OBLIGACIONES DE PRINCESA

De Siddharta Creed

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Capítulo 4

Llovía en el instante que la nave aterrizó en el planeta Vejita. De inmediato, Pan pudo percibir el cambio en la gravedad, apenas perceptible para ella, pero algo agobiante para aquellos que no poseían sangre guerrera, quienes terminaban adaptándose luego de un par de horas.

Salió detrás del príncipe, al lado de su tío que no dejaba de darle molestas indicaciones, a las cuales respondía con una que otra mueca cargada de sarcasmo.

A pesar de no ser muy baja de estatura, no pudo evitar sentirse pequeña al elevar la vista y toparse con la espalda ancha del heredero, coronada con la capa de su traje de combate imperial. Capa que no veía desde aquel fatídico día, donde la hizo su mujer a la fuerza, durante el supuesto duelo de unión que ella desconocía. Y pensar que antes de eso, llegó a considerarlo un guerrero respetable, inclusive apuesto.

Le parecía estúpido el argumento del príncipe para justificar sus acciones. Desde el punto de vista de Pan, la unión representaba una farsa, debido a las condiciones bajo las que fue efectuada, sencillamente no le veía ninguna validez y esperaba poder anularlo.

Tuvo que apurar sus pasos para huir de la lluvia, llegando en poco tiempo hacia donde el rey y su abuelo Bardok esperaban de pie, bajo el techo del gran domo donde resguardaban las naves personales de la familia real.

—¡Bienvenida! —habló el rey, dirigiéndose hacia la única mujer en el grupo de los recién llegados. Pan asintió con la clásica reverencia que estaba acostumbrada a realizar cuando llegó a estar frene al monarca, que a pesar de su estatura, siempre imponía respeto y temor.

El estar de nuevo en ese planeta le despertó recuerdos que intentó guardar bajo llave, en especial, el día que su abuela Milk cometió la indiscreción de ventilar datos privados de la joven, exponiendo con soltura y orgullo que su nieta ya sangraba. Situación que sobrepasó a Pan, encontrándolo no solo de mal gusto, sino indignante. En especial, cuando festejaron que se desarrollaba de manera normal, que ya solo le faltaba hacer, lo que cualquier joven saiyajin hacía al cumplir la edad que ella tenía desde hacía meses; perder la inocencia. Cosa que la joven se negaba a realizar, debido a que difería con las ideas terrícolas, cultura en la que ella fue criada, dado que nació en dicho planeta. Por lo que ese tipo de comentarios no solo la abochornaban, también le dolían, sentía que su familia guerrera la menospreciaba por el hecho de ser menos saiyajin que su padre y tío.

Siempre fue así, pero comenzó a molestarle una vez que entró en la pubertad, cuando se hicieron más frecuentes los comentarios respecto a su apariencia, opinando que se vería mejor con una cola rodeando su cintura, que debería entrenar para descubrir si tenía potencial de guerrera, que le faltaba forma a su cuerpo para ser considerada una hembra fértil, recomendándole conocer guerreros jóvenes, pero experimentados para iniciarse en su vida adulta.

No entendían que ella pertenecía más a la raza terrícola, o al menos se sentía más cómoda con las tradiciones de su planeta de nacimiento. Y en cierta parte, su padre tenía la culpa de ello, ya que nunca se empeñó en educarla como saiyajin, puesto que no lo creyó necesario.

No obstante, por parte del resto de su familia de raza guerrera, siempre albergaron la esperanza de que al menos conservara el orgullo por su origen, tal vez uniéndose a algún macho con poder de pelea respetable. Lo que a Pan tenía sin cuidado, dado que sus prioridades estaban enfocadas en obtener el grado de ingeniería mecánica espacial.

Tal fue su enfado aquel día, que terminó por provocar una acalorada discusión, de la que salió volando seguida de su abuelo Bardok, quien no tardó en darle alcance, solo para ser lanzado lejos de ella, alcanzando a percibir una energía dorada que envolvía a su bisnieta. Conocía bien esa energía, la había visto antes en el rey y su heredero.

Allí comenzó su infortunio, producto de una rabieta considerada infantil para los demás, pero muy justificada desde su punto de vista.

«Debemos informar al rey», dijo Bardok, sin dar crédito a lo que sus ojos presenciaban. Su bisnieta, sangre de su sangre, podía acceder a la transformación de la más grande leyenda de su raza. No cabía de orgullo.

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Acomodó su bata apenas se reincorporó, esperando que los análisis tardaran menos de lo estimado. Le incomodaba tener ese pedazo de tela color blanco cubriendo su desnudez, y más aún, le provocaba mucha incomodidad sentir las manos de la médica palpando su zona íntima, por muy amable que fuera. Pero sin duda, lo que más le irritaba, era que se refirieran a ella como princesa, lo odiaba.

Los médicos del planeta Vejita provenían de otros lugares, debido a que la raza guerrera no solía emplear su tiempo en ninguna rama de la ciencia. Vestigio de una época en donde sus motivaciones giraban en torno a la guerra, utilizando a otros seres para cualquier servicio de índole que ellos consideraban de razas frágiles.

La familia real contaba con un equipo de médicos a su disposición, los cuales lideraba una hembra de raza garleana, fuerte y longeva. Con amplio conocimiento en anatomía saiyajin y terrícola.

—¿Por… por qué me siento mareada? —preguntó Pan atropellando las palabras con torpeza.

—Ha dormido casi una hora. Es normal —respondió Isha con naturalidad.

—¿Me drogaron? —se levantó alterada, alcanzando a sostenerse para no caer de la camilla.

Isha le ayudó a recostarse de nuevo, explicándole que se le había suministrado un sedante de corto plazo, junto con los nutrientes que le inyectaron.

—¿Con qué motivo? Si el estudio ginecológico se hizo estando yo consciente —alegó la joven con desconfianza.

—Para la extracción de un par de óvulos. Le hubiese dolido —respondió Isha sin dejar de teclear los valores en el reporte, atenta a los movimientos de la joven princesa.

—¿Tardaré mucho en saber los resultados? —preguntó con impaciencia, sentándose esta vez con movimientos lentos, no quería estar recostada.

Tenía la esperanza de no ser apta para el príncipe, por lo que la espera le parecía agonizante. Veía a la médica teclear enérgicamente en una tableta, sin mostrar emoción alguna mientras realizaba sus labores. Por un momento le pareció que la estaba ignorando, hasta que la escuchó responderle mientras dejaba la tableta en una mesita.

—Los tendremos en poco tiempo. Le recomiendo retirarse a dormir a la comodidad de su alcoba. El príncipe le avisará cuando tenga los resultados…

—¡¿Se los entregarán a ese idiota antes que a mí?! —reclamó levantando la voz con indignación.

—No debería referirse de esa manera hacia el príncipe heredero —le aconsejó Isha con su característico tono de voz calmo.

—Eso lo dices porque no lo conoces bien. O por miedo —murmuró cabizbaja, esperando a que pasara el mareo mientras perdía la vista en sus pies descalzos. Luego escuchó a la mujer mayor hacer un sonido parecido a un suspiro, para luego sentirla tomar asiento a su lado. —Lo conozco de toda la vida —la escuchó decir con seguridad —. El príncipe es muy respetado por la mayoría de su pueblo, lo que le costó mucho trabajo debido a su sangre híbrida. Aunque hubo un tiempo, en el que la corte buscaba cualquier pretexto para desplazarlo a un estatus más bajo.

—Supongo que es normal en la realeza —dijo Pan con pereza. Las historias sobre la familia real no le interesaban en lo absoluto.

La médica medio sonrió, reconociendo en la joven, la actitud indiferente propia de un adolescente, luego continuó con su relato: —Tal vez, pero los desafíos del príncipe fueron de otra índole, ya que no creían que fuese lo suficientemente saiyajin. La mayoría en la corte no estaba de acuerdo con la idea de ser reinados por un mestizo. Hasta el punto de aconsejarle al rey procrear otro varón con alguna guerrera de clase alta.

—¿Y la reina Bulma? —preguntó intrigada, dejando el recelo de lado por un momento.

—Le aconsejaron conservarla para calentarle la cama, mientras podía criar a su primogénito con todas las comodidades propias de su linaje, pero como bastardo.

Pan soltó un bufido burlesco. —El rey es un súper saiyajin. Debe estar acostumbrado a hacer su voluntad, al igual que el príncipe.

—El rey no es un autócrata —respondió Isha, reconociendo el tono amargo en la última frase de la joven—, a pesar de su fama, ha sabido reinar. Aunque admito que la reina tiene mucho que ver en sus mejores decisiones.

—Parece que los admiras —opinó Pan con decepción, cansada de encontrarse con el mismo tipo de comentarios respecto a la familia real.

—Tal vez. El rey ha cambiado las reglas del juego, ha sabido liderar reduciendo considerablemente las antiguas costumbres sanguinarias de su pueblo. Creando una nueva era donde impera el progreso.

—Sé la historia de memoria —blanqueó los ojos, para luego recapacitar sobre su comportamiento grosero con la mujer—. Lo siento. Es solo que estoy tan cansada de escuchar maravillas de la familia real, especialmente, del horrible príncipe. Es como si no pudiesen ver más allá de lo que es tan evidente.

—No niego que el príncipe tiene su carácter. Debería pedirle que le platique sobre lo que vivió en el planeta Yazzre —dijo bajando de la camilla, reincorporándose de nuevo a su trabajo.

—Mi padre me contó algo sobre eso hace años —musitó recuperando sus sentidos. El mareo comenzaba a desaparecer, dando paso al cansancio acumulado de noches de insomnio y estado de alerta continuo. Y la reciente siesta, solo había servido como combustible para su somnolencia.

Un largo bostezo la delató, por lo que Isha le recomendó utilizar unas píldoras para conciliar el sueño por al menos dos noches, también porque su organismo estaba acostumbrado al horario de otro planeta.

Al salir de la unidad médica, se encontró con su tío Goten, aguardando cruzado de brazos recargado en la pared, mostrando aburrimiento por la espera. Nadie más la esperaba, lo que le trajo alivio hasta cierto punto.

Su tío la condujo por amplios pasillos abovedados, los que le parecieron un tanto sombríos para la fortuna que ostentaba la casa real del planeta guerrero. Llegando en poco tiempo, a la que sería su habitación a partir de ese día.

—¿Alguna duda? —preguntó Goten, después de pronunciar una larga lista de protocolos que debía cumplir de ahora en adelante. Cátedra que Pan ignoró por completo durante el trayecto hacia el área personal del príncipe heredero.

La joven se limitó a negar con la cabeza. Ansiaba estar a solas y no deseaba volver a escuchar la sarta de estupideces que esperaban que ella cumpliese.

—Aquí tienes atuendos apropiados a tu nuevo estatus —le indicó el lugar donde se encontraba su vestidor, el cual era más grande que cualquier habitación que hubiese tenido antes.

Después de un par de indicaciones más, Goten finalmente se retiró, dejando sola a la nueva princesa del imperio saiyajin.

A Pan le pareció demasiado amplio el lugar, inclusive, el techo le pareció muy alto, la cama demasiado ancha, todo demasiado sobrio y hasta masculino para una princesa. De cualquier manera, no esperaba permanecer mucho tiempo en ese lugar.

Por el momento decidió seguir las indicaciones de la médica. Necesitaba despejar su mente para estar en óptimas condiciones, si pretendía hacerle frente al caprichoso príncipe.

Se tiró a la cama con lo que vestía desde que bajó de la nave, negándose a utilizar cualquiera de las prendas que tenían para ella. No quería deberle nada al príncipe.

«Ha sido impulsor del conocimiento científico en la educación de este planeta. Gracias a él, su padre de usted pudo desempeñarse en el área que tanto le apasiona, siendo el primer guerrero saiyajin, en llevar a cabo estudios en la rama de la ciencia».

«Es el primer heredero en prepararse en el extranjero, en el mejor centro de estudios del cuadrante. Y sin utilizar sus influencias para ser aceptado».

Pan blanqueó los ojos. A estas alturas, le fastidiaban todos los comentarios positivos sobre el engreído híbrido. «¿Qué acaso todos estaban ciegos en ese planeta?», se preguntó.

—Esa mujer está tan engatusada como mi tío y mi abuelo Bardok —murmuró antes de quedarse profundamente dormida.

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La tenue luz se filtró entre las largas cortinas del ventanal que daba hacia la terraza, dándole la bienvenida a un nuevo día en el palacio del planeta guerrero, irrumpiendo el largo y pesado sueño de la híbrida.

—Ya era hora —escuchó a sus pies. Lo que hizo que terminara de abrir los ojos, encontrándose con la figura del príncipe de pie, frente a la cama.

—Es de mala educación entrar en las habitaciones de otras personas —renegó cubriendo su rostro con la cobija.

—¿De qué hablas? ¿Acaso no sabes que compartiremos mi alcoba?

—¿Qué? —se incorporó de golpe con incredulidad, ante la mirada del hombre que la observaba divertido. Al parecer se encontraba de buen humor.

Fue entonces que se percató del olor del heredero invadiendo todo el espacio. Observó hacia su izquierda y se dio cuenta de que las cobijas se encontraban desordenadas. Había dormido a su lado sin darse cuenta.

Apenas despertaba y ya comenzaba mal su día. Si al menos su tío hubiese sido honesto la noche anterior respecto a la habitación, se hubiese ahorrado la mala impresión que ahora le retorcía las entrañas.

—Debes prepararte para bajar. Mis padres aguardan en el salón real. —dijo el príncipe sin dejar de lado la sonrisa ladina que a Pan tanto le desagradaba.

—Primero que nada, no me han hecho saber los resultados de las pruebas que me hicieron anoche. Es muy posible que no tenga lo que su alteza requiere para su… descendencia —respondió cruzando los brazos sobre su pecho, intentando aparentar seguridad. —Soy hija de un híbrido, usted debería voltear a ver a saiyajines de sangre pura, yo no…

Dejó de hablar al verlo desplegar una pantalla de su comunicador de pulsera. Como anunciando su triunfo sobre ella, carraspeó antes de leer.

—El conteo de células S en la hembra híbrida, arroja una cantidad equivalente a las encontradas en los demás híbridos terrano saiyajines. Incluyendo al conteo de la princesa Bra —aclaró dando énfasis en la última frase. A sabiendas de que Pan no había tomado en cuenta que ya existía otra híbrida, la que se consideraba tan saiyajin como su padre y hermano.

—Aún no termino, pero debido a que es información extensa, te lo resumiré —apagó su comunicador antes de continuar hablando—. Tus óvulos, al igual que los de cualquier hembra saiyajin, contienen una proteína que los cubre. Misma que puede ser penetrada por la semilla de un macho saiyajin, más no de un terrícola, debido a que la estructura del esperma terrícola, no le permite romper esa barrera. Y por último… —le dedicó una sonrisa burlesca antes de continuar—. Se te aplicó con éxito un chip localizador.

—¿Un chip qué? —preguntó Pan saltando de la cama, indignada por lo que eso significaba.

—En caso de que pretendas huir de nuevo —se acercó en un parpadeo, sosteniéndola por los hombros para restregarle con voz sombría—. No hay lugar en el universo en donde puedas esconderte. Para desgracia mía y tuya, eres mi mujer. Me perteneces.

—No… le pertenezco… a nadie —replicó con escuetos empujones que no sirvieron de mucho para alejarlo, sino para terminar cayendo sobre la cama boca arriba, con los anchos brazos del príncipe aprisionándola.

—¿En serio? —bajó el rostro al ver que la joven no se movía, pensando que faltaba poco para dominarla. Después de todo, él poseía experiencia y malicia, mientras que Pan apenas comenzaba a conocer la vida.

—Si te desagrado tanto, ¿cómo es que insistes en llevar mi olor en tu cuerpo? —le señaló el atuendo que vestía desde antes de llegar al planeta. El mismo que él le ofreció después de arruinar la vestimenta de la joven.

—No quería usar nada que venga de usted —siseó empujándolo, lo que en esta ocasión no le costó trabajo, pues el príncipe se hizo a un lado para dejarla pasar—. Pero tiene razón, apesto —enfatizó en la última palabra, dando un portazo cuando entró al cuarto de baño.

Al poco tiempo salió aseada y vistiendo un traje de entrenamiento que tomó de los diversos ropajes dispuestos para ella, el más cubierto que encontró entre las diversas telas transparentes o cortas; atuendos de hembra saiyajin de clase alta, demasiado reveladores para el gusto y ánimo de Pan.

—Aquí tiene, su alteza —dijo lanzándole la prenda que había estado vistiendo—. Ya eliminé su asqueroso olor con agua y jabón. Es una lástima que no tenga otro tipo de desinfectante —soltó mordaz, con toda la intención de hacerle saber lo mucho que le asqueaba.

Unos tímidos toques a la puerta interrumpieron el momento.

El príncipe caminó hacia la puerta sin dar importancia a las palabras de la joven, para luego atender el llamado.

—Antes que nada, debes tomar tus alimentos —se hizo a un lado para dejar pasar a dos mujeres de otra raza alienígena, quienes empujaban un par de carritos llenos de alimentos, de los cuales salía un delicioso aroma que solo sirvió para acrecentar el hambre en la joven.

Una vez que se retiraron las mozas, el príncipe regresó su atención a la figura de su mujer, quien se había retirado hacia el ventanal, por donde observaba la gran capital bajo el palacio. La tela del traje de entrenamiento se ajustaba a las curvas redondas y suaves de la joven, regalándole una imagen más que agradable al heredero.

La muchachita escuálida del pasado estaba floreciendo, y para su beneficio, mostraba las cualidades físicas que tanto le gustaban del sexo opuesto. En ese momento se imaginó cómo sería en unos años después, una vez que su rostro y curvas se encuentren completamente desarrollados. De no ser por su actitud, ahora mismo tendría sus manos sobre ella, palpando cada rincón de su cálida piel, comprobando con su lengua, que sabía tan bien como olía, robándole el aliento con sus labios, cosa que hasta ahora, no había tenido la oportunidad de experimentar con ella.

Sacudió su cabeza desechando esos pensamientos, su orgullo estaba primero.

—Tienes media hora para comer. Te espero en el recibidor bajando las escaleras —dijo ajustando los broches de su capa, la cual solo utilizaba en ciertas ocasiones oficiales. Y llevar a su mujer frente a su familia, significaba mucho para el futuro de su linaje, aun a pesar de la situación.

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Nunca antes había estado en el salón real, ni siquiera cuando se supo que tenía la habilidad de transformarse. En las pocas ocasiones que llegó a tratar al rey, fue en la propiedad de su abuelo Kakaroto, o en la montaña más cercana.

Si aquello dicho por el príncipe era verdad, ella tendría que resignarse y obedecer, cosa que no estaba dispuesta a hacer. Por eso mismo debía resistir, continuar con la misma actitud hasta cansarlo. Ya que según su tío Goten, al príncipe le fastidiaba tratarla. Por lo que no encontraba razones de peso para convivir en la misma alcoba.

Por otro lado, estaban sus padres, con los cuales no había tenido comunicación durante el trayecto, ni al arribar al planeta guerrero. Por el momento estaban a salvo, y según su tío Goten, todo dependía del humor del príncipe, ya que a Gohan se le consideraba un traidor al reino saiyajin, lo que incluía al rey Vegeta, razón por la que tampoco confiaba en el monarca. Inclusive tenía una opinión difusa de la reina, no estaba segura de qué cartas jugar para recuperar su libertad.

Le seguiría el juego al odioso príncipe en la reunión con su familia, al menos hasta donde fuese posible. De cualquier manera, no dejaría de estar atenta, analizando sus posibilidades.

Saludó a los reyes como correspondía, sorprendiéndolos con su actitud tranquila, casi normal.

—¿Por qué huyeron? No era necesario —dijo Bulma con un tono amable. Yendo al grano sin rodeos, lo que Pan interpretó como un reproche.

—Tenía catorce años, estaba asustada y mi padre me apoyó —respondió evitando decir que fue idea de Gohan el haber escapado de pronto.

—Gohan quiere venir al planeta Vejita —habló el rey Vegeta—, por el momento no cuenta con una nave que llegue hasta aquí. ¿Quieres que le ayude con eso? —preguntó entrecerrando la mirada. Omitiendo el hecho de que él mismo estaba obstruyendo el arribo de cualquier nave grande hacia aquel pequeño planeta, precisamente para evitar que el nieto de Bardok logre salir. Como un favor especial hacia su mujer, quien, por alguna terrícola razón, le tenía un afecto especial a esa familia.

—¡No! Mi papá no debe venir —respondió Pan, casi como una súplica. Le aterraba otro enfrentamiento con el príncipe, uno en el que terminara con un trágico final para ella.

—No te preocupes. Me encargaré de que tus padres se encuentren seguros. Tal vez puedas verlos pronto…

—Sigue vigente la orden de aprehensión —interrumpió el príncipe a su madre.

A pesar de que no deseaba liquidar a quien consideró un aliado en el pasado, estaba también su honor y el del imperio de por medio. Todo el reino estaba al tanto de la traición hacia su persona, por lo que no podía darse el lujo de mostrarse blando. Así que, por el momento no descartaba la posibilidad de ejecutar a su traidor, o al menos, hacerle pagar su delito.

La reina Bulma respiró hondo, procurando no perder el temple frente a la joven. A veces le costaba trabajo comportarse a la altura de su cargo, en especial, cuando las situaciones la rebasaban hasta el punto de no tener el control. Deseaba ayudar a la joven, también a su padre, por quien tenía gran admiración y cariño a pesar de sus recientes acciones.

—Bien —dijo intercambiando miradas con el rey, para luego dirigirse hacia su hijo—. Eso es algo que tiene solución. Según sé, tienes contemplado considerarlo.

El príncipe respondió con una macabra sonrisa retorcida que le heló la sangre a su madre, sin embargo, Bulma decidió no replicar para no provocar ningún conflicto.

—¿Cómo estuvo el viaje de regreso? —preguntó Tarble, cambiando de tema al notar la tensión que comenzaba a formarse entre madre e hijo.

Era de conocimiento público, el respeto que el príncipe le profesaba a la raza de su padre, sin embargo, carecía de dicho respeto hacia la raza terrícola de la que provenía su madre. Causando algunas fracturas en su relación de vez en cuando, algo a lo que la reina ya estaba acostumbrada y hasta resignada. En el fondo con la corazonada, de que su hijo guardaba nobles sentimientos ocultos, al igual que su padre. Razón por la que hasta el momento, nunca intentó cambiarlo, también porque el príncipe no le había dado razones de peso, salvo una que otra discusión menor, en la que sobresalía la influencia de la cultura guerrera en la personalidad de su primogénito.

—Demasiado tranquilo —respondió el príncipe a su tío, desviando la mirada por unos segundos hacia Pan, antes de retornar a su tío.

Durante la conversación, Pan se mostró seria y calmada, casi neutral. Analizando a sus enemigos, porque para ella, todos en esa familia estaban de acuerdo con el caprichoso príncipe.

Respondió a cada pregunta que le se hizo casi de manera mecánica, dejando claro desde un principio, que ella no estaba calificada para un cargo tan importante, que no tenía la preparación ni la edad, haciendo énfasis en este punto en particular.

En algunos momentos le pareció encontrar empatía por parte de la reina, pero su estado de alerta le advirtió que tal vez fingía, que no debía caer.

De aquella charla no sacó nada relevante, de hecho, hubo un momento en el que se sintió sumamente expuesta y vulnerable. Cuando se mencionó el resultado de los exámenes, donde el príncipe mostró la marca de aquella mordida que ella le había hecho en un burdo impulso violento.

—Tal vez fue por instinto. Tal vez tu cuerpo lo eligió —opinó Tarble con naturalidad.

El comentario del hermano del rey le despertó la furia que intentó apaciguar todo el tiempo, haciendo que perdiese la compostura en ese instante.

—¡De haber sabido lo que significaba! Le hubiese mordido la nariz hasta arrancársela —escupió descargando sus verdaderos sentimientos, para después aspirar hondo y cruzarse de brazos con un mohín dibujado en su rostro.

—Se puede cancelar…

—¡No! —el príncipe interrumpió a su madre—. Para hacer lo que planteas, hay que pasar por varios pasos. No es como los papeleos terrícolas.

Bulma iba a replicar a favor de la joven, pero vio una mueca que conocía muy bien en el rostro de su marido. Su hijo tenía razón, no sería fácil, pero tampoco imposible.

—Lo sé. Confío en tu juicio —le dijo dudando por primera vez. En realidad, esperaba encontrar alguna otra manera de convencerlo. Sabía que las decisiones del príncipe no se debían al amor, estaba más que consciente de que la joven significaba un trofeo para su hijo, de lo cual, estaría conforme, de no ser porque Pan se encontraba en desacuerdo.

El rey le indicó a Pan que podía retirarse a sus aposentos a descansar. Asegurándole que sus padres no corrían ningún peligro, a lo que el príncipe respondió con una sonrisa de medio lado, dedicada especialmente para ella. Lo que no solo incomodó a Bulma, sino también al hermano del rey, que a pesar de haber sido criado bajo el sistema saiyajin, se le caracterizaba por su carácter cordial y amable.

Sin ganas de permanecer un segundo más, en lo que consideraba un nido de serpientes, Pan salió seguida por el príncipe, encontrándose con su tío Goten del otro lado de la puerta.

—¿Y para cuándo los críos? —le preguntó al heredero, sin inmutarse por la presencia de su sobrina.

—Isha me recomendó esperar, al menos un año más —respondió el príncipe sin siquiera voltear a verla mientras avanzaban por el pasillo—. Lo cual me favorece por el momento, así puedo disfrutar más tiempo de lo estrecho de su…

Un puñetazo en la nariz interrumpió al príncipe, seguido por la estruendosa carcajada de su capitán.

—Debo admitir que mi sobrina tiene agallas.

—Mejor para mí —murmuró el príncipe, reponiéndose del sorpresivo ataque, con la vista puesta en la híbrida perdiéndose a paso veloz por el pasillo. Casi podía palpar su gesto furioso, quería descubrir esa misma pasión en otro terreno mucho más íntimo, para lo que primero debía moldear ese diamante en bruto que ahora le pertenecía.

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Si de algo se jactaba la reina, además de su inteligencia, era sin duda de su intuición, la que a gritos le pedía intervenir. La joven no estaba preparada para el cargo que se le estaba asignando, tampoco lo deseaba, como evidentemente tampoco deseaba estar al lado del heredero.

De hecho, a la reina nunca le pareció apropiado que los saiyajines tuviesen la tradición de perder la inocencia al cumplir los catorce años, tradición que databa desde que habitaban el planeta Sadala, con el único propósito de arrancar cualquier vestigio infantil, dando como resultado, guerreros aptos e independientes del seno familiar.

Claro está, que en aquella época vivían menos años, en gran parte debido a su imprudencia y sed de batallas, hasta el punto de arrasar con otras especies y casi lograr la extinción de su propia raza, la cual, actualmente gozaba de una numerosa población nunca antes vista, más longeva y mejor organizada. Por lo que Bulma consideraba innecesario, alentarlos a pasar de la pubertad a la adultez de un solo tajo.

Desde un inicio se opuso a la unión entre su hijo y la híbrida; por los trece años que el príncipe le llevaba de ventaja a la adolescente, y porque Pan no mostraba ningún interés en él. Sin embargo, en su momento no tuvo oportunidad de hacer nada, ya que todo sucedió de manera precipitada.

En aquel entonces se limitó a dar su opinión, confiada en que no pasaría de una propuesta, pues el príncipe no se veía entusiasmado con la idea de unirse a una adolescente, solo con el hecho de que podía transformarse. Así que confió en el criterio de su vástago, con la certeza de que tomaría la decisión correcta, sorprendiéndola con la noticia de que se había llevado a cabo el duelo de unión, y más tarde, la huida de Pan y sus padres.

Aunque ahora la híbrida tuviese dieciséis años cumplidos, no dejaba de ser demasiado joven. Y desafortunadamente lo había provocado, lanzando por la borda los planes iniciales del heredero, en los que tenía pensado conservarla como prometida, a pesar de haber efectuado el duelo, esperando a que ella alcanzara la edad apropiada, para llevar a cabo semejante cargo, preparándose antes, e incluso teniendo la libertad de vivir como cualquier adolescente de su edad.

«Lo siento, madre. No cambiaré de opinión». Fueron las palabras del príncipe, horas antes de arribar al planeta con la híbrida.

—Debemos hablar con el consejo, buscar la manera de invalidar esa unión —escupió sus pensamientos en voz alta.

—No quiero explicar de nuevo los motivos por los cuales no es conveniente —respondió el rey negando con la cabeza, dejando la lectura de las noticias interplanetarias para observar a su mujer.

—¡Es una niña! —exclamó indignada, recibiendo una mirada dura como respuesta.

—No lo es.

—Ella es terrícola y según las leyes…

—Las leyes sobre seres de otros planetas no aplican para Pan —le recordó el rey, cansado de tener la misma discusión con su mujer en menos de dos semanas—. Bulma, no es tan fácil como parece. Pan es considerada saiyajin gracias al conteo de células S en sus genes, al igual que nuestros hijos y los de Kakaroto. Está sujeta a nuestras leyes.

—Vegeta —caminó con mirada traviesa hacia su hombre, sentándose en sus piernas con un puchero en los labios—. Es tan injusto —musitó, cambiando de estrategia, pasando sus manos detrás de la nuca del rey, acariciando su rebelde cabellera con estudiados movimientos.

«Bulma, Bulma… usando la seducción como estrategia», pensó Vegeta rodeándole la cintura con sus brazos, siguiéndole el juego. Tenía poco más de treinta años con ella, compartiendo todo tipo de vivencias juntos. El tiempo parecía no pasar por sus atractivos rasgos, y no precisamente por el tratamiento anti envejecimiento del planeta Lamndor, que mantenía su físico casi tal cual la conoció. Sino porque su espíritu rebelde y decidido se negaba a abandonarla, imponiéndose cada vez que se encaprichaba con algo, como cuando logró convencerlo de cambiar ciertas leyes que consideraba injustas: «No violar ni matar a civiles», le exigió tiempo atrás, con la confianza propia de una reina saiyajin.

«Mujer, las leyes no se pueden modificar así como así», le respondió Vegeta con seriedad, pensando que la ocurrencia de su mujer pasaría, lo que no sucedió, al contrario, evolucionó hasta convertirse en realidad, formando parte del contrato pactado con el consejo interplanetario. Contrato sumamente beneficioso para el reino saiyajin y sus aliados.

No fue nada fácil para un pueblo acostumbrado al saqueo y la violencia, pero el fin justificaba los medios. Debían avanzar hacia una nueva era, antes de ser consumidos por las consecuencias de sus actos, tal y como le había sucedido al anterior emperador. Enfocándose ahora en el progreso del pueblo, mejorando las condiciones de vida de sus habitantes en diversos ámbitos.

Los cambios positivos le dieron la razón a Bulma, demostrando que se podía cambiar los hábitos barbáricos, enfocando sus fuerzas en combatir a otros que ponían en peligro la estabilidad de sus economías. Dejando de lado en el proceso, la imagen de simios salvajes que el resto tenía sobre ellos, para convertirse en la potencia más poderosa del cuadrante.

—Deja de preocuparte, ella es fuerte, terminará adaptándose —la vio suspirar hondo, sabía de antemano que no renunciaría así de fácil—. Ella lo ha mordido, me consta que entiendes el peso de esa acción y lo que conlleva—murmuró acercando sus labios al lóbulo de su mujer, esperando al menos tranquilizarla por esa noche.

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El segundo día en ese planeta pasaba frente a los ojos de Pan con lentitud, preguntándose cómo podría soportar el encierro en esa enorme prisión que la ahogaba. Se odiaba por haberse propuesto mantener una postura hostil frente a todos, comenzaba a dudar de su estrategia.

Se le revolvían los intestinos de solo de pensar que debía recurrir a él si deseaba comunicarse con sus padres. Ni siquiera podía contar con la ayuda de su tío Goten, nunca antes se había sentido tan sola.

—El planeta es enorme. No entiendo tu obsesión por permanecer en nuestra alcoba —escuchó detrás de ella, lo que le hizo blanquear los ojos y torcer los labios, apretando ligeramente el barandal de la terraza.

—Usted mismo dijo que tenía un chip —respondió Pan sin voltear a verlo. Reteniendo el aire en los pulmones por unos segundos, justo cuando lo sintió detener su paso al lado de ella.

—Es verdad, tienes un chip muy cerca del corazón, no un grillete atado a tus pies —dijo recargándose en el barandal, observando a detalle el gesto molesto de su mujer.

Ninguno dijo nada por unos incómodos minutos, tornando el ambiente demasiado tenso para ella, hasta que el príncipe decidió romper el silencio.

—Eres libre de andar por donde quieras. Pero si decides abandonar el planeta, sabré tu localización antes de salir de nuestro sistema solar —dijo caminando hacia el interior del palacio, desde donde alcanzó a verla saltar de prisa, alejándose por los aires.

Tuvo curiosidad por saber hacia dónde se dirigía, pero decidió dejarla volar. De cualquier manera, estaba seguro de que no se atrevería a huir de nuevo. Al menos en eso podía estar tranquilo.

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No le fue difícil reconocer la casa de sus abuelos desde la altura. Tenía varios meses sin volar, de hecho, lo evitaba la mayoría de tiempo que estuvo en el planea Onux, para no llamar la atención. Por lo mismo, le costó trabajo controlar su energía al descender, estrellándose contra las baldosas de la entrada principal, causando un gran estruendo en su aterrizaje.

—¡PAN! —gritó Milk al reconocerla, corriendo hacia la joven con emoción.

—Lo siento —dijo Pan— no lo domino bien cuando tengo que descender.

—Ya tendrás tiempo para aprender. Ven —la jaló de la mano hacia la casa de estilo similar al de su hogar en la Tierra, el cual dejó atrás para apoyar a su esposo en su planeta natal, principalmente al enterarse de los beneficios que conseguiría al formar parte del ejército del rey Vegeta.

—Tu abuelo Bardok nos ha mantenido informados sobre tu situación.

—Apenas pude verlo cuando llegué —dijo Pan—. Cruzamos unas cuantas palabras, la mayoría fueron regaños por su parte. Por lo que preferí no buscarlo después.

—Pan, entenderás que fueron sumamente inconscientes. Debemos estar agradecidos con el príncipe Vegeta, de no ser por él, la cabeza tu padre estaría colgada del…

—¡De no ser por ese mal nacido de cabello ridículo, mis padres no estuviesen hundidos en la miseria! —ladró Pan con decepción. Consideraba a su abuela Milk la única persona capaz de comprenderla, lo último que esperaba, era que también ella estuviese encandilada con el arrogante heredero.

—Pan, hija —se acercó tomándola de las manos— No digas eso, ustedes tienen mucho más en común de lo que te imaginas.

… … … … … … …

Fin del capítulo 04

Bueno, parece que al fin comienza a tomar forma esta historia.

Ya estamos en el planeta Vejita, comenten cómo les ha parecido el príncipe, ¿les agrada o lo odian? Para este momento, Pan lo aborrece y no es para menos.

Siento mucho tardar en subir cada capítulo, y este en particular me costó mucho trabajo debido a que casi no tuve tiempo, y al terminar el día ya estaba agotada como para estar en la computadora.

Tenía la intención de agregar una ilustración de nuestros protagonistas en Wattpad y Facebook, pero mis habilidades para el dibujo se han enfriado y el resultado fue un desastre. Seguiré entrenando mi pulso hasta lograr algo decente, solo hasta entonces las agregaré, si es que sucede.

Por el momento no tengo nada más para comentar, solo pedir que por favor dejen un comentario para saber su opinión.

Nos leemos después, gracias por llegar hasta aquí.

Por cierto, no sé si había mencionado que el príncipe tiene el cabello hasta un poco debajo de los hombros, mi versión favorita de Trunks. Casi siempre lo peina con una media cola, aunque cuando entrena lo recoge por completo en una especie de chongo o trenza.