Disclaimer: creo que la misma palabra lo define todo: fanfiction
(Nada de Naruto y sus personajes me pertenece; míos son sólo esta historia… y Shikamaru)


7. Entre misterios y mitos vivientes

Sus pies descalzos hacían crujir la tierra con cada pesado paso que daba. Ramas, hojas secas, era imposible definir lo que pisaba en medio de la oscuridad, pero tampoco era como si importara. Estaba cerca, lo sabía.

En su recorrido, el bosque a su alrededor le pareció más denso, más grande, infinito, completamente distinto a como había sido siempre. Latía a un ritmo que competía con el frenético danzar de su corazón, advirtiendo, siendo un testigo silente de su encuentro con el que había elegido como último destino. Sentía un dolor agudo en el pecho con cada bocanada de aire y sus labios ardían producto de la fría brisa que los resecó en medio de su caminata.

"Aguanta un poco, sólo un poco más…", se decía a sí misma.

Hubo un cambio en el aire a su alrededor, un crepitar que chisporroteó en la base de su nuca poniéndola en alerta porque sabía que sus perseguidores estaban dándole alcance. Era imposible no ser sensible a su energía cuando su conexión era demasiado fuerte y eso la llenó de una ardiente rabia. Ella habría sacrificado todo de sí misma por cada uno de ellos si tan sólo le hubieran dado una oportunidad, pero ya era muy tarde.

Apresuró el paso, ahora corría entre los árboles como si su vida dependiera de ello. En cierta manera, lo hacía. Las ramas de un arbusto rasgaron el borde de su shinishozoku otrora de un brillante color blanco, pero no tuvo tiempo para detenerse a pensar en ello. Simplemente siguió corriendo. Tenía que seguir corriendo.

La tierra húmeda bajo sus pies dio paso a pequeñas piedras redondas y lisas que se clavaron en sus plantas cuando se encontró en el borde del lago.

Ignoró el entumecimiento que le provocó el contacto repentino con el agua helada y siguió avanzando. Paso a paso, un pie detrás del otro hasta que dejó de sentir el suelo y entonces se impulsó con brazadas irregulares. Su túnica desgarrada entorpecía sus movimientos, pero el dolor en su pecho era más fuerte y le dio la fortaleza para seguir adelante. Sintió las lágrimas calientes deslizarse por sus mejillas, pero no importaba. Nada más lo hacía.

El agua comenzó a cubrirle el torso, luego el cuello y entonces se zambulló para intentar llegar más profundo. Pronto ya no sintió nada. Incluso si por alguna razón decidiera nadar de vuelta a la orilla, sabía que no podría hacerlo y eso estaba bien.

Era difícil seguir pataleando para mantenerse a flote, así que tras un instante dejó de hacerlo y empezó a hundirse lentamente. El agua entró en sus pulmones expulsando todo rastro de oxígeno guardado en ellos y no pasó mucho tiempo antes de que la oscuridad comenzara a engullirla.

A través de la cambiante superficie del agua sobre ella pudo ver el intenso brillo de la luna llena iluminándola desde arriba. Siempre fría, siempre tan lejana.

Había muchas cosas de las que se arrepentía, pero ésta no era una de ellas. El profundo dolor que sentía no le habría permitido sobrevivir de todas maneras.

Tras un último vistazo a su eterna protectora que la había abandonado sin ninguna misericordia, despacio cerró los párpados y entonces se dejó ir…

Ino abrió los ojos con un sobresalto.

Soltó un jadeo y se sentó de golpe, tomándole más de un segundo reconocer que estaba fuera de aquel sueño. Uno que se había sentido muy, muy real. Tenía la frente empapada de sudor y cada músculo de su cuerpo dolía como si hubiera estado entrenando por horas. Si cerraba los ojos todavía podía ver sus pies descalzos cubiertos de tierra y sentir su pecho oprimido mientras se hundía en el agua.

Tomó una respiración profunda sólo para asegurarse de que podía hacerlo y aunque su cuerpo dolía, podía reconocer de donde provenían las molestias. Sólo hacía falta ver la sombra de los moretones y vendajes que tenía encima.

¿Dónde estaba?

Miró a su alrededor, pero la habitación en donde se encontraba le resultaba desconocida. Todo lo que podía ver eran sólidos muros de piedra apenas iluminados por la débil luz de una lámpara de aceite que había sobre la mesa cercana. No había más mobiliario allí además de la cama de madera sólida donde estaba recostada.

Intentó recordar que había sucedido y eso fue un error. De repente todo volvió a su mente como un montón de imágenes caóticas que le provocó dolor de cabeza y despertó en su estómago la sensación de vértigo. Se sentía absolutamente desorientada. La travesía en el barco, la villa al pie de la colina, la neblina, el sol rojo sobre sus cabezas, las criaturas rodeando a su equipo. ¿Por qué recordaba viéndolo de lejos? Ella debía estar con ellos. ¿Cómo había terminado ahí? ¿Dónde estaban todos? ¿Qué rayos había pasado?

Como una respuesta a sus crecientes dudas, la puerta a su izquierda se abrió lentamente y Sakura apareció a través de ella.

—Estás despierta, qué alivio —dijo cuando sus miradas se encontraron.

Traía consigo un cuenco de madera en las manos y cuando estuvo cerca, Ino pudo ver un paño flotando en lo que parecía ser agua. Algunas hierbas medicinales habían sido hervidas en ella, podía olerlo.

Sakura tomó asiento junto a ella en la cama y le sonrió un poco.

—¿Q-Qué pasó? —¿Ésa era su voz? Porque parecía como si hubiera gritado hasta quedar afónica.

—Es lo que Shikamaru está intentando averiguar —respondió su amiga mientras exprimía el paño.

Entonces apartó la frazada que la cubría e Ino pudo ver el enorme vendaje que había en su muslo derecho. Sakura hizo una pequeña mueca mientras sus dedos se movían metódicos para descubrir la herida y empezó a limpiarla con sumo cuidado. Era bastante profunda y ahora tenía una gruesa costra de sangre seca cubriéndola, aunque Ino no se quejó a pesar de que el contacto del agua tibia le ardió hasta las entrañas.

—He comenzado a tratarte, pero el desgarre es demasiado profundo, necesitarás cirugía —le explicó Sakura tras un instante mientras comenzaba a reemplazar el viejo vendaje por uno nuevo. —Volveremos pronto a Konoha, así que por ahora sólo nos ocuparemos de que no pesques ninguna infección, ¿de acuerdo?

Siendo honesta, eso no respondía sus dudas. ¿Qué había sucedido? ¿Como que volverían a Konoha pronto? ¿Y qué pasaba con la misión?

Su cabeza se distrajo al reparar en el daño que había recibido su cuerpo. Imitó a Sakura y sus labios se fruncieron mientras veía su pierna. ¿Cómo había terminado así? De nuevo intentó forzar a su cerebro a recordar, pero éste no quería cooperar con algo coherente.

—¿Qué le pasó a Hinata? —preguntó de repente al recibir un nuevo cúmulo de imágenes: las manos de Hinata cubiertas de sangre, su ropa quemada.

Sakura pareció genuinamente sorprendida por su pregunta y eso encendió las alarmas en su interior. ¿Acaso había imaginado eso?

—¿Cómo lo…? —No, no lo había imaginado.

—Yo… creí haberlo visto… no sé, todo es muy confuso. —Hizo un gesto de dolor cuando la migraña se hizo más aguda. Se llevó las manos a las sienes y respiró hondo tratando de contener el flujo incesante de recuerdos—. ¿Ella está bien?

Sakura dudó durante un segundo completo, pero finalmente asintió con la cabeza.

—Atacar esas cosas con las manos desnudas fue mala idea. De alguna manera, absorbieron su chakra además de que le provocaron algunas quemaduras; pero Naruto se ocupó de eso. Dormirá unas horas más y se recuperará. —O al menos eso era lo que Sakura esperaba, podía sentirlo.

Ino suspiró aliviada, aunque la sensación se esfumó cuando notó algo. Se dobló para apartar la frazada por completo y entonces vio la mancha azulina que rodeaba su tobillo, parecía la sombra de un hematoma que probablemente no habría notado de no ser porque ella sabía que estaba ahí y su mano derecha se movió instintivamente hacia el lado contrario de su pecho, donde sintió el latido de su corazón. Más recuerdos llegaron a su cabeza: aquella criatura indefinible cogiéndola de su pierna para arrastrarla a través del bosque como si fuera un juguete, el frío del agua llenando sus pulmones, la mano helada oprimiendo su pecho.

De nuevo pensó en su extraño sueño, no había sido lo mismo, pero esto había sido real.

La voz de Sakura la regresó al presente e Ino notó la preocupación destellando en el chakra de su amiga, a pesar de que intentaba mostrarse tranquila.

—Debes descansar. Partiremos en cuanto Shikamaru nos dé la orden —resolvió tras un largo instante, levantándose una vez que el nuevo vendaje limpio estuvo listo en su pierna.

Ino asintió y siguió a Sakura con la mirada hasta que dejó la habitación. Enseguida se dio cuenta de que su amiga ni siquiera le había dicho en dónde estaban, ni cómo habían llegado ahí, pero ya era muy tarde para externar sus dudas en voz alta. Algo le decía que tampoco era como si fuera a tener respuestas de su parte.

El silencio llenó el lugar de repente sólo siendo interrumpido por el crepitar de la flama que ardía en el mueble cercano. Los muros de piedra desnuda a su alrededor eran perfectos lienzos en blanco para las extrañas formas danzantes que dibujaba la luz de la lámpara. Una vez más, Ino recorrió su entorno con la mirada y conforme los minutos empezaron a transcurrir, las memorias comenzaron a ordenarse en su cabeza como piezas de rompecabezas cayendo en los lugares que correspondían, dejándola mareada y algo inquieta. Era eso o la punzada que sentía dolorosa en su cráneo anunciaba la ruptura de un aneurisma del que no tenía conocimiento.

Le tomó algo más de tiempo, pero por fin pudo recordar mayores detalles de la misión que los había alejado de Konoha hacía tres días. En realidad se forzó a sí misma a hacerlo y era un milagro que la nariz no le hubiera sangrado por el esfuerzo, pero nadie tenía porqué saber.

"Tres días", cayó en cuenta de repente, incapaz de negar que de alguna manera se sentían como una eternidad.

No podía pensar en la última vez en que una misión resultó tan difícil de encarar, no después del final de la guerra.

Pero hablando de guerra, aún tenía respuestas que obtener y sólo se le ocurría una persona que podría dárselas, tuviera que obligarlo o no: su eterno compañero de batallas.

Deshaciéndose con cuidado de la manta que la cubría, se deslizó sobre el colchón hasta apoyar los pies en el suelo frío. Una nueva dosis de dolor le arrancó un quejido, pero nada que no pudiera soportar. Cerró un poco las manos formando puños con la sábana y tras un instante de duda, consiguió ponerse de pie.

Tenía que encontrar a Shikamaru, sacarle más detalles sobre lo que había pasado mientras ella luchaba por su vida -porque no podía pasar desapercibida la reticencia de Sakura a responderle y ella necesitaba saber- y, tal vez, también lo golpearía por no ser la primera persona que vio al abrir los ojos, tal y como su deber moral como mejor amigo se lo exigía. Quién sabe, eso tendría que decidirlo después.

Una vez que se aseguró de que sus piernas la sostenían, dio su primer paso y fue castigada con un dolor agudo sacudiendo su pierna derecha desde la punta de los pies hasta el inicio de su cadera.

—Si seré tonta… —Se gruñó entre dientes.

Tarde había recordado las palabras de Sakura: el desgarre es demasiado profundo.

Se clavó las uñas en las palmas de las manos, esperando que la punzada de dolor en esa zona de su cuerpo amortiguara la tortura, pero sólo le hizo recordar que había perdido cuatro uñas en el bosque y ni siquiera quería empezar a pensar en el dolor que le presionó las costillas y el rostro. Las lágrimas se asomaron entre sus párpados firmemente cerrados y tuvo que tomar unas cuantas respiraciones rápidas para evitar lloriquear como una niña pequeña.

El esfuerzo hizo brotar una nueva mancha carmesí en el vendaje y ella tuvo que maldecir otra vez. Sakura iba a matarla.

Bien, debía reconocer que claramente iba a ser incapaz de dar otro paso más sin gritar y mucho menos dejar la habitación. Pero no se desanimó. Sabía de sobra que tenía más recursos.

Esperó un instante mientras la química de su cerebro hacía su magia para disminuir el dolor y cuando pudo respirar con cierta normalidad de nuevo, cerró los ojos y tomó una calada honda de aire mientras dejaba fluir su chakra fuera de esas paredes.

Como siempre ocurría cuando se encontraba en un sitio desconocido, fue cuestión de unos segundos hasta que su percepción se extendió como una ola a través del pasillo y más allá. Uno a uno los chakras de sus compañeros estuvieron a su alcance, destellando en el vacío como pequeñas estrellas sólo para ella. Pudo sentir la molestia creciente en Kiba y la expectación de Akamaru. Detrás de la puerta que custodiaba en el lado contrario del pasillo estaba Hinata y el chakra inconfundible de Naruto se mantenía su lado. Los chakras de Sakura y Shikamaru aparecieron no mucho tiempo después al inicio del pasillo.

Soltó un suspiro aliviada al comprobar que, tal y como Sakura lo había dicho, todos estaban bien. Y como ahora los tenía plenamente identificados, no los perdería de vista.

Estaba a punto de usar sus habilidades telepáticas para llamar a Shikamaru cuando la puerta volvió a abrirse y sus piernas se rindieron bajo su peso.

Un fuerte brazo la detuvo de besar el piso y la presionó contra un cuerpo cálido.

—No deberías estar levantada —escuchó contra su oído y rápidamente reconoció la profunda voz de Uchiha Itachi.

Ante su cercanía, el primer instinto de Ino fue retroceder un paso para recobrar el equilibrio por su cuenta más él no se lo permitió. Tomándola de los brazos, la guió de vuelta a su cama y ella estaba tan agotada y dolorida que no tuvo fuerza para resistirse. Al menos no físicamente.

—Y tú no deberías entrar a las habitaciones sin llamar antes —apostilló intentando ignorar la creciente mancha carmesí en su muslo. Definitivamente Sakura iba a matarla.

—Creí que estarías dormida.

—Oh, ¿entonces querías aprovecharte de mí?

—N-no… yo… —Como si se diera cuenta de que aún la sostenía de los hombros, Itachi la soltó rápidamente y retrocedió un paso—. Por supuesto que no. Sólo me aseguraba de que estuvieras bien.

Él parecía demasiado contrariado por sus palabras e Ino no pudo contener la sonrisa divertida que apareció en sus labios. Esta tenía que ser la reacción más humana que le había visto desde que lo conocía, que no fuera ira o pena.

—Cuidado, Uchiha. Cualquiera pensaría que te preocupas por mí —continuó ella mientras se acomodaba en la cama despacio. Buscó la manta y se cubrió con ella hasta el estómago. Tal vez si ocultaba su vendaje aplazaría su homicidio a manos de su mejor amiga.

—¿Por qué haces eso? —preguntó él de repente.

—¿Qué cosa?

—Decir lo primero que pasa por tu cabeza, ser tan descarada. Te gusta incomodar a las personas, ¿cierto?

Ino se encogió de hombros y lo miró fingiendo inocencia.

—Es uno de mis más apreciados talentos.

—¿Según quién?

—El mundo, en general. —Vio que su respuesta no parecía causarle gracia y suspiró—. ¿Quieres la verdad?

Él asintió.

—No. Generalmente no soy tan pesada —aseguró—, quiero decir, lo soy pero no tanto y no contigo. Tú definitivamente pareces el último hombre en la Tierra con quien debería serlo, pero no puedo evitarlo —confesó sincera, encogiéndose de nuevo.

Ella siempre había sido del tipo de personas que decía lo que pensaba y rara vez se arrepentía de ello. Mientras crecía, esa seguridad había sido cultivada por la admiración de las personas que le rodeaban, su familia, sus compañeros de clase, sus maestros, y aunque hubo momentos en los que empezó a rayar en la arrogancia y la soberbia, jamás llegó a sucumbir del todo. Su madre se encargó de bajarla de su pedestal cuando su padre la consentía de más y una vez que sus habilidades como sensor se habían inclinado hacia la empatía, se había vuelto aún más respetuosa de los demás.

Si lo pensaba con calma, tal vez era eso último lo que la llevaba a presionar tanto a Itachi: su incapacidad de leerlo. Estaba tan acostumbrada a sólo parpadear para tener una visión completa sobre las personas que era realmente frustrante estar a ciegas cuando se trataba de él. Nunca huía de los retos, así que sin quererlo realmente se lo había tomado personal y ahora buscaba cualquier forma de obtener un vistazo de él y su verdadera naturaleza, incluso cuando la advertencia que le había dado en el barco aún pendía sobre ella.

—Deja de verme así. ¿Tan mal luzco?

Itachi no se había dado cuenta de que se había quedado mirándola fijamente sino hasta que escuchó aquella pregunta. Una que volvió a sacarlo de balance, incluso cuando algo le decía que esa no había sido la intención de la rubia esta vez.

Tuvo que admitirse a sí mismo que, en realidad, era lo opuesto.

Aquellos ojos claros refulgían con un brillo húmedo bajo la tenue iluminación y su piel había recobrado su aspecto cálido y terso, nada que ver con la frialdad y palidez que había esbozado cuando recién la había sacado del agua.

Ni siquiera el raspón que tenía en su barbilla ni los moretones que sombreaban algunas zonas de su rostro disminuían la belleza que componían sus rasgos.

Aunque eso no había sido lo que había llamado su atención a ese grado. Había sido verla despierta, con esa vivacidad y fortaleza de espíritu que se abría paso hacia la superficie a pesar de todo lo que ella había vivido. No sabía el motivo, pero verla de esta manera era un agradable contraste en comparación con el cuerpo que había cargado inconsciente hacía unas horas y eso, por alguna razón, le hacía sentirse aliviado.

Ni siquiera le habían molestado sus intentos de tomarle el pelo, aunque tal vez eso era porque casi podía decir que estaba acostumbrándose a ellos.

—Itachi… —Volvió a llamar su atención. La vio agachar la mirada hacia sus dedos entrelazados ansiosamente sobre su regazo antes de decir—: Gracias por salvarme.

La cálida sonrisa dedicada a él le resultó algo absolutamente extraño. Había algo en la sinceridad que había en esos ojos aguamarina cuando lo miraban que casi lograba desarmarlo. Tal vez era porque no podía recordar la última vez que alguien demostró tal bondad hacia él.

En realidad, sí podía recordarlo, pero procuraba no hacerlo porque sino tendría que recordar también lo mal que había terminado en aquel entonces. Por fortuna logró hundir el recuerdo antes de que aflorara por completo y la emoción quedó sepultada profundamente en su interior.

Hizo una pequeña inclinación de cabeza como única respuesta.

—Debes descansar.

—¿Y si te digo que no puedo dormir? —se apresuró a preguntar ella mientras él giraba en dirección a la puerta.

—Necesitas hacerlo.

—Aguafiestas.

—Lo haces de nuevo.

Ino sonrió animada mientras lo seguía con la mirada. Entonces ocurrió lo que tanto había esperado: pudo sentir sus emociones con absoluta nitidez. ¡Por todos los cielos, él estaba disfrutando de su conversación!

Sin querer perder la oportunidad, se enderezó en la cama.

—Ita… —Demasiado tarde. Él ya estaba dejando la habitación.

Itachi cerró la puerta con un movimiento suave y avanzó unos cuantos pasos antes de hacer algo que no había hecho en mucho tiempo: resopló divertido.

Debía admitir que se sentía tentado a quedarse y seguir conversando con ella, pero la mera idea lo incomodaba también. Nunca había sido un gran conversador. Shisui le había reñido al respecto en varias ocasiones mientras crecía, pero él siempre había estado tan enfocado en su deber que había creído firmemente que no tenía tiempo para eso, en especial, con personas de su edad. Él se había impuesto una pesada carga desde muy joven y había cometido el error de creer que tenía que hacer todo por su cuenta. Ahora, a menudo se preguntaba qué tal hubiera sido crecer de la manera en que sus actuales compañeros de escuadrón lo habían hecho, entablando amistades y creando lazos que habían logrado sacarlos de sus momentos más oscuros.

¿Qué hubiera pasado si no hubiese orillado a Sasuke a deshacerse de dichos lazos de golpe?

Incapaz de soportar las memorias que guardaba de su hermano pequeño, siguió su camino en medio de aquellas cavilaciones hasta que el eco que viajaba entre los pasillos llevó hacia sus oídos una airada conversación proveniente del ala a su izquierda.

El lenguaje de su cuerpo cambió en un respiro. Cuadró los hombros y por instinto redujo al máximo la presencia de su chakra, sus pasos siendo tan sigilosos que habría dado la impresión de que estaba flotando sobre el suelo mientras se acercaba.

—¿En qué estabas pensando? ¡Cómo se te ocurrió pedir la ayuda de forasteros!

Las voces se volvieron más nítidas conforme se acercaba y no resultó una sorpresa para él cuando se encontró con Nara Shikamaru parado junto a la puerta entreabierta de aquella habitación, refugiado entre las sombras de aquel corredor. Al parecer no había sido el único que había adoptado el modo espía porque ni siquiera había notado el chakra de su capitán sino hasta que lo tuvo parado frente a él. Los dos intercambiaron miradas y, como parecía darse con cierta facilidad, entendieron las intenciones del otro, así que se quedaron completamente quietos y en total silencio.

Desde su posición, Itachi reconoció el perfil del hombre que les había dado refugio unas cuantas horas atrás, aunque no alcanzaba a ver a su interlocutor.

—¿Qué se supone que debía hacer? —cuestionó una voz juvenil. Había molestia en su tono, pero más que eso, una profunda frustración que hacía temblar su voz—. ¿Quedarme con los brazos cruzados mientras nuestro pueblo muere? ¡No podemos con esto solos, necesitamos su ayuda y lo sabes!

—¡Lo que sé es que trajiste a esta isla justo lo que quieren, no puede ser que no seas capaz de verlo!

Hubo un súbito silencio.

De nuevo apartó la mirada para encontrarse con la de Shikamaru y supo que la misma duda les había llegado a ambos.

—No pensé que…

—Exacto. No lo pensaste —Las palabras de Yashima fueron duras aunque no crueles, su tono había perdido algo de la condena que había esbozado ante aquel muchacho—. ¿Cómo pudiste hacer algo tan inconsciente, Ōtoshi?

Ōtoshi.

Itachi había escuchado a Yashima pronunciar ese nombre antes, cuando Shikamaru le había mostrado el mensaje de auxilio y el hombre probablemente había reconocido la caligrafía ajena.

—Tío… —Murmuró el chico desconocido. Ahora pudo notar algo más en aquella voz: arrepentimiento.

—No podremos contenerlo por mucho tiempo más si se decide a atacar directamente. Asegúrate de que los forasteros partan tan rápido como sea posible. Por el bien de todos.

Se escucharon pasos en el interior de la habitación y en un movimiento coordinado, Itachi y Shikamaru dieron un salto para poner distancia y no ser descubiertos. La puerta se abrió y unos sorprendidos ojos violetas se clavaron en sus rostros: era el muchacho con quien había estado conversando Yashima.

De inmediato el cerebro de Itachi comenzó a armar una excusa que pudiera ser usada para justificar que ambos estuvieran ahí cuando les habían limitado el acceso al resto de la fortaleza tan pronto como les habían asignado sus habitaciones. Considerando las tensiones que habían marcado su llegada a la isla, no podían darse el lujo de alimentarlas por una equivocación.

—Disculpa, ¿podrías decirnos dónde conseguir algo de agua, por favor? —se adelantó a preguntar Shikamaru, mostrando una cantimplora vacía que colgaba de su muñeca.

El chico los miró de hito en hito. Itachi reconoció la duda en su mirada, pero parecía estar demasiado agobiado como para buscar intenciones ocultas en la simple petición de su capitán.

—Uh… sí, claro —respondió con algo de duda—. Síganme.

Ambos lo siguieron en silencio y mientras avanzaban a través del largo pasillo, Itachi recorrió con la mirada el lugar, aún sorprendiéndose porque aquella impresionante fortaleza hubiera sido construida en el profundo corazón de la montaña. Todo era roca sólida a su alrededor, una intrincada red de pasillos que se iluminaban desde algún lugar en el techo conforme avanzaban, pero cuyos techos eran tan altos que hacían imposible sentirse claustrofóbicos en el lugar. Cada tantos metros había una que otra puerta de madera sólida, pero Itachi había notado que no había más personas a su alrededor desde que habían llegado. Estaba seguro de que había otras tantas personas en el lugar, más que los cuatro hombres que los habían recatado, pero no sabía en dónde.

—Tu enviaste el mensaje, ¿no es cierto? —preguntó Shikamaru cuando el silencio se extendió demasiado.

El chico se tensó y por un breve instante, la luz que los iluminaba titiló sobre sus cabezas provocando que el reflejo danzara en el oscuro cabello del muchacho. No parecía tener más de dieciséis años, sus facciones aún conservaban un aire infantil a pesar de que ya era casi tan alto como ellos dos.

—Han pasado tres semanas, creí que no vendrían —musitó el chico en voz baja. Notó que ambos lo miraban ceñudos y se apresuró a explicar—: El tiempo se mueve de manera distinta aquí que en tierra firme. Es por el núcleo.

—¿El núcleo?

Ōtoshi asintió reiniciando el camino.

—El manantial sagrado. El origen de todas las cosas.

—¿Como en el mito?

Su pregunta provocó una diminuta sonrisa en su guía.

—Somos un mito en tierra firme… —resopló el muchacho con algo de ironía.

Pronto los delicados muros lisos que les rodeaban fueron reemplazados por relieves irregulares y la luz de la luna llena les dio la bienvenida cuando salieron de la fortaleza hasta la boca de una cueva detrás de una cascada.

Sus palabras de inmediato evocaron en Itachi el recuerdo del pergamino que Tsunade le había llevado antes de partir de Konoha. Incluso sin él, Itachi recordaba ese mito, lo había leído en alguna ocasión: la vida había surgido de un manantial sagrado en el corazón del mundo, un lugar donde lo divino se unía con lo terrenal y donde los dioses habían decidido poner en marcha la creación de lo que ahora conocían. Los seres humanos habían sido los últimos en ser creados y después de eso, habían sido puestos en libertad para que poblaran el planeta. Todos excepto por unos cuantos que habían adquirido el deber de velar por la seguridad del manantial y así proteger el orden de la naturaleza, los que con el pasar del tiempo serían conocidos como los hijos del Sol y los hijos de la Luna.

Itachi no pudo evitar preguntarse si realmente se encontraban frente a esos seres legendarios. Tampoco le sorprendía quela mirada de Shikamaru indicara que también estaba al tanto de aquel mito.

—Si las historias son ciertas y ustedes son los hijos del sol y de la luna, ¿por qué necesitan nuestra ayuda? —preguntó su capitán.

Ése era un buen punto.

De acuerdo con el mito, aquellos humanos se encontraban en sincronía con el mundo entero y, honestamente, después de haber visto la manera en que alejaban a aquellas criaturas que los habían atacado en el bosque, Itachi podía suponer que también eran muy poderosos. No sabía qué podrían sumar siete jōnin a esa ecuación.

Durante varios segundos, lo único que llenó el silencio entre los tres fue el susurro constante de la cascada ante ellos. Itachi miró con detenimiento al muchacho, la forma en que apretaba los puños debajo de las mangas holgadas de su túnica y su mirada rehuyente yendo desde los rostros de ambos hasta la entrada a la fortaleza. Era obvio que estaba debatiéndose entre confiar en ellos o no y el Uchiha no podía culparlo.

—En las últimas cuatro lunas nuevas han muerto cuatro de nuestras sacerdotisas —dijo finalmente—. Elegidas para velar a la orilla del núcleo.

—Creí que estaban desaparecidas —interrumpió Shikamaru.

El muchacho volvió a sonreír con algo de amargura.

—Nada desaparece de esta isla. Estoy seguro de que están muertas.

Esta vez fue el turno de Itachi de intervenir.

—Y si estás tan seguro de eso, ¿entonces por qué nos hiciste venir?

Ōtoshi presionó los labios en una línea e Itachi logró reconocer el velo de temor que había en su mirada cuando se armó de valor para mirarlos a la cara.

—Porque aún quedan ocho sacerdotisas, señor. Y si ellas mueren, entonces mi tío tendrá razón y nos habremos condenado todos.

«Continuará…»


¡Hola de nuevo!

Ni como justificar la ausencia, no lo voy a intentar… honestamente creo que la vida se nos interpuso a todos y los últimos años no han sido sencillos para nadie, aunque como siempre lo he dicho: podré ser una escritora inconstante, pero tengo la firme intención de terminar lo que hago así que aquí llegamos con una nueva actualización ^^

¡Gracias desde ya a quien lea esto, hasta pronto!