Hola buenos dias, espero que se encuentren bien. Les traigo el capitulo que sigue del anterior, estuve escribiendolo como un desquisiado y lo termine en tiempo record, asi que me disculpo de antemano si encuentran algun error en él.

Como siempre, muchas gracias por leer esta historia y solo espero que se diviertan leyendola. Muchas gracias tambien por todos los comentarios que me siempre me alegran el dia y por los favs/follows.

Pérdida y Derrota (Parte II)

De vez en cuando le gustaba comer su almuerzo en el cuarto de música, especialmente cuando el bullicio de la cafetería y la compañía de sus amigos le impedían escuchar sus propios pensamientos. Y vaya si que tenía cosas en que pensar aquel día, la fecha para el gran concierto se acercaba y eso la asustaba un poco, no quería defraudar a sus amigos y hacer el ridículo en la batalla de bandas, pero aun así aquella era solo una de sus preocupaciones, la menor de todas.

En aquellos momentos su mayor preocupación era su relación con aquel chico, el hermano menor de Luna, el misterioso Lincoln Loud. Ella, la que nunca se había enamorado ni demostrado interés por nadie, no paraba de pensar en él cada vez que se encontraba a solas; pensamientos cálidos que de pronto le sacaban una sonrisa de la nada seguidos de pensamientos oscuros que la dejaban con los pelos de punta. Una sensación placentera pero a la vez un poco amarga.

"Si tan solo tuviera la edad de Luna… Tal vez no dudaría tanto, soy una cobarde", pensó una vez más, con un suspiro en sus labios y una sensación pesada en su estómago.

La diferencia de edad entre ambos era lo que la frenaba de tomar el siguiente paso, no quería por nada del mundo causarle problemas a su querida amiga, a sus padres, ni mucho menos a Lincoln, por nada del mundo quería que la vieran como una mala persona que se aprovecha de un chico indefenso. Aun cuando su razón le decía que aquel era un amor imposible, carente de futuro, su corazón le decía todo lo contrario. Ya no sabía en qué creer, por eso quería estar sola y reflexionar.

Pero sabía que no podía solucionarlo todo por sí misma, por mucho que le diera mil vueltas al asunto, al final solo terminaba moviéndose en círculos, perdida en el bosque brumoso de sus emociones y pensamientos contradictorios. Así que debía confiar en alguien, y por eso fue que recurrió a Mazzy, su compañera de banda, en aquella hora desesperada.

– Hola. – dijo aquella chica, abriendo la puerta del cuarto de música – ¿Se podría saber qué haces aquí sola? Desde hace días que te has vuelto una ermitaña.

– Hola a ti también Mazzy. – dijo Sam, saludando a su amiga con la mano – Gracias por venir y lo siento.

– Otra vez con esa manía de disculparte por todo. – le dijo Mazzy, dándole una sonrisa – Creía que habías dejado de lado ese hábito ya hace años.

– Pues, los malos hábitos reaparecen cuando menos lo esperas.

– O cuando piensas demasiado.

Mazzy dejó su mochila en la mesa donde estaba sentada Sam y tomó asiento junto a ella. Su compañera de banda era, junto con Luna, una de sus mejores amigas, no existía ninguna persona a parte de ellas dos en las que confiara más. Pero en esos momentos solo podía confiar en una de ellas, y eso la dejaba un poco triste.

– Bueno… – dijo Sam, titubeando – Pues no sé exactamente cómo empezar a esto, pero necesito tu consejo.

– ¿Quién es el enamorado o enamorada?

– ¡Que rápido! ¿acaso eres psíquica?

– No, solo eres demasiado predecible Sam.

La rubia infló sus mejillas como una ardilla y le dio la espalda a Mazzy, un poco enojada con ese último comentario. Sabía que era blanda y predecible, no tenían por qué echarlo en cara, mas encima la risa estridente de Mazzy sólo hecho más sal en la herida.

– Tranquila, solo bromeaba. – le dijo su amiga, dándole una palmadita en el hombro – Ya sabes lo que dicen, una pequeña broma es lo mejor para alivianar una conversación seria.

– ¡Sí, pero no a mis expensas!

– Vaya sí que estás gruñona esta tarde, ese casi siempre es el papel de Luna. – dijo Mazzy, un poco pensativa – Ese chico debe ser bastante importante para dejarte así.

Debía estar ya sonrojada hasta las orejas, porque sus mejillas ardían como tizones al fuego con solo pensar en aquel chico que hacía que su corazón latiera fuerte en su pecho.

"Tonto hermano de Luna, todo esto es tu culpa, cuando te vea de nuevo te dare un buen golpe en la cabeza… Y luego un gran abrazo", pensó Sam, soltando sin querer un largo suspiro.

– Y parece que di en el blanco. – dijo Mazzy, mirándola con atención.

– Antes de hablar, quiero que me prometas una cosa.

– Claro.

– Nada de esto lo debe saber Luna, ¿puedes hacer eso por mi Mazzy? – le dijo Sam, observando a su amiga con preocupación.

Su amiga borró su sonrisa por un momento y se quedó de nuevo con una actitud pensativa, una que solo consiguió ponerla aún más nerviosa de lo que estaba.

"Tal vez todo esto es un gran error", se dijo Sam con pesar, "Tal vez… Tal vez él y yo no estamos destinados para ese tipo de relación."

– Si es un chico el que te gusta, y Luna no tiene hermanos… – dijo Mazzy de pronto, cortando sus pensamientos negativos – Oh rayos, ¿le estas echando el ojo a su papá?

– ¡Claro que no! – dijo Sam, parándose de un salto – ¡Solo a ti se te pueden ocurrir esas barbaridades!

– ¡Era broma! ¡Era broma! – dijo Mazzy, soltando una risotada.

– Es el hermano de Luna, ¿contenta?

Y así fue como se lo dijo, con mucha sinceridad y sin pensar en las consecuencias que su decisión traería. Sintió un alivio inmediato al pronunciar esas palabras, porque ya no se sentía sola, ahora tenía a alguien más en quien confiar su secreto.

– Es la primera vez que escucho que ella tiene un hermano mayor que no sea chica.

– Es… Menor.

– ¿Eh?

– Es su hermano menor, él estuvo unos años fuera de casa… Creo… Ahora vive con ella y bueno… – dijo Sam, escondiendo su rostro en uno de sus cuadernos – El, me llama la atención.

– ¿Qué tan menor?

La conversación de pronto tomó el giro que menos deseaba, la edad de Lincoln. Si en ese momento su amiga le decía que estaba mal, que renunciara inmediatamente a los gritos de su corazón, en ese caso no sabría qué hacer, de pronto se encontraría sola de nuevo con sus sentimientos, pero esta vez junto a una compañera de banda que la miraba con repulsión por lo que estaba haciendo. y si se le unía Luna en su rechazo, eso si que seria un verdadero desastre.

– Él es cuatro años menor… ¿Acaso eso importa? – dijo Sam, tratando de fingir coraje.

– Pues… – dijo Mazzy, la que soltó un pesado suspiro y recostó su cabeza sobre su mochila – Dame un tiempo para procesar todo esto.

Ambas se quedaron en un completo silencio, estaba segura de que podría escuchar hasta la caída de un alfiler en ese lugar, así de tensas estaban las cosas en esos momentos.

"Renunciar es siempre una opción Sam, ya lo has hecho antes, ¿por qué no ahora?", le dijo su voz negativa, la misma que siempre le costaba acallar. Cuando las cosas se le ponían difíciles siempre renunciaba, odiaba esa parte de ella que siempre quería cambiar pero que no podía. Unirse a la banda de Luna, Mazzy y Sully fue la primera muestra de verdadero coraje en toda su vida, tal vez no valía la pena sacrificarlos a ellos por un deseo fugaz.

– Samantha. – le dijo Mazzy de pronto.

– ¡¿No soy una pervertida, okay?!

– ¿Has hablado con este chico? ¿O es solo un crush de la nada? – le dijo su amiga, ignorando su exabrupto.

– Si… Hemos hablado, también hemos pasado unas cuantas situaciones embarazosas juntos… – dijo Sam, colocando su mano sobre su pecho – Estar con él me hace sentir extraña, no en una mala manera, me hace sentir... Como si de pronto quisiera conocerlo más; ¿qué cosas le gustan?, ¿qué es lo que detesta?, ¿por qué se crió fuera de su hogar?, ese tipo de cosas… También me hace sentir como si tuviera de pronto algo muy maravilloso que proteger, su tierna sonrisa.

Su amiga solo asintió con la cabeza mientras continuaba observándola con detenimiento y sin decir una palabra.

– Wow, que cursi. – dijo Mazzy, sacándole la lengua – Ya sé lo que tienes que hacer.

– ¿En serio? – respondió Sam, de pronto llena de esperanza.

– Claro, la solución es sencilla; mandale un mensaje por Whatsapp e invitalo a una cita, nada costoso, solo una salida inofensiva para conocerlo mejor. Un café en el centro sería una buena idea, ah, y que no se extienda tanto, tampoco debes decirle todo lo que sientes por él, solo demuestra interés y que el haga el resto. En fin, las relaciones son un trabajo en equipo y se dan poco a poco.

Se quedó boquiabierta ante las palabras de su amiga, tal vez porque ella no la estaba juzgando como pensaba que lo haría, al contrario, estaba apoyando dándole una serie de buenas ideas que no se le hubieran ocurrido. Se sintió feliz, feliz de tener a alguien como ella a su lado.

Rápidamente sacó un cuaderno y comenzó a anotar como un ser poseído las palabras de Mazzy, el dictado tomó unos pocos minutos, pero la idea principal era ser sencilla y espontánea para conocer lo que Lincoln realmente pensaba de ella, y para confirmar una vez más lo que ella realmente sentía.

– Ahora, enviale un mensaje, solo para que sepa que existes.

– ¿¡EH!?, u-un mensaje, ¡¿q-q-quieres decir ahora?!

– Claro que ahora tonta, ¿desde hace cuanto tienes su número de teléfono?

– Pues… Desde hace dos días. – le dijo Sam, juntando con sus dedos.

– ¡¿Y aun no le has mandado nada?! – dijo Mazzy, furiosa de pronto con la inseguridad de su amiga – Mandale algo, ahora, una palabra, un meme, una foto de un gatito, cualquier cosa pero ahora, ya.

– Está bien, está bien, haré lo que dices.

Con sus dedos temblorosos sacó su teléfono de su chaqueta y abrió la aplicación justo en el nombre de Lincoln. La pantalla estaba en blanco al igual que su mente, obvio sus dudas le habían impedido siquiera pensar en mandarle algún mensaje. ¿Qué debía decir? ¿cómo empezar todo eso?, no tenía idea, así que comenzó a teclear lo primero que se le ocurrió.

"Hola"

Su amiga se pegó una palmada en la frente al ver ese pequeño, inofensivo e intrascendente mensaje en el teléfono de su amiga.

– Lo diré de nuevo Sam, a veces puedes ser bastante densa.

– ¡Pues disculpa por no tener experiencia en estas cosas! – le respondió Sam a la defensiva.

En ese momento Mazzy pensó que Sam era un caso perdido de timidez, pero no se daría por vencida con su querida amiga, era hora de ponerse serias. Le quitó el teléfono de las manos y se dispuso a escribir un buen mensaje para engatusar al hermano de Luna.

"El otro dia vi un trailer de una peli que estan pasando en el cine y me quedé enganchada. Me sobra un boleto por si quieres que vayamos a verla los dos juntos ;) Después de eso podríamos hacer lo que tu quieras..."

Le quitó el teléfono de las manos pero su amiga ya había enviado ese mensaje. Sintió pánico por unos momentos al darse cuenta de que, prácticamente ella lo había invitado a una cita.

– ¡Q-q-q-que hiciste! – le dijo Sam – ¡¿No se suponía que sería algo sencillo?!

– Eso pensé al principio, pero una pelicula no esta mal, asi calentaremos un poco las cosas y podrás ser la chica dominante desde el principio.

Quería esconderse en un agujero y gritar hasta quedar ronca, no estaba lista para su primera cita, no cuando sus sentimientos eran tan difusos y especialmente no cuando desconocía lo que Lincoln sentía. ¿Y si la rechazaba? ¿Y si le decía "no gracias, tengo otras cosas que hacer"? ¿O qué pasaría si no le respondía?, todos esos escenarios y otros muchos peores pasaron por su cabeza a mil por hora, se sentía mareada de pronto, como si se fuera a desmayar por los nervios. ¿Era eso lo que se siente estar enamorada?, pues era un asco.

Un golpeteo en la puerta la despabiló de su espiral autodestructiva y cuando vio quien era la que llegaba al salón de música se puso blanca como el papel.

– ¡Que hay banda, listas para rockear! – dijo Luna, tan animada como siempre.

– ¡L-Luna! - grito Sam.

– ¿Qué haces aquí Luns, te sentiste sola sin nosotras? – le dijo Mazzy sin perder la calma

– Jajaja un poquito. – dijo Luna, no perdiendo el tiempo y sentándose junto a ellas – Pero en realidad vine a decirte que Sully estaba hablando con una chica de las porristas así que él…

– ¡Ese maldito desgraciado! – dijo Mazzy levantándose iracunda de su asiento – Cuando le ponga las manos encima deseara no haber nacido.

Mazzy salió hecha una furia y la dejó justo con la persona que en esos momentos quería evitar. Si tan solo supiera lo que ambas estaban hablando hace unos minutos, el solo pensarlo la dejaba de piedra.

– Mazzy siempre siendo bastante posesiva con Sully, aun cuando ella no se le ha declarado. – dijo Luna, la que de pronto la miro a los ojos con una mueca inquisitiva – ¿Y de que hablaban tu y Mazzy?

– ¡De nada ilegal! – dijo Sam, sorprendida de pronto por su amiga – Digo… Nada importante.

– Aja. – dijo Luna, levantándose de la silla para ir directo hacia los instrumentos.

La rubia soltó un suspiro callado y agradeció a los cielos por el poco interés de Luna en su conversación. Trató de relajarse pensando en otra cosa, por eso se quedó viendo a su amiga, la que observaba su guitarra púrpura con una expresión extraña. Era raro, ese día ella se veía un tanto distinta, distraída y un tanto nerviosa.

– ¿Sabes? Hoy no tengo ganas de tocar la guitarra. – dijo Luna de pronto.

– ¿Estás bien Luna? ¿Tienes fiebre? – dijo Sam, de pronto preocupada por su amiga.

– ¿Por qué lo dices?

– Pues, es la primera vez que me dices que no quieres tocar… ¿Pasa algo?

– Nah, no es nada grave. – le respondió Luna con una sonrisa un tanto triste – Es solo un repentino ataque de nostalgia.

Ahora si que estaba preocupada, nostalgia no era una palabra que le venía bien a Luna, tampoco lo era esa expresión un tanto melancólica en su semblante. Quiso preguntarle de nuevo si es que le pasaba algo, pero se quedó con las palabras en la boca cuando ella tomó entre sus manos un viejo violín polvoriento que estaba guardado en un anaquel.

– Hola de nuevo, mi viejo amigo. – dijo Luna en una vocecilla.

– No tenía idea que sabias tocar el violín.

– Es una larga historia. – dijo Luna, la que de que con un soplido le saco el polvo a esa cosa – No es por sonar presumida, pero no soy exactamente una principiante, así que no te sorprendas de lo que vas a escuchar.

La música clásica no era lo suyo, pero sabía que tocar un violín no era tan sencillo como rockear con una guitarra eléctrica. Era un instrumento complejo, en el que existía muy poco espacio para los dedos, haciendo que se necesitará mucha precisión en la mano izquierda para tocar las notas indicadas y una gran flexibilidad en el brazo derecha para mover el arco, a todo eso había que sumarle la postura y otros factores que desconocía.

Por eso quedó sorprendida cuando observó los dedos de Luna recorrer ese violín de una manera hábil, tan natural. Su amiga le dio un guiño cuando la sorprendió mirandola con atención y ella le respondió con una sonrisa.

La castaña tomó un largo respiro y su expresión se transformó por completo. Estaba tan acostumbrada a las locuras de Luna, a su energía, a su rebeldía, a su ser extrovertido, tan acostumbrada que por un momento pensó que esa chica frente a ella era otra persona completamente distinta. La Luna frente a sus ojos tenía una expresión seria, pero a la vez dignificada, sus labios formaban una línea perfecta, sus ojos siempre vivaces ahora estaban enfocados solo en su instrumento, como si no existiera nadie más en el mundo que ellos dos.

Aquella chica seria, con una postura tan recta como una flecha, colocó su mentón sobre el respaldo del violín y ladeo un poco su cabeza hacia un lado, dejando que su mejilla hiciera contacto con el instrumento, por último levantó el arco en alto e hizo contacto con las cuerdas.

Los largos dedos de aquella joven intérprete danzaban de una manera magistral sobre el diapasón, vivaces, rápidos, precisos, mientras que el arco hacía vibrar las cuerdas de acero, creando una música que en ese momento la dejó pasmada. Era un sonido hermoso, pulcro, carente de cualquier error, de cualquier impureza.

Y una música, una música que nunca había escuchado pero de la cual quedó flechada de inmediato. Dulce, pero a la vez melancólica, un sabor agridulce que parecía cristalizar todo lo que estaba sintiendo por su primer amor. Aun cuando estaba presenciando un espectáculo maravilloso frente a sus ojos, su corazón seguía pensando en aquel chico, y no en la chica que creaba esos sonidos magistrales.

No supo el por qué, pero cuando las notas dejaron de sonar se sintió triste, vacía en un mundo lleno de silencio. Y una extraña ambicion se apoderó de su corazón, pensó que ella, a pesar de todo lo que había practicado con su guitarra no podia crear una música como aquella que escucho hace solo segundos, por eso queria llegar a ser como su talentosa amiga, no queria quedarse atras solo con lo que sabia, iria mas lejos y el proximo concierto seria el primer paso.

– ¿Te gusto? – le dijo Luna de pronto.

– ¿Cómo se llama? – dijo Sam, con sus ojos iluminados por su nuevo sueño.

– Oh te refieres a la pieza. – dijo Luna – Gavotte en Rondeau de Bach, una de mis favoritas, no te cuento cuánto me costó aprender a tocarla.

– Ni siquiera puedo imaginarmelo. - dijo Sam - Eres genial Luna.

Su gran amiga le dio una gran sonrisa, pero esta se desvanecio de pronto. Ella dejó ese instrumento de lado en una de las gavetas de la sala de música y dándole la espalda, lanzó un largo suspiro.

– En aquellos días… La música era lo único que podía hacerme olvidar el dolor que pesaba en mi corazón, y luego la rabia me transformó en una persona horrible… Ja, pensar que solo basto la sonrisa de un pequeño para que Selene muriera, pero no para siempre…

No pudo entender en esos momentos a que era lo que estaba diciendo Luna ni a quién se refería. Tal vez tenía que ver con esa pieza que tocó, tal vez solo era lo que pensaba ese compositor al crearla. No lo sabía, pero presentía que algo estaba mal con su amiga. Justo cuando trato de acercarse para preguntarle, fue que escuchó el timbre que les avisaba el comienzo de las clases de la tarde.

– Debemos irnos, no quiero llegar tarde de nuevo a las clases de matemáticas. – le dijo Luna.

– Oh... Claro.

– Pero antes de eso… – le dijo la castaña, mirandola algo nerviosa – ¿Q-qué te parece una salida este fin de semana?

– ¿Tú y yo? – le respondió Sam, extrañada por la invitación – Claro, hace tiempo que no salimos a hacer cosas, dicen que hay una barata en la tienda de instrumentos en el centro comercial y quiero comprar unas cosas antes del gran día, tu violin me dejo inspirada.

– Si, solas tú y yo… – dijo Luna en una vocecilla – Digo, ¡genial!, te paso a buscar este sábado en la mañana.

– Ahí estaré, Luns. – dijo Sam, con una sonrisa – Ahora volvamos a clases que Mazzy debe estar atormentando al pobre Sully.


Era la segunda vez en ese día que visitaba aquella caótica habitación, esta vez no para tener una discusión con su hermana mayor sino para ayudar a la pequeña genio a ordenar sus cosas después de una larga ausencia, y vaya si que necesitaba ayuda para dejar todo eso en un estado aceptable.

Fue hace solo unos momentos que su madre, al ver el estado del dormitorio, reprendió a Lisa por su desorden. Encontró un poco injusto culpar solamente a Lisa, ya que él mismo había contribuido en ese desastre, así que se echó la culpa diciéndole que había entrado allí sin el permiso de nadie y desparramado aquellos libros. Eso pareció calmar un poco a su madre, a la que le costaba bastante enojarse con él, aun así tuvo que prometerle que ambos dejarían esa habitación habitable.

Ayudó a su madre a llevar la cuna a la habitación matrimonial y dejaron a Lily durmiendo la siesta. Luego volvió donde Lisa para comenzar la limpieza de ese chiquero repleto de libros por doquier, papeles impresos en el piso y extrañas fórmulas escritas en plumón en las paredes. Cálculo que les tomaría a ambos unos largos minutos antes de que ese lugar quedará en orden.

– Me pregunto cual de todas ellas fue la bestia que desparramo todos mis libros por la habitación. – dijo Lisa sonando algo molesta.

– Como le dije a mamá, yo soy el culpable de todo esto.

– Lincoln no me subestimes, te conozco lo bastante bien como para saber cuando estás mintiendo para defender a alguien. Y ese extraño complejo que tienes de echarte la culpa por todo me parece sumamente autodestructivo, tienes que cambiar eso.

Las palabras de su hermana lo dejaron mudo de pronto. Lisa Loud lo conocía bastante bien, todas las cosas que ambos habían pasado crearon un extraño vínculo entre los dos, en esos momentos, ella era tal vez la única persona que podía entenderlo completamente y leerlo como a un libro. Tal vez por eso es que discutir con ella lo dejaba de mal humor, ya que siempre perdía ante su fría lógica y su extenso conocimiento de las circunstancias que lo atormentaban.

– Lori y yo tuvimos una pequeña discusión y las cosas se salieron un poco de las manos, ¿contenta? – le respondió Lincoln algo molesto.

– Ya veo. – dijo Lisa, mientras recogía unos papeles del piso – Al parecer nuestras hermanas te han contaminado con su mentalidad carente de toda lógica y sentido común, aunque tampoco es como si tuvieras mucho de eso en primer lugar.

– Y tú sigues tan llena de alegría como siempre.

Esta vez fue su hermana la que le dio una mirada que no ocultaba en nada su molestia. Por un momento sintió ganas de pedirle perdón, pero tampoco quería parecer como un hermano mayor debilucho frente a ella, así que se quedó callado y continuó poniendo esos libros en su lugar, y ella continuó acumulando sus papeles y guardandolos en sus carpetas.

– En fin. – dijo Lisa después de un rato – ¿Qué fue lo que discutieron?

– Lucy descubrió un poco de mi enfermedad… – le respondió Lincoln – Y yo le conté el resto… Ahora ella está algo afectada por eso.

– Pudiste haberle mentido, así al menos mis libros seguirán ordenados.

– Ella merecía saber la verdad Lisa. – dijo Lincoln, sonando un poco airado – Además tu habitación era un chiquero antes de entrar en ella.

– Lincoln. – le dijo su hermana, mirándolo directo a los ojos – Quiero que me respondas una pregunta.

– Qué cosa.

– ¿Acaso tienes tiempo como para preocuparte por lo que sienten o no sienten las demás?

De nuevo su hermana menor lo dejó sin palabras, de nuevo lo hizo sentirse molesto. Aquella pregunta combinaba dos de las principales características de Lisa Loud; una honestidad brutal y una fría lógica, la primera la hacía ver como a una pequeña engreída sabelotodo, pero la conocía lo suficiente para saber que esa no era su intención, ella solo quería entenderlo, la segunda característica era lo que realmente le caía mal; ella nunca consideraba los sentimientos de los demás, no entendía que existían acciones que no podían ser explicadas con un simple cálculo de costos y beneficios.

– La respuesta lógica sería que no. – dijo Lincoln después de pensarlo un poco – Pero la realidad es más complicada que eso.

– Expectativa de vida de seis meses como máximo, y eso fue hace cuatro. – dijo Lisa en su voz monótona – No Lincoln, no tienes tiempo para preocuparte por el daño psicológico que puedes causar a las demás, especialmente porque de todas formas ellas sabrán la verdad, tarde o temprano.

No era necesario que se lo recordara de esa forma tan gélida, lo sabía mejor que nadie. Dejó los libros de lado cuando se sintió a punto de estallar en una rabieta, tomó un largo respiro y contó hasta tres.

"Ella solo quiere ayudarte Lincoln, solo quiere comprender lo que le cuesta entender", se repitió a sí mismo.

– ¿Fui lo suficientemente clara?

– Como siempre tu lógica es perfecta.

– Por supuesto.

– Pero tener la razón no lo es todo. – dijo Lincoln, incapaz de aceptar los argumentos de su hermana – A veces los sentimientos son más importantes que los hechos.

– ¿Por ejemplo?

– Quiero que ellas me recuerden como soy ahora, y no como tú conociste a Sofía.

– Ilógico, tu no tienes el poder para decidir cómo ellas decidirán recordarte, ni siquiera ellas tienen el poder de controlar sus propios recuerdos, ni mucho menos priorizar los positivos a los negativos.

– O sea que todo es inutil.

– Exacto.

– Pues he decidido no creer eso.

– Como siempre, estás siendo demasiado terco e ilógico.

– Hay que ser bastante terco como para continuar viviendo con una enfermedad como la mía, y un poco ilógico también. – dijo Lincoln.

Su hermana abrió la boca para responder, pero la cerró en el acto, quedándose allí parada, pensando en las palabras de Lincoln.

– Aunque. – dijo Lisa después de un rato – Admito que una relación saludable con todas ellas juega un rol importante en tu proceso de recuperación, varios estudios científicos atestiguan que las endorfinas ayudan al proceso.

– Lisa… Recuperarme es imposible.

– Y yo estoy aquí para hacer esos milagros realidad. – dijo Lisa interrumpiendo a Lincoln – Ahora basta de charla y limpiemos rápido este chiquero.

"¿Quién es la ilógica ahora?", se dijo a sí mismo mientras tomaba los últimos libros y los dejaba en las repisas de la pared.

Lisa podría ser la lógica personificada, pero cuando se trataba de su enfermedad ella era aún más terca e ilógica que él, era solo cosa de analizar esa habitación para darse cuenta de que su hermana menor tenía una loca obsesión con tratar de curar su padecimiento.

Las fórmulas que estaban escritas en la paredes y que ambos estaban borrando con limpiador eran de bioquímica; cadenas de carbono, proteínas, anillos de benceno y aún más cosas que no entendía pero que estaba seguro que eran para crear alguna droga "milagrosa" que pudiera ayudarlo.

Los libros, en su mayoría eran tratados de biología, medicina y bioquímica, de nuevo, en un intento de buscar una salida a ese problema en que se hallaba metido. Y para qué decir los papeles, todos ellos comenzaban con "Paciente: Lincoln Loud" en el extremo superior derecho, todos eran reportes médicos que detallan su estado de salud.

Todos esos signos eran testamento de un trabajo infatigable para torcer la realidad, para no aceptar lo inevitable.

Movió la cabeza de lado a lado y continuó con su trabajo hasta que terminaron al fin.

– Por fin. – dijo Lincoln soltando un suspiro – Ahora solo me queda echar una larga siesta.

– No tan rápido. – le dijo Lisa – Primero debo hacer unas pruebas contigo.

– ¿No podrías esperar hasta mañana?

– Negativo.

– Pues… como quieras.

– Siéntate en mi cama, te pondré estos electrodos en tu cabeza y luego quiero que te recuestes. Nada de "echarte una siesta" mientras estoy trabajando, eso arruinaria los resultados.

– Ya conozco el procedimiento.

Se sentó en la cama como su pequeña doctora se lo ordenó y colocó los electrodos que estaban en la mesita de noche, todos ellos los puso en distintas partes de su cabeza, lo había echo tantas veces que tenía memorizado todo ese tonto procedimiento. Cuando terminó, Lisa conectó el único cable que unía esas cosas a su computadora, y comenzó a observar cómo su cerebro funcionaba.

– ¿Qué ves? – le preguntó Lincoln.

– Tus ondas cerebrales.

– Ya lo sé, me preguntaba si veías algo fuera de lo común.

– Por ahora todo se ve normal.

Esas eran buenas noticias para variar, se acurruco más en la cama y cerró los ojos, debía prepararse para lo que estaba por venir.

– Comencemos. – le dijo su hermana de pronto – ¿Cuál es tu primer recuerdo?

– ¿Otra vez esto? Ya te lo he dicho un millón de veces.

– Y como te lo he dicho anteriormente, esta es una prueba para determinar el avance de tu enfermedad, debes recordar que tus memorias juegan un papel importante en esta.

– Si, por que el tumor está comprimiendo mi cerebro contra mi cráneo, exprimiendo mi lóbulo frontal, ¿no es así?

– … No usaría esa palabras, pero básicamente si.

– Está bien, déjame pensar… Mi primer recuerdo es el hospital de Royal Woods, ahí fue donde me llevaron cuando tuve mi primer ataque… Recuerdo a mis padres junto a la cama, se veían bastante tristes y confundidos… Luego…

– ¿Luego?

– Luego no recuerdo nada más.

– Está bien, continuemos.

Miro su rostro por unos momentos, pero como siempre, Lisa no reflejaba ninguna emoción. En esos momentos su cerebro podía estar hecho papilla, pero ella no se lo haría saber. De todas formas iba a insistir y preguntarle si realmente las pruebas estaban saliendo bien, pero en ese momento algo comenzó a vibrar en sus pantalones. Sacó su teléfono y allí pudo ver un mensaje en la pantalla.

"Hola"

– No reconozco este número. – dijo Lincoln guardando su teléfono – Bah, alguien debe haberse equivocado.

– Agradecería que pusieras más atención en mis palabras que en ese pedazo de plástico y silicón.

– No es nada Lisa, solo un número equivocado. – dijo Lincoln, guardando su teléfono – Continúa por favor.

– Bien. – dijo Lisa, ahora sacando una tablilla con muchos papeles y un bolígrafo – ¿Quien fue Bert?

Bert, ese nombre le traía muchos recuerdos amargos. Uno de sus amigos del hospicio, muerto ya hace años por culpa de la leucemia que extinguió su vida de manera lenta y dolorosa.

– Uno de los chicos del hospicio, murió de leucemia. – dijo Lincoln.

Lisa anotó algo en su tablilla y continuó con el interrogatorio.

– ¿Puedes describirme el rostro de Bert?

– Claro, él era… – dijo Lincoln, tratando de recordar – Ya sabes… Normal.

– Dime alguna de sus características, como por ejemplo; ¿era más alto que tú? ¿qué color tenía el cabello? ¿que tiras cómicas leía?

– Ya te lo dije antes… El era… Era…

Una realización se hizo presente de pronto, ahora lo entendía todo, era tan obvio. Todo eso era un fraude, la pequeña genio solo estaba jugando con él, esperando que se equivocara para echarle en cara alguna cosa. Se sintió muy molesto con ella y con todo esas estúpidas pruebas.

– Las preguntas trampa no se valen Lisa, nunca conocí a nadie llamado Bert.

– Lincoln.

– Esto ya me tiene harto. – dijo Lincoln, arrancándose esos electrodos de cuajo – Y tus juegos mentales lo hacen aún peor, eres una inmadura.

– Tranquilízate Lincoln.

– ¡No me digas lo que tengo que hacer!

Sin previo aviso se levantó de un salto de la cama y golpeó la pared mas cercana con fuerza, y eso hizo saltar a Lisa de su asiento. Vio un extraño color carmesí en su mano, y al ver sus nudillos ensangrentados fue que se dio cuenta de lo que había hecho, y con ello llegó un dolor tan fuerte en su mano que casi lo hizo gritar. Pero el dolor de la vergüenza fue más grande, había perdido el control de sus actos por unos segundos y había asustado a su hermana pequeña.

– Lo siento… No se que me paso. – dijo Lincoln, bajando la mirada – ¿Tal vez los electrodos fallaron?

– Todo está bien Lincoln. – dijo Lisa, la que se levantó de su silla y comenzó a vender su mano herida – Tranquilo.

– Esas vendas las tenias en tus bolsillos… Esta no es la primera vez que pasa esto, ¿cierto?

– No pienses en eso.

– Cielos, estoy peor de lo que pensaba…

– Te dije que no pienses en ello, ese es mi trabajo, por eso estoy aquí. – le dijo Lisa – ¿Ves? Tu mano está como nueva, te traeré antiinflamatorios y algo para el dolor del botiquín, solo espera aquí.

– Si… Gracias.

Se sentó en la cama de Lisa, y por primera vez en mucho tiempo se sintió shockeado, tanto así que ni siquiera le tomó atención a su teléfono que nuevamente vibraba en sus pantalones. Una cosa era aceptar que un día de estos iba a morir, otra muy distinta era darse cuenta de que estaba perdiendo la cordura. En el cerebro todo estaba relacionado, las memorias, los estados de ánimo, las funciones básicas, su raciocinio y todo eso, si una masa uniforme estaba creciendo dentro de él, entonces esta comienza a empujar su cerebro contra las paredes del cráneo, haciendo que las neuronas mueran exprimidas. Si las neuronas morían, las conexiones se cortaban, y todo comenzaba a funcionar mal. Los latidos irregulares de su corazón, su arritmia, era producto de eso, al igual que la pérdida progresiva de sus recuerdos y sus convulsiones repentinas.

¿Qué pasaría si aparte de eso perdía la razón? Preferiría morir de una vez por todas antes de que eso ocurriera, no por orgullo, sino para no volverse una carga aún mayor para las personas que quería.

Su hermana llegó después de unos minutos con un vaso de agua y una pildoras, las trago sin cuestionar nada, aún estaba algo asustado. Se quedó unos minutos sentado donde estaba y no supo porque, pero igual como aquella mañana, en esos momentos recordó los últimos días de Sofia.

– Lisa, ¿recuerdas cuando nos conocimos?

Su hermana, la que estaba anotando una serie de cosas en su tablilla, se quedó mirándolo extrañada. No era la misma Lisa de siempre, esa expresión en su rostro era una de absoluta preocupación.

– No creo que pueda olvidarlo. – le dijo Lisa– Acaso tu… ¿Lo olvidaste?

– Tu siceo ha mejorado bastante desde esa vez. – dijo Lincoln soltando una risita – Hablabas bastante gracioso.

Su hermanita dio un respiro de alivio, y luego lo miró molesta al darse cuenta de que le estaba tomando el pelo.

– Agradecería que no me hicieras el objetivo de tus bromas infantiles, querido hermano mayor.

– Lo siento, solo era un recuerdo.

Lisa no había crecido mucho en esos meses, pero en esos momentos era muy distinta a la persona que conoció en aquella capilla junto al hospicio. Ahora era alguien que no lo veía como un conjunto de síntomas o un problema a resolver, lo miraba como una hermana menor preocupada por el destino de su hermano mayor. Claro, a veces lo sacaba de quicio con su tonta lógica y sus comentarios mordaces, pero sabía que detrás de esa pequeña había una personita que estaba preocupada, una personita que lo acompañaría hasta el destino final. Por esa razón habían una cosa que estaba pendiente desde hacia tiempo y que queria arreglar en esos momentos.

– Nunca te pedí perdón por aquella vez. – le dijo Lincoln.

– Ya detente con eso. – le dijo Lisa, alejando su mirada.

– No Lisa, habló en serio. – dijo Lincoln, poniéndose de pie – Perdón por haberte tratado de esa forma, tu no tenias la culpa de nada, hiciste lo mejor que pudiste para salvarla… Pero ya era su hora de partir… Y se que te culpe por eso, pero se que fui un tonto y…

– Tal vez me cueste entender las emociones humanas. – dijo Lisa, incapaz de ver a su hermano disculpándose – Pero sé que en esos momentos estabas sufriendo, la persona que querías, ella murió aquel día y yo no pude hacer nada para ayudarla.

– Nadie hubiera podido hacer nada…

– Fue natural que estuvieras molesto, así que no tienes nada de qué disculparte y yo no tengo nada que perdonar.

Aquellas palabras fueron las que hicieron que una pequeña lágrima corriera por su mejilla, fueron las que lo hicieron llorar después de mucho tiempo. Sentia tanta tristeza acumulada en su interior, que dejo de mirarla y le dio la espalda, no quería que ella lo viera llorar como un tonto.

– Gracias… Siempre pensé que me odiabas un poco por eso, por ser un idota contigo. – dijo Lincoln, con la voz entrecortada – Me has sacado un peso de encima… Gracias.

Camino hacia la puerta, tratando de aguantar el torrente de lágrimas y mucosidad que comenzaban a acumularse. Pero la voz de su hermana lo detuvo justo cuando abrió la puerta para escapar a su habitación, solo quería encerrarse para poder llorar por un largo rato.

– Lincoln.

– ¿Qué… cosa?

– No planeo dejarte morir. – le dijo Lisa con determinación – La última vez… Yo… Le falle a Sofía, así que no podré perdonarme a mi misma si te fallo a ti también. Haré lo que sea necesario para encontrar una cura y no me rendiré, por eso espero, no… Demandó que tú hagas lo mismo y continúes luchando.

– Lo intentaré Lisa…

– No lo intentaras, lo harás, es lo menos que espero de mi querido hermano mayor.

– Lo… Lo haré… Te lo prometo...