OBLIGACIONES DE PRINCESA

De Siddharta Creed

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Capítulo 7

«Pronto estaremos juntos».

«No descansaré hasta verte libre».

Las palabras de Gohan solo sirvieron para incrementar la ansiedad en la joven híbrida. Temía que la amenaza del príncipe se volviese realidad en cualquier momento.

«Pan… ¿se ha vuelto a aprovechar de ti?», le preguntó a sabiendas de que la reina se encontraba presente, teniendo como respuesta una negativa por parte de su hija.

"No te creo, pero entiendo que ni siquiera desees recordarlo».

Pan se negaba a tocar ese tema tan personal y humillante, mucho menos delante de alguien tan ajeno a ella, como la reina y Yassai. Además, revelar lo sucedido no cambiaría nada, al contrario, les traería más sufrimiento a sus padres y hasta podría desencadenar una tragedia para su familia.

Suspiró con la vista perdida en el plato de bocadillos, como si fuese la cosa más interesante que ver durante la reunión con su abuela Milk.

—Siempre lo supe, jamás te negarían hablar con tus padres. Si Gohan quisiera, podría ser el director… o jefe de la academia de investigación bio…

—¡Abuela! No sigas, por favor —suplicó Pan.

La terrícola mayor le dio un pequeño sorbo a su té y continuó sonriendo: —Si el príncipe quisiera, ya lo hubiese ejecutado —tapó su boca en un gesto juguetón—. Ya… no hablaré más del tema. ¿Qué dices, me acompañas al complejo comercial?

—Está bien, vamos —respondió absteniéndose de blanquear los ojos, pareciéndole buena idea salir a distraerse. Cualquier cosa le venía mejor, que continuar recibiendo regaños por su intento fallido de suicidio, o seguir escuchando absurdos halagos hacía el príncipe.

Cerró el libro que no pudo leer desde el instante que su abuela se presentó en la biblioteca, luego se puso de pie mirando a Yassai. Ya se estaba acostumbrado a la presencia de la saiyajin, de hecho, no le incomodaba su presencia, aunque no lograba confiar del todo en ella. De cualquier manera la invitó, sorprendiéndose de su disposición para realizar actividades tan mundanas para su noble cuna.

Al poco rato, se encontraron caminando dentro del enorme domo que cobijaba el complejo de comercios más importante del planeta, justo a las afueras de la capital principal.

Milk lideraba con orgullo el paseo, entrando con la barbilla en alto a cada exclusiva tienda que le apetecía visitar, presentando a su nieta como la futura reina, avergonzándola hasta el punto de hacerla retroceder, negándose a continuar con el recorrido. Por fortuna para Milk, Yassai intervino a favor de la híbrida, convenciendo a la mayor, de respetar la privacidad de la joven.

—Pan, no permitiré desaires de tu parte. Aceptarás las cosas lindas que pienso comprarte con mis ahorros —sentenció Milk, mintiendo en lo último. Conocía bien a su nieta, por eso estaba segura de que se negaría a aceptar la tarjeta chip que el príncipe le había proporcionado, con el fin de abastecerla de todo aquello que necesitaba. Quería que su princesa luciera apropiadamente, y por eso le había encomendado esa misión a la mujer de Kakaroto.

La terrícola no tardó en planear toda una historia para convencer a su nieta de salir a merodear tiendas, incluso llevaba consigo un listado de diversos artículos que consideraba le hacían falta a la joven, a pesar de contar con distintos atuendos, que para el gusto de Milk, no eran suficientes, especialmente, de uso personal.

Medio día se les esfumó entre vitrinas y vestidores, lo que no sirvió mucho de distracción para Pan, pues cuando lograba entretenerse con algo, no faltaban los comentarios positivos sobre el príncipe por parte de su abuela.

«Este tipo de expansión económica, no sería posible sin la acertada intervención del príncipe heredero».

«¿Sabías que fue idea del príncipe entrar en negociaciones comerciales con la parte sur del cuadrante? Y eso que en aquel entonces era solo un adolescente. Aun así, vio las posibilidades cuando finalizaron los conflictos bélicos con esa sección».

«Los saiyajines que no pertenecen a la clase guerrera, también se han beneficiado del acuerdo comercial que el príncipe logró con la unión de planetas libres».

«¡Es tan gentil con su pueblo!»

La cabeza le quería estallar a la joven de tantos comentarios halagadores del que decían, era el príncipe más apuesto y gallardo de la galaxia. Cómo se notaba que no lograban ver más allá de lo superficial, solo Yassai permaneció en silencio la mayoría del tiempo, incluso cuando le preguntaban su opinión respecto a algún comentario, en los que la saiyajin se limitaba a encogerse de hombros y observar brevemente a la más joven. Lo que hizo que Pan llegara a pensar, que hasta para Yassai, las supuestas virtudes de su primo estaban de más.

Al llegar el momento de regresar al palacio, Pan experimentó una extraña sensación de alivio, finalmente descansaría de la lengua halagadora de su abuela.

—Me daré un baño, estoy agotada —dijo la híbrida, con la esperanza de no encontrarla al salir.

De buena gana, aceptó la sugerencia de un baño de burbujas con masaje, dejando en el piso un par de bolsas con las compras que la matriarca de su familia le había "obsequiado". Esperó por algunos minutos, mientras Milk se dirigía hacia el vestidor con el resto de compras, las cuales excedían por mucho sus necesidades, según su opinión.

—Su baño se encuentra listo, princesa. ¿Gusta que le ayude a desvestirse? —preguntó la moza con voz suave y tímida.

—No —respondió Pan negando con la cabeza. No terminaba de acostumbrarse a tener servicio personal a su disposición en todo momento, tampoco sabía cómo tratarlas ni estaba segura de que fueran personas en quienes podía confiar—. Puedes retirarte, quiero estar sola —dijo un tanto cortante.

Fue obedecida al instante, no sin antes ser reverenciada, cosa que le exasperaba, sin embargo, aguardó a que la moza desapareciera de su vista para blanquear los ojos.

—Ve a tomar tu baño, yo termino de organizar tus cosas. No tarda en llegar con hambre tu abuelo Goku y ya debería estar en casa —dijo Milk, emocionada de estar dentro del gran vestidor de la futura reina.

Pan le tomó la palabra, llevando consigo lo que pensaba vestir a la hora de dormir. Se despidió de su abuela y caminó hacia el baño privado con pasos perezosos.

«Es ahora o nunca», pensó Milk, sacando la capsula en la que guardaba la ropa interior que compró mientras Pan y Yassai visitaban la gran librería recién inaugurada.

Sacó todas las prendas del cajón, sustituyéndolas por las recién adquiridas. Prendas de seda y encaje, propias de una princesa que comienza su vida como mujer.

«Sin duda, el príncipe se quedará con la boca abierta», rio por lo bajo, completamente segura de que hacía lo correcto para su nieta, y para su familia.

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Las cenas familiares nunca fueron lo suyo, al menos no diariamente, él prefería comer a su ritmo y no a una hora específica, como solía hacerlo el resto de la familia real. No obstante, solía cumplir con ese compromiso la mayoría del tiempo, exentando a su mujer de dicho protocolo desde su arribo; no deseaba arruinarse la comida con su infantil comportamiento.

Bebía el último sorbo de su copa cuando le llegó un mensaje escrito a su comunicador. Con curiosidad leyó el contenido apenas vio el remitente, mostrando sin querer, una expresión de sorpresa.

—¿Pasa algo? —preguntó Tarble.

—Nada de importancia —respondió el príncipe, ordenando que su copa fuese llenada de nuevo.

Sin más contratiempos, continuaron engullendo la carne asada que acompañaban con diversos complementos servidos en generosas viandas, que pronto se fueron vaciando para saciar el hambre de la familia guerrera.

Una vez satisfecho, el heredero se retiró a sus aposentos. Sabía que su mujer estaría dormida, ya que la misma Milk, le había comunicado que Pan se encontraba exhausta. Pasó de largo luego de observarla bajo las sábanas.

Le daba curiosidad aquello que Milk le había confesado, deseaba comprobarlo por sí mismo, pero luego desechó la idea de husmear bajo la cobija, encontrando poco probable que la princesa se hubiese ido a la cama con los atuendos que Milk le describió con sumo entusiasmo.

«Una mujer tan bonita, debe vestir algo coqueto para su hombre», fueron las palabras de la terrícola.

Abrió la puerta del vestidor de su mujer, no tardando en encontrar el cajón de la ropa interior, negando con la cabeza al comprobar que las prendas obtenidas por Milk, distaban mucho de la manera de vestir de su mujer.

Tomó un par de conjuntos con sus manos, reconociendo las finas telas de inmediato, como las que Ymmy solía conseguir para las hembras que le llegó a enviar en el pasado. Prendas costosas de hilos delicados, prendas para el deleite de un príncipe, según le llegó a decir Ymmy en alguna ocasión.

De inmediato las regresó al cajón y salió del vestidor. Estaba seguro de que Pan se negaría a vestir algo tan provocativo, lo que sería una lástima, ya que posiblemente realzarían las curvas naturales de la joven.

La imaginó con uno de esos atuendos, caminando decidida hacia él, resignada a su destino como princesa, obediente y complaciente.

Decidió dejar de lado sus fantasías, no tenía caso, tampoco tenía ganas de amargarse la noche. Por lo que se fue a la cama con la curiosidad, ni siquiera se molestó en levantar un poco la cobija del lado de su mujer. De cualquier manera, sabía que ella se aseguraba de dormir lo más cubierta que podía; como si eso pudiese detenerlo.

Temía que la ceremonia de presentación resultase una pesadilla, pero al mismo tiempo, confiaba en el miedo que podía llegar a infundir en sus súbditos, incluso en Pan. Por lo que no le daría el gusto de romper una sagrada tradición.

Con esa firme idea en la cabeza se quedó dormido, despertando renovado a la mañana siguiente, girando el rostro hacia el otro extremo de la cama, encontrándola como ya se estaba acostumbrando a verla; de espaldas a él, completamente cubierta con la cobija

«Cría caprichosa».

Después de un largo suspiro, se levantó sin decir palabra. Quería tomar partido en las decisiones que se tomarían respecto a la ceremonia de unión, decisiones que compartiría con ella, de estar en otra situación.

Se vistió con prisa y salió sin voltear a verla, dirigiéndose hacia la sala de entrenamiento. Escasamente entrenaba antes del desayuno, pero esa mañana en particular, sentía la necesidad de liberar la tensión que le causaba convivir con una mujer que lo despreciaba.

Sitió deseos de convertirse en ozaru y arrasar con montañas enteras, tal y como llegó a hacerlo con su padre en alguno de los planetas deshabitados del sistema solar, planetas en los que solían entrenar a los más jóvenes, donde aprendían a controlar la famosa transformación que les dio el apodo de simios salvajes. Apodo que odiaba, pero al mismo tiempo se enorgullecía de poseer tal habilidad.

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Pan no lograba recuperarse del coraje que pasó en la mañana, justo al abrir el cajón de prendas íntimas.

«Ya no eres una niña, tampoco una vieja como para usar esas bragas tan feas», le había dicho su abuela, cuando la llamó para reclamarle por su atrevimiento.

«Lo hago por tu bien. Serás reina de un planeta entero, del más poderoso del cuadrante. Además, el príncipe es muy atractivo. Aprovecha tu belleza, disfruta de tu nueva vida».

Estaba más que molesta, estaba indignada. Se sentía usada por su propia abuela, a quien parecía importarle más el título de abuela de la futura reina, que los sentimientos de su propia nieta.

Siempre supo que su abuela ambicionaba un estatus más alto del que poseía, tal vez por su origen noble, aunque el reino de su abuelo Ox Satán fuese pequeño. En realidad, nunca dejó de lamentarse por el incendio del castillo donde creció, ni de la postura tan pasiva de su padre respecto a sus derechos como dueño de sus tierras, postura que beneficiaba a aquellos que deseaban aprovecharse de las buenas intenciones del anciano, quien no explotaba las bondades de sus tierras, para no afectar a las personas que las habitaban.

En cierta parte entendía a su abuela, pero le dolía que esa comprensión no fuese correspondida, y no solo eso, ahora también la traicionaba obligándola a vestir prendas escandalosamente reveladoras.

Refunfuñó al recordar la prenda que vestía debajo de su traje deportivo, prenda que curiosamente le pareció muy cómoda y ligera, a pesar de lo delicado del diseño.

Pensó que su mala suerte no podía ser peor, cuando se encontró con el príncipe en la entrada del área de entrenamiento, a lo que reaccionó, fingiendo que no lo había visto. Dio media vuelta, disponiéndose a huir en silencio, cuando lo escuchó hablarle con voz firme.

—Necesito hablar contigo.

—Yassai me espera —respondió sin dejar de caminar. «¿Y ahora qué rayos querrá?».

—Yo seré su oponente —gritó desafiante.

—¡No quiero entrenar con usted!

—¿Me temes?

La princesa Pan giró para encararlo, caminó unos cuantos pasos hasta quedar a una distancia prudente del heredero, y le respondió con las manos en las caderas: —Ya quedé con Yassai. En otra ocasión, con gusto le romperé la nariz —hizo una pequeña reverencia y luego giró para regresarse por donde había llegado.

—¿A dónde vas? Aquí está Yassai… ¿o será que acaso huyes porque temes que yo sea tu oponente? Sí, eso es —dijo burlón.

En ese momento, la prima del heredero se acercó hacia el marco de la puerta. Había estado charlando con su primo unos minutos antes de la llegada de Pan, hablando sobre lo caótico que fue ir de compras con Milk el día anterior, para luego despedirse y sentarse en una banca a esperar a la joven princesa, mientras que el príncipe se dirigía hacia el interior del palacio, cuando se encontró con su mujer.

—Por mí no hay problema —dijo la saiyajin de sangre pura, observando divertida la dinámica entre el heredero y Pan, pareciéndole que la joven tenía mucho más en común con su primo, que ella misma. Definitivamente, le alegraba no tener que cargar con el temperamento del hombre que veía como a un hermano.

—Según acabas de decir, piensas romperme la nariz. Esta es tu oportunidad —dijo el príncipe, con su típico tono burlón—. A menos que te orines de miedo.

«No tienes nada que perder», el ego le susurró a la joven híbrida.

—No le temo —retornó la vista hacia el príncipe, ocultando lo mucho que le afectaba verlo a los ojos. No por miedo al encuentro, sino porque le recordaba cómo la miraba en privado.

Decidió entrar de una vez, disculpándose con Yassai por el repentino cambio de contrincante, a lo que la guerrera respondió que no tenía importancia, retirándose para dejar a la pareja a solas.

La joven estaba decidida a demostrarle que podía hacerle tragar sus palabras, aun a sabiendas de que le faltaba mucho para llegar al nivel del heredero. Por lo que se enfocó en el coraje que cargaba, apelando a la fuerza física que tanto alboroto había causado en el reino, y que ahora la tenía secuestrada en dicho lugar.

Se transformó apenas cerró la compuerta de acero reforzado, gastando sus mejores golpes desde el principio. Puñetazos, patadas, disparos de ki, codazos; todos y cada uno de sus ataques, fueron bloqueados sin esfuerzo.

—¡Usa la furia a tu favor! —le aconsejó Vegeta V, aun manteniendo su estado base.

Al poco rato, la joven ya se encontraba exhausta y frustrada. Se suponía que poseía el nivel de poder más alto entre las hembras guerreras, pero ella ni siquiera lograba cansar a su oponente.

El casi nulo interés por entrenar, le estaba cobrando factura.

—No lograrás vencerme de esa manera. Te hace falta aprender mucho, pero es algo que se puede solucionar —le dijo con honestidad, al verla perder su transformación y caer de rodillas.

—¡Le romperé los dientes! —exclamó Pan, incorporándose con dificultad.

—Con esa patada tan débil, lo dudo. Casi no te he golpeado y apenas puedes continuar —le dio la espalda, luego se dirigió hacia la compuerta, donde tecleó un código y ésta se abrió a los pocos segundos.

—Por el momento tengo cosas que hacer. Pero definitivamente, debo entrenarte como es debido. Te veo más tarde —hizo un ademán con su mano derecha y salió, dejándola sola y agotada.

Tragó saliva recuperando el aliento, no lo quería admitir, pero el príncipe tenía razón; su desempeño era un asco.

Al recuperarse, corrió rumbo a la habitación que no lograba considerar suya. Subió los escalones del sobrio recibidor, caminando a paso veloz, mientras se despojaba del traje deportivo que se había pegado a su piel por el exceso de sudor.

Se preguntó cómo era posible que el engreído príncipe no hubiese sudado durante el combate, ni una sola gota, cuando ella misma terminó prácticamente bañada, aun con la refrigeración encendida en la cámara de gravedad.

«Me hace falta condición», se respondió.

Caminó hacia el baño en ropa interior, deteniéndose frente a un espejo, donde pudo ver las marcas de los golpes que le propinó el príncipe, algunos de un fuerte color violáceo.

—Tengo un ungüento para eso —escuchó decir, sobresaltándose por la sorpresa.

El príncipe se acercó estirando la mano, ofreciéndole un frasco.

—Ayuda a bajar la inflamación y acelera la recuperación. Unta lo necesario sobre cada golpe.

La acción repentinamente amable del príncipe la tomó por sorpresa, que se congeló por unos segundos, pero fue la mirada del heredero, lo que le recordó que solo llevaba puesta la ridícula prenda de encaje color negro.

De un salto corrió a tomar la primera toalla que encontró para cubrirse, provocando una sonora carcajada por parte del heredero.

—Como si hubiera algo que no conocería de tu cuerpo —dejó el frasco sobre el mueble del lavamanos, saliendo con el ánimo renovado y una amplia sonrisa en su rostro, convencido del enorme potencial de su mujer como guerrera y posible amante. Tenía pasión y belleza, solo debía domarla.

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La ambición nunca fue su motivación, sin embargo, adoraba el poder, y si alguien tenía poder en todos los aspectos, era su primo, el heredero al reino.

Había preferido mantenerse al margen cuando se enteró que el príncipe regresaba de su viaje con la terrícola que escogió como mujer. Estaba molesta, porque en vez de ejecutarla en público, le estaba dando el mismo trato que a cualquier otro miembro de la familia real, y no solo eso; también compartía su alcoba personal con ella. Lugar que ella no conocía, a pesar de vivir toda su vida en el palacio.

Asintió levemente la cabeza al par de saiyajines no guerreros que la reverenciaron al salir de la oficina del heredero.

Entró sin avisar, cerrando la puerta detrás de sí.

—¿Se te ofrece algo? —lo escuchó hablarle sin siquiera girarse a verla.

—Hoy conocí a la insípida terrícola que supuestamente tienes por mujer —caminó con confianza hacia el imponente escritorio de mármol color carbón, como casi todos los muebles del lugar—. No parece saiyajin —opinó sentándose en el escritorio.

El príncipe paso de lado y fue a sentarse a un sofá, sabía que la mujer lo seguiría y casi sonrió al comprobarlo, negándose a recibirla en sus piernas con una mueca de desaprobación.

—Uzel, creo haber sido muy claro hace meses.

—Te vez tenso —la saiyajin cambió su estrategia, dando la vuelta al mueble hasta quedar detrás del heredero—, te hace falta uno de mis masajes especiales —murmuró juguetona, pasando sus dedos con destreza por los hombros masculinos, deslizándolos en movimientos circulares hacia la columna del heredero.

—No sería mala idea —respondió el híbrido ladeando la cabeza, disfrutando de la atención que sus músculos estaban recibiendo. Si tan solo Pan se prestara para tener ese tipo de cotidianidades.

—Es mejor si quitamos… —bajó las manos por los costados, decidida a retirarle la camisa informal que vestía.

—Detente.

La saiyajin obedeció sin reclamar, optando por descender hasta llegar al abdomen de su primo, acercando sus labios a las mejillas varoniles que siempre mantenía impecablemente afeitadas.

—Sabes que yo puedo ayudarte —le susurró, bajando la mano izquierda hasta su lugar favorito en el cuerpo del híbrido—. Estoy segura de que no te atiende como es debido —agregó acariciando con destreza el miembro masculino, mordiéndose el labio inferior al notarlo despertar. Sintió que faltaba poco para tenerlo con los pantalones abajo, sometiéndola con la rudeza que tanto le gustaba. No obstante, su primo tenía otros planes que no la incluían a ella.

De un salto se levantó, alejándose de la mujer, caminando hacia el ventanal desde donde espetó: —Te advertí que no volvería a meterme entre tus piernas. Largo de aquí.

—¿Sigues enojado por mi travesura? —inquirió coqueta desde el sofá.

El príncipe se giró para encararla con el ceño arrugado. —¿Travesura? Planeabas preñarte sin mi autorización. ¿Acaso crees que voy a querer meterme con una hembra que usa un argumento tan bajo para atraparme? ¡Lárgate antes que olvide nuestro parentesco!

—Trunks, exage…

—Para ti soy Vegeta V. No lo olvides —decidió salir él, pasando sin retornar a verla. Estaba molesto, no solo por el atrevimiento de la saiyajin, sino porque su cuerpo había respondido de inmediato, exponiendo sus debilidades, exponiendo que no lograba satisfacción con su mujer.

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Cinco prendas tradicionales saiyajines colgaban de un aparador portátil. Las cinco fabricadas en finas telas de color blanco puro.

—Es parte del protocolo. Solo elije uno —indicó el príncipe con fastidio. Ahora tenía que lidiar con el hecho de que a la joven le parecía demasiado revelador el vestido para la presentación. Lo cual, era cierto en gran parte, especialmente en el escote, donde no daba espacio para utilizar un sostén, según las indicaciones de la mujer a cargo de orientar a la princesa respecto al evento.

Por su parte, Pan estaba segura de que el príncipe terminaría por escoger el atuendo si ella no lo hacía. Así que tomó el primero que tenía a la mano.

—Debes probártelo, así sabremos si necesita ajustes. Aunque, creo haber acertado en tus medidas —opinó con una sonrisa burlona, sin inmutarse por la presencia de la institutriz asignada para la preparación de la princesa.

Para que todo ese circo terminara rápido, Pan se midió el vestido bajo el ojo crítico de la institutriz, mientras el príncipe tecleaba en su escritorio, aguardando para cualquier novedad.

Una vez resuelto el asunto sobre el vestuario de la princesa, la institutriz pasó a darle instrucciones sobre cómo debía comportarse en la ceremonia, siendo observadas en algunas ocasiones por el príncipe, quien trataba de concentrarse en su escrito sin éxito, intrigado por la atención que Pan le ponía a la estricta mujer madura. Trunks podía adivinar que la joven fingía poner atención, tal vez por fastidio, o tal vez por resignación.

De cualquier forma, decidió no intervenir, al menos la híbrida les estaba siguiendo el juego en vez de gritonear y escupir maldiciones.

—¿Tienes alguna sugerencia? — preguntó el príncipe por cortesía, después de escuchar a la institutriz finalizar sus lecciones.

—No —Pan respondió tajante. Quiso sugerir de nuevo algo mucho más sencillo, pero sabía la respuesta y no tenía caso volver a escuchar una negativa. «Soy el heredero al reino, no un simple clase baja», le había respondido, cuando le pidió hacer solo una ceremonia pequeña.

Por lo que prefirió seguirle el juego por el momento, ya que no contaba con algún plan para evitarlo, o huir de nuevo. De una cosa estaba segura, buscaría la manera de evitar un futuro de esclavitud al lado del engreído heredero. Porque a pesar de que la llamaran princesa y la reverenciaran, ella no tenía libertad para decidir sobre su vida y su cuerpo, ella no era más que un trofeo sin alma que poseía el futuro rey, una posesión más que presumir.

«Tal vez… si lo provoco».

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Podía ser odioso y detestable, pero sin duda, como maestro de artes marciales lo toleraba bastante. Revelación que le causó estupor hasta casi hacerla vomitar.

Si había aceptado su propuesta para entrenar, era porque necesitaba conocerlo a nivel de guerrero, conocer sus fallas y tenerlo en un terreno donde podía ser asesinado sin consecuencias para ella o su familia. Pues era sabido que, si algún miembro de la familia real moría en batalla, no se le consideraba traidor al ganador, y además se le concedía un indulto de por vida. Cosa que hasta ese momento, ningún guerrero que lo hubiese intentado, vivía para contarlo. Pero Pan era diferente, Pan era una súper saiyajin, que no tenía nada que perder.

Lejos de encontrarle debilidades al príncipe, estaba conociendo las propias, gracias a las observaciones que Trunks le indicaba acertadamente.

Sentía la sangre hervirle, cada que aumentaba su energía durante la transformación. Podía cerrar sus ojos y sentir cómo las energías cercanas se movían, danzando por toda la capital, viviendo sus vidas, ajenos a la joven que los percibía junto con el tono de las emociones que cargaban consigo, casi como visiones espectrales.

La joven comenzaba a descubrir lo que sus nuevos poderes podían brindarle. El manejo de la energía iba más allá del poder bruto que ella conocía, iba mucho más allá del concepto burdo que tenía de una batalla, eran el alma y espíritu de un guerrero de clase alta. Algo para lo que pocos nacían, razón por la que eran tan temidos en otros planetas, y glorificados en el suyo.

Odiaba admitirlo, pero entrenar con el príncipe le estaba resultando gratificante, por mucho que lo odiara.

Gracias a sus consejos, en menos de una hora había logrado prolongar su transformación, encontrando más estabilidad, sin el desgaste y cansancio que estaba acostumbrada a experimentar. No obstante, se encontraba muy lejos de llegar al nivel de su rival, quien dominaba su transformación, desde la pubertad.

Continuaron con su rutina por casi dos horas más, justo a tiempo para asearse y vestirse. Esa tarde, el príncipe Vegeta había planeado llevar a su mujer al comedor principal, considerando que no tenía caso continuar aislándola, dado que la ceremonia estaba muy cerca, y tarde o temprano debían verse conviviendo juntos.

—Después de la comida, llevaras tus lecciones en el salón principal. Es de suma importancia que memorices los protocolos e historia de nuestro pueblo.

—¿Es necesario? —inquirió Pan, sobando el tobillo que había sanado, pero recién volvía a lastimarse durante el encuentro.

—Ya hablamos al respecto. Es hora de que comiences a comportarte como corresponde —apagó la refrigeración del lugar y retornó hacia Pan con un gesto severo—. El plazo de adaptación terminó. De ahora en adelante deberás cumplir con tus obligaciones.

Cada vez le costaba más ocultar su impaciencia, desesperándose cuando le parecía no avanzar en su estrategia para domarla. Incluso, muchas veces se cuestionaba su terquedad por querer conservarla, luego la veía luchado, aprendiendo con rapidez, decidida a demostrar su fuerza. Entonces, encontraba atisbos de esperanza, fortaleciendo sus argumentos para seguir adelante con el plan.

No era ciego ante la química que surgía cuando peleaban, y sentía que ella también lo notaba, en especial, cuando acercaban sus cuerpos forcejeando, cuando ella lograba esquivarlo o golpearlo. Había pasión en su mirada, en su energía, pasión que podía ser canalizada de muchas maneras, especialmente en el lecho.

Siempre se vio más atraído hacia las hembras de espíritu fuerte, aunque las guerreras de su especie con esa cualidad, solían tener cuerpos más musculosos y varoniles para su gusto, por lo que nunca se encontró realmente entusiasmado con alguna en particular. Y Pan, tenía ambas cualidades, a pesar de que su desempeño como guerrera fuese deficiente, lo que se podía solucionar sin problemas, dado que la joven poseía gran habilidad para aprender y poner en ejecución las enseñanzas. Tal y como Goten le había dicho; su sobrina poseía inteligencia y talento, cuando algo realmente le interesaba.

Se preguntó si algún día llegaría a verse interesada en él. Si acaso tomaría un rol tímido o audaz, si llegaría el momento en el que ella buscaría un acercamiento con él, o al menos aceptara gustosa sus insinuaciones.

La sangre se le acumuló en la zona genital, pidiendo otro tipo de enfrentamiento con la híbrida que minutos antes, había tenido transformada y jadeando frente a él.

Caminó hacia ella a paso normal, arrugando el ceño al verla retroceder, con intenciones de salir.

—¿Me temes? —preguntó, llegando de un solo movimiento hacia la puerta, recargándose en ésta con los brazos cruzados.

—Necesito asearme para la comida —respondió Pan, evitando provocarlo. Conocía esa mirada, no le gustaba en absoluto.

—Deberías temerme —dijo casi en un ronroneo.

Pan lo ignoró, yendo directo al panel que estaba al lado de la puerta, a la que no pudo acceder, debido a que el príncipe la cubrió con una mano estirada.

—No saldremos de aquí —la empujó por los hombros con gentileza—, aun podemos divertirnos un rato más.

—Hace rato dijo que moría de hambre.

—Sé muy bien lo que dije —tomó la barbilla de Pan con una mano, pasando su dedo índice sobre los labios de la joven. Los deseaba, ansiaba apoderarse de ellos en ese preciso instante—. Lo recuerdo, tengo hambre. Pero antes, quiero saciar otro tipo de apetito.

Relamió sus labios sin dejar de observar los de la híbrida, esperándolo entreabiertos, un poco hinchados por un golpe que no logró esquivar, pero sin perder su forma redondeada, coloreados de un rojo natural que lo atraían como imán al hierro.

Estaba tan cerca de rozarlos y ella no retrocedía, un poco más, pronto tendría también sus labios, los cuales pensaba devorar hasta robarle el aliento. No recordaba haber deseado tanto besar a alguien.

Bajó tanto la guardia por la expectación, que no alcanzó a detener el rodillazo que Pan le propinó entre las piernas, haciéndolo caer de rodillas, con la cara pegada al piso, lo que la joven princesa aprovechó para salir con prisa, tragándose la risa que le dio presenciar al engreído príncipe besar el piso.

En su huida, la joven tropezó con el rey al dar vuelta en el pasillo, al que apenas logró mover con el impacto.

—¿Qué..?

—¡Alteza! Lo siento —hizo una tímida reverencia y continuó, bajando la velocidad de sus pasos.

El rey se quedó observando por un breve rato, pareciéndole que la mujer de su hijo tenía el comportamiento de una cría que acaba de hacer una travesura.

«Su crianza terrícola». Giró el rostro en dirección hacia la cámara de gravedad. Su primogénito continúa allí.

«¿Qué habrá pasado? Se supone que entrenaban».

Sus preguntas crecieron al encontrar al príncipe de rodillas, apoyado con los nudillos de sus manos sobre el piso, temblando ligeramente, con sus lacios cabellos largos cubriendo su rostro agachado. Le costó unos pocos segundos para reconocer el sonido que emitía el príncipe, pareciéndole que su risa sonaba desquiciada.

Esperó de pie bajo el umbral, dejándolo carcajearse ruidosamente, haciendo eco en la superficie abovedada del lugar, esperando a que Trunks terminara con su espectáculo.

—Vi a tu mujer correr desbocada por el pasillo. ¿Qué le hiciste? —preguntó una vez que tuvo la atención del príncipe.

—Más bien, ¿qué hizo ella?

—Parecía huir.

—Después de darme un golpe bajo —respondió Trunks poniéndose de pie, con la entrepierna adolorida.

—Debió tener alguna razón. ¿O acaso bajaste la guardia durante el combate?

El príncipe sonrió con los labios apretados. No estaba dispuesto a admitir que lo había rechazado de nuevo, tampoco deseaba perder el tiempo charlando, cuando su mujer se alejaba cada vez más. No dejaría pasar de largo la afrenta, pero la presencia de su padre no ayudaba en absoluto.

—Bien, ¿necesitabas algo? Porque ya casi es hora de ir al comedor —caminó hacia la puerta con naturalidad, ocultando el dolor que permanecía en sus partes nobles.

—Percibí que entrenaban. Quería ver el desempeño de la princesa Pan —lo siguió, analizando sus gestos y movimientos.

—Trunks —se detuvo abruptamente—. Dime una cosa…

El príncipe lo imitó, resignándose a que tendría que dejar su "venganza" para otra ocasión.

—¿Han copulado? —preguntó directo y sin atajos. Carraspeando después de verlo asentir con la cabeza—. ¿Consensuado?

—¿A qué viene eso? —arrugó el ceño, volviendo sus pasos hacia las escalinatas que conducían a los pasillos personales de la familia real.

—No estoy cuestionando tus acciones. Ambos sabemos que en nuestra cultura no se condena… en ciertos casos.

—¿Mi madre tiene algo que ver? —preguntó mirando de soslayo a su padre.

—No, por eso te lo pregunto ahora que ella no está presente —esperó la respuesta durante unos cuantos pasos más, en los que le pareció ver a su hijo pensativo e incómodo.

Dieron vuelta hacia otro corredor, encontrándose con la princesa, acompañada de sus abuelos guerreros.

—¡Alteza! —ambos soldados los reverenciaron al mismo tiempo, mientras que Pan se limitó a observar con cierto nerviosismo en su mirada, nerviosismo que el rey no vio cuando tropezaron en el pasillo, lo que le hizo sospechar que la presencia de su vástago le afectaba.

—Disculpe, su alteza —le habló Bardok—, se nos indicó que se encontraba en el área de entrenamiento.

Había olvidado que los recibiría a esa hora, todo por acudir a la cámara de gravedad, cuando percibió el ki de su hijo y Pan entrenando. La curiosidad por ver el desempeño de la futura reina, lo hizo olvidar que tenía un asunto pendiente con los abuelos de la joven.

—Vayamos al salón del consejo, tengo pocos minutos —ordenó a los guerreros. Luego se dirigió hacia su hijo para decirle con la mirada entrecerrada—: Hablamos después.

Se alejó preguntándose a qué se debía el mutismo de su heredero. Le costaba trabajo creer que alguien tan orgulloso y narcisista como Trunks, hubiese tenido que recurrir a una práctica que ni él mismo llegó a ejercer en su época más oscura. No obstante, conocía de sobra el temperamento explosivo del príncipe, por lo que no podía confiar del todo en su cordura, al menos no, si le daban justo en el ego.

Pan se retiró inmediatamente después de despedirse de los saiyajines mayores, sin siquiera reparar en voltear la mirada hacia el príncipe.

No podía arrepentirse de haberlo golpeado, por mucho que él lograra desquitarse, nada le quitaría la satisfacción, de haberlo visto besar el piso.

—¡Pan! —exclamó Trunks.

Contrario a sus deseos, la joven detuvo sus pasos, sin girarse. De cualquier manera, siempre sería alcanzada por él a dónde fuese, dentro o fuera de ese planeta.

—Mañana entrenarás de nuevo conmigo. Tienes una patada muy débil —pasó de largo, con su típica actitud arrogante.

Debía desquitarse, definitivamente lo haría, pero de manera limpia, en la misma cámara donde ella lo puso de rodillas. Aunque internamente le agradaba saber que la joven era capaz de tomarlo desprevenido, en eso, ella tenía todo el derecho como guerrera, pues la falta la había cometido él, al haber bajado la guardia, por lo que no podía estar realmente molesto por su atrevimiento, al contrario, le estaba dando el crédito de haberlo golpeado donde antes nadie lo había logrado. Por eso mismo, había decidido dejar pasarlo por el momento, pero su exacerbado orgullo, le exigía una satisfacción que sin duda tomaría llegado el momento.

..

..

Desde el momento en que el rey le envió el mensaje, supo que no había olvidado la incómoda charla por los pasillos. Estaba seguro que no lo dejaría en paz, hasta saldar dicha conversación.

No lo deseaba, pero debía acudir con su padre.

—¡Adelante! —lo escuchó apenas se acercó a la puerta. Sin duda lo esperaba, estaba atento, percibiendo su energía del otro lado del muro.

Entró sin vacilación, esperando salir de ahí, con el mismo buen humor que entraba.

—¿Quieres una copa?

«Lo sabía», pensó Trunks.


Fin del capítulo 7

Felices fiestas a todos, espero que lo hayan pasado bien y que este nuevo año venga lleno de cosas buenas.

Como ven, estos dos no dan su brazo a torcer, es orgullo y también falta de empatía por parte del príncipe.

¿Qué planeará Pan? ¿Por qué le ha seguido el juego de la ceremonia?

La verdad, ella busca una salida, la que sea, está desesperada y no define qué postura tener. Sabe que si se rinde, puede tener una vida tranquila, llena de abundancia, pero a la vez, su naturaleza orgullosa le impide rendirse, simplemente no lo desea.

En cuanto al príncipe, quiere tratarla, topándose siempre con una pared, a lo que su nula experiencia socializando con mujeres no le ayuda. A lo mucho que ha llegado a intimar más allá del sexo, es con Yassai, con quien lleva una buena relación, en la que predominó el respeto y compañerismo, gracias a que ella nunca se vio realmente atraía hacia él. En cambio con otras, siempre estuvo el coqueteo o rechazo por parte de él, en dónde iba al grano y no intimaba más, precisamente porque sabía que ellas siempre estarían a sus pies. Y ahora con Pan, su rutina se rompía y surgían sus antiguas inseguridades. El rechazo de ella lo está encaprichando más, lejos de desanimarlo, pero… ¿habrá un límite para el príncipe?

Los dejo entonces para continuar con los demás capítulos, que por cierto, en el siguiente viene la narración de lo que sucedió en el ¨duelo de unión¨, y también una escena que me costó mucho trabajo describir, una bastante fuerte para mi gusto. A ver cómo queda en la edición, espero no odien al príncipe… sí, ódienlo, se lo merece.

Sin más que decir, nos leemos después.