Contenido: Yaoi, oneshot, fluff(?), angst, un poco de drama, etc. Parte de la serie #Flufftober2023 propuesto por la página "Es de fanfics".
Pareja: BajiFuyu (Baji Keisuke x Matsuno Chifuyu)
Disclaimer:
Hikari: Ya sé que esto tiene punta de no ser fluff pero oigan, jamás hay que desaprovechar una oportunidad para escribir de mi hermoso BajiFuyu jajaja. No hace falta decir que ni Tokyo Revengers ni sus personajes me pertenecen, todo es auditoría de Ken Wakui, por lo que este fanfic fue escrito únicamente por ocio y no tiene fines lucrativos.
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#Flufftober2023, 27 – Origami
- ¡Eres muy malo en esto, Takemicchi! - se quejaba con rudeza su compañero mientras apuntaba con el dedo la pequeña hoja de papel que el otro mantenía entre sus manos- ¡Este doblez está mal!
- ¿Eh? ¿Cómo puede estar mal? - se trataba de defender nervioso, girando de todas las maneras posibles para comprender a su amigo- ¡Eres tú el que no sabe explicar! ¡Tampoco a ti te salen perfectas!
- ¡Las mías sí que salen perfectas! ¡Solamente que…! - hubiese seguido con sus excusas de no ser porque la campanada de la escuela resonó con fuerza por el lugar, marcando las horas finales y anunciando al poco alumnado que continuaba en las instalaciones que se prepararan para regresar a casa.
El cielo naranja y las manecillas del reloj del fondo fueron suficientes para hacer consciente a Chifuyu de lo tarde que era. Su compañero, que ni siquiera era alumno de aquella escuela, suspiró con cansancio cuando notó cómo Matsuno se apresuraba en guardar sus cosas y tomaba el papel a medio doblar de sus manos.
- ¿Hoy también irás al hospital? - preguntaba, tratando de no parecer demasiado indiscreto.
-Si. Dile a Mikey-kun y al resto que estaré sin falta en la reunión de mañana.
De haberlo visto de frente, Chifuyu se hubiese percatado del semblante tan serio que hizo Takemicchi luego de lo que dijo, claramente queriendo decir palabras que no se atrevía a soltar.
Cuando Matsuno terminó de guardar, tomó su maletín y una bolsa enorme de plástico rellena de diferentes figurillas de colores en su interior, la cual, trató con cuidado para no aplastar cuando pretendía salir corriendo del aula. La mitad de su cuerpo ya estaba en el pasillo cuando la voz de su amigo volvió a llamarlo.
-Chifuyu- A pesar de haberlo detenido, Takemicchi pasó su mirada por varios puntos antes de regresar hacia su amigo, mordiéndose el labio inferior en el proceso- Ve con cuidado…
-Por supuesto- alzó su pulgar derecho antes de retomar su carrera. El eco de sus pasos no tardó en disiparse a lo largo del pasillo.
Takemicchi se maldijo por no haber encontrado el valor para confrontar a su compañero.
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-Con permiso…- murmuró con suavidad Chifuyu mientras deslizaba la puerta de la habitación. Cerciorándose de que no se encontraba nadie más, como alguna enfermera o doctor, suspiró aliviado al no notar a nadie más. Con cuidado dio varios pasos hasta llegar a la camilla que se encontraba a un lado de la ventana. Empujó con cuidado la cortina que se encontraba recorrida y tragó fuertemente al notar a quien yacía dormido sobre aquel colchón hospitalario.
Baji Keisuke, no había cambiado ni un milímetro de la última vez que lo había visitado. Ni tampoco de la vez anterior a esa, ni mucho menos a la pasada de aquella. Su semblante pálido era mayormente tapado por la mascarilla que descansaba sobre su nariz y boca. El incesante ruido de las maquinas, que en un principio le parecían escandalosas, ahora le brindaban tranquilidad, especialmente aquella que marcaba el ritmo cardiaco del joven.
-Ya estoy de regreso, Baji-san- con una sonrisa triste, el rubio dio una rápida reverencia antes de rodear la camilla hasta llegar a la ventana, una última brisa nocturna acarició su piel antes de que la cerrara.
Las flores en el mueble, la ropa limpia doblada sobre una silla, la maleta debidamente acomodada… estaba claro que Baji había tenido visitas antes de que él llegara. "Seguramente su madre", pensó sin demasiados miramientos.
-Baji-san, el día de hoy Takemicchi trató de ayudarme con lo de las grullas- comenzó a hablar, mientras encontraba un pequeño banco en donde tomó asiento, justo a la derecha del pelinegro- Pero fue todo un lío. El muy torpe no es muy bueno con las manualidades. Aunque yo tampoco lo era al principio, poco a poco estoy tomando práctica.
Fue evidente que Chifuyu no recibió ningún tipo de respuesta, a pesar de hablar con buen volumen de voz y con lo que pretendía ser un tono carismático. Tratando de ignorar el nudo que se formaba en su garganta, el rubio se alborotaba a si mismo su cabello antes de continuar.
- ¡Mira! ¡Con las de hoy he llegado a 65 grullas en total! Aunque se me ha terminado el papel, así que seguramente seguiré con un poco más mañana- Chifuyu se levantó, esta vez para alzar la bolsa que había estado cuidado desde que salió del colegio. Con mucho cuidado y paciencia, sacó todas las piezas de papel para que cayeran sobre las piernas inmóviles de Baji, algunas de ellas llegaron hasta el suelo.
-Puede que dentro de poco llegue al fin a 100 grullas y con eso puedas despertar, Baji-san- su voz sonó más temblorosa de lo que pretendía- Debo decirte algo importante cuando ese momento llegue…- Sintiendo su vista nublarse, rápidamente pasó el lado interno de su brazo para borrar cualquier atisbo de lágrimas de sus ojos.
Recuperando su buen humor, rebuscó entre su mochila antes de sacar su libreta de matemáticas, la cual llevó corriendo entre sus manos hasta el banco donde nuevamente tomó asiento.
- ¡Si te atrasas otra vez en los estudios, tendrás que volver a repetir año, Baji-san, y eso sería terrible! ¡Quiero que nos graduemos al mismo tiempo así que no puedes atrasarte! - abriendo la libreta sobre sus piernas, dio una gran bocanada de aire antes de continuar- ¡Hoy repasaremos factorización!
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- ¡Bien, la reunión ha terminado! - gritó con dureza Draken, el vicecapitán de la ToMan, antes de que todos soltaran un "gracias por su arduo trabajo".
Poco a poco los adolescentes fueron dispersándose en pequeños grupos haciendo que los motores de motocicletas se fuesen alejando poco a poco del templo en donde solían reunirse los pandilleros. Como era común, los últimos en irse siempre eran varios de los capitanes y vicecapitanes.
- ¿Hoy no irás al hospital, Chifuyu? - preguntó con un tono de melancolía Mitsuya, ese tipo de palabras que diría un hermano mayor con cuidado a sus hermanitos.
-No, hoy no. La madre de Baji-san seguro que estará ahí y no me gusta mucho encontrármela, aun si es de casualidad- esbozó una forzada sonrisa. Mitsuya, palmándole la cabeza, no quiso hacer más preguntas para evitar incomodarlo.
Todos sabían lo que el rubio estaba haciendo. Era quien más visitas le hacía a Baji, quien había entrado en estado en coma desde aquel catastrófico 31 de octubre. Las semanas seguían transcurriendo y no mostraba señales de poder despertar.
Al principio todos hacían visitas continuas, pero era claro que tener a una bola de adolescentes pandilleros causaban más molestias que apoyo hacia el paciente, así que determinaron que lo mejor sería mantenerse al tanto, pero a la distancia. Claro está que Chifuyu era de los únicos que aún se mantenía demasiado constante en sus rondas hacia ese lugar.
Takemicchi les mencionó en algún momento sobre que alguna vez Chifuyu había sido reprendido por la madre de Baji, quien a pesar de no culparlo ni un poco por el accidente de su hijo, sí que le levantó la voz por seguir tan arraigado hacia Keisuke. Ninguna madre quisiera aceptar que su hijo puede que jamás despierte, pero la señora Ryoko dejó en claro a Chifuyu que mientras más rápido se olvidara del ex capitán de la primera división, menos dolor tendría que experimentar.
"Solo eres un niño, no debes tomar esta carga", fueron sus duras palabras adultas.
Pero Matsuno no parecía dispuesto a simplemente alejarse del caso.
- ¿Chifuyu, no irás a casa? -preguntó Takemicchi, al notar que era el último miembro de la pandilla y que éste, en lugar de levantarse para seguir al resto, parecía acomodarse de mejor manera en el suelo del templo de madera. Sacando de uno de los bolsillos de su chaqueta algunas hojas cuadradas de colores.
-No, me quedaré un rato más. No puedo hacerlas en casa porque mamá podría descubrirme- sonrió con la ingenuidad de cualquier niño, de manera brillante y sincera. Sin embargo, Takemicchi no parecía contagiado por dicha actitud.
-Te ayudaré, pero tienes que volverme a explicar el proceso- caminó para tomar asiento al frente del chico, pero su compañero no parecía demasiado convencido.
-Planeas pasar a casa de Hina-chan antes ¿no? Si te quedas aquí se hará más tarde- Takemicchi parecía estar buscando cualquier excusa, pero Chifuyu habló más rápido- No te preocupes, compañero, solo me quedaré un rato.
Sin querer darle por completa la razón, Takemicchi no encontró las fuerzas para insistir. Rio levemente y después de una rápida despedida, él también bajó las escaleras del templo. Draken, Mikey, Mitsuya… varios de los miembros más importantes no evitaron ser escuchas de la conversación, pero ante la derrota de Hanagaki, todos suspiraron resignados y continuaron también con el descenso.
El eco de las motocicletas llegó hasta los oídos de Chifuyu, quien entusiasmado comenzaba nuevamente un proceso de dobleces que poco a poco había estado memorizando.
Los minutos transcurrían, y aunque el proceso de hacer una grulla de papel no es demasiado tardado, Chifuyu pretendía hacerlo lo más perfecto posible, deshaciendo los dobleces que le llegasen a quedar chuecos y repitiendo el proceso las veces necesarias.
Eso combinado con la brisa cada vez más fría, helando sus torpes dedos, hacían que la sencilla tarea se complicara mientras más noche se hacía.
-Y con esta son 70- dijo, limpiándose el sudor de la frente- Ya casi termino.
Dispuesto a tomar un nuevo trozo de papel, Chifuyu sintió su cuerpo saltar cuando un ruido imprevisto se hizo sonar entre el silencioso lugar. Espantado, se reprendió mentalmente cuando notó que una figura adolescente se dejaba ver entre los escalones.
Una figura que reconocía, pero con la que pocas veces había entablado conversación. Vistiendo un uniforme similar al suyo y que caminaba con desgane hacia donde él estaba.
"Sanzu Haruchiyo, Vicecapitán de la quinta división de la Toman", recordó con precisión su nombre, a pesar de no conocerlo demasiado bien. "¿Por qué habrá regresado?".
- ¿Que mierdas haces aquí, Matsuno? - preguntó con su voz irritable, siempre portando su inseparable cubrebocas negro que tapaba perfectamente la mitad de su cara. Su cabello rubio pálido se meneaba con gracia ante la fría brisa.
-Grullas de papel- contestó sin más, en un tono que no parecía demasiado amistoso- ¿Y tú? ¿A que regresaste?
-Buscando algo. Creí que podría haberlo perdido durante la reunión, pero parece que no está aquí- Sanzu pasó su mirada por el suelo de piedra por algunos segundos, pero luego de mostrarse resignado simplemente decidió darse la vuelta.
Creyendo que sería el fin de la sorpresiva compañía, Chifuyu regresó sus ojos azules a su tarea, pero la voz nuevamente del otro lo volvió a distraer.
- ¿Son para Baji? - a pesar de estarle hablando, Sanzu no volvió a girar su cuerpo, ni siquiera su cabeza, para confrontarlo debidamente.
Ese pequeño detalle no le hizo demasiada gracia a Chifuyu, pero trató de no demostrarlo.
-Si. Cuando logre armar cien de ellas, Baji-san podrá despertar- un sentimiento de enojo comenzó a brotar en el pecho de Chifuyu luego de que su respuesta solo sonara un lánguido "mmmmm" por parte de Sanzu, que desde su perspectiva había sonado hasta algo sarcástico.
-Si fuese así de fácil sacar a alguien en coma, el mundo sería completamente diferente- Chifuyu, presa de la furia, se levantó y comenzó a dar pasos seguros hacia quien, a su juicio, parecía estarse burlando de él- Baji no es una persona que estuviese conforme de despertar solo porque su tonto amiguito se puso a doblar patéticos trozos de papel.
- ¡Tú no sabes nada! - sin miramientos, Chifuyu tomó del cuello de la ropa a Sanzu, aprovechando que éste ya estaba un escalón debajo, tratando de verse más intimidante- ¡No sabes ni siquiera la clase de persona que es Baji-san, no hables como si conocieras!
La fría mirada de Sanzu, impenetrable a pesar de ser claramente amenazado, no cambió en lo más mínimo. Simplemente soltó un suspiro mientras cerraba los ojos.
-Si vas a perder el tiempo en hacer estupideces, al menos asegúrate de investigar bien antes de hacerlo- con una sola de sus manos, rodeó las dos de Chifuyu que lo sostenían. El rubio soltó un quejido ante el fuerte apretón, provocando que al fin lo soltara- No son cien, idiota, si quieres que tu absurdo sueño se cumpla debes hacer mil de esas.
Chifuyu parpadeó confundido ante aquello, ya ni siquiera trató de propinarle el puñetazo que hubiese querido estallar en su cara. Volteó a ver a sus espaldas, observando con atención sus pequeñas manualidades.
Para cuando recuperó la concentración, Sanzu Haruchiyo ya se había marchado.
- Pero, ¿quién se cree que es? - preguntó molesto mientras soltaba un fuerte pisotón con su bota militar.
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-Ese maldito Sanzu Haruchiyo… me las va a pagar la próxima vez que lo vea- murmuraba con rencor mientras apretaba fuertemente su mandíbula. Entrecerraba lo más posible sus ojos, queriendo enfocar bien la hoja que mantenía entre sus manos, sin embargo, era como su una densa nube se esmerara en entorpecer su grandioso origami.
Por otro lado, Takemicchi se mantenía recargado en la mesa mientras veía refunfuñar a su compañero. Después de acabar sus propias clases, estaba adquiriendo el hábito de ir a visitar a Matsuno a su escuela, quien solía quedarse algunas horas más haciendo grullas de papel.
Sin embargo, desde el momento en que entró lo notó algo diferente, no solo por su evidente enojo, sino también la palidez en su semblante fue algo que le llamó la atención, aunque no lograba encontrar oportunidad para preguntarle, ya que desde que llegó, Chifuyu comenzó a soltar quejas sobre el vicecapitán de la quinta división.
-Es raro que hables de él, ni siquiera recuerdo bien su rostro- comentó Takemicchi, tratando de recordar a la susodicha persona.
-No es de los que destaquen específicamente por algo en particular- contestó Chifuyu, mostrándose cada vez más frustrado- No pude refutarle nada porque… ¡el muy imbécil tenía razón! ¡Investigué desde mi celular y debo hacer mil! ¡Mil grullas! ¡Debo darme prisa entonces!
Takemicchi desvió la mirada ante el comentario. Por supuesto, no le diría que él también había pensado que cien grullas era un dato erróneo en la susodicha leyenda.
Estaba dispuesto a ofrecer nuevamente su torpe ayuda, sin embargo, Chifuyu soltó un suspiro, más parecido a un quejido, dejando caer su frente al borde de la banca de madera.
-Oye, ¿estás bien? - preguntó curioso, queriendo ver el rostro de su amigo, quien negó levemente con su cabeza aun si con esto restregaba su cara contra la superficie, provocándole un poco de dolor.
-Luego de eso, traté de hacer la mayor cantidad de grullas posibles- su voz sonaba más baja de lo acostumbrado- Pero terminé quedándome dormido en el templo. Mamá se enojó muchísimo en la mañana cuando regresé a casa. A pesar de que le dije que no me gritara porque me dolía la cabeza, no dejó de sermonearme hasta que salí de casa…
Takemicchi abrió los ojos ante tales confesiones, sintiendo que algo no estaba bien, estiró su brazo para tocar el hombro de su amigo, haciendo que él al fin doblara su cuello para levantar un poco su rostro.
-Debo apresurarme a hacer mil grullas… Baji-san despertará y al fin podré…- alterado, Hanagaki puso su palma en la frente de su amigo, haciendo realidad sus extraños presentimientos.
"Está ardiendo en fiebre".
Sin embargo, Takemicchi no tuvo ni siquiera el tiempo necesario para alertarlo antes de que el cuerpo de Chifuyu sintiera un sorpresivo mareo, robándole toda la energía que le quedaba y sintiendo desvanecerse ante la gravedad.
A pesar de caer fuertemente en el suelo no sintió dolor alguno. A pesar de alcanzar a ver cómo su compañero abría y cerraba su boca no alcanzaba a escucharlo.
Todo enmudeció. Todo el panorama fue tragado por una terrible oscuridad.
Y se sumergió en un muy profundo sueño.
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Una terrible sensación de nauseas, subiendo hasta su garganta fueron las causantes de su terrible despertar. Su cabeza punzó con tal brutalidad que luego de abrir sus ojos se vio obligado a cerrarlos casi inmediatamente. Cansado y confundido los abrió otra vez, ahora más despacio, sin poder recordar dónde se encontraba.
Unas cortinas delgadas, un suave colchón debajo de su cuerpo, los grandes ventanales donde podía ver las primeras estrellas del firmamento, ese curioso olor de analgésicos combinado con alcohol… no tardó demasiado en deducir que estaba en la enfermería de su escuela.
Buscando un poco de fuerza en sus extremidades, tuvo que reprimir celebrarse a sí mismo cuando logró incorporarse sin vomitar en el proceso. Afortunadamente a un lado de la cama donde se encontraba postrado, identificó su maletín y demás pertenencias, importándole únicamente la bolsa donde solía guardar las grullas de papel.
Con cuidado de no aplastarlas demasiado, comenzó a caminar tambaleante hasta la puerta con ellas en la mano.
Tal vez fue gracias al destino, a la poca seguridad escolar o simplemente a su buena suerte, pero sin ser visto, Matsuno Chifuyu logró escabullirse hasta la entrada de la escuela. Sin importarle no haberse cambiado por el calzado de uso fuera de las instalaciones escolares, caminaba entre tropezones, recargado de la barda más cercana hacia el exterior de la escuela.
Una vez afuera, aunque el viento frio hizo estremecer la mayoría de los músculos de su cuerpo, no tardó en continuar su camino, un trayecto que las últimas semanas había recorrido de manera demasiado cotidiana directo al hospital donde Baji Keisuke se encontraba hospitalizado.
Con la misma suerte con la que salió de la escuela es que logró llegar tambaleante al hospital, aun si tuvo que detenerse un par de veces y acuclillarse tratando de no caer desmayado a mitad del camino. La gente, debido a la hora donde ya comienzan a ser necesarias las luces de los faroles, no es demasiada y si alguien lo ve desde lejos, ninguno es capaz de acercársele a preguntar sobre su patético estado.
Cuando al fin recorre la puerta deslizante y alcanza a vislumbrar a Baji, acostado en la misma posición de siempre, con su rostro, cuerpo y manos cada vez más demacrados, suelta un suspiro de alivio. Sus rodillas pierden la fuerza necesaria y llega con extremo cansancio, gateando y arrastrándose como le es posible, al banco que se encuentra a su lado.
Al fin sentado, se da el permiso de dejar caer la mitad de su cuerpo sobre la cama de Keisuke, tomando con sus manos la del pelinegro, con extremo cuidado por las agujas que tiene clavadas en esta.
-Ya llegué… Baji-san- susurra, completamente agotado por el exhausto recorrido- Traje más grullas de papel… creo que al fin son las cien, pero…- seguía moviendo la boca, pero ningún sonido adicional salió de sus labios, agotado, así como se encontraba, inmediatamente fue tragado nuevamente por la oscuridad de la inconciencia, sosteniendo entre sus manos la de Baji, extrañando la calidez que emanaba cuando se encontraba despierto.
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-…Fuyu. Chifuyu…- un continuo movimiento desde su hombro le hizo abrir nuevamente los ojos. Al principio creyó que se trataba de Takemicchi, sin embargo, esa no era la voz de su compañero. Trató de erguirse, pero le fue completamente imposible- Chifuyu.
- ¿Quien…? - intentó preguntar, parpadeando rápidamente.
-Sano Manjiro- a pesar de estarle sonriendo, el gesto del comandante supremo de la ToMan no era ni de cerca de felicidad. Matsuno, al escuchar el nombre, trató nuevamente de sentarse debidamente, pero lo único que logró es apoyar sus codos sobre el colchón, seguido de un lastimero sollozo.
-Le diré a Takemicchi que lo encontramos- una segunda voz se hizo paso en la habitación, pero Chifuyu no tuvo ni siquiera las energías de levantar la cabeza para reconocer a la persona misteriosa.
-Te lo encargo, Kenchin- relajado, Mikey asintió para luego ver como su amigo salía de la habitación con su teléfono dispositivo en mano. Sentándose al pie de la cama, puso su cálida palma sobre la espalda del menor para tratar de tranquilizarlo, ya que éste aun parecía estar luchando para incorporarse. Con su mano libre inspeccionó la frente de Chifuyu, y aunque era evidente la alta fiebre que atacaba al chico, no dejó que su preocupación se reflejara en su rostro.
-Mikey… kun- al fin pudo pronunciar entre jadeos, luchando entre su malestar para conjuntar palabras en oraciones más o menos coherentes- ¿Por qué tú…?
-Takemicchi nos llamó- no tuvo que escuchar la pregunta completa para deducir lo que deseaba decir el otro- Estaba asustado y alterado cuando se percató que ya no estabas en la enfermería de tu escuela.
- ¿Takemicchi? - preguntó curioso, no comprendiendo tal vez la preocupación de su compañero.
-Venir hasta acá en tu condición fue algo estúpido, Chifuyu- quiso sonar lo suficientemente brusco como para hacerle entender su error, pero no demasiado como para hacerlo sentir peor de lo que de por sí ya se veía- ¿A que viniste?
-Ba… Baji-san- Mikey suspiró en silencio ante aquel apellido- Tenía que traer las cien grullas… a Baji-san.
Sorprendido, Mikey descubrió la bolsa sobre las piernas de Baji, ni siquiera la había notado hasta que Chifuyu pareció tratar de alcanzarla. Calmado y con cuidado, diferente a lo brusco que podría llegar a ser, sacó una de ellas, de azul claro, para ponerla sobre la palma de Chifuyu, quien la tomó delicadamente.
-Lo lograste Chifuyu. Cien grullas- sonrió, por supuesto, felicitándolo por estar al tanto de la misión que muchos de la ToMan sabían que estaba llevando a cabo. Sin embargo, el suspiro de resignación que salió de su garganta no parecía ni un poco de alivio.
-Cien. Con cien… Baji-san no podrá despertar- la sonrisa en el rostro de Manjiro fue desvaneciéndose- Se supone que con cien se iba a cumplir… que con cien yo podría decírselo a Baji-san… pero, no estoy ni cerca de terminar…- Mikey fue testigo de las primeras lágrimas cayendo directamente a las sábanas blancas.
- ¿Que es le planeabas decir luego de armar cien grullas, Chifuyu? - trató de sonar curioso, con su palma, sobaba lentamente la espalda del menor.
No obtuvo respuesta inmediata, a pesar de sospechar cual sería.
-Se lo diría… aunque le diera asco, o si terminara odiándome- los sollozos de Chifuyu se encargaban de ahogar cada vez más sus palabras, aun así, el rubio luchaba para mantenerse consciente para continuar hablando. Uno de sus puños se oprimía con fuerza, el otro agarraba con extrema delicadeza la grulla- Le diría lo que se supone que le iba a decir el día de su cumpleaños… le diría lo mucho que lo admiro y respeto… lo mucho que…
No logró continuar hablando, las lágrimas se lo impedían y ahora era solo sollozos los sonidos que lograba provocar. Mikey, un poco arrepentido de haberlo hecho llegar tan lejos, simplemente miraba intrigado a la ventana, queriendo encontrar la mejor manera de consolar al vice capitán de la primera división.
-Dudo que él pueda llegar a odiarte- soltó una pequeña risita, todo mientras recordaba al Baji Keisuke de sus recuerdos.
El Baji que lo acompañó durante su infancia, con el que luchaba en el dojo de su abuelo, el que le propuso formar una pandilla. Recordó el Baji que hizo un gracioso bochorno el primer día en que Mikey le preguntó sobre Chifuyu, luego de llevarlo improvisadamente a una reunión privada de la ToMan.
Recordó al asustadizo Baji que lo amenazó con matarlo si es que se acercaba demasiado a su nuevo recluta, Matsuno Chifuyu.
Al avergonzado Baji que, cuando bajaba la guardia, siempre terminaba hablando de gatitos, de animales tiernos… y del chico que vivía un par de pisos más abajo, en el mismo edificio que él, que lo ayudaba a estudiar y el que lo protegió en una emboscada de otra pandilla.
Recordó al Baji que se sintió salvado del dolor de sus crimines del pasado gracias a las inocentes acciones de un chico nuevo.
-Aun si lo hace… se supone que con cien… se supone que con cien…- claramente frustrado, Chifuyu seguramente no podría adivinar la clase de recuerdos que pasaban por la mente de Mikey, quien dio un gran salto de su asiento y se dirigió cerca de la puerta de la habitación.
Chifuyu, manteniendo aún la mirada baja, creyó que el comandante se retiraría, pero cuando sus fuertes pasos resonaron de regreso, no pudo ocultar su sorpresa cuando muchas grullas, parecidas a la que tenía en mano, brincaban cálidamente a su alrededor.
Como pudo alzó la vista, notando a Mikey cargando dos bolsas repletas de grullas de colores.
-Las hicimos entre todos- fue su respuesta a la muda pregunta de otro- Peyan, Kenchin, Mitsuya, y varios compañeros más de las demás divisiones también. Solo queríamos asegurarnos que las primeras cien fuesen las tuyas, Chifuyu. Por eso no dijimos nada- Mikey se acercó al rostro de Chifuyu, tomando el borde de su camisa escolar no dudó en tratar de secar el rastro de lágrimas en el más chico, en un gesto tal vez demasiado brusco para poder considerarse cariñoso. Luego de algunos quejidos al fin se separó de él- Aunque entre todas a lo mucho llegaremos a unas trescientas, aun nos falta bastante para llegar a mil.
-Mikey…kun…- sin saber qué más decir, sin saber cómo expresar todos aquellos sentimientos, Chifuyu solo logró volver a agachar su cabeza, sintiendo el golpeteo de la palma de Mikey sobre su hombro.
-Baji lo dejo muy en claro, ¿no es así? - susurró, dándole también algunas palmaditas sobre su cabeza- No sale nada bueno de tomar toda la responsabilidad por tu propia cuenta…
Esas palabras fueron suficientes para que el llanto de Chifuyu nuevamente se rompiera. Las lágrimas salían con tal fuerza que ya era imposible tratar de detenerlas. No dijo nada más, no había necesidad. A pesar del ardor en su garganta, del dolor punzante sobre su cabeza, del mareo que amenazaba con tirarlo, dejó salir a modo de cascadas de lágrimas todo su dolor, todas sus inseguridades.
Aun no había cambiado nada.
Cien grullas no eran suficientes para cumplir deseos. Y aun si lograra armar mil de ellas, nada aseguraba que Baji pudiese lograr salir de su aparente eterno sueño. Pero ¿qué más podría hacer por él?
Solo podía desear, soñar con fantasías y creer ingenuamente que las cosas pueden mejorar.
Que existe una forma de comunicarse con los animales. Que las historias románticas como las de los mangas shoujo pueden ocurrir en la realidad. Que los viajeros en el tiempo son de verdad.
Que mil grullas de papel pueden cumplir deseos.
Que Baji Keisuke es capaz de volver a despertar.
Solo eso quedaba por hacer.
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Hikari: Y, efectivamente, no fue un fanfic fluff pero no me arrepiento de nada XD. Lo que sí, a partir de mañana empieza la BajiFuyu week y yo no he terminado de escribir ni corregir, así que al borde del colapso creativo me despido por hoy. ¡Bye bye-perowna!
