Esa sería la última sonrisa que su madre vería, al despedirse de su hijo, quién se bajó del auto para reunirse con sus amigos, antes de la fiesta de disfraces. La mujer al verlo, desde la ventana del auto, tuvo un mal presentimiento de que algo malo, iba a ocurrir, en esta noche de Halloween. Ella de inmediato, se bajó del auto y llamó a su hijo toda desesperada, dejando algún sonrojo en el menor, que no había, terminado de saludar a los que estaban allí reunidos, a excepción de Craig Tucker, que hace días había desaparecido del pueblo, sin dejar rastro alguno de que aún siguiera con vida y aunque las autoridades del pueblo montañesco, junto a sus padres han agotado, los recursos por encontrarlo, su cuerpo no ha sido hallado, en los límites que algunas personas pretendieron haberlo visto, basados en la foto del joven pelinegro. Solo, se corría un rumor de que a lo mejor fue capturado por algún ser sobrenatural. Su madre, no quería creer, que a lo mejor, él estaba muerto. Sin embargo, todo podía ser posible.
La noche transcurrió, con total normalidad, las personas que aún desconocían este misterio, se envolvía en una celebración pintoresca pagana por darle paso al día conmemorativo de los muertos, que se vivía cada año. Dulce o truco, decían los disfrazados al tocar el timbre de las casas, recogiendo en sus calabazas, todo tipo de confitura, para disfrutarla más tarde, en sus hogares.
—¿Qué te dieron está vez, Stan? —interrogó Kyle, al ver que su mejor amigo, dirigió un momento la mirada hacia atrás, con cierto temor de que algo o alguien estaba rondando por esos lares de las calles de South Park.
—Un dulce —respondió el pelinegro que estaba vestido de pirata, al dirigir nuevamente la mirada hacia sus amigos—. Y, ¿a qué horas nos vamos a tu casa, Cartman?
Su madre le había aconsejado que por nada del mundo se apartará de sus amigos, porqué está sería la última vez, que lo vería con vida, y aunque en ese momento, pensó que aún lo seguía tratando como el bebé de la casa, ese temor ya le estaba corriendo por las paredes de su cuerpo y un frío helaje, yacía en su espalda de que algo malo le iba a ocurrir.
—Ahorita es muy pronto. Más tarde —señaló el castaño, vestido como un gran hechicero, atribuyéndole unos toquesitos más serios, a su disfraz—. ¿Por qué? No me vayas a decir que estás cagado del susto, por el rumor que se corre en South Park.
—¿Cuál rumor? —inquirió Kyle, vestido de sexy little red riding hood, dejando ver ciertos atributos de su cuerpo a la vista del gordito, siendo que el castaño gustaba de él, aunque lo mantenía en secreto.
—Judío, este tipo de rumor no se puede ir contando a la ligera, tiene que ser en un lugar oscuro, donde el ambiente haga parte de esta celebración —argumentó el hechicero, comenzando a caminar hacia un lugar oscuro que Stan se aferró a Kenny, en un abrazo que el rubio se sorprendió al verlo.
No obstante, Kyle sintió celos al ver que su mejor amigo, estaba un poco sonrosado por los cadejos rubios de Kenny, jugando con el soplido del viento que se hallaba de ambulando solitario al compás del camino, donde Cartman los estaba conduciendo a un lugar abandonado, localizado en las afueras del pueblo de la montaña.
—¡Por Dios! Kenny, tú nos piensas matar de un susto, antes de medianoche —aludió Cartman en son de burla, al disfraz que hoy usó, en honor al jinete sin cabeza.
—Me estaba sofocando con la calabaza, estúpido. Además, los demonios salen a las tres de la mañana a hacer de las suyas.
—Cartman, enserio... ¿No creés qué deberíamos regresar y más bien ir a tu casa a ver una película de miedo? —anotó Stanley, sintiendo que la sensación de miedo, se estaba pronunciando más en su interior.
—Tranquilo Stan, no vamos a entrar al interior de esta casa abandonada, solo que los espíritus tengan oídos para escuchar lo que voy a contar —señaló Eric, al dirigir la mirada en ese instante, al lugar que se encontraba atrás de él.
—Deja el puto misterio —reprochó Stan—, y ¡habla ya!
—Está bien, pero si Kyle me da un beso en la boca —condicionó el castaño, dejando salir a flote su gusto por el pelirrojo.
—¡Vete a la mierda! Este no es el lugar, ni el momento, para andar con esas mariconadas —reprochó el judío, con una voz áspera.
—Vamos Kyle, yo quiero saber de una vez por todas... —alentó el pelinegro a la condición del gordito.
Kyle asintió de mala manera, dejándose llevar por los labios de Eric que entraron sin permiso a jugar con su lengua; mientras que los brazos del castaño manosearon su retaguardia, en un sentido de excitación, en vez del miedo.
—Listo Cartman, ahora sí al grano —irrumpió Stan el beso.
Ambos lo cortaron y Kyle se separó a un centímetro de Cartman, acomodando un poco su traje; mientras el castaño tomó el lugar de tocar el tema de la ausencia de Craig.
—Supongo que salió por unos días —respondió el pelinegro, siendo lo más lógico, que escuchó decir de Red.
—No, dicen los habitantes aledaños que un vampiro lo poseyó para su propia colección, ahora sale de noche convertido en murciélago, con el propósito de beber sangre humana y el que caiga entre sus colmillos, ya no será el mismo de antes. Su familia ha estado en estado de negación de que él sea el terror del pueblo. Aún tienen la esperanza de que Craig vuelva a casa, como el último día que lo vieron salir de allí, con su maleta al hombro y con su estúpido chullo de siempre.
—Enserio, gordo... no jodas con estas cosas —puntualizó Kyle, sintiendo un escalofrío correr por su espalda.
—No, tú estás inventando esto... —negó Stan con una respiración alterada.
—Yo me dejaría poseer de Craig, ¡rico! —agregó Kenny, siendo algo jocoso a la situación.
—¡KKEENNYY! —exclamaron con terror Stan y Kyle, al unísonoro.
—Pongánle lógica a lo que estoy diciendo, nadie sabe realmente lo que pasó con Craig, solo se especula; pero si fuera verdad, entonces él es un vampiro —expresó Eric con seriedad, su creencia.
El viento de las hojas de los árboles, soplaron con más fuerza, sus ramas se dibujaron con la luz de la luna, siendo los dedos largos de una vieja bruja que podía estar presenciando el terror de los cuatro amigos o también el ululu del búho comenzó a notarse, siendo una figura retórica que Stan tomó como la muerte, al dirigir la mirada hacia el ave que se encontraba allí agarrada a la rama de un árbol. Asímismo, los ojos grandes del pájaro nocturno, paralizaron al pelinegro; mientras sentía como Kenny lo jalaba del brazo, corriendo ambos a una velocidad considerada, adentrándose más hacia el bosque. El camino se veía largo y tenebroso, parecía que no tenía fin de pasar a otro lado.
—Kenny, ¿dónde están los otros? —preguntó Stan, algo preocupado que de la nada se hayan desaparecido.
—Yo no sé... Ó, al menos que se hayan ido a un lado, para estar juntos.
—Tú si sales con unas estupideces, Ken. Más bien, busquemos una salida —objetó Stanley, al entrecruzar sus dedos con los del contrario, sintiéndose más acompañado al pie del rubio—. Por cierto, yo no te había dicho; pero tú me gustas demasiado.
—¿En serio, nené? —preguntó Kenny, deteniéndose por un momento, para besar al más bajito.
—Sí... yo sé que Kyle está celoso de ti —confesó el pelinegro—. Bueno, este no es el momento para ponernos románticos.
Kenny sonrío dulcemente, siendo la más hermosa del mundo que Stan podría apreciar en ese momento, estando supuestamente solos. Sonrisa, que a lo mejor, sería la última vez, que sus ojos vería, antes de la muerte.
Pues una presencia pálida, inmortal y con las ganas de beber esa sangre pura que transmitía Stanley, estaba cerca de ellos, siendo está vez un murciélago, que su obstáculo era el rubio que no se despegaba de su presa, ni por un segundo. Por lo tanto, un silbido agudo y la comunicación telepática, hicieron que varios chupas sangres volarán cerca de ellos, lo que hicieron fue que el pelinegro rodará al borde de un precipicio, perdiendo asímismo el conocimiento.
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—Kenny... Kenny... Kenny... —balbuceó el pelinegro, dormido entre sueños, atado de pies y manos a una cama, siendo totalmente admirado por Craig, que lo observó con una mirada lujuriosa, antes de clavarle totalmente los colmillos en su piel.
Luego, acercó sus labios a los del contrario, que no dejaban de pronunciar el nombre de Kenny, que para el más alto, eso quedó en el pasado. Puesto que, el rubio fue su amante y cómplice de sus infidelidades. Ahora, que era un ser no viviente, su objetivo era convertir a Stan como su novia predilecta y que él fuera parte de su colección, para asímismo aterrorizar al pueblo de South Park. Sin embargo, cuando Stanley volvió en sí, vió a Craig sentado en una silla al lado de él, con una copa de vino, llena de sangre y con esa mirada que le transmitió miedo, en vez de alguna otra emoción por volverlo a ver.
—Honey, ¿cuánto tiempo sin verte? —saludó Craig en un tono cantarino, a su presa, al dejar la copa encima de la mesita de noche, un mueble viejo y deteriorado.
—¿Qué pasó?, ¿dónde estoy? —inquirió Stan, al observar una habitación llena de telerañas, con algunas grietas en las paredes y una luz tenue que alumbraba muy poco la recámara.
—Estás conmigo ahora y no te voy a dejar ir a ningún lado —respondió Craig, con una voz seductora al acercarse al contrario.
—¡Suéltame, idiota! ¿Dónde está Kenny? —insistió el menor, sintiendo como ese amarradijo estaba apretando fuertemente sus extremidades.
—Él está muerto. Él fue una delicia para mi paladar, mas el sexo que tuve con él, cuando aun pertenecía al mundo de los vivos —argumentó el mayor, saboreando en las paredes de sus labios, aquella sangre que fue del rubio, tras soltarle esas ataduras.
—¿Qué?, ¿lo mataste? ¡Oh, Dios mío! —exclamó Stan impresionado, observando la acción del contrario, levantando poco a poco su cuerpo, de la cama.
—Sí, porqué él estaba siendo un obstáculo entre tú y yo —afirmó Craig, su intención con rapidez de sujetarlo entre sus brazos fuertemente y depositar sus labios yertos en el ser vivo, en un beso desesperado por someterlo pronto a su deseo.
—Déjame ir, por favor... —suplicó Stan con una vocecilla frágil, cortando aquel beso que no dejaba de luchar con la lengua fría del contrario.
Sus lágrimas amenazaron con salir, ante la impotencia de no poder regresar a casa, con sus seres más allegados, que lo esperaban con ansias en su hogar, llamado Granjas Tegridad, presentía como su madre, podría estar angustiada y estar despierta a estas horas de la noche, pegada al teléfono de que ella, oyerá su voz, diciéndole que todo estaba bien y asímismo calmaría su angustia, para irse a dormir tranquila, esperando a que el día de mañana, ella lo abrazaría con mucho amor, estrechándolo contra su pecho. No obstante, esta horrible pesadilla de la cuál despertaría, en otro lado del mundo, sea en el purgatorio ó siendo otro vil demonio, se estaba apoderando de su cuerpo, las manos pálidas y heladas de Craig, solo desagarró algo de su disfraz, para tomar lo que es completamente suyo.
Entonces, el más bajito se acordó de buscar algo cristiano entre sus ropas, que lo ahuyentará por un instante, antes de que el vampiro prosiguiera con su aberración sexual, le pareció algo insólito que de esta manera fuera a perder la virginidad, si de haber sido así, hubiese preferido a Kenny. Pero, nunca tuvo esa oportunidad, de hacerlo con el chico que le gustaba.
—Mírame a los ojos —demandó Craig con esa vista roja llena de sangre, al tratar de besarlo por tercera vez.
—Mira esto —contraatacó Stan, mostrándole un crucifijo, bañado en plata que colgaba de su cuello, frente a su helado rostro.
El mounstro que ahora era Craig, pegó un grito que resonó en esa casa vieja y abandonada, donde Cartman les había mostrado, con anterioridad. De este modo, Stan logró zafarse del agarre y buscar una salida, antes de que el mayor lo atrapará de nuevo entre sus manos y clavarle por fin sus colmillos. Sin embargo, la fuerza descomunal y la agilidad que ahora poseía el pelinegro, nuevamente lo acorraló ante la puerta que sería su pase para correr por el intenso bosque sombrío y tenebroso que era el ambiente perfecto, para este tipo de seres abominables.
—¿Tú con quién creés qué estás jodiendo? —cuestionó el pelinegro mayor, con una mirada intimidante inyectada en sus ojos rojos llenos de sangre.
—Por favor, déjame ir, quiero ver a mis amigos, a mi mamá, mi familia, seguir con mi vida normal —rogó el pelinegro menor, con una voz débil, retrocediendo lentamente sus pasos.
—Olvídalo, tú no irás a ninguna parte. Tú ahora me perteneces —replicó Craig, con una voz hostil, al seguirle el paso.
—Mira, ya me quitaste algo, no me quites lo demás —insistió Stanley, en el mismo tono de voz que empleo anteriormente, retrocediendo aún más sus pasos hacia la escalera.
—No, yo también tuve una vida, una familia; unos amigos, una pareja; todo y ese ser que me convirtió en esto, no me dejó ir a correr a los brazos de mi madre, ¿por qué tendría yo que hacerlo, en dejarte ir?
—Porque... —sollozó—, yo quiero mi vida y mi madre moriría de tristeza.
—Yo también quería la mía, así que no te resistas y sé mi pareja, de una vez por todas, para unirnos hasta la eternidad —demandó el pelinegro mayor al tomarlo, entre sus brazos y llevarlo directamente a la cama en un salto que Stan se aferró al cuello de Craig.
Parecía que esté era su destino, por más que luchará contra un ser que ya no razonaba, le era imposible. Entonces, dejó que el vampiro lo descargará con delicadeza hacia la cama y dejar que sus colmillos se clavarán por fin en su vena carótida, dejando que ese veneno anticoagulará su sangre; mientras que con lágrimas en sus ojos se despidió de sus seres queridos, como el ser humano que fue. Ahora, la transición de un ser no viviente estaba por completarse en veinticuatro horas, donde su fuente de alimento era beber sangre humana, cuanto antes posible, o sino podía morir en el intento.
Al día siguiente, Kyle y Cartman que lograron salir con vida, de aquel bosque, fueron a Granjas Tegridad, Sharon al verlos entendió el mensaje, que algo malo le había ocurrido a su hijo, por que ella presintió el escalofrío que corrió por toda su espalda, cuando sintió que el alma de Stan, la visitó por última vez.
Ella lloró desconsoladamente de que esté presentimiento de madre, Stanley ya no iba a ser el mismo Stanley, que ella conoció y lo apapacho, hasta los diecisiete años de edad.
