Capítulo 16. El gabinete de porcelana.

La alta sociedad mágica británico apenas había cambiado las costumbres después de la guerra. Los ricos sangrepuras seguían con su ajetreado tren de vida organizando ostentosas y exclusivas fiestas en las que los que pocos eran los afortunados de ser invitados. Las brujas sangrepuras seguían celebrando sus tertulias exclusivas para aquellas damas de semejante condición. Los magos seguían reuniéndose en sus clubs privados de difícil acceso para aquellos que no eran de su mismo estatus social. En resumen, las mismas convenciones sociales, las mismas estrictas reglas de comportamiento en sociedad regían sobre aquellos que tenían el privilegio de pertenecer a aquella aristocracia que antaño manejaba los hilos del poder, salvo que ahora, solo les quedaba aparentarlo.

Todo parecía igual que antes de la primera aparición del Señor Tenebroso: los sangrepuras evitaban juntarse con mestizos y sangremuggles, o al menos con aquellos que no les reportara beneficios por su riqueza o importancia política. Si bien los prejuicios contra los nacidos de muggle habían disminuido, todavía entre la aristocracia mágica no estaba del todo bien visto, sobre todo entre los miembros más puristas, asociarse demasiado con ellos, y menos aún entablar relaciones personales más allá de los negocios. Sin embargo, la mayoría había aceptado abrir sus círculos a nuevas personalidades que, tiempo atrás, habían tenido cerradas las puertas de sus mansiones.

Narcisa sabía cómo funcionaba todo aquello. Había sido educada para ello y conocía las reglas del juego. Sabía a la perfección cómo había que comportarse en público, con quienes debía dejarse ver y quienes debían ser sus amistades o al menos, aparentarlo. Sabía que podría provocar el rechazo y la vergüenza de su familia ante sus semejantes, y también sabía cómo se podía salir de aquella situación. Era una excelente jugadora del juego de la sociedad, por muchos temida y respetada.

Las navidades habían terminado bastante mejor de lo que habían empezado. Habían pasado las fiestas en Francia, en su mansión del Bois de Boulogne, y habían aprovechado para ir al mercado mágico navideño de Estrasburgo, el mejor de Europa, volviendo antes de nochevieja. Enero entró discretamente sin hacer ruido devolviendo a los habitantes de la mansión Malfoy a su rutina. Scorpius había vuelto a Hogwarts a seguir con su cuarto curso, deseoso de volver a encontrarse con sus amigos, en especial, con Rose (aunque se empeñase en negarlo). Draco había vuelta a sus ocupaciones laborales dirigiendo los negocios de la familia, y Astoria y Narcisa habían retomado la temporada social, interrumpida por las festividades. Nuera y suegra, pese a formar parte de la misma alta sociedad, tenían círculos de amistades muy diferentes, lo que a veces provocaba pequeñas discusiones que ambas sabían cerrar en el momento en que la conversación subía de tono. El circulo de Astoria era una generación más joven, con ideales más modernos e inclusivos, favorables en la lucha por la igualdad y comprometidas con varios fines benéficos. Por el contrario, el circulo de Narcisa, estaba más anclado en el pasado. Estaba formado por muchos de los apellidos de los Sagrados Veintiocho, defensores de la pureza de la sangre y del mantenimiento de las viejas costumbres, que parecían inamovibles ante el paso del tiempo.

Aquella tarde de mediados de enero, Narcisa hospedaría una pequeña tertulia con algunas brujas sangrepuras en la propia mansión de la familia. Normalmente, cuando Narcisa le tocaba organizar alguna tertulia o alguna pequeña celebración utilizaba cualquiera de las otras propiedades de la familia en Londres como la "Green House" en Mayfair (la mansión urbana de los Malfoy) o la "Ham House", que había pertenecido a los Black. Pero esa tarde Narcisa, con el consentimiento de Draco, había podido organizar la tertulia en la mansión principal de su familia, después de mas de 25 años desde la última vez, antes de que Voldemort regresara, antes de que su familia cayera en desgracia y tuvieran que marcharse un tiempo de Inglaterra. Aun recordaba la fingida indiferencia de su hijo aquella mañana cuando le "comunicó" su intención de invitar a un pequeño grupo de brujas a una tertulia en la casa ancestral de los Malfoy, durante el desayuno en el comedor de diario.

Draco estaba sentado en la punta de la mesa del comedor, como de costumbre todas las mañanas. Leía minuciosamente las noticias políticas y económicas del diario mágico El Profeta mientras se terminaba a disgusto su ya frío café. Se había entretenido leyendo las novedades de la nueva reforma fiscal que el gobierno de la ministra Granger iba a presentar en los próximos días ante la asamblea del Wizengamot, que no se dio cuenta de que el café se le había enfriado. Astoria, por su parte, estaba abstraída del mundo mientras ojeaba su agenda semanal a la vez que se terminaba su tostada de mantequilla y mermelada de frambuesa.

Fue entonces cuando Narcisa entró en el comedor, llamando la atención del matrimonio con un leve carraspeo de su garganta, tal y como solía hacer cuando quería llamar la atención de los presentes. Draco y Astoria dejaron sus asuntos y giraron la cabeza dirección a Narcisa, quien les dirigió una leve sonrisa. Draco se levantó para saludar a su madre con un beso en la mejilla, y se sentó a la derecha de su hijo, enfrente de Astoria.

- ¿Habéis desayunado, madre? – preguntó Draco – llamaré a los elfos para que vuelvan a calentar el café, este se ha quedado frío – señaló la cafetera que estaba encima de la mesa.

- Si, querido, he desayunado antes, no te preocupes – dijo Narcisa – he venido porque me gustaría informaros de algo que en parte os influye.

Draco y Astoria miraron fijamente a Narcisa, con algo de preocupación.

- ¿De qué se trata? – preguntó Draco levantando una ceja

- Verás, como ambos sabéis algunas brujas y yo tenemos una tertulia todas las semanas, organizada por una de nosotras cada vez, para charlar y comentar cosas de la actualidad mágica.

- Para cotillear y chismorrear, entiendo – dijo Draco con gracia.

- No solo se cotillea en esas tertulias, querido – corrigió Astoria, que solía tener otra parecida dedicada a fines caritativos y sociales.

- Exacto – dijo Narcisa – en esta ocasión me toca a mí organizarla y me gustaría poder hacerla aquí, en la mansión.

Draco se estremeció en su silla al escuchar las intenciones de su madre. No le gustaba que extraños entraran en su hogar, su sancta santorum, reservado solo a aquellos mas apegados a la familia. Pero también entendía a su madre, quien antaño presumía ente sus amistades del exquisito hogar de los Malfoy y gustaba de organizar fastuosos bailes y fiestas, y extrañaba esa buena época. Ahora, ella estaba viuda y había tenido que ceder ese papel a su hijo y su nuera, algo que le costaba asimilar algunas veces. Sintió de pronto la mano de Astoria por debajo de la mesa cogiéndole la suya y escuchó su melodiosa voz.

- Es una idea fantástica, Narcisa – opinó Astoria – seguro que los elfos estarán encantados de preparar una tarde encantadora para alguien más aparte de la familia.

- Había pensado en organizarla en el gabinete de porcelana – dijo Narcisa animada al encontrarse apoyada por Astoria – como solo seremos cinco, es perfecta para tener una agradable e íntima velada.

- Además de que es una de las salas mas bonitas y lujosas de la mansión – dijo Astoria sonriendo – seguro que algunas se mueren de envidia cuando vean la lámpara de porcelana.

- Estoy segura de ello – ambas mujeres se rieron de ello.

- ¿Y quienes vendrían? – preguntó Draco serio.

- Emerald Parkinson, Roslyn Bulstrode, Alexandra Flint y Hesper Avery – contestó su madre – ni Erica MacDougal ni Helen Max podrán venir.

Draco cogió su periódico y lo puso en vertical, ocultando su rostro para que las dos mujeres no vieran su cara de disgusto. No le hacía gracia la presencia de aquellas estiradas mujeres en su casa, y menos a la madre de su antigua compañera de estudios.

- No veo nada de malo en que la celebres aquí – sentenció Draco con voz seria – esta también es tu casa, madre.

Narcisa sabía que a su hijo no le hacía mucha gracia la presencia de aquellas mujeres en su casa. Había escuchado a Draco comentar con Astoria días atrás su disgusto, sobre todo con Emerald Parkinson, frívola y supremacista de la pureza de la sangre, que, además, no le terminaba de perdonar que no escogiera a su hija como esposa. Pero se había salido con la suya, al menos aquella vez (gracias a la intervención inesperada de Astoria), y no iba a desaprovechar la ocasión de volver a disfrutar deslumbrando a sus invitadas con los lujos de su mansión.

El gabinete de porcelana era una joya en su conjunto, que había logrado salvarse de los destrozos ocasionados por los Mortífagos mientras ocuparon su casa gracias a que los elfos la desmontaron y guardaron en un lugar seguro por orden de Narcisa. Estaba situada en la planta baja, con vistas al jardín. Era una sala pequeña pero muy lujosa, construida por deseo de Septimus Malfoy como sala de conversación. Quería que fuera algo espectacular, algo nunca visto en Inglaterra, y que sorprendiera a los invitados cuando fueran llevados a aquella sala. Tras un viaje diplomático a España, contempló el fabuloso gabinete de porcelana, y decidió ordenar la construcción de su propio "gabinete" a inspiración del español. Contrató a Mateo Gricci, uno de los hijos del autor del gabinete español y diseñó una sala inspirándose en la española. El coste de la sala alcanzó el valor de las rentas

Las paredes fueron recubiertas con unos paneles de porcelana que mezclaban motivos naturales (como árboles, palmeras, flores, etcétera) con motivos orientales, traídos desde la Real fábrica de porcelana de Capodimonte, en Italia. Aparecían escenas de algunas las culturas orientales: chinas, japonesas, persas, árabes y egipcios. Retrataban escenas de la vida diaria, como dos egipcios recogiendo el grano, dos persas caminando, unos chinos en la ceremonia del té, una escena de un bazar árabe, etc. En el techo, su bóveda estaba decorada con un fresco que representaba el cielo, que parecía estar sustentado por las ramas de árboles. Del techo, caía una espectacular lámpara de porcelana, de ocho brazos que simulaban las ramas de una palmera. En las paredes pequeños candelabros dobles de porcelana ayudaban a iluminar la sala. Dos grandes ventanales con un cortinaje verde con flecos plateados dejaban pasar la luz a la sala.

El mobiliario original lamentablemente no pudo ponerse a salvo. Después de la guerra, se instalaron un cómodo sofá de estilo victoriano de tres plazas, de madera dorada y tapizados en verde, y a juego dos sillones, que se dispusieron enfrentados con el sofá, separados por una mesita de café. Se habían traído de otras habitaciones dos cómodas blancas de madera con una piedra de mármol encima que se dispusieron donde estuvieron las originales, y un par de sillas blancas sin brazos de estilo imperio que no desentonaron con la estética.

El día había llegado y Narcisa recibió a sus amigas en aquel pequeño salón, que impresionó a sus compañeras de tertulia, que durante buen un rato no pudieron apartar la vista ni de las paredes ni del techo, admirando la gran obra del maestro Gricci, con aquellas figuras de porcelana que sobresalían. Narcisa disculpó la ausencia de Draco y Astoria, alegando como excusa que estaban ocupados en otros asuntos de gran importancia y no iban a poder saludarles. Seguidamente, un par de elfos aparecieron con bandejas plateadas sirviendo té y dulces a las invitadas de Narcisa. Después de alabar a su anfitriona por su hospitalidad, comenzaron su agradable y frívola tertulia semanal de las últimas novedades acaecidas en la sociedad mágica británica.

- Os supongo ya enteradas del último escándalo de la familia Blishwick – afirmó Roslyn Bulstrode

- Por supuesto que nos hemos enterado, querida – dijo Emerald Parkinson – después de esto dudo que puedan volver a caminar con la cabeza bien alta.

- Disculpadme la ignorancia, ¿Qué ha ocurrido con los Blishwick? – preguntó Narcisa algo confundida – lo último que sabía es que habían tenido que poner en venta su mansión de Gloucestershire por no poder pagar sus deudas.

- Eso no es lo último, Cissy – dijo Alexandra Flint – ocurrió en la pasada fiesta de los Macmillan.

- A la que por desgracia no pudiste venir – incidió Emerald Parkinson, ya que Narcisa no había sido invitada debido a la mala relación que existía entre Draco Malfoy y Ernie Macmillan, arrastrada desde Hogwarts.

- Estoy segura de que tratándose de los Macmillan tampoco fue una gran cosa – dijo Narcisa quitándole importancia a aquella celebración que sabía que no había sido muy entretenida– por favor, Alexandra, continúa.

- Pues resulta que Agnes, la hija pequeña de los Blishwick se escabulló del salón, sola y acabó en los invernaderos de la mansión en compañía de otro varón, ya imaginarás para qué – dijo Alexandra a Narcisa mirándola de forma pícara.

- Vaya – dijo Narcisa cubriéndose los labios - ¿Y se sabe con quién?

- Un sangresucia que ni siquiera estaba invitado a la fiesta – dijo Emerald Parkinson de forma despectiva – Edward Collins, un niñato de la edad de la niña, recién salido de Hogwarts que acaba de entrar en San Mungo como alumno de medimagia.

- Por lo que tengo entendido, los jóvenes mantenían una relación secreta – comentó Alexandra Flint.

- Vaya desgracia para la familia – dijo Hesper Avery con asco – no solo la vergüenza de ser pillados en una situación comprometida, sino que además con un sangresucia.

- Lo siento mucho por Hyacinth – dijo Narcisa – me cae bien la pobre, no se merece todo lo que le está pasando últimamente.

- Quizá debería haber controlado mejor a su hija – dijo fríamente la señora Parkinson- tal y como yo hice con la mía.

- No hay duda de que nuestros hijos sabían cumplir su deber como se esperaba de ellos– dijo orgullosa Hesper Avery – mis hijos se casaron con sangrepuras, y sus hijos se casarán con sangrepuras.

- Como debe ser – dijo Emerald Parkinson – mi hija Pansy y su esposo ya están buscándole una pretendiente adecuada a mi nieto Aiden, para mantener el linaje mágico impoluto.

- ¡Pero si apenas tiene quince años! – dijo Narcisa sorprendida- es compañero de Scorpius – es todavía muy pronto para todo eso.

- Mejor tenerlo todo previsto, querida – dijo Emerald Parkinson– y, sobre todo, enseñarles que los compromisos hay que cumplirlos – dejó caer en referencia a la ruptura del compromiso entre Pansy y Draco.

- Querida Emerald, sabes bien que, aunque los padres intentemos procurarles lo mejor, son nuestros hijos quienes al final deben decidir, y nosotras debemos aceptar sus decisiones que, a la larga, resultan acertadas – le dijo Narcisa fulminando a su compañera de tertulia con la mirada mientras le sonreía.

Al contrario que la señora Parkinson, Narcisa sí se había alegrado de que Draco hubiera decidido, nada mas terminar la guerra, romper su compromiso con Pansy Parkinson. Un matrimonio orquestado por Gideon Parkinson y Lucius Malfoy para unir a dos de las grandes familias mágicas. No le gustaba esa mujer para su hijo Draco. Su belleza era lo único que podía ofrecer esa chica. Frívola, engreída, derrochadora, incapaz de pensar en alguien más que en ella, eran de los muchos adjetivos que la caracterizaban por aquel entonces, (y que, según algunos, le seguían valiendo para describirla). Aunque Astoria no era su elección favorita para Draco, tenía que admitir que era mejor que Pansy, tenía más conversación.

- Draco y Astoria deberían tomar más ejemplo de Pansy y su esposo– recomendó la señora Parkinson con maldad – y empezar a buscar pretendienta para Scorpius, porque he oído que se fija demasiado en la hija de la sangresucia Granger.

- Cambiando de tema – salió Alexandra Flint antes de que Narcisa le contestara a la señora Parkinson para así evitar un conflicto entre abuelas– he oído el rumor de que McGonagall está pensando en retirarse y que el puesto pasaría al profesor Longbottom, ¿habéis escuchado algo vosotras?

- Mas le gustaría a ese advenedizo que se jubilara la vieja para poder abalanzarse sobre su silla– dijo Hesper Avery con odio – por muy héroe de guerra que sea, no está cualificado para nada cualificado el puesto de director de Hogwarts.

- Dudo que los padres lo permitan – dijo Roslyn Bulstrode convencida – es muy joven para el puesto.

- También lo era Harry Potter para el de jefe del Cuartel de Aurores – dijo Emerald Parkinson – y mirad dónde lo tenemos ahora.

- Tranquilidad, según tengo entendido es solo un rumor – dijo Narcisa tranquila – la directora McGonagall goza de buena salud y no tiene pensado retirarse.

- Menos mal, porque si tal cosa ocurriese, muchos de nuestros nietos abandonarían la escuela de inmediato – dijo Hesper Avery afirmando con la cabeza – de inmediato, os lo digo yo.

- Tampoco sería para tanto – dijo Alexandra – Longbottom tiene la maestría en Herbología, experiencia como botánico y no es un mal profesor por lo que tengo entendido.

- Scorpius no estaría muy de acuerdo con tu afirmación – dijo Narcisa con una media sonrisa imaginándose a la reacción de su nieto – y es el jefe de casa.

- Bueno, no seré yo quien lo defienda – dijo la señora Flint excusándose.

- Afortunadamente – siguió Hesper Avery gesticulando exageradamente con las manos – si como bien dices Narcisa es solo un rumor, no tenemos de qué preocuparnos, al menos, todavía.

- ¿Es cierto que Astoria va a dar un concierto en marzo? – preguntó Emerald Parkinson cambiando de tema repentinamente.

- Yo también he escuchado eso a mí sanador personal el otro día cuando vino a mi casa– confirmó Alexandra Flint – un concierto de música de cámara a beneficio a la investigación de enfermedades raras y graves del Hospital de San Mungo.

- ¿Cómo es eso Narcisa? – preguntó Hesper Avery – tenía entendido que se había retirado después de casarse con Draco.

- Mi nuera nunca ha dejado la música, al menos no del todo – aclaró Narcisa – Astoria abandonó los escenarios, es cierto, pero ha seguido practicando y enseñando a algunos alumnos como profesora particular y ha seguido componiendo durante estos años.

- Es una verdadera virtuosa del violín, os lo puedo asegurar – dijo Alexandra Flint – tuve la oportunidad de escucharla en un pequeño recital en casa de su hermana Daphne, y fue maravillo.

- Tenía entendido de que no estaba interesada en volver al mundo profesional – dijo Roslyn Bulstrode.

- Algunos de sus antiguos compañeros músicos se lo han pedido muchas veces que volviera, incluso como directora y siempre se había negado– explicó Narcisa – pero esta vez la han convencido para que dirija la orquesta.

- ¿Tocarán alguna de sus composiciones? – preguntó la señora Parkinson.

- Aun no han terminado de redactar el programa – dijo Narcisa – pero muy probablemente alguna suya se tocará, sí. Draco ha insistido mucho en ello.

- Estoy segura de que será un verdadero éxito – dijo Alexandra – en cuanto pueda, mandaré a mi hijo a que compre las entradas en palco.

Siguieron su tertulia durante un buen rato hasta que la hora de marcharse llegó y las brujas se fueron retirando una a una. Emerald Parkinson fue la primera que se marchó en su tétrico carruaje negro con los escudos de su familia pintados en las puertas tirado por thestrals, después de felicitar entre dientes a Narcisa por la agradable velada. Alexandra Flint fue la última que salió de los terrenos de los Malfoy en su carruaje verde tirado por caballos alados. Volvió al gabinete de porcelana para tomarse una copa de Jerez con tranquilidad en la cálida estancia. En cuanto entró, se encontró a Draco sentado en uno de los sillones, con las piernas cruzadas y una copa de jerez en su mano y otra llena esperando en la mesilla.

- Ha ido bien la velada por lo que veo – dijo Draco ofreciéndole a su madre la copa.

- Mejor imposible – dijo Narcisa con satisfacción – Parkinson no podía dejar de mirar estas paredes, muerta de envidia.

- No sé como las aguantas, madre – dijo Draco

- Son amistades desde hace muchos años – justificó Narcisa – y merece la pena conservar, aún tienen algo de influencia socialmente.

- Invítalas siempre que quieras, pero avísame para no estar ni Astoria ni yo presentes ese día en la mansión – dijo Draco riéndose – no me apetece encontrarme a Emerald Parkinson.

- Creo que te sigue guardando algo de rencor, querido.

- Una de las mejores decisiones de mi vida – dijo Draco alzando la copa.

- Salud, querido, salud por eso.

Siguieron un buen rato madre e hijo charlando tranquilamente en el gabinete de porcelana hasta que se hizo la hora de que se prepararan para la cena.