Capítulo 11: Preparativos de guerra
Sintió que solo había dormido cinco segundos cuando su hija le saltó encima, como loca, diciendo que abrían el parque en una hora y había qué llegar temprano para que Edward alcanzara a subirse a todos los juegos.
Se incorporó pesadamente, sintiendo los ojos secos y como llenos de tierra. Le dolía la cabeza y, bueno; tenía resaca.
"Maldita sea".
Cuando al fin pudo enfocar algo un poco más allá de su hiperactivo retoño, vio las caritas de los otros tres niños, todos igual de sonrientes y emocionados, y más allá a una Olga que no parecía haber dormido más que ella. Pero Olga sí sonreía, a pesar de todo.
—¿Está bien si compramos comida en el camino? —Preguntó una cansada Olga al tiempo que bostezaba.
—¡Síiiii! —Fue Sophie la que respondió —¡Unas hamburguesas!
El resto de los chiquillos vitorearon su elección. Tras ellos, Olga hizo cara de desagrado, pero más parecía por el escándalo que estaban haciendo que por la elección gastronómica de los infantes.
—Los llevaremos a donde quieran si dejan de gritar —. Soltó una somnolienta Helga, sin poder evitar fruncir el entrecejo también.
—¿Estaría bien si vemos la televisión? —Preguntó el hermoso Leonard, con los ojos grises de su padre mirándola con esa infantil solemnidad que siempre la hacía rendirse ante él.
—A ti no puedo decirte que no, y lo sabes —Le respondió con una sonrisa, y Sophie frunció el ceño.
—A mí me dices que no todo el tiempo.
—La última vez que te dije que no, querías aventarte del techo con una bolsa del super amarrada en tu espalda.
La aludida rodó los ojos.
—Era un paracaídas, mamá. Un prototipo —La miraba como si estuviera aclarándole que la tierra es redonda o que el agua moja.
—Ve a ver las caricaturas, anda —. Le respondió sin ganas mientras se llevaba una mano a la cara. En cuanto se quedaron solas, Olga se sentó a su lado.
—¿Y los papás de Cindy están de acuerdo con esto del parque de diversiones?
Olga asintió.
—Sí —Respondió a su vez —. Anoche le llamé a su mamá antes de acostarme, y está de acuerdo, solo que dijo que no iba a poder acompañarnos. Tiene terapia, creo. Ofreció mandar a la niñera pero le dije que no hacía falta... Al fin que alguien más va a venir.
Helga arrugó el ceño aún más. Olga le sonrió, incómoda.
—Lorna también viene. Parecía encantada de visitar un parque de diversiones de nuevo cuando le pregunté si podíamos llevar a Edward al día siguiente.
—La invitaste —Soltó, rodando los ojos mientras se recargaba en el respaldo del sillón.
—Ella sola se ofreció —Olga se encogió de hombros, a la defensiva, y Helga notó que la idea le gustaba casi tan poco como a ella —. Dijo que tenía siglos sin ir y que así habría más ojos para cuidar a los pequeños.
—Sí, tampoco es que yo le hubiera dicho que no... — Reconoció la menor de las hermanas.
Olga sonrió de repente, alzó un hombro y recargó la cara en él, mirándola de lado de una manera que hubiera hecho derretirse a cualquier hombre que la mirara.
—Podemos invitar también a Arnold.
Helga volvió a fruncir la cara. Claro; Nada mejor que obsequiarles a la pareja un maravilloso día en familia para que arreglaran sus diferencias...
Momento. Pero qué demonios estaba pensando. ¿Acaso estaba deseando que terminaran de fracasar como pareja, como familia? ¿Que el hermoso Edward tuviera que pasar por lo mismo que estaba pasando Sophie? ¿Quería que Arnold se quedara solo y miserable una vez más? ¿En qué clase de escoria nauseabunda se había convertido?
—¿Sucede algo, Helga? —Olga la miraba un tanto preocupada; ya se imaginaba la expresión que tendría en ese momento.
—Creo que es una buena idea, invitemos a Arnold — Respondió de pronto.
—¿Estás bien? —Preguntó ahora, pero Helga se limitó a hacerle un gesto afirmativo con la mano mientras se incorporaba al tiempo que comenzaba a marcar el número de Arnold.
"¿Helga? Hola, buenos días."
Su voz. Oh, su voz era tan bella... tan varonil y tan suave y a la vez tan profunda... Demonios.
—Buenos días, Arnold. ¿Cómo amaneciste? —Inquirió, incómoda y un tanto abochornada.
—Amanecí, que ya es algo —Respondió al tiempo que lo escuchaba reír.
—Sí, yo también. No sé si ya te informaron lo de...
—¿El parque de atracciones? Sí. Ya me dijo Lorna. Estaba pensando en unírmeles, si no es mucha molestia.
—¿Molestia? ¿De dónde sacas eso? Entre más, mejor. ¿No es lo que siempre dices, cabezón?
Arnold volvió a reír del otro lado de la línea, con más ganas esta vez, al parecer.
—Oh... Perdón por eso, Arnold. Algunas costumbres nunca mueren...
Ahora lo escuchó suspirar.
—No sabes lo que extrañaba tus apodos, Helga.
La ya familiar sensación cálida subiendo por sus mejillas volvió a asaltarla, y se descubrió a sí misma sonriendo sin comprender del todo en qué momento había comenzado.
—Eres un masoquista, Arnoldo.
—Y tú eres un dolor en el trasero. Por eso es que hacemos tan buen equi... —Se cortó de golpe, al tiempo que ella se mordía el labio. Escuchó un ruido extraño y estuvo casi segura que se había dado con el teléfono en la frente.
—¿Arnold? ¿Sigues ahí?
—Aquí estoy.
—Qué bien
Mentira. Casi rogaba por que hubiera colgado después de eso.
—¿A qué hora nos vemos? —Inquirió él, intentando volver al tema.
—No lo sé. Son las... ocho quince. ¿Te parece bien a las diez? Aún hay qué alistar a los niños y llevarlos a desayunar.
—A las diez entonces, muy bien.
—¿Podrías decirle a Lorna también?
—Claro.
—Bien. Nos vemos allá.
—Nos vemos.
Colgó.
—¿A las diez, Helga?
Fue Olga la que habló ahora.
—Sí, ¿Por qué?
—¿En cuánto tiempo crees que vamos a arreglarnos todos? ¿Y a desayunar?
La aludida se encogió de hombros.
—Yo me baño en cinco minutos y me arreglo en diez. Puedo bañar y arreglar a las niñas en otros veinte, mientras tú arreglas a los niños. Llegamos en cinco minutos a un puesto de hamburguesas y...
—Y no nos alcanza el tiempo, Helga. Yo no me arreglo en diez minutos y estás loca si piensas que te voy a dejar salir solo con una coleta, jeans y brillo labial.
—Solo vamos al parque de atracciones, Olga —Soltó Helga mientras rodaba los ojos una vez más.
—Por supuesto que no; Vamos a la guerra —. Sentenció entre dientes mientras la empujaba por la espalda hacia el baño de su recámara.
Olga se bañó primero mientras Helga metía a bañar a los niños de dos en dos: Primero Leo y Ed y luego Sophie y Cindy. Los niños estaban terminando de vestirse cuando las niñas salían de bañarse, y entonces llegó Olga medio vestida y con una toalla aún en la cabeza para relevarla y que ella se metiera ahora a bañar.
Cuando salió, aún empapada de la ducha, Olga la tomó del brazo y la arrastró hacia la cama. Sobre ella había una muda de ropa (innecesariamente elegante, por cierto), que no conocía.
—¿Y esto? —Inquirió Helga levantando una ceja.
—Esto es un poco de la ropa que te compré en Praga, hermanita. Es un...
—Me da igual lo que sea, Olga. Solo vamos al parque de diversiones; me veré ridícula usando eso.
Olga abrió la boca inmediatamente para protestar, pero pareció cambiar de idea a mitad de camino. Miró la ropa, la miró a ella y luego de nuevo a la ropa.
—Bien —Soltó al fin Olga, que arrojó de un manotazo la falda y la blusa innecesariamente elegantes, dejando solo el saquito del conjunto y luego de revolver de nuevo su maleta, sacó unos jeans nuevos y una blusa preciosa de seda color salmón, un collarcito de oro y una gorra de alguna marca cara de esas que tanto le gustaban a su hermana.
—Ponte esto; irán bien con el blazer. Era mi parte favorita de todo el conjunto, de todas maneras —Helga miró con el ceño fruncido la única prenda que había sobrevivido a la antigua selección y la acercó a su cara.
—No quiero que parezca que me esmeré demasiado para esto, Olga...
—Te verás elegante, pero casual; descuida. Yo sé de estas cosas.
Helga ya no dijo más; sabía demasiado bien que cualquier tipo de resistencia en esos casos era por demás inútil, así que comenzó a vestirse mientras Olga encendía la secadora de pelo y hacía lo suyo. Cuando fue su turno de mirarse en el espejo, no pudo negar que se veía muy bien, y, aunque no quisiera aceptarlo, Olga tenía razón. Se veía elegante pero sin parecer que hubiera puesto demasiado esfuerzo en ello... y es que, ahora que lo pensaba, en verdad no lo había puesto.
—Te ves regia —Dijo su hermana mientras la tomaba de los hombros y la miraba orgullosa —. Ahora vamos al maquillaje y peinado.
Y de nuevo, Olga tenía razón. Para cuando terminaron, apenas llegarían al restaurante a las diez, así que, luego de acomodar a los niños en el auto, Helga le envió un mensaje a Arnold sobre que apenas iban a desayunar y el lugar en el que estarían. Arnold le respondió que él y Lorna ya estaban en el parque, y que si no les importaba, iban a ir entrando en lo que ellos comían.
Aún contra su voluntad, Helga sintió una punzada bastante desagradable en el estómago, pero no le quedó más que decirle que estaba bien, y que los veían adentro.
Hola a todos, cuánto tiempo, ¿verdad?
Si les soy sincera, medio me olvidé que estaba publicando esto. Simplemente estaba distraída, supongo. A veces simplemente te preguntas si alguien continuará leyendo, aunque las gráficas digan que así es.
En fin. Muchísimas gracias por los reviews que han dejado (aunque en el pasado capi nadie comentó T_T). Igual no pienso dejar tiradas las historias, haya o no comentarios. Es solo que a veces la vida te arrastra hacia otras playas, y luego de repente te arrastra de nuevo a puerto.
En fin.
¡Nos leemos!
