Capítulo 3
Todo o nada
París es conocido por todos como la Ciudad de la Luz debido a que fue la primera capital en iluminar sus calles con luz eléctrica. Sin embargo, también es conocida como la Ciudad del Amor debido al encanto y romanticismo que la rodea.
El brillo del amor se reflejaba en los ojos de Harry y Pansy, después de compartir una cena encantadora en un restaurante. Ambos subieron en el ascensor de un elegante hotel llamado "Bonjour Sorcier", propiedad de la familia Parkinson para magos y brujas. La estancia por una noche en este lugar tenía un costo de 400 galeones. Ambos adultos se sentían en la cima del éxtasis. Harry rodeó delicadamente la cintura de Pansy y la acercó hacia él. Con suavidad, le apartó un mechón de cabello que caía sobre su oreja y se inclinó para besar su cuello, un gesto que enloquecía a Pansy.
Entraron a la habitación, y el calor del momento se apoderó de ellos. Antes de la cena, Harry había puesto su teléfono inteligente en modo silencio, ya que Ginny había intentado contactarlo insistentemente. En ese preciso momento, el celular se encendió sin interrumpir el ambiente con ningún sonido. Harry besaba apasionadamente a la mujer de cabello negro, y la recostó suavemente en la cama, acariciando cada centímetro de su cuerpo perfecto.
Sus manos acariciaron su cabeza y luego se deslizaron hasta una de sus piernas, que ella levantó por instinto. En ese momento, nada más importaba. Solo eran ellos dos dentro de esas cuatro paredes. Con cuidado, Harry retiró el hermoso vestido rojo que ella llevaba puesto, dejándola en una deslumbrante lencería negra. Ella le sonrió coqueteando.
La noche se hizo larga, ya que se entregaron a intensos gemidos y orgasmos. Harry no podía pedir nada mejor. Se sentía vivo, seguro de cuánto amaba a esa mujer.
La mañana estaba amaneciendo y Pansy descansaba desnuda, recostada sobre los brazos de su amado. Se movió y quedó boca arriba, dejando al descubierto su pecho bien formado. Harry abrió los ojos y ese fue lo primero que su vista verde presenció, causándole un ligero rubor. Tomó las sábanas para cubrirla y le dio un tierno beso en la frente, haciendo que la Slytherin abriera los ojos.
—Buenos días, cariño.— saludó la señorita Parkinson con una sonrisa mientras se sentaba en el colchón, cubriéndose con las sábanas. Habían solicitado el servicio de desayuno en la habitación y esperaban a que llegara mientras permanecían acurrucados en la cama.
Flash back, 4 años antes.
Harry había asumido el cargo de jefe de los Aurores. En los últimos seis meses, se había descubierto un tráfico de sangre de unicornio en Londres y París. Después de una exhaustiva investigación en el mundo mágico del Reino Unido, la siguiente dirección a la que debía dirigirse era Francia. Sin embargo, esto no le caía bien a su esposa, quien creía que él estaba abandonando a su familia durante un largo periodo, exactamente tres semanas.
—¿Estás bromeando, verdad? — preguntó Ginny enfadada después de que Harry le contara sobre su viaje a París.
—Lo siento, Ginny, es trabajo. Además, me preocupa esta situación. ¿Quién podría estar siguiendo los pasos de Voldemort a estas alturas? —cuestionó Harry mientras guardaba con magia lo necesario para la ardua investigación. Harry pudo notar la desaprobación en el rostro de su esposa, pero él sonrió acercándose a ella.
—Me apresuraré para regresar a tiempo, lo prometo. — dijo mientras acariciaba suavemente su mejilla con la mano derecha. Sin embargo, Ginny lo empujó bruscamente, lo cual hizo que Harry rodara los ojos con fastidio. Llevaban ocho meses enfrentando problemas y tensiones en su matrimonio, no solo debido al trabajo excesivo, y eso estaba preocupando a Harry. En muchas ocasiones, había intentado acercarse a su esposa y había sido rechazado de varias formas.
—¡Tengo entrenamiento de Quidditch este fin de semana, Harry! ¡Deja de ser egoísta por un momento! — exclamó Ginny entre reclamos.
— ¿Egoísta? ¿Lo dices en serio? ¿Acaso fui egoísta cuando te fuiste a Ucrania por varias semanas para un partido? No vengas con ese argumento, Ginny, no te queda bien. —Harry estaba molesto, no le importaba quedarse al cuidado de sus hijos, los amaba profundamente, pero le enfadaba que Ginny hablara sin pensar. Él tenía que ir a trabajar, no estaba yendo a jugar.
La pequeña Lily Luna Potter tenía tan solo 6 años. A decir verdad, era una criatura a la que uno tenía que vigilar constantemente debido a su alto nivel de hiperactividad, que estaba llegando a un extremo. Admiraba a su padre, ya que siempre sabía cómo mantenerla ocupada con diferentes actividades entretenidas. Para ella, su padre era como un modelo a seguir y amaba pasar tiempo juntos. La pelirroja pensó en una excelente idea para manipular la situación, ya que el comentario anterior de su esposo la había dejado sin argumentos. Sin embargo, no dejaría que las cosas se quedaran así y tenía un as bajo la manga.
Harry terminó de empacar todas sus cosas en su maletín y bajó por las escaleras para despedirse. Cuando bajó el último escalón, una pequeña pelirroja se abalanzó hacia él con lágrimas en los ojos, buscando consuelo de su padre.
—¿Por qué tienes que irte? ¿Ya no nos quieres? ¡Prometo ser más obediente si no nos abandonas! — pidió con una delicada voz chillona, aferrándose con un fuerte abrazo a la cintura de Harry.
—Lily, solo es un viaje de trabajo, no te voy a abandonar — explicó sonriente, acariciándole la cabeza con cariño.
—¿Eh? Pero mamá dijo... — El pelinegro volteó a ver furioso a su esposa, quien yacía en la cocina tomando un jugo de naranja, quitada de la pena. ¿Cómo podía decirle esas cosas a una niña de tan solo 6 años? Había un límite de cuán desagradable podría ser una persona.
El ojiverde le dio un cálido beso en la frente a su hija, provocándole una inocente sonrisa. James y Albus permanecían jugando un curioso videojuego muggle que su tío Ron les había regalado, ignorando por completo a su padre. Por otro lado, era época de escuela, así que Teddy se alojaba en Hogwarts por el momento.
Harry quería acercarse a su mujer y poder despedirse adecuadamente, sin embargo, algo dentro de él lo frenaba. Se limitó a sonreírle, levantando su mano derecha y meciéndola de un lado a otro para despedirse y dar inicio a su definitivo distanciamiento marital.
Había pasado un año y medio desde que Hermione había asumido el cargo de Ministra después de trabajar un tiempo como defensora de las criaturas mágicas. El consejo había decidido que ella era la persona indicada para ocupar ese puesto, y ella misma se había postulado.
Harry se sentía feliz por su amiga, sabiendo que era el trabajo de su vida. Le resultaba divertido el hecho de que ahora ella le diera órdenes "como si nunca lo hubiera hecho", pensaba para sí mismo con ironía. Aunque siempre le obedecía, la diferencia ahora era que tenía que llamarla Ministra o jefa durante las horas laborales.
—Eso es todo, cualquier novedad les pido que me hagan saber la situación a través de vociferador con el sello clasificatorio. —pidió la Ministra, extendiendo su mano hacia la salida para indicar que podían retirarse. —Sr. Potter, ¿puede quedarse un momento? Le entregaré los pergaminos del área que cubrirá su escuadrón —continuó, poniéndose de pie en dirección a su amigo.
— No puedo ignorar la situación de un amigo que se va lejos.
— ¿A qué te refieres?
— Ginny me llamó furiosa, diciéndome que eres un patán inconsciente que abandona a su familia. Un poco dramático, a mi parecer — se burló cruzando los brazos mientras se recargaba en la pared. Harry se sintió molesto por un momento, ya que creía innecesario involucrar a terceros en problemas inexistentes creados por la cabeza necia de su esposa. Sin embargo, se calmó al escuchar la serenidad de su mejor amiga.
— Harry, entiendo que estés enfadado, pero por favor trata de comprender a Ginny un poco. Ella te ama y el hecho de que piense que alguien pueda alejarte de su lado la vuelve loca. El corazón de una mujer puede ser frágil a veces. Te pido que hables con ella y no te enfades con mi amiga. Puede ser dura e incluso pesada, pero te ama, lo sé — pidió Hermione con dulzura en su voz. Harry se sentía feliz de tener a alguien como ella en su vida. Estaba orgulloso de la mujer en la que se había convertido. Asintió con la cabeza en señal de entendimiento.
—Sí, supongo que tienes razón hablaré con ella tan pronto como pueda. —accedió. La castaña se alegró por unos momentos, detestaba ver a sus amigos en ese tipo de situaciones, aunque claro decirlo parecía más sencillo de lo que realmente era, el auror había llegado por traslador hasta su destino siendo la llamada hacia su esposa lo primero que había hecho.
—¡Escúchame, Harry Potter, no quiero saber absolutamente nada! —gritó la pelirroja al otro lado del teléfono. — ¡Decidiste ir a ese estúpido viaje sin importar cómo me sentiría! Eres tan egoísta. ¿Y sabes qué? Me alegro, me di cuenta de lo poco que significamos nosotros para ti. —colgó, dejando al hombre enfadado. Su mal humor se reflejaba en su rostro en ese momento inoportuno, ya que tenía trabajo que hacer y no podía permitirse fallar.
Su primer día en París había sido un completo fracaso. Los aurores franceses no habían avanzado tanto en la investigación como se esperaba, y, para colmo, la comunicación era casi imposible debido a su escasa habilidad con el idioma. El reloj marcaba la medianoche y Harry estaba agotado. Lo único que deseaba era tomar una buena ducha e irse a la cama, y eso es exactamente lo que habría hecho si no se hubiera topado con cierta escena en su camino.
— ¡Suéltame, estás completamente loco! —Escuchó un grito femenino en las cercanías y se dirigió rápidamente hacia la siguiente calle. Allí vio a una mujer con un hermoso vestido plateado y larga cabellera negra, tan oscura como la noche, luchando para que un hombre regordete muggle la soltara. A pesar de querer salir de allí, su espíritu Gryffindor no se lo permitió y corrió en su ayuda.
—Escucha, la dama te ha dicho que la sueltes. —Harry agarró al hombre del antebrazo con fuerza, tirando de él hacia él con el ceño fruncido. Si aquel hombre no se marchaba, estaba seguro de que desquitaría toda su ira acumulada con él. Pero el muggle parecía no ceder. Harry, con un fuerte codazo, consiguió que cayera fácilmente debido a los efectos del alcohol. Luego tomó la mano de la mujer y la hizo correr junto a él. Su respiración se volvía cada vez más agitada. Corrieron lo suficiente y se detuvieron frente a un establecimiento de postres abierto las 24 horas.
— ¡Maldita sea, si hubiera traído mi varita, definitivamente habría hecho que ese imbécil rogara por su vida con un Crucio! —comentó la mujer con dificultad. El chico de anteojos no se había dado cuenta de quién era hasta que la pudo ver con mayor claridad. —Y menos puedo creer que un idiota como Harry Potter me haya ayudado. ¿Qué hace aquí un indistinguible Gryffindor como tú? —cuestionó con un toque de arrogancia en los labios, lo cual provocó una ligera sonrisa en su salvador.
— ¿Te encuentras bien? —preguntó Harry, limpiándose el sudor con la manga de su camisa. Pansy lo miró con indiferencia y lo examinó de arriba hacia abajo, ignorándolo por completo. Acomodó su cabello y siguió su camino. "Un simple gracias no te mataría", pensó el auror, viéndola marcharse.
La noche había transcurrido con normalidad y a las 7 de la mañana, cuando el reloj marcaba la hora, un rico aroma a flores y lavanda empezaba a llenar las fosas nasales de Harry. El día anterior, había recibido una lechuza de su jefa, anunciando la llegada de un nuevo miembro al equipo de investigación, alguien enviado por el gobierno mágico francés. Aunque esta persona serviría más como apoyo que como investigador principal, Harry sentía que era innecesario tener a alguien más en su equipo. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que estaba completamente equivocado.
Luego de una hora, Harry estuvo listo y se dirigió al vestíbulo del hotel, donde sus subordinados lo esperaban puntualmente para su reunión matutina.
— Muy bien, los he reunido aquí para tratar el tema del nuevo integrante de esta misión. Nuestra ministra, Hermione Weasley, confía en que esta persona nos será de gran utilidad. Les pido que lo reciban de la mejor manera posible. — solicitó el jefe de los aurores, sin tener conocimiento del nuevo miembro. Bajando por las escaleras, apareció una delgada mujer con cabello oscuro y un hermoso vestido verde con tonos negros. La presencia de esa mujer también tomó por sorpresa a Harry.
— Le agradezco, señor Potter, por su amable presentación. — agradeció la mujer con cortesía y propiedad. — Me llamo Pansy Parkinson y a partir de ahora trabajaremos juntos. — concluyó sonriendo. Harry, el Niño-Que-Vivió, no sabía cómo sentirse respecto a esta situación. No se sentía cómodo con la idea de trabajar junto a la mejor amiga de Malfoy, sin mencionar el incidente de la noche anterior. No entendía cómo una bruja digna de Slytherin salía a pasear por las oscuras calles muggles de Francia sin su varita. No quería darle muchas vueltas a ese asunto, ya que no era su problema, pero le resultaba curioso, al menos para él.
La tarea encomendada a Pansy había concluido por el momento. Hasta ese día, nunca antes se había sentido tan obligada a hacer algo que no quería. Por alguna extraña razón, seguía sintiendo disgusto al trabajar al lado de Harry Potter. Aunque había escuchado hablar de él e incluso lo había visto en algunas ocasiones, eso era más que suficiente para ella. Pasar la mayor parte del día junto a él solo porque el inútil, como Pansy solía llamarlo en su mente, no dominaba el francés ¡Por Merlín! Incluso su rubio amigo era más competente cuando visitaba el lugar. Pero, claro, Draco era fantástico, a diferencia de ese chico de lentes.
Tres semanas se habían convertido en un mes y habían tardado más de lo planeado. La falta de información les había impedido al jefe de los aurores y a Pansy regresar a casa. Al principio, trabajar juntos había sido complicado, pero Pansy y Harry habían logrado adaptarse el uno al otro.
Nunca antes habían colaborado o tratado al otro como iguales, pero durante esas semanas, Pansy se dio cuenta de que se había equivocado al juzgar a Harry. Cada día no perdía oportunidad de burlarse de su extraña forma de vestir, pero pudo ver que él era atento y caballeroso. Por otro lado, Harry pudo vislumbrar varias virtudes en Pansy. Se dio cuenta de que ella no era solo vanidad, descubrió su lado humano y vio que podía ser también simpática y divertida.
Todo parecía perdido para el equipo de aurores. Creían que esta investigación sería solo una más en la lista de casos pendientes. Sin embargo, en medio de sus pensamientos negativos, una agitada Pansy los sacó de su letargo.
— ¡Harry, tienes que ver esto! —exclamó Pansy, entrando apresuradamente al despacho y dirigiéndose hacia su compañero. Pasando por alto que lo había llamado por su nombre.
Colocó un elegante frasco de vidrio cilíndrico sobre la mesa, que tenía escrito "Leur beauté" en él.
— ¿Qué dice ahí? -preguntó Harry, examinando el artículo.
— Es una crema rejuvenecedora. Estuve hablando con una amiga, ella me contó sobre este producto. Al parecer, está muy de moda en el mundo muggle y es muy eficaz. Sin embargo, ya no parece una coincidencia que todas las mujeres que la usan obtengan como resultado una tragedia. Es curioso, ¿no crees? — Pansy le contaba una historia bastante extraña, y Harry no sabía si le sorprendía más el hecho de que su compañera estuviera al tanto de cosas del mundo no mágico o la conexión con la crema en cuestión.
— ¿Me estás diciendo que el traficante utiliza la sangre para beneficio de los muggles? No tiene sentido. ¿Por qué lo haría? — Pansy rodó los ojos, considerando que lo más importante era atrapar al culpable, no entender sus motivos.
—No importa, Potter. Tengo curiosidad y voy a enviar este producto al departamento de pociones para que confirmen de qué está hecho. — Fue lo último que dijo antes de abandonar el lugar. Harry la observó marcharse y se dio cuenta de que había dejado su varita. Considerando prudente seguirla para devolvérsela, se dio cuenta de que Pansy, a pesar de haber llegado solo para apoyar con el idioma, había demostrado tener más iniciativa que muchos en el departamento de aurores. El jefe no pudo salir del lugar, ya que varios compañeros le estaban pidiendo su opinión sobre sus actividades pendientes.
Pasada media hora, el hombre se dirigió al departamento de pociones en busca de la pelinegra. No tuvo que bajar el ascensor, ya que la divisó dirigiéndose hacia él.
— Señorita Parkinson — la llamó, haciendo que ella se volteara y detuviera su caminar. Harry se acercó a ella.— Hace un rato dejaste tu varita en el despacho de investigación. Siempre la olvidas, ¿no?
Pansy arqueó una ceja, sin entender a qué se refería.
— ¿Te vas? — preguntó Harry, entregándole la varita.
— Gracias, y no. Es mi hora de comida. Iba a ver a una amiga, pero me canceló de última hora. Así que comeré aquí en el comedor. Es acogedor y elegante, a diferencia del de Londres — comentó Pansy. Harry encontró ese comentario innecesario, pero aún así le sonrió.
— ¿Puedo acompañarte? También estoy muerto de hambre — propuso Harry. En el pasado, Pansy se hubiera negado sin dudarlo, pero ya habían pasado mucho tiempo juntos y no veía por qué no aceptar. Ambos se dirigieron al comedor del Ministerio Mágico de París. Era cierto que el lugar tenía clase. Potter nunca había ido allí, siempre se preparaba algo para comer solo o con sus compañeros. Estaba cansado de comer sándwiches todos los días.
Al entrar, dos elfos con smoking les abrieron las puertas de cristal. Era como un restaurante formal, con varios candelabros colgando del techo y elfos actuando como meseros.
— ¿Qué pasa, Potter? — preguntó Pansy una vez estuvieron sentados en su mesa asignada por uno de los elfos.— ¿Te sientes fuera de lugar? No me sorprende, este no es tu ambiente. Sé que te gusta traer un sándwich de mantequilla de maní machacado y sentarte en el parque de enfrente - bromeó, sorprendiendo a Harry de que conociera tan bien su rutina.
— Tengo más dinero del que crees, señorita Parkinson. No te preocupes, ahorrar es algo que tú no conoces — respondió Harry, ambos riendo al reconocer que tenían razón: ella siendo algo derrochadora y él sorprendido por el elegante entorno en el que se encontraban.
— Bueno, al parecer el dinero no puede comprar buen gusto, porque en serio, ¡Merlín! ¿Por qué insistes en vestirte así? — preguntó Pansy mientras tomaba un sorbo de su naranjada.
— Verás, es que... mi esposa... — tartamudeó Harry, sintiéndose ligeramente sonrojado. Esta respuesta hizo que Pansy encontrara la situación divertida.
— Ahhh, no te preocupes. Entiendo perfectamente lo que quieres decir. Draco pasó por lo mismo con Astoria, pero por suerte yo estaba ahí para ayudarlo. En serio, deberías hacer algo al respecto. Si me lo pides, tal vez pueda ayudarte — comentó Pansy con indiferencia, aunque en realidad por dentro sentía otra cosa. Quizás porque ella misma se había reído a espaldas de Harry junto a los demás aurores franceses.
— Sí, hagámoslo — respondió Harry de manera decidida. Estas simples palabras dejaron a Pansy sin habla, mientras él añadía azúcar a su café sin percatarse de la mirada asombrada de su compañera.
Tres días después, Pansy y Harry caminaban por la calle Rue du Faubourg Saint-Honoré con varias bolsas en las manos. Habían pasado todo el día buscando un nuevo guardarropa para Harry. El Gryffindor se divertía más de lo que hubiera imaginado, ya que nunca antes había hecho algo así con su esposa o sus amigos. Tenía que admitir que se sentía bien consentirse un poco.
Habían pasado por una Boulangerie para tomar el té de la tarde. La mujer disfrutó de un delicioso té de menta acompañado de macarrones de frutos rojos. El auror, debido a su falta de experiencia, decidió pedir lo mismo, considerándolo una excelente elección a su parecer. Pansy tenía buen gusto no solo en la ropa, sino también en la comida.
— Creo que después de haber dedicado todo mi día libre para ti y tu vestimenta, merezco algo bonito, ¿no? —comentó, como si fuera lo más obvio, provocando una sonrisa astuta en Harry, ya que ella tenía razón. — Mis amigos muggles dicen que hay personas que se dedican a esto, asesor de imagen, creo que los llaman.— mencionó con normalidad mientras le daba un bocado a su macarrón. Potter se detuvo en seco, dejando su taza en el aire.
—¿Cómo dices? No tenía idea de que tuvieras amistades muggles.
—Definitivamente eres un poco lento, ¿de dónde crees que saqué la crema? — dijo Pansy con una sonrisa burlona.
—Nunca pensé que alguien como tú se relacionaría con muggles — comentó el hombre, provocando un leve suspiro en la chica.
— ¿No hemos pasado todo el día en tiendas muggles? Eres un tonto, Harry Potter. ¿Recuerdas aquella noche en la que me ayudaste con ese sujeto desagradable? — El hombre asintió con atención. — Había ido a una reunión con mis amigos muggles, así que no te preocupes. Yo también me sorprendí al relacionarme con esa clase de gente, pero me di cuenta de que no hay nada de malo en ello. Por eso no llevaba mi varita conmigo. Quería experimentar cómo era vivir de esa forma y, para ser honesta, me divertí. Además, descubrí esta cosa. — Pansy sacó de su bolso un teléfono celular de última tecnología, dejando al auror sorprendido. — Le llaman teléfono celular. Me di cuenta de que para ellos es como una varita mágica. Nunca lo sueltan, es práctico y tiene múltiples funciones.
— Sí, lo sé. También tengo uno. De hecho, nuestro trabajo habría sido más práctico si lo hubiera sabido antes. ¿Podemos intercambiar números? — propuso Harry. Pansy sonrió y aceptó. Ambos se intercambiaron sus números de teléfono celular. Al salir de allí, Harry le compró a su nueva amiga un precioso brazalete de oro blanco y pequeñas esmeraldas, muy acorde con su esencia de Slytherin.
Fin del Flash back.
El desayuno había sido entregado en la puerta. Esa mañana les sirvieron tartines acompañados de mantequilla, junto con una bebida caliente para cada uno y un tazón de frutos rojos.
Después del desayuno, Pansy decidió darse una ducha relajante con velas aromáticas, ya que decía que eso la ponía de buen humor. Cuando ella terminó, Harry decidió entrar a la ducha. Pansy se vistió con un lindo vestido negro de manga larga y se acercó al tocador para retocarse los ojos. En ese momento, sintió la vibración del teléfono celular de Harry, era su esposa.
Un fuerte impulso la invadió, deseando contestarle a Ginny para asegurarle que su marido estaba en buenas manos. Sin embargo, sabía que era imprudente hacerlo. Suspiró para calmarse y se colocó unos pendientes plateados largos. Un nudo se formó en su garganta mientras sus lindos ojos verdes empezaban a tornarse ligeramente rojizos. Sus mejillas se ruborizaron, prescindiendo del polvo, y se maquilló como pudo. Se sentó en la esquina de la cama, esperando a Harry con una expresión pensativa.
Harry salió del baño, ya vestido y abotonando su camisa. Al ver a Pansy con semblante apagado, se acercó a ella para averiguar qué le ocurría, ignorando ser el motivo de su preocupación.
— Pansy, ¿qué pasa? — se sentó a su lado. Ella giró el rostro finalmente para abordar el tema que la atormentaba desde hace varios meses.
— Harry, ¿me amas?
— ¿Pero qué estás diciendo? ¡Claro que sí! Te amo.
— ¿Por qué no estamos juntos entonces? Y antes de que digas algo sin sentido, sabes a qué me refiero. Estoy empezando a cansarme de esta situación. No quiero ser la opción de reserva a la que acudes cuando tu esposa te aburre -Pansy soltó todo lo que había estado acumulando, había querido decirle esto desde hacía algún tiempo.
— Pero... ¿por qué estás diciendo todo esto de repente? —Harry no entendía el motivo del cambio tan drástico en Pansy. Antes de entrar al baño, parecía bastante feliz. No es que él no estuviera de acuerdo con ella, sabía que no se merecía eso, pero el tema era complicado. Pansy le había enseñado a ser un poco egoísta y ahora no quería dejarla ir, aunque sabía que no era justo ni para Pansy ni para Ginny. —No digas esas cosas, sabes muy bien que Ginny y yo ya no tenemos nada. Estoy aquí verdaderamente solo para ti.
— Si ese es el caso, entonces considera seriamente el divorcio. Conozco a varios amigos de la familia que son abogados y podrían apoyarte en el proceso. Podríamos hacerlo de forma rápida, incluso en solo una semana —sugirió Pansy con determinación. Estaba decidida a hacer todo lo posible para estar juntos de manera oficial.
— Pansy, no es tan sencillo. Debes recordar que mis hijos están involucrados en esta situación —respondió Harry, frunciendo el ceño. Podía sentir la furia que emanaba de la expresión de Pansy.
— ¡Nunca te pedí que descuidaras a tus hijos! —exclamó Pansy mientras se ponía de pie, elevando el tono de su voz.— ¡Harry, es todo o nada! —cruzó los brazos y arqueó una ceja, mostrando su determinación.
¡Hola a todos! Siiii, lo sé, se que este capítulo fue puro Hansy jaja pero espero que les haya gustado! regresaré pronto para el siguiente capítulo! Me encantaría poder leerlos!
-An Epony
