OBLIGACIONES DE PRINCESA
De Siddharta Creed
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Capítulo 6
Estruendos en el cielo hicieron vibrar los alrededores de donde los guerreros libraban una amistosa batalla. El entrenamiento con su padre le estaba ayudando a liberar el estrés acumulado, algo en lo que el sexo no había servido de mucho en esos días, en especial, debido al nulo interés por parte de su mujer, con quien ni siquiera funcionaba su vasta experiencia en seducción.
Le preocupaba su futuro, no lograba vislumbrarlo con el mismo entusiasmo de antes, ya no estaba tan seguro de considerar su unión como un logro personal, tenía varias dudas al respecto. No obstante, siempre estuvo latente el riesgo de que otro la tomase como pareja, posiblemente procreando futuros súper saiyajines, que pusieran en riesgo la estabilidad del reino.
«No debo dejarme de ella», pensó, regresando una patada directo a las costillas del rey, lanzándolo contra un enorme cráter, que fue creado en un entrenamiento anterior.
Nunca imaginó lo complicado que sería controlar a una adolescente caprichosa, inclusive se arrepentía de haber actuado de manera tan precipitada, tal vez contagiado por el entusiasmo de aquellos que pretendieron tomarla antes.
Ya no podía retractarse, no después de que todo el mundo estaba enterado de su huida, enlodando su orgullo y el de su familia. Además, estaba el detalle de que ella también lo había marcado, y a pesar de que los motivos de la joven fueron otros, no dejaba de ser un punto de suma importancia en los protocolos que tanto respetaba.
Las reglas en su comunidad se respetaban, sin importar el estatus del saiyajin. Por lo que inclusive el príncipe heredero, estaba sujeto a ellas, complicando cualquier trámite que fuera en contra de ciertas tradiciones sagradas para su pueblo. Y hasta ahora, no tenía motivos para romper dichas reglas, mucho menos para complacer los caprichos de alguien que se empañaba en faltarle al respeto cada que podía.
—Veo que tienes mucha energía hoy. ¿Sigue molesta la cría?
—Nada nuevo —el príncipe respondió esquivo, lanzándose hacia su padre, transformándose en el legendario guerrero.
—Así que quieres jugar en serio —emocionado con el reto, el rey lo imitó.
Conocía de sobra a su primogénito, no hacía falta que le dijera que algo le molestaba, lo sabía con solo verle a los ojos. Así que lo dejó sacar su coraje en ese entrenamiento, de la mejor manera que podía hacerlo un guerrero de clase alta, en un enfrentamiento cuerpo a cuerpo.
—Estamos a tiempo de cancelar la ceremonia —opinó Vegeta con cierta duda.
—¿Te das cuenta de lo que dices? —inquirió Trunks, ofreciéndole una botella con agua fresca.
El rey bebió del líquido con calma, recuperando el aliento de a poco, sentado sobre una roca que yacía entre los escombros de su lugar favorito para entrenar en el exterior. Después de analizarlo, la idea de Bulma sobre romper la unión no le parecía tan descabellada, incluso su hermano Tarble estaba de acuerdo, alegando que podría ser lo mejor para su sobrino. Después de todo, ambos tenían sangre terrícola, y en aquel planeta, las uniones llamadas matrimonio se rompían sin mayores complicaciones. Lo que en la sociedad saiyajin podría ser un dolor de cabeza, ya que su enarbolando orgullo estaba de por medio, y peor aún, en los guerreros de clase alta, donde su palabra valía más que sus posesiones. Simplemente no podían darse el lujo de romperla por niñerías.
—Podemos sortear los rumores. No creo que se atrevan a dudar sobre la hombría de mi heredero —opinó confiando en el temor que inspiraba en los demás.
—No estoy dispuesto a pasar por esa vergüenza. Ella tendrá que resignarse —respondió Trunks tajante.
—Tu madre piensa que deberías unirte a una hembra que desee vivir a tu lado.
—Mi madre piensa como terrícola —respondió burlesco, cosa que no le agradó a Vegeta, que a pesar de su orgullo saiyajin, había aprendido a respetar la naturaleza terrícola de su mujer, aceptando que gran parte de lo que le gustaba de su carácter, se debía precisamente a eso.
—Tu madre tiene la capacidad de ver más allá que nosotros. Y la prueba está, en que solo ella pudo ver mi interior. Sabes a qué me refiero —confesó, levantándose para regresar al palacio—. Deberías tomar en cuenta sus consejos —agregó sin esperar respuesta, la cual llegó en forma de una sonrisa fingida. No quiso continuar con la conversación, a veces le irritaba su postura sobre la cultura terrícola, que hasta él mismo había aprendido a respetar.
Emprendió el vuelo de regreso, con la esperanza de que al menos el entrenamiento hubiese servido para despejar la mente de su vástago. Trunks lo imitó después de encapsular el refrigerador donde guardaba las bebidas.
—Anular la unión —musitó apenas pudo percibir a lo lejos el palacio.
La idea no le parecía tan descabellada, de hecho, él mismo lo deseaba. Sin embargo, no estaba dispuesto a darle el gusto a la mocosa, prefería enfrentar el desafío con la frente en alto hasta las últimas consecuencias.
En caso de ceder, no solo estaría premiándola por su humillación, sino que además, se vería expuesto al escudriño de su pueblo, de lo que tenía amargas experiencias, de la época cuando dudaban sobre su derecho a llevar el título de príncipe heredero, dudas que le crearon problemas de autoestima que tardó en superar, más la serie de humillantes exámenes a los que se tuvo que someter durante su infancia y adolescencia, para poder demostrar que era tan saiyajin como su padre.
—No. Definitivamente no —se respondió entre dientes, decidido a continuar con la ceremonia de presentación. Solo esperaba que ella se comportase en el evento, de lo contrario, no estaba seguro de poder controlarse.
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Estaba por anochecer, lo que provocaba que la angustia se incrementara en el pecho de la joven, quien comenzaba a relacionar las noches con él y su insana lujuria.
Extrañaba a sus padres, necesitaba hablarles, reconfortarse con su voz amable. No confiaba del todo en lo que su bisabuelo le informaba sobre ellos, no confiaba en nadie en ese planeta. Sentía que estaba sola, rodeada de títeres fieles al príncipe y al sistema que representaba.
«No creo poder escapar de nuevo. Mucho menos con el maldito chip que llevo dentro. No tengo salida».
Rompió en llanto, llena de rabia y frustración por no poder hacer más, por no poder ayudar a sus padres, cuyas vidas dependían, según su tío Goten, de la docilidad que ella pudiese mostrar frente al arrogante príncipe. Lo que estaba muy lejos de sus deseos y su naturaleza, simplemente no soportaba la idea de arrodillarse como el resto.
—¡Maldito seas! —lanzó una taza de té que reposaba frente a ella, quebrando el vidrio del enorme ventanal que daba hacia la terraza de la alcoba.
—¡Eres un ridículo, patético, horrible príncipe con cabello de payaso! —exclamó lanzando los muebles que tenía a la mano. Causando destrozos por toda la habitación, especialmente en la cama, a la que lanzó un ataque de energía, que de nada sirvió para aplacar su rabia. Quería una salida, una que pudiese liberarla sin consecuencias para sus seres queridos. Y la solución se presentó justo delante de ella, entre el caos que recién acababa de crear.
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Una vez descartada la idea de anular la unión, el príncipe paso sus pensamientos a la estrategia que debía utilizar para enseñarla a complacerlo en el lecho, algo para lo que sin duda existía una vieja mujer que podía servirle de ayuda.
Aterrizó con calma en uno de los jardines centrales, parando en seco cuando percibió algo que le encendió las alarmas.
—¿Qué rayos pasa con la energía de Pan? —saltó de inmediato, volando hacia su terraza personal.
Desde antes de entrar, pudo ver parte del desastre causado adentro y a la causante del mismo, tirada al lado de lo que quedaba del ventanal, sobre un charco de sangre.
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Abrió los ojos con dificultad, pareciéndole que algo gelatinoso le cubría el rostro. Pronto descubrió que la misma extraña sustancia cubría todo su cuerpo desnudo.
No tuvo tiempo para reaccionar cuando fue alzada por un par de fornidos brazos que la sumergieron de nuevo, pero esta vez en agua tibia, donde fue enjuagada con cierta brusquedad, eliminándole los restos del líquido con olor extraño que la cubría segundos atrás. Luego, fue secada y arropada con una bata ligera. Para entonces, ya comenzaba a recuperar sus sentidos, recordando lo sucedido antes de caer inconsciente, con una mezcla extraña de emociones encontradas, entre alivio y frustración por haber sobrevivido.
—Beba esto —le ordenó la médica con gentileza, a lo que Pan obedeció, más que nada porque tenía la garganta seca y con un sabor desagradable.
—¿Es agua? —preguntó al notar que la bebida carecía de color y sabor.
—Sí. Siempre salen sedientos de la capsula de regeneración —respondió Isha, haciéndose a un lado con una leve reverencia.
—Puedes retirarte —Pan escuchó detrás de ella, tensándose al momento.
La medica hizo una reverencia más, antes de salir del área, dejándola sola con el culpable de sus desventuras.
En silencio, lo sintió rodear la camilla donde se encontraba, comprendiendo que había sido él, quien la sumergió en la tina, y posiblemente también, quien enjuagó su cuerpo.
Abochornada, se abrazó a sí misma, sin entender por qué aparecía en su mente una especie de recuerdo, donde el príncipe corría hacia ella con preocupación en su rostro.
—No tenía idea de que fueses tan dramática —le reprochó en tono de burla, recargando sus brazos sobre la camilla, uno a cada lado de la joven, prácticamente rodeándola.
—La próxima vez no alcanzará a llegar, su alteza —respondió Pan con soberbia.
Trunks curvó los labios de manera burlesca. —Si eso sucede, yo mismo me encargaré de despellejar vivo a Gohan, dejándolo colgado en la plaza principal, viendo cómo traficantes del planeta Ekotk se llevan a su querida mujer —se congratuló en silencio al ver el terror dibujado en el rostro de la joven. —Ya veo —le susurró con voz ronca—. Sabes lo que esos mercenarios les hacen a las hembras. Algo que ni siquiera en este planeta se permite —sonrió triunfante antes de continuar con su con su amenaza: —Si lo intentas de nuevo, me aseguraré de que tus padres te acompañen. Claro que después de experimentar tal dolor, que terminarán maldiciendo tu nombre —siseó apretando los dientes. Dedicándole una última sonrisa ladina para luego salir caminando con la barbilla en alto, sin reparar en agradecer al equipo médico que le reverenciaba al pasar.
En la pequeña sala de espera se encontraban Goten y Yassai, enterándose de las revueltas en un planeta lejano, por medio del comunicador personal del capitán, que guardó de inmediato al ver a su amigo acercarse.
—¿Ya salió? —preguntó poniéndose de pie.
Trunks asintió con la cabeza, pasando de largo con los puños apretados hacia los lados. Su amigo y su prima no preguntaron más, conocían a la perfección su lenguaje corporal y se consideraban lo bastante inteligentes, como para no provocarlo.
—Yo me haré cargo, regresa a tus obligaciones —ordenó Yassai, cuestionándose si era el momento apropiado para acercarse a la princesa.
Goten obedeció sin titubear, a pesar de que también deseaba ver a su sobrina, hablar con ella y saber sus razones. En el fondo, comenzaba a preocuparse por ella, pero su crianza saiyajin le impedía mostrarse sentimental, que a diferencia de su hermano, Goten siempre tuvo más inclinación hacia su cultura paterna.
Una vez que el híbrido de cabello negro se perdió detrás del pasillo, Yassai aspiró hondo, esperando no encontrarse con una hembra grosera, como su primo solía describirla.
—Estoy aquí para acompañarte —dijo Yassai de manera estoica al verla.
—¿Tendré vigilancia? —respondió Pan sin ánimo, bajando de la camilla.
—No —le ofreció una muda de ropa que previamente le había facilitado una de las mozas—. Digamos que es un favor especial a la reina.
Pan tomó las prendas, sin reparar en fingir cortesía.
—Esperaré aquí —dijo Yassai, recargándose en la pared mientras le señalaba la puerta que daba al vestidor.
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La reina cerró la conversación una vez terminada su habitual despedida, quedando en total silencio, frente a la pantalla desplegada de su comunicador de larga frecuencia.
—Por un momento creí que le dirías—escuchó a Vegeta romper el silencio.
—No me atrevo, está muy preocupado —respondió Bulma, levantándose de su escritorio—. ¿Necesitas otra razón para disolver esa unión? —inquirió a modo de reproche, sin mostrarse interesada en admirar la anatomía desnuda de su hombre, quien caminaba con desfachatez hacia su barra personal.
—Mujer… —hizo una pausa sirviendo dos copas de vino, pensando en su diálogo — Créeme, entiendo tu simpatía hacia Pan, pero entiende a nuestro hijo. Sabes bien que su reputación está en juego… y aun así, yo mismo le sugerí tu idea, después de todo, te di mi palabra.
—¿Qué dijo?
—Lo conoces, se negó. Además, ¿qué sucedería si ella decide unirse a otro macho guerrero?
—No creo que pueda volverse en contra de nosotros.
El rey levantó una ceja, dedicándole una mirada reprobatoria antes de responderle: —Conoces nuestra historia de sobra, la manera en que mis antepasados conquistaron este planeta y los orígenes del reino que lidero. ¿En serio crees en la lealtad absoluta de los saiyajines?
—Es tu pueblo, te admira.
—Me teme, y eso gracias a que puedo transformarme, no lo olvides —tomó las copas y caminó hacia su mujer—. No es conveniente forzar a Trunks.
—¡¿Y forzarla a ella?! ¿Cómo pueden ser tan egoístas?
—Te ofrezco pensar en una solución —le ofreció una copa—. Pero a cambio, te pido que consideres nuestras razones.
Bulma alzó la vista, encontrándose con la mano sujetando la copa a la altura de la pelvis del rey. La tomó evitando poner la vista en su miembro, que, aunque se encontraba relajado, no dejaba de ser un manjar para la vista.
«No es momento para eso», bebió un largo trago ante la mirada divertida de Vegeta.
—¿No te molesta acaso que rechazara tu invitación? —inquirió después de imitarla.
—No soy rencorosa como ustedes —respondió levantándose, bebiendo otro trago—. Ya entenderá que no soy su enemiga. Solo espero que Trunks esté siguiendo mis recomendaciones.
No pudo llegar hasta la cama, ya que los brazos de Vegeta la rodearon por la cintura.
—Bulma…
—Hoy no tengo ánimo —se giró encontrándose con los labios de su hombre, reclamando atención sobre los suyos.
—No deberías angustiarte —musitó a su reina—. De cualquier manera, no se hubiese enterado de tu visita estando en la cápsula de recuperación.
—No quiero que crea que está sola —bebió lo último que quedaba en la copa.
Vegeta la soltó para tomar la copa vacía, depositándola en la mesita donde había dejado la suya, que aún tenía la mitad del líquido rojizo.
—¿Compartimos? —le ofreció de su copa.
Su mujer aceptó con una triste sonrisa dibujada en sus labios, le pesaba no haber podido ver a Pan por cuestiones referentes a su cargo.
Justo cuando se enteró del intento de suicidio de la joven, Bulma se encontraba camino a encontrarse con el primer ministro del planeta Sunev, socio mayoritario en ciencia y tecnología del imperio saiyajin, teniendo que dejar de lado sus deseos por correr hacia el aula médica, alcanzando a enviarle un mensaje a su sobrina Yassai, para que la mantuviera informada del estado de la híbrida.
Poco tiempo atrás, la reina se jactaba de haber logrado importantes cambios en la cultura saiyajin, ayudando en gran parte, a traer paz y prosperidad a una buena parte del cuadrante. No obstante, siempre fue de su conocimiento la naturaleza agresiva y orgullosa de la raza a la que reinaba, decidiéndose por no intervenir en cuestiones sociales que no lograba comprender del todo, enfocándose en su gran pasión; la ciencia.
De pronto se sintió estúpida y egoísta por haber hecho caso omiso a todas las banderas rojas que llegó a advertir. Su pueblo necesita cambiar a una sociedad más empática, no bastaba solo con un rey más civilizado, el problema tenía raíces más profundas, que se extendían en cada recoveco del planeta, infectando a cada habitante, incluyendo a su propia familia, a su propio hijo.
No tenía idea de dónde comenzar, ni qué estrategia usar. Por el momento, no le quedaba otra opción, que confiar en los principios que con esmero le había inculcado a su vástago, con la seguridad de que Trunks se comportaría de manera correcta con Pan, dándole tiempo y espacio antes de intimar con ella.
No sospechaba lo que sucedía entre ellos a solas, no le pasaba por la cabeza que el príncipe que ella educó, llegase a tener comportamientos tan mezquinos en el plano personal.
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Las largas zancadas del príncipe hacían eco por donde pasaba, aparentando seguridad como siempre sucedió desde su niñez, con la diferencia de que en esta ocasión, no podía evitar mostrar su enfado.
Solo había un motivo para haber sido llamado por su madre a primera hora, le irritaba que se entrometieran en sus asuntos personales, en especial, en uno donde se suponía, los ofendidos eran él y su familia.
Aunado a eso, estaba la falta de sueño la noche anterior, en la que pasó la mayor parte del tiempo pensado, mientras fingía dormir al lado de su mujer.
Se estaba acostumbrado al mutismo de Pan, no por eso dejaba de incomodarle, hasta el punto de arrepentirse por haberla obligado a compartir su alcoba. Extrañaba su amada privacidad.
La idea que originalmente tuvo sobre estar unido, distaba mucho de la realidad. La complicidad y atracción por parte de la elegida, simplemente brillaba por su ausencia, ni qué decir del respeto, que al parecer no existía en el lenguaje de la joven, lo que sin duda afectaba profundamente al príncipe, a pesar de que siempre estuvo consciente de que no tendría una relación afectiva, mucho menos con el amor romántico que se profesaban en la Tierra, algo que consideraba antinatural para él, aun cuando su madre era originaria de dicho planeta.
«Tal vez hubiese sido mejor tomar a Yassai. Pero… no dejaría de ser un problema, no tenía otra opción».
Tocó la puerta enérgicamente, escuchando de inmediato la señal que le permitía acceder a la alcoba de los reyes.
—¿Cómo está la niña? —escuchó apenas puso un pie dentro del recibidor. Lo sabía, estaba molesta por la estúpida acción de la joven. Aspiró hondo, girando el rostro para encontrarse con la mirada estoica de su padre, justo al lado de la reina, que aguardaba impaciente por la respuesta.
—Mi mujer se encuentra bien.
—¡Trunks! ¡Déjala ir! ¿Qué más pruebas te hacen falta para saber que no quiere ser tu mujer? —se levantó del sillón cruzando los brazos sobre su pecho, dedicándole una efímera mirada a su hombre, tratando de encontrar la aprobación del rey, quien continuaba sin mostrar emoción alguna.
A Vegeta no le interesaba del todo la suerte de la joven, tampoco podía tener la misma empatía que Bulma, pero entendía que la sangre terrícola de su mujer siempre se manifestaba de alguna u otra manera, cosa que había dejado de molestarle desde mucho tiempo atrás.
Lo que no podía, ni deseaba hacer, era pasar por encima de las reglas establecidas para su propio pueblo, y hasta ahora, su hijo se había comportado a la altura de las circunstancias. Por lo que en gran parte apoyaba la postura de su vástago.
—¿Sabes lo que significaría dejarla ir? En especial, después de la humillación que nos hizo —protestó el príncipe, modulando su tono a uno más neutral.
—Es una niña, no lo sabía… —insistió Bulma.
—Dejó de ser una niña cuando la tomé —Trunks se mofó abiertamente, complacido de ver el resultado de sus palabras, en la mueca de indignación que se dibujó en el rostro de su madre.
—Vegeta — le habló el rey, llamándolo por su nombre oficial, interviniendo antes de que la discusión terminase escalando a gritos y reproches que no los llevaría a ningún resultado favorable—. Recuerda que ella se crio en la Tierra, no esperes a que se comporte como una saiyajin de un día para otro.
Bulma asintió con la cabeza, agradeciendo la opinión de su rey, que hasta el momento, no había mostrado mucho apoyo hacia la híbrida, al menos, no como ella hubiese querido.
—Hijo —la reina hizo una pausa, esperando tocar alguna fibra sensible en el interior del príncipe—. Pan es como un pajarito que fue encerrado en una jaula, cuando apenas comenzaba a volar. ¿Te satisface saber que tu mujer te detesta, hasta el punto de desear la muerte antes que vivir a tu lado?
—Lo de ayer solo fue un berrinche… estará bien —respondió Trunks, esperando cerrar la discusión, no muy seguro de sus palabras. Después del evento del día anterior, ya no podía asegurar nada.
Los reyes intercambiaron miradas; por un lado, Bulma esperaba más apoyo de su hombre, por el otro, Vegeta esperaba apaciguar la insistencia de su mujer.
—Nos vemos en el comedor —se despidió el príncipe, con intenciones de salir lo antes posible, pero antes de dar media vuelta, su madre lo tomó por el brazo para aconsejarle con voz firme: —Te recomiendo tratarla con mesura. Ella no está acostumbrada a los hábitos de este planeta, ni a los de la familia real.
—¿Olvidas que el padre de su abuela materna es rey de una montaña? Por lo tanto, nació para vivir en este ambiente —aseguró antes de salir sin mirar hacia atrás.
—¡Si le haces daño, juro que te dejo de hablar! —exclamó Bulma, mientras su primogénito se perdía detrás de la puerta.
—No creo que esa amenaza funcione —opinó Vegeta, aguantando la risa que amenazaba por escapársele. A veces su mujer podía ser muy ingenua, a pesar de su gran inteligencia.
Para el rey, la situación se encontraba bajo control, quería confiar en el juicio de su primogénito y de igual manera, estaba de acuerdo en defender el honor de su reino. Ya tenía suficiente con el hecho de que se supiera de la huida de la joven y sus padres. También confiaba en poder solucionar el problema de conducta de Gohan, después de todo, Bardok podía ser una influencia positiva en el híbrido, regresándolo junto con sus talentos a su servicio. Justificando en gran parte, el respeto y empatía que sentía por la familia del guerrero que alguna vez fue de clase baja.
En cuanto a Pan, aun no tenía muy clara la relación que mantenía con su hijo. A lo mucho, sabía que se negaba a continuar con la unión, pero al mismo tiempo lo había mordido de camino hacia el planeta.
De lo que no estaba muy seguro, era del método que su hijo había utilizado para intimar con la joven, ya que el mismo príncipe le confirmó que efectivamente, para volver a morderla, tuvieron que consumir la unión. Sin embargo, se negó a dar detalles sobre cómo fue que sucedió.
No le sorprendería que su vástago hubiese tenido que recurrir al chantaje o la fuerza física, lo que no estaba penado por las leyes de su pueblo, en caso de uniones. Por lo que no podía intervenir más allá de aconsejarlo, lo que tenía frustrada a Bulma, hasta el punto de exigirle cambiar las leyes, cosa que no sería nada fácil en ese planeta con costumbres tan arraigadas.
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Pronto llegaría el atardecer de un día caótico. Finalmente podía disfrutar de tiempo libre y tenía una sola cosa en mente, así que se dispuso a volar hacia su objetivo, llegando al poco rato, hacia la construcción de color rojizo que hacía contraste con el resto de las edificaciones adyacentes.
El pasar del tiempo no se reflejaba en las paredes del negocio de la vieja Ymmy, continuaba igual que siempre, trayéndole recuerdos de su adolescencia.
—¡Es un honor tenerlo aquí, su alteza! —la mujer de ojos cansados lo recibió con entusiasmo. Ya no era la misma de antes, su cuerpo terrícola envejecía como correspondía a su edad. Sus cabellos antes largos y sedosos, ahora estaban adornados por algunas hebras grisáceas que colgaban hasta los hombros, coronando un rostro que mostraba algunas arrugas ganadas con el pasar de los años, por mucho que los ungüentos y tratamientos intentaran disimularlo.
La vieja terrícola tenía casi treinta años instalada en el planeta guerrero, al igual que muchos habitantes de otros planetas, que emigraron para buscar fortuna, lo que hasta cierto punto Ymmy logró, gracias a las cualidades que adquirió en su planeta de origen, en la época que llegó a servir a un tendencioso y egoísta Lord, por el que dejó su juventud en una ridícula misión que nunca llegó concretase. Entonces, decepcionada de no haber logrado nada en su vida, decidió emprender el largo viaje hacia el planeta Vejita, aprovechando que aún le quedaban algunos años antes de perder su belleza, optando por sacarle provecho antes de terminar marchitándose sin ningún beneficio.
Siempre le atrajeron los hombres con cuerpo bien trabajado, fuertes e imponentes, y los saiyajines encajaban perfectamente en esa descripción, enfocando sus talentos en los guerreros, logrando hacerse de fama y clientes de clase alta en poco tiempo, fundando su propio negocio del placer con sus ahorros. Llegando a ser requerida para brindarle servicio al joven heredero, cuando recién cumplía los catorce años de edad.
Fue la misma reina en persona quien la buscó en primera instancia, mostrándose muy interesada en el bienestar de las mujeres que serían contratadas para darle placer al adolescente. Haciendo énfasis en que ninguna debía ser esclava, aunque dicha práctica estaba erradicada desde hacía varios años atrás, no dejaban de aparecer de vez en cuando, uno que otro grupo de traficantes en su reino.
Bulma estaba en contra de continuar con la antigua tradición, en la que se disponía una casa dentro del palacio, especialmente para mantener casi reclusas a mujeres de razas atractivas para el príncipe, completamente a su disposición, sin opción de salir de las instalaciones que se les había asignado, evitando tener contacto íntimo con cualquier otro macho que no fuese el príncipe. Tradición que se justificaba con el argumento de que se debía proveer al heredero de un desahogo libre de cualquier contagio o embarazo no deseado, pues a las hembras a su servicio, se les proveía de un estricto control de salud y natalidad hasta el momento en el que el príncipe dejaba de requerirlas, lo que generalmente sucedía cuando llegaban otras, o en el momento que el heredero se uniera definitivamente a una saiyajin.
Al principio, la reina se escandalizó cuando se le anunció que muy pronto, el príncipe heredero necesitaría mujeres para apaciguar su libido, pero al final, terminó cediendo. Pues conocía las inquietudes de los jóvenes, especialmente en ese planeta, donde al cumplir los catorce años, ya se les consideraba en óptimas condiciones para ejercer libremente su sexualidad.
Si bien aceptaba que su hijo tuviese amantes dentro del palacio, tendría que ser bajo sus propios términos, los cuales consistían en que cada mujer debía firmar un contrato, donde se estipulaban los límites que cada uno tenía marcado respetar. Otro cambio que hizo la reina, fue permitir que las mujeres pudiesen vivir fuera del palacio, acudiendo solo en las ocasiones que eran requeridas, donde se les acondicionaba una habitación especial, donde también contaba con un armario provisto de toda clase de instrumentos elaborados para el placer, instrumentos que Ymmy le proporcionó en su momento y que aun en la actualidad, le conseguía cuando así lo requería.
Tenía años que el príncipe había dejado de prescindir de los servicios sexuales bajo contrato, especialmente, desde que comenzó a tener una que otra aventura con hembras saiyajines que lo llegaron a acompañar en alguna misión; guerreras de clase alta que se entregaban por gusto propio, lo que terminó por satisfacerle más al príncipe, que para ese entonces, ya no era un adolescente.
Escasamente visitaba el lugar de Ymmy, razón por la que la vieja meretriz se alegraba en las pocas ocasiones que tenía la oportunidad de volver a verlo. Le guardaba afecto, además que siempre le gustó su energía en la intimidad, aunque ya tenía mucho tiempo que el príncipe había dejado de solicitarla, desde el instante que su piel fue mostrando signos de vejez.
—Tengo hembras recién llegadas de la Tierra y Orion —le ofreció levantando una ceja de manera coqueta —una de ellas hace magia con su lengua.
El príncipe esbozó una sonrisa apenas perceptible, esa terrícola sí que lo conocía.
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Cansada de preguntas y reproches, Pan salió del vestidor con la intención de dormir por horas, lejos de miradas recriminatorias y el constante recordatorio de la infame amenaza del príncipe rondando su cabeza. Estaba segura de que no bromeaba, al contrario, hasta le pareció que disfrutaría cumplirla. De nuevo se encontraba en un angosto callejón sin salida y no deseaba rendirse.
Afortunadamente, después del mediodía, Yassai volvió a buscarla, siendo de gran ayuda como distracción, cuando la invitó a conocer la gran biblioteca real; lugar en el que bien podría durar días enteros, perdiéndose en sus textos sobre batallas del pasado, orígenes de la raza guerrera, costumbres y demás datos interesantes.
En esas horas que pasó hojeando libros y antiguos escritos, conoció más de los saiyajines que toda su vida en pláticas con su padre o abuelo. Así de desconectada estaba con sus raíces, lo que en cierta parte le causó pesar, pues nunca antes le llegó a tomar mucha importancia.
Gracias a la saiyajin de sangre pura, Pan tuvo un día más llevadero, después de la recaída que la hizo atentar contra su propia vida. Aun se lamentaba haber sobrevivido, sentía que su misma cobardía era la culpable de no haber podido atacar al corazón, como en un principio lo llegó a pensar. De cualquier manera, ya no tenía caso pensar en lo que pudo ser.
Debía descansar y tomar los consejos de Yassai, más que nada para tener la capacidad de pensar en otra estrategia.
Respecto a la prima del príncipe, no estaba segura de qué opinión tener respecto a ella, independientemente de su amabilidad y de haberle dado un poco de felicidad ese fatídico día, no dejaba de desconfiar de cualquiera que formase parte del círculo personal del heredero.
Le extrañaba que a diferencia de la mayoría, Yassai no se comportaba con tanta rudeza. Tal vez por ser hija del príncipe Tarble, o tal vez, porque buscaba ganarse su confianza para algún fin que desconocía.
«Necesitas abrazar tus raíces saiyajines», le aconsejó Yassai.
Y sentía que había algo de cierto en esa frase, tal vez aquello que necesitaba para no sentirse tan fuera de lugar. Razón por la que tenía contemplado regresar a la biblioteca, aprendiendo más de sus antepasados y, en parte para investigar más sobre las leyes de ese planeta, una señal, algo, cualquier cosa que la ayudase a salir bien librada de esa prisión, o al menos liberar a sus padres.
Sus pies descalzos tocaron las suaves fibras del nuevo tapete que reposaba camino a la cama. Todo estaba limpio y en su lugar, como si horas antes no hubiese habido un caos dentro, si no fuese porque reconoció un grabado diferente en el dosel de la cama, creería que se utilizó algún tipo de hechizo para reconstruir cada mueble.
Suspiró con melancolía, disponiéndose a no perder la esperanza, cuando escuchó las puertas de la alcoba abrirse de par en par, con el príncipe acompañado de una extraña mujer.
—Pan, ella es Ymmy. Está aquí para asesorarte —habló el príncipe con aire autoritario.
—No creo que sea hora para mis lecciones de etiqueta, o lo que sea que se hacen en la realeza —murmuró de mala gana.
—¿Etiqueta? No recuerdo haber tomado algo similar en mi formación —se relamió el labio inferior antes de continuar—, lo que Ymmy te enseñará, es a complacerme… en el lecho.
—¿Qué? —balbuceó la joven.
—Las dejo, regreso en un par de horas.
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Cada vez que se requería consultar algo, el rey y los involucrados pasaban la tarde debatiendo en el salón del consejo, de donde no salían hasta llegar a una conclusión favorable. Y esa tarde en particular, no sería la excepción.
Planeaban la próxima salida del planeta Vejita del príncipe heredero, quien había sido elegido para esa misión específica, debido a su experiencia diplomática. El rey y su hermano sospechaban que las revueltas en el planeta Soria-tuk, distaban de ser simples disturbios, como el rey de dicho planeta aseguraba.
—¿Te acompañará Pan? —preguntó el rey, agitando la cuchara dentro de su taza de té.
—Sí —respondió de inmediato, ganándose miradas entrecerradas por parte de los presentes—. ¿No dijiste acaso de debemos convivir?
—Podría ser beneficioso para ambos —opinó Tarble, rascando su barbilla pensativo—. Más tiempo a solas para conversar, convivir, como dijo mi sobrino. ¿Qué opinas Bardok?
El saiyajin mayor en la junta tardó en responder. No podía asegurar nada, dado el carácter de su bisnieta.
—Si usted está seguro. Solo espero que no le afecte en su humor para cuando llegue a su destino.
El príncipe bufó restándole importancia. —Como si fuese problema una hembra caprichosa.
—Bien, entonces así se hará —manifestó el rey Vegeta—. Le avisaré al rey Jayalim que el príncipe Vegeta acudirá para renovar los contratos. Prefiero no advertirlo de nuestras sospechas. Partirán pasando la ceremonia de presentación.
—Solo una duda —habló Tarble—. ¿Crees que para entonces, Pan pueda comportarse a la altura de las circunstancias?
—Puedo asegurar que así será —respondió Trunks, totalmente convencido de su respuesta. Y más valía que fuese así, porque podía dejar pasar sus desplantes en privado, pero en público no lo toleraría.
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Con algo de inseguridad, Pan decidió aceptar la invitación de la reina Bulma, esencialmente para conocer a quienes consideraba sus enemigos, y también porque le ganaba la curiosidad.
Se sabía entre la población en general, que el imperio saiyajin poseía uno de los laboratorios más impresionantes del cuadrante entero, donde no solo se creaban los artilugios tecnológicos más avanzados, sino que además servía como centro de investigación científica, sueño de cualquier amante de la ciencia.
—Pasa, no te quedes ahí —una sonriente reina le dio la bienvenida.
Con timidez dio un paso dentro del suntuoso complejo, casi tropezando cuando recibió una palmada en la espalda por parte de Yassai, quien la animaba con ese gesto un tanto brusco para la terrícola.
En el pasado, su padre le había descrito el lugar con gran emoción, quedándose corto con la majestuosidad de los doce pisos elevándose sobre su cabeza y el movimiento del personal yendo y viniendo por todos lados.
—Me alegra que decidieras venir. Sígueme —le indicó Bulma, conduciéndola hacia el sótano, en donde se encontraba su laboratorio personal, lugar donde se concebían sus mejores creaciones.
Durante el trayecto, Bulma le fue indicando con emoción, hacia dónde dirigía cada puerta que pasaban y los proyectos que allí se realizaban, evitando mencionar el lamentable incidente que había protagonizado la híbrida dos noches atrás. Sentía que no era el momento, en especial, porque temía asustarla, cuando lo que buscaba, era ganarse su confianza.
Al poco rato, Pan comenzó a realizar preguntas sobre los proyectos, iniciando una amena conversación que duró casi una hora, en la que hablaron de inventos y tecnicismos científicos que aburrían a Yassai, en cambio, maravillaban a Pan, lo que no pasó desapercibido por la reina. Encontrando una conexión para poder llegar a la joven.
—Dime, Pan. ¿Por qué no has hablado con tus padres? —preguntó Bulma, procurando usar su tono más maternal.
—No es que no quiera —respondió con incomodidad, desviando la vista hacia el teclado de una computadora desplegable.
—Gohan dice que las veces que habló con mi hijo, en ninguna estuviste presente. ¿Acaso te niega el derecho de hablarles? —preguntó molesta, retirándose el comunicador de su muñeca para colocarlo sobre el gran escritorio central.
—No se lo he pedido, ni se lo pienso pedir —respondió Pan, un tanto arisca.
—Pues es una descortesía por parte de Trunks. Hablaré con él al respecto —alcanzó a decir la reina, justo antes de desplegar la pantalla de su comunicador, escuchándose de inmediato el tono de llamado.
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Planear la presentación de Pan le estaba gastando más energías de lo estimado, especialmente en el plano emocional. Debía encontrar la manera de domarla, volverla dócil y complaciente, moldearla a su gusto, para lo que tenía poco tiempo. Pero antes que nada, debía saciar su curiosidad.
—Imaginé que vendría hoy, su alteza.
—¿Tuviste algún inconveniente con mi mujer? —preguntó acomodándose en el amplio sofá de la oficina de Ymmy.
—Disculpe la pregunta, pero, ¿no ha hablado con la princesa?
El príncipe negó con la cabeza. —Como te debió haber dicho mi mensajero ayer, tuve que ausentarme a la luna norte. Al regresar, Pan dormía profundamente, y muy temprano salió a sus entrenamientos —omitió decir que probablemente, Pan había despertado más temprano para evitarlo, lo que en gran parte le favorecía, pues una confrontación a primera hora, le hubiese arruinado la mañana entera.
—Ya veo —murmuró Ymmy, quedándole claro que la pareja no se toleraba.
—¿Y bien? —preguntó inquieto.
Ymmy caminó hacia la silla de su escritorio, donde se acomodó para hablar: —La princesa dice no tener libido ni estar interesada en copular con usted, ni con nadie más. Me dio a entender que había sido abusada por usted —escupió analizando las reacciones en el rostro del híbrido, quien no mostró emoción alguna, a excepción de que lo notó tragar saliva discretamente.
—¿Es todo? —respondió decepcionado. En el fondo esperaba que de algo hubiese servido la ayuda de la experimentada terrícola.
—Me temo que no sabe cómo sentir placer, que el evento del duelo de unión la traumatizó hasta el punto de sentirse culpable, incluso por tener pensamientos eróticos.
—¿Eso… eso te dijo? —apoyó sus codos sobre sus rodillas, interesado en la información que Ymmy pudiese tener.
—Su alteza, una vieja como yo, no necesita de palabras para poder entender ese tipo de cuestiones.
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Fin del capítulo 6
Ya casi nos acercamos al capítulo de la ceremonia de presentación. Este fanfic consta de tres partes. La primera hasta poco después de esa ceremonia, la segunda llega después del ataque hacia el planeta Vejita por parte de un villano, y la tercera, varios años después, donde personajes que no se han visto en una década, se encuentran bajo circunstancias muy diferentes.
Tal vez Pan ha actuado de manera muy imprudente, y eso que aún falta. Pero hay que entender que es casi una niña, a la que le falta malicia y tiene otra crianza muy diferente a la del príncipe.
¿Ustedes quién creen que se enamore primero? Si es que creen que uno de ellos o ambos llegarán a enamorarse.
Por cierto, el personaje de Ymmy, está inspirado en Mai, por si llegaron a encontrar las similitudes.
Muchas gracias por llegar hasta aquí, espero no dormirlos ni aburrirlos.
Nos leemos después.
