Advertencia: Este capítulo trata temas delicados sobre embarazo y cosas que pueden ir mal. No quiero hacer mucho spoiler, pero no vaya a ser que haya alguien con algún tipo de problemas sobre leer eso... en fin.
Capítulo 15: Memorias
Ya no hubo tiempo de hablar. Los niños querían seguir paseando, y Helga casi agradecía ya no seguir la plática.
Ella lo había arruinado en ese entonces; Le había dolido demasiado lo de Arnold. Se había sentido como si literalmente le hubieran arrancado el corazón del pecho.
Se había sentido como una concha vacía a veces, y a veces se sentía como en llamas. Solo el alcohol la había nublado lo suficiente para adormecer un poco eso que la estaba matando, y cuando el dinero no le había alcanzado para beber sola en su pequeño departamento de estudiante, ahora vacío salvo por ella, se había dedicado a ir a donde sea que pudiera conseguirlo gratis.
Ahí había conocido a John. Ahí había tenido sexo con él, quién sabe en dónde, y no había vuelto a verlo hasta que había descubierto, unas semanas después, que estaba embarazada.
A un año de graduarse, llena de deudas y sin un centavo, con un trabajo de mierda y una resaca constante; estaba embarazada de quién sabe quién. Algún chico igual de quebrado e irresponsable que ella, de seguro.
No podía tener a ese niño. Por las circunstancias y porque había abusado de todo lo que no se debía de abusar durante el embarazo; pero sobre todo por la culpa. Había estado con Arnold por tantos años, y siempre le había tenido miedo al embarazo. "Somos muy jóvenes" Le había respondido aquélla vez que se lo había propuesto, un par de meses antes de que todo se fuera a la mierda. "Estamos muy jóvenes y no tenemos nada, y estamos en medio de la nada".
"Nos tenemos el uno al otro" Le había respondido él mientas la abrazaba, sonriendo "y tenemos el mejor lugar del mundo para enseñarle a nuestro hijo lo que es verdaderamente importante en la vida".
Su abrazo había sido dulce y gentil, como siempre. Pero ella solo había sentido calor, aún más calor del que sentía ya usualmente, el cual era demasiado. Así que se había zafado de este de la manera menos grosera posible, y de la misma manera había intentado explicarle que no iba a tener a su hijo en medio de esa miseria.
Eso era lo único que había visto siempre.
Era hermoso ver a la gente feliz cuando al fin tenían agua corriente en su poblado, por supuesto. Era hermoso ver a personas unidas de todo el mundo, trabajando codo a codo con esa noble causa, también. Ver el montón de gente que enviaba dinero para sufragar todo eso... Y Helga siempre se había preguntado por qué no podían estar ellos de ese lado de la moneda... de los que viven en ciudades, con aire acondicionado y salas de cine gigantescas, con la felicidad de saber que estás haciendo algo por retribuirle a la sociedad. Para calmar un poco tu conciencia por haber nacido en un lugar privilegiado frente a una gran población del mundo que la tenía mucho peor.
¿Por qué no podía estar en ese cómodo limbo sin mosquitos ni la certeza de que lo mucho o poco que hiciera una sola persona no iba a solucionar nunca los problemas del mundo?
Quería sentirse mal por su posición privilegiada solo de vez en cuando, y acallar a la conciencia con un donativo que realmente no le significara tanto... O tal vez sí, pero eso la quitaría de estar lejos del calor sofocante, de los mosquitos y los animales que literalmente podrían devorarte si te alejabas lo suficiente de la civilización.
Qué más daba si todos esos sacrificios la llevaban al cielo en la otra vida, si para ello antes tenía qué vivir ese infierno...
Se había sentido terrible por estar ahí, y por sentirse así por estar ahí. Todos parecían felices, menos ella. Ni siquiera el tener a Arnold junto a ella, amándola más que nunca por ello, la hacía sentirse mejor. Ni siquiera el que comenzara a contemplar el que formaran una familia. Ya le había propuesto casarse también, y ella no había querido. No ahí, y lo peor era que, estaba casi segura, si no hubiesen estado ahí, en medio de la nada, Arnold muy probablemente aún no consideraría ninguna de esas opciones.
Era como si el que lo estuviera acompañando ahí, fuera la prueba que él necesitaba para saber, sin lugar a dudas, que ella era la indicada.
Y si ese era el caso, definitivamente ella no era la indicada, y al final había quedado claro cuando él había elegido quedarse aún sabiendo que ella se iba y ya no volvería, ni siquiera por él.
Y así había rechazado todo lo que él le proponía, y había vuelto a esa vida a la que estaba tan acostumbrada, y había seguido en el infierno, pero sin él. Había cambiado sus abrazos y sus sonrisas por un clima más agradable y una mejor salud, solo para destruírsela abusando de todo lo que podía abusar para aliviar un poco el dolor de estar sin él.
De haber sabido que iba a terminar miserable y embarazada de todas maneras, al menos se hubiera embarazado de Arnold, que no era como que le hubieran faltado oportunidades. En cambio, ahora llevaba al hijo de quién sabe quién, ahogado en alcohol desde el primer segundo de su existencia. Qué brillante futuro le esperaba al pobre desgraciado, con esa madre y esas circunstancias.
Había querido hablar con quien fuera, pero no tenía a nadie. Conocía a muchas personas, pero nadie a quien pudiera llamar de verdad "amigo".
Sus únicos amigos reales eran Arnold y Phoebe, y a Arnold obviamente no iba a contarle eso (no pensaba contarle nada ya) y a Phoebe tampoco podía contarle nada, porque estaba en otro estado muy metida en su carrera y no quería distraerla con eso. Además de que no podría ayudarla realmente en nada, así lo dejara todo y fuera ahí a verla, ¿de qué le iba a servir eso? y además cabía la posibilidad, aunque muy, pero muy remota, de que terminara contándole a Gerald, y así, igualmente terminaría enterado Arnold.
¿Y su familia? Oh, no es como que hubiera contado con ellos para algo, de todas maneras.
Así que hizo de tripas corazón y decidió tragarse todo eso sola. Intentó terminar con todo eso sola, y se dio cuenta de inmediato que no podía, así que fue a buscar a la única persona que genuinamente podría tener algo de interés en ese asunto, y buscó a ese chico increíblemente guapo que había conocido en aquella fiesta de fraternidad, aquél con el que había platicado desde que sus compañeras de parranda la habían abandonado. Ese chico de cabello oscuro y sonrisa inteligente, que sabía de tantas cosas... ese con el que había hecho eso tan estúpido y que ahora sentiría al menos un poco de las consecuencias con las que tenía qué lidiar ella.
Lo había encontrado más fácil de lo que había pensado, y había parecido encantado de verla. Le había sonreído en cuanto la había mirado y le había dicho que no había podido dar con ella pese a haberla buscado mucho, y que le encantaría conocerla mejor. Que estaba feliz de que ella lo hubiera encontrado.
Le había tomado tres citas con él el decirle la verdad de por qué lo había buscado, y él había respondido sorprendentemente bien.
No había estado encantado con la idea, pero tampoco había sido el drama que ella esperaba. Su primera reacción había sido de pánico, sí. Pero se había quedado ahí, se había sentado con ella y le había tomado de la mano. Le había preguntado de una manera bastante amable si estaba segura de que era suyo, y le había creído cuando le había dicho que sí. Le había preguntado qué quería hacer, y ella le había respondido con la verdad: Le había dicho que no sabía. Que había intentado terminarlo, pero que no se había atrevido, y que ahora estaba sola y confundida y muy asustada.
John le había sonreído y la había abrazado, y le había dicho que iba a estar ahí, con ella, hasta que se decidiera.
Se habían visto casi todos los días. Él se le presentaba al azar llevándole comida y la invitaba a caminar o al cine. A veces le llevaba flores. Ella extrañaba con toda su alma a Arnold, pero John, luego de saber la situación, nunca había pretendido nada con ella, pero aún así se daba su tiempo para distraerla y hacerle la situación más llevadera. Incluso la había ayudado monetariamente después de un tiempo, cuando el embarazo había comenzado a exigirle gastos extras.
Después de su primera cita ginecológica, a la que él la había acompañado y había descubierto que ya tenía tres meses, había decidido tenerlo, y tal vez darlo en adopción. Ya lo decidiría cuando naciera.
El chico había estado de acuerdo, y ya por el fin del segundo trimestre, le había dicho que, si de casualidad decidía quedárselo, él la ayudaría con mucho gusto en todo lo que necesitara y lo reconocería como suyo.
John siempre había sido respetuoso con ella. Después de aquélla vez (de aquella borracha primera vez), no había vuelto a intentar tocarla; ni siquiera en el primer par de citas antes de saber las intenciones reales de la chica.
Él no salía con nadie más, y se había olvidado de sus fiestas de fraternidad al saber que iba a ser padre, sea cual fuera el futuro que le esperara a su hijo.
Helga también había abandonado la bebida y las fiestas, y se había dedicado aún más a la escuela y al trabajo; De alguna manera, su comportamiento irresponsable y auto destructivo habían terminado encausándola, y el tener un problema aún más grande que el perder a Arnold, una preocupación más grande que estar sin él, la había hecho olvidarse un poco de su dolor y seguir con su vida a pesar de todo; Maldita sea, si hasta sus calificaciones habían mejorado y había recuperado el contacto con amistades en común con Arnold que había abandonado al volver de África sola.
Y John... John había sido un gran apoyo... y había comenzado a preguntarse si no sería buena idea quedarse con el niño (ahora sabía que era un niño) y tal vez... criarlo con John... Él le había dicho que estaría encantado de estar en la vida de su hijo constantemente, como su padre. Y ella lo había estado considerando, especialmente después de no haber tenido ningún intento de comunicación de parte de Arnold... No que ella lo hubiera intentado tampoco...
Pero no tuvo qué decidir nada, porque el destino había tomado la decisión por ella. Y una mañana, en el séptimo mes de embarazo, se había despertado en medio de un mar de sangre, y para cuando había llegado al hospital, no había habido demasiado qué hacer.
Se había ido a casa de sus padres, por petición de ellos, un par de meses. Su padre al fin había enterrado el hacha de guerra al ver el desenlace que había tenido todo ese estilo de vida y la horrenda cadena de malas decisiones que había tomado su hija y que él tanto había condenado. Había decidido que ya había tenido un castigo suficiente, al parecer, y había tenido un poco de tiempo para sanar.
Cuando al fin volvió a la universidad y se enteró, por medio de amigos en común, que Arnold se había casado allá por donde andaba, ni siquiera le había importado. Ya nada le podía doler tanto como haber perdido a su bebé. John la había buscado de nuevo y habían intentado tener una relación después de que él se lo pidiera, pero luego de unos meses habían decidido que no iba a funcionar. Lo que los había unido en primer lugar, era lo que ahora más los ponía tristes. Así que, sin ningún tipo de rencor, se habían separado, y aunque habían intentado seguir siendo amigos, cuando menos se lo esperaron, su contacto se había reducido a un saludo casual por los pasillos del campus.
Poco después se habían graduado, y fue hasta un par de años después, cuando Helga al fin había podido entrar a una firma de abogados medianamente exitosa, que se había encontrado con John de nuevo. Volvieron a hacerse amigos, y luego de un tiempo, le había confesado que había estado enamorado de ella desde el primer momento, y que estaría encantado de que le diera una oportunidad, y ella se la había dado porque Arnold ya no era más que uno de sus tantos recuerdos dolorosos; de los tantos anhelos incumplidos, y porque John se había vuelto una constante en las pocas cosas buenas que tenía en su vida, y porque en verdad disfrutaba estar con él. Porque él también era bueno, pero con moderación. Era ambicioso y le encantaban los gustos mundanos que ella tanto amaba también, porque era inteligente y tenía muy buen don para el dinero.
Le había propuesto casarse a apenas unos meses de salir juntos, y ella había dicho que qué diablos, que por qué no. Ella tenía derecho a ser feliz también.
Y lo había sido. Por Dios que lo había sido. Sus padres, y especialmente su padre, habían estado encantados con la idea. John era todo lo que Bob esperaba en el tipo que se fijara en su hija: Era inteligente, educado, y lo más importante: Era ambicioso y su carrera estaba despegando como un cohete, lo que le significaba una gran estabilidad económica. Después de todo, Olga había dejado la vara muy alta después de conseguirse al hijo de un millonario. Pero como siempre esperaban mucho menos de ella, se habían conformado con el abogado que comenzaba a hacerse un nombre por su cuenta.
A ella también le iba bien, pero por algún motivo había terminado siendo la abogada que se hacía cargo de los casos que nadie más quería; esos que significaban mucho trabajo y poco dinero. Y como él se quedaba, generalmente, con los que dejaban más fama y dinero, habían encontrado un punto de equilibrio.
Poco después había llegado Sophie, igualmente sin planearse, pero muy deseada en esta ocasión. Y habían estado bien... Todo había estado bien hasta que John había embarazado a su secretaria, ella lo había corrido de la casa y él había terminado yéndose a vivir con su amante.
No sabía por qué le extrañaba. El tipo al parecer era incapaz de dejar sola a una mujer embarazada...
Espero les guste este nuevo capítulo, aunque sea puro recuerdo.
Agradecimientos especiales a The J. A. M. a. k. a. Numbuh i, mvzalidag y virmor25 por sus reviews.
Y sin nada más qué decir, ¡nos leemos!
