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N/A 1: K.O.F. y sus personajes son propiedad de SNK.
N/A 2: Imaginen a los personajes con los rostros y anatomías de "The King of Fighters for Girls".
N/A 3: Esta historia es una secuela de mi antiguo escrito titulado: "Los malaventurados no lloran", la cual podrán encontrar en mi perfil primario de F.F. si es que quieren leerla.
Habían pasado aproximadamente 5 meses desde que empezó a visitarla en aquel plano existencial, y, a pesar de que seguía sin entender cómo lo había hecho en primer lugar la verdad no le importaba. Existían cosas sin sentido común que había vivido a lo largo de su vida, esta no iba a ser la excepción.
Yagami inhaló profundamente por la nariz y miró hacia el vacío. No podía negarlo, ver el mar en la noche y escuchar el golpeteo del agua contra las rocas le resultaba un tanto escalofriante. El aire hizo que su piel se erizara, sacándolo de sus pensamientos. Deseaba que existiera otra forma de poder encontrarse con ella pero no.
Tras adelantar un pie sobre el precipicio se dejó llevar por la gravedad de su cuerpo, cayendo en picada hacia el mar. Como la primera vez que lo experimentó, el golpe fue un tanto doloroso, pero no lo suficiente como para haberlo dejado inconsciente. Al abrir sus ojos observó varias siluetas oscuras a sus alrededores que iban descendiendo; siempre lo ponían nervioso, se preguntaba quiénes eran; quizás suicidas, quizás víctimas de un homicidio o simplemente imágenes que su propia mente creaba.
Fue nadando en descenso una vez estuvo completamente consiente; a medida que bajaba poco a poco una luz plateada se fue vislumbrando. Al pasar a través de un estrecho muro de rocas la densidad del agua cambió por completo al igual que sus energías, ahora la luz se veía más clara que antes. No supo en qué momento dejó de nadar en descenso para empezar a hacerlo esta vez en ascenso. Algunas burbujas de aire escaparon de su boca mientras sentía cómo su garganta empezaba a quemarle. Con lo último que le quedaba de energía braceó con fuerzas hasta llegar a la superficie; inhaló una enorme bocanada de aire una vez su cabeza se asomó por encima del agua; su respiración se encontró demasiado acelerada.
Al salir del agua se recostó boca arriba, intentando recuperarse de la opresión. Una vez listo se incorporó y escrutó a sus alrededores; estaba en un bosque con maleza demasiado baja, pudo escuchar la música que los grillos emitían a la distancia y ver las hermosas luciérnagas volar en la zona. Ese lugar siempre le había transmitido paz, paz de verdad. Caminó por algunos minutos, como si supiera que camino llevar —y vaya que así lo era— hasta encontrarse con una fogata en el bosque. Contempló cada detalle… una mesa improvisada de un tronco de árbol cortado a la altura de una mesa promedio con un mantel blanco encima, un par de rocas alrededor de este, una frente a la otra en cada extremo del tronco, un par de platos servidos de pasta con salsa de Boloña, un par de copas con vino tinto y servilletas. El pelirrojo exhaló con tranquilidad, Maki siempre había sido una mujer demasiado organizada.
Maki Yata. ¿Cómo podría alguien como Yagami empezar a describir a alguien como Maki Yata? Para él era una persona elegante, sofisticada, con porte, educación, una mujer refinada, con clase, sabiduría y belleza, ah, vaya que sí, si existía una palabra que describiera a Maki "belleza" era una de ellas. Con su largo y bien cuidado cabello negro que caía sobre sus hombros, su piel suave y pálida a la vista, sus largas pestañas naturales, sus ojos en forma de almendra, sus labios rojos y carnosos que al momento de curvarse la hacían lucir tan resplandeciente como los mismos diamantes, sus manos tan delicadas y sedosas con una uñas perfectamente cultivadas, su esbelta y bella figura, unos senos grandes y firmes, cintura curva y caderas bien proporcionadas, terminando con unas piernas bien torneadas.
El hombre se acercó al fuego para secar su ropa.
—Tardaste más tiempo que la última vez. —
Iori miró a un costado y la admiró acercándose. Usaba un hermoso vestido blanco ajustado que le llegaba un poco más por encima de las rodillas, permitiendo que contemplara sus perfectas piernas cuando el aire soplaba a favor de su vista. Al llegar al sitio Maki puso brazos en jarra y le sonrió con una ceja enarcada. Lo estaba provocando, sabía cómo jugar y despertar su instinto de pasión, pero también sabía que nunca había sido fácil de lograrlo, no tan rápido al menos.
—Esta vez necesito pedirte algo. Te ordeno que me ayudes. —frunció el ceño.
En una instancia Yata abrió los ojos por el comentario, sin embargo, pronto se echó a reír, tapando su boca con una mano. Al ver que su interlocutor no hizo desaparecer su semblante, aclaró su garganta un par de veces y le sonrió con ternura.
—Bien. —musitó, sonriendo con los ojos entrecerrados, a medida que se le iba acercando. —Pero primero, comamos. —dijo, dando una suave brazada a los alimentos que se encontraban sobre el mantel.
Yagami la miró por unos momentos y sintió un latigazo en la garganta al verla caminar de espaldas. ¡Rayos! Quería arrancarle el vestido que estaba usando y hacerla suya en aquel bosque bajo la luz de las estrellas y la luna. Sabía que ella le correspondería con alevosía pero no, algo muy dentro de él le impidió que actuara como un salvaje, por lo que no le quedó de otra más que simplemente obedecer su solicitud. Además, el tema que quería tocar con ella era muy importante y delicado. El destino ya se encargaría de acomodar las cosas.
