Naittinkel

Capítulo 2: Soldado

Primavera - año x491: Kaien 18 años

Kaien estaba bastante satisfecho con lo que había sucedido en La Cúpula el día de la llegada de Ichigo, nunca se había imaginado que romper el mapa de guerra, en el momento en que estaban siendo amenazados por Kuvar, haría que Ichigo abandonara el castillo durante tantos años. Con el heredero legítimo del reino fuera de su camino, todas las posibilidades de ganarse el favor de su padre estaban al alcance de su mano, solo tenía que tomarlas.

Sin Ichigo en el castillo, su padre no tenía a nadie con quién compararlo, no existía esa rivalidad que solía ocurrir entre los hijos de dos mujeres diferentes, y todo era para él: el amor de su padre, los regalos y las atenciones. Concluyó sus estudios académicos y militares como se suponía que debía hacerlo. Él era un príncipe, había sido reconocido por su padre frente a todos, incluso frente a la reina que se había negado a aceptarlo. Todos lo trataban por lo que era, un príncipe y, en ese momento era el futuro Rey de Avanta y las Montañas Azules.

Durante mucho tiempo pensó que no sería más que un príncipe y quería ser más que eso, quería ser el rey, lo quería con todo su ser. Admiraba a su padre y eso le ayudó a que su padre siempre lo tuviera cerca, aprendiendo y hablando con él, escuchando sus consejos y siendo lo suficientemente humilde para demostrarle que no quería el trono sino que solo quería lo mejor para el reino.

Nada de eso hubiese sido posible si Ichigo hubiese estado en el reino.

Ichigo regresó al reino en el mejor momento para él. La noticia de la llegada de su hermano causó revuelo en el consejo, donde ya tenía asiento como hijo mayor del rey. Los consejeros no dejaron de lado el hecho de que Ichigo ya debería ser elegido Príncipe Heredero y que debería ocupar su propio lugar en el consejo. Kyoraku y Ukitake insistieron tanto en eso que no tenía ninguna duda de que ambos hombres solo querían sacarlo de allí por ser un bastardo.

Kaien se ajustó la ropa de ese día y dudó por un momento en ponerse la insignia plateada pero al final la colocó en su pecho, era el símbolo del heredero de la corona al igual que el anillo de Ichigo era el símbolo del príncipe del reino. Después de todo, tendría otra insignia, más elaborada y lujosa para las celebraciones especiales en el reino.

Salió de su habitación, su padre se estaba reuniendo con uno de los concejeros al igual que la reina, ambos ocupados con sus asuntos. Kaien, sin ser requerido por ninguno de ellos, se dirigió al campo de entrenamiento donde los nuevos reclutas estaban entrenando bajo la feroz mirada de Kenpachi; tenía toda la intención de encontrar a Ichigo ahí.

Kenpachi era un sádico, él lo había entrenado en privado al ser el hijo predilecto del rey, y el único príncipe en el castillo, hasta que logró tener la perfección y manejo con la espada que tenía en ese momento. Su padre era un fiel creyente de que debía aprender a manejar una espada porque en la guerra tenía que ir a pelear junto con los soldados pero Kaien pensaba de otra manera; él creía que el rey no debía moverse del campamento, sino que desde esa posición estratégica debía guiar los ataques y solo avanzar hasta el final cuando la victoria fuera completamente suya.

Para Kaien, los soldados eran solo un medio para un único fin, la conquista de los enemigos.

Cuando se acercó lo suficiente al patio de entrenamiento, pudo ver que Ichigo vestía el mismo uniforme que se les dio a todos los nuevos reclutas que estaban en entrenamiento. Ese uniforme era el símbolo de que aún no eran soldados del reino sino meros aspirantes a pertenecer al ejército más poderoso de esa parte del continente. Esa visión lo hizo sonreír con placer.

— ¡Atención! ¡Su alteza real, el príncipe Kaien, está aquí! — Gritó Kenpachi haciendo que todos los reclutas dejaran de hacer los ejercicios y lo saludaran. ¡Qué lindo era dejar de ser recluta!

— Descanso. — Ordenó luego de contestar el saludo. Miró a los reclutas, estaban cansados, sudorosos, enrojecidos y sin aliento. Solo Ichigo parecía no estar tan exhausto. — ¿Les ha enseñado a usar la espada, Capitán Kenpachi? — Preguntó con esa sonrisa falsa que llevaba mucho tiempo usando y que salió tan bien que todos creyeron que era real.

— Sí, mi príncipe. Todos saben dónde sujetarla pero no saben dar más de un golpe, y cuando lo hacen, lo hacen mal. El príncipe Ichigo se unió a nosotros esta mañana y todavía no le enseño cómo sujetar una espada. — Explicó el Capitán y Kaien solo asintió contemplando las posibilidades de humillar aún más a Ichigo.

— Bien. Ustedes dos, — señaló a un par de reclutas. — Vayan a buscar las espadas de entrenamiento, quiero ver qué tan mal pelean los reclutas. También me servirá como calentamiento antes de ir a entrenar.

Dicho esto, los reclutas fueron al cuarto armas y regresaron con las espadas de entrenamiento, que eran similares a las espadas reales, solo que desafiladas y un poco más pesadas. Kenpachi le entregó una espada similar a Kaien para defenderse de los intentos de ataque de los reclutas y se alejó diciendo que sería divertido ver a todos terminar en el suelo.

— No seas tan malo, son el futuro de los soldados del reino. — Dijo eso con una sonrisa que intentó ser amable. — Vamos, quién quiere ser el primero.

Todos los reclutas se miraron unos a otros, dudando en responder al desafío. Él era un príncipe y le tenían miedo. Kaien disfrutaba de esa mirada en los nuevos reclutas hasta que uno de ellos dio un paso al frente.

— Yo, mi príncipe. — Dijo un joven recluta que parecía nervioso. Kaien asintió pero no tomó ninguna posición sino que se quedó esperándolo con la espada en una mano apoyando la punta de esta en el suelo.

— Adelante, intenta derribarme. — Lo desafió con una sonrisa y luego miró a los nuevos reclutas. — Quién pueda derribarme obtendrá algunas monedas de oro como recompensa.

Esas palabras hicieron que todos los reclutas lucharan entre sí para elegir el orden en el que pasarían después del primer voluntario. El voluntario se abalanzó sobre Kaien pero este lo esquivó sin moverse mucho y lo golpeó en la espalda con la empuñadura de la espada, haciéndolo terminar en el suelo. Los demás soldados se burlaron del voluntario derrotado.

Uno a uno, los soldados pasaron al frente e intentaron golpearlo, pero Kaien se movía ágilmente ante los torpes movimientos de los reclutas que intentaron al menos rozarlo con la espada. Todos terminaron en el suelo, llenos de tierra, golpes y burlas de sus compañeros.

— Parece que nadie quiere ganarse las monedas de oro, ni siquiera me han hecho sudar. — Volvió a decir con esa sonrisa solidaria que a veces tenía para dar confianza a la gente.

Cuando todos los soldados pasaron, miró a Ichigo y lo señaló con la punta de su espada antes de hablar.

— Ven, hermanito, te prometo que será rápido. — Dijo eso con mucha confianza. Había dejado a Ichigo para el final porque le gustaba disfrutar de esos placeres con todo el tiempo del mundo. Era su marca personal.

— No sé cómo usar la espada. — Dijo Ichigo sosteniendo mal la espada cuando se le acercó.

— Príncipe Kaien, el Príncipe Ichigo no ha aprendido a sostener una espada. — Kenpachi, que era un sádico y le gustaba ver sufrir a los reclutas, no estaba dispuesto a permitir que alguien sin entrenamiento se enfrentara al hombre que él mismo se había formado y sabía de lo que era capaz.

— No hay problema señor. Será rápido. — Dijo Ichigo y miró a Kenpachi con una expresión que Kaien no pudo descifrar. Fue una mezcla de confianza y enfado, quizás un poco de decisión en ese momento.

— Muy bien. Entonces atácame, Ichigo. — Kaien volvió a permanecer de pie en su lugar pero sin apoyar su espada en el suelo. Sonrió, su espada estaba lista para derrotar a su hermano de un solo golpe y saborear su victoria mirándolo en el suelo.

Ichigo asintió, tomó su espada para levantarla, se abalanzó sobre Kaien, y en un movimiento que nadie pudo ver o entender completamente, Ichigo movió la espada de entrenamiento de una manera única. Antes de que las espadas chocaran, se agachó y pasó la pierna a los pies de Kaien tan rápido que Kaien no pudo mantener el equilibrio y terminó en el suelo.

Había silencio. Nadie dijo nada, ni una exclamación, incluso los demás soldados que se entrenaban en la explanada guardaron silencio. No sabían lo que había sucedido, pero el Príncipe Kaien estaba en el suelo y el Príncipe Ichigo estaba de pie, espada en mano, mirando a su hermano. Nadie parecía querer romper el silencio hasta que Kenpachi se acercó a Kaien para ayudarlo a levantarse.

— Suerte de principiante. — Dijo rechazando la ayuda de Kenpachi mientras se levantaba. Todavía tenía una sonrisa en los labios, pero era algo forzada. Era evidente que no esperaba esa reacción. — Una vez más.

Al decir eso, los reclutas y soldados que estaban en el patio de entrenamiento, vinieron a ver el encuentro entre los dos príncipes. Algunos incluso hicieron apuestas a favor de uno u otro, y se formó un círculo que rodeaba donde estaban los dos príncipes. Kaien se sacudió el polvo de la ropa.

Ambos se miraron y empezaron a caminar en círculos lentamente. Ichigo estaba arrastrando la punta espada por el suelo de una manera casual haciendo un sonido metálico y Kaien tenía su espada firmemente en su mano.

— ¿No sabías cómo usar la espada? ¿Cierto? — Kaien sonrió sarcásticamente.

— Mis disculpas, quise decir "no sé pelear con este tipo de espada". — Ichigo le dio una sonrisa cínica. Al hacer ese movimiento, se había descubierto a sí mismo frente a su hermano.

Alguien invisible dio una orden que solo ellos oyeron y ambos se lanzaron al mismo tiempo el uno contra el otro con un fuerte choque de espadas.

El silencio reinó de nuevo, todos quedaron asombrados al ver cómo las espadas chocaban una y otra y otra vez. Ninguno de ellos tenía un escudo para protegerse, por lo que dependían de su agilidad para esquivar o repeler golpes directos. Ichigo tenía una expresión seria a diferencia de Kaien que parecía molestarse con cada golpe de Ichigo que repelía con la espada.

— ¡Subo mi apuesta a favor del Príncipe Ichigo! — Gritó un soldado, entre tantos soldados que estaban allí, y ese fue el momento en que el silencio, que solo era roto por el choque de las espadas, se rompió por completo.

Kenpachi estaba dentro del círculo donde peleaban los príncipes, no sabía a quién apoyar o si debía detener la pelea, estaban usando espadas de entrenamiento y se alegró de eso ya que tenía la impresión de que si fueran espadas reales ambos tendrían demasiados cortes y heridas. El entrenador no podía negar la supremacía que Ichigo estaba mostrando en ese momento, el príncipe tenía a Kaien dónde quería y cómo quería.

— ¡Que está pasando aquí! — La voz atronadora del rey se escuchó sobre los gritos de los soldados que estaban apoyando a los príncipes en su lucha.

— ¡Atención! ¡Su Majestad el Rey Isshin está aquí! — Gritó un soldado después de ese primer grito y todos los soldados se movieron despejando la vista del rey.

Lo primero que vio el rey fue cómo la espada de Ichigo apuntaba directamente al corazón de Kaien que yacía en el suelo, desarmado e inmóvil. El rey no podía creer que estaba viendo eso y la expresión de sorpresa se desvaneció dando paso a la ira.

— Su Majestad. — Ichigo se alejó de su hermano, que todavía estaba en el suelo, y se inclinó ante su padre. Kaien tardó un poco más en reaccionar pero imitó a Ichigo.

— ¿Qué está pasando aquí? — Exigió saber mientras seguía mirando la apariencia de sus hijos. Kaien parecía haber recibido la paliza de su vida e Ichigo parecía que no había sufrido mucho daño.

— Su Majestad, los jóvenes príncipes se estaban entrenando. — Comenzó a explicar Kenpachi pero el rey le hizo un gesto para que se callara.

— Su Majestad, estábamos entrenando. El príncipe Kaien dijo que quería calentar antes de ir a su entrenamiento. Tengo a los soldados y al entrenador en persona como testigos. — Ichigo habló sabiendo que si dejaba un hueco en su historia, podrían culparlo por querer matar a su hermano. El evento del mapa era algo que todavía tenía en mente cuando se trataba de asuntos con Kaien.

El rey se volvió para ver a Kaien que estaba de pie, al igual que Ichigo, sin deshacer la reverencia.

— Así es, Majestad, estábamos entrenando. — Apoyó a su hermano. Todavía estaba tratando de procesar lo que había sucedido allí y buscando el momento en que Ichigo había encontrado todos sus puntos débiles. Su hermano lo había atacado sabiendo dónde atacar.

— ¿Y por eso es todo este escándalo? — Preguntó enojado. Nadie respondió.

— Su Majestad, nos dejamos llevar por la pelea. Ambos príncipes son muy buenos. — Kenpachi se disculpó por no haber hecho lo que se suponía que debía hacer, no paró la pelea cuando vio que el asunto se salía de control. El rey miró fijamente al Capitán por un momento y luego a sus hijos.

— Kaien, ve a cambiarte de ropa. Entrenarás todo el día hasta que sientas que se te caen los brazos. — Ordenó el rey furioso por la forma en que su heredero y futuro rey había sido golpeado por su hermano que era dos años menor que él. — Ichigo, ven conmigo. Necesitamos hablar.

Kaien deshizo la reverencia y se fue de allí, con orgullo herido, sin volverse a ver a nadie y con dolor en varias partes donde Ichigo lo había alcanzado con la espada. Más tarde buscaría un médico para que lo ayudara a sanar los golpes que había recibido.

Ichigo siguió a su padre, siempre un paso detrás de él, hasta que salieron del patio de entrenamiento donde todo volvió gradualmente a la normalidad. Caminaron en completo silencio hasta que entraron al castillo, su padre lo guió a su oficina privada para que pudieran hablar a solas.

— ¿Desde cuándo sabes manejar la espada así? — Preguntó el rey con voz seria. Todavía estaba molesto porque no sabía que Ichigo supiera usar la espada y porque su hijo favorito había sido derrotado de esa manera.

— Desde hace un par de años, Su Majestad. — Ichigo no relajó su postura. No se atrevió a llamarlo padre, no lo veía como su padre a pesar de que lo era.

— ¿Quién te entrenó? — Quería saber el rey. A pesar de que estaba molesto por eso, no podía negar que ver cómo Ichigo había reducido a Kaien había producido un orgullo creciente en su corazón.

— El Comandante de Vayalat, Su Majestad. — Ichigo no se atrevió a decirle al rey que no solo su tío lo había entrenado, su abuelo también había estado presente en su entrenamiento militar. Decirle que había ido a la guerra en la Isla Trinidad era completamente impensable.

— ¿Por qué no lo dijiste antes? — Volvió a preguntar el rey.

Esa revelación lo había dejado molesto, no sabía qué hacer con todo lo que le contaba su hijo. Una parte de él estaba herida porque no fue él quien le enseñó a pelear a su hijo y la otra parte estaba molesta porque su hijo le había ocultado esa información.

— No tuve la oportunidad. Su Majestad me ordenó que fuera a entrenar con los reclutas y eso hice.

— No regresarás con los reclutas, mañana pelearás conmigo en el patio de entrenamiento y evaluaré en qué grupo de entrenamiento estarás.

— No, Su Majestad. Me gusta estar en el grupo en el que estoy. Aprenderé lo que me enseñen, Su Majestad lo ha dicho, mi entrenamiento militar no se ha dado como debería y no quiero generar discordia. — Ichigo bajó la mirada mientras decía eso y su padre no dijo nada.

— Está bien. Si ese es tu deseo, que así sea. Ahora retírate.

Isshin miró mientras su hijo salía de su oficina, observando ese paso lento y ceremonioso. Ichigo era un soldado, no tenía ninguna duda al respecto, y un soldado era como un arma, solo tenía que descubrir qué tan peligrosa era esa arma.

Lo primero que hizo al quedarse solo en su oficina fue tomar papel y lápiz para escribirle una carta al Comandante de Vayalat. Kisuke había entrenado a su hijo, tenía que decirle lo que Ichigo sabía hacer, y tenía que decirle lo peligroso que era.