Capítulo 12: Mediodía
Habían tardado más en elegir la comida que ellos en engullírsela como pelícanos, y ahora gritaban como cotorros por encima de la mesa sobre todos los juegos a los que iban a subirse. Olga les ofreció un postre solo para mantenerlos callados un par de minutos más, en lo que ellas terminaban de comer.
—Se van a vomitar en el primer juego mecánico en el que se suban —. Le susurró Helga a su hermana mientras los veía ahora engullir casi entera la enorme rebanada de pastel de chocolate en los platos de cada uno.
Olga se encogió de hombros mientras sonreía de lado.
—Entonces no nos subiremos a los mismos juegos que ellos hasta que hallan hecho lo suyo.
No pudo evitar reírse. Le encantaba cuando su hermana se salía de su papel de niña buena y se permitía ser una Pataki.
—¿Qué dijeron que iban a hacer papá y mamá? —Le preguntó Helga mientras terminaba de comerse el último bocado su hamburguesa.
Olga se encogió de hombros.
—Algo sobre un tour por los museos de la ciudad que, convenientemente, ya habían pagado. Ya sabes; cualquier pretexto con tal de evitarse un fin de semana rodeados de chiquillos gritones.
—¿Y Adam?
—Una junta relámpago urgente —Respondió al tiempo que rodaba levemente los ojos, luego agregó, sonriente —. Pero me dejó su tarjeta de crédito, así que todo está compensado.
Helga volvió a reírse, aunque con un pinchazo de culpa. No le gustaba despilfarrar el dinero de su cuñado de esa manera. Era verdad que tenía mucho, pero ese no era pretexto para gastárselo solo porque sí. Y lo que más le molestaba, era que si se ponía digna y pagaba todo ella, no alcanzaría a llegar a fin de mes.
Al fin los pequeños rapaces terminaron de destrozar sus rebanadas de pastel y el mesero les trajo la cuenta. Helga no quiso ni ver cuánto había sido porque Olga, como siempre, había elegido de lo más caro.
Cuando subieron a los niños a la enorme camioneta de Olga, estaban todos tan llenos que no dijeron palabra en todo el camino, y la mitad estaba ya dormido cuando llegaron al bendito lugar.
Mientras Olga encontraba un lugar para estacionarse, Helga procedió a llamarle por teléfono a Arnold, pero no le respondió ninguna de las tres veces que le llamó. Tampoco parecía haber leído los mensajes.
—Debe estar subido en alguno de los juegos —Dijo Helga ante la mirada extrañada de su hermana mayor.
—O recordando viejos tiempos — Propuso esta mientras se encogía de hombros, y puso demasiada atención a la reacción de su hermana, para fastidio e incomodidad de la misma.
—Pues ojalá que así sea —Sentenció la otra sin demasiada convicción, y luego abrió la puerta, se bajó y abrió la de los niños —. ¡A ver, muchachos, ya llegamos! —. Exclamó en voz bastante alta, y tanto Cindy como Leo se despertaron en el acto con los ojos muy abiertos. Sophie sonreía de lado a lado, deshaciéndose casi al instante de la somnolencia que la había embargado (unos tres minutos más de camino y hubiera caído dormida) y Ed miraba todo con ojos desorbitados por el asombro. El pobre nene seguro que no había visto un lugar así en su vida.
—Solo seremos nosotras dos, de momento —Agregó Olga, que ya se había puesto a su lado —. Así que cada una de nosotras llevará a dos niños.
—¿No van a venir mis papás? —Inquirió el pequeño Ed un tanto decepcionado, y Olga le dirigió una dulce sonrisa.
—Tus papá ya están aquí, cariño. Solo que no escuchan el teléfono por el ruido. Pero no te preocupes; una vez que entremos, los encontraremos en un santiamén.
Edward le sonrió encantado y el resto de los niños procedieron a hacer lo mismo. Sophie tomó de inmediato la mano de su madre, mientras Leo tomaba la de la suya. Para su sorpresa, Cindy corrió hacia Olga y tomó la mano restante. Sophie, que la miraba también, entrecerró los ojos y frunció el gesto mientras negaba con la cabeza. Hasta entonces notó la mirada de casi idolatría que la pequeña Cindy le dirigía a Leo, y sonrió. Cómo no se había dado cuenta antes.
Entonces, mientras miraba el paisaje demasiado familiar y nostálgico para ella, la pequeña manita de Edward se cerró sobre la suya.
—¿Está bien si me voy con ustedes, señora Stevens?
—Es señora Pataki, Edward. Y por supuesto que puedes venir con nosotras. ¿Verdad, mamá?
—Por supuesto que sí —Respondió Helga, sonriente, mientras veía esos ojos tan verdes e idénticos a los de su padre —. Pero puedes llamarme solo Helga, si gustas —. Agregó, para no confundir al niño sobre la disonancia entre los apellidos de su hija y ella. De seguro su madre usaba el apellido de Arnold, pensó con un dejo involuntario de molestia.
El niñito bajó la vista al suelo mientras se sonrojaba un poco.
—Mamá dice que es grosería llamar por su primer nombre a los adultos.
—Entonces llámame como te sientas cómodo, cariño —Le respondió esta calmadamente, sonriendo, aún cuando sentía la punzada de molestia en la boca del estómago intensificarse al oír ahora mencionar a Lorna.
—¿Y si la llamas tía Helga? —Intervino la pequeña metiche de siempre — Así la llama Cindy, y obviamente también Leo. ¿Por qué no la llamas así? No es grosería llamar a un adulto por su nombre, si antes lo llamas "tío" o "tía", ¿Verdad, mamá?
Pero los que respondieron antes de que Helga pudiera reaccionar fueron los otros dos niños, apoyándola fervientemente... Y luego los respaldó una sádica Olga, que sonreía maliciosamente también.
—Qué maravillosa idea, cariño. Entonces a mí también puedes llamarme tía Olga, y así todos seremos una gran familia feliz.
Edward sonrió por fin, y Helga ya no dijo nada. Qué más daba un poquito más de infierno.
—Muchas gracias, Olga —Le susurró a la pasada, y Olga soltó una risita cantarina que los niños imitaron aún sin saber a qué se debía.
Llegaron a la taquilla, Olga mostró su pase mega especial y todos entraron sin tener qué hacer fila, caminaron un poco y Sophie pidió subirse al primer juego que vio. Todos respaldaron su petición y entraron solos, ya que era un juego infantil. Helga sacó su teléfono para volver a llamarle a Arnold cuando miró que ya le había respondido su mensaje.
"Nos vemos en la entrada en diez minutos. ¿Te parece?."
Helga frunció el ceño. No los había visto. Le respondió señalándole dónde se encontraban en ese momento, y en apenas un minuto ya estaba ahí acompañado de su exuberante, alta y bellísima ex esposa... O esposa, la verdad era que no lo recordaba con certeza.
—¡Helga, Olga! Les agradezco tanto que se hayan tomado esta molestia por mi niño, ambas son encantadoras.
Olga le respondió con una sonrisa radiante como el sol. Helga apenas pudo dirigirle una sonrisa a medias, nerviosa e incómoda.
—En verdad no fue nada... Todo esto fue idea de Sophie...
—Y nosotras estuvimos encantadas de respaldarla —. Agregó inmediatamente Olga, mientras tomaba a la morena de un hombro y comenzaba a preguntarle algo sobre cuánto tiempo tenía sin subirse a una montaña rusa al tiempo que caminaban hacia un lugar cerca de donde estaban paseando los niños en ese momento.
Helga se dio cuenta entonces de que Arnold estaba parado junto a ella.
No pudo evitarlo; lo volteó a mirar. Arnold la miró a su vez y le dirigió una sonrisa nerviosa.
—Y... ¿Cómo va todo? —Inquirió Helga mientras le respondía la sonrisa con una igual de incómoda y se metía las manos en los bolsillos de los jeans.
—Bien... bien. Hemos hablado mucho sobre Edward y... tú sabes... Cómo le va en la escuela y todo eso. Se está adaptando bastante rápido, y más con todos estos amiguitos que está haciendo... Creo que no tendrá problema con quedarse en la ciudad...
El rubio se había llevado las manos a las caderas y veía el suelo con una curiosidad casi científica.
—Entonces... ¿Se van a quedar? —Inquirió Helga, con mucho más interés del que hubiera preferido mostrar; Rayos.
—Lorna y Edward definitivamente —Respondió mientras volteaba de nuevo a mirarla con esa sonrisa tan artificial que casi daba miedo —. Es lo mejor para todos. Lorna necesita despejar su mente y Ed necesita conocer lugares distintos; adaptarse a... tú sabes... Todo esto...
Helga no sabía qué decir, así que cuando Sophie llegó con ella riendo y gritando algo sobre que Leo y Cindy se habían vomitado al bajar del juego, Helga no pudo más que agradecer la interrupción, mientras Arnold corría a ver en qué podía ayudar. Para cuando llegó, Olga y Lorna ya se hacían cargo, y miró a Arnold sonreírle de una manera tan hermosa a la madre de su hijo que a Helga casi le dan arcadas también.
"Basta, Helga. ¿Acaso vas a dedicarte a sabotearle su cita a Arnold ahora también? No sabía que habías cumplido cinco años ayer junto con Sophie." Pensó, malhumorada, mientras Sophie le señalaba el juego al que quería subirse ahora.
Nuevo capítulo servido. Muchísimas gracias a The J. A. M. a. k. a. Numbu Guest por sus amables reviews. Prometo que haré todo lo posible por ya no tardarme tanto, ni volver quejarme como niña chiquita.
... y ya no sé qué más decir, así que, ¡nos leemos!
