El Ruiseñor


Capitulo 10: Prestigio


Era pasado el mediodía cuando pasaron por la Gran Puerta hacia los terrenos del castillo. La ciudad los había recibido como los grandes vencedores pero él sabía perfectamente que la victoria en la ciudad recuperada fue gracias a Ichigo y él ni siquiera fue a la batalla esa noche.

Ichigo era demasiado astuto.

Cuando las puertas de Verasi, la ciudad tomada por los kuvaritas, se abrieron esa noche, la resistencia de los soldados enemigos fue mínima. Ese encuentro fue una masacre porque Ichigo había llegado con la cabeza del General enemigo unos momentos antes de que el rey comenzara el ataque.

¿Cómo lo había hecho Ichigo? Kaien no tenía ni puta idea, pero no iba a negar que disfrutó el matar a todos esos soldados kuvaritas que habían intentado quitarle lo que ahora era suyo.

Se suponía que Ichigo iría a la batalla y moriría allí, pero eso no pasó; Ichigo evitó ir a la batalla y se ganó la admiración de los soldados por haber logrado algo que nadie había hecho. Kaien tuvo que admitir que la idea de infiltrarse en la ciudad no se le había ocurrido, no alcanzó esos niveles de ingenio pero eso estaba bien porque cada vez que Ichigo demostraba lo que era capaz de hacer, él sabía más sobre su enemigo.

Sí, Ichigo era su enemigo, y estaba seguro de que Ichigo lo veía de la misma manera. La mera existencia de Ichigo era un peligro constante para el trono que iba a heredar y ni siquiera podía soñar con matar a su padre para ascender al trono, aún no era el momento de mancharse las manos de sangre.

Cuando la procesión llegó a la puerta principal del castillo los soldados lo ayudaron a desmontar; su padre desmontó primero y avanzó por la puerta, sabía que allí estaba la reina esperando para recibirlos e Ichigo también debería estar allí, el rey le había permitido llevar el mensaje de su llegada como recompensa por su "hazaña".

Ridículo.

Ichigo estaba empezando a ganarse el amor de su padre demasiado rápido.

Se ajustó la ropa y entró por la puerta principal con ese andar despreocupado, con esa sonrisa falsa que acentuaba su atractivo y, cuando vio cómo Masaki sonreía extendiéndole las manos, supo que el teatro comenzaba de nuevo.

— Madre, cada día está más bella. — Dijo con esa sonrisa antes de besar las manos de la reina.

— Kaien, me alegro de que hayas regresado sano y salvo. Un verdadero guerrero. Las Deidades te bendigan, hijo mío. — Masaki sonrió y le acarició la mejilla con ese clásico gesto maternal que siempre tenía con sus hijos.

Fue un saludo cordial que ocultó la espada que cada uno empuñaba contra el otro. Masaki sería de las primeras en caer cuando su padre muriera, iba a disfrutar eso, pero por ahora, tenían que interpretar bien los roles de hijo devoto y madre abnegada.

— Todavía no soy lo suficientemente bueno, madre. Me hubiera encantado traer un rubí para la corona.

— Lo harás, sé que lo harás... o morirás en el intento. — Masaki lo amenazó con una sonrisa en sus labios, con esa voz maternal que ocultaba, como él, el odio que le tenía.

Kaien besó las manos de la reina como despedida y comenzó a avanzar por el salón principal, había varias mujeres jóvenes en la fila que miraban al piso haciéndole una reverencia. La Corte de la Reina ya estaba formada e Ichigo había llegado antes, seguramente Masaki les había presentado a su hijo para que pudiera elegir a su amante primero.

Sin embargo, Ichigo no estaba allí. Por cada paso que daba Ichigo para acercarse a su padre, retrocedía dos pasos.

Había cinco chicas mirando al suelo en una reverencia pero el cabello de una de ellas le resultaba tan familiar que se detuvo frente a ella y, con un gesto amable, le entregó el pañuelo que llevaba en el bolsillo, antes de hablar.

— Nell, desayuna conmigo mañana. — Era imposible no reconocerla, habían crecido juntos en el palacio y le sorprendió que ella volviera a formar parte de la corte.

¿Qué estaba planeando Masaki al tener a Nelliel en la corte de nuevo? Nelliel había crecido en el castillo prácticamente desde que era una niña, su educación había terminado hacía demasiado tiempo.

— Si, su Alteza. — Nelliel tomó el pañuelo pero no miró hacia arriba, había sido educada personalmente por la reina; ella era casi una princesa.

Lo que sea que haya sucedido en los días que Ichigo estuvo allí, Nelliel lo sabría.

Ignoró al resto de las chicas que estaban allí, todas eran bonitas pero tenían ese tipo de belleza que siempre estaba en la corte; la única mujer que era interesante y valiosa allí era Nelliel, pero ella era como su hermana y no quería confrontar a Ulquiorra por atreverse a deshonrar a su hermana pequeña tratándola como su amante.

Llegó a su habitación y ya había una bañera lista para su uso, seguramente su padre pasaría mucho tiempo en los baños privados. No tuvo más remedio que desvestirse en su habitación mientras los sirvientes le traían sus cosas para el baño, sentía que pasaría mucho tiempo en el agua, necesitaba un baño con urgencia.

— Llama al joyero real, tengo un pedido que hacerle. — Ordenó uno de sus sirvientes antes de relajarse en la bañera.


Ichigo no se acercó a los establos, sabía que los mozos de cuadras estaban ocupados atendiendo a los caballos del rey, así que se detuvo antes de llegar y ayudó a Kia a bajar del caballo; ella solo le dio una sonrisa triste y se fue sin mirar atrás. No se despidieron, no dijeron nada más ni hicieron nada para marcar el fin de esa efímera relación que habían tenido; simplemente siguieron su propio camino, como si fuera otro día.

Ichigo se quitó la tela que cubría su cabello y lo ató alrededor de su cintura como un cinturón; esa tela era parte de la ropa real que solía usar en Vayalat cuando no estaba entrenando o en otras actividades, pero ya no estaba en Vayalat. Era el príncipe de Avanta y debía comportarse como tal.

Kon se había quedado en la playa con Kia.

Entró al castillo por la puerta principal, los sirvientes encendían las antorchas para iluminar los pasillos, y se dirigió a su habitación con la clásica calma que usaba al caminar, su expresión era seria pero su mente no dejaba de recordarle los labios de Kia.

Los sirvientes le hicieron una reverencia cuando pasó, él respondió con un leve movimiento de cabeza hasta que notó que un par de guardias imperiales estaban parados en la entrada de su habitación; el rey lo estaba esperando y lo maldijo internamente por ello.

Los guardias imperiales le abrieron la puerta para que pasara y pudo ver al rey mirando a Kholtan, que descansaba sobre su apoyo cerca de la ventana. El águila había llegado antes e hizo un pequeño ruido que se distinguió como una bienvenida.

— Su Majestad. — Saludó Ichigo a su padre y se inclinó respetuosamente.

— Me hiciste esperar mucho tiempo, Ichigo. ¿Dónde estabas? ¿Por qué no te vi cuando llegué? — Preguntó el rey con voz firme.

— Mis disculpas, su majestad, yo...

— Espero que esta sea la primera y la última vez que no cumples con tu deber como príncipe, ¿entendido? — El rey no le dejó dar excusa y no sabría qué excusa darle, no había tenido tiempo de pensar; en su mente solo estaba Kia.

— Sí, su majestad, no volverá a suceder.

— Tampoco quiero que estés seduciendo a las sirvientas, te han visto cerca de una sirvienta y sabes muy bien que esto no está permitido. Eres un príncipe y...

— Mi matrimonio y mis hijos serán por el bien del reino, su majestad. Soy consciente de ello y lo entiendo.

— Me alegra que lo entiendas. Ahora ve a bañarte, te esperamos para cenar.

— Si, su Majestad.

El rey se fue de allí, con ese andar lento que lo caracterizaba, y lo dejó solo en su habitación. Su padre siempre se enteraba de todo, era tedioso. Se acercó a Kholtan y le acarició suavemente las plumas de la cabeza, no quería ir a cenar pero tenía que hacerlo, su lista de faltas parecía hacerse más grande con cada cosa que hacía o dejaba de hacer.

A veces se preguntaba qué tan larga tendría que ser su lista de faltas antes de que su padre decidiera cortarle la cabeza. Quizás nunca debería haber regresado a Avanta, debería haber permanecido como soldado en Vayalat, su abuelo y su tío no se habrían negado a adoptarlo.

— ¿Qué dices, viejo amigo, secuestramos a Kia y volvemos a Vayalat a vivir como exiliados? — Le preguntó a su águila. Kholtan solo disfrutó de las caricias que él le daba. — Está bien, nos quedaremos aquí.

Susurró con resignación antes de tomar sus cosas e ir al baño del rey y prepararse para la cena, tendría suerte si no se encontraba con Kaien allí; lo último que quería era ver a su hermano y ser interrogado por no estar presente en la recepción del rey.


Todo lo que quería era llegar a su cama y quedarse allí, sin hacer nada, solo respirar; estaba cansada y llena de emociones que revoloteaban como mariposas dentro de su estómago, pero cuando llegó a la habitación supo que eso no sería posible.

— Rukia, finalmente llegaste. La reina está muy disgustada por tu ausencia, dijo que en cuanto llegues deberías ir a verla para que te dé un castigo. — Esta vez fue Loly quien la molestó, aunque todas parecían molestas de alguna manera, todas menos Nelliel que estaba sentada en su cama leyendo un libro.

— No mientas, Loly. — Orihime salió en su defensa y la tomó del brazo para alejarla de las Favoritas que querían iniciar una pelea verbal.

Rukia se dejó llevar por Orihime, quien no la soltó hasta que ambas estuvieron en la cama de Rukia, y las Favoritas dejaron de prestarles atención para concentrarse en algo que a ella no le importaba.

— Le dije a la reina que estabas enferma, pero ella no se molestó porque no estuvieras en la bienvenida del rey, dijo que estaba bien, pero que deberías ir con la doctora mañana. — Explicó Orihime en un susurro, esperando que solo Rukia la escuchara.

— ¿Con la doctora? ¿Por qué?

— No lo sé. También dijo que después de tu visita con la doctora deberías ir a verla, ella quiere hablar contigo.

— Entiendo, está bien. — Susurró y se dejó caer en la cama boca abajo.

Todas las emociones que había sentido y llevado con ella fueron algo ensombrecidas por esas palabras, no podía imaginar por qué tenía que ir a la doctora pero de un momento a otro abrió los ojos con sorpresa, su rostro aún estaba enterrado en la almohada y estaba agradecida de que Orihime no pudiera verla. La reina seguramente sabía que no había estado en el castillo, pero estaba aterrorizada de que la reina descubriera con quién había dejado el castillo ese día.

Si la reina se enteraba de que había salido con su mensajero, Kon podría tener problemas, pero eso no explicaba por qué tenía que ir al médico, a menos que la reina sospechara algo. ¿Algo como qué?

Rápidamente comenzó a pensar en lo que había hecho ese día que merecería ir al médico al día siguiente y su rostro se puso rojo cuando llegó a esa conclusión.

— ¡Mierda! — Gritó contra la almohada sabiendo lo que pasaría cuando visitara a la doctora. La reina quería saber si todavía era virgen.

— Rukia, ¿estás bien? — La voz de Orihime sonaba preocupada y tuvo que calmarse un poco antes de girarse para mirarla.

La reina lo sabía todo, nada se le escapaba.

Se sentó en la cama, al lado de Orihime, y cruzó las piernas con una pequeña mueca de dolor, un dolor que no había notado antes. Orihime la miraba con curiosidad y un poco preocupada por ella así que se calmó tanto como pudo.

— Si, estoy bien. Creo que me voy a meter en muchos problemas. — Dijo ella con una sonrisa culpable.

Orihime estaba esperando que ella le contara lo que había sucedido, ese había sido el trato y lo iba a mantener. Se aseguró de que Nelliel estuviera concentrada en su libro y de que las Favoritas continuaran en sus asuntos; más tarde investigaría por qué se veían tan molestos con Nelliel.

Comenzó a contarle a Orihime lo que había pasado desde que salieron del castillo hasta que regresaron, le dijo que era la primera vez que montaba a caballo y que le dolían las piernas y el trasero por el movimiento; también le contó lo que había visto en la playa, lo bien que se sentía el agua en la piel y lo salada que estaba. Ella le contó sobre la pelea por la manzana y luego la confesión del soldado de que ella le gustaba, solo eso y nada más.

La otra cosa que habían hecho no tenía que decírselo a Orihime, eso era solo para ella.

— ¿Y lo besaste? — Orihime estaba sorprendida y emocionada al mismo tiempo.

— Sí lo hice. Fue solo un beso. Estaba tan avergonzada de verlo que no pude volver a besarlo, mis mejillas estaban rojas y calientes. — Mintió pero sabía que el rubor en sus mejillas confirmaba la verdad en esa mentira.

Orihime la abrazó con fuerza y esa punzada de culpa por no haberle dicho todo lo demás desapareció. Rukia le devolvió el abrazo y le hizo prometer que no diría nada de lo que le había confiado.

Orihime sabía mucho, había sido la única que la reconoció cuando llegó, sabía que era hija de uno de los concejales y sabía de los Acuerdos de la Caída; todo porque su tío también era uno de los concejales y le había dicho que llegaría.

— Ahora es mi turno de contarte lo que pasó en la bienvenida del rey. — Comenzó a decirle Orihime y Rukia asintió con la cabeza porque quería saber por qué las Favoritas miraban a Nelliel como si fuera una enemiga y estaban más irritables que otros días. — Llegó el rey y la Kahya nos dijo que deberíamos estar al final de la línea de bienvenida, el primero en saludar al rey fue la reina, luego la Kahya y después los Concejales...

— ¿Los concejales? ¿Estaba mi papá ahí? — Preguntó con pánico en su voz.

— Sí, pero la reina le dijo que estabas enferma y en cama. — Se apresuró a decir Orihime y Rukia sintió que su alma regresaba a su cuerpo.

— Gracias a las Deidades.

— Saludamos al rey, pero él no se fijó en nosotros, se fue de allí con sus Concejales pero el príncipe Kaien, después de saludar a la reina, miró a Nelliel y le pidió que desayunaran juntos mañana.

— ¿Nelliel?

— Sí, Nelliel. Dijo "Nell", así que creo que ya se conocían. Ahora las Favoritas piensan que Nelliel es la Inamorata del Príncipe Kaien y la odian porque él no las notó por culpa de Nelliel.

— ¿Y el príncipe Ichigo eligió a alguien? — Preguntó curiosa porque sabía que él y ella eventualmente terminarían casados si el rey decidía hacer válidos los Acuerdos. Ni siquiera lo conocía, nunca lo había visto, pero no pudo evitar preguntar por él; después de todo, en algún momento tendrían que encontrarse.

— No llegó y parece que no lo hará hoy porque después de dar la bienvenida al Príncipe Kaien regresamos a la habitación. Nadie lo conoce pero supongo que cuando llegue nos avisarán.

— Supongo que estas en lo correcto. — Susurró y se acostó en la cama con Orihime a su lado.

— Entonces... ¿el soldado besa bien? — Preguntó Orihime en un susurro divertido haciéndola reír.

— Si, besa muy bien. — Confirmó entre risas que solo ellas escuchaban.


Gracias a todos por leer.