Capítulo 5: La sedienta.
Slannesh estaba en problemas, ella lo sabía, lo sabían todos sus hermanos, y por eso se aprovechaban.
El gran juego, competencia sempiterna que había estado ocurriendo entre los poderes ruinosos desde un tiempo tan antiguo que ya nadie se atrevía a recordar. Estaba llegando a un punto de inflexión, uno que no le favorecía en absoluto.
Ella se estaba quedando sin poder. Ya sea dentro del inmaterium o el plano real, la Sedienta estaba perdiendo influencia. La eterna guerra que consumía a la galaxia no le favorecía, cosa que se reflejaba en sus fronteras cada día asediadas por sus hermanos, y sus constantes perdidas a manos de poderes que, en otro tiempo, ella hubiese considerado inferiores.
Si bien ella seguía manteniendo un firme control sobre buena parte del inmaterium, sus dominios se veían reducidos con cada día que pasaba, mientras nuevos poderes se alzaban, reclamando lo que le pertenecía por derecho.
Pequeños feudos gobernados por supuestos "nuevos dioses del caos" habían comenzado a infectar su perfecto jardín, y por millones sus esclavos se unían a los ejércitos de estos supuestos "dioses". Si bien ella podría aplastar a esos molestos "dioses" sin muchos problemas, estos la evitaban, saqueando, quemando sus dominios, y huyendo cuando la sentían aproximarse. Su plan era debilitarla, y estaban teniendo éxito, con cada día que pasaba, su poder e influencia menguaba poco a poco, pronto llegaría el momento donde tendría que bajar la cabeza, y entregar su título de uno de los cuatro grandes poderes.
Ella no haría tal cosa, primero quemaría todos sus dominios antes de entregarlos. Aun así, había noches, donde los sentimientos de una derrota segura, se apoderaban de su estado de ánimo.
Fue en uno de esos momentos de debilidad que él se presentó, uno de los hijos perdidos del Anatema, uno de los malditos que habían logrado ver detrás del velo, uno que conocía la verdad, y fue condenado por eso mismo.
- Saludos al señor del exceso. -Saludo aquel ser, quien ya no estaba vivo, ni muerto. Ni siquiera se podía decir que era humano, maquina, o demonio, si no mas bien un amasijo de todo eso, y mucho más.
Slannesh vio a la criatura, ¿Cómo había entrado? ¿Dónde estaban sus guardias? Eran preguntas validas, pero la verdad es que a la Sedienta la única pregunta que le interesaba hacer en este momento era.
- ¿Qué quieres ser maldito? -Pregunto la sedienta con un deje de repugnancia, que no se molesto en ocultar.
- Te traigo una propuesta.
- Nada de lo que puedes ofrecer me interesa, y yo no poseo el poder para levantar la maldición que pesa sobre tu alma.
Si eso hubiese terminado la conversación, Slannesh hubiese estado muy feliz, pero su invitado no invitado, se negaba a irse, en su lugar se paseo frente a una inmensa ventada, donde se podía ver casi todo su reino.
- Has perdido mucho poder en estos milenios, pronto un nuevo dios del caos se alzará para ocupar tu lugar. ¿Qué harán tus seguidores cuando ese día llegue?
Slannesh apretó el puño con furia, y por unos segundos se imaginó a sí misma torturando despiadadamente a este hijo del Anatema, pero rápidamente abandono la idea, la maldición que pesaba sobre ese ser lo protegía de cualquier daño que ella pudiese causarle. Aun así, fue incapaz de quedarse callada.
- Que declaraciones tan sagaces segundo, me gustaría premiar tu valor, con una estancia en mi cama, pero no quiero ensuciar mis sabanas con tu pútrido olor.
- Como quieras. -El maldito hijo del anatema se dio la vuelta y se retiró. –No digas que no te advertí.
Slannesh movió su mano, y todo lugar donde aquel maldito hijo del Anatema hubiese tocado fue retirado. Seria reemplazado mas tarde, pero en este momento había una pregunta que quería responder. ¿Cómo tal ser entro en sus aposentos privados?
Busco y busco, pero no pudo encontrar al demonio que se supone estaba haciendo guardia. Fue entonces que lo vio, alguien lo había invocado ¿Quién? ¿Quién tenía el poder de llamar a su guardia personal al plano material?
Siguió un rastro tenue, casi apagado, pero nada, al final no había nada, el demonio que se supone había estado haciendo guardia en la puerta de sus aposentos no estaba por ninguna parte, es más, era como si la conexión que se supone los mantenía unidos hubiese sido borrada.
Gruño maldiciones e insultos, pero antes de que pudiese comenzar una rabieta, el recuerdo de las ultimas palabras de su indeseable visita la golpearon. Y por unos segundos considero sus palabras. Llegando a una muy desagradable posibilidad "traición"
La traición era una moneda de cambio entre los demonios, aquellos que una vez fueron aliados podrían apuñalarte por la espalda en cualquier momento, pero eso no se solía aplicar a los dioses, ya que las represalias de cualquier posible traición serian horrible. Pero ella no estaba en su mejor momento.
Era verdad que ella había perdido poder, mucho poder, puede que incluso más del quisiese admitir. Talvez las cosas estaban mas adelantadas de lo que ella había calculado en un principio.
Ese pensamiento la molesto en sobre manera, la idea de que un demonio de su guardia personal hubiese abandonado sus juramentos, que hubiese cambiado de bando, comenzaba a ser cada día mas posible.
Slannesh suspiro, extendió su brazo, y bebió de una botella la sangre de 10 000 vírgenes Eldars. A la mitad de su trago algo llamo la atención, en aquella zona del plano real donde ella había estado tratando de rastrear a su guardia, encontró una ventana, una pequeña y que seguramente se cerraría en nada, aun así, había un gran poder del otro lado.
No perdía nada, separo una pequeña parte de su conciencia, y la lanzo contra esa pequeña brecha en la realidad.
El resultado de ese evento totalmente al azar fue hermoso, uno de los hijos del Anatema, uno no corrompido por ella o sus hermanos, estaba jugando con poderes más allá de su comprensión.
- Ho, ho, ho, Y yo que solo venia por pura curiosidad.
Slannesh podía sentir como se le helaba la sangre al número XIII. Aunque aun no había dado su nombre, el hijo del anatema comprendía la naturaleza de lo que sea que había invocado. Bueno, su aplastante poder era algo difícil de ocultar, incluso siendo un mero fragmento.
- Así que, un hijo del anatema, uno aun sin corromper, por mi o por mis hermanos, busca audiencia. Bienvenido seas.
Era un saludo simple, pero que le habría la posibilidad de una conversación, con algo de suerte seria una agradable y larga conversación. Claro que primero debía encargarse del cuerpo en el que se encontraba, era muy incomodo y carente de la belleza que cualquier avatar que ella tomase debía tener.
El primarca disparo rápidamente una serie de proyectiles. En un desesperado intento por matar su cuerpo físico. Afortunadamente pudo detener el ataque con solo el movimiento de sus manos.
- Por favor hijo del anatema, tranquilízate, no hay razón para actuar de forma tan precipitada.
Slannesh puso algo de poder en su voz, mas que nada para evitar un nuevo ataque, era molesto tratar con alguien que solo quiere atacarte. Y aunque logro detenerlo, su poder no vasto para ponerlo de rodillas.
- Nada mal chico, tienes una fuerte voluntad. -Slannesh paseo la punta de su garra por las runas tallas que formaban su "jaula" - ¿Tu hiciste esto? Impresionante, no he visto tanta dedicación desde que tu padre nos visitó en Molech.
- ¿Quién eres demonio? -Demando el XIII, mientras luchaba por permanecer de pie.
- Ya lo sabes, o al menos lo intuyes. -Slannesh alargo un rato la revelación, disfrutando de como el miedo se apoderaba del XIII - Soy la sedienta…. Al menos una parte
Por unos segundos espero que el XIII no pudiese resistir la tentación de pronunciar su nombre, y así ella poder reclamar su alma, pero nada, el hijo del Anatema tenia una fuerte voluntad.
- Pero dejemos de hablar de mí, háblame de ti. -Ella sonrió, mientras su cuerpo se doblaba en formas imposibles. -Según recuerdo, deberías estar encerrado en una prisión imposible, en las profundidades más oscuras del trono de tu padre.
Slannesh casi sintió la necesidad de reír, al mencionar al Anatema como padre del XIII.
- Se podría decir que escape.
- Puedo verlo, y también veo la marca de quien te ayudo. -Slannesh olfateo el aire, olía a eldar, a una hembra eldar para ser exactos, hizo un ademan con su dedo, y jalo de las runas que habían sido talladas en las costillas del XIII. -Una runa de control, asumo que aquella linda eldar que te libero no te lo conto.
El XIII ahogo un grito de dolor, negándole a la sedienta la oportunidad de escuchar su desesperación y sufrimiento. Pese a estar prácticamente arrancándole las costillas, el XIII se negaba a gritar. Ubiese sido tan gratificante probar que tanto podía resistir, pero matarlo en ese momento no tenía sentido. Un primarca podía ser todo un evento en el gran juego, este en particular había resultado ser muy divertido en otro tablero, tanto que incluso había llegado a quemar una parte del jardín de Nurgle.
- Definitivamente eres todo un espécimen. Bueno pasemos a lo que me trajo, ¿Qué es lo que deseas?
Slannesh jugaría a ser sumisa por el momento, al menos hasta que pudiese encontrar algo mejor que hacer.
- ¿Por qué la sedienta está aquí? Eso solo fue una invocación menor.
- Aburrimiento, no tengo nada mejor que hacer, así que cuando sentí el poder del anatema, vine a ver qué estaba pasando.
Eso no había sido una mentira, aun así, Slannesh se sintió un poco estafada.
- Me siento tan especial, al saber que logre llamar la atención de uno de los cuatro, pero me temo que no poseo los medios o recursos para llegar a un acuerdo contigo.
- No te preocupes, sé que esta es una visita inesperada, así que no vine esperando una ofrenda digna de mi atención. -Slannesh saco el athame de su estómago. - ¿Tu creaste esto? Eres bastante bueno, y muy dedicado en tu trabajo, la mayoría suelen dejar de lado los detalles más finos de lado. Pero esto, es simplemente hermoso.
- Es agradable, ver que mi trabajo es apreciado.
Slannesh sonrió, lista para usar el viejo truco de dar halagos sin parar, para hacerle crecer el ego al XIII. Pero le fue imposible, antes de que ella pudiese planear sus primeros halagos, una guerra estallos en el inmatarium, cuatro señores habían levantado sus ejércitos, y estaban asediando sus puertas.
Ella podría repelerlos claro, pero sabia, que esta batalla era solo otra distracción, la estaban agotando, midiendo su tiempo de reacción, y ya estaba harta de ese juego. Fue en ese momento donde se quedo viendo al XIII hijo del Anatema, y una brillante idea le llego.
- Si, definitivamente, tú puedes servirme.
- Me niego, no he escapado a un encarcelamiento de 10 000 años para jurarle lealtad al primer dios que me ofrezca poder.
Esa forma tan rápita y tajante de negarse fue sorprendente, e inesperada, pero estaba bien, había muchas formas de tentar a los hijos del Anatema.
- Chico, yo puedo ofrecer mucho más que poder, pero no, en esta ocasión es un trato diferente. Te estoy ofreciendo la verdad.
- ¿Y cuál sería el precio que tengo que pagar?
Slannesh sonrió triunfante, esta había sido la misma trampa que en su momento le tendió a Anatema, claro que en esta ocasión no estaban sus demás hermanos, pero eso no importaba, en esta ocasión el premio era para ella sola. Solo tenia que picarle un poco la curiosidad al XIII, y ella sabía cuál sería la mejor forma de lograr eso.
- Veras, como me imagino tu padre no te conto, en el reino del caos cientos de seres luchan entre sí por la supremacía. Y en este momento, algunos muy poderosos han hecho una alianza en mi contra. Si me ayudas, te responderé 13 preguntas, cualesquiera que sean, no importa responderé con únicamente la verdad.
El demonio pudo ver como el primarca tragaba saliva, pero, pese a ya haber caído en la trampa. El XIII parecía ser un poco más precavido que su creador.
- Veo que no confías en mí. -Slannesh uso una de sus largas uñas y marco un símbolo en su piel. -Asumo que de igual forma que sabes crear un athame, sabes lo que es una promesa vinculante ¿verdad?
- Si.
Slannesh estuvo un poco sorprendida por esa respuesta, era raro que alguno de los hijos de Anatema supiera sobre las promesas vinculantes, incluso aquellos que los servían desconocían lo que eran y para que servían. Talvez el XIII era un poco mas de lo que aparentaba.
- Bien, entonces eso haremos, yo prometo, con el símbolo de nuestro pacto gravado en mi piel, responderte 13 preguntas, sin importar cuales estas sean o su naturaleza. Si tú, me ayudas a proteger mis dominios.
Slannesh tuvo un momento de duda, el conocimiento es poder, y darles mucho a los mortales a menudo es peligroso, en especial los humanos, ellos siempre han sido una especie capaz de crear cosas muy alocadas con muy poco. Aun así, no se echó para atrás. El XIII hijo ya había causado un desastre digno de mención en otro tablero, si este podía hacer tan solo la mitad tendría milenios de diversión garantizada.
- Si quieres que acepte, tienes que aceptar mis términos.
- Dime cuales son.
- Primero, no pienso unirme a tu causa, así que no quiero tu marca, o alguna de tus bendiciones.
- Chico, mis bendiciones son caras, no te las daría a menos que me trajeses una ofrenda adecuada.
- Segundo, hablaremos solo con la verdad, al menos hasta que termine este contrato y ambos tomemos caminos separados.
- Suena razonable.
- Tercero, hasta que esto termine, no podemos dañarnos del uno a otro de ninguna forma, además que debes darme acceso a las herramientas necesarias para cumplir mi parte del trato.
- ¿Esto tomara más tiempo o ya has terminado?
- ¿Aceptas mis términos?
- Si.
Slannesh tenía que darle puntos, el XIII era mas precavido que su creador, y mucho mas listo. Hace una eternidad, cuando el Anatema aun caminaba entre su pueblo, llego a Molech en búsqueda de respuestas, respuestas que ellos accedieron a darle, pero en su ignorancia el Anatema nunca llego a considerar que ninguno de los cuatro había prometido que lo dejarían regresar al plano físico con el conocimiento que había obtenido, y solo fue el sacrificio de todos sus aliados lo que le permitió escapar con vida ese día, de la obvia trampa en la que él entro solito. El XIII por su parte, se había asegurado un camino seguro y libre desde el principio.
Talvez esto seria mas divertido de lo esperado.
Slannesh separo sus brazos y en un parpadeo se encontraban sobre su palacio, al menos una parte.
- ¿Qué, que has hecho?
- Relájate, solo nos moví, a un lugar mas agradable.
Slannesh sonrió, aun era pronto para llevar a otro hijo del Anatema a sus aposentos. Por lo que esta habitación debería bastar. Por ahora.
La sedienta hubiese comenzado con algún discurso acerca de su poder y todo lo que podía hacer con él, pero noto como el XIII estaba concentrado en otra cosa, una que tanto su creador como sus cientos de hermanos caídos pasaron por alto en su momento.
- Yo, yo, no estoy aquí ¿verdad?
- Eres mucho mas listo que tu padre…- Nuevamente Slannnesh tuvo que morderse los labios, en un vano intento por no reírse. -Si, es tal y como lo estas intuyendo, tu no estas aquí, al menos no tu cuerpo, únicamente moví tu alma, tu cuerpo sigue en esa carcasa oxidada de metal, viajando por el insondable vacío entre las estrellas.
La sedienta estaba emocionada, de entre todos los hijos del Anatema, este era el primero en notar el engaño. Por unos segundos quiso presionarlo, talvez con suficiente tiempo lograría descubrir lo que era en realidad, su naturaleza, o su conexión con la disformidad que mantenía. Lamentablemente una serie de ataques enemigos golpeaban su parar la puerta de su castillo.
- Dejemos las explicaciones para después. Ahora muéstrame esa mente tuya en acción.
- ¿Como?
- Fácil. Si yo salgo para repeler el ataque, estos lamentables seres que se creen con poder, huirán y se esconderán en cualquier hueco que encuentren, por lo que, en vez de eso, planeo usarte a ti como mi general. Ordena mis tropas, guíalas hacia la victoria, demuéstrame tu valía.
Guilliman retrocedió, posiblemente asustado, o talvez confundido. A Slannesh no le importaba, había encontrado a un hijo no reclamado del Anatema. Lo haría su juguete. De una forma u otra.
Pero antes de que ella pudiese hacer o decir algo más, la voluntad del XIII regreso, en sus ojos ya no se reflejaban las dudas, solo la fría e inamovible determinación que la sedienta tanto odiaba de los seres mortales.
- ¿Quiénes son tus enemigos? -Pregunto fríamente Guilliman mientras observaba el campo de batalla
- Es un poco pronto para comenzar con las preguntas, no has cumplido con tu parte del trato.
- Esa pregunta no forma parte de las preguntas que voy a hacerte, es información básica que debes darme si deseas mi ayuda.
- No tengo que darte nada… -Pero no pudo continuar, ya que la marca que tallo en su carne comenzó a quemar.
- Prometiste darme las herramientas necesarias para cumplir con mi parte del trato.
Slannesh gruño, apretó el puño, lista para aplastar al XIII, pero al final no pudo. Un pacto marcado podía no significar nada para los mortales, pero para los dioses, era muy peligroso faltar a su palabra.
- Tienes una lengua tan afilada como la de Tzeentch, no note el momento donde me obligaste a responder tus preguntas.
- Simplemente lo ignoraste, no me compares contigo o tus hermanos. -Gruño molesto Guilliman.
Slannesh sonrió satisfecha, mientras se alimentaba de la Indignación que el XIII sintió cuando se le comparo con aquel que cambia los caminos.
- ¿Qué deseas saber?
- Todo ¿Quiénes son las fuerzas que te atacan? ¿Cómo los identifico? ¿Cuáles son sus motivaciones? Y cualquier otra información que puedas tener de ellos.
Slannesh gruño molesta, al menos las preguntas estaban de alguna forma relacionada con la tarea que ella le había pedido.
- Quienes me están atacando en este momento son cuatro, y estos son;
1.- Las fuerzas del Rey amarillo, son los que visten de dorado, su motivación es mi trono, no puede ser de otra forma.
2.- Las legiones de Malal, son los que visten las túnicas negras, su motivación es la absoluta destrucción de todo, nada más.
3.- Los acólitos de Vashtorr, son los que tienes las prótesis robóticas, su propósito es la venganza, por mi participación en el fracaso en su plan para ascender a quinto dios del caos.
4.- Los siervos de Be'lakor, son los últimos, su único propósito para unirse a esta batalla es ganar el favor de mis hermanos al causarme el mayor daño que pueda.
Slannesh termino la presentación de sus enemigos y se calló, no podía atacar a Guilliman y eso era lo único que salvaba al XIII de su ira.
- Bien, ¿Cómo controlo a tus tropas?
Esa pregunta alegro a la Sedienta, quien señalo animadamente una pequeña fuente de agua.
- Toca el agua, y podrás transferir tu voluntad a mis tropas.
- ¿Y ellos me obedecerán?
- Lo harán o responderán a mi ira.
- Bien.
Guilliman toco con gran desconfianza el agua, y al hacerlo, su conciencia paso a formar parte de sus tropas.
Slannesh sonrió, mientras esperaba ver un espectáculo digno de su atención. Si bien ella no había mentido sobre el método de control, ella no le había dicho al XIII que, al sumergirse en el líquido, la conciencia de sus soldados también fluiría hacia él.
¿Cómo acabaría el alma de XIII tras sumergirse en aguas que contenían tal depravación?
El fenicio, un ser tan perfecto como decía ser, fue consumido por la mas absoluta locura. Tanto que se negó a usar sus propios pies para volver a caminar, incluso al día de hoy reptaba cual serpiente.
El kan, un ser tan tranquilo y analítico, se corrompió tanto que ahora viste las pieles de sus enemigos en un esfuerzo por ocultar su rostro perpetuamente desfigurado en una mueca de eterna agonía.
La gorgona fue definitivamente uno de sus mejores trabajos, claro que ya no podía hablar, además de que su forma física era casi totalmente la de una máquina, pero aun así era hermoso.
En tantos escenarios distintos, tantos hijos del Anatema había caigo en esas aguas, incluso llego a empujar al Anatema en alguna ocasión, pero, nunca un XIII. Ahora que lo pensaba bien, se daba cuenta que a su colección le faltaba el XIII.
No era como si el XIII nunca hubiese sido corrompido, él entre todos sus iguales era quien más desastres podía causar en el plano real cuando se corrompía, razón por la cual siempre era usado como un títere para los cuatro, pero, ella, nunca había tenido uno para sí sola.
Talvez era hora de cambiar eso.
Sin embargo, eso nunca paso, algo no estaba bien con el caldero, ya que, aunque este transfería la voluntad del XIII a las tropas que peleaban en las afueras de su palacio, la corrupción que el debería estar viviendo no estaba pasando.
Slannesh maldijo, estaba a punto de agarrar al primarca y lanzarlo de cabeza al cuenco, cuando noto lo que estaba pasando. ¡Era ella! Una de sus manos sujetaba el cuenco, actuando como filtro asegurándose sé que la corrupción no tocase al XIII.
Levanto su mano, lista para cercenar el miembro que se había atrevido a traicionarla, cuando noto un molesto dolor en su pecho, la marca de su juramento estaba nuevamente comenzando a calentarse. Y fue allí que lo recordó.
- Primero, no pienso unirme a tu causa, así que no quiero tu marca, o alguna de tus bendiciones.
Esa era una de las condiciones que el XIII había pactado antes de acceder, condición que de momento estaba obligada a respetar.
Nuevamente Slannesh se sintió estafada, nunca nadie la había engañado tanto, salvo quizás Tzeentch, pero el era un dios del caos, uno de sus semejantes, mientras el XIII era solo un mortal, una marioneta de carne del Anatema.
Levanto su mano lista para descarga su ira, y nuevamente la marca del juramento pactado quemo su alma.
- Tercero, hasta que esto termine, no podemos dañarnos del uno a otro de ninguna forma, además que debes darme acceso a las herramientas necesarias para cumplir mi parte del trato.
Slannesh nuevamente grito en indignación, pero en esta ocasión su grito fue tan fuerte, que pudo ser escuchado en todo el inmaterium.
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La batalla a las puertas de su castillo fue un buen espectáculo. El XIII aprendía rápido, y lo que parecía una batalla desesperada para los defensores, rápidamente se convirtió en un enfrentamiento entre iguales.
Eso alegro a Slannesh, y hasta cierto punto la distrajo, incluso pudo dar una que otra orden a sus tropas de elite, demonios tan poderosos y perversos que no podía entregar su control a nadie.
- Agradecería que no movieses tus tropas arbitrariamente, estas entorpeciendo mis planes.
Slannesh estuvo a nada de lanzar otro grito, pero se lo guardo.
- Me aburro, eres bueno en esto de controlar las tropas, y lo reconozco, pero tu modo de hacer la guerra es muy aburrido.
- La guerra no es un juego.
Ese comentario molesto a Slannesh, pero ya que no podía lastimarlo, corromperlo, o mentirle, se limitaría a responderle.
- Para mi todo es un juego hijo de ultramar, y todos son mis juguetes.
- Y por eso estas perdiendo.
- Sigue con esos comentarios tan audaces mientras puedas, pero cuando esto termine y no tengas la protección de nuestro pacto pienso cobrarme cada insulto que e recibido.
Esta amenaza lejos de asustar al XIII, parecía motivarlo.
- Supongo que herí alguna fibra sensible, me disculpo. Aun así, eso no quita la verdad en mi comentario. -Guilliman aparto un momento la vista del enfrentamiento que estaba dirigiendo, y se enfoco en la pequeña forma que había tomado la voluntad de la sedienta. -Si todo te lo tomas a juego, perderás.
Por unos segundos Slannesh no supo que responderle, y era lo mejor, ya no estaba contenta con la presencia del XIII en sus dominios, y si pudiese lo habría echado hace mucho.
- En todo caso me sorprende la voluntad de tus enemigos, llevamos estancados en esta pelea por lo que parecen ser siglos, pero ellos no parecen interesados en retirarse.
- Ya te lo dije, ellos solo quieren provocar mi ira, lucharán y morirán, hasta que me digné en tomarlos en cuenta. Apenas abra las puertas plateadas y ponga un pie fuera de mi palacio huirán sin mirar a atrás.
- A eso en mi mundo lo llamamos trampa. Es obvio que este ataque tiene como objetivo algo mas profundo que simplemente molestarte en su casa.
Slannesh rodo los ojos con desgano. Ya no quería responderle, pero estaba obligada a hacerlo.
- Se más específico XIII.
- Es solo una corazonada, pero lo mas probable, es que alguien dentro del castillo quiera robar algo de gran valor, y este ataque es solo una escusa para que salgas de tu palacio y ellos puedan actuar con impunidad.
Esa advertencia llamo la atención de Slannesh, en especial, porque era algo que ya había pasado antes. De hecho, era una estrategia común de Tzeentch, robar alguno de sus tesoros, y luego usarlos como moneda de cambio, para obligarla a participar en alguna de sus guerras.
- Revisare mi tesorería.
Sin nada mas que agregar, su conciencia regreso a su cuerpo principal. La advertencia del XIII había despertado algún sentido de alerta en ella, ya que sintió una extraña urgencia por revisar sus pertenencias.
Y que bueno que lo hizo, ya que apenas abrió la inmensa puerta hecha con hueso espectral, encontró a un novecientos, noventa y nueve demonios de su hermano Tzeentch, todos listos para robar sus pertenencias.
Los demonios claramente no esperaban tener que enfrentarse a la sedienta diosa, ya que penas la vieron comenzaron a graznar con locura, mientras movían sus alas en un vano intento de escapar a su destino, nada de eso ocurriría. Ya que era la diosa en persona era quien estaba parada en la única salida de esa habitación.
Todos los demonios serian capturados, y las torturas que les infringiría, serian tan crueles que animarían el sombrío estado de animo de la diosa.
Tan pronto como termino de desplumar al último demonio, la conciencia de Slannesh regreso a donde el XIII dirigía sus tropas. Su animo ya no era sombrío, después de todo había logrado castigar a unos molestos ladrones. Y sus gritos la arrullarían en sus sueños por muchos milenios.
La batalla en si no había cambiado, las tropas enemigas seguían envistiendo con todo su poder sus murallas, mientras el XIII las rechazaba con agiles movimientos. Cientos de emboscadas, retiradas, y contraataques ocurrían simultáneamente y el primarca parecía poder controlarlas todas, de hecho, los enemigos mismos parecían estar en su control. Con un solo movimiento del XIII millones de demonios cargaban de cabeza a una autentica picadora de carne, una que estaba absolutamente en el control del XIII.
Si ella tuviese esa misma manía por la sangre que su hermano Khorne, seguramente estaría asombrada por tal carnicería.
- Veo que te estas acostumbrando al modo en que pelean mis tropas.
- ¿Dónde está mi hermano? -Pregunto Guilliman con un ánimo sombrío.
Slannesh podría haberse negado a responder, pero no quería que la marca de su juramento volviese a dolerle.
- El no esta aquí. Seguramente el Kan se encuentra en un bacanal en su mundo demoniaco.
- ¿Y no te responde?
- No lo he llamado. La situación no amerita que el venga a mi palacio.
Slannesh hubiese agregado cuantos problemas ocasionaba traer al kan a su palacio, pero no le pareció importante, y ya que el XIII no pregunto, allí termino el asunto.
- Esta bien, supongo…. ¿Encontraste los demonios que si infiltraron a tu palacio?
- Si. -Slannesh asintió complacida. -Novecientos noventa y nueve demonios cambian forma, pertenecientes a mi hermano Tzeentch. Un premio muy digno, tanto que estoy muy dispuesta a perdonar tus insultos pasados.
- Me alegra ver que nos estamos llevando mejor.
La Sedienta asintió, complacida, muy complacida, tanto que no le importaría transformar al XIII en un príncipe demonio en este momento, claro que no podía hacerlo, el pacto impedía que lo hiciese, era una lástima, en especial, porque ella comenzaba a ver al XIII como una digna adición a su colección. Si bien no era particularmente atractivo, o tuviese algo que lo hiciese destacar sobre los demás, su forma de hacer la guerra era tan perfecta, que la mismísima Sedienta se sentía impresionada.
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La inmensa batalla a las puertas de su palacio del placer duro casi un milenio, claro que eso era tiempo del inmaterium, en el plano real eso apenas si eran unas cuantas horas.
- Lo reconozco XIII eres alguien impresionante, tu forma de hacer la guerra, es algo digno de mi tiempo.
Guilliman asintió, y acepto el alago con una pequeña inclinación, más que nada para no incurrir nuevamente en la ira de la diosa.
- Como nuestro pacto lo dicta, tienes 13 preguntas, ni más ni menos. Puedes preguntar lo que sea, yo te responderé solo con la verdad, y nada mas que la verdad.
Slannesh estaba sonriendo con confianza, tratando de imaginarse las posibles preguntas que la marioneta del Anatema podría hacerle, todas con respuestas tan horribles que la cordura se le escurriría del cuerpo.
- ¿Qué fue lo que le paso a Kugat, el antiguo favorito de Nurgle, para que perdiese el favor de su dios?
Slannesh estaba tan impresionada por la pregunta tan peculiar, que su cuerpo original escupió su bebida, un delicioso vino hecho con la sangre de los ya extintos necrontir, por fortuna, su avatar pudo evitar mostrar cualquier emoción.
- Es sorprendente que preguntes algo tan especifico, puedo preguntar ¿Cómo es que llegaste a esa pregunta?
- Uno de los demonios que invoque me dijo algo, pero no parecía poder decirme los detalles, por lo que me llamo la atención.
- Ya veo, a alguien se le fue la lengua.
No era tan extraño, Slannesh lo sabía, el que alguien quemase una parte del jardín de Nurgle era algo que en ningún escenario había pasado, por lo que la noticia estaba en boca de todos. Incluso en las de aquellos que no pueden simplemente dejar de hablar.
- Lo que me pides es una respuesta algo difícil de explicar, así que presta atención, por que lo que voy a decirte, es información que ningún mortal puede saber. Así que no repetiré ninguna de mis palabras.
Guilliman asintió, y en sus ojos se podía ver la emoción que sentía.
- En el gran juego, existen algo llamado escenarios, son realidades iguales a esta, pero a la vez diferentes, creo que tu gente conocía esto como "líneas de tiempo paralelas" pobres palabras para explicar su complejidad, pero creo se ajustan a lo que puedes entender. Entre los millones de escenarios que existen, hay uno en particular que logro algo muy particular. Uno de los hijos del Anatema quemo buena parte del jardín de Nurgle, y ya que fue Kugat el que ocasiono eso, fue duramente castigado.
Slannesh podía ver las emociones chocar dentro del alma del XIII, a ella le hubiese gustado poder ser mas especifica en su explicación, pero había leyes que le obligaban a guardar silencio. Los humanos no deben meterse en semejantes asuntos. Por lo que levanto la mano para silenciar cualquier otra pregunta que pudiese tener.
- No preguntes mas sobre este tema, hay leyes que me impiden hablarte libremente sobre esto. Leyes mucho mas fuertes que el pacto que hicimos.
- Bien, pero hay algo que debo saber, ¿Ese hecho, que ocurrió en otra línea…En otro escenario afecta también a la disformidad de este otro…Escenario?
- La disformidad es una sola, independiente del escenario en el que te encuentres. Y no preguntes mas de esto, o me vere obligada a romper nuestro pacto, última advertencia.
- Bien. Supongo que allí fueron dos preguntas, y las respuestas, no me dejaron satisfecho.
- Chico, acepta mi consejo, no te metas con esos temas, lo único que les espera a aquellos que logran ver esa verdad, es un destino tan horrible que hasta a mi me hace sentir incomoda.
Slannesh no había mentido, había ciertos secretos que incluso los dioses como ella serían más felices ignorando. Algo de aquella incomodidad que la diosa sentía debió verse reflejada en su avatar, porque incluso Guilliman sintió que lo mejor sería dejar el tema.
- Cuéntame la razón por la cual la humanidad tiene que pelear en interminables batallas por toda la galaxia. -Pregunto Guilliman.
La pregunta por fin había sido dicha, Slannesh estaba feliz, las cosas comenzaban a regresar a terrenos que ella se sentía mas cómoda.
- Si eso deseas. -Slannesh sonrió, mientras con su mano llevaba la conciencia del primarca a otro escenario.
La verdad sobre la humanidad comienza en los últimos días de la guerra en el cielo.
La alianza entre los C'tan y los metálicos Necrones había puesto en graves problemas a los ancestrales, quienes agotados por sus conflictos internos no tenían el poder para expulsar nuevamente a sus enemigos. Desesperados y al borde de la extinción los ancestrales se veían obligados a recurrir a cualquier cosa con tal de salvarse.
Guilliman podía ver la guerra, podía ver como la galaxia ardía en llamas, mundos enteros reducidos a la nada, inmensas estrellas eran consumidas para dar energía a armas tan abominables que el primarca sentía deseos de vomitar.
La destrucción de la galaxia era tal, que la Cicatrix Maledictum no es mas que un mal menor, uno que apenas si merece la pena nombrar.
Fue en ese momento donde una ancestral de nombre Alalaya encontró a la humanidad, una humanidad primitiva, única especie sobreviviente a la destrucción causada por uno de los ataques necrones a uno de los mundos que los ancestrales usaban de semillero.
Y fue que allí nació la esperanza de poner fin a la guerra.
Alalaya se dejo capturar por sus enemigos, y valiéndose de artimañas tan complicadas que ninguna mente mortal podría entender, logro tener una audiencia con el propio Szarekh, el Rey Silente. Tras días de conversación logro convencer al rey silente que los c´tan los habían traicionado, y no solo eso, también logro hacer un pacto, si los necrones los ayudaban, ella se comprometía a entregarle nuevos cuerpos, cuerpos de carne y hueso. En otras palabras, a lo que actualmente se conoce como la humanidad.
Slannesh paro la historia en este punto, mas que nada para darle un respiro al XIII, el primarca no le servía si su cerebro se rompía. Varios minutos pasaron, y cuando la respiración del primarca se normalizo un poco continuo la historia.
Los necrones, ya más conscientes del auténtico precio que habían tenido que pagar por su supuesta inmortalidad aceptaron de buena gana el trato. Y traicionaron a sus amos c´tan en la batalla final.
Por supuesto que no había forma de matar o contener a un c´tan, por lo que tuvieron que ser divididos en cientos de pedazos mas pequeños, y aquellos que lograron escapar, fueron perseguidos hasta los confines de la galaxia, si algún c´tan logro escapar lo desconozco, pero hay rumores de que uno si lo logro. Terriblemente herido, pero logro escapar.
Guilliman levanto su cabeza, podía ver la destrucción causada por la galaxia, era una locura, aun así, su mente se esforzaba por mantenerse unida, y mas que nada por memorizar todas las posibles referencias que pudiese usar, para una vez esto terminase el pudiese encontrar esos lugares y rescatar su tecnología.
Eso no importa. Lo que si importa es el convenio al que llegaron los ancestrales y los necrones. Si bien los ancestrales estaban dispuestas a mantener su palabra, la galaxia ya no era un lugar que pudiese sostener la vida. Por lo que convencieron a los necrones a ayudar. Los necrones construirían los pilones negros para estabilizar lo que quedaba de la galaxia, mientras los ancestrales les preparaban cuerpos nuevos para que llegado el momento los necrones habitasen.
Al principio esto fue muy bien. Lamentablemente el estado de la galaxia era aun peor de lo que se había calculado en un inicio. Y se necesitaría de mucho mas tiempo para que las cosas se estabilizasen.
Los eternos necrones fueron enviados a millones de lugares diferentes, lugares donde construirían millones de pilones negros, pequeñas riñas comenzaron a tomar lugar aquí, los varios necrones se sentían traicionados, y muy desesperados por su situación, la cual no mejoraba.
Los ancestrales temerosos de un nuevo levantamiento necron, ofrecieron los cuerpos que tenían con el fin de apaciguar las aguas. Y así nació la primera humanidad. Por supuesto que esta decisión no agrado a los eldar. Los auténticos hijos de los ancestrales.
Milenios pasaron, y el primer imperio de la humanidad comenzó a crecer, Szarekh, el Rey Silente se sentía complacido, si bien ya no serian necrontir, al menos podrían escapar de su cárcel de metal y circuitos.
Los pilones negros ya habían sido construidos alrededor de la mayoría de la galaxia, por lo que solo era cuestión de tiempo que la galaxia sanase sus heridas. Las almas de los necrones lentamente fueron arrancadas de sus frías prisiones de metal y circuitos. Pero era un proceso largo, muy largo, en especial porque millones de mundos alrededor de la galaxia aun necesitaban la protección de los pilones negros. Por lo que el proceso de bio transferencia se alargaba cada vez más.
Nuevamente pequeñas rencillas amenazaron con comenzar una guerra, una donde los eldars, los hijos de los ancestrales, parecían estar muy interesados en participar. Por lo que Szarekh, se vio obligado a tomar una decisión, ya que no podía acelerar el proceso de bio transferencia, y sus tropas ya no aguantaban vivir en esos cuerpos metálicos, los mando a dormir. Todo necron que no estuviese trabajando en la construcción de los pilones negros dormiría hasta que su turno para la bio transferencia llegase.
El imperio de la humanidad crecía fuerte y saludable, solo era cuestión de tiempo para que lograsen rescatar a todos los necrones de sus jaulas. Szarekh, no tenia razones para dudar de eso.
Guilliman seguía con la vista cada acontecimiento, pese a que estos pasaron hace ya demasiado tiempo como para mencionarlo, el primarla los sentía tan vividos como si él hubiese participado en todos ellos. Aun así, el primarca no perdía de vista su objetivo, ya había identificado cien lugares donde los pilones negros parecían ser forjados. Al menos uno de esos lugares debería estar en condiciones de volver a funcionar.
Entonces llego la primera guerra necron/eldar nadie sabe cómo inicio, o la razón por la que se dio, pero todos saben el resultado. Szarekh, el rey silente es acusado públicamente ante súbditos y enemigos de haber vendido el alma de su pueblo a los c´tan.
Avergonzado más allá de lo que cualquier ser podría soportar, el rey silente toma una decisión, exiliarse al infinito vacío entre las galaxias.
A Guilliman le hubiese gustado preguntar porque Szarekh, nunca participo en la bio transferencia, pero no tenia sentido realizar esa pregunta. Al menos no de momento.
Con la partida del último rey necron hacia el vacío infinito, y la finalización del ultimo pilón negro, la galaxia comienza una nueva era.
Una donde un nuevo orden se impondría. Kurnous arto de seguir las ordenes de los pocos ancestrales sobrevivientes a la guerra en el cielo, comienza un plan para deshacerse de sus antiguos amos. Libera a una poderosa arma biológica la cual consume cientos de mundos del imperio humano. En solo unos pocos siglos, comienza una segunda guerra en el cielo. Una donde nadie sabie en quien confiar y en quien no.
La humanidad queda al borde de la extinción, el arma ancestral es mas de lo que pueden manejar. Pero la humanidad aun guardaba un as en la manga, despiertan a los dormidos necrones y con su ayuda logran ponerle fin a la amenaza del bio arma, o al menos eso creen.
Kurnous aprovechando el caos generado por la guerra, mata a todos los ancestrales que puede, y deja sin liderazgo a los restantes.
Los ancestrales sobrevivientes, saben que morirán, ya sin dirección y muy pocos como para que sea posible su recuperación, están desesperados, aun mas cuando ven el despertar de sus antiguos verdugos metálicos.
Así que los ancestrales deciden jugar su ultima carta. Eliminaran a cada especie pensante en la galaxia.
Mientras los ancestrales preparaban su ultima carta Kurnous junto a sus hermanos llevan a todos los eldars que pueden a la relativa seguridad de la telaraña.
Nadie sabe cuanto tiempo pasaron escondidos en esa dimensión laberíntica, pero cuando salieron por fin, la galaxia no tenia rastro alguno de vida, y ellos eran libres de repoblarla a su gusto.
Kornus se declara dios, y comienza la edad mítica para los eldars.
Guilliman traga saliva, a él le hubiese gustado intervenir algunas veces, o simplemente gritar, pero no podía reunir el valor para interrumpir la historia que le están contando, se siente tan irreal, y a la vez sabe que es la verdad.
Pero la humanidad no fue destruida, purgada si, pero de alguna forma la humanidad logro sobrevivir a la extinción que los ancestrales provocaron. Y mas importante, esa conexión que la humanidad mantenía con los necrones fue cortada de raíz, y así la nueva humanidad había nacido.
Fueron milenios difíciles para los humanos, milenios donde tuvieron que volver a aprender todo lo que olvidaron. Héroes nacieron y murieron, pero la humanidad siguió prosperando. De alguna forma que nadie entiende.
La verdad no puedo decirte con exactitud que paso en este tiempo con la humanidad, ya que estaba ocupada en otros temas.
Lo que si te puedo decir es que la humanidad tuvo tres grandes enemigos en sus inicios, el primero, y posiblemente el único que llegue a conocer, el imperio de un ojo. Es de aquí de donde nace la línea de sangre de tu hermano Sanguinius.
Luego están sus múltiples guerras contra el imperio Stroggos, las líneas de sangre de tu hermano Ferrus y Lorgar nacen aquí.
Y finalmente la amenaza que casi causa la extinción a la nueva humanidad. La guerra de las Slipgates. De los héroes en este evento es que nacen la línea de sangre de tu hermano Leman
Guilliman quería interrumpir, y pedir que le aclaren como es que de esos eventos nacieron las líneas de sangre de sus hermanos, pero Slannesh cerro su boca con un solo movimiento de su mano.
No puedo decirte mucho mas de este tiempo. Solo que la humanidad se probó digna de gobernar la galaxia, y que no se iban a detener hasta lograrlo.
La edad dorada de la humanidad comienza.
Pero no todos estaban de acuerdo con que la humanidad gobernase.
Los eldars, los hijos de los ancestrales, se creían los auténticos herederos de la galaxia, pero generaciones de excesos los habían vuelto débiles. Tanto que la humanidad podía enfrentarlos sin mucho problema.
Seguramente abras escuchado de la grandeza de los eldar antes de la caída de su raza en desgracia, tras mi nacimiento, pero la verdad es que los eldar ya eran una raza decadente milenios antes de eso. Tanto que no miento al decirte que ahora están mejor preparados y entrenados que en la era dorada de la humanidad.
Pero me estoy desviando del tema.
La humanidad estaba apunto de reclamar su lugar como dueños de la galaxia, los eldars no tenían el poder o la voluntad para evitarlo. Pero si tenían conocimiento.
Sin que la humanidad lo supiese, un antiguo enemigo había estado impulsando a la humanidad en su evolución. Atrapado en lo mas profundo del suelo marciano, estaba el c´tan conocido como el dragón del vacío.
Los eldars conocían su poder, y más que nada conocían como liberarlo. Así que llegaron a un trato. Ellos liberaron al dragón de vacío, a cambio de que este destruyese a la humanidad con las mismas creaciones que habían hecho.
Y todo salió a pedir de boca, la humanidad se vio privada de sus sirvientes mecánicos, y los cientos de razas xenos que en algún momento se aliaron con la humanidad aprovecharon la oportunidad creyéndose con el poder suficiente para forjar su propio imperio.
Grave error. El dragón del vacío era muy poderoso, y destruyo todo lo que encontraba a su paso. Cientos de razas xeno fueron exterminadas hasta su ultimo miembro. Y la destrucción hubiese continuado, si no fuese por tu padre, quien en un arrebato de genialidad y estupidez sin limine, reto al dragón a un duelo.
No me preguntes porque, pero el dragón del vacío parecía estar muy interesado en matar a tu padre, tanto que tan pronto tu padre lo provocó, el dragón viajo media galaxia para encontrarlo.
Por fortuna tu padre sabía que no podría ganarlo en una lucha frontal, por lo que le tendió una trampa. Trampa que le permitió atrapar al dragón del vacío nuevamente en el suelo marciano. Donde aun sigue atrapado, incapaz de moverse siquiera.
Slannesh volvió a parar, dejando que el XIII asimilase sus palabras, la historia no estaba completa y se había saltado muchas partes importantes, pero eso era parte del engaño, mientras mas detalles pidiese el XIII más tendría que entregar a cambio.
Entonces llegamos a mi nacimiento.
Los Eldars sabían que una nueva raza mortal se alzaría en algún momento futuro, y puede que en esa ocasión no tuviesen forma de evitar su asunción. Por lo que generaron un plan. Crearían una barrera que eliminaría a cualquier raza mortal antes de que esta pudiese llegar a ser una amenaza. Ellos crearían a los dioses del caos. Y les darían el poder sobre el inmaterium, a cambio estos dioses corromperían y destruirían a cualquier posible amenaza a la supremacía eldar.
Khorne fue el primero, nacido de la interminable masacre ocurrida tras el levantamiento de las inteligencias abominables. Su asunción al trono del caos no tuvo problemas.
Luego vino Nurgle, nacido de las innumerables plagas que surgieron tras las interminables guerras que consumían mundos enteros. Su asunción al trono del caos no tuvo problemas.
Y por último tenemos a Tzeentch, nacido de las innumerables intrigas y luchas de poder internas que se estaban gestando por la galaxia, hasta cierto punto se podría decir que Tzeentch es un reflejo de los deseos de poder de los eldars. Su asunción al trono del caos no tuvo problemas.
Otros cinco candidatos fueron identificados y preparados, todos representarían algún pecado o corrupción que abundan en las razas jóvenes. Pero yo no lo permitiría. Ya que los eldars estaban regalando tronos, yo quería el mío, sin que nadie lo esperase destruí al cuarto candidato, tome su lugar, y cuando me entronizaron, tome el alma de todos los presentes como regalo.
Por supuesto que los dioses a los que los eldars adoraban quisieron oponérseme, pero esos dioses al igual que sus siervos, llevaban demasiado tiempo sin experimentar una guerra. Por lo que fueron fácilmente devorados. Todos menos tres.
Isha diosa de la vida, mi hermano Nurgle la reclamo como esposa, por alguna razón que no comprendo ni quiero comprender.
Cegorach dios de las bromas, y los engaños, me distrajo con sus trucos y evito su destino.
Y Khaine, dios de la guerra, a este si lo iba a devorar, pero la intervención de Cegorach lo impidió, aunque su alma termino partida en millones de pedazos.
Creo que hasta aquí la historia es comprensible para cualquier mortal, aunque no dudes en poder aclaraciones sobre todas las dudas que tengas. Yo las responderé con la mayor precisión posible.
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Guilliman sabia que esto era una trampa, Slannesh había dejado los detalles de lado para tentarlo a buscar respuestas, respuestas que de momento lo mejor sería ignorar.
- No, ya no tengo mas preguntas que hacerte, dejémoslo aquí, y continuemos en otra ocasión.
Guilliman sonrió, sabiendo que mientras las clausulas que ambos acordaron en el juramento que Slannesh gravo en su piel, ella no podría atacarla, en otras palabras, asta que la ultima de las 13 preguntas fuese respuesta, él no tenía que temer a la sedienta.
Slannesh seguramente se dio cuenta de eso, ya que su mirada paso de una tranquila y coqueta a una de total ira apenas contenida.
- Lo dije antes y lo repito, llevas mucho de mi hermano Tzeentch en la sangre.
Y por fortuna eso fue todo, la aplastante presencia de la sedienta desapareció, seguramente regresaría en otra ocasión, con la intención de volver a tentar su corazón, por fortuna su voluntad era fuerte.
Además, había logrado aprender mucho, no solo de los demonios, sino también de la historia en general, había escuchado los comandos que uso el rey silente para controlar a su pueblo, si bien no sabia que significaban esas palabras, podría averiguarlas con el tiempo. También había logrado identificar los planetas que fueron usados para forjar los pilones negros, con algo de suerte él podría recuperar alguna tecnología que le ayudase en la creación de nuevos pilones negros.
Si, sin duda lo mejor era parar ahora, mientras aun tenia algo de control sobre la situación.
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