09/11/2023
Agradezco los comentarios de: Marian Muxtay, arual17, Sarai, Rocio K. Echeverria, Cindy osorio, Carli89, kariiim, Kayla Lynnet, kittytaisho.15, joiscar (emoji corazón).
Sus comentarios me animaron y tocaron la fibra más sensible de mi corazón :') han sido momentos difíciles, pero un día saldrá el sol acompañado de un arcoiris. El dolor no será por siempre. Gracias por sus palabras :D
Y en especial agradezco a la página de Facebook "Mundo fanfics Inuyasha y Ranma" por recomendar mi historia (emoji corazón). Divina página, vayan a darle like y leer las hermosas historias que recomiendan :'D
Gracias por su apoyo a la historia, las dejó con el capítulo de hoy :) (cualquier error ortográfico, haganmelo saber, por favor. No soy perfecta n.nU)
CONVIVIENDO CON MI EX.
Capítulo 03: Sin salida.
Kagome tomó el café más cargado que pudo la mañana siguiente, tomó asiento, frente a su ligero desayuno. Mientras veía sus tostadas con mermelada de fresa, no pudo evitar recordar lo sucedido en la subasta. En el rostro triunfante de su ex, en su mirada profunda… Por un momento recordó al hombre que la enamoró.
Sacudió su cabeza, intentando borrar el pensamiento sin éxito. Tomó el café y descartó las tostadas, no tenía apetito. Sentía las sienes dolerle por no haber dormido lo suficiente. ¿Y cómo iba a poder hacerlo? Parecía irreal lo que había ocurrido, ella estaría cerca de Inuyasha.
Se estremeció, no había estado cerca de su ex esposo por mucho tiempo. Ya había experimentado cruzar unas pocas palabras con él, y no había sido fácil. Había descubierto que su cuerpo reaccionaba a él todavía, como si no hubiese pasado una década. Se levantó y dejó su taza vacía en el fregadero. Sentía los ojos irritados, la cabeza punzante, y cansancio en el cuerpo. Otra vez, después de muchos años, Inuyasha Taisho volvía a ser la razón de su insomnio.
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Hoy era el día, se dijo mientras escribía la nota. Era el día en el que por fin pondría en la mesa sus verdaderos intenciones. Pensó en Kagome; en cómo tomaría todo. Y bien sabía que terminaría peor que antes. Ella no soportaba verlo, y si un día le resultaba un castigo… ¿Qué pensaría de tantos?
Colocó la pluma de vuelta en el tintero, y se levantó rumbo a la puerta de su oficina. Abrió lentamente la puerta, y como siempre, la rubia sostenía el teléfono de la oficina entre su hombro y oreja, mientras que con un mano sostenía un espejo y con la otra se maquillaba los párpados con una brocha. Puso los ojos en blanco; ¿Acaso era un salón de belleza? Cada vez que no lo escuchaba salir, la sorprendía usando el teléfono para asuntos personales y retocándose el maquillaje. Exageraba mucho, para su gusto. Su piel se veía acartonada de tanto producto y se notaba que se había inyectado algo en la cara y los labios hace unos días… ¿Vale la pena tanto dolor? Porque de seguro dolía, ¿o no?
–Amiga, te lo juro… –Algo le dijeron en el teléfono y la rubia soltó una carcajada–. Lo tengo comiendo de la palma de mi mano…
Vaya, vaya. Pensó él mientras se recargaba en el marco de la puerta, otra secretaria con aires de superioridad. ¿De quién hablaba ella? La respuesta era obvia: de él. Se cruzó de brazos y alzó una ceja, esperando que ella notara su presencia.
–El otro día lo descubrí posando sus ojos en mis labios, y en mis piernas… ¡Qué no miento! Verás que un día no podrá resistirse a mi.
Sí, había prestado atención a sus labios. Pero por que tenía un diente manchado de labial rojo. Y de sus piernas, tenía una media con un agujero. Quiso decírselo, pero pensó que la incomodaría o pensaría que era un depravado. Ahora se arrepentía, ¿y si todas las secretarías así pensaban? Ahora entendía porque de un momento a otro se le lanzaban encima.
–Ya lo verás –de su cajón sacó un labial y comenzó a pintarse los labios–, pronto habrá una nueva "manda más"…
–Señorita Sharon.
La aludida dio un respingo y con manos torpes dejó en el escritorio el teléfono, su labial y el espejo. Giró su silla para verlo, se aclaró la garganta y cambió su semblante por uno muy sugerente. Alzó sus pechos, cruzó sus piernas y puso sus manos recargadas en ellas. Se había asegurado de darle una buena vista de sus muslos. ¿No tenía dignidad? Tenía que darle una lección.
–¿Se le ofrece algo, Señor Taisho?
Inuyasha la recorrió lentamente, pensando cómo darle una lección, entonces algo se le ocurrió.
–Sí, así es. Puedes hacer algo por mí… –susurró con voz ronca.
Sharon se sorprendió por su tono, pero correspondió a él mirándolo de manera seductora. Ella pensaba que había mordido el anzuelo, lo que no se dio cuenta es que era al revés. Inuyasha se acercó a ella, con paso lento y decidido. La rubia lo siguió con la mirada,
–Primero levántate –se paró frente a ella; su tono era autoritario y ronco, lo cual le estaba resultando sexy a Sharon.
–Señor… –la rubia miró a los pasillos, cerciorándose que nadie estuviera viéndolos–. Usted nunca me había hablado de tú –se levantó y fingió que se le resbalaba un tacón, no cayó, porque se sostuvo de los hombros de Inuyasha–. Perdón, suelo ser algo torpe…
Sharon recorrió su labio inferior con la punta de la lengua, y al final se lo mordió. Inuyasha la tomó por los codos, apartandola un poco y bajó la vista a su escote con lentitud, luego volvió a subirla y la centró en sus labios. Ya sabía que hacer.
–No, no suelo hablar así –con sus pulgares hizo círculos en su piel. Ella giró su rostro y suspiró hondo, sus pechos se alzaban y bajaban de manera sugerente–. Pero siento que si te hablo así, obedecerás.
–Claro que lo puedo obedecer… ¿Qué necesita que haga? Puedo hacer lo que sea por usted… Lo que sea.
Volvió a mirarlo, está vez con fuego en los ojos. Su tono bajo y el movimiento de su respiración delataba sus pensamientos. No le sorprendería que pensara que la iba a meter a su oficina y tomarla en el escritorio, en el catre o incluso en el sofá que tenía… O incluso en el suelo.
–Pues hay algo que puedes hacer –acercó su mano al rostro femenino–. Primero…
Con su pulgar le abrió la boca, después le recorrió la comisura de su labio hasta subir a la mejilla. La rubia cerró los ojos y paró su rostro, esperando… Y así se iba a quedar. Fué entonces que él se separó de golpe y cambió su semblante a uno molesto. Sharon abrió los ojos y lo miró sin comprender.
–Quiero que cierres tu boca, porque tienes un diente pintado con labial –Sharon se tapó la boca, y con su lengua se limpió el diente–. Límpiate la cara, por tu prisa se te corrió el labial hasta la mejilla –le enseñó el pulgar y la rubia se ruborizó al ver que estaba manchado de rojo. Con manos torpes tomó su espejo y soltó un sonido de exclamación, tenía una línea desde su boca hasta la mejilla.
–¡Oh! –tomó un pañuelo de su cajón y comenzó a limpiarse. El rostro lo tenía encendido de vergüenza.
–También puedes limpiar tu pecho, el polvo del maquillaje, o como se llame, se te cayó y parece que tienes tierra.
Sharon miró su pecho, tenía polvo de sombra sobre su piel y también polvo compacto. Se sacudió con rapidez y se puso aún más roja. Inuyasha sonrió, esa mujer creyó que iba a pedirle algo íntimo.
–También quiero que dejes de perder tu tiempo usando el teléfono para asuntos personales.
De su bolsillo sacó un pañuelo y la rubia extendió su mano, pensando que se lo iba a ofrecer. En cambio, Inuyasha la usó para limpiar su dedo, y lo volvió a guardar en su bolsillo.
–Esto no es salón de belleza, ¿puedes metértelo en la cabeza?
Sharon apretó los puños, conteniendo su ira y la vergüenza. Sólo asintió con la cabeza y apretó los labios.
–Algo más –de la bolsa interna de su traje, sacó la nota que había escrito y la dejó en el escritorio–. Hágame el favor de entregárselo a la señorita Kagome Higurashi… Es urgente.
–¿No es más fácil que la llame usted mismo? –rezongó con los dientes apretados.
–¿Perdón? ¿He escuchado una queja? –alzó una ceja.
–Dije que lo haré, señor Taisho.
–Sólo haga su trabajo –volvió a su oficina.
Al instante escuchó como algo chocaba contra el escritorio, y abrió la puerta nuevamente. Su secretaria había estrellado su espejo contra el escritorio, al escucharlo abrir se enderezó en su lugar.
–Pídame dos desayunos por favor, lo de siempre… –la vió asentir con rapidez y darle la espalda–. Pero antes, cuelgue su llamada, sigue en espera.
Los ojos de Sharon se agrandaron y tomó el teléfono, no lo había puesto bien y su mejor amiga había sido testigo de su altercado con el jefe. Cuando se lo colocó en la oreja, escuchó carcajadas, colgó con fuerza y soltó una maldición por lo bajo.
–Que sea la primera y última vez que le llamo la atención. ¿Me entendió?
Volvió a su oficina, y escuchó como su secretaria soltaba maldiciones al aire. Ojalá así aprendiera; estaba harto de sus insinuaciones. Fué al mini bar y se sirvió un trago. Kagome no tardaría en subir, necesitaba valor. Kagome, a diferencia de Sharon y todas las demás mujeres, era capaz de ponerle los nervios de punta. De acelerar su pulso y enchinar su piel… Tomó otro trago. Rogaba le diera valor para lo que iba a hacer.
...
–¡Te tocó con el bombonazo del jefe! ¡Uyy, qué celos! –le dijo Yuka durante la hora de almorzar.
Ella la miró de forma malhumorada, Yuka no sabía el martirio por el que estaba pasando. No había pegado ojo en toda la noche, y en la mañana sólo había tomado un café. No tenía apetito, incluso en la hora del almuerzo, seguía sin probar bocado de lo que se había servido del Buffet comedor. Miró de soslayo a sus amigas, Sango y Ayame comían a duras penas. También no estaban contentas con el resultado de la subasta. Sango tenía que lidiar con Miroku Houshi, y Ayame con Koga Wolf.
Pero ellas no tenían el mismo historial que ella. Ellas no habían estado casadas con ellos, y ella había compartido más que simples besos con Inuyasha… compartieron una noche que jamás olvidaría; la misma noche en que se arruinó todo.
–Ni me lo recuerdes Yuka, de todas las personas del mundo, tenía que ser él... –suspiró y tomó otro sorbo de café. Era el café número… quien sabe. Necesitaba cafeína, o caería dormida.
Justo cuando el líquido le calentó la garganta y el sabor amargo dominó sus papilas gustativas, sintió la mano de alguien en su hombro y ella volteó exaltada, casi ahogándose por el líquido. Miró la cara malhumorada de la mujer que la veía, sintió alivio. Inuyasha la buscaría para obtener lo que había pagado, lo que menos quería. Sintió alivio por primera vez al ver a Sharon, la secretaría de Inuyasha. Soltó el aire con suavidad, se sentía en alerta todo el tiempo, por un momento pensó que era él...
–El señor Inuyasha me ha dicho que le de esto –le extendió un papel doblado por la mitad–. Afirma que es urgente –dijo antes de darle una mirada de arriba a abajo e irse.
–"Afirma que es urgente", "bla, bla, bla" –arremedó Yuka con tono burlón, Sharon la había escuchado, pero no se regresó a enfrentarla, eso le extrañó–. ¿Qué mosco le pico? Otras veces regresa y me dice hasta de lo que me voy a morir… Se ve que está furiosa por que fuiste la elegida por el jefe, ¡ja! –tomó un poco de lechuga con su tenedor y se lo llevó a la boca.
–Yuka, deja de pelear. O nos meterás en problemas –susurró Ayumi.
–Pelearse es de mal gusto –concluyó Eri.
Kagome les dejo de prestar atención. Tomó el papel entre sus dedos, temía abrirlo.
–Llegó tu hora, amiga –le susurró Sango.
Ayame se acercó a Kagome por la espalda y la abrazó.
–Tranquila, Kagome –le susurró–. Si podemos ayudarte, lo haremos. No te dejaremos sola.
Kagome asintió agradecida y por fin desdobló la nota y leyó el mensaje en letras cursivas, era su letra.
"Vaya a buscarme a mi oficina justo ahora, la estaré esperando. Venga sola.
I. T."
Ella tragó hondo, y suspiró con pesar. Su hora había llegado. Se levantó y se limpió la boca con una servilleta. Comenzó a hiperventilar para calmar su corazón. Sango y Ayame la iban siguiendo.
–Gracias, pero tengo que ir sola. Estaré bien, ustedes acaben su almuerzo.
Ayame y Sango asistieron no muy convencidas, y la vieron alejarse. Le desearon suerte, tenía que enfrentar esto. Tarde o temprano tenía que suceder… Charlar con su ex esposo.
…
"¡Calmate, Kagome!", se dijo antes de salir del ascensor y caminar por el pasillo.
"Quiere hablarte sobre donde tendrás que hacer limpieza", pensó mientras se detenía en la puerta de su oficina.
Quiso asesinar a Yuka por haber vendido sus servicios de limpieza a Inuyasha. Por otro lado, Yuka no sabía nada del tipo de relación que tenían ellos. Así que no podía echarle la culpa, pensaba que ella veía al jefe de la misma manera que todas: como un pedazo jugoso de carne, como un premio por el cual todas soñaban. Pero no era así, ella lo veía como el hombre que una vez amó, y la decepcionó. Lo veía con dolor y con un sentimiento atorado en el pecho. Un sentimiento que no desaparecía, ojalá le diera una razón más para olvidarlo. Pero siempre estaría ese sentimiento, apretó su relicario y suspiró.
Al menos iba a sacar algo bueno de enfrentarse a su pasado, podía darles más dinero a los niños del orfanato. Haría el sacrificio por ellos. Suspiró decidida y tocó la puerta, la secretaria no estaba, había sido raro. Siempre estaba a esas horas. Incluso sus pertenencias no estaban en su sitio. Frunció el ceño viendo la silla vacía.
Esperaba no tener que pasar mucho tiempo con Inuyasha. Sólo iba a preguntar donde, el día y la hora. No quería tener que lidiar con él, sostener una plática mucho tiempo… No sabía como terminaría una plática con Inuyasha. Tenía años que no entablaba conversación. Inuyasha intentó hablarle en el pasado, convencerla de regresar. Pero ella nunca lo escuchó, tenía muchas cosas que decirle a ella, o al menos le había mandado ese recado. ¿Y si le reclamaba algo? ¿Cómo iba a lidiar con ello?
Ella se había convertido en una mancha en su vida, en su reputación. Los Taisho habían sido la comidilla de los periódicos y de los noticieros. Hasta que ella tuvo que esconderse bajo tierra para evitar dar comentarios, su familia la había ayudado a que se la comiera la tierra. Pero Inuyasha fue acechado hasta su casa, debido a que su familia era figura pública. Sus padres, su medio hermano, su abuelo… Toda su familia había sido afectada. Titulares como: "La relación más corta de toda la historia" y "De Luna de Miel a cenizas" llenaron los noticieros, periódicos y revistas. Su familia salió afectada, él salió afectado... Aunque no solo él salió perdiendo. Suspiró apretando su relicario del cuello.
Antes de tocar otra vez, la puerta se abrió. Inuyasha estaba hablando por teléfono, ella se quedó quieta.
–Lo sé, no es necesario que me lo recuerdes.
Lo vió fruncir el ceño y sobarse las sienes con suma molestia. No la estaba viendo, veía al techo, ponía los ojos en blanco cuando esa persona decía algo. Se notaba harto de esa llamada.
Tragó hondo, a su nariz llegó el aroma varonil de su ex esposo. Un perfume elegante con notas de roble, que siempre había usado; y que ella una vez le había regalado. Sintió como su corazón comenzaba a bombear sangre más rápido de lo normal, amenazando con salirse de su boca, tuvo miedo de que él fuera consciente de ello. Se abrazó, intentando calmarse.
–Ya lo había hablado con mi madre –por fin la miró, ella esquivó sus ojos y apretó los labios–. Disculpa, tengo un asunto que requiere toda mi atención. Nos vemos allá –colgó y lo escuchó soltar un suspiro de alivio–. Discúlpeme, pase, por favor.
Ella lo obedeció y él cerró la puerta, lo siguió con la mirada. Tal vez había llegado en un mal momento, parecía muy molesto con quien había estado hablando. Inuyasha se sentó en el sillón de su escritorio y le señaló la silla frente a él, Kagome tomó asiento. Sus movimientos eran lentos e inseguros. Notó que había un carrito de servicio del comedor, dos cubre platos, y dos vasos de vidrio acompañados de una jarra de jugo de naranja. De seguro esperaba a alguien.
–Me dijo su secretaria que me necesitaba con urgencia...
Se veía tan imponente, y por primera vez en años, se sintió demasiado indefensa ahí sola, sin nadie fuera.
–Sí, pero primero –se acercó al carrito de servicio y sirvió un vaso con jugo de naranja, lo colocó frente a ella.
–Gracias –susurró y se aclaró la garganta, la sentía seca. Cuando tomó un sorbo de jugo, uno de los cubreplatos fué colocado frente a ella. Frunció el ceño–. Ya he desayunado, muchas gracias.
Tuvo una pésima suerte, porque en ese momento su estómago hizo ruido. Se ruborizó y parpadeó dos veces. Maldita suerte, ahora se arrepentía de sólo haber tomado café. Lo escuchó soltar una carcajada y lo miró. Por un momento, creyó ver al Inuyasha que conocía… De quien se enamoró. Negó con su cabeza y se agachó cuando él dejó de reír y la miró.
–¿Decía? –dijo al tiempo que levantaba el cubreplatos y tomaba su lugar con su respectivo plato.
¿Acaso sabía que no había probado bocado en todo el día? Se preguntó mientras veía la comida y empezaba a sentir hambre. Le agradeció en silencio, y no pudo evitar sentir ternura por el gesto. Pasta, acompañada de un filete de pollo a la parrilla y una porción de verduras salteadas; la sola vista le abrió el apetito. Juntó sus manos y agradeció por los alimentos en voz baja. Tomó un cubierto y comenzó a comer, estaba delicioso. La carne estaba suave y bien condimentada, las verduras sabían dulces y la salsa de la pasta casi la hizo gemir de gozo. Olvidó por un momento donde estaba y sólo se concentró en su plato. Hasta que notó que Inuyasha la veía detenidamente, con una servilleta se limpió la comisura de la boca y se aclaró la garganta.
–Perdón, he sido muy descortés. Le agradezco el almuerzo.
No tenía porque hacer eso por ella, tal vez seguía conociéndola tan bien, que sabía que no había podido comer bien. Le sonrió fugazmente, y él negó con la cabeza mientras cortaba un pedazo de filete.
–Es parte del protocolo, cuando tengo un negocio con alguien.
Kagome parpadeó dos veces.
–No entiendo.
–Sobre lo de la subasta.
Ella tragó saliva, ¿negocio? ¿Así lo veía él? Ella, que había estado nerviosa desde la subasta, se sintió ridícula por haber pensado mal.
–Ya veo, señor Taisho –susurró, un poco desilusionada porque el almuerzo era parte del protocolo–. Usted me dirá y yo iré a hacer lo acordado de este "negocio".
–No me está entendiendo, señorita Higurashi.
Kagome detuvo a medio camino su tenedor con carne y enfocó su vista en él.
–¿A qué se refiere?
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Inhaló y exhaló lentamente, preparándose para lo que iba a decir. ¿Cómo se lo tomaría Kagome?
–Señorita... –rió levemente–. Quiero negociar, quiero cambiar ese dia, por siete días.
Kagome frunció el ceño.
–¿C–cómo?
–Quiero cambiar ese día de limpieza, por siete días siendo mi acompañante personal.
Esperó su reacción, y como esperaba, vio que la sorpresa le recorría el rostro a cada segundo.
–Con... Todo respeto... Señor –ella apretó los labios un momento y continuó, parecía contenerse–. No soy una...–se aclaró la garganta–, no soy una "dama de compañía" que usted pueda pagar. –se levantó y cruzó sus brazos.
Inuyasha se golpeó en el interior, ¿le había dado a entender que ella era una mujer de "ese" tipo? ¡No! Jamás pensaría así de ella. Quiso gritarle que no pensaba eso, pero aquello le dolió. Le dolía que pensara eso de él, que tuviera las intenciones de tratarla como una más, como una mujer de un rato.
Aunque, si lo pensaba bien, en el pasado le había dado razones de sobra para asumirlo. En lugar de corregir su comentario, no lo hizo. Necesitaba que ella lo acompañara, y ahora tenía que hacerle creer aquello también. De otro modo, se negaría. Iba a odiarlo después de esto.
–Sí lo hará –se levantó y caminó hacia ella–. Es un ganar-ganar.
–¿Ganar-ganar? ¡Por Dios! –se llevó los dedos a su sien–. ¿Cambiar un día de limpieza por siete días siendo su acompañante? ¿Sabe lo absurdo que suena? No voy a hacerlo, señor Taisho, no hay cambios.
La mirada de Kagome sacaba chispas, quería asesinarlo. Si las miradas mataran, él ya estaría rumbo al crematorio. Se paró frente a ella, y analizó el rostro femenino desde su altura. Su mirada encendida, sus labios apretados, su rostro rojo. Había extrañado eso de ella, su carácter fuerte y la habilidad de decir lo que era justo y lo que no. Eso le atraía de ella, y más sus labios. Estaban a su alcance, sería tan fácil rodearla con un brazo, y acercar su rostro para besarla. Se contuvo con toda la fuerza de su voluntad, ella lo odiaba, debía recordarlo. Se sintió un completo idiota por lo que iba a decirle ahora, le daría otra razon mas para odiarlo.
–Señorita Higurashi, usted aceptará…
–¿Por qué?
–Porque si se niega a hacerlo –le tomó el mentón entre los dedos–, negaré mi parte del dinero a su caridad... Y la despediré por no acatar mis órdenes.
Kagome agrandó los ojos, incapaz de creerlo. Inuyasha sintió un nudo en el pecho, porque esos ojos que antes mostraron amor, ahora mostraban rencor hacia él... Rencor y confusión invadían las pupilas de Kagome. Sí, estaba siendo un completo idiota y se estaba aprovechando de la situación, pero Kagome tenía que acompañarlo, costara lo que costara.
–¿Cómo dijo? –la vio bajar las manos de su sien, y apretar los puños.
–Lo que escuchó señorita Higurashi –acercó su rostro a ella, con la mirada fija en esos ojos en llamas–. Me acompaña, o no hay dinero y adiós al trabajo. ¿Entiende o no?
Al investigarla con el personal supo que Kagome no renunciaba porque su sueldo era suficiente para cubrir sus gastos. Estaba siendo una vil rata, e incluso sabía que estaba cometiendo un delito, lo sabía, pero tenía que hacerlo.
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No podía creer lo que decía... Eso era rebasar el límite de la crueldad. Frunció el ceño nuevamente, y le apartó la mano de un manotazo, haciéndolo retroceder.
–Eso es chantaje.
–No, esto es negociar. Yo gano, usted también.
La calma con la que él se lo dijo la puso furiosa... ¿Es que no le importaba la estabilidad de esos niños? ¡Estaba siendo muy cruel!
–No necesito su dinero –se dio la vuelta y caminó hasta la puerta–. Tampoco necesito este trabajo.
Sí, sí lo necesitaba. Pero no iba a dárselo a conocer, tenía dignidad. ¿En serio creía que aceptaría acompañarlo? ¡Ella no era ese tipo de mujer de compañía! Eso le devolvió un amargo recuerdo, un recuerdo que quería borrar, quiso llorar, pero había aprendido a controlarse... En ese instante quiso darle una bofetada, la había insultado por el simple hecho de insinuar que era una mujer de esa calaña, se contuvo, porque hasta ese momento deseaba conservar su empleo. Pero después de escuchar su chantaje, ella no deseaba trabajar para alguien así. Él sabía que su amor hacia aquel lugar no era por simples deseos caritativos, era por la empatía que sentía por esos niños. El coraje de ver tantas criaturas solas en el mundo... ¿Qué había pasado con Inuyasha? ¿Todo era un amago por recordarle el pasado? No había otra razón, esto tenía escrito venganza en todos lados… Como sospechaba, él la detestaba porque lo había dejado en ridículo ante la sociedad.
Bueno, ¡no lo necesitaba! Ya había salvado al orfanato de sus deudas. Caminó decidida y con la frente muy en alto. Ella tenía razón. Ya había salvado el orfanato, sin el dinero de Inuyasha los privaría de ciertas cosas extra. Pero estaban a salvo de ser desalojados, eso era lo único que le importaba.
–Señorita Higurashi –ella se detuvo con la mano en el picaporte–. En la subasta, hubo ciertos "polizones"que compraron objetos ofreciendo grandes sumas de dinero... Y yo les ordené hacerlo.
Retuvo el aliento, y se giró lentamente para verlo a la cara. Inuyasha estaba tranquilo, con las manos en los bolsillos, y la mirada despreocupada. ¿Acaso él iba a hacer lo que estaba pensando?
–Si yo les digo que nieguen el dinero, ellos lo harán.
Kagome lo miró sin podérselo creer.
–Miente...
Él sonrió y estalló en carcajadas.
–No miento, señorita –detuvo sus carcajadas y la miro seriamente otra vez–. Si se niega a acceder mi propuesta, le dice adiós a más del 80% del dinero recaudado... Si quiere arriesgarse, hágalo. Por mi no hay problema.
Ella lo miró fijamente, sin poder creer lo que oía... Se llevó una mano al pecho y recargó su espalda en la puerta. Sentía algo amargo subir su garganta. Por un momento se preguntó si él sería tan cruel para negarle el dinero a unos huérfanos...
"¡Estúpida! Él lo arruinó aquella vez... ¿No crees que es razón suficiente?"
Su mente le gritó que era verdad, que el hombre que veía era el mismo que le había hecho daño en el pasado... Era un hombre sin escrúpulos. Inuyasha se le acercó, colocó un mano a un lado de su rostro, y ella de pronto se encontró acorralada entre la puerta y él. Su corazón latía a prisa, maldito traidor.
–¿Y mi trabajo? –intentó liberarse.
–Ya he contratado a alguien que lo hará por usted… No se preocupe por su sueldo, se le pagará su semana –añadió cuando ella iba a replicar. No se le ocurrió nada después de ello–. Se ha quedado sin salida alguna, señorita Higurashi... Entonces, ¿acepta acompañarme? ¿o acaso dejará esos niños sin hogar sólo por su culpa?
Kagome cerró los ojos, estaba derrotada... Debía aceptar, o los niños se irían a la calle. Debía tragarse su orgullo. Inuyasha tenía razón, estaba... Sin salida.
–Su silencio me ha parecido un "sí" –él se alejó y le abrió la puerta–. Nuestro vuelo sale el domingo a medio día, puede tomarse el día de hoy, pero mañana pasará mi chofer por usted a primera hora. No quiero retrasos, ¿ok?
Ella asintió con la cabeza y salió con la mirada fija en el piso. No podía creerlo, Inuyasha era cruel... Muy cruel.
Continuará...
Lamento la tardanza, pero les avisé que probablemente no sabía qué día actualizar. Tuve mucho que hacer estos días :'( y me enferme de las amígdalas :') se me juntaron varias cosas, lo de mi bebé, las amígdalas, el aseo… en fin.
Bueno, espero les vaya gustando la historia n.n probablemente el próximo sea lo que sucedió con ellos dos D:
Ya veremos si lo añado en el siguiente o más adelante (emoji pensando).
Nos leemos en otra ocasión.
¡Sayonara!
Posdata: Siganme en Facebook: Eline H. T. (Link en mi BIO).
