OBLIGACIONES DE PRINCESA

De Siddharta Creed

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Capítulo 11

Ya era costumbre que la piel de la princesa Pan presentara una que otra marca de golpes, recuerdos de los entrenamientos que día con día se volvían más intensos, algo que no le molestaba más allá del dolor que podía llegar a sentir, pero sin duda, se estaban volviendo tema de discusión con su amigo Anthon.

Se suponía que el muchacho se marcharía en unos pocos meses, según él mismo le aseguraba. No obstante, temía que sus encuentros fuesen mal interpretados por el príncipe si llegaba a descubrirlo, aun así, no se arrepentía de ello. No se arrepentía de haberlo elegido para tener una experiencia personal, a pesar de que fuese por mera curiosidad y rebeldía. Lo que comenzaba a preocuparle, era que para Anthon, esos encuentros podrían significar más que un simple contacto físico, a pesar de que él aseguraba, que la quería solo como una amiga, una que le atraía, pero nada más. De cualquier manera, Pan se había asegurado que no esperara más, que esa aventura sería tan efímera como la niñez que ambos compartieron.

Esa tarde, pasaba su tiempo de entrenamiento con Yassai y la princesa Bra, como la mayoría del tiempo. Terminando sentadas en la arena, bebiendo agua para refrescarse y charlar sobre el combate, aunque en esta ocasión, el tema del terrícola ocupaba la tertulia post combate.

Pan sobó su brazo adolorido, sin duda tendría otro hematoma para su colección.

—¿Me pregunto si acaso sus habilidades abarcan otras áreas? —comentó Yassai entrecerrando la mirada.

—Tengo entendido que también en el ramo de la programación —respondió Pan con inocencia.

—Yo me refería a… otro… tipo de habilidades —recalcó intercambiando miradas con Bra.

—¡Es como un hermano! —Pan reaccionó escandalizada, mordiéndose la lengua después. Ella más que nadie sabía, que el terrícola solo había besado hasta entonces, información que no pretendía compartir, mucho menos con los familiares del príncipe.

—Solo es curiosidad, dicen que los terrícolas tienen lo suyo.

—¿En serio? —preguntó Bra—. Creí que su debilidad les restaba pasión.

—Les hace falta conocer más —murmuró la mayor, divertida con la expresión de espanto en el rostro de la híbrida de cabello negro.

—Le atraes, no lo aceptó cuando lo busqué, pero no hace falta que lo diga —dijo Bra.

—No lo veo como hombre —insistió Pan.

—Pero él te ve como mujer —intervino Yassai. Luego se dirigió hacia su prima—. ¿Crees que tome en cuenta tu consejo?

—Tal vez —murmuró la princesa de cabello azul—, aseguró marcharse una vez que le otorguen el reconocimiento de técnico especializado.

—Gracias por ayudar —musitó Pan—. No sabía que podía contar con ustedes.

Yassai le propinó un ligero golpe en la espalda, que casi la hizo caer de cara. Luego, simplemente rieron ante la despistada reacción de la joven, quien no terminaba de familiarizarse con la brusquedad de los saiyajines.

Al menos el príncipe no la había buscado en las noches, desde los tres días que tenía de haber regresado, ni siquiera un indicio de tener malas intenciones en las pocas ocasiones que lo llegó a ver. Tal vez esperaba que ella se confiara, no tenía idea de qué pensar al respecto, por lo que tampoco se atrevió a visitar a su amigo, pero esa tarde lo haría, utilizando como pretexto las visitas que solía hacer a su abuela Milk de vez en cuando.

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El jugo de frutas locales estaba delicioso, Anthon tenía el don de preparar alimentos deliciosos con ingredientes sencillos, era un muchacho con grandes cualidades.

—¿Qué le hiciste a los robots?

—Ahh… nada —respondió el joven, formulado en su mente alguna respuesta más creíble—, estaba analizando las partes. La tecnología que maneja la reina es increíble.

—Y su laboratorio es el paraíso —lo secundó, curioseando entre los robots a los que les faltaban piezas.

—¿Es verdad que tiene más de diez pisos? —preguntó desviando la conversación hacía otro lado. Siempre sucedía igual, siempre debía buscar la manera de que Pan no sospechara de su plan, el que por cierto estaba cerca de concretarse, ya solo faltaban unos detalles por afinar, según la última vez que lo probó en una cueva, en las afueras de la ciudad.

La energía que podía crear y manipular le brindaban la suficiente confianza para creer que podía llegar a su nivel, para lo cual debía tomar en cuenta la técnica y estrategias que su rival utilizaba. Teniendo completa dicha información, la inteligencia artificial podría anticiparse a sus movimientos. No podía darse el lujo de errar.

—Dime una cosa, Pan. ¿Te ha lastimado desde que llegó?

—No, y prácticamente no lo he visto.

«De hecho, ha sido extrañamente amable».

—Lo vez en las noches.

—Tengo mi propia habitación. No me visita —respondió visiblemente molesta por tocar ese tema.

—¿Quieres decir que no…?

—Anthon, no quiero que confundas las cosas. El hecho de que te haya besado, no te da derecho a indagar en mi vida privada —sentenció tajante—. No quiero volver a tocar ese tema contigo.

El joven asintió con la cabeza, dudando de las palabras de Pan. Tenía el presentimiento de que su amiga le mentía, posiblemente porque creía que él no podía ayudarle.

—Comprenderás que ya no puedo venir tan seguido.

—No quiero causarte más problemas, saldré del planeta —dijo poniendo atención al gesto triste en el rostro de la joven, lo que en cierta manera le brindó esperanzas—. Debo partir a la luna M35, para una misión especial. Sumaría varios puntos a mi historial de experiencia técnica.

—¿Regresarás? —preguntó un tanto decepcionada.

Le entristecía despedirse de su amigo, pero al mismo tiempo se estaba convirtiendo en una agonía. Temía ponerlo en peligro, por lo que había tomado la decisión de terminar su corta aventura.

—Debo regresar a terminar el papeleo, también a finiquitar mi pago. Después de eso, me marcharé.

—Te deseo lo mejor —se acercó con una triste sonrisa. Se despediría de su amigo con un último beso, un intenso y largo beso para cerrar algo que a pesar de estar mal, lo veía como una especie de liberación personal.

..

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El joven terrícola saldría al día siguiente, le afligía su suerte, pero le tranquilizaba tenerlo lejos por el momento.

Salió del baño cepillando su cabello mojado, pensando en la estrategia que debía utilizar para mantener alejado al príncipe, tal vez proponiéndole tiempo y discreción, si es que él deseaba yacer con otras mujeres más complacientes.

Su tiempo se agotaba y no tardaría en tenerlo de frente, exigiendo de nuevo sus supuestos derechos. No pudo evitar sonreír levemente al recordar que se había besado y abrazado con otro, en una pequeña revancha que el heredero jamás debería saber.

—No respondías a mis llamadas —lo escuchó decir desde su cama, donde se encontraba casi recostado con una actitud aburrida.

—Su habitación está del otro lado —Pan gruñó desviándose hacia el escritorio.

—Lo sé, pero como dije: no respondías mis llamadas y ya veo por qué —levantó una ceja al verla con el cabello húmedo y percibir el olor del jabón de baño—. Tengo noticias de tu familia terrícola, noticias que ignoras.

—¿Le sucede algo a mi padre? ¿Qué les ha hecho? —reclamó apuntándolo con el cepillo.

—Nada, y tampoco tengo interés en ellos. Toma asiento de nuevo, tengo una propuesta que hacerte.

Pan regresó a la silla, continuó cepillando su cabello con cierta desconfianza, pero no actuaría de manera imprudente. Primero lo escucharía civilizadamente, lo analizaría fingiendo mantener la calma.

—Bardok descubrió que tu abuelo Ox Satán, pretendía comprar una nave de largo alcance en el mercado negro, con el fin de ayudarlos, poco antes de que yo diera con tu ubicación —hizo una pausa al ver que dejaba de cepillarse. Una vez que tuvo toda su atención, se enderezó en su sitio para continuar—: Hizo tratos con tipos que tienen menos escrúpulos que yo. Como resultado, no solo se quedó sin nave, sino que además perdió su castillo, la mayoría de sus tierras y hasta el dojo de tu abuelo Satán, quien pretendía ayudarlo.

—Mi papá no me ha dicho nada, tampoco mi abuela Milk. Usted miente —dijo Pan, tragándose las ganas de lanzarle el cepillo en la cara, en lugar de eso, rompió el mango al apretarlo con fuerza.

—¿Pregúntale a Bardok? Sabes que él no jugaría con algo así, también sabes que Gohan y tu familia terrícola serían capaces de ocultarlo para no preocuparte.

—¿Y mi abuela Milk?

—Gohan no quiere que ella sepa. Tampoco Kakaroto tiene idea de lo que sucede, es tan inocente, que no se da cuenta que su hijo le miente.

—¿Tiene algo que ver con la propuesta que dice tener?

El príncipe asintió con la cabeza. Desde que la volvió a ver, comenzó a tramar la manera de soltarle su propuesta, llegando a la conclusión, de que debía abordarla con su versión más amable, para hacerla sentir más cómoda con su presencia. No deseaba predisponerla a una negativa.

—Pan, tampoco quiero tener una unión forzada —la vio abrir los ojos, meneando la cabeza de lado—. Siempre supe tendría una unión de conveniencia, mi título me obliga a eso. Pero al menos esperaba comunicación con mi mujer, un mínimo de atracción y respeto mutuo. Y ninguna de esas tres cosas se ha dado entre nosotros.

—Usted sabe el por qué —le reprochó la joven.

—Voy a ser directo. Te ofrezco librarte de nuestra unión y regresar con los tuyos, a cambio de someterte a una esterilización permanente. No pienso correr riesgos de que termines pariendo híbridos con nuestro don.

—¿Quedaría libre de por vida? —preguntó soltando el mango del cepillo roto.

—Con la condición de no regresar a este planeta.

—¿Supongo que hay otra opción que involucra a mi abuelito Ox Satán?

—Sí. Te propongo ayudarlo, hacer que recupere cada centímetro de tierra robada, además, eliminaría el veto que mantiene tu padre por traición al imperio, abriéndole de nuevo, las puertas al mundo de la ciencia. Te ofrezco regresarlos al nivel de vida que gozaban antes, sin que Gohan sospeche que soy yo, quien mueve los hilos de su buena suerte. Ya sabemos cómo es tu padre.

—¿A cambio de qué? —preguntó con el corazón en la garganta.

—Lo segundo, a cambio de que ejerzas tu papel como mi princesa. Podrás conservar esta habitación si gustas, tener acceso a los mejores docentes en la ciencia que gustes, y más adelante, visitar a tus padres en la Tierra.

Finalmente, una opción a escoger, algo que no esperaba del heredero, pero tampoco le sorprendían sus peticiones.

La primera opción no le parecía tan mal, ni siquiera pensaba en tener hijos, por lo que no le afectaba por el momento. En cuanto a la segunda opción; a ella no le interesaban las banalidades. Sin embargo, sabía de sobra lo que significaba el castillo para su abuelo, las tierras de sus ancestros y el dojo de su abuelo Satán, construido con el sacrificio de sus primeras victorias.

Si algo había aprendido en su corta vida, era que no se podía poseer todo lo que se deseaba. La cuestión en su caso, era que no sabía qué responder.

—Una cosa más… una vez que elijas, no habrá vuelta atrás, esto no es un juego —sentenció serio—. Por lo que te daré hasta mañana para que medites sobre tu respuesta —se levantó, dirigiéndose hacia la puerta que conectaba con su habitación—. Si necesitas consultarlo con alguien más, eres libre de hacerlo.

Giró la perilla y salió sin retornar la mirada. Por unos pocos minutos, la joven princesa no supo qué pensar al respecto, todo había sido tan breve y repentino, que le costaba creer en su veracidad.

«Consultarlo con alguien». ¿Con quién? Si todos parecían inclinarse hacia el príncipe.

¿Qué podría hacer una vez libre en su planeta? La imposibilidad de tener descendencia no le importaba por el momento. En cambio, la situación de su familia sí, y no por interés, sino por el valor sentimental que su abuelo le tenía al castillo donde crecieron sus antepasados.

También estaba la experiencia vivida en Onux, el hambre, la sed, la persecución. El sacrificio de sus padres por brindarle una vida lo más confortable posible, en un ambiente lleno de miseria por donde miraran. Ellos no mecían vivir casi en la indigencia después de todo ese sacrificio.

Su cabeza quería estallar. Tenía mucho qué pensar y ya comenzaba a marearle. ¿Qué estaba dispuesta a sacrificar?

..

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Esa tarde, decidió saltarse la visita a su abuela Milk, prefería entrenar para despejar sus pensamientos y poner en orden sus ideas, además de que no estaba de más hablar con las únicas personas en el palacio, que hasta ahora parecían escucharle y guardarle secretos.

—Podrías sugerirle una unión libre —aconsejó Yassai—. Nosotros pretendíamos manejar nuestra unión de esa manera.

—Y así podrías tener la libertad de verte con tu amigo… a solas —le guiñó el ojo Bra.

—¿Dónde? Él se marchará pronto.

—Dime una cosa. ¿Hubo algo en esas visitas? — preguntó la princesa de cabello turquesa—. Lo mínimo que merece mi hermano, es que gozaras a otro en su ausencia.

—¿Para que lo mate? —cuestionó Pan.

—Yo lo hubiera hecho —opinó Bra, luego se dirigió hacia su prima—. ¿Y tú?

—No perdería nada. Además, vi un fuego en sus ojos cuando le describí lo que sucedería si continuaba con su terquedad. Un fuego retador que le da personalidad. No es un desabrido terrícola más.

—Ustedes desean mi ruina —murmuró Pan en un suspiro.

—Si deseáramos tu ruina, te aconsejaríamos tomar la primera opción que da mi primo.

No le sorprendió que ambas saiyajines se inclinaran hacia la segunda opción. No pensaba decirle a nadie más sobre la propuesta, sabía de antemano la respuesta de todos. ¿Tendrían razón?

Temía ilusionarse con la idea de un pacto respetuoso, que al final resultase en un verdadero fiasco. No podía imaginar cómo sería el trato diario con el príncipe, en caso de aceptar. Si él regresaría a su modo burlón, dejando atrás su versión amable que había estado mostrando desde su regreso, o peor; que el monstruo sicópata terminara siendo su compañero por el resto de su vida.

La segunda opción le parecía viable, pero solo si el príncipe cumplía con lo prometido, la tratara con respeto y le diera su espacio. Le mareaba pensar y pensar en lo mismo. Estaba por salir a tomar aire, cuando el heredero se acercó a las guerreras.

—¿Tienes energías para otro combate? —le preguntó a Pan.

La joven titubeó mirando a las otras dos saiyajines, buscando alguna respuesta en ellas.

—Dicen que ya no pateas como cría. No lo creo —parloteó el príncipe.

Sin dudarlo, Pan se levantó sacudiéndose el polvo de sus rodillas y piernas.

—No seré responsable si le quiebro un hueso —fanfarroneó, caminando hacia la arena principal, que a esa hora se encontraba vacía para el uso exclusivo de la familia real. De soslayo observó al heredero, recordando las palabras que le había dicho a su amigo: «Es atractivo».

Gruñó bajo, le molestaba haber recordado esa frase precisamente al observarlo, con el cabello completamente recogido en un chongo alto, vestido para entrenar, en el que parecía ser su color favorito; gris carbón, el mismo color de la gran roca que reposaba en el recibidor de sus habitaciones.

Fue el heredero quien comenzó el primer ataque en esta ocasión, siendo bloqueado a la primera, lo que le hizo levantar las cejas. Era la primera vez que lo bloqueaba desde un inicio.

—Has aprendido, pero… —cambió sus ataques por otros, tomando por sorpresa a la princesa—. Más que aprender la técnica de tu oponente, debes aprender a anticipar sus movimientos.

Sin responder, Pan se levantó, colocándose de nuevo en posición de ataque, reanudando su demostración de poder, la que duró unos cuantos intensos minutos, llenos de golpes e incluso transformación a súper saiyajin.

Al final, terminó cayendo primero, como siempre, pero con la satisfacción de haber soportado más tiempo y bloqueado más ataques. Había disfrutado del encuentro, tanto como él.

—¿Tienes alguna duda? —preguntó el príncipe al verla pensativa.

—Muchas —respondió de inmediato, con una extraña sensación al verse frente a él sin discutir.

—Dime.

—¿A qué se debe su nueva actitud de príncipe amable? —preguntó sentándose frente a él, guardando una prudente distancia.

—¿Príncipe amable? —sonrió de medio lado, en una sonrisa divertida, no de burla—. Desde antes quería tener una conversación civilizada contigo, la que no se daba tal vez porque ambos estábamos enojados…

—Aun sigo enojada.

—No puedo hacer nada al respecto, pero agradezco que podamos comunicarnos sin llegar a gritos —la vio arrugar el ceño y los labios—. ¿Alguna otra duda?

La joven pensó por unos segundos, no sabía por dónde comenzar. Estaban solos en la arena, Yassai y Bra se habían marchado en silencio para darles privacidad, lo que agradecía infinitamente.

La pregunta principal la tenía atorada en la garganta, como un nudo espinoso que se negaba a salir, hasta que logró vomitarlo.

—¿Qué me garantiza que no traerá al monstruo de vuelta? ¿Qué tipo de… lo que sea, tendremos? ¿Seguirá humillándome y… usándome? —soltó con la voz entrecortada en las últimas palabras.

«Así que lo está considerando». Pensó el príncipe, buscando las palabras correctas para persuadirla.

—Bien, en vista de tus inquietudes, te daré la libertad de proponer tus propias cláusulas. Yo por mi parte, daré mi palabra como garantía, la cual sabes que es inquebrantable. Pero a cambio, si decides declinar después de aceptar, perderás la cabeza. Lo digo de manera literal.

—Me cuesta trabajo imaginar, cómo podríamos convivir después de lo que me ha hecho —opinó desviando la vista hacia sus rodillas empolvadas.

—Y lo que también tú le has hecho al reino. Sin embargo, estoy dispuesto a llegar a un acuerdo que nos beneficie a ambos —se acercó hasta quedar sentado a su lado—. También me he preguntado eso.

Quedaron en silencio por unos incómodos segundos, hasta que el príncipe decidió hablar: —Te propongo que el resto del día, sea como si hubieses aceptado. Puedes verlo como una especie de prueba, con el fin de averiguar si podemos convivir, en todos los sentidos.

Pan se mordió los labios, la idea del príncipe tenía lógica. No obstante, siempre quedaba el riesgo de que estuviese actuando. Por otro lado, si lograba llevarse bien con él, podría ayudar a sus abuelos, regresarles lo que perdieron en afán de ayudarla.

«¿Qué perdería? ¿La vida que no hace mucho intenté quitarme?»

Apretó los puños con impotencia. No deseaba darle lo que ansiaba, no lo quería como vencedor en esa historia. Pero luego, todo su sufrimiento hubiese sido para nada.

—Está bien, hagamos la prueba —respondió en un bufido—. ¿Qué sigue?

—Vayamos a practicar tu lengua saiyajin —dijo el príncipe, poniéndose de pie, estirándole una mano para ayudarla a levantarse, la cual rechazó Pan, de la manera menos grosera posible.

—¿Te asquea tocarme? —preguntó con genuino interés.

—No me trae buenos recuerdos.

«Alteza, las experiencias negativas en el lecho, han dejado secuelas en la princesa», le había advertido Isha.

No era ajeno a las consecuencias de sus actos, en el fondo, también le afectaban a él, de una manera mucho menos dolorosa, pero podía entender la postura de su mujer. No era el monstruo que ella creía, no era el fenómeno que en la corte rumorearon tiempo atrás y, posiblemente rumoreaban en el presente. ¿O tal vez sí?

El acto cometido la noche de la presentación, había sido ejecutado con tal frialdad que él mismo se desconocía. Sin embargo, continuaba justificándose a sí mismo, repitiéndose que la humillación pública que sufrió, merecía un duro escarmiento.

Para este tiempo, el príncipe tenía claro que de haber pensado con la cabeza fría esa noche, definitivamente no la hubiese abusado. Sentía vergüenza de sus acciones, a tal grado, que no pensaba repetirlo.

«¿Le daré asco?», se preguntó dando media vuelta.

—La biblioteca es un buen lugar para practicar —sugirió un sitio neutral, donde ella parecía sentirse cómoda.

«Gran elección», pensó una vez que tomaron asiento en un sillón, con los ojos de Pan iluminados desde que lo vio tomar un libro que ella desconocía.

—¿Has vuelto a pedir un strumdrekl? —preguntó divertido.

—Ya veo que le comunican hasta lo que pido de comer cuando salgo de paseo a la ciudad.

El príncipe bufó jocoso.

—Solo eso me han comunicado, Yassai no pudo evitarlo. Es una divertida anécdota que hayas pedido gusanos de las ciénagas, en lugar del postre típico de la región —comentó entre risas bajas, imaginando la situación.

—No tengo la culpa de que ambas palabras sean tan parecidas —murmuró recordando el evento, que le sacaba sonrisas cada que salía a colación.

—¿No lo has vuelto a pedir?

—¿Para hacer el ridículo de nuevo?

—Entonces, practiquemos tu terrible acento.

Haciendo gala de su experiencia en diplomacia, pasó una buena parte de la tarde en compañía de su mujer, dejando con la boca abierta a su tío y su padre, cuando los vieron hablando tranquilamente por uno de los jardines. Hablaban de la historia del extinto imperio de Freezer, por lo que Pan no tuvo ningún problema en escuchar al príncipe, quien tenía más conocimientos sobre historia que ella.

El resto de la tarde, Trunks acudió a una reunión con inversionistas extranjeros, terminando más temprano para acudir a la última prueba que tendrían esa noche; convivir en la intimidad de la alcoba. No se había hablado propiamente de que el sexo debía ser parte de la prueba, pero el príncipe quería saber de una vez por todas, si Pan estaba dispuesta a intimar con él, de la misma manera que había entrenado y charlado. De lo contrario, debía buscar la manera de hacerla perder el miedo.

Le agradaba tener toda su habitación para él solo, sin miradas recriminatorias o malos gestos cuando caminaba por su propio territorio.

Dejó la toalla con la que secó su cabello y lo peinó solo con sus dedos, dejándolo caer sobre sus hombros con libertad. Se vio al espejo, dudando si debía usar una camisa, pero se inclinó por continuar solo con sus pantaloncillos de dormir.

«Ya es hora», murmuró.

Caminó hacia la puerta que conectaba ambas habitaciones, tocando con firmeza.

—Pase —lo invitó abriendo la puerta de inmediato.

—También estaba por llamar —dijo Pan con cierta timidez.

Para la joven, las horas de convivencia con el príncipe habían sido agradables. Podía vivir con eso, pero una unión requería también de otro tipo interacciones, las cuales no estaba segura de poder llevar a cabo.

De solo verlo sin camisa frente a ella, se le revolvió el estómago. No tenía idea de las intenciones del príncipe y al mismo tiempo necesitaba con urgencia saber a qué se atenía si decidía aceptar.

—¿Gustas? —le ofreció el príncipe alzando una botella, en la otra mano llevaba dos copas.

Pan asintió con la cabeza, reconociendo la misma marca que había tomado con Anthon.

—Tiene un sabor suave, puedo asegurar que te gustará —opinó Trunks, ignorando el hecho de que la joven se había tomado medida botella recientemente—. Solía beberlo con Gohan hace años —agregó caminando con soltura hacia una mesita, donde sirvió ambas copas hasta poco menos de la mitad.

Pan se acercó dubitativa, aceptando la copa que le ofreció el príncipe, a la que le dio un grueso trago antes de hablar.

—Supongo que no será siempre como esta tarde.

—No lo sé, supongo que iremos descubriendo otros temas de interés, eso es impredecible.

—¿Y su actitud? ¿Con cuál príncipe trataré, el amable o el sicópata? —le dio otro largo trago a la copa, dejando solo unas cuantas gotas en el interior—. Quiero saber a qué atenerme, nunca antes había tratado con alguien tan bipolar —soltó temerosa de la reacción del guerrero, pero su duda era más grande que su miedo.

Al igual que ella, el príncipe no tenía idea de qué postura tomaría si no resultaba su plan. Lo único que podía asegurar, era que pondría todo su empeño en llevar la fiesta en paz con su mujer.

—Tengo la misma duda respecto a ti —bebió un trago discreto, levantando una ceja mientras observaba la copa casi vacía de la joven. Se encontraba ansiosa.

—Yo no…

—Ambos perdimos el control y actuamos de manera irracional —la interrumpió, tomando la botella para servirle más vino—. Por mi parte, tienes mi palabra de que cumpliré cabalmente a lo que me corresponda.

Con la copa llena de nuevo, Pan se alejó un par de metros para sentarse en uno de los sillones de su zona de relajación. Le temblaban las piernas, necesitaba calmarse y pensar fríamente, tal como le había aconsejado Yassai.

Si algo le caracterizaba a Pan, era su buen corazón y agradecimiento con quienes le aportaban algo positivo a su vida. Y sus abuelos se encontraban en esa situación por su culpa, sentía que tenía la obligación de ayudarlos.

—Entiendo tus dudas —se acercó el príncipe, sentándose a su lado por segunda vez en ese día.

Las largas horas meditando en la soledad de su cabina personal en la nave, comenzaban a brindar frutos. Si hubiese escuchado antes a su tío, posiblemente no se encontraría en esa posición.

Podía notar el temblor en las manos pequeñas de la muchacha. La Pan a su lado, ya no era la misma adolescente caprichosa que llevó a rastras desde el planeta Onux. Antes le temía, pero lo retaba, tiraba de la cuerda que él le ataba, rompiéndola constantemente, convirtiéndose en un reto que poco a poco lo desgastaba.

Al parecer, ella también se había cansado de tirar con fuerza, estaba igualmente agotada.

Aun le costaba trabajo pensar positivamente, especialmente cuando recordaba la manera en que lo humilló la noche de la ceremonia. Luego, analizaba su propio comportamiento, poniéndose en los zapatos de ella, en un ejercicio mental aconsejado por su tío Tarble; entonces, ya no creía tan justificable acabar con la vida de la joven princesa.

«¿Qué hubieras hecho en su lugar?», le había preguntado Goten en una ocasión. Nunca supo si lo hizo por empatía hacia su sobrina, o por mera curiosidad.

La joven continuaba siendo única en su tipo, le convenía tenerla a su lado, y si lograba tenerla conforme, daría por ganada la batalla.

—Te pregunté en la arena si te asqueaba tocarme —ahora fue él quien bebió casi el resto del líquido en la copa, dejándola sobre la mesita frente a ellos.

Pan lo imitó, aspirando hondo después. Sentía que ahora le sudaban las manos, pero no podía dejar de lado "ese" tema en particular.

—¿Qué es aquello que debo cumplir? Digo… —se relamió los labios con nerviosismo—. En caso de que aceptara.

«De nuevo, en caso de».

—Si te refieres a intimar, no te pido más que cooperar cuando suceda —respondió encogiéndose de hombros.

—¿Cuando suceda?

—No será diario, no lo sé. Pero definitivamente debemos intimar de vez en cuando —se levantó para ir por la botella, luego, llenó de nuevo las copas—. Déjame mostrarte mi verdadera forma de actuar en el lecho —le ofreció de nuevo la copa, luego le hizo el ademán terrícola de brindis, bebiendo al mismo tiempo, quedando en silencio después, mientras poco a poco terminaban con cada gota.

—No entiendo eso de, su verdadera forma de actuar en el lecho.

Cansado de tanto rodeo, se puso de pie, ofreciéndole la mano de manera cortes, la que ahora sí aceptó tomar la princesa.

—Solo hay una manera de mostrarte eso —le susurró, tomándola con gentileza del mentón, acercándose en un inicio con cautela, pero al ver que no retrocedía, decidió acortar la distancia, besándola al fin.

Asustada, Pan pensó en alejarse, no obstante, eso no despejaría sus dudas. ¿Qué más daba si cooperaba esa vez? Si eso le ayudaba a tener un panorama real de lo que podía llegar a soportar. Al menos sería consensuado.

Se quedó quieta, permitiendo que el príncipe pasara una mano detrás de su nuca, y la otra detrás de su espalda, en un toque donde no la presionaba contra él, apenas la palpaba.

—Puedes imitarme. ¿Has besado? —dijo el príncipe casi en un susurro.

—No —mintió Pan, dudando por un instante si acaso el príncipe sabía de su aventura.

—Entonces debes aprender —la besó de nuevo con calma, con paciencia.

..

..

Tenía rato de haber salido el sol, Pan lo sabía, pero se negaba a salir de la cama. Se giró bajo las cobijas por cuarta vez, pensando una y otra vez en los sucesos de la noche anterior, le avergonzaba y al mismo tiempo se enorgullecía de haberlo hecho, porque de lo contrario, se hubiese quedado con una duda, cuya respuesta definía la decisión que debía tomar.

Las ganas de orinar le ganaron, por lo que al fin se levantó con pereza, agradeciendo tener su propia alcoba, y que el príncipe se había retirado a la suya después de pactar los términos.

«No aprietes los labios», le había dicho con una sonrisa demasiado encantadora, si no lo conociera. «Debe se suave, debes saborearlo con calma, así».

Una risa baja se le escapó al recordarlo, el príncipe nunca sospechó que era el segundo en besarla. Le gustaba tener el control en eso, burlarse de él, hacerlo creer que su torpeza se debía a falta de experiencia, y no al nerviosismo que la invadió cuando permitió que la besara.

No dejaba de odiarlo, no lo perdonaba. Sin embargo, estaba decidida a actuar con frialdad, como debió hacerlo antes, sus seres queridos merecían el sacrificio.

Mientras orinaba, la golpearon los recuerdos de nuevo, viéndose entre sus brazos, envuelta en su olor a vino, dejándose apoderar por los labios experimentados del príncipe, mientras él se encargaba de darle instrucciones de qué hacer entre suspiros cortos, logrando sincronizar ambas bocas al poco rato.

A pasos cortos la condujo hacia la cama, devorándola a fuego lento, preparándola como debió hacerlo antes, dudando un poco en recostarla, en perder lo avanzado por la premura.

Nunca imaginó que ese simple acto con la princesa pudiese ser tan cautivante, tan seductor. Quería más, definitivamente, quería saber cómo era con ella dispuesta.

Recorrió su espalda con toques gentiles, evitando presionar, apenas palpando, con la intención de que ella no se sintiese sofocada. Lo estaba logrando, Pan relajó sus músculos, al igual que su ki, respondiendo positivamente a sus besos, permitiéndole probar de su lengua, aspirar su aliento en un acto que no solía experimentar con todas sus amantes.

Logró recostarla sin protestas, rompiendo el beso por unos instantes para tumbarse sobre ella, recargando sobre sus antebrazos. Para entonces, el miedo volvió a apoderarse de la joven, viendo pasar frente a ella, escenas de sus peores pesadillas.

—Relájate, no te lastimaré —dijo al percibir una vibración en su energía, que conocía de sobra. Descendió sus labios por el mentón de la joven, hacia el nacimiento de su cuello, pasándolos en un roce que le causó cosquillas a Pan, provocando que la princesa se encogiera involuntariamente con una risita infantil.

—Perdón —se excusó Pan.

Que la joven hubiese reído le pareció una buena señal, aunque extraño debido a las circunstancias. No le fue difícil saber las razones de esa risa espontánea, no obstante, prefirió preguntar antes de avanzar.

—¿Quieres continuar?

Pan asintió con la cabeza: —Quiero probar mis límites —respondió con la vista perdida en la lámpara sobre el buró. No se atrevía a enfrentarle la mirada, temía salir corriendo de hacerlo. Por su familia debía resistir—. Es solo que, no sé qué hacer —musitó con bochorno.

Continuó enfocada en la lámpara, sintiendo la mirada del príncipe sobre ella, con tal intensidad, que le erizaba la piel.

Se estaba metiendo en la boca del lobo voluntariamente, le aterraba, pero no estaba decidida a dar marcha atrás, por mucho que su instinto le rogara que lo alejara, al contrario. Posó sus manos sobre el tórax del híbrido, tal como él se lo indicó

—Tócame, conóceme —la guio, acariciándose con las blancas manos de la joven, hasta llegado el momento, en el que ella sola pudo continuar con la exploración, regresándole la experiencia con las yemas de sus dedos, sobre la piel de los hombros de la joven, bajando por sus brazos, trazando juguetonas caricias, deteniéndose en un par de cicatrices causadas por los entrenamientos. Nada más ardiente, que marcas de batalla para un guerrero.

Le quemaban los dedos por colarse debajo de la camisa verde que vestía su mujer, no podía postergarlo más, por lo que distrajo su atención con otro intenso beso, a la vez que se abría paso centímetro a centímetro, hasta llegar al nacimiento de sus montes.

La disponibilidad de la joven le animó a subir de nivel, rodeándole los pechos por completo con sus manos, levantándole la camisa hasta la altura de las axilas. La sintió agitar su respiración, no supo si por temor o excitación.

—¿Te incomoda?

Pan negó con la cabeza, respondiendo en una especie de gemido bajo.

«Miente», se respondió el príncipe. Eso no quitaba el hecho de que ella estaba dispuesta, por la razón que fuese, tal vez para probar sus propios límites, como le había dicho.

Mientras tanto, la cabeza de Pan estaba hecha un lío. Turbada por el placer que le causaban las atenciones del heredero, se debatía entre si debía o no disfrutarlo, o si acaso su cuerpo se había vuelto loco traicionándola. Se preguntó si podía desprender la mente de su cuerpo, convirtiendo en disfrute aquello que hasta ese momento aborrecía. Si ella estaba aceptando, no tenía por qué ser un martirio, por mucho que lo hiciera por necesidad.

—Enséñeme —musitó con tono apenas audible.

—Cierra los ojos, déjate llevar —le respondió el príncipe, un tanto decepcionado.

Varias fueron las ocasiones en las que tuvo que guiar a alguna hembra inexperta, pero a diferencia de su mujer, aquellas siempre se mostraron entusiasmadas.

No quiso pensar en las razones de Pan, sabía de sobra la respuesta. Prefirió enfocarse en mostrarle de lo que se había perdido, debido a su obstinado temperamento, que curiosamente lo tenía encaprichado con ella, por la misma razón; era igual de obstinado.

Las caricias llovieron sobre el lecho de la mujer, explorando y despojando prendas que terminaron revueltas a los pies de los híbridos, siendo mudos testigos del tímido recorrido que daban los dedos de la joven, sobre los músculos cincelados del guerrero.

La erección del príncipe se volvió insoportable con ese mutuo juego, en el que no se hicieron esperar los gemidos contenidos. Sonrió victorioso sobre el pezón que atendía en ese instante, el culpable de un repentino suspiro, lo que incrementó su deseo por poseerla.

Descendió su mano derecha hacia la zona intima de la joven, sin pausas, directo a lo que iba, encontrándose con la grata sorpresa, de que al menos el cuerpo de ella deseaba lo mismo que él.

Se coló entre sus piernas, que en esta ocasión se abrieron para recibirlo sin remilgos. Todo parecía tan irreal, que por un momento creyó que soñaba; Pan se le entregaba voluntariamente.

En un par de movimientos ondulantes, el príncipe logró colarse al húmedo interior de la mujer, contoneándose con suavidad extrema, sin dejar de atender los labios de la joven que para este punto, ya se encontraban enrojecidos.

Continuó con su vaivén por algunos minutos, erguido, con las piernas de la joven a los lados de sus caderas, si intenciones de cerrarlas de nuevo.

A pesar de la deliciosa experiencia, se daba cuenta de que Pan no lo pasaba tan bien, por mucho que su cuerpo hablara lo contrario. Si bien cooperaba, lo hacía sin atreverse a mirarlo, a soltarse por completo.

—Haré una excepción contigo, solo porque eres mi mujer —dijo saliendo de su interior, recostándose boca arriba a su lado—. Ven, te mostraré qué hacer.

Intrigada, Pan se giró hacia el príncipe, movida más por curiosidad que por miedo.

—¿Excepción de qué? —preguntó, desviando la vista al notar la erección frente a ella.

—Colócate aquí —la jaló hacia él con gentileza, posicionándola a horcajadas sobre su miembro—. Te dejaré montarme. No suelo dejar que la hembra tome el control en el sexo, pero tú no eres cualquier hembra —dijo haciendo gala de su labia, cambiando las ofensas por halagos, después de todo, a quién no le agradaba sentirse especial. Esperaba hacerla sentir más cómoda de esa manera.

Le fue mostrando cómo provocarse placer con el roce de sus cuerpos, guiando con sus manos, el vaivén de sus caderas, tomando posesión de sus labios de nuevo.

Ese tibio y húmedo restregar entre sus genitales, la llevó a otro nivel de placer que ignoraba poder llegar a experimentar, mucho menos con el príncipe. Deseando más, ella misma comenzó a menearse, enfocada en el creciente cosquilleo que se había incrementado, gracias a las atenciones que la lengua masculina daba a su pezón derecho.

—¡Ahh! —se le escapó cuando el orgasmo la sorprendió, silenciándose demasiado tarde, el príncipe ya la había escuchado.

—Mi turno —lo escuchó decir entre sus pechos, mientras que ella se avergonzaba por haberse expuesto. Ni siquiera se dio cuenta cuando el príncipe se coló de nuevo en su interior, liderando esta vez las estocadas desde abajo.

Pan encontró menos invasiva esa posición, agradecía ese pequeño detalle cuando más lo necesitaba. Tenerlo arriba le producía angustia, y al parecer, él se había dado cuenta. En silencio lo maldijo por ser el causante de sus temores.

Se aferró a los hombros del guerrero, dejándolo tomarla de esa manera, apretando sus manos contra su piel, exhalando entre gemidos mientras se deslizaba con destreza dentro de su intimidad, más profundo, más intenso que la vez anterior. Las gotas de sudor que se formaban en la frente del guerrero, le hacían pensar que el sexo también se libraba como una batalla, una en la que ambos podían salir ganando si así lo deseaban. Ella no estaba dispuesta a perder en esa batalla de nuevo.

Al poco rato lo escuchó gemir sin tapujos, vibrando dentro de su cuerpo de una manera que ya reconocía. El encuentro terminaba, quedando ambos en silencio, recuperando el aliento sin moverse de su sitio.

El gruñido en las entrañas de la princesa la hicieron regresar al presente, debía apurarse, no tenía tiempo para seguir recordando las escenas de la noche anterior. Debía dar su respuesta, y lo haría con el estómago lleno.

«Tú cumples tu parte y yo cumplo con la mía».

«Quiero respeto cuando me encuentre indispuesta».

«Tienes mi palabra de que jamás volveré a forzarte. Espero que pongas de tu parte en lo tuyo».


Fin del capítulo.

Gracias por llegar hasta aquí.

Como ven, ya pasamos a otra etapa en la trama de la historia. Espero que se notara mi intención de que Pan no quedará flechada de la noche a la mañana, lo que suceda entre ellos, deberá ser con tiempo y experiencias. Una cosa si queda claro, ambos han aprendido de cómo tratar al otro si quieren obtener lo que desean, en especial Pan, quien tuvo que verse en la necesidad de actuar con frialdad, la cual ha aprendido en el palacio. Prácticamente está sobreviviendo y aprendiendo a jugar el mismo juego de los guerreros de clase alta, con la diferencia que ella no posee malicia y tiene principios que constantemente luchan con aquellos consejos que le da Yassai.

En cuanto a Anthon, ya se verá en qué consiste su plan. ¿Alguna vez vieron Batman contra Superman? Bueno, el traje que usa Batman y el de Aironman tienen mucho que ver en mi inspiración para lo que planea.

Por el momento no se me ocurre nada más por decir, solo que el capítulo 12 ya lo tengo terminado, solo falta pasar por edición, lo que es tan tardado como escribirlo, pues no suelo terminar conforme en cada revisión y siempre estoy encontrando errores. Si es que algún error se me pasó, me lo hacen saber, se los agradecería.

Muchas gracias por tomarse su valioso tiempo en leer mis locuras, nos leemos pronto.