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FELINETTENOVEMBER
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DIA 14:
Ship Wrecked
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Notas muy importantes:
Recuerden que puedo oscilar entre pasado y presente.
-Parrafos en cursiva: TIEMPO PASADO -
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Se sentía en ebullición, como el aceite en la sartén esperando que le cayera un buen puñado de patatas. O como las palomitas en el microondas. Él corría, feroz, tratando de llegar a su primer día de colegio. El primero de su vida.
Amigos, clases, deberes.
Tenía tanta emoción en el pecho que presumía la muerte por alegría en cualquier momento. Dios, morir feliz. Que estupendo.
Todo iba bien.
Al llegar, Chloe Bourgeois se colgó de su brazo y lo llevó hasta el salón de clases, mientras él iba firmando autógrafos a quienquiera que se lo pidiese. Le daba igual. Solo quería vivir y ser libre, ser feliz.
Todo iba bien.
Hasta que descubrió que Chloe utilizó a su esclava Sabrina para dejar una goma de mascar en un asiento de madera, al lado suyo. Su moral y sus principios fueron superiores, entonces, a su alegría fervorosa. Así que detuvo sus emociones para ir y hacer lo correcto.
Pero cuando intentó limpiar ese desastre…él la vio.
La conoció, por primera vez.
La niña más buena del mundo, piel rosada y ojos azul fuego y azul tempestad. Sus perfectas cejas se arrugaron en una mueca de ira y furia. Tenía un pelo negrísimo, azabache, brillaba intensamente, y se lo recogía en un par de coletas que añadía más inocencia a su apariencia.
Él no supo qué decir. Se defendió muy mal de todos los cargos.
Su alegría se esfumó y entendió, profundamente, que ésa niña iba a tener el poder de destruirlo y construirlo, tan sólo con su voz, o con sus gestos. Por suerte, o por cosas del destino, momentos después una lluvia los obligó a permanecer juntos un tiempo, compartiendo un paraguas negro. La lluvia caía, mientras que Marinette se golpeaba la cabeza cuando el paraguas se cerró abruptamente. Ella rió, de la verguenza. Él le sonrió, compasivo y solidario. Un trueno cayó.
Sólo tenía catorce años la primera vez que la vio. Un trueno cayó. Un paraguas se cerró...y entre risas, él siempre recordaría que los mejores historias de amor empiezan quizá en una pelea, para después desarrollarse en una intensa amistad.
Amistad o amor. Odio o cariño.
Ese primer día, Adrien Agreste le otorgó a Marinette Dupain-Cheng, su corazón y con ello, el poder para manipular su alegría.
Le otorgó su amor.
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París era una ciudad hermosa.
El río, sus calles, su historia.
Los museos.
Los pájaros cantando entre los árboles. Los artistas ambulantes en alguna esquina. Una mesa afuera de un bar en una terraza, una copa de vino sobre ella. El sol, el viento ligero, sus labios rosados sonriéndole. La mirada azul soñadora, brillando al verlo. El delicado movimiento de su mandíbula al pronunciar su nombre. El sabor de sus besos aquel día distante, aquel invierno pasado.
Claro que sí, París era hermosísima.
Levantó su teléfono, por lo tanto, y abrió sin duda la cámara de fotos, dispuesto a tomar una instantánea. Primero captó un rayo de sol que caía atravesando las hojas de una planta. Luego, una pequeña flor que había resistido el azote imparable del viento. Y después, lo vio. Un pequeño gatito, posado sobre una copa de un árbol no muy alto. No maullaba, sino que estaba atento y en vigilia, porque había una diminuta palomita trinando en una rama inferior. El gato saltó y ahí, al vuelo latente, Félix dió clic al botón y una ráfaga de fotos fueron obtenidas.
Escogió la más impactante.
Le puso un filtro al estilo vintage.
Y luego, con el corazón latiéndole alborotado se lo envió por mensajería a su dulce y amada, y lejana, Marinette.
Era un día de primavera.
El sol brillaba.
Su amor renacía.
Y nuevamente, los dos tics azules le daban esperanzas...alegrías.
- ¡Qué gatito más precioso! ¡Primavera! ...Buenos días, por cierto. - respondió Marinette, adjuntando emojis de corazoncitos.
- ...El cielo tiene el color de tus ojos... - escribió de inmediato, Félix. Enviando ese mensaje apenas terminó de escribirlo.
Sonrió en silencio, mientras caminaba rumbo al Instituto Dupont.
- ...Y el gatito tiene tu agilidad, tu cuerpo simétrico y potente. Tu fuerza. Tu sigilo. - siguió escribiendo, lleno de felicidad. - Pero no tiene tu torpeza. -
Dudó sobre si enviar ese mensaje o no, quizá fuese algo muy directo o muy intenso. Vaciló. Él nunca lo hacía. Pero Marinette lo obligaba, siempre, a realizar cosas que él nunca hubiera hecho. Como si lo llevara a una dimensión paralela, a un universo alterno. Marinette, era el cielo. Su paraíso. Suspiró, enamorado. Al final, borró el mensaje y esperó, impacientemente a que ella contestara.
Continuó andando. Le llegaron notificaciones de su calendario personalizado, indicándole lo que debía hacer en el día. Inscribirse en el Conservatorio. Hablar con su madre sobre su cumpleaños. Pedirle a Kagami que no participara en la organización de éste. Solicitarle a Marinette su presencia, su acompañamiento en ese día tan esperado por él.
Su cumpleaños.
El día de su independencia.
Félix cumpliría la mayoría de edad y según lo estipulado en su herencia, le correspondía una casa solariega y antiquísima en el barrio de Montmartre, en donde una de sus abuelas inglesas, ya fallecida, había vivido por temporadas, normalmente en primavera o verano. Al ser el único nieto de ésta, él había heredado su propiedad más preciada. Su residencia de vacaciones, en el sur de la ciudad de París.
Ese día en especial, Félix no quería pensar en lo diferente que era su herencia en Inglaterra, donde estaba sumergido bajo la presión incesante de su padrastro, de su control y de su yugo, y de la nula participación de su madre a su favor. Sencillamente, Félix, poco a poco, se había dado cuenta que el nuevo marido de su madre no lo deseaba en su juego de poder. Dos soles no podían brillar en el cielo. Y comprendió, hace casi un año atrás, que debía poner distancia entre ellos, para poder enfriar esa turbia relación con su padrastro.
Por lo tanto, el septiembre pasado, Felix Graham de Vanily decidió atravesar el Canal de La Mancha, empacando sólo lo necesario, para esperar, convenientemente, la obtención de su mayoría de edad y sí, ahora sí, volvería a Londres para gestionar él mismo su propio patrimonio, su herencia y sus negocios.
Emocionado por su futuro, por lo que conseguiría muy pronto, Félix se olvidó de esperar, y decidió lanzarse en picada. Por lo tanto, dio al botoncillo del micrófono y pegó el teléfono a sus labios para enviar un clip de audio con su voz.
- "Voilà longtemps que je vous aime: -L'aveu remonte à dix-huit ans!-. Vous êtes rose, je suis blême; J'ai les hivers, vous les printemps." -
(Hace ya tanto tiempo que te adoro, dieciocho años son muchos instantes. Eres de color rosa, yo soy pálido, yo soy invierno y tú la primavera.)
Por unos segundos, Félix se quedó en silencio, sin enviar el audio y continuando la grabación, respiró sonoramente una y otra vez, para que su respiración también quedara registrada...luego, cogió ímpetu, valor y coraje, abrió la boca y continuó declamando:
- "Mon soleil pâli qui décline va disparaître à l'horizon, et sur la funèbre colline, je vois ma dernière maison. Oh! que de votre lèvre il tombe sur ma lèvre un tardif baiser, pour que je puisse dans ma tombe, le coeur tranquille, reposer!" -
(Mi sol descolorido que declina, al fin se perderá en el horizonte. Y en la colina fúnebre, a lo lejos, contemplo la morada que me espera. Deja al menos que caiga de tus labios sobre mis labios un tardío beso, para que así una vez esté en mi tumba, en paz el corazón pueda dormir!.)
Y, completamente decidido, levantó el dedo del botón y el clip, se envió.
De inmediato, vio como los tics de color gris mutaron a azules.
- Tu francés tiene un fuerte acento británico, monsieur Graham - respondió Marinette, al siguiente instante.
Y añadió además, emojis de la bandera británica, de un pescado y de un barrilito de cerveza.
Monsieur Graham.
Un escalofrío le recorrió el cuerpo a Félix, al recordar lo que meses atrás, él había escrito en su cuaderno para luego arrugarlo, y después, arrancarlo y desecharlo, una tarde en la biblioteca, sólo a las pocas semanas de haberla conocido.
Marinette Graham de Vanily née Dupain-Cheng.
Marinette.
La había querido desde siempre, entonces. Debió suponerlo. ¡Que tonto había sido! ¿Amistad o amor? ¿Odio o cariño? Félix bajó el teléfono y miró nuevamente, el cielo azul, la brisa serena, los pajarillos cantando, el viento soplando, los árboles bailando.
Su corazón, latiendo.
Cortocircuito, chispazo, acción.
Eureka, eureka.
Madame Graham.
El amor lo había pillado de improviso, sin quererlo ni esperarlo. No había ido a Francia para eso. Sólo se había alejado de su Londres querido de manera provisional y fugaz. Él volvería, debía hacerlo. ¿Marinette lo seguiría? ¿Iría con él? No lo dudaba, y si no fuera así, buscaría una solución. Porque debía existir alguna. El futuro se le antojaba perfecto. Ya sea en Londres o París. Y él lucharía por ella, la convencería de estar con él. Ahora él era libre, después de todo, aunque su estatus con Kagami Tsurugi era el de una amistad prácticamente inmortal. Algo así como una deuda de honor. Y no le importaba el resto, ni los amigos del Instituto, ni Tsurugi, ni ninguno de los ex-novios de Marinette. Aunque uno de ellos, por ejemplo, fuese su primo.
No importaba.
No le importaba.
- Hago mi mejor esfuerzo con el francés, Marinette. Quizá si tu quisieras enseñarme, yo aprendería mejor. -
Más tics azules.
Félix, sonrió intensamente, tanto que la cara le empezó a doler de lo mucho que estiraba la piel. Reinició su caminata, continuo tomando fotos. Siguió mandándoselas a Marinette.
- El día es precioso. El sol brilla. Los pájaros cantan. El gatito no atrapó a la paloma. -
- Pobre gatito. -
- Bien por la paloma...¿Te gustó el poema? Lo leí ayer y pensé que lo habían escrito para ti. -
- Pensé que lo habías escrito tú. -
- No. No lo escribí yo. Pero...puedo hacerlo...escribirte un poema...decirte, por ejemplo, lo siguiente: Puedo decirte que te quiero, que de día despierto y pienso en tu pelo cayendo sobre tu hombro, en tu flequillo ligero y presumido. Puedo decirte que sueño contigo, con tus ojos azules y tu dulce voz cálida y pausada, susurrando mi nombre al oído. Puedo decirte que respiro, y cuando exhalo, exhalo mi cariño...¿Ves? ¡Lo hice, Marinette! Este le he hecho yo. Ahora mismo. Oh, dear, I nailed it!. -
Marinette emitió una carcajada atragantándose con la leche del desayuno, tosió y salpicó toda la mesa. Se sonrojó de inmediato, ya sea por falta de aire o por haber recibido tamaña muestra de afecto. Su madre, Sabine, la observó sorprendida por su reacción. Miró a su hija, interrogándole por su actitud, mientras con un paño limpiaba lo que había ensuciado.
- Lo siento, mamá. - susurró apenas pudo.
Llevaban varios días así.
Empezó de pronto y sin saber porqué. De repente una mañana de mayo, Marinette recibió un lacónico mensaje en el teléfono. Un "Valar Morghulis" de antaño, de tiempos cuando eran amigos, cuando todavía Kagami no se lo había arrebatado ni ella había tropezado (nuevamente) con Adrien.
- Valar Dohaeris. - ella respondió ése nuevo primer día.
Algunas veces, el destino se presenta en un simple mensaje de texto. En un suspiro o en un parpadeo. De repente, en un momento eres una persona normal común y corriente y al siguiente segundo, estás de pie frente a una nueva persona, alguien desconocido, pero con el que te llevas bien instantáneamente. Hablas con él, conversas, trascurren cosas, una película quizá, unas risas con unos amigos, alguna cita, tal vez ninguna. Y lo sabes, sabes que lo has encontrado.
Algunas veces, esas personas tienen una pareja, algún novio o novia, o están inmersos en situaciones personales que tú no sabes cuales son, y decides finalmente, una sola cosa: Esperar. Debes hacerlo. Pasan días, meses o años. Pasan personas y relaciones. Pasan sucesos. Pero esa certeza inequívoca de haber encontrado a tu otra mitad, es inamovible y perenne.
Es el amor.
No lo supiste al inicio.
Ahora, sin embargo, lo sabes.
Marinette lo había intuido hace unos meses, cuando se sintió muy mal, y lloraba y no sabía porqué. Marinette había intuido que eso, era amor.
Lo confirmaba al recordar sus momentos junto a él.
Como cuando él la llevaba a su casa en su Audi, o cuando le tomó de la mano, en ése taxi al salir del hospital, o su "momento íntimo" en el baile del cónsul, y lo ratificaba en su eterno beso en un París invernal. Ella los volvía a vivir y comprendía que eso era amor. Porque ella era feliz, porque estaba alegre, junto a él. Marinette era la chica de siempre pero mucho más sonriente y hermosa. Era él, él ocasionaba eso. Pero él también le ocasionaba problemas, angustia, tristeza, lágrimas.
Dolor.
¿Sabes cuando has amado de verdad?
Mendeleiev nunca tuvo que repetirle ni una lección en el Instituto, Marinette aprendía ciencias con la misma facilidad con la que respiraba. Y con Félix, dios, con Félix, Marinette había tenido que repetir ésa lección sobre el amor, innumerables veces.
Por ejemplo, aprendió a amarlo en la angustia de saberlo con otra, cada vez que él comía un nigiri o usaba palillos, cada vez que Kagami Tsurugi pasaba a recogerlo al Instituto, o cuando tuvo que viajar a Japón por meses y al lado de ella...
En medio del dolor, Marinette comprendió qué era el amor.
Y en medio del placer también, cuando Adrien la besaba y luego la recostaba en su cama, ahí también ella aprendió sobre el amor. Porque Adrien Agreste le enseñó, que pasarla bien no significaba amar. No siempre eran sinónimos. La alegría era tan pasajera, el vacío tan perenne.
Placer y dolor. Ella entendió que lo amaba intensamente, porque sus palabras en el baile de primavera, su respuesta a su pregunta, su "es mi única decisión", esa respuesta le había traspasado el corazón...sí...él le había enseñado, a punta de fuego y tormenta, a punta de lluvia y besos, él le había enseñado verdaderamente, lo que significaba amar.
Contra viento y marea.
A pesar de todo.
Del tiempo, de la distancia.
A pesar de Kagami Tsurugi y Adrien Agreste.
El amor.
Lecciones de amor, por Félix Graham de Vanily. Un curso a distancia, algunas veces por semana. Con matrícula gratuita. Un curso eminentemente práctico. Oh, Marinette reía al pensarlo, gracias a él, ella había aprendido muchas cosas, había madurado, y comprendía aunque doliese, que amar estaba bien, que persistir en el amor estaba bien, porque ...porque la verdad sobre el amor es que...es que...
- Un Graham siempre cumple sus promesas, Marinette. - Félix le escribió más tarde ése día.
Marinette entendió lo que eso significaba en una sinapsis neuronal. Lo comprendió mejor, cuando Félix, en vez de traer un bento para el almuerzo, se sentó casi al lado suyo en el comedor y sacó una pequeña merienda de frutas y yogur y queso. Aclaró conceptos, cuando al día siguiente lo vio llegar al Instituto, a pie y con su violín a cuestas.
Ella le sonrió al llegar.
Él le guiñó un ojo a escondidas de los demás.
Su corazón latió febrilmente, indómito e incontrolable al concluir que...
Él y Kagami Tsurugi ya no eran nada.
Sonreía al pensarlo, para luego sentirse mal por su amiga. Atribulada, confusa, amada. Un revoltijo de sentimientos, un huracán.
Los días pasaban, la primavera explotaba en cada esquina.
Más fotos, más mensajes, más clips de voz. Más esperanza.
Más amor.
- Hace unos días que te veo muy feliz, Marinette. - le susurró Adrien Agreste algún tiempo después de que Felix le declamara el poema. Como era su costumbre, él la saludó con un corto beso en los labios. Entrelazó la mano con las de su novia y comenzó a andar, rumbo al patio. - Me gusta verte así. Sabía que realizar tu portafolio para la Escuela de Modas te iba a levantar el ánimo. Se veía que antes estabas...estresada. -
Rápidamente, Adrien atrajo más a Marinette y le dio un beso mucho más fuerte en la boca, le arregló el pelo. Acarició sus mejillas y rozó con la punta de sus dedos, los labios levemente maquillados de ella.
- Quiero verte hoy por la tarde también, Marinette. -
Un susurro coqueto, una demanda inherente. Marinette ya sabía cómo acababan esos encuentros. Sintió pena, cuando detectó una suave caricia en su mejilla.
- Realmente necesito verte. - continuó exigiendo Adrien.
Desde un banco lejano, en el mismo patio y en el mismo momento, Félix Graham de Vanily simuló leer "Danza de Dragones" de G. Martin aunque el libro lo tuviese al revés. Por suerte, ninguno de sus compañeros había leído ese libro así que no sabían si estaba bien o mal colocado. Marinette, en cambio, sí que vio esa conducta evasiva y defensiva, y retrocedió un paso, para liberarse del tacto caliente y exigente de Adrien Agreste.
Si ese beso y esa petición erótica hubiese pasado hace un tiempo, Marinette hubiese saltado en un pie, se hubiese desmayado de la impresión. Lo hubiera amado locamente. En esos tiempos, ya antiguos, Adrien Agreste pudo haberle pedido cualquier cosa y ella lo hubiera complacido sin pensarlo. Esos tiempos, por supuesto, habían pasado. En su corazón, habían sucedido primero su estable relación con Luka Couffaine, junto con su tierna y pacífica voz, y luego de él, había llegado Félix con su personalidad tan definida e imponente.
Adrien Agreste había sido un sueño.
Algo adolescente y volátil. Una llama intensa que consumió la hoguera entera, quedando cenizas. Y esas cenizas se las llevó el viento. Un viento venido de Londres. Impetuoso y serio. En definitiva, sus tiempos de puberta emocional estaban muy cerca de terminar, porque pronto, ella tomaría decisiones vitales y necesarias. Decisiones importantes.
- Yo también quiero verte por la tarde, Adrien, después de clases... creo que es importante. -
Por un instante, la mirada felina de Adrien Agreste se congeló.
Una pequeño mal presentimiento nació en su interior. ¿Por qué estaba tan seria y esquiva? ¿Estaba enfadada? ¿Pensaba terminarlo? ¿acaso la perdería nuevamente?... Pero en realidad, ¿la tuvo alguna vez? Adrien también conocería, muy pronto, el significado del amor y los problemas que traería con ello. El dolor, y una amarga alegría. Sonrió y le dijo, rápidamente, que estaba bien, que podían hablar de lo que quisiese. Volvió a cogerla de la mano, volvió a arrastrarla junto a él.
Félix Graham de Vanily maldijo la distancia y renegó de su humanidad al no tener el superpoder de la audición. ¿De qué estaban hablando? ¿Qué le estaba diciendo? Apretó los labios, tratando de inventar una excusa para interceptarlos, para hablar con ella. Pero un leve movimiento al lado suyo, le distrajo de sus pensamientos.
Zoe Bourgeois se sentó, delicadamente muy junto a él. Le dedicó una sonrisa tierna en silencio. A Félix le pareció que ella había acabado de correr una maratón porque estaba muy sonrojada aunque no sudaba.
Durante unos incómodos segundos, ambos no dijeron nada, aunque se miraron fijamente. De repente, Zoe abrió los labios, suspiró, estiró sus manos y sorpresivamente, cogió el libro de Félix y le dio vuelta, colocándoselo de nuevo entre sus manos.
- Danaerys Targaryen nunca debió casarse con ese noble en Mereen...- habló Zoe Lee, en voz muy bajita. - ...debió ser reina en Poniente...-
- ¡Lo fue!. - aseveró Félix. - pero no contó con que Jon Nieve la apuñalase a traición. -
- ¡Eso no es canon!. - agregó rápidamente, Zoe. - No es canon porque no está escrito. Sólo se vio en la televisión. -
- Lo has dicho, no hay libro escrito. Así que la serie lo es. El final de la serie es el canon. -
Félix y Zoe se quedaron viendo por un momento, en complicidad. Zoe se ruborizó aún más y él, inexplicablemente, se sintió estúpido hablando de literatura fantástica, en presencia de ella. No sabía que Zoe leía. No sabía que ella compartía algo con él. No eran tan distintos entonces. No eran tan lejanos.
- Debió ser reina en Poniente. - continuó porfiando, Zoe.
Félix volvió a negar con la cabeza...
- ¡Lo fue!- él porfió. - ...¿Recuerdas la escena en Desembarco del Rey, en la última temporada, cuando salen sus dragones detrás de ella?...- preguntó a continuación, evaluando hasta dónde llegaban los conocimientos de Zoe Bourgeois respecto al tema.
- ...fue épica...- continuó ella.
- ...y genial. - concluyó él.
- ...me alegra que se fundieran cada dólar animando esa escena...- aseveró Zoe, asintiendo.
Ambos sonrieron, se volvieron a mirar a los ojos, cómplices.
Un nuevo silencio.
Mirada azul americano contra verde inglés.
Un leve parpadeo.
Un latido desacompasado.
Un risa naciente en el pecho.
Desde lejos, Marinette entornó la vista, tratando de al menos leer los labios de ambos, adivinar de qué hablaban, por qué se contemplaban tan prolongadamente. Mordió sus dientes, una angustia nació en su corazón. Miró hacia el cielo, y por el diáfano firmamento parisiense no volaron los dragones de Danaerys Targaryen, la rompedora de cadenas, sino que volaron sus esperanzas de un futuro con él. Primero, Kagami, luego Zoe. Observó su reloj, deseó que las manecillas se movieran más rápido. Adrien le estaba comentando algo acerca de una sesión de fotos, de la nueva colección primavera-verano de su padre.
Una carcajada inesperada, proveniente del banco donde estaban Félix y Zoe, interrumpió el hilo de su pensamiento.
- ...Hay muchas cosas de la serie que tengo que releerlas, pero es una pena que no haya más libros...- dijo Zoe, contenta y feliz, entusiasmada por haber conversado tanto tiempo con él. Emocionada, ladeó levemente su cabeza, haciendo bambolear su sedoso cabello rubio, arregló su mechón fucsia detrás de una oreja. Emitió una nueva sonrisa. Decidió aventurarse aún más.
- Podríamos verlo juntos...los capítulos de HBO... - ella continuó diciendo.
Félix la vio sonrojarse intensamente y comprendió, por fin, que Zoe no había hecho ningún ejercicio, sino que estaba avergonzada...aunque no se imaginó porqué, después de todo, estaban conversado de un tema sumamente raro y excéntrico.
- ... Los fines de semana tal vez... en el hotel tenemos una pequeña sala donde puedo colocar un proyector. Yo invito las palomitas. - Zoe terminó de lanzar su oferta y guiñó, imperceptiblemente, un ojo. En una mueca amistosa y asertiva.
Desde lejos, Marinette dejó de escuchar lo que Adrien Agreste le estaba contando.
Sólo escuchó un zumbido, y todo a su alrededor se pintó de blanco y negro. Vio sonreír encantadoramente a la hermana de Chloe, para luego observar cómo el estúpido inglés que le estrujaba el corazón, reía y gesticulaba, cerrando el libro. Zoe volvía a hablar y Félix asentía, probablemente dándole la razón de lo que estuvieran hablando. Marinette observó que ellos siguieron conversando. De repente, Zoe volvió a decir algo e inesperadamente, Félix abrió la boca, se llevó las manos al abdomen y literalmente, se partió en dos de la risa.
- Es en serio, Chloe se comió la piel de los langostinos porque no quería aceptar lo que el camarero le dijo. - Felix se limpió una lágrima alegre que le salió de un ojo. - Ya sabes como es ella, no le gusta que le digan lo que debe hacer...Tenía como seis años. -
- Eso es ridículo. - añadió Félix. - Totalmente ridículo. -
Y fue Zoe Lee quien se doblegó de la risa ahora.
Zoe, exultante, disfrutó el momento junto a él. Un verdadero primer momento. ¡Congeniaban! ¡Sí! ¡Se llevaban bien! ¡Ye! Aunque la verdad es que nunca se habían llevado mal. Oh, Zoe se sintió levitar. Flotar. No sólo podían hablar de cosas íntimas, sino que compartían otras cosas más. El idioma. La soledad. El silencio. Los libros. La música. Chloe Bourgeois. Los Targaryen. Juego de Tronos.
Y el Hotel.
Zoe pensó que lo quería más.
Félix pensó que no era tan "rarito" cómo imaginaba.
Marinette pensó que Zoe Bourgeois tenía intenciones no tan amistosas con el primo de Adrien. No era idiota. Ya había aprendido algo. Ella ya sabía algo sobre el amor. Maldito Félix. Esto había sido un nuevo tema en el cursillo a distancia sobre el amor. Una furia le consumió sus entrañas enamoradas y chamuscó a las maripositas que revoloteaban dentro suyo. Amistad o amor. Odio o cariño. Contuvo las náuseas y el dolor de pecho, bajó la mirada otra vez hacia su reloj de pulsera y rogó, a los dioses egipcios por ejemplo, que fuera de tarde porque sinceramente, ya no podía más.
Ni un sólo día más.
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Pero Adrien Agreste no sabía, a sus catorce años, lo que era el amor. ¿Quién podría saberlo? Él lo descubrió después, algunos meses más tarde, cuando una cascada de hechos innominados le obligaron a convencerse, muy a su pesar, que estaba absolutamente enamorado de ella.
Sinceramente pensó, que era amistad. Una complicidad completa, una confianza ciega y entera. Si Marinette creía que algo estaba mal, él se colocaba junto a ella, poniéndose de su lado. Si ella le pedía algo, buscaba la manera de complacerla. Estudiar juntos, bailar, asistir a cumpleaños, romper la dieta. Todo. Él hacía de todo.
Le gustaba no sólo su apariencia, tierna y delicada, sino también su actitud diaria. Su sonrisa benevolente, su ira, su sosiego, Marinette aceptaba sus errores y su imperfección para al siguiente segundo, volver a cometerlos. Luego recapacitaba y mejoraba. A Adrien le encantaba eso. Una mujer sincera y humana. Pedía perdón. Pedía cariño. Mientras tanto, él tragaba un macaron y soñaba que ella se los hiciera todos los días.
No sabía lo que era el amor.
¿Sabes cuando has amado de verdad?
Kagami Tsurugi, en cambio, era una persona deslumbrante. Años después, entendió a la perfección, el porqué su primo también se enamoró de ella. Kagami tenía lo que a ellos les gustaba: impetuosidad y seguridad. No la suavidad intrínseca que poseía Marinette. No la delicadeza sutil y certera que ella emanaba. Marinette era fuerte, de manera, imperceptible. Era tenaz y resistente. Una mezcla entre metal y plástico, si hablásemos en términos de física. Irrompible y a la vez, maleable. Adrien reía al lado de Tsurugi, pero extrañaba sin razón a una de sus amigas, tartamuda y delicada. Extrañaba su voz, y sus errores, sus dulces. Extrañaba todo de ella.
Y entonces la vio nuevamente.
Subida en el barco y en la habitación del pirata Couffaine.
¿Sabes cuando has amado de verdad?
Adrien sintió que un rayo lo partía en dos, como si un trueno retumbara en la tierra. Al igual que el primer día en el que la conoció. Amistad o amor. Habían sido los dos. Y ahora ella estaba, eminentemente perdida. - ¡Cuánto te he querido, cariño!¡Cuánto te necesito ahora, amor! - se susurraba en las noches, como un mantra...Su suerte estaba echada. Cuando lanzó una moneda no le había salido ni cara ni cruz, sino que le salió el rostro de ella.
Marinette Dupain-Cheng.
o
Marinette Agreste.
Pero no podía alejarse, ni podía acercarse. Marginado en el corazón de Marinette, Adrien asumió su puesto como amigo inmortal. Y esperó. Esperó su turno en la banca a las orillas del campo de fútbol, ansioso por ser convocado. Se convenció que quizá éste no era el momento, pero que llegaría tarde o temprano. Tenía que hacerlo. Era el destino. Y cuando la tuviera, cuando ella fuera libre, él estaría ahí, la abrazaría, le daría un beso y le prometería todo en el mundo. Besos, abrazos, un helado con André el heladero, una tarde en su balcón comiendo pizza, una cena con sus padres. Y se casarían, de seguro que sí, y tendrían niños, y una casa, y un hámster. O un gato. Negro, tal vez, porque a él le gustaban los gatos negros y también, le gustaba Marinette.
No, no le gustaba.
Él la amaba.
La amaría para siempre.
El tiempo pasó, y un buen día, su primo, el gruñón apareció.
La primera vez que Adrien los vio salir juntos rumbo a la biblioteca, no pensó nada.
Nada raro.
Le divirtió, de hecho.
Félix pasaría un rato bastante agobiante al lado de Marinette. Tal vez no soportaría ni sus tartamudeos ni su charla amena sobre moda. Pero le había comentado a Kagami que Félix estaría en París una buena temporada y que, por esa razón, podía agenciarles una salida juntos. Porque algo había ahí. Cada vez que ambos se encontraban, su primo y Tsurugi, saltaban chispas, como si dos ruedas de tren colisionaran entre sí. Eran tan similares. Por eso, Adrien pensó que buscarle una amiga a su solitario primo no estaría mal. A Kagami le pareció una aventura, una misión. A Félix le dio igual.
Y sin embargo, esos paseos a la biblioteca se hicieron frecuentes y constantes, a una misma hora, con una misma duración. Y luego estaba el almuerzo, Marinette recibió un batacazo el primer día en el que le ofreció macarons y ¡tachán! Su primo, el borde, le rechazó la oferta. ¿Cómo podría aceptarla si es que era celíaco? Ah, pero Marinette no lo sabía entonces. Y cuando lo supo, oh, cuando lo supo. Adrien vio desfilar, los bocadillos más estrambóticos pero deliciosos que hubiese conocido. O gourmets. Marinette le traía daditos de queso tierno, con tomate en miniatura, todo ensartado en una brocheta. Los untaba con alguna salsa. O traía pollo frito para remojarlo en miel. Maldito Felix, maldita dieta. Félix siempre despreciaba cada plan o salida que Adrien se inventaba, pero en cambio a Marinette le aceptaba, absolutamente mudo, cada cosa extraña que le envolvía en papel de aluminio o en un taper de Hello Kitty. Adrien creyó ver, incluso un día, jamón y melón revueltos en un pequeño envase de cartón. ¡No podía ser!. Un poco disgustado, observó enojado el mísero macaron de mango que Marinette le había dado ese día. El mismo de siempre. Delicioso. E idéntico a todos los demás.
¿Por qué a Félix le traía algo distinto y novedoso todos los días?
Era celiaco, sí, pero traerle una manzana hubiese sido lo equivalente al puñetero macaron.
No una merienda entera, con quizá horas de dedicación.
Un leve sonrojo inundó el rostro aporcelanado de Marinette, justo cuando Félix se chupaba los dedos luego de zamparse sin respirar, todo un táper lleno de trocitos de queso y pimientos. Ella aplaudió y movió los piecitos, victoriosa, para luego recoger el envase.
Adrien frunció el ceño y se prometió, que averiguaría sin falta, esas extrañas actitudes de Marinette.
Así que fue al lugar donde nadie nunca los había visto interactuar.
- La biblioteca.-
Se sentó en la mesa más lejos de la puerta, justo detrás de su primo, fuera de su alcance visual. Lo vio garabatear, absorto no en el libro, sino en el mismo cuaderno; de repente, Félix suspiró y apoyó la cabeza sobre el cuaderno, cansado. Y en ese instante, entró Marinette, arreglándose el cabello a la carrera. Se posicionó en silencio, detrás de su primo, cual ninja, y lo asustó al hablarle casi al oído.
No escuchó la conversación, pero sí vio los gestos.
Apenas Marinette se distrajo, Félix destruyó el papel arrancándolo del cuaderno y lanzándolo a la papelera. Como si quisiera ocultárselo a ella. Muy raro.
Adrien hizo clic.
Eureka, eureka.
Algo había ahí. Asi que esperó a que ambos salieran (tomados de la mano) para él acercarse al botín. Y vaya si fue todo un descubrimiento lo que obtuvo. Metió la mano en la papelera, cogió la bolita de papel, la estiró, la puso recta y leyó. Sus ojos se abrieron desorbitados, su corazón se detuvo en ese momento. Respiró varias veces antes de darse cuenta que tenía que esconder la evidencia. Destruirla. Y en cambio, no pudo sino atesorarla en su cartera, doblándola y releyéndola miles de veces después, para encontrarle el mismo significado desde la primera vez que la leyó:
Su primo quería a su Marinette.
A Marinette Agreste.
Imposible, inaudito.
Adrien aguzó la mirada y observándolos alejarse por el pasillo, determinó cuál sería su nuevo objetivo en la vida.
Ya no debía esperar.
Debía hacerlo.
Hacerlo ya.
- Marinette Agreste nee Dupain-Cheng.-
Y usaría todo lo que estuviera a su alcance para ello. Organizó salidas a cine, a los parques los fines de semana. No siempre Marinette podía, pero él, lo intentaba. Para su fortuna, ya Kagami Tsurugi había avanzado en su relación con Félix. Después, unas semanas después, fue el gluten su mejor aliado. El gluten, Kagami, la adrenalina y el hospital. Marinette se desvivía por verlo. Cada regalo que ella le hizo, para Adrien era sólo la confirmación de su hallazgo. Y tuvo miedo. Miedo de perderla, de que no se hicieran realidad su futuro añorado.
¿Adónde iría esa casa, esos niños, ese hámster y ese gato? ¿Adónde van los sueños cuando no se hacen realidad? ¿Y el amor? ¿Qué haría con el suyo? …..oh…Él no quería averiguarlo.
- Marinette – dijo una tarde de aquellas, casi con el invierno encima. – Alya va a celebrar su cumpleaños ¿lo sabes, no? ¿Quisieras ir conmigo? ¿Qué dices? –
Y ella, lo pensó muy poco antes de decirle que sí.
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El primer beso que le quiso dar por la tarde, Marinette lo esquivó con maestría. Giró imperceptiblemente el rostro y los labios de Adrien Agreste rozaron la comisura de su boca, errando. Ella se aclaró la garganta, dispuesta a empezar con sus alegatos. Valiente, audaz. Se llenó de valor. Y de amor.
Adrien, con una rapidez impropia, le sujetó el mentón y la redirigió hacia sus labios, logrando de esta manera acallar las palabras de ella, robándole un beso seco y corto.
Abrumada por su acción, Marinette se puso de pie y se acomodó la sudadera con mangas largas que llevaba. Metió las manos en los bolsillos de sus vaqueros, para por fin, después de un rato, suspirar sin mirar a su novio.
¿Es así cómo muere el amor? , se preguntó Adrien Agreste en ese instante. Saberla lejana, aunque estuviera a su lado. Insípida aunque hubiese probado sus labios.
No era tonto. No tanto. Intuía que Marinette no sentía lo mismo que él. Aunque él hubiese hecho todo lo que quería con ella. A pesar de darle todo su esfuerzo, y su cariño.
A pesar que lo diste todo, no puedes obligar a que te amen. Así no funciona el amor. No siempre hay una correcta distribución, no es cincuenta-cincuenta. Es recíproco sí. Pero no en igual medida. Un equilibrio frágil, una lucha perenne entre dos personas, con sus defectos y sus virtudes, pero con un sólo objetivo: ser uno. Compartir el tiempo, y el corazón, y la vida misma, uno al lado de otro.
Y ahí, sentado en el parque al lado de la casa de Marinette ésa tarde de primavera, Adrien Agreste se convenció nuevamente, que Marinette estaba en otra escala musical, en otra dimensión. Entendió que ella ni aceptaba lo que él le daba, ni ella daría lo que se esperaba. Se querían, pero no lo suficiente. Se cuidaban, pero no absolutamente.
- Nuestro tiempo ha pasado. - murmuró ella, sin mirarlo, todavía de espaldas. - Ya todo se ha ido. - dijo un poco más fuerte.
Adrien Agreste suspiró fuertemente y se apoyó cansadamente contra el respaldo del banco, miró hacia el cielo. Era tan azul. Tan pacífico. Tan cálido.
- Cuando mi padre decide no hablarme, Marinette, o cuando me aleja más de él, yo siempre, pienso en tí. - Marinette se abrazó a si misma y volteó a verle, todavía a unos metros lejos de él. - Pienso en cómo responderías tu. Algunas veces, cuando veo algo hermoso, un sitio, un coche, un momento, me lo imagino a tu lado, viviéndolo juntos... Sueño, y cuando sueño, sueño contigo, con nuestro futuro, con lo que seremos...¡estamos hechos el uno para el otro!...somos amigos, yo te entiendo, te comprendo, te quiero, así como eres, tal cual, con tus defectos y tus virtudes! ...-
Adrien continuó mirando al cielo, en tanto que su mente se llenaba de recuerdos a su lado. De sus coletas juveniles, de sus tropiezos inexistentes, de su amor envuelto en cajas rellenas de macarons. ¿Por qué había perdido el tiempo? ¿Por qué no se dio cuenta antes?
- ...¡y te quiero!...- de improviso, Adrien se incorporó y se puso de pie, caminó a zancadas hasta llegar donde ella estaba, la cogió de las brazos y la miró fijamente. - ...¡Te quiero!...Tarde, tal vez, pero te quiero. No, quizá te amo. Te amo profundamente. ¿Por qué no puedes verlo? ¿o sentirlo? -
Furioso, enarbolando desesperación, Adrien apretó algo fuerte los brazos de Marinette, pero al siguiente instante, se calmó y soltó el agarre, pero no se alejó de ella. No podía hacerlo. No aun.
- Me estás rompiendo el corazón, Marinette, otra vez...y ¿sabes que es lo peor de todo?...que no sé porqué, que no sé por qué me haces esto. ¿Acaso no te he escuchado, o acaso te he mentido, te he hecho daño?. -
Marinette dejó que una lágrima cobarde cayera por sus mejillas. No, no era justo dejarlo. Pero tampoco podía obligarse a quererlo. Hubo un tiempo, en el que ella lo había querido. Y ahora, todo era tiempo pasado. Como si el tren los hubiera dejado. Como si hubiesen llegado tarde a un reparto y no les quedase nada para ellos. Una fruta demasiado madura caída del árbol. Un yogurt caduco en la nevera.
- Hace unos años, Adrien. - susurró Marinette, sin tener mucha voz en su garganta. Como si se atragantara con las palabras. - ... te amaba intensamente. Y...soñé también con eso, con un futuro, con una relación entre nosotros. Hubiese sido tan bueno... nos hubiésemos amado con locura, y en cambio, por lo que fuera, nuestros sentimientos no coincidieron ni en tiempo ni espacio. Lo que tenemos ahora, ¿no lo sientes forzado? No lo sé... Es como...tratar de cargar un teléfono con un cable que no sea el compatible...- Marinette detuvo sus palabras, lo miró a los ojos, y le sostuvo la mirada.
- No te amo, Adrien, no como solía hacerlo. -
Jugueteó un poco con sus dedos, frunció los labios.
- Te quiero...como un amigo...pero...-
Adrien Agreste recordaría ese día una eternidad. Recordaría el cielo azul, precioso y magnífico. Recordaría la tristeza que albergaba por dentro. Y recordaría, siempre al borde de las lágrimas, todas y cada una de sus palabras. Marinette no lo sabía entonces, pero Adrien lo supo después. Nunca más un corazón roto, vuelve a latir al ritmo de antes, nunca más amarás como amaste aquella vez. Adrien nunca más amaría a alguien, como la amó a ella.
- No...no...digas más...- Adrien le detuvo con una voz firme y seria. - No me merezco esto...¿por qué? ¿por qué ahora?...-
El sonido de una notificación entrante en el teléfono de ella interrumpió ese oscuro momento. Marinette no contestó el teléfono, sino que lo observaba a él, como si a ella también le doliese dejarlo. Adrien también la miraba, confundido por el trato que recibía. ¿Odio o cariño? La odiaba por eso, y a la vez, la amaba.
Otra vez, otra notificación entrante.
Ella siguió sin responder.
Unos segundos después, todavía en silencio y enfrentados mutuamente, en una muda despedida, el bendito teléfono volvió a sonar.
La mañana del 22 de octubre del año 79 a.C. el monte Vesubio hizo erupción. Arrasó con toda una ciudad, Pompeya, en horas, asesinando y destruyendo todo a su paso. El Vesubio no sería nada en comparación al desamor que tendría Adrien Agreste, días o semanas más tarde.
Pero el amor, como ya sabía Adrien, el amor es como la lava de un volcán. Ígneo, caliente y arrollador. Intenso. Crea un nuevo paisaje desolando todo lo que hubo antes. Y de esa ruina, con el tiempo, nace todo lo bueno, la tierra es fértil y fecunda, y es como ver nacer un paraíso. Sí, así era el amor. Marinette y Félix ya sabían de ello. Luka Couffaine también. Kagami Tsurugi lo recordaba cada vez que ataba su obi sobre su kimono. Y Adrien Agreste lo rememoraría cada vez que observara el cielo azul en primavera en París.
París era una ciudad hermosa.
El río, sus calles, su historia.
Los museos.
Claro que sí, París era una ciudad hermosísima.
- Contesta el teléfono, Marinette...es él, ¿verdad?. - murmuró Adrien, cogiendo sus cosas y dispuesto a marcharse, a huir de su apocalipsis personal.
Marinette volvió a abrazarse a sí misma. Tragó saliva y lentamente, asintió.
Adrien Agreste recogió su bolso, hizo una mueca de desagrado y decepción y junto con su corazón roto y despreciado, emprendió el camino de vuelta a casa.
Era un día de primavera.
El sol brillaba.
Su amor, agonizaba, e indefectiblemente, moría.
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NOTAS DE AUTORA:
-El audio que le manda Félix es un poema de Teophile Gautier, "Altisimo deseo" traducción por Carlos Pujol. Lamento hablar tanto de Juego de Tronos, supongo que son spoilers, pero Juego de Tronos es un poco como cultura general, no? NO?...bueno igual spoilers...-
-Bueno, inserte meme del ataud, porque voy matando ships a mano armada...buajajjajajaja.,..ñacañaca. -
- ATENCION, todo lo que está escrito en cursiva, es lo que ha vivido Adrien desde los catorce años hasta la fecha, cómo se da cuenta que la quiere, el porqué espera, lo que sucede en la biblioteca y el papelito, y el cómo...literalmente...Félix se le adelanta. (sic), probablemente el adrinette ya estaba muerto, nomás no le han avisado. -
Muchísimas gracias por leer.
Gracias a vuestros comentarios : Mrs Fitzberry, apoyo moral importantísimo. a Only D, gracias por tus palabras, te quiero mucho, me encanta tu fic policíaco y psicológico. A paolacelestial, gracias, me has hecho muy feliz y gracias por la comprensión. A gran Manu, por sus saludos y por su presencia, quizá este fic no sea muy de tu agrado por lo que le hago a Luka y Kagami pero es lo que debo hacer ahora. Gracias también por tus noticias en el fandom, muchsa gracias por tenerme al día. No puedo ir más rápido, Manu, pero gracias por dedicarme unas palabras. A Ryuuzaky, por tu mensaje y por acompañarme en las historias, gracias enormes.
A todos los que me escriben por Ig o Twitter, muchisimas gracias. Lamento decepcionar porque quizá la historia no les gusta tanto, pero prometo algo de felinette, en los sgtes caps y será como la primavera, estallará de todos los colores y en cada esquina...creo que voy a subir de clasificación esta historia, no sé. Ya veré.
Gracias por persistir.
Un fuerte abrazo.
Lordthunder.
PD. SOUNDTRACK: " i don`t love you" de My Chemical Romance. "Happier" de Olivia Rodrigo.
