OBLIGACIONES DE PRINCESA
De Siddharta Creed
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Capítulo 14
Una nube de polvo cubrió el cráter donde el príncipe yacía, de no ser por su ki, Anthon no tendría conocimiento de su ubicación, hacia donde se dirigió empuñando ambas manos, no lo dejaría reponerse, el odio controlaba todos sus movimientos.
—¡PAGARAS POR TODO! ¡DEMONIO DEFORME! —gritó colérico contra su rival, después de golpearlo contra las rocas, alejándose lo suficiente para lanzarle repetidos ataques de energía, los cuales no dieron con su blanco, pues el heredero levitó, una vez que salió de su sorpresa inicial.
De nuevo se lanzó contra él, dispuesto a arrancarle la cabeza a golpes, siendo repelido esta vez, e incluso recibiendo uno que otro puñetazo, que apenas sintió gracias a su poderosa armadura.
—Ejecutar C13 —ordenó Anthon a la inteligencia artificial de la armadura, colocándose en posición de pelea, la misma que utilizaban el príncipe y el rey.
Con arrogancia, observó al príncipe acomodarse un mechón de cabello detrás de la oreja. Sus golpes no le habían dolido, su armadura podía resistir mucho más, estaba seguro de eso.
De nuevo, se dirigió hacia el príncipe, preparando un gancho que no logró llegar a su objetivo, gracias a que Pan irrumpió desviándolo.
Apenas pudo reconocerla con el cabello dorado y los ojos en un azul verdoso. Era la primera vez que la veía transformada.
—¿También me llamarás fenómeno?
La imagen de su amiga lo perturbó por un breve instante. Sabía cómo se veía un súper saiyajin, pero no se comparaban las descripciones de terceros, con ver dicha transformación y sentir su energía en vivo. Porque a pesar de que utilizaba un sensor de energía para detectarla, en esta ocasión podía percibirla, erizándole los vellos de los brazos.
—Es cierto entonces —murmuró. En el fondo nunca quiso creer que Pan poseía dicha transformación, sabía que podía heredar fuerza sobrehumana por su parte saiyajin, pero nada más.
—¿Por qué no me dijiste que pensabas usar la armadura de tu padre?
—Hubieses intervenido en mi trabajo. ¡CUIDADO! —gritó advirtiendo a la joven, sin embargo, el ataque que se acercaba, se dirigió solo a él, reanudando la pelea entre ambos varones, ignorando los ruegos de la joven para detener dicha locura.
Al parecer, Anthon se defendía de manera decente, como si tuviese entrenamiento en el arte de la guerra, o al menos eso parecía, por la manera en que respondía los ataques del consumado guerrero. A Pan no le costó trabajo dilucidar la razón de dicha cuestión.
Estaba segura de que esa armadura contaba con el registro de la técnica de pelea que solía utilizar el príncipe. No obstante, ella sabía que no era suficiente para ganar un encuentro, además, se notaba que el príncipe jugaba con la seguridad del terrícola, a pesar de recibir uno que otro golpe que de seguro debió doler.
Por un breve instante, parecía que Anthon tenía al príncipe bajo control, aturdiéndolo primero con un sorpresivo puñetazo en la nariz, para después tenerlo boca abajo, jalando de su coleta, estrellando su rostro con violencia contra una roca.
—¡YA BASTA ANTHON! —trató de detenerlo, pero fue arrojada con un halo de luz sobre su vientre.
—¡NO! A ella no —le ordenó el joven a la inteligencia artificial de la armadura.
—Sujeto hostil —respondió ésta, tomando por sorpresa al terrícola.
—A ella no, es una orden —sentenció molesto, deteniendo sus ataques para buscar con la vista a Pan, la que llegó hacia él en un sorpresivo asalto, alejándolo del príncipe algunos metros.
—¡¿ACASO QUIERES QUE MATEN A MIS PADRES POR TU CULPA?! —lo empujó con brusquedad—. ¡Deja de meterte en mi vida!
—No intervengas. Me estoy divirtiendo con tu amigo —exigió el príncipe.
La híbrida giró la cabeza atemorizada, encontrándose con el heredero limpiando la sangre que brotaba de una de sus cejas, pero sonriente y entusiasmado.
—Dame unos minutos, puedo hacer que sangre hasta quedar seco —le aseguró Anthon a su amiga.
—No seas idiota, no tienes posibilidad.
—¿Por qué no dejas que lo descubra por sí mismo? —le aconsejó el heredero levantando una ceja con arrogancia.
—¡No!
—Lo siento —se disculpó Anthon con Pan, saltando por encima de ella para aterrizar justo al lado de su oponente, regresando a su pelea, la cual se tornó más violenta. Sin embargo, el príncipe continuaba en su estado base.
Cansada de rogar y observar, Pan se abalanzó en su estado base contra Anthon, pero fue interceptada de nuevo por la inteligencia artificial, cosa que no la desalentó, se levantó de entre los escombros dirigiéndose de nuevo hacia la batalla, resultando siempre en una escena donde terminaba atacada por la armadura de su amigo. Por lo que decidió dejar la amabilidad de lado, transformándose de nuevo para pelear en serio.
—¡YO SERÉ TU OPONENTE! —le gritó, justo antes de propinarle un golpe en uno de sus costados.
—¡Basta Pan! Lo tengo bajo control —se acercó acorralándola para contenerla—. Quedarás libre y podremos huir juntos.
—Desde un principio te dije que no deseaba irme —logró hacerlo a un lado, solo para encontrase con la mirada azul del príncipe.
—Deja de meterte. Este asunto es entre esa sabandija y yo —espetó el príncipe.
—Ustedes dos están dementes, alguien tiene que parar esto —insistió en su afán por someter al terrícola, intentándolo en al menos ocho veces, cambiando de estrategia cada vez que no lograba su objetivo, para lo que debía dañarlo y se negaba a usar fuerza excesiva con él. Sin embargo, ella sí recibía golpes reales por la armadura, llevando su paciencia al límite.
—¡SERÉ YO QUIEN TE MATE SI CONTINÚAS ASÍ! —le gritó furiosa, lo que la inteligencia artificial detectó como una amenaza grado A, la misma categoría que tenía el príncipe.
En contra de los deseos de Anthon, su armadura se dirigió contra Pan con todo su arsenal activado, provocando que la joven accediera a su transformación de nuevo, enfrentándose sin tomar en cuenta al heredero.
—¡DÉJAME TERMINARLO! —Anthon gritó frustrado, intentando en vano desviar los golpes de la armadura.
—¡PRIMERO TENDRÁS QUE ELIMINARME!
—¡PIENSA EN NUESTRO SUEÑO! —exclamó Anthon.
—Lamento interrumpir —el príncipe se había posicionado detrás de Pan, noqueándola en un rápido movimiento.
—¡NO LE HAGAS DAÑO! —gritó Anthon al verla caer inconsciente.
—¿De qué mierda hablas? Eras tú quien la atacaba —la levantó para dejarla sobre el césped, a unos metros de distancia—. Ahora sí podemos reanudar nuestra pelea.
Se lanzó hacia el joven con menos amabilidad, cambiando su clásico estilo de pelea, tomando por sorpresa a la inteligencia artificial.
—Como lo sospeché, no tienes idea de lo que haces —dijo el príncipe, dando por terminado el encuentro, pero antes lo haría sufrir. Se transformó en súper saiyajin y arremetió contra el terrícola.
Atraídos por las energías extrañas del príncipe y su mujer; el rey Vegeta, Bra, Yassai y Tarble, llegaron al lugar de la pelea, alcanzando a presenciar el castigo que el heredero le propinaba a la maltrecha armadura, la cual, hasta el momento, mantenía con vida a su usuario, aunque no por mucho tiempo, la débil energía del extraño personaje disminuía drásticamente.
—¡VEGETA! ¡YA BASTA! —gritó el rey a su hijo.
El extraño yacía boca arriba, con la armadura quebrada en algunos lugares, como su esperanza.
—Trunks, ¿dónde está Pan? —le preguntó su hermana, acercándose al mismo tiempo que buscaba la energía de su cuñada, una vez detectada, se enfocó en reconocer al hombre caído. —Te advertí que podías terminar muerto —gruño una vez que tuvo clara su identidad.
Trunks se irguió confundido y molesto. —¿Acaso lo conoces?
—Sí, es un testarudo terrícola que conoce al padre de Pan —evitó mencionar la amistad del terrícola con la joven híbrida.
—¿Y me lo ocultaste?
«¿Acaso ellos también lo sabían?» Se preguntó, apretando los labios frente a sus familiares.
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La luz de la lámpara le impidió abrir los ojos completamente, tuvo que esperar a que se ajustaran a la iluminación. Sintió que había tenido un extraño sueño, uno demasiado real y confuso.
—Al fin despiertas —escuchó a unos pocos metros de distancia.
Se sentó de golpe, enfocando la vista hacia donde había escuchado la voz masculina que reconocía a la perfección.
«No fue un sueño». Sobó su nuca, recordando el golpe que la había dejado inconsciente.
El príncipe vestía lo mismo que llevaba puesto en enfrentamiento contra Anthon, inclusive, tenía una pequeña banda sobre la ceja izquierda y algunos golpes sin importancia en la nariz y frente.
La joven carraspeó mordiéndose los labios, no sabía por dónde comenzar. Se fijo en la postura del heredero, lucía tranquilo, hasta le pareció desenfadado, de pie, recargado en la pared con los brazos cruzados.
—Te escucho —dijo el príncipe con voz serena.
—Yo… —Pan relamió sus labios, más de lo habitual. Quería preguntar por su amigo, pero al mismo tiempo, temía iniciar esa conversación. Cerró los ojos, buscando la energía del terrícola, encontrándose con muchas más, confundiendo sus sentidos.
—¿Cuál es tu verdadera relación con ese terrícola?
—¿Qué pasó con ese idiota? —preguntó cuidando sus palabras, procurando no mostrarse muy preocupada.
—Se recupera en una cápsula. Agradece a mi hermana y a mi padre que intervinieron a tiempo —separó su cuerpo del muro para acercarse a ella, apoyando ambas manos en los pies de la camilla—. Espero tu respuesta.
Pan suspiró hondo, debía controlar su ki si pretendía convencerlo. Ser fría, dejar las emociones de lado, manejar la situación.
—Anthon es un viejo amigo de la infancia —hizo una pausa para respirar—. Su padre y mi padre…
—Eso ya lo sé, Bra y Yassai me contaron esa parte de la historia, incluyendo su necedad de permanecer aquí.
—Entonces no tengo nada qué decir, ellas ya le han contado todo —respondió con voz suave, perdiendo la mirada en los blancos nudillos de sus manos, mientras apretaba ligeramente sus rodillas.
—Quiero saber aquella información que le omitiste a ellas.
—No omití nada —respondió rápido, evitando mostrar cualquier rasgo de inseguridad, mientras que por su cabeza, pasaban varios escenarios, en los que el príncipe se enteraba de su corta aventura, tal vez por boca del mismo Anthon, desatando su furia contra todos sus seres queridos.
—Yo misma ignoraba lo del traje.
—Pero tenían un sueño juntos. ¿No es así?
La escena de Anthon gritando «¡PIENSA EN NUESTRO SUEÑO!», llegó a la mente de Pan, recordando esa última parte antes de perder el conocimiento.
—El único sueño que compartimos, es la ingeniería mecánica.
El silencio reinó por unos segundos, en los que Pan procuró mantenerse tranquila, enfocándose en su respiración.
—¿Fue usted quien me dejó inconsciente?
El heredero asintió con la cabeza.
—No fuiste capaz de herirlo, a pesar de haberle dicho que lo matarías.
—Ganas no me faltaron —soltó una pequeña sonrisa sarcástica. Por alguna razón, no le inspiraba terror el príncipe en ese momento, tal vez por la energía calma que proyectaba, o por su mirada apacible.
Le confundía, no sabía si él actuaba, esperando reclamarle en cualquier instante. Lo cual no sucedió, en lugar de eso, la escuchó atento y sereno, gracias a que Yassai y Bra le habían puesto al tanto de todas las ocasiones en las que se intentó disuadir al muchacho. Él tenía la certeza de que ella nunca tuvo la intensión de huir, al contrario, había estado desesperada por echarlo del planeta Vejita. Solo faltaba que el muchacho despertara para despejar su teoría.
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La versión de Pan coincidía con la de su hermana y Yassai, no cabía duda de que el terrícola había actuado solo en su estúpido plan para derrotarlo
«Tómalo como un presente por tu día de nacimiento. Estoy enterado que será pronto». Le dijo a su mujer.
«El terrícola se marchará a su planeta de origen una vez que se recupere, no sin antes escuchar lo que tengo que decirle», fueron las palabras que pronunció, antes de dejar a su mujer descansando en una habitación del aula médica, para dirigirse a la de los guerreros de clase baja, donde permanecía Anthon.
Esperó paciente mientras revisaba documentos a través de la tableta que se desplegaba de su reloj comunicador, hasta que le avisaron que el terrícola estaba por salir.
De no ser porque se esmeró en alargar su sufrimiento, las heridas de Anthon no hubiesen sido tan fáciles de sanar, ya que el príncipe bien pudo partirlo de un solo movimiento, pero controló demás su fuerza, al saber que se trataba de un débil muchacho, provocándole heridas de consideración, pero de rápida sanación con la tecnología adecuada.
Cada hebra del lacio cabello negro del terrícola flotaba de manera ondulante, tan parecido a cuando un saiyajin se recuperaba de una batalla. Pasando por la cabeza del heredero, la posibilidad de que a Pan le atrajera por tener colores más saiyajines, a pesar de su carente fuerza.
Las comparaciones se dieron de manera instantánea, era evidente que las inseguridades siempre lo acompañarían.
«Es un insignificante debilucho», murmuró observando el cuerpo desnudo del terrícola, flotando entre el líquido gelatinoso.
Le incomodaba esa molestia que lo invadía al notar la preocupación de Pan hacia el joven, no debería importarle, tal vez se debía a esas últimas semanas de convivencia, en las que había descubierto que tenía mucho en común con ella.
Nunca se planteó formar un vínculo afectivo con la que fuese su mujer, más allá de lo íntimo. Sin embargo, con Pan sucedía una extraña empatía, tal vez respeto.
«Sí, eso es». Llegó a esa conclusión. De alguna manera, la joven se estaba ganando su respeto, incluso admiraba ciertos rasgos de su personalidad. Tenía algo que le atraía, más allá de su fuerza, o la belleza que adquiría al madurar.
La luz de la cápsula cambió al azul que advertía que estaba próxima a drenar el líquido.
—Estaré en la sala de espera —dijo al encargado de turno antes de salir, donde lo primero que vio al llegar a la pequeña estancia, fue a Pan, sentada en un largo sillón, sola en el lugar.
—¿Tiene hambre? —preguntó al verlo, más que nada para iniciar una conversación. No se atrevía a preguntar por su amigo tan directamente.
—¿Tú? —respondió preguntando el heredero. Sabía que su mujer se encontraba inquieta por el estado del terrícola, y estaba haciendo un esfuerzo por no demostrarlo. Un signo más de la madurez que había adquirido en esos meses, o tal vez de lo aprendido al convivir con él. La Pan de antes hubiese hecho una rabieta, posiblemente.
—No, bueno, un poco —se frotó las manos sudorosas, se encontraba ansiosa.
—¿Quieres pasar primero? Estará consciente en un momento —preguntó sentándose a su lado.
Todo el acontecimiento le parecía tan surreal al heredero, que por un instante tuvo la idea de que se trataba de un sueño. Se suponía que debió actuar de manera más visceral, dejando morir al intruso, sin la posibilidad de recuperarse, después de todo, lo había retado a muerte, y el perdedor siempre terminaba ejecutado, al menos en encuentros entre guerreros.
Sin embargo, allí estaba, esperando a que ese hombre saliera para enviarlo de vuelta con los suyos.
«Gracias», le había agradecido Pan, al enterarse que su amigo viviría.
«Si hubieses planeado semejante circo con él, el desenlace hubiese sido otro. Lo sabes», le respondió fríamente.
Curiosamente, el trato entre ellos marchaba con la misma cordialidad que las semanas anteriores. Incluso para Pan, el que se descubrieran las intenciones de Anthon, le quitaba un peso enorme que ya le costaba cargar.
Sentía alivio hasta cierto punto. Al parecer, el príncipe y el resto ignoraban aquellos besos dados en la privacidad de la pequeña cocina del joven terrícola, y así debía continuar.
Esperó en silencio, sin atreverse a girar el rostro o hacer ningún comentario. Estaba a merced del príncipe, conocía su volatilidad, así como también conocía una nueva faceta de él, con la que podía conciliar si actuaba de manera prudente.
—Alteza, puede pasar —Escucharon a uno de los enfermeros.
—Adelante —indicó el príncipe—. Yo espero.
Asintió inquieta, pero serena, luego se levantó y caminó con calma. Quería correr hacia su amigo y molerlo a golpes, y a la vez abrazarlo antes de despedirse definitivamente de él.
Se encontraba en una de las habitaciones de recuperación, el príncipe se había negado a permitirle usar las unidades de los saiyajines de mayor rango, a lo que Pan no reclamó, pues bastaba con el hecho de que se le hubiese atendido como a cualquier saiyajin, en vez de negarle atención médica.
Lo vio cubierto con una manta de algodón simple que cubría su desnudez, con los cabellos húmedos debido al baño que debió darse para eliminar los restos del líquido gelatinoso de la cápsula.
—¿Conforme? —le reclamó cerrando la puerta tras de sí.
—No tomé en cuenta que ese tramposo cambiaría su técnica —respondió entre dientes.
—Ni siquiera sabiendo eso hubieses vencido. No tienes idea de a qué te enfrentabas.
—Contra un fenómeno, un monstruo.
—Si eso piensas de nosotros —se sentó en una silla que reposaba a un par de metros de la pequeña camilla.
—De ti jamás…
—Anthon, ya basta. Me da flojera tu actitud —dijo con cara de fastidio —deberías estar agradecido de que tu madre no recibirá tus cenizas, en el mejor de los casos.
—¿Agradecido de quién? —se levantó enojado, deteniéndose del borde de la camilla, aun no pasaba el mareo que daba después de salir de la cápsula.
—De tu maldita buena suerte, del príncipe que ha decidido dejarte con vida —le respondió con tono visiblemente molesto.
—Ese niño consentido no…
—El único niño en esta historia eres tú, con tus acciones tan estúpidas —siseo controlando el tono de su voz—. Te dije que estaba bien con él, que ya no teníamos problemas.
—Te desconozco —se sostuvo con ambas manos para no caer.
—Te recomiendo volver a sentarte, el mareo tarda más en regresar en seres débiles.
Anthon obedeció, más que nada porque no deseaba hacer el ridículo cayendo de bruces frente a ella, ya tenía suficiente con lo sucedido en batalla.
—¿Dónde quedó mi armadura?
—No lo sé, no pregunté.
—Era de mi padre, la quiero de regreso.
—Eso hubieras pensado antes —se levantó y caminó hasta quedar cerca del terrícola. Aspiró hondo buscando con la vista alguna cámara oculta, al no encontrar nada extraño, prefirió mantener su papel en caso de que su encuentro estuviese siendo vigilado—. No sé que clase de cosas imaginaste, pero no compartimos otro sueño más allá de la ciencia, no lo olvides. Que tengas buen viaje.
Se dirigió hacia la puerta, ignorando a su amigo cuando la llamó, azotando la puerta con visible molestia.
Esperaba que con eso, cualquier esperanza romántica que tuviese el joven, se disipara sin retorno. Por el bien de él y de quienes importaban más para ella.
Con dificultad, Anthon se levantó, sintiéndose más seguro una vez que pudo dar tres pasos sin requerir detenerse, pero antes de llegar a la puerta, ésta se abrió, dando paso al heredero del imperio saiyajin. De inmediato, Anthon retrocedió.
—Me alegra que te encuentres recuperado —cerró la puerta y se recargó en ella con brazos cruzados.
Anthon apretó la mandíbula, sin saber qué decir o hacer.
«Si quisiera matarme, lo hubiese hecho en su momento», pensó.
—¿Dónde quedó tu valentía? ¿En esa cosa que llevabas puesta?
—Yo soy una persona normal, es lógico que utilice mi inteligencia para llegar al nivel de un fenómeno.
—Yo que tú cuidaría mis palabras. Según sé, eres lo único que le queda a tu madre. No hagas que también te pierda a ti.
—¡Lo reto a una revancha! —exigió Anthon con el puño cerrado—. Solo necesito hacerle unos ajustes a mi armadura.
—Ese pedazo de chatarra no serviría para derrotarme, ni siquiera en caso de que mi madre lo llegara a mejorar.
—¿Acaso teme una revancha?
—Acepta que perdiste, una revancha no cambiaría nada —respondió encogiéndose de hombros.
A pesar de su resistencia, Anthon sabía que el príncipe tenía razón. Una cosa era combatir piratas espaciales, y otra, estar al nivel del legendario guerrero. Su deseo de venganza le cegaba hasta el punto de actuar de una manera que normalmente no haría.
Apretó los puños, tragándose las ganas de llorar como un crío. Todo su sacrificio no había servido para nada.
—¿Qué pasará con Pan? —preguntó casi en un susurro.
—Nada, ella no tuvo la culpa de tus acciones —afiló la mirada para preguntar con una sonrisa burlona: —Tienes fuertes sentimientos hacia mi mujer.
—Sentimientos que jamás entendería un saijayin, a excepción de Pan.
—Ah sí. Cuéntame de los sentimientos de mí mujer —enfatizó en las últimas palabras.
Anthon quiso gritarle todas las veces que Pan lo besó, que ella misma le había confesado su deseo de regalarle su primer beso a él, antes que al príncipe. Si Pan tuviese sentimientos hacia el heredero, o atracción, jamás lo hubiese engañado.
«Te engañó conmigo, imbécil», se tragó sus palabras para protegerla. Estaba seguro de que la Pan de hacía un rato actuaba. Se encontraba atada y de alguna manera sus padres corrían peligro; tenía la razón al enojarse con él.
Continuar con el drama no solucionaría nada, debía ser fuerte como ella, actuar. No se daría por vencido.
—Los sentimientos de Pan son un enigma —respondió—. Dudo que aquí pueda ser ella misma.
El príncipe Vegeta entrecerró la mirada. Coincidía con el terrícola, pero a la vez sentía que algo faltaba por decir.
—¿Por qué no me eliminaste ? Ustedes los guerreros coleccionan las vidas de sus oponentes —finalmente preguntó.
Con una arrogante mueca en el rostro, el príncipe caminó hasta quedar a unos pocos pasos del joven.
—Porque es mejor dejarte vivo, con ese sentimiento dentro de ti, sabiendo a Pan bajo mis dominios, en mi lecho, con sus labios en mi piel cada noche.
—Qué triste que te conformes con besos forzados. Nunca tendrás más que eso —siseó Anthon.
Trunks sonrió de lado, pensando si acaso el joven había tenido algo de ella, descartando esa duda casi de inmediato. El crío estaba despechado.
—Regresaras a tu planeta hoy mismo, en una nave de exportación que sale en unos instantes –se acercó un poco más al muchacho, haciendo evidente la diferencia de estatura entre ambos. Anthon no se inmutó, levantó la barbilla para enfrentarle la mirada.
—Quiero de regreso lo que ha quedado de mi armadura —exigió.
—Si puedes rescatarla del vertedero —respondió burlón.
—Algún día recibirás lo que mereces.
El príncipe lo observó con una enorme sonrisa, luego respondió: —Sin duda, mientras te alejes y veas mi planeta por la ventana de la nave, puedes estar seguro de que tendré lo que merezco, en forma de Pan desnuda, debajo de mí, al igual que en otras ocasiones. Pasando su lengua por mi piel. Puedes pensar en ella todas las veces que quieras, puedes fantasear con su cuerpo, desearla y tocarte con su recuerdo. Eso no quitará en hecho de que seré yo quien la posea, quien la goce y quien siembre mi semilla en su vientre, mientras tú, tendrás que conformarte con imaginarla.
Dio media vuelta y salió sin decir más, dejando solo al terrícola, quien rechinó los dientes de impotencia. Deseaba con todas sus fuerzas molerlo a golpes, humillarlo de la misma manera que él había humillado a otros.
—Algún día —susurró, sin darse por vencido.
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Un estuche con cuatro cápsulas le había entregado Yassai, las pertenencias que tenía en su pequeño departamento, más lo que se pudo rescatar de la armadura. Fue Pan quien empacó todo con el permiso del heredero.
—Ella no vendrá —dijo Yassai al verlo buscar con la mirada—. No quiso estar presente.
—Mejor dicho, no la dejó —respondió Anthon a la saiyajin.
—Fue decisión de la princesa, la hiciste enojar
El joven gruñó, apretó el estuche y caminó hacia la nave con cierta reticencia. No estaba listo para partir, o más bien, no le agradaba partir en esas condiciones.
—Nadie más sabe lo que hiciste, aprovecha esta segunda oportunidad.
—Eso haré —musitó Anthon, dedicándole una última mirada a la saiyajin que siempre lo inquietó, debido a su forma diplomática de hablar, tal como decían que era el príncipe Tarble.
Subió directo al pequeño camarote que le asignaron, mucho más pequeño de los que conocía, acondicionado para un tripulante extra al final de los de servicio, con los que debía compartir el baño.
«Al menos tengo una ventana».
Lanzó el estuche sobre la pequeña colcha, sentándose con desgano al lado de la ventana redondeada, por la que alcanzó a ver el planeta Vejita hacerse pequeño, recordando las crueles palabras del príncipe.
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Desde el balcón de uno de los pasillos, la princesa Pan observó alejarse a la nave, hasta perderse entre las estrellas del cielo saiyajin. Finalmente podría llevar su vida a cabo sin distracciones ni peligros. Se sentía estúpida y egoísta por haber arriesgado a los suyos con esa pequeña aventura con Anthon; afortunadamente se mantendría en secreto. No obstante, no podía arrepentirse por ello.
Esperaba que su amigo se desilusionara por completo de ella, por eso mismo se había encargado de darle motivos para ello. Lo consideraba un buen hombre, a pesar de lo testarudo e ingenuo que podía llegar a ser, además de valiente, porque se necesitaba arrojo para hacer lo que hizo.
«Espero que logres ser feliz», pensó antes de retirarse a cenar, el príncipe la esperaría donde últimamente tomaban los alimentos juntos, en el recibidor central de sus habitaciones, debido a que por orgullo, el príncipe se negaba a llevar a su mujer a la mesa familiar frente a su madre, evitando exponerse a su hábil lengua, a la que prefería no enfrentar con testigos.
Como lo imaginó, el heredero esperaba sentado en un sillón, con la mesa detrás, preparada con los cubiertos y la vajilla de cerámica grabada con finos patrones de oro.
—Solo esperan mi orden para traer las viandas —dijo observándola detenidamente.
—Tengo mucha hambre —respondió Pan, tomando su lugar en la mesa—. ¿Tiene mucho tiempo esperando? —preguntó al ver los hielos de su vaso medio derretidos.
—No, pedí que trajeran algo de beber para entretenerme —dijo el príncipe, sentándose frente a ella después de dar la orden por medio de su comunicador personal.
—¿Pidió algún platillo en particular? —de nuevo, no se atrevió a hablar sobre su amigo.
El príncipe se encogió de hombros, notando el nerviosismo en las facciones de la joven.
—Nada especial.
Las viandas llegaron al poco rato y ambos cenaron casi en silencio, intercambiando una que otra charla mundana, como si nada hubiese sucedido. Ella se moría por agradecerle su noble gesto; él, simplemente quería comer en paz, sin nada que le arruinara la cena.
Una vez que saciaron su apetito, cada uno se retiró a su respectiva habitación a descansar, despidiéndose con un simple «hasta mañana», como la mayoría de las veces en las últimas semanas, en las que el heredero solía revisar noticias de última hora acontecidas en el cuadrante, leía algún informe que llegaba tarde o se dedicaba a redactar algunos documentos pendientes, cosa que prefería hacer por él mismo, a diferencia de su padre, quien se dedicaba a leerlos y firmarlos.
En cuanto a Pan, ella solía dibujar prototipos de proyectos que le surgían de pronto, perfeccionando sus ideas en bocetos nuevos que alimentaba con información que conseguía en la biblioteca, además de devorar libros y releer sus favoritos, tomando nota de cada punto que le interesaba.
Sin embargo, esa noche no tuvo ánimos para sacar sus libretas ni revisar el montón de libros que reposaban sobre su escritorio. Tenía una deuda, sentía que debía pagarla a pesar de que nada se le había pedido a cambio.
Suspiró y se apresuró a observar su reflejo en el espejo, encontrando nada atractivo el golpe que se apreciaba en su mandíbula y los raspones en su nariz. Aun así, se acomodó el cabello detrás de las orejas y corrió hacia la puerta que conectaba con la habitación principal, la que tocó con timidez.
—Pasa —lo escuchó decir, ella obedeció, aguantando la respiración por unos pocos segundos, preguntándose si en algún momento, la alcoba del príncipe dejaría de causarle escalofríos.
Lo vio sentado en una esquina de su enorme cama, con una docena de folders con hojas repartidas a su lado.
—Si está ocupado yo…
—Ya estaba por guardar los informes —dijo tomando el material, para guardarlo todo en un sobre, que después dejó sobre una mesita.
—Es raro que vengas acá —opinó ofreciéndole un vaso que tomó de la mesita donde dejó el sobre.
Pan observó el vaso con duda.
—Es agua —dijo el príncipe—. A menos que quieras alcohol.
—Está bien así, no quiero alcohol —tomó del vaso y dio un sorbo, disfrutando de la frescura del líquido.
—Gracias, tenía la garganta seca.
—Entonces deberé castigar a alguien, en tu habitación debería haber agua fresca.
—Tengo agua, no debe castigar a nadie —se apresuró a responder con una sonrisa nerviosa.
—¿Sucede algo?
La joven tragó saliva, le costaba decir lo que tenía atorado, tal vez a otras personas no, pero con él, le parecía tan complicado debido al odio que debería tenerle. Odio que de pronto solía olvidar, cada vez más seguido.
Tomó más agua, recordando la vez que de igual manera tomó valor, pero con vino. Dejó el vaso en el primer mueble que encontró y luego lo abrazó, hundiendo su nariz en la camisa holgada que vestía el príncipe.
—Yo quería agradecerle por lo que hizo hoy, sé que Anthon no merecía su indulgencia —soltó sin atreverse a mirarlo de frente, temía retroceder, dar la vuelta y tragarse su discurso.
Extrañado por el abrazo, la dejo quedarse así, sin saber cómo responder. Las veces que la había abrazado se debieron a otras razones, no durante una charla en la que el sexo no estuviese involucrado. Pero ella se atrevía a romper esa barrera solo para agradecerle, tal y como su madre y otros terrícolas solían interactuar con otras personas. A pesar de sentirse fuera de lugar, no le molestó, al contrario.
—Cumples años dentro de poco, sé que en algunas culturas suelen dar un indulto como celebración —respondió inmóvil.
—Aquí no —replicó Pan sin soltarlo.
—Lo olvidé —mintió, con una cálida sensación en su pecho, sumado a unas enormes ganas de besarla, lo que no tuvo que pedir, pues la joven levantó el rostro con la mirada clavada en sus labios ansiosos. No necesitó ninguna señal más para agacharse, sonriendo internamente cuando la sintió estirarse para alcanzarlo.
—¿Quiere dormir en mi alcoba? —preguntó Pan después de romper el beso, directo y sin rodeos, para no arrepentirse de sugerirlo.
—¿Lo deseas?
Pan respondió asintiendo con un pequeño gesto de la cabeza, mientras mordía sus labios con un delicado rubor en sus mejillas.
Era la primera vez que lo buscaba de noche y se le ofrecía directamente, lo que le hizo llegar a la conclusión, de que haber dejado con vida al terrícola, fue la mejor decisión que pudo haber tomado.
No lo pensó dos veces, aceptó la invitación de su mujer sin siquiera cuestionarse. Él ganaba ese enfrentamiento a pesar de no darle el escarmiento que merecía su contrincante. Como le había dicho, tomaría su merecido en los brazos de Pan, y lo disfrutaría como nunca.
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«De verdad, yo nunca hice eso con Anthon. No podría después de todo…»
«Él se hizo ideas que nunca alimenté»
Le creía a Pan, más que nada, porque estaba al tanto de sus temores, de sus traumas que no lograba superar del todo, traumas creados por él mismo.
Detuvo su vista en la tersa piel desnuda de su acompañante. Distaba mucho de la muchachita flacucha de casi tres años atrás.
Su mentón se volvía más afilado, mostrando facciones menos redondeadas, más adultas, más atractivas para él, conservando esos ojos grandes que tanto comenzaban a gustarle.
No solo sus facciones habían cambiado, también sus curvas, las cuales se podían apreciar sin esfuerzo, especialmente sus senos, los que de un tiempo para acá, se amoldaban más a sus manos. Le complacía descubrir que su mujer no tendría el cuerpo musculoso tan masculino que caracterizaba a la mayoría de hembras saiyajines.
Levantó ligeramente las sábanas, deleitando su vista con la curva que se marcaba en las caderas de Pan al dormir de lado. Estaba seguro que no tardaría en despertar, sonriente como las ultimas veces que compartieron cama. Mientras tanto, disfrutaría del espectáculo matutino, enrollando su cola en la pierna derecha de la joven. Una vez despierta, la seduciría para tomarla antes de comenzar con sus obligaciones diarias.
Fin del capítulo.
Muchas gracias por haber llegado hasta aquí. Lamento la tardanza, por más que trato de avanzar, siempre hay algo que sucede y debo dejar de lado la escritura.
Al fin se fue el muchacho terco, pero no se olviden de él, lo volveremos a ver.
No tienen idea de lo mucho que se me dificulta escribir batallas y lemon, son dos cosas que siempre me sacan canas verdes y nunca me gusta cómo me quedan.
Viene una etapa nueva en la relación que apenas comienza a despegar, me emociona pasar a lo que vienen siendo las consecuencias del aprendizaje de los personajes, se vienen decisiones difíciles y sentimientos nuevos.
No olviden dejar su opinión, me motiva a darle sentido a todo este tiempo que se me va frente a la computadora.
Nos leemos en el próximo capítulo.
