encantaba oír a Luka, mi exnovio. Así se llama él... - susurró Marinette.
- ¿Ya no tienes novio, entonces? - preguntó casi sin voz Félix, para que nadie más que ella lo escuchara.
Marinette negó con la cabeza, mirando siempre hacia el libro.
- ¿Y tú, Félix? - preguntó ella, con sigilo.
Félix también bajó la cabeza, cogió su bolígrafo y escribió sobre su cuaderno de notas: "No. No tengo novia". Le enseñó a ella lo que había escrito y Marinette, al leerlo, no pudo sino sonrojarse y apretar los labios, inexplicablemente feliz.
*.*.*.*.*
Marinette entró presurosa al Conservatorio y preguntó, algo impaciente, donde se realizaba la audición, en tanto mostraba una foto en la pantalla de su teléfono. La recepcionista vio la foto, a la jovencita que preguntaba y le señaló un pasillo, le pidió silencio y mesura y que por favor, no interrumpiera nada. Marinette asintió y sujetando con fuerza su bolso, caminó hasta llegar a una gran puerta doble, donde no se escuchaba nada, como si estuviera vacío aunque tuviera el folleto informativo pegado con celo. Tampoco había nadie alrededor. Reunió valor y determinación y giró con suavidad y delicadeza, el pomo de la puerta, abriéndose ésta, ligeramente. Desde dentro, Marinette escuchó una melodía dulce y exquisita, proveniente de un violín. De repente, la armonía se rompió por una nota mal ejecutada, sin embargo, la canción terminó sin mayores contratiempos, las personas que formaban parte del jurado comentaron algo que no entendió y el violinista en cuestión, bajó del escenario y se sentó en las primeras filas del auditorio.
Marinette aprovechó la breve interrupción y pasó a sentarse en la última fila. El corazón le latía desbocado, sabiendo que no debía estar ahí. Lo buscó desesperadamente con la mirada, necesitaba verlo, alentarlo.
- Siguiente postulante...¿Graham?. - exclamó el juez principal, sentado en una mesa sujetando un lápiz y algunos folios. - ¿Graham de Vanily? -
Había llegado a tiempo entonces. Soltó una exhalación, relajándose. Un joven rubio y bien peinado se levantó como respuesta al llamado. Era él, Félix. Estaban tan lejos que resultaba imposible pasarle la voz sin pegar un grito.
Marinette calló, contemplándolo arrebujada en su butaca.
Lo vio subir al escenario. Con unas partituras en una mano y su estuche de violín en la otra. E inexplicablemente para ella, Félix fue directo a sentarse en el piano, dejando su violín aparcado en un rincón.
Félix se aclaró la voz, tragó suave y colocó ambas manos sobre las teclas, adelantó un pie y lo puso sobre el pedal. Tocó algunos arpegios y luego miró a los jueces, asintió y dijo en voz alta y clara: Invención Nro 1 de Bach.
Casi al instante, él se puso a tocar con la espalda erguida y los dedos volando. Fue una melodía corta y exacta, sin mayores variaciones. Terminó sin contratiempos ni imperfecciones.
Volvió a tragar saliva, sereno.
Volvió a colocar los dedos sobre las teclas.
Volvió a mirar a los jueces.
Y nuevamente, volvió a tocar el piano, esta vez, cantando.
Marinette abrió la boca, atónita. Era una voz sencilla y algo grave, sensible y exacta, no desentonaba ni exageraba, no había vibratos ni cambios abruptos de entonación. Ligera y perfecta. Una canción diseñada tan solo para enseñar que se sabía el ritmo, melodía y entonación. Lo justo y necesario. Marinette lo entendió entonces, comprendió lo que Félix tenía que demostrar. Su instrumento era el violín, pero las pruebas para acceder al Conservatorio le exigían también demostrar su conocimientos en composición, análisis y armonía. Y Félix estaba haciendo todo esto. Sin esfuerzo. Sin dificultad. Ya sea con el piano, con su voz o con su violín.
Al finalizar la canción, Félix bajó los brazos, se puso de pie y ahora sí se plantó en medio del escenario, se quitó su chaqueta y la dejó en la butaca del piano, sacó su violín, apretó las clavijas y se lo colgó al hombro, cogió su arco e inhaló profundamente, antes de empezar a tocar.
Y sus dedos volaron, su cuerpo tambaleó, atrás delante, arriba abajo, de lado a lado, rápido, veloz. Marinette apretó las manos sobre su falda y trató de no parpadear. Estaba deslumbrada. No quería perderse de nada. Los demás postulantes también lo miraban fijamente, en silencio. Aguantando la respiración. Y al terminar, Félix se quedó estático, y falto de aire, con el arco paralizado ante el fin de la canción.
Aplausos.
Un carraspeo por parte del jurado.
Félix recobró el movimiento y recogió su estuche, su violín, sus partituras, bajó las escalerillas y se sentó, solitario, en una de las butacas que había libre en primera fila. Veinte minutos después y luego de algunos participantes más, la sesión terminó, los jueces dijeron que eso era todo, que estuvieran pendientes de los resultados y dieron por concluida la audición.
Poco a poco fueron saliendo los violinistas, algunos hablando y otros en silencio. Marinette se incorporó levemente, tratando de pillar a Félix para saludarle y felicitarle, pero él pasó por su lado, cabizbajo, y no la vio a la primera.
- ¡Félix! ¡Félix! - dijo Marinette, sin evitar alzar un poco la voz.
Félix levantó la cabeza, buscando el origen de esa llamada y cuando la vio, no pudo evitar maravillarse, alzó las cejas y abrió la boca.
- ¡Marinette! ¿Qué haces aquí? -
Marinette se puso de pie y se acercó, tropezando con los asientos de las butacas, rauda, volando a encontrarse con él.
- Miré la foto que me enviaste, y me dije "oh, ¿por qué no?" y aquí me tienes, llegué justo a tiempo. Has tocado fenomenal, no sabía que tocaras el piano, sabía que cantabas, pero lo has hecho genial y perfecto y ...-
Ella se detuvo al ver, que algunas personas se le quedaban mirando.
Félix ya no estaba tan sorprendido de verla, pero se le había quedado una sonrisa estúpida en su rostro. Observó que los veían y la tomó del brazo, guiándola hacia el pasillo.
- Cantar y tocar otros instrumentos como el piano son cosas elementales para el Grado Superior. No pueden darme el título sino sé hacer eso. Es por eso que debí incluir las canciones más fáciles en el piano y en el canto...Los demás también lo han hecho bien. -
- ¿Y te escogerán? - preguntó Marinette, súbitamente angustiada por él.
Félix no pudo evitar regocijarse, la alegría y la sonrisa seguía imborrable en su cara.
- Sí, siempre hay plazas para estudiar violín. Una orquesta tiene muchísimos puestos que cubrir. La presentación no es la gran cosa. Pero gracias por venir. -
Marinette sintió que el pecho le iba a estallar de alegría. ¿la presentación no era la gran cosa? ¡Había sido fenomenal!. Se sintió alegre por él, y orgullosa, como si una oleada de calor la incinerara por dentro. Era grandioso y perfecto, musical y sabio. Un hombre completo. ¡Cómo deseó en ese momento saltar sobre él y abrazarlo! ¡Felicitarle con más ahínco! Y en cambio, sólo sonreía con el gesto paralizado de felicidad en tanto no podía quitarle la mirada de encima.
Félix también reía pero, tuvo que ponerse serio cuando vio la hora en su reloj de pulsera. De un vistazo, a él se le borró la sonrisa, de inmediato.
- Kagami ha dicho que vendría a recogerme. Hoy voy a cenar con ella. - dijo apenado y absolutamente serio.
Tenía un deber que cumplir.
Algo que hacer.
Y si los astros eran propicios, seguro que sería una de las últimas cenas que tendría con su actual novia, la que estaba a punto de convertirse en ex-novia. Tan solo dudaba de la reacción de ella. ¿Estaría bien? ¿Estaría mal? Aunque fuese cual fuese el resultado, él siempre seguiría hacia delante, ya no importaba lo demás. Tenía el corazón despellejado y cada día le resultaba más difícil vivir, más complicado deleitarse, como si una nube negra le hubiera absorbido la alegría y el amor.
Marinette trató de evadir la mirada adusta de Félix y miró nerviosa, hacia múltiples lados, también se borró su sonrisa, pero de inmediato apareció otra, un poco más falsa.
- Estoy interrumpiendo, entonces. - farfulló, súbitamente angustiada.
Meneó sin querer la cabeza, tratando de ahuyentar sus pensamientos. Se desordenó el cabello. Sin darse cuenta de lo que hacía, los dedos de Félix volaron para ordenar sus mechones, para acicalar su flequillo. Marinette tembló visiblemente, debido a un escalofrío que la traspasó entera. Félix pensó que ella tenía frío, así que se quitó su chaqueta y se la pasó por los hombros, dejando su violín en el suelo, cerca suyo. Aprovechó este movimiento para reposar sus manos sobre los codos de Marinette, como si fuera una caricia esquiva.
- No interrumpes nada. Ella y yo...- Félix negó con la cabeza. - No...No somos...No seremos...- volvió a callar. Era una sensación extraña la que habitaba en su pecho. Él sabía que debía dejarla porque no podía engañarse más tiempo. No la quería, no como Kagami quería que lo hiciese. Pero dejarla era algo hasta cierto punto doloroso. Después de todo lo que habían pasado, le costaba muchísimo romper la costumbre de verla, de hablar, de vivir, de ajustar su obi cuando se ponía un kimono, de colgarle flores en su pelo, o de dormir, rectamente, sobre un futón. Extrañaría sus deliciosos bentos, su charla juiciosa y profunda sobre negocios y deportes. Extrañaría sus lágrimas y sus abrazos, por las noches.
Marinette, por un momento, detectó tristeza y dudas en su voz.
Un suave lamento, un gemido, se le atoró en la garganta. Un nuevo escalofrío la partió en dos.
Félix detectó su desconcierto y quiso justificarse mejor.
- Marinette.- susurró. - Gracias por venir, gracias en serio. Es lo más maravilloso que me ha pasado últimamente. El hecho que me vieras, me agrada mucho. Pero hoy no puedo quedarme más contigo, debo irme. Ella vendrá por mí. -
Félix intentó decirle que todo estaba bien, pero se quedó sin palabras. Intentó decirle que la amaba aún, pero le faltó valor. Sus manos intentaron apaciguar su propio espíritu, acariciándole a Marinette los hombros. Habían avanzado tanto que estaban a punto de salir del Conservatorio. La gran mayoría de personas ya se habían retirado.
Marinette contempló cómo la noche iba cayendo, tratando de abrazar al día, lento pero inexorable, impasible. Así como él la estaba abrazando ahora, imperceptiblemente.
Ella cerró sus ojos y por un instante, pensó en Adrien. En lo dulce y amable que era, en lo delicado y caliente que era tenerlo encima suyo, lo agradable de la sensación... en lo fascinante que era derretirse bajo él, cada vez que yacían juntos.
Y luego, estaba la electricidad, el escalofrío que sentía cada vez que Félix la tocaba. ¡Oh, si es que el tiempo se detenía a su lado! Y la necesidad imperiosa de verlo siempre, de saber todo de él. Oh, la electricidad. Si esta reacción se producía tan solo cuando la tocaba levemente, ¿Qué pasaría cuando la tocase de verdad?.
¿El beso en un puente a orillas del Sena?.
¿O el beso en un cinema, a la vez que trataba de quitarle la ropa?.
Y en su mente reaparecieron todos sus recuerdos de cuando él la quería, de cuando habían tenido una oportunidad, un deseo.
Su sonrisa en la biblioteca.
Su cálida voz.
Aquel baile en un salón.
Los latidos erráticos de su corazón movidos bajo el influjo de la medicación.
Gluten.
Amor.
Violín.
Y dolor.
¿Acaso lo seguía amando? ¿podría hacerlo aún ahora, después de tanto tiempo? ¿Después de Adrien? ¿Después de Kagami? ¿Después de todo?
Félix apretó sus manos sobre los brazos de ella, reteniéndola inconscientemente.
- Hoy voy a hablar con ella, Marinette. - susurró muy cerca suyo, para que nadie le escuchase.
- ¿Y qué le dirás, Félix? -
Él negó con la cabeza, apretando los labios. No iba a prometer nada de nuevo, nada que no pudiera cumplir. No prometería terminar con ella. Tendría que decírselo cuando lo hiciera de verdad. No podía fallarle de nuevo. Y tampoco podía estar lejos de ella, nunca más.
Volvió a negar con la cabeza.
Marinette se enfureció por un instante, pero casi de inmediato trató de comprenderlo. Él tenía que consolar a Kagami, pero ¿quién la consolaba a ella?. ¿Adrien? ¿Debía usarlo así, tan cruelmente?
- Estoy muy confundida, Félix. No quiero verte. Ni hablarte más de lo debido. Y sin embargo, aquí me tienes, viniendo desesperada en un taxi, para estar presente en tu audición. No quiero quererte, pero estoy feliz de tu éxito y de tu talento. Y tengo mucho orgullo hacia tí, como si fueras mío. -
Félix bajó la cabeza, conmovido. Se quedó callado, evitando distorsionar las palabras de Marinette. Tratando de controlar los latidos de su corazón.
- ¿Qué somos, Félix? - Preguntó la novia de Adrien Agreste, al sentirlo distante aunque lo tuviera a centímetros suyo. Con un amor nebuloso, o muerto o vivo. Marinette se percató que estaba temblando no de frío si no de angustia, de nervios, y por último, de amor...sí, tenía que ser amor... amor no correspondido, seguro, pero amor, al fin y al cabo.
¿Qué somos, Félix?
Félix levantó la mirada y la observó con ternura y cariño, trató de sonreír como antes, pero en cambio, apretó los labios en una mueca de tristeza y pena, lamentando quizá, no poder besarla ni poder hacerle todo lo que le quería hacer.
- No lo sé, Marinette. - susurró él, con voz grave y apagada. Un rayo de sol, el último del día, traspasó la ventana y cubrió su mirada verde, otorgándole un brillo mustio y triste. - ...No sé lo que somos... Pero sí te diré lo que seremos... -
Félix atrapó con suavidad, ahora sí entre sus brazos, el cuerpo ligero y frío de Marinette cubierto por su chaqueta de casimir. La atrajo hacia sí. La dejó a centímetros de él, lo suficientemente lejos para no besarla, lo suficientemente cerca para confesarle su sueño, su esperanza.
- ...Seremos cómplices y compañeros. Seremos uno...Caminaremos tomados de la mano, en la ribera del Sena, te detendré por un momento, mientras la gente camina a nuestro alrededor...alabaré tu forma de ser, tu cabello... y después, nos besaremos, Marinette, por un largo tiempo... tú me abrazarás por mi cuello o por donde tu quieras, pero no me soltarás, no podrías. Y pasado un rato, nos separaremos para respirar y entonces, trascurridos unos segundos, volveremos a besarnos, y así nuevamente. Sí Marinette, eso seremos, amantes, o novios, amigos...Tal vez un día, pronto o lejano, te lleve a una iglesia o a un salón, tú de blanco y yo de negro, ambos sonrientes, firmaremos un libro, un acta, y dirán que ya podemos amarnos, así libres, frente a todos. Te daría mi apellido. Tú me darías tu corazón.-
Marinette se quedó helada ante tamaña declaración.
Sonrió.
Y sintió como si fuera a ella a quien le pincharan la adrenalina.
Taquicardia.
Rubor.
Felicidad.
- ¿Algún día? - musitó Marinette, súbitamente entusiasmada.
- Quizá mañana. - farfulló Félix.
Un coche elegante pintado de rojo bermellón aparcó enfrente de las puertas del Conservatorio. Kagami Tsurugi bajó una de las ventanillas y sacó la cabeza para llamar a Félix y poder irse de ahí, lo más pronto posible.
Félix se separó de Marinette, sonriendo con tristeza, cogió su violín y empezó a caminar, saliendo del edificio sin mirar a atrás.
- ¿Cuándo, Félix? - ella preguntó de nuevo. Quería escucharlo de su boca. Quería seguridad y no falsas esperanzas.
Félix se detuvo en la salida del Conservatorio y contempló al coche rojo. Respiró profundamente. Y se dijo, que definitivamente sería hoy, sí. Tendría que ser hoy.
Ánimo, Félix.
- ¡Pronto! - dijo finalmente Félix, alzando la voz, volteando levemente para verla. - ¡Muy pronto, cielo!. - susurró enamorado.
Y Marinette exhaló, sosegada.
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¡Hiatusssss!
Lo lamento. He perdido el hilo de la historia, a pesar de tener bocetos y haberla planificado. Supongo que sucede, ¿verdad? Lo lamento aún más.
¡Agradecimientos!
En estos días oscuros, vuestra compañía es lo mejor que tengo.
Gracias a Mrs Fitzberry, como siempre. Gracias a Only D, por su amistad y su cariño hacia mi persona. Gracias a Manu, por despotricar contra Astruc, clavándola en sus comentarios (pienso casi igual que tú). Gracias a Ryuuzaki, por acompañarme y leerme. Gracias a paolacelestial, por estar a mi lado y por la paciencia para leerme. Gracias a Veros29 por su presencia y su cariño.
Gracias a todos.
Perdón nuevamente, por la lentitud.
Cronológicamente, estamos llegando ya al "primer día" de este fic. Las audiciones del Conservatorio se realizan mas o menos, entre abril y mayo, para tener ya la lista de aprobados en Junio. El grado superior es el grado para ser verdaderamente un "musico profesional". Las pruebas de acceso requieren que cantes y toques cualquier canción (o varias) para demostrar conocimientos mínimos del tema. Además de realizar análisis y composiciones. ¿pero qué quiere Félix realmente? ¿ser musico? ¿ser empresario? Este grado dura cuatro años, aunque pueden acortarse.
Os quiero.
Un fuerte abrazo.
Lordthunder1000
PD. soundtrack NOT TODAY- Imagine Dragons.
