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FELINETTENOVEMBER


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DIA 18:

Fairytale

o Cuento de hadas o la vida después del amor.


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Notas:

Letras en cursiva y entre comillas, nos referimos a lo que escucha o lee.

Letras sólo en cursiva, pensamientos, introspección.

Atención: Lime, lemon.

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Flotando.

Como si no pesara.

Ese lunes por la mañana, Marinette se despertó sin haber necesitado su alarma del teléfono. Abrió los ojos, lanzó un suspiro, estiró sus brazos y de un pequeño impulso, se puso de pie, volvió a estirarse y dando saltitos de felicidad, bajó por la escalerilla para arreglarse e ir al Instituto.

Todo ese fin de semana había sido de ensueño.

Había tenido de todo: lágrimas, besos, risas, miedo, y horas y horas de sexo apasionado en su cama y en el Hotel, entre sus brazos. Suspiró, mientras sonreía tontamente. La alarma de su teléfono por fin sonó y eso la hizo acordarse de sus estudios.

Revisó el teléfono y comprobó que Félix le había mandado un enlace a un vídeo de Youtube.

Ella simplemente dio clic y la música empezó a sonar.

I thought love was only true in fairy tales

Meant for someone else but not for me

Love was out to get me

That's the way it seemed

Disappointment haunted all of my dreams

Marinette empezó a reír, plenamente consciente que él también había despertado pensando en ella.

La noche previa, por cierto, se habían despedido hablando largos minutos por videoconferencia. Si bien salieron por la tarde, justo antes de dormirse Félix le pidió verla de nuevo. Ella aceptó y durante un rato, vio , a través de la pantalla del ordenador, a Félix tocándole el violín en pijama. Y luego de eso, Marinette durmió pensando en él. Y ahora despertaba, también pensando en él. Oía la música y los latidos de su corazón. Leía su mensaje y reía, sin parar.

Aún riendo, Marinette dejó el teléfono y revisó su mochila, en tanto la música seguía sonando.

Encontró su agenda y dentro de su agenda, sacó un boceto que había hecho de aquel estúpido inglés devoto del parkour que ahora era su novio.

Then I saw her face, now I'm a believer

Not a trace of doubt in my mind

I'm in love

I'm a believer, I couldn't leave her if I tried

Sostuvo su retrato entre sus dos manos y dio una vuelta sobre si misma. Luego, suspirando nuevamente, apretó el boceto contra su pecho. El amor no es como un billete del tren, no tiene fecha ni hora, ni lugar de partida, ni de destino, pero cuando te encuentra es como si un ferrocarril te arrollase, te lanza por los aires, y desciendes lentamente, con los brazos abiertos y la mente en blanco.

I thought love was more or less a giving thing

Seems the more I gave the less I got

What's the use in tryin'

All you get is pain?

When I needed sunshine, I got rain

Tarareó la canción, mientras bailaba al ritmo. Meneaba la cabeza, poniéndose el sujetador y la camiseta. Se vio al espejo. Se quitó la camiseta y se puso una blusa sin mangas de color amarillo. Encontró unas braguitas oscuras con encaje negro. Torció los labios, sabiendo cuánto le gustaba a Félix quitárselas. Buscó una faldita con volantes de color blanco, se puso crema humectante en sus finas piernas.

- I'm in love, ummm - cantaba muy bajito.

Encontró unos mocasines muy cómodos, color negro y se calzó con rapidez.

- I'm a believer - murmuró . - I'm a believer, I couldn't leave him if I tried -

Cogió su maquillaje para ponérselo después, se colgó la mochila al hombro y bajó por la trampilla rumbo a la cocina, para desayunar y asearse.

Minutos más tarde, todavía canturreando la canción, Marinette Dupain-Cheng, de todavía diecisiete años, salió saltando en un pie de la panadería regentaba por sus padres. Saludaba a todos, alegremente. Le dio un beso a su papá en la mejilla, le dijo que el bigote le sentaba bien. Abrazó a su madre y mientras lo hacía, exhaló largamente. Su madre le arregló el flequillo, y le dijo que se veía hermosa.

- ¿Lo crees? - preguntó indecisa, Marinette.

- Estás preciosa. - le respondió Sabine.

Sabine Cheng la vio arrolladoramente guapa y feliz.

Tom Dupain la vio muy cantarina como un pajarillo con hambre.

Marinette se despidió de ellos. El cielo era azul, había muy pocas nubes, y de seguro, en todo el mundo, no había nadie más contento que ella.

O tal vez, no.

Tal vez, también él estaba contento.

Por su parte, Felix Graham de Vanily, ya había despertado en el Grand Hotel de Paris y había bajado a la cafetería a desayunar su típico café con leche, con huevos revueltos y jamón. Había mandado a Marinette el vídeo de la canción que resonaba en su cabeza sin cesar durante todo el fin de semana. Él también suspiró, bajando su café y aunque no quiso, se quedó mirando fijamente un punto muerto, recordando todo lo que había hecho con ella.

Volvió a suspirar.

De repente, un recordatorio en su teléfono apareció y aunque no quiso, él se vio obligado a ver qué demonios era eso.

Abrió los ojos, atónito y estupefacto.

- "Semana de exámenes". "Primer día: Matemáticas - Primer curso". "Hora 8:30-10:30". -

¿Examen de qué?

¡Claro! ¡Si es que ya terminaban el curso!

De un sorbo, terminó el café. De un movimiento fluido, se embuchó los huevos y el jamón. Bebió el vaso de agua que tenía enfrente, para tratar de tragar más rápido. Se puso de pie casi tumbando la mesa y cogiendo su bolso, rebuscó su libro, sus apuntes y empezó a caminar a paso ligero, leyendo a la vez que salía del Hotel.

Sólo tenía unos minutos.

Repasar, echar un vistazo.

Integrales, ecuaciones, gráficos de coordenadas.

Mendeleiev.

Marinette.

- ¡Marinette! - gritó, recordando que a ella también le tocaba dar el examen.

Miró su reloj.

No había tiempo de nada.

¿Ella podría hacerlo? ¿Aprobar sin estudiar? Porque estaba convencido que ella tampoco había estudiado. No habían tenido tiempo para eso. Sabía que Marinette tenía muy buenas notas y aprendía todo fácilmente. De hecho, personalmente, él estaba convencido que ella desperdiciaba su inteligencia innata estudiando diseño de modas. La veía más como ingeniera o arquitecta. Pero a ella le apasionaba diseñar o crear, así que él se guardó sus opiniones en el bolsillo, respetando sus gustos.

Un bocinazo de un coche lo despertó de sus cavilaciones.

Él se había detenido en un paso de peatones, pensando en su novia y en su inteligencia y en su futuro y en su...

- ¡El examen! -

Continuó caminando, preocupado. Leía a la velocidad de la luz. Tropezó varias veces con algunas personas. Un gato negro atravesó su camino, pero se hizo a un lado al ver que el humano lo iba a pasar de frente. Dio vuelta en una esquina, mientras pasaba las hojas del libro. Luego se detuvo, para cambiar el libro por su cuaderno de apuntes. Siguió caminando.

Esta vez, llegó a un cruce con semáforo. La presencia de personas esperando el cambio le alertó de que debía tener cuidado.

Se puso en verde. Cruzó.

Cinco minutos después, llegó inevitablemente al primer escalón de la entrada principal del Instituto Dupont.

Resopló.

Miró nuevamente el reloj.

Llegaba temprano. Había algunos alumnos sentados en las escaleras, también repasando sus apuntes. No reconoció a nadie de su clase. ¿Marinette estaría adentro? ¿Ya habría llegado?

Sus preguntas tuvieron respuesta, cuando la vio a lo lejos, saliendo de su panadería, dando saltitos y balanceando la cabeza.

Suspiró.

Suspirar ya parecía un tic nervioso, algo incontrolable.

Era tan hermosa, tan preciosa, tan angelical.

Bajó sus apuntes, inhaló profundamente. Quería gritar su nombre, salir corriendo a su encuentro.

Era su novia.

Después de tanto, por fin era suya.

Intentó dar un paso en su dirección. Quizá debía empezar a correr, cogerle la mochila y darle un beso en la boca, pasar un brazo sobre sus hombros. O cogerle sencillamente de la mano. Nunca había andado así con nadie. Ni en Londres. Ni en Tokio. Ni en París.

Y ahora, era lo que más deseaba.

Entonces, Marinette se detuvo al percatarse que él estaba ahí, a lo lejos.

La vio abrir los ojos, plenamente. La vio sonreír aún más. Él le contestó la sonrisa. Y así en la distancia, ambos se dijeron en silencio cuánto se querían.

Su contacto visual se cortó cuando Adrien Agreste bajó de su coche y fue directo a saludarla. Interceptándola. Fue él quien intentó coger su mochila y llevarla del brazo, para llegar al Instituto. Marinette se sorprendió de su presencia en el primer instante, pero respondió con rapidez aferrándose a los tirantes de la mochila y desviándose hacia un lado, para que él no tuviera éxito en su empresa.

Adrien la saludó con dos besos, al ver que no podía ayudarle.

Insistió en acompañarla, a pesar del pequeño desplante, y caminó junto a ella hasta el Instituto.

Apenas Félix vio a su primo, desvió su mirada hacia la puerta principal. Alya Cesaire y Nino Lahiffe salían de dentro, al parecer ambos habían llegado mucho más temprano que nadie. Los vio buscar a su Marinette y cuando la encontraron visualmente, acompañada por Adrien, les saludaron con efusividad. Parecían felices y complacidos.

¿Complacidos de qué?, pensó Félix, torciendo un poco el ceño. ¿De que Adrien camine con Marinette?.

Tal vez era eso.

Una ligera molestia apareció en su estómago.

Inherentemente, él pensó que tal vez había ingerido algo con gluten. Pero no, no era eso. Volvió a mirar, de soslayo, a su novia y a su primo. Otra molestia en el vientre. ¿Por qué no podía ir con ella? ¿Qué le impedía?. Tenía deseos de ir a por ella y alejarla de todos, y quedársela para sí. - Oh - se dijo a sí mismo. - Oh no. - Sí. Era eso. Eran celos.

Pero ella era su novia.

¿No?

- ¿Has estudiado para el examen de matemáticas? Para el examen de final de curso. - escuchó que Adrien le preguntaba a Marinette justo cuando iban a encontrarse con sus amigos. Marinette había intentado acercarse a Félix, pero Adrien hábilmente la conducía hacia Alya y Nino, evitando que Félix se les acercase.

Marinette, al escuchar la pregunta, se quedó con la boca abierta, deteniendo sus pasos. Sus ojos azules se ensancharon, y su mandíbula quedó descolgada.

Adrien había dicho la pregunta muy amablemente, pero no esperó la reacción de ella.

- ¡No has estudiado! - Él aseveró, compungido.

Marinette meneó la cabeza. Ni un poquito. Ni un renglón, ni una hoja del libro. Despacio, ella parpadeó, despertando de su sorpresa. Adrien empezó a hablar dándole ánimos, Alya y Nino se acercaron y la rodearon, atacándola con preguntas, en tanto movían los brazos, preocupados.

Félix observaba todo, como si sucediera en cámara lenta.

Se quedó anclado en su sitio, sin saber qué hacer.

¿Interrumpir a ese grupito de amigos? ¿Hacerse paso entre ellos? ¿Cogerla de la mano y llevársela a un lado para preguntarle cómo había dormido y qué pensaba hacer ahora?

Sintió que le habían arrancado a Marinette. Que se la arrebataban de las manos. Un poco furioso, bajó su cuaderno y se acercó a ellos.

Seguían hablando todos sin ton ni son, acerca de Mendeleiev, del examen, que Alya Cesaire había intentado ponerse en contacto con Marinette para hacérselo recordar, pero que no había manera, ella no le había cogido el teléfono. Félix vio a su novia, acongojaba, todavía en shock. Rodeó al grupito, hasta alcanzar a su novia. Nadie se había dado cuenta que él se había acercado. En cámara lenta, él estiró un brazo y la cogió del codo. Ella volteó a verlo, sorprendida.

Todo sucedió despacio.

Ella suavizó su angustia cuando entendió que era él quien estaba ahí.

Sonrió, en medio del desconcierto, Marinette sonrió.

- Félix. - ella murmuró casi en silencio.

Todos callaron, entonces.

Adrien giró algo sorprendido, para luego mirarlo serio y triste, parecía incómodo por su presencia.

- Hey. - le dijo Agreste. - No sabía que ya habías llegado. -

- Buenos días, Adrien. - contestó Félix, sin dejar de mirar a Marinette, ni de soltarla del codo.

- Sí, bueno, no tenemos tiempo que perder, debemos ir al salón y repasar lo poco que podamos. - De un movimiento rápido, Adrien cogió a Marinette de la cintura y la dirigió hacia dentro del Instituto, separándola de Félix. Marinette boqueó intentando hablar, pero no pudo decir nada. Félix también abrió la boca, ligeramente, por la sorpresa de esa acción. Decidió seguirla, perseguirla. Reclamarle a su primo. Iba detrás de ambos, pero los amigos de Marinette, se colocaron detrás de ellos, hablando en voz alta y con gestos apoteósicos. Le bloqueaban el paso. Félix frunció el ceño. Impotente. Además, para ampliar la distancia, se le unieron a esa peculiar procesión el resto de gente que conocía de la clase. Rose y Juleka Couffaine. Mylene y su gigantesco novio, Ivan.

Félix no podía creer lo que le estaba pasando.

¿Acaso se la habían quitado?

No podía creerlo.

Detuvo su andar, al ver que era imposible acercarse a ella.

- Félix. - le dijo una voz muy dulce cerca suyo. Él se sorprendió de eso y volteó a ver quién era. - Feliz cumpleaños, te lo dije en tu fiesta pero te lo vuelvo a decir hoy. -

Zoe Bourgeois había recogido su mechón rosa con una horquilla en su pelo. Usaba sus habituales vaqueros y sus zapatillas pintarrajeadas con rotulador, pero traía puesto una camiseta corta escotada y sin mangas, que dejaba ver su ombligo, desde donde colgaba un piercing de plata. Olía a coco y fresa. Tenía los labios brillantes y los ojos delineados.

- Zoe. - susurró traspuesto por su súbita presencia, no la había visto llegar. - Gracias por tus saludos y...buenos días. -

Zoe sonrió en respuesta y paseó su vista sobre su cuaderno de apuntes, que aún llevaba en la mano.

- Oh, sí, el examen de matemáticas. - Zoe bufó y cruzó sus brazos por delante sobre su pecho, apretó los labios. El canalillo del escote se le acentuó y Félix vio cómo la camiseta se le ajustaba más al cuerpo. - Es un caso perdido. Me conformo con aprobar. -

Félix asintió, parcialmente distraído del desplante que los amigos de Marinette le habían hecho, y de lo mucho que el piercing le llamaba la atención.

Resopló, abandonado a su suerte. Empezó a caminar de nuevo, hacia el salón. Zoe siguió parloteando, acerca de la estupenda fiesta que había celebrado. De los detalles después de que él se fuera con Kagami, de cómo vaciaron todas las botellas del bar y de cómo casi incendian las cortinas del Hotel.

- Por suerte, ni tu madre ni tú estaban ahí. - le contaba, risueña.

Félix intentó imaginarse la escena. Rio. Definitivamente estaba rodeado de idiotas. Pero al menos, habían estado ahí, celebrando su insulso decimoctavo cumpleaños.

- Menuda fiesta. - redondeó Zoe.

Sumamente confiada en sí misma, Zoe se colgó de un brazo de Félix, metros antes de entrar al salón. Félix desvió su mirada hacia las manos de Zoe, sin entender por qué ella se estaba comportando de esa manera. Iba pensando en qué decirle, cuando cruzaron el umbral del salón.

Zoe reía, mordiéndose los labios.

Félix todavía estaba confundido.

- Hola Marinette. - dijo Zoe, sin detenerse ni soltarse.

Tiró de Félix, hacia su escritorio y lo soltó sólo cuando llegó.

- Suerte. - le susurró Zoe Bourgeois, haciendo bailotear sus pestañas, parpadeando rápidamente. - Aunque sé que no la necesitas, eres el chico más listo que conozco. -

Marinette vio la escenita desde lejos, con la boca abierta. Alya le decía algo, pero ya no escuchaba. Nino sólo estaba despatarrado en su silla. Adrien leía con rapidez y pasaba las hojas velozmente. Pero ella lo siguió con la mirada, contempló cómo Félix, esa bestia salvaje que le había mordisqueado los muslos y lamido su interior los días previos, le respondió sonriéndole en silencio.

La entrada de Mendeleiev a la clase, paralizó todos sus pensamientos. Ya habría tiempo de hablar, pero ahora, debía intentar dar lo mejor de sí.

Durante las siguientes dos horas, toda la clase del Primer año de Bachillerato del Instituto Dupont estuvo en silencio. Chloe veía a Sabrina de reojo, intentando que le pasara las respuestas. Sabrina lloraba callada, al ver que no podía contestar todas las preguntas. Juleka Couffaine estaba concentradísima en su prueba, aunque eso Félix no lo podía comprobar porque sólo se veía como respiraba ahogada media oculta por su cabellera. Rose Lavillant movía los pies y se tironeaba del pelo. Adrien, su primo, escribía desesperado sobre el papel, se rascaba la cabeza y seguía escribiendo. Nino Lahiffe estaba tumbado sobre el escritorio, vencido, quizá lloraba o quizá se había quedado dormido. Alya, aprovechaba cada tanto para menearlo y obligarlo a hacer el examen. Y Marinette...

De ella sólo veía cómo su bolígrafo se movía, ininterrumpidamente sobre el cuadernillo de respuestas. No miraba hacia ningún lado. No se detenía.

Félix cerró los ojos, respiró profundamente, cogió su lápiz y bajó la mirada, dispuesto a concentrarse de verdad en el bendito examen final.

Y pensar que esa mañana él se había despertado alegre y despreocupado.

Las dos horas, pasaron rapidísimo. Entregaron todos sus respuestas y salieron, en desorden, al patio. Félix iba a alejarse de ellos, cuando escuchó silbidos y llamadas de atención.

- ¡A ver, Max!. - gritó Kim LeChien, por sobre todas las voces de ahí. - ¡Las respuestas, de una vez!. -

Max se ajustó las gafas. Resopló y meneó la cabeza, negando.

- La mitad del examen estuvo sencilla. La otra mitad, no. -

Félix asintió internamente. Eso era cierto. Pero era una buena noticia. Eso significaba que Mendeleiev buscaba aprobar al grupo. Al menos, todos tenían asegurado un cinco.

- Bla, bla, bla. - gruñó Alix Kubdiel. - Las respuestas, ya, Gafitas. -

Durante los siguientes segundos, Félix escuchó cómo el chico de anteojos de pasta y cabello ensortijado, clamaba una y una las soluciones al examen. Le pareció peculiar. Eso no se hacía en Inglaterra. Sin embargo, le pareció divertido. Escuchó durantes largos minutos, cómo sus compañeros aplaudían felices si acertaban, y gritaban, lamentándose, cada vez que fallaban. La gente rumiaba entre un "ufff" de felicidad a un "nooo" de desesperación. Se cogían las cabezas o se abrazaban de júbilo. Buscó con la mirada a Marinette, pero no la encontró ahí, en el grupo.

Se alejó entonces, de todos, y empezó a caminar tratando de encontrarla.

La halló apoyada en una pared, cerca a la entrada a los aseos.

- Cielo. - le dijo Félix, contento de haberla hallado. De repente, el día había mejorado. - Cielo, ¿qué tal... -

- No me hables. - graznó Marinette, compungida. - No quiero escucharte. -

Le costó solo medio segundo en comprender que estaba molesta. Enfadada. ¿Por el examen? ¿Porque no habían podido hablar en toda la mañana? ¿O porque...?

- ¡Félix! - gritó alguien a varios metros. - ¡Según Max, tengo un 5.1! -

Marinette volteó a ver quién era la que gritaba tan alegre por una calificación tan baja. Recordó lo que pensaba de ella, lo que había hecho en la mañana, y no pudo aguantarse ni un poco más.

- ¡Felicidades Zoe! - gritó ahuecando la voz con sus manos. - ¡Sigue así y el año que viene tal vez te puedas graduar! -

Marinette le había gritado con odio e ira en su voz, ante su comentario risueño. Zoe Bourgeois se quedó de piedra y la alegría se borró de su rostro. Miró a Félix, luego a la furiosa Marinette. Otra vez a Félix, de nuevo a Marinette. Félix...Marinette. Hizo un puchero, luego otro. Se dio media vuelta y se alejó corriendo de ahí. Avergonzada. Por un momento, Félix también deseó salir corriendo. Realmente, su angelical Marinette estaba hecha un basilisco. Comprendió la urgencia que tenían, debían hablar de inmediato, antes de que alguien más saliera lastimado. Marinette estaba desbocada y era probable que si alguien más apareciera por ahí, quizá perdería la cordura y terminara matando o gritando aún más.

Vio la puerta del aseo femenino, y no lo pensó , sino que de inmediato, cogió a su novia del brazo y la dirigió adentro. Abrió la puerta abruptamente y escuchó un gritito ahogado.

- Haprele - dijo Félix, con una voz potente, aunque seria y grave. - Retírate ahora. -

Mylene paseó su mirada entre ambos tal cual había hecho Zoe unos segundos antes, Félix, Marinette, Marinette, Félix...Mylene tembló, se limpió las lágrimas que había en su rostro. Ella había reprobado el examen, obviamente. Hipó por el llanto, aunque estaba estupefacta. Porque su sorpresa de verlos juntos en el baño de mujeres pudo más que su desgracia de desaprobar matemáticas.

- Pero yo...- musitó Mylene, atónita. - Pero yo tengo ganas de hacer pis y... - Félix no la dejó terminar, sino que la empujó afuera del aseo y cerró la puerta apenas la logró sacar. Cogió una silla vieja que había ahí y apuntaló la cerradura para que nadie más entrase.

Marinette estaba de pie, con la cabeza baja, con la mirada perdida.

- Cielo. - susurró él, acercándose a ella, abrazándola con delicadeza. - ¿Cuánto sacaste tú? .-

A lo largo de los años, Félix cargaría en su corazón con el pecado de saberse un distractor en la vida de su esposa. Se sentía por temporadas así, como responsable, como sintiendo que Marinette había cambiado su vida por él, por culpa de él.

- Cinco. - murmuró, tristemente, Marinette. - Es la nota más baja que me he sacado en mi vida...-

Y rompió a llorar.

Félix la abrazó fuerte, atrayéndola a su pecho. Ahí, en un baño sucio en un Instituto parisino, Marinette se quebró por un instante, y lloró y lloró, desesperada y decepcionada de sí misma. A Félix le pareció que se le fracturaba el corazón. Cada gemido que ella lanzaba, eran como puñales afilados. Un sonido lastimero y grosero. Una tortura. Entendió a Orfeo cuando se le murió Eurídice por segunda vez. A él también le dolía. Le dolía tanto.

- ¿Y tú, Félix? - masculló ella, entre puchero y puchero.

Le afligía demasiado verla llorar. Le lastimaba. ¿Así era el amor? ¿Sufrir por la otra persona? ¡Probablemente sí!. Quería retroceder el tiempo, y cambiar el cómo habían sucedido las cosas. En la mañana, cuando llegó al Instituto, había planeado sentarse al lado de ella, para poder pasarle las respuestas sin que Mendeleiev los viera. Por supuesto que no era la solución, pero había que evitar el suspenso. Tan sólo que, entre ellos dos, se les habían metido tanta gente que no pudieron hablar: Adrien Agreste, Alya y Nino, ¡maldición! y también Zoe Bourgeois lo había interrumpido.

Félix hizo un rictus de dolor que Marinette no vio.

- 9.8. - murmuró él.

Pensó que Marinette se enfadaría más o que lloraría más fuerte. Pero ella levantó la mirada y sonrió, en medio de las lágrimas.

- Oh. - carraspeó y se aclaró la garganta. - ¡Que buena noticia! Al menos tú aprobaste y...-

Félix deshizo el abrazo para sujetarle la cara con ambas manos, y besarla con devoción. Le comió la boca por largos minutos, mientras trataba de limpiarle las lágrimas con sus dedos callosos. La soltó, pero la volvió a abrazar de inmediato. Se volvieron a besar, más lentamente. Después, cuando se separaron un poco, él aprovechó para volver a besarla, pero ahora en la frente.

- Lo siento. - le dijo él con voz ronca y profunda. - Es mi culpa, te he robado tanto tiempo. Y hoy, ni siquiera pude advertirte o ayudarte. Perdóname, en serio, perdóname...-

Ella meneó la cabeza, para luego esconderse en su pecho.

- Tal vez pueda pedir una corrección del examen y le pediré alguna décima a Mendeliev por desarrollar los problemas. -

Félix asintió, acongojado. Quería llorar también. Y eso que él no lloraba. Cuando su padre falleció, sí que lloró, aunque no mucho. Pero con Marinette en sus brazos, y al verla tan triste y derrotada, él deseó gimotear como un bebé y llorar con ella. Acarició su cabello azabache, alisándolo con la palma de la mano.

- ¿Le he gritado a Zoe Bourgeois? - preguntó Marinette, de repente. Félix asintió en silencio. No la juzgaba, pero sí que le sorprendió su ferocidad. - ¿Has echado a Mylene del baño de mujeres? - Félix volvió a asentir.

Todavía con el rostro mojado a consecuencia de sus lágrimas y de sus besos con Félix, Marinette parpadeó varias veces, antes de reírse a carcajadas. Rio por un buen rato, aprisionada entre los brazos de su novio. Él sintió paz al escuchar su risa. Su dulce Marinette había regresado.

- Debemos irnos. - le dijo ella. - Van a querer entrar al baño y ...-

Félix volvió a asentir. Le dijo que él escaparía primero, porque él no podía estar ahí. Lo podrían suspender. Marinette estuvo de acuerdo, así que Félix sacó la silla que trancaba la puerta y se fue, sigiloso, desapareciendo.

Marinette lo vio huir, y deseó que ya fuera de tarde, porque quería tenerlo otra vez en sus brazos. Atrás quedó el examen y el suspenso. Siempre, desde el primer día con él, Marinette comprendería que Félix le brindaba tranquilidad y sosiego, como si con él todo fuera a salir bien. Lo amaba. Y confiaba. Y creía. En él.

Alguien se aclaró la garganta por detrás suyo, mientras ella estaba todavía dentro del baño de mujeres.

- Bien. - dijo Alya Cesaire, saliendo de uno de los cubículos. - Creo que me tienes mucho que contar. -

Marinette se sorprendió, pero estaba dispuesta a contar la verdad sin ningún temor ni represalia.

- ¿Sí, Alya? -

Alya Cesaire cerró la puerta del cubículo donde había estado y se acercó al lavabo, abrió el grifo, se miró al espejo. Dentro suyo, quería decirle muchas cosas, pero la había escuchado llorar y había escuchado cómo la consolaban y con quién lo hacía. Recordó todos los años que era amiga de Marinette, y decidió honrar esa relación, aunque no estuviera de acuerdo. Dejó pasarlo entonces, pero sólo por hoy.

- Cinco. Yo también tengo un cinco y Nino, ni te cuento. Suspenderá sin lugar a dudas. El curso lo llevará en verano. Tendrá que dar otro examen en setiembre. Sus padres lo colgarán de las orejas, claro, siempre y cuando se enteren. - Alya cerró el grifo y giró para ver a su amiga, quien parecía sonrojada por el agobio.

Alya Cesaire la conocía desde hace mucho.

Hace años, la había visto llorar, cuando Adrien Agreste apareció un buen día con Kagami Tsurugi del brazo, para luego besarse a orillas del Sena. Durante un tiempo, Alya se dedicó a envilecer a la japonesa, por solidaridad a Marinette. Si la veía, la saludaba, pero nunca quiso fraternizar con el enemigo. Le sacaba defectos de donde no tenía.

Luego, Marinette se quedó con Luka, su mejor amigo y premio consuelo.

Y vaya si la había consolado. Alya habló largamente con Marinette, aquel verano en el que ella apareció con una caja de preservativos en la mochila. - ¿Estás segura? - le dijo Alya, aquella vez. Marinette asintió. Alya suspiró y entendió que Adrien Agreste era ya una capitulo acabado en la vida de Marinette. ¡Que pena que ellos nunca fueron nada!. Por un instante, su mejor amiga y el aspirante a músico lo pasaron bien, reían, bailaban. Alya estaba satisfecha. Pero el tiempo avanzó y un buen día, Luka Couffaine dejó de verlas, se empezó a alejar y ¡zas! le bajó la guillotina a su querida Marinette. Sin ninguna charla de por medio. Sin explicación. Ni motivo.

Alya no entendió cómo él le podía hacer eso a Marinette.

E increíblemente, Adrien Agreste estuvo muy atento cuando eso sucedió, porque le pidió a Marinette salir como si fuera una cita. Marinette pensó que iban como amigos, pero Alya comprendió que Adrien estaba intentando algo más. Y le dio ánimos. Mejor así. En el fondo su corazón, Alya Cesaire soñaba que Adrien abriera los ojos y se ennoviara con Marinette. Ambos eran tan similares. Ecuánimes y tranquilos. Empáticos. Idénticos. Así soñaba Cesaire, lástima que el primer día de clases había aparecido el agrio idiota rubio, el primo de Adrien, el que sólo podía comer cosas sin gluten.

Y claro, su amiga nunca rechazaba casos sociales.

Así que "adoptó" a Félix.

Se iba a la biblioteca con él. Se obsesionó con su comida. Alya escuchaba de Marinette que lo de Félix era una enfermedad gravísima y peligrosa. Por lo tanto, Marinette agobiadísima, le pidió el número de teléfono y empezó a mandarle notitas en forma de corazón. Se lanzaban bolitas de papel en clase. Marinette perseguía a Félix, saltando detrás suyo en los pasillos, como un corderito yendo por el pastor. Por un instante, Alya pensó que Marinette se había enamorado de Félix. Pero ella lo negó tanto... Incluso después que Félix estuviera en el hospital. Y Kagami Tsurugi, dios, ella iba a la salida de las clases a perseguir a un nuevo rubio. Alya esperaba que no fuera a Adrien. Para suerte de Cesaire y horror de Marinette, Tsurugi fue a por Felix. Después, Félix apareció con Tsurugi en su fiesta. Más tarde sucedió la pelea inolvidable, donde Félix mandó a Kim al hospital. - Épico. - repetía Alya en su cabeza, cada vez que lo recordaba. Ya para eso, Marinette se había besado con Adrien. Nino estaba eufórico. - ¡Sí, por fin están juntos!. - le dijo él. Alya meneó la cabeza, sabiendo todo lo que había pasado en el corazón de Marinette hasta esa fecha. Marinette y Adrien fueron y vinieron, durante todo ese último año. Su relación oscilaba, como una cuchilla balanceándose ante un papel. Volátil y cambiante. Afilada y fría como el metal.

El invierno había sido horrible para su amiga. Lucía apagada, a pesar que iba todos los domingos a la mansión Agreste. Lucía cómo si estuviera perdida. Alya Cesaire, de vez en cuando, giraba la cabeza y pillaba a su amiga, observando el sitio vacío donde había estado Félix.

La primavera en cambio, fue una época preciosa, Marinette contemplaba el teléfono y reía, Alya pensaba que había visto algún vídeo en la red, pero no. Era él. Él era quien le escribía, quien le mandaba fotos o audios. Apenas él había vuelto de Tokio y ella ya estaba mejor. Más contenta, aunque no es que se hablasen mucho. Marinette se sentaba en el escritorio y por momentos, ella volteaba a verlo, pero él miraba su cuaderno. Leía libros. Cuando ella se concentraba en la clase, era él quien la veía. Alya había pillado a Félix viéndole las piernas a su amiga, su pelo, sus manos escribiendo. Félix parpadeaba y miraba al frente.

Todos esos detalles, Alya no se los dijo a Marinette.

Estaba ella con Adrien, no podía hacerle eso.

Lo que no había pensado era que madame Bustier los uniera sin quererlo. Obligándoles a trabajar juntos. ¡Vaya, que suerte ésa!

- Hey. - le dijo Alya a Marinette, cogiéndola de los hombros, luego de secarse las manos. - Vamos a pedir la corrección. Quizá aprobemos arañando algún punto. -

Marinette asintió, ya más tranquila.

Marinette había terminado con Adrien Agreste por segunda o tercera vez hace unas semanas. Adrien seguía insistiendo por supuesto. Le dejaba notitas en su casillero, o en sus cuadernos o en sus libros. Marinette las guardaba, pero Alya estaba completamente segura que su amiga se deshacía de ellas. Le pidió a Nino que le diga a Adrien que Marinette no leía esas notas. Nino le dijo que Adrien le dijo que ya no sabía qué más hacer.

Alya tampoco, y se encogió de hombros.

Increiblemente, Tsurugi había organizado una fiesta por el cumpleaños del idiota ése. Todos fueron con la esperanza de vengarse del británico, pero el muy listo se fue temprano. Así que se desbandaron y casi destruyen el Hotel de las Bourgeois, luego de comer y beber a manos abiertas.

Esa noche, Alya vio a Marinette radiante y tranquila, contenta. También ella se fue temprano, pero la vio tan feliz como al inicio de curso. ¿Qué habría pasado? ¿Qué estaba sucediendo? Antes de salir del Hotel, Alya vio cómo Marinette dio dos vueltas sobre su eje para luego, bailar una pequeña danza de la victoria. De eso el viernes, y hoy, lunes, la veía destruida por el maldito examen.

Y ahora, ese encuentro de ella con Félix.

Alya se guardó sus preguntas, por esa vez, en honor a las lágrimas de su amiga, pero no se las aguantaría por mucho tiempo.

Marinette se colgó del brazo de Alya, le sonrió tenuemente y ambas salieron del aseo, para continuar ese terrible día.

Cuando la jornada acabó, Félix esperó a Marinette a las puertas del Instituto, mientras ella se despedía de sus amigos. El sol calentaba y lo abrasaba bastante, por lo que decidió subirse las mangas de la camisa, doblándolas sobre sí.

Vio cómo llegó la limusina de su primo y a su gigantesco guardaespaldas quien bajó del coche a esperarlo.

El guardaespaldas al reconocerlo como el primo de Adrien, le hizo un pequeño movimiento de cabeza.

Félix le respondió de igual manera, cruzándose de brazos.

Luego de unos minutos, vio cómo salía el grupito de amigos. Adrien abrió la boca, al ver a su primo ahí en la puerta, pensó que ya se había ido. ¿Por qué se había quedado? ¿Acaso por...? Marinette se alejó de ellos, se despidió batiendo la mano. Se quedó al lado de Félix. En silencio. Sin dirigirse ni una palabra.

Adrien vio que su guardaespaldas lo observaba con su típica mirada de "tenemos que irnos, tienes mucha agenda hoy".

Adrien Agreste lamentó su destino.

Siempre lo haría.

Ese sólo era el primer día de su vida sin ella. Aunque ya hace unas semanas hubieran roto. Realmente, ése era el primer día. Sólo que no lo sabía... Todavía guardaba una pequeña esperanza en su corazón, todavía quedaba un sueño... Una casa inmensa, multicolor, una vida luminosa y rosa, con ella a su lado. Niños corriendo, jugando. O un hamster en su jaula. Y él comiendo croissants. Aún soñaba. Esos sueños jamás lo dejarían. Al envejecer, si alguien quería escucharlo, él contaría su historia con ella, cómo la perdió, cómo la tuvo para luego volver a perderla.

Y con quién se quedó.

Adrien Agreste se acercó a su guardaespaldas, no sin antes dar un último vistazo a su primo y a su ex-novia, quienes se miraban a los ojos a una correcta distancia.

Alya Cesaire le gritó, despidiéndolo y felicitándolo por su nota en el examen. Adrien sonrió, trémulo y se metió al coche.

Partió.

En su corazón, algo se rompió... porque él tenía un presentimiento.

¿Sabes cuando has amado de verdad? Más allá de saberlo ¿Hiciste algo para tenerlo? ¿Para ser correspondido? Adrien había hecho de todo. Y aún así, aún así...

- ¿Tú crees que ella me quiera? - le preguntó avergonzado, a su enorme guardaespaldas, quien estaba conduciendo.

Él nunca respondía.

Ese día, sin embargo, el hombre masivo similar a un gorila lo vio a través del espejo retrovisor, le clavó sus pequeños ojos y respondió con su mirada triste y apagada.

- No. - parecía decir, en silencio. - Ella no te ama, no más. -

Pero Adrien no supo interpretar esa respuesta visual.

Resopló y se despeinó la cabellera rubia como la miel con sus dedos de pianista. Se mordió los labios rosados y finos, por los que medio París suspiraba cuando lo veían en las portadas de revistas. Ya pensaría en algo. Todo tiene solución. Marinette siempre lo decía. Y todo se resolvería, estaba convencido de ello.

- ¿Por qué no me ama? - pensaba, tristemente. - ¿Por qué? -.

Cuando el coche de Adrien se fue, Alya volteó a ver a la nueva parejita. Se acercó temerosa, porque sabía que los estaba interrumpiendo.

- Marinette. - susurró la novia de Nino, dudando sobre qué decir, porque algo debía decir. Alya recapacitó y se dijo que no debía tener miedo. Se irguió, ya con más determinación. Nino Lahiffe, desconcertado, la siguió por detrás. - Marinette, por favor... aquí, no. -

Aquí, no.

Nino abrió la boca, al sumar uno más uno. Se dio cuenta el pobre, del porqué esos dos se habían quedado rezagados. Algo le había estado contando su novia, todos estos meses. Pero hacía lo que todo novio hacía, se ponía sus cascos, subía el volumen y empezaba a jugar videojuegos en línea. Alya rezongaba. Y en ese momento, oh dios, en ese momento, Nino se dio cuenta que Alya había tenido toda la razón.

Nino vio la carretera, donde el coche de Adrien ya era una manchita gris.

Vio a Alya.

A Marinette, a Félix.

- Sí, por favor. - gimoteó Nino, mirando a todos lados, nervioso. - Aquí, no. -

Aquí, no. Aquí, no.

Félix frunció el ceño, francamente disgustado.

Iba a decir algo, un reclamo, una objeción. ¿Quiénes eran ellos para pedirle algo así? ¿Qué les importaba?.

En cambio, Marinette abrió los ojos, tristemente sorprendida.

- Lo siento. - musitó Marinette.

Félix dejó de mirar agriamente a Alya y a Nino, para volver a ver, atónito, a su novia. ¿Qué había dicho? Volvió a mirar a Cesaire, quien se ajustaba las gafas. Lahiffe, por detrás, ya miraba hacia otro lado recolocándose la gorra. Y su Marinette, apretó los labios, como culpable, como si hubiera hecho algo malo.

Lo siento y aquí, no.

Félix tuvo que respirar varias veces, para no perder la compostura.

- Desaparece, Cesaire. - masculló en voz baja, apretando los puños contra su cuerpo.

Sin embargo, podría jurar que nadie le oyó.

- Gracias Alya, ya entendimos. - dijo Marinette, de inmediato, comprensiva y amigable, como si lo que Alya dijo tenía sentido. Marinette continuó dándole la razón, asintiendo. Después, les agitó la mano a modo de despedida y su par de amigos se despidieron también, dándose media vuelta para después marcharse.

Félix los observó alejarse, en silencio y meditabundo. Relajó los puños, respiró más calmadamente. Pero a pesar de eso, él se sintió igual como cuando su padrastro le obligaba a hacerse a un lado, en todas las cuestiones familiares. Se sintió excluido y apartado. Un bicho raro y odiado. Normalmente, no le importaba que le hicieran eso. En serio. Él podía estar así, y estar bien. Sólo que...quien se lo hacía ahora era Marinette, y él la quería tanto, y ella también, ¿también? ...él la quería tanto. No. Él la amaba.

Marinette echó a andar y él, pragmático, calculó la distancia y se puso detrás de ella, como a unos dos metros. Siguiéndola en silencio.

Habían avanzado unos pasos, cuando Marinette se dio cuenta de ese detalle, Félix caminando por detrás, y ella, adelante, totalmente lejanos.

Se detuvo, preocupada. ¿Por qué estaba él tan atrás? ¿Acaso no eran novios? ¿Y el amor, donde se había ido? Marinette recordó sus besos en el baño, su eterno abrazo, su consuelo. Y sus últimos momentos íntimos del día de ayer, con ella encima de él mientras él le cogía del ... ¿No? ¿Estaba todo bien? ¿O Félix tenía alguna molestia? ¿Habría comido gluten? ¿Se iba a poner enfermo? Félix también se detuvo. Ella lo contempló interrogante...y sonreía, sí, pero era una sonrisa complaciente y comedida.

Félix, taciturno, no pudo resistir más.

- ¿Te parece bien? - le dijo él, serio y un poco sarcástico.

- ¿Perdón? - preguntó Marinette, ahora sí confundida.

- Que si esta distancia te parece bien, ¿así? o retrocedo más. No sé, Marinette, no sé qué te parece correcto. O...quizá no deba ni hablarte, ¿es eso? ¿o no quieres que te siga? -

Marinette dio un respingo de sorpresa. Miró a ambos lados, a su alrededor. Habían chicos y chicas del Instituto todavía cerca suyo. Observó a su panadería, cada vez menos lejos. Cuando volvió a ver a Félix, él tenía el mismo semblante rígido y sin sentimientos.

Para Félix, sólo una frase rondaba en su mente: Aquí, no.

Se lo decía su madre también, cuando él era pequeño y quería rebelarse. Se lo repetía cada vez que quería pelear con su padrastro. Se lo decía cuando quería partirle la cara a Adrien. Se lo dijo...el día que enterraron a su padre, cuando un Félix de 14 años hizo el amago de llorar:

"- Aquí, no. - masculló Amelie, cogiéndole de la mano y apretándosela con muchísima fuerza. - No, Félix. -

Él se tragó sus lágrimas, su desconcierto, su orfandad, y volvió a poner ese rostro duro y altanero. Amelie lo imitó. Y ambos se quedaron, tiesos y fríos, mientras el ataúd descendía y la tierra golpeaba rítmicamente en su caída sobre el féretro."

Así. Así se sintió de nuevo.

¿Así era el amor?

Era Marinette la maestra ahora. Era ella quien dictaba el primer curso (avanzado) sobre lo que es el amor. Sobre su verdad inherente. Amor u odio, amistad o cariño. Perdón, dolor. Palabras y silencio.

- Estás enfadado. Nos han pasado muchas cosas hoy, ¿verdad?...así que... ¿Podemos hablar? - habló su novia, manteniendo un gesto amigable. - Vamos al Hotel. - dijo sin darle tiempo a negarse.

Aquí, no.

Fueron al Grand Hotel en taxi, porque Félix había ido caminando al Instituto. Marinette veía la ventanilla del coche y no pudo sino recordar nuevamente, aquella vez, cuando ambos se cogieron de la mano, entrelazando dedos, a escondidas de su novia por aquel entonces, su ex-mejor amiga Kagami Tsurugi. Lentamente, ella giró su rostro tratando de encontrar la mano de su novio. La tenía a su lado, muy cerca de sí. Valiente, como siempre lo fue, Marinette Dupain-Cheng deslizó su dedos, para repetir la misma maniobra. A Félix le pilló distraído y se asustó, intentando retirar la mano. Pero ella era más rápida y audaz y sujetó la mano de él, y entrelazó los dedos a la fuerza, cerró la palma y así, quedaron juntos. Él intentó zafarse, ella insistió y resistió. Félix se dio por vencido. Ella siempre ganaría.

Cuando bajaron del vehículo, Félix le sostuvo la puerta, dejándola pasar primero. Pagó al taxista. Cuando intentó volver a caminar, su novia lo había vuelto a coger de la mano aferrándose a su brazo. Insistente y exigente. Marinette entró al Hotel, saludó a la recepcionista como siempre lo hacían y ambos subieron, pegadísimos, hacia su habitación.

Los amplios espejos del ascensor le otorgaban mayor amplitud al estrecho espacio del cubículo. En el reflejo, él la vio a ella, primaveral y renovada, después del batacazo del examen. Fresca y radiante, como siempre era. Se veía satisfecha, colgada de él. Marinette sonreía, al verse así con él, en el espejo. Apoyó su cabeza en su hombro. Él miró hacia otro lado al inicio, pero luego puso su mirada al frente. No reía. No podía. A pesar que le gustaba tremendamente ir así con ella.

- Félix. - susurró suavemente Marinette, una vez que entraron a la habitación y dejaron sus cosas sobre una mesilla. - Lo que dijo Alya no es nada malo. Es complicado, para mí...al menos. Para tu primo, también. -

Félix mantenía su rostro inmutable. Aunque por dentro sentía furia y desconcierto.

¿Complicado? ¿Para Adrien?... Como si no hubiera sido complicado para él... para él ... que la vio besarse innumerables veces con su primo, que le prestó una preservativo a él para usarlo con ella, que sabía como cada domingo Gabriel Agreste la aceptaba como nuera en su mansión. No. Para él, de seguro, no había sido nada agobiante.

Resopló.

Se cogió el puente de la nariz.

Amar no es sólo besarse. Ni sonreír. Es permanecer, persistir, al menos hasta que ya no se pueda más. Olvidar, y a la vez, recordar. Una larga carrera, con curvas y rectas, pendientes y subidas. Con baches y sendas lisas. Una maratón a través del campo y ciudad. Extensa y variable... a ellos aún les quedaba bastante. Ellos recién empezaban. Marinette lo observaba sabiendo que a él no le parecía bien aquello. Pero ella tampoco quería dañar a alguien más.

Hizo sentar a su novio al borde de la cama, sentándose ella al lado suyo. Empezó a acariciar su rostro ceñudo, peinando su cabello rubio con los dedos. Había querido hacerlo todo este tiempo, y por fin, lo podía hacer sin culpa ni miedo.

- Paciencia. - le dijo ella en voz muy bajita. - Papá siempre me dice que no debo abrir el horno cuando está caliente, porque las tartas pierden su tamaño. Hay que esperar a que se enfríe. Eso no lo sabes tú, porque no puedes comer tartas. Es por eso que te lo enseño yo. -

Marinette se acercó aún más, para dejarle un pequeño beso en la mejilla. Felix notó un escalofrío cruzándole la espalda. La vio cerquísima, tocándole la mano mientras sus rodillas se rozaban. Ella lo hacía sentir especial. Como si fuera la cosa más preciosa del mundo. Aunque se sabía amado por sus padres, en realidad, a Félix nunca le habían dicho lo apreciado que era, o lo importante o lo querido que fue. Él intuía eso, pero jamás nadie se lo confirmó. Y esa tarde a comienzos de verano, Félix sintió que algo lo abrasaba por dentro, a la vez que lo enfriaba por fuera. Un estremecimiento le atravesaba la piel mientras que su corazón ardía.

Amor.

Aquella mujer le daba amor.

Percibió, dejando atrás la amargura, que él era valioso y precioso, para ella.

A él nunca le habian dicho que era lo más preciado del mundo.

Jamás.

- Félix, tú eres muy preciado para mí. - susurró Marinette, en su oído. - Tu eres muy importante para mí...-

Marinette besó el canto de su boca, muy superficialmente. El beso fue corto, pero ella no se retiró mas que unos milímetros. Félix giró levemente el rostro para buscarle los labios. Y nuevamente, se fundieron en un beso lánguido y eterno. Continuo. Sensual.

Lo más precioso.

Lo de más valor.

Con delicadeza, Félix empujó a Marinette hasta tumbarla completamente sobre su cama. Subió sus piernas y él se colocó entre ellas. Con seguridad, deslizó sus braguitas oscuras con encaje negro hacia afuera, primero un pie, luego el otro. Le subió la falda y contempló, sin ninguna reserva, su más grande tesoro. Su más grande bien.

- Félix. - escuchó que ella le decía.

Él se arrancó la ropa con premura y desesperación. Se estiró lo suficiente para abrir el cajón y coger un preservativo. No le dio tiempo a más. Con prisas, como si la vida le fuera en ello, él se recolocó entre sus piernas y se introdujo en ella, sin piedad.

Marinette lanzó un alarido, a la vez que se retorcía. Sintiendo una molestia lancinante y ardiente.

Un escozor urente.

Él continuaba moviéndose dentro de ella. Bajó la mirada, y la vio debajo él, disfrutando, inundada de gozo.

Era suya, solo suya.

Quiso ver más... Tenía tanta ropa aún.

Félix hizo una pausa para incorporarse y arrancarle a tirones su blusita amarilla, dejando a Marinette con el sujetador que ella se había puesto esa mañana. Le bajó los tirantes y las copas, y consiguió que los pechos de ella escaparan, dándole un aspecto angelical pero erótico. Volvió a introducirse en ella, con vehemencia.

Toda ella se estremecía.

Su pelo azabache se enredaba sobre la colcha de la cama. Sus ojos azules se enturbiaban, anegandose de lágrimas. Su piel brillaba, por el sudor. Temblaba. Gemía. Una imagen gloriosa.

Aquí, no.

Pero aquí, sí. Ahora, sí.

Paciencia y lágrimas.

Cuando la tuvo a punto de éxtasis, se dejó caer sobre ella, mordiendo y succionando la piel del cuello, arañandole las caderas y los pechos. Marinette se movía bajo él, como una serpiente en el agua. Él la aprisionaba con su cuerpo y lamía sus mejillas, en tanto ella gritaba con desesperación.

Marinette, juvenil y violenta, le apretó el miembro con sus paredes, aprisionándolo dentro suyo. Excitada, dio un último respingo, emitiendo un quejido intenso y prolongado.

Félix gruñó, al sentir que Marinette lo apretaba abajo. Él también explotó de placer, largamente. Mientras él se vaciaba entero, se empujó más en ella. Hasta el fondo. Hasta que le doliese también a él. Volvió a gruñir. Volvió a soñar.

Unos minutos más tarde, satisfechos y cansados, ambos se contemplaron todavía unidos. Marinette le golpeó levemente el hombro, para insinuarle que la estaba aplastando. Félix rodó hacia un costado, para luego darle un corto beso. Rieron a la vez que se cogían de las manos.

De repente, el día volvía a ser luminoso y bello.

De repente, la felicidad reapareció por un momento.

Marinette, medio desnuda, con la ropa malpuesta, el pelo desordenado y con mucho ardor en la entrepierna, no pudo sino alegrarse, por su intenso y escurridizo novio. Pensó que eso era la felicidad. Amor o odio. Amistad o cariño. Dolor y perdón.

- I love you, honey. - musitó él, en su idioma materno.

- Moi aussi je t'aime, Félix. - contestó ella, claramente.

Parecía un sueño.

Ojalá siempre lo hubiese parecido.

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*NOTAS DE LA AUTORA*

Oh, el amor.

El amor, el amor, el amor.

Nos hace sufrir y gozar.

Os dije que no sería tan aburrido, aunque creo q no es dulce ni amargo. Nos queda bastante historia. Sigo sintonizando su novela, por favor.

[Por cierto, aquí la nota maxima es 10. Suspendes con 5. Zoe ha aprobado raspando. Marinette y Alya y Nino, están suspensos. Adrien tiene la misma nota que Félix, por si alguien se lo pregunta. Max tiene 9,9, Mendeleiev no le pone a nadie 10. En este examen, ella le ha quitado una décima a Max simplemente porque no puso su nombre completo...yo que sé...esto es un fic...jijijij...]

Un saludito a Mrs Fitzberry, a Only D (gracias, ESPERO TU NUEVO FIC CON ANSIAS), a Manu (me voy enterando de a poquitos de las series que me has recomendado, gracias.), a Esmebebe (holaaa! bienvenida de nuevo! gracias por volver!). A Paolocelestial (ay, sí, te he extrañado) y a Ryuzaki (gracias por leer, tb te extrañaba)... Y a todos los que leen, muchísimas gracias. Un saludito a Globo que está publicando su fic "Manzana Podrida" (buenisimo) y a la gran Miss Suga Pink con su fic "Gata rompe-hogares" (hilarante) ...no puedo con estas chicas, matadme ya. Abracitos a ambas.

Recordarles que estoy en IG y podemos conversar de MLB en cualquier momento, o de cualquier cosa, tengo gustos variados.

Un fuerte abrazo y muchos besitos a todas y todos. No sabeis lo feliz que estoy con vosotras/os. Os quiero muchísimo.

Lordthunder1000.

¿Soundtrack?

Ni os molesteis: es la I'M BELIEVER que se escucha en la película Shreck 2 al final de todo...(Im believer de Smash Mouth)

Más abrazos.