De todos los olímpicos Hera era la única que se podía decir que tenía una relación especial con el gigante Tifón. Sus hijos eran servidores suyos, Ladon custodiaba su regalo de bodas, el árbol de las manzanas de oro en el jardín de las Hespérides, el escorpión, la hidra y el león de Nemea.
De hay que se lo denominara el padre de los monstruos.
Ella siempre trato a Tifón con respeto y a su descendencia cuando morían los colocaba en las estrellas cosa que apaciguaba y agradecía la deidad monstruosa, incluso cuando iba a invadir el Olimpo la avisó el tiempo suficiente para que ella y sus hijas, Hebe, y Ilithía se fueran del lugar. No obstante su hija Eris se quedo extasiada por el caos producido por el gigante arrasando a su paso.
Pero la relación entre ella y el gigante era más compleja de lo que imaginaba nadie, se dirigió a uno de las muchas entradas al inframundo que su hermano tenía, no se molestaba mucho en ocultarlas pues eran una trampa mortal y con una seguridad perfecta que solo unos pocos pudieron atravesar como Orfeo.
Hera decidió hacer este viaje sola mientras los demás fueron a el monte Olimpo para comprobar la situación allí. Aunque insistían en quedarse pero ella se mantuvo firme y no les quedo otra opción.
Hera había ido muchas veces al Inframundo para escapar del Olimpo y sus pomposidad flagrante allí estaba con su hermano y su sobrina y no la trataban como basura, se conocía muy bien los pasadizos pero comprobó que su hermano debió reforzar la seguridad de los gigantes viendo unas extrañas telarañas que brillaban cubriendo la entrada.
Se acercó a las telarañas que para su sorpresa se dispararon como tentáculos pegándose a su alrededor, los hilos eran de un verde neón y para su horror su ropa empezó a humear y derretirse, así que en eso consistía la defensa no eran las arañas sino sus telarañas en sí.
Miró a su alrededor ignorando el dolor de las quemaduras hasta que por la esquina superior vio una diminuta araña de aspecto normal que podría confundirse con el entorno haciendo acopio de fuerzas era traspasó la telaraña y tuvo que aguantar los gritos de dolor que luchaban por salir de su garganta.
Toda su ropa humeaba, piel roja en varias partes donde la prenda había sido destruida haciendo acopio de fuerzas se acercó a la araña agarrándola y con cuidado hizo que soltara una especie de néctar que con cuidado tomo haciendo que se regenerara al instante.
Soltó a la araña devolviéndola a su sitio conocía a esta especie los spiders bee.
Eran arañas pero con propiedades de abeja su veneno en lugar de un mordisco o aguja lo segregaban en sus telarañas, fue un experimento de Hécate y Aracne la mujer maldita por Atenea.
A veces el orgullo se llevaba lo mejor de los dioses y para alguien tan arrogante y orgullosa como Atenea que la superara una simple mortal fue demasiado y la transformó en araña. Hera no estaba exenta de culpa pero al menos admitía sus errores y se arrepentía no volviéndolo a hacer pero su hijastra no podía aprender eso.
Sabía de este sistema de seguridad por Hades quien estaba trabajando en ellos antes de que todo pasara y al parecer lo había puesto en práctica, si bien podía parecer peligroso pero no tanto sabía que el veneno estaba más pensado para inmortales que a diferencia actuaria mucho más rápido y letal y conociendo a su hermano sabía que siempre dejaría la solución a una de sus trampas o laberintos cerca y había acertado.
Ha su hermano le fascinaban los acertijos de siempre. Y que también fuera un sádico con una mente retorcidamente brillante para los castigos del inframundo y la seguridad de su reino.
Delante de ella millones de telarañas se ponían sobre los diferentes recovedos y pasillos laberínticos.
Maldito Hades, si salgo de esta ya te meteré yo tus telarañas por donde yo me sé, aunque Perséfone no estará muy contenta con eso.
Colocándose su armadura y mascara se aproximó hacia la trampa mortal de la araña.
Fueron horas que para Hera fueron una horrible eternidad pero la ex diosa era feroz y de mente y voluntad extremadamente fuertes eso si habría muerto de no tomar el antídoto y ella no quería ser una residente permanente en el reino de Hades.
Todavía no.
De lejos vio las distintas áreas del inframundo que pese a todo lo ocurrió transcurría con normalidad dando por testimonio de la gran capacidad de organización y como rey de su hermano. La verdad muchas veces se preguntaba como hubiera sido todo si Hades fuera el rey de los dioses en lugar d ellos dioses.
Siempre supo que lo haría mucho mejor que Zeus y se lamentaba de que no fuera así pero en el fondo sabía que podía ser una catástrofe dejar el reino a los otros imaginándose los muertos y monstruos vagando por la superficie.
Finalmente llego a la zona de máxima seguridad del Inframundo el Tártaro.
Mientras pasaba por las distintas celdas vio a antiguos enemigos, sus tíos Coios, Krios, Japeto hasta finalmente Kronos su padre.
La antigua deidad se veia aburrido y el paso de los años encerrado lo había deteriorado mucho su pelo negro y rozado que caía hasta sus hombros se había vuelto gris, la piel bronceada aceitunada ahora era de un blanco lechoso y sus ojos castaños tan parecidos a los de Hera ahora estaban apagados pero brillaron con curiosidad. Debía ser la primera persona aparte de los Hecatonquiros que veia en una eternidad.
Hera estaba abrumada al ver a su llamado padre o donante de semilla porque el jamás lo fue, nada más nacer devoró a sus hijos y lucharon diez largos años de guerra contra él. Pero verlo así de decaído fue un golpe para ella aunque lo odiaba no pudo evitarlo.
Aceleró el paso para estar lo antes posible de su rango de visión y se aproximó a los Hecatonquiros quienes al ver a un simple mortal llegar hasta allí los dejó sorprendidos de poder llegar allí. Ningún semidiós y menos aún un mortal habían estado allí.
—Hola vengo a ver a un prisionero Tifón—
Inmediatamente los tres gigantes la agarraron entre sus manos amenazando con apretarla hasta hacerla papilla.
¿Para qué querías ver al prisionero más peligroso del Tártaro mortal?
—Porque necesitamos su ayuda para derrotar a Gaia y los gigantes, una profecía lo ha dictado—
Briares se congeló, giró sus cincuenta cabezas a sus dos hermanos quienes asintieron y se fueron dejandoles hablar en privado. El gigante la libero y la sostuvo en su palma dejándola respirar—
¿Cómo no se que es otro de sus trucos? ¿Y la madre tierra no quiere liberar a su hijo más poderoso?
—Eso no sucederá, los enemigos de Tifón han sido derrotados y encarcelados justo lo que él quería sus hijos han sido vengados—miró esas decenas de ojos con honestidad—Y no se deja usar como una marioneta, no como los gigantes, no obedecerá a Gaia tan alegremente sobre todo porque lo ha dejado encarcelado aquí junto a los demás—
Tenía razón Gaia siendo la diosa de la tierra y emparejada con Tártaro podría haber tenido la oportunidad cuando estaba la guerra y liberar a sus hijos mientras Hades estaba distraído.
Pero no lo hizo dejo a sus hijos los Titanes y a Tifón encerrados solo libero mucho antes a los gigantes de sus respectivas prisiones y ya esta eso demostraba la crueldad y favoritismo de la madre tierra una vez que alguien ya no le servía lo tiraba.
—Es nuestra única oportunidad Briares—
El Centimano no era tonto había algo familiar en ese enmascarado aun siendo mortal, para su propia sorpresa y la de sus hermanos la acercó a la puerta de la celda.
Está bien, pero solo un momento.
La ex diosa asintió y se adentró en la oscuridad de una gigantesca cueva que podría ser más grande que el gran cañón y cueva del mundo observando al inmenso y colosal ser. Incluso contenido con cadenas especiales restringiéndolo se podía notar el poder crudo en la atmósfera haciendo que la piel de Hera se erizara.
Sabía que la estaba observando, sin vacilación se acercó a una de las garras y con una sonrisa amorosa que solo dedicaba a sus hijos acarició el apéndice mientras se quitaba la máscara mostrando a Hera llorando de felicidad.
—Hola Tifón hijo mío—
