Sé que puede ser confuso tantos personajes nuevos, así que ahí va una pequeña guía:
Sophie: Hija de Helga
John: Ex esposo de Helga
Leonard/Leo: Hijo de Olga
Adam: Esposo de Olga
Edward/Ed: Hijo de Arnold
Lorna: Esposa de Arnold
Capítulo 6: Recuentos
Los niños seguían corriendo, los adultos platicaban, bebían y comían y veían de reojo a sus hijos corretear entre los arbustos o brincar en el brincolín. Las animadoras ya se habían despedido de los niños después de darle su premio al ganador del último concurso (Edward, curiosamente) y comenzaban a recoger sus cosas y cada vez más y más gente parecía comenzar a prepararse para emprender la retirada.
Arnold, que luego de sentarse un par de segundos junto a ella, se había levantado de repente como si tuviera un resorte en el trasero y le había anunciado que iba por una cerveza, y luego de preguntarle a Helga si quería alguna, se había retirado casi corriendo.
...
y Helga lo había agradecido y odiado a partes iguales.
Es que, después de todo lo que había pasado... ¿Qué se suponía que debía decirle? Y al parecer él no lo sabía tampoco.
Lo vio erguirse luego de haber estado de cabeza sobre la hielera, mirar por un momento a su hijo que corría muy cerca de él y luego emprender la marcha hacia ella con una lata en cada mano.
Se veía alto desde ahí. No lo era realmente, aunque, por fortuna, no había conservado tampoco la exigua estatura de su infancia.
Tenía la espalda más ancha de lo que recordaba, y el pelo más ondulado y oscuro. Atrás había quedado el flacucho y sudoroso muchachito que había dejado, ahogado en llanto, en aquél pueblucho en su juventud. Ahora estaba frente a un hombre hecho y derecho, y ya no era suyo.
...
Se preguntó, con un suspiro, si alguna vez lo había sido, cuando volvió a sentarse junto a ella. Olía a algún tipo de madera, y a ese olor que siempre le había gustado mucho más que cualquier perfume, o que cualquier otro olor en el mundo.
El olor a él.
"Aquí tienes" le dijo, y le pasó la lata. Ella se lo agradeció, la abrió, y casi se la acabó de un trago.
Torció la boca y maldijo doblemente en su fuero interno; Siempre había odiado el sabor de la cerveza. No tenía problemas con el alcohol en general, pero la cerveza siempre le había parecido asquerosa. Lástima que no tuvieran nada más en ese momento. Nunca había "nada más" cuando Miriam estaba cerca. Hacía años que estaba limpia, y todos hacían lo posible porque se mantuviera así. La cerveza estaba permitida porque a Miriam nunca le había gustado.
La única cosa en común que se había encontrado con su madre, hasta el momento.
Miró a Arnold voltear a verla, abrir la boca, volver a cerrarla y morderse los labios. Ella, fingiendo inspeccionar la lata, hizo como si no hubiera visto nada. Demonios. ¿Como se suponían que iban a hablar así? Y lo más importante, ¿De qué?
Ambos miraban al frente, incómodos. Cuando de pronto, como un bólido, la pequeña, sudorosa y ya muy despeinada Sophie se posó frente a ellos y soltó, con una gran sonrisa, una de las bombas atómicas que tan bien se le daba soltar desde que había aprendido a hablar (a muy temprana edad, por cierto).
—¡Adivina qué me dijo Edward! —y sin dar tiempo a que su madre siquiera abriera la boca, continuó: —¡Que sus papás también están divorciados! —Luego clavó la brillante mirada en un Arnold un poco en shock, y dijo: —Mi mamá es abogada, y mi papá también, por si necesitan alguno. Los dos son los mejores, aunque mi mamá es mejor que mi papá porque ella gana solo migajas.
Y desapareció igualmente como un bólido.
Bien. Al parecer ya tenían tema de conversación.
...
—Es muy inteligente... tu niña... —Soltó dubitativamente Arnold luego de carraspear un poco para cortar el aún más incómodo silencio que les había caído encima. Helga sonrió.
—También se emocionó cuando supo que su papá y yo nos divorciábamos —respondió sin atreverse a mirarlo del todo —. Cindy, la niña con la que andan jugando, le contó una vez a mi hija que sus papás eran divorciados, y que ahora tenía unos gemelos de hermanitos con su papá y con su otra mamá, y una hermanita con su mamá y su otro papá, y a Sophie le pareció lo más fascinante del mundo —sonrió sin proponérselo —. Me aterraba decirle que su papá y yo nos íbamos a divorciar, y cuando se lo dije, abrió muy grandes los ojos y me preguntó entusiasmada que si iba a contratar un abogado o yo iba a ser mi propia abogada —. Suspiró para luego vaciar lo último que le quedaba a su lata, y casi se atragantó cuando escuchó la risa de Arnold.
Después de tanto tiempo sin escucharla, le pareció el sonido más hermoso del universo.
Al fin se atrevió a mirarlo, y al fin se atrevió a darse permiso de esbozar una sonrisa.
—Los niños son increíbles —soltó Arnold moviendo la cabeza. Luego se puso un poco serio —. Ni siquiera sabía que Ed ya lo sabía. Y su madre y yo que no sabíamos cómo decírselo —. Levantó una mano y volvió a sonreír, respondiendo al saludo que le hacía su hijo en la distancia.
—Tal vez le comentó algo a Sophie y ella sacó esa conclusión. Como quiera que sea, es correcto, ¿eh?
Arnold soltó un suspiro tan profundo que parecía que se iba a desinflar.
—Sí —Asintió, apesadumbrado —. Creí que a Lorna no le importaba combinar ese estilo de vida con una familia; digo, ella misma me lo dijo... Pero casi en cuanto nació Edward comenzó a cambiar de opinión —. Helga clavó la mirada en él, pero él no la miraba; tenía la vista clavada en los niños que correteaban mientras reían escandalosamente —. Cuando lo tuvimos, ella decía que criaríamos a un hombre ejemplar, que vería el ayudar a otros como lo más cotidiano del mundo, y no sé cuántos enormes planes hicimos para él... pero todo cambió la primera vez que se enfermó de verdad.
Helga se mordió los labios para no gritarle que ella se lo había dicho, se lo había reiterado miles de veces, cientos de años antes. Se clavó los dientes en la blanda carne mientras recordaba tener esa misma plática con él, mientras sentía unas ganas incontenibles de gritarle porque ahí estaba él después de que le pasara eso con Lorna, pero había permanecido allá cuando había pasado lo mismo con ellos...
...Pero ellos no habían tenido hijos entonces.
—Comenzó a decir que era peligroso estar en un lugar donde no hubiera médicos especialistas ni hospitales con tecnología de punta si se necesitaban —Continuó él, con la vista clavada aún al frente, en su hijo, y tal vez en la hija de ella —. Luego le molestó que no habría buenas escuelas para él, y que tampoco éramos tan buenos para educarlo en casa... Luego quiso que su hijo creciera cerca de la familia, no en aldeas del otro lado del mundo, "alejadas de la mano de dios", como comenzó a llamarlas... —Se llevó una mano a la frente mientras fruncía el ceño —. Eran arranques temporales, en un principio. Luego recordaba lo mucho que le gustaba ayudarle a la gente, y se calmaba —. Lo miró suspirar mientras apretaba las comisuras de los labios. Helga podía ver la amargura reflejada en sus ojos, y se preguntó si parte de esa amargura se debería a ella; a su presencia que le recordaba la misma historia sucedida tantos años atrás... porque a ella sí. Un ligero estremecimiento la recorrió cuando la voz de Arnold continuó su relato: —. Pero un día Ed se cayó y se tumbó los dos dientes de enfrente...
Helga asintió para sí misma. Eso explicaba la temprana muda de dientes del pequeño.
Arnold continuó:
—Se puso histérica cuando vio toda la sangre, y me dijo que ya no podía más con eso y que se iba con su mamá —Alzó los ojos y describió un amplio arco con la mirada, para terminar cayendo sobre la de Helga —. Nosotros estábamos en medio de la creación de varios pozos de agua, y yo era el encargado de prácticamente todo, así que pensé que sería mejor si nos tomábamos unas vacaciones de ambos y de paso dejaba que Ed tomara otros aires —. Entonces frunció las cejas y su mirada se llenó de un dolor que casi la hizo levantarse y abrazarlo —. Y después de solo unas semanas de que se fue, de que no respondiera mis llamadas y solo me dijera que estaban bien mediante su mamá... Recibí, por correo, unos papeles de divorcio.
Helga levantó ambas cejas, sin saber qué decir. No podía decir que le alegraba su dolor, porque no era así.
...Pero, por otro lado... tampoco sentía ganas fungir como su consejera matrimonial.
—Rayos.
Eso fue todo lo que se le ocurrió decir luego de un largo rato. Claro que tenía preguntas qué hacerle; claro que tenía consejos qué darle, pero, ¿Cómo demonios hacerlo sin hacer aún más evidente el muy obvio y hasta ridículo parecido entre su historia y la de ellos?
Era demasiado incómodo y doloroso.
Aún así, Arnold la veía como esperando que dijera algo, así que decidió lo más fácil y hasta cierto punto, obvio.
Contarle ahora ella su historia.
—Lo mío fue mucho más banal —Soltó al fin, con un dejo de fastidio muy real —: La secretaria de mi esposo se embarazó, luego me enteré que era de mi esposo. Lo corrí de la casa y a los dos días me enteré que estaba viviendo en el departamento de su secretaria. Menos de un mes después, estábamos divorciados... —Resopló, tratando de fingir que no le importaba, que ya le daba igual —. Al menos ustedes podrían tener esperanza.
Lo último quién sabe de dónde le salió, porque hasta que lo dijo se dio cuenta de lo que acababa de decir, y miró a Arnold, igualmente sin pensar y quién sabe con qué expresión en su cara, y lo miró sonreír.
—Se supone que por eso estoy en esta ciudad -Soltó mientras volvía a clavar los ojos en el cielo que comenzaba a ponerse oscuro.
Muchas gracias por leer, y sobre todo por comentar esta historia.
Agradecimientos especiales a The J.A.M. a.k.a. Numbuh i (triple agradecimiento), Rosali Leon Huamani , Sandra Lobos (Cuádruple agradecimiento) y Alexiel Izumi. Son sus palabras las que me motivan a continuar con esto y no saben cómo me hacen el día cada vez que veo sus reviews.
Los amo a todos y les mando abrazos apachurrados.
¡Nos leemos!
